Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo XVI

¿Vale la pena?

—Ki-chan —llamó Momoi-san, atrayendo mi poca atención hacia ella, quien me miró preocupada. —¿Estás bien?

Eso mismo me preguntaba desde ese domingo cuando Aomine fue a mi casa y se veía decaído y quizás frustrado, mirándome fijamente cada que podía y nunca respondiendo a mi pregunta sobre si le sucedía algo. Esa sensación amarga que viví con Himuro cuando empecé a notar su alejamiento, ser ignorado la mayor parte del tiempo o con excusas al más no poder, estaba volviendo. Me negaba a pensar que ocurriría algo similar con el moreno y decidí dejar pasar ese día, justificando su actuar con que estaba cansado del viaje. Pero quien estaba cansado de todo eso era yo; me sentía usado de alguna manera y estaba harto de ello.

¿Estaba yo bien? No, tenía en mis manos dos opciones: 1) ir y enfrentar a Aomine o 2) esperar y dejar que todo ocurriera de nuevo. Sinceramente, la opción dos no me parecía siquiera viable. Sin embargo, algo que tenía siempre presente era que no sabía mucho del moreno. Entonces miré directamente a los ojos de su mejor amiga y decidí que antes de ir con él, debía obtener algo de información.

—Momoi-san —hablé con los nervios de preguntar cosas indebidas. —Cuando a Aomine le preocupa algo o tiene problemas que no quiere decir, ¿qué hace?

Ella se sorprendió por mi pregunta para después mirarme dubitativa. En esos segundos sentí sudar mis manos y arrepentirme un poco.

—Se aísla y duerme —respondió no muy segura. —Pero si está molesto, suele entrenar o pasarse horas encestando. Lo más seguro es que se quede después del entrenamiento de hoy, Ki-chan.

Ante aquello, asentí y le agradecí, notando que ella forzó su sonrisa.

¿Por qué ese gesto?

 

 

 

—¡Una más! ¡Rápido, rápido! —gritó el entrenador, sonando su silbato.

Desde afuera del gimnasio se podían escuchar el rechinido de los zapatos deportivos y el botar de los balones. Aunque tuve la iniciativa de ir hasta ahí para hablar con Aomine, ciertamente tenía miedo. Miedo de escuchar algo que acabaría con todo. No estaba seguro de poder soportar una decepción más y el más alto lo sabía. Era ya tarde, probablemente cerca de las cinco y muy pocos alumnos rondaban por los pasillos. Había avisado a mamá de que llegaría tarde porque quise quedarme a hacer un trabajo. No me creyó mucho, lo noté en su tono que empleó, pero no me cuestionó más.

Un problema menos.

—¡Muy bien, muy bien! —felicitó el entrenador. —¡Lo han hecho bien, chicos! ¡Pueden irse, menos tú!

Como me encontraba a un costado de la puerta principal, vi a cada jugador salir del recinto, charlando y bebiendo agua. Algunos me dirigieron una mirada rápida, pero pasaron de largo, murmurando algo sobre mí que en ese momento no quería saber, no quería pensar en cosas innecesarias.

Esperé a que todos salieran, incluso vi salir al entrenador, quien me miró déspota y no me dirigió la palabra. Terminé de acercarme a la puerta, asomándome un poco pues no escuchaba el botar de un balón o algún movimiento; busqué la figura de Aomine a lo largo del gimnasio y lo encontré tirado en el piso en medio de la cancha, con Momoi-san parada a un costado hablando con él. No alcanzaba a escuchar nada de su conversación y no sabía si era buena idea llegar e interrumpir.

Estaba por irme cuando…

—¡¿Ki-chan?!

 

 

 

En el instante que Satsuki pronunció el nombre de él, me tensé. Había estado evitándolo por al menos tres días, casi ignorándolo y sintiéndome peor que la mierda. Estaba confundido y no por mis sentimientos hacia él, sino de qué hacer. Mi padre me había puesto a elegir entre Ryouta y mi madre, chantajeándome descaradamente. En el momento me costó responder porque no quería terminar algo que no había empezado por completo, pero tampoco quería ser privado de ver a mi madre. Y como siempre habrá alguien que tenga más peso que cualquier otra persona, elegí a mi madre. La elegí por encima de Ryouta y me sentí culpable, como si hubiera traicionado algo dentro de mí.

¿Y si hubiera dicho “no”?

—Espero le digas lo que te pasa, Dai-chan. Ki-chan ha estado distraído por ti —sentenció Satsuki antes de ir hasta donde él estaba y sonreírle, para después abandonar el recinto, cerrando la puerta.

Ella ya sabía lo que ocurría entre nosotros. El mismo domingo que visité a Ryouta, quise escuchar una opinión sensata y sincera; quién más que Satsuki. No se mostró muy contenta con mi decisión, pero entendía mis razones. Ella me había sugerido hablar directamente con Ryouta y buscar una solución juntos. Pero siempre aplacé esa charla.

Hasta ese momento.

—Hola, Aomine.

 

 

 

Él seguía tendido en el suelo, con la playera sudada y los cabellos pegados a su frente perlada en sudor. De alguna forma sentí como si hubiese pasado un tiempo desde la última vez que le vi y unas ganas inmensas de abofetearle por su breve abandono, me hicieron resoplar cuando lo saludé. Había ido hasta ahí por una explicación, pero no sabía cómo abordar. ¡Demonios!

—¿Por qué has estado evitándome? —pregunté directamente, de la única forma que consideré la adecuada. —¿Ha pasado algo?

—No te he estado evitando, Ryouta —respondió con desgano, poniéndose de pie y quedar frente a mí.

—No soy estúpido y no nací ayer, Aomine —ataqué molesto. —¿Crees que no noté la forma en que me mirabas el domingo? ¿Tan lamentable parezco?

—No digas esas cosas—pidió frustrado —, estás exagerando.

—No estoy exagerando nada, estoy cansado de esto, de que me vean la cara y piensen que estoy encerrado en mí todo el tiempo.

Él tensó su mandíbula, mirando hacia otra dirección. Esto estaba volviéndose difícil y pesado de sobrellevar.

—Sólo dime lo que pasa y ya, Aomine. Es todo —agregué vacilante y con los sentimientos a flor de piel. —Dijiste que estabas enamorado de mí, ¿cierto? Entonces…

—¿Y tú? —preguntó Aomine de repente, haciéndome callar. —¿Tú estás enamorado de mí, Ryouta?

 

 

En sus ojos pude ver la sorpresa y la confusión entremezclarse perfectamente. Extrañamente, me dolió.

—¿Por, por qué preguntas eso tan de repente?

Su respiración se volvió un poco acelerada y sus ojos temerosos me miraban. No quería herirlo, pero yo no quería salir herido. Había razonado nuestra situación y en ningún momento escuché de su parte que sintiera lo mismo por mí, todo fueron besos que no supe si eran sólo para hacerme sentir bien o que con ello intentara demostrarme algo.

¿En qué momento había llegado a esas conclusiones?

Necesitaba escucharlo de él. Y quizás con ello yo podría…

—Responde, por favor…

Él se acercó a mí y me tomó de las mejillas, con lágrimas en sus ojos. El dolor y miedo a flor de piel, transmitiéndome todo eso por medio de su toque tembloroso. Una parte de mí no quería escuchar lo que iba a salir de sus labios rosas, pero realmente necesitaba oírlo… lo que fuera.

—No puedo decirte ahora que lo estoy —confesó con voz entrecortada, estrujando mi corazón. —Tengo miedo, Aomine, miedo a salir herido, a que me abandones cuando veas todo de mí, a que nunca sea suficiente para ti, a que esto que sientes sea pasajero o una aventura. No quiero eso, no lo soportaría. No nos conocemos lo suficiente; así que no podemos iniciar algo serio. Pero quiero que sepas que ahora, justo ahora, te has vuelto alguien importante en mi vida. Tengo sentimientos hacia ti Aomine y me gustas… Aunque no entiendo, cómo es que todo esto resultó así.

Su sonrisa irónica y sus caricias en mi rostro me desquebrajaron un poco, pero sentí consuelo escuchar de él todo aquello. Sabía lo difícil que era para él decir todo eso, así que lo atesoré. Mis manos tomaron las suyas, besé sus palmas y entrelacé nuestros dedos.

—Haré que te enamores de mí, Ryouta —advertí mirándole a los ojos, viendo ese hermoso sonrojo. Siempre con él sacaba ese lado mío que seguía dándome vergüenza, pero si era para él no importaba…

La respuesta que él me dio fue un beso necesitado, cargado de sinceridad y de muchos sentimientos presentes. Le correspondí con desespero, como si yo me hubiese estado ahogando y por fin podía respirar. Un poco brusco lo apegué a mi cuerpo, mordiendo su labio inferior y degustando su sabor. Sus brazos rodearon mi cuello, nuestras respiraciones se volvieron más rápidas y el beso estaba subiendo de tono. En cuanto escuché un suspiro suyo, no pude evitar llevar una de mis manos a su trasero y estrujarlo, escuchando un glorioso gemido que a su vez me trajo de vuelta a la realidad. Poco a poco detuve el gesto, dándole besos castos para calmar las aguas de ambos. Ryouta recostó su cabeza en uno de mis hombros.

—Besas bien —comentó en un susurro, haciéndome reír.

—Tú también, Ryou.

Escuché una ligera risilla de su parte, hasta que caímos nuevamente en el silencioso tortuoso.

—¿Me dirás ahora qué te ha pasado? —inquirió nuevamente, sin mirarme siquiera.

—Mi padre me chantajeó.

Ryouta se alejó un poco de mí, viéndome confundido y alarmado.

—Se enteró que… uhm… me gustan los hombres. Más bien, que me gustas tú —expliqué lo mejor que pude. —Escuchó una conversación que tuve con mi madre y… Me hizo elegir entre ella y tú.

 

 

Me alejé un poco de él, cruzándome de brazos y recordando lo que me llegó a pasar con mi propio padre cuando supo de mi sexualidad. Fue una tarde y vagamente recordé cómo sucedió todo, sólo se quedó en mi memoria la sensación de tener que elegir entre el baloncesto o mi novio. Para ese entonces los problemas con Himuro habían llegado a un nivel insoportable donde todo me parecía ofensivo, donde todo me hería con creces y al parecer nadie lo notaba ni siquiera mis propios padres porque me llevaron al límite sin entenderme.

Mis ojos miraron a los de Aomine y me pregunté si el habría escogido el baloncesto, porque yo ilusamente y de forma masoquista, elegí a Himuro.

—¿A quién elegiste? —pregunté con un nudo en la garganta.

El moreno me miró de pies a cabeza, notando mi posible ansiedad o nerviosismo a lo que él pudiera decir. Permaneció en silencio hasta que aclaró su garganta y respondió.

—A ella.

Sus ojos tenían un ligero destello de arrepentimiento y sonreí, porque al parecer él hubiese elegido el baloncesto.

—Hiciste bien. No debes sentirte mal, Aomine —consolé lo mejor que pude. —Te admiro por eso.

Y era verdad, porque no cabía duda de que él y yo éramos diferentes en tantos aspectos y aún así encontraba paz con él. Durante el fin de semana había hablado con Erika y me di cuenta de que yo estaba cambiando. No sabía exactamente por qué, pero en ese momento, teniendo a Aomine frente a mí, supe que era gracias a él.

—No quiero alejarme de ti —confesó, volviéndose a acercar a mí.

—Ya pensaremos en algo —zanjé ahí la conversación, sonriendo.

 

 

Después de esa conversación, Ryouta se quedó conmigo la hora extra que debía cumplir por mi castigo. Él se fue a sentar en el suelo cerca de la mitad de cancha, viéndome encestar una y otra vez. En mi cabeza estaba pensando la manera de seguir con Ryouta y la única que se me ocurría era que papá no estaba viviendo conmigo y aunque le dije que ya no vería a Ryouta y me olvidaría de él, lo cierto es que no cumpliría con ello, aprovechando la distancia. Me sonaba a la mejor opción.

No podía negar la decepción que tenía hacia mi padre y el enojo de su reacción, actuando incluso por encima de mi madre y justificando su decisión como una manera de protegerla. Sin embargo, a pesar de ello, en verdad deseaba vivir algo con Ryouta, estar con él…

—No pienses tanto —habló Ryouta, atrayendo mi atención mientras encestaba y fallaba.

Me sorprendí al fallar. Desde la secundaria no había hecho un mal tiro.

Escuché a Ryouta levantarse y caminar hasta donde estaba el balón. Lo tomó y caminó hasta quedar frente a mí. Sus ojos miraban con recelo al balón, noté nostalgia y algo más, como si fuera un deseo apasionado que estaba emergiendo en él.

Sin decirme nada, Ryouta se colocó a un costado mío y se acomodó lo mejor que su pierna herida le permitió, alternando su mirada entre el balón y la cesta. En todo momento le miré, en silencio y admirando cómo imitaba el tiro que yo había estado practicando. Mis orbes siguieron la trayectoria del balón, notando que había acertado. Era la segunda vez que le veía sosteniendo un balón, pero era la primera vez que él lo había hecho por su cuenta.

—Lo logré —dijo asombrado, viéndome incrédulo. —Lo hice.

En sus ojos ámbar, un destello se asomó y embelleció tan preciosos orbes. Lo comparé con un niño que había recibido el juguete que siempre quiso. No me pude resistir a robarle un beso, sintiendo esa sensación de querer más de él, de descubrir más, aunque pudiera llegar a ser duro.

—Lo hiciste bien —reconocí al romper el beso, admirando su rostro conmovido.

 

 

 

Aomine había decidido acompañarme a casa, pues había oscurecido. A lo largo del trayecto permanecimos en nuestro característico silencio, andando por la calle muy juntos y a mi paso. Estaba saboreando ese momento, no sabiendo a ciencia cierta si habría más después de saber la elección que él había tomado.

Si él dejaba hasta ahí lo que habíamos construido, no lo culparía, porque realmente admiré que él tomara una decisión diferente a lo que yo hubiese hecho. Era raro el sentimiento porque egoístamente deseé que él me hubiese elegido, pero al final me sentí bien escuchando algo diferente.

—Ryouta —llamó él, espabilándome. — Llegamos.

Me giré un poco y vi mi casa frente a nosotros. ¿Por qué sentía esto como una despedida?

—Gracias —respondí sinceramente, como en tiempo no lo hacía y besé su mejilla.

El me dejó ir con la duda de si esto terminaría en ese momento que cerré la puerta.

¿En verdad había terminado?

Notas finales:

Ali ha vuelto con otro cap >wO


¿Qué les pareció? ¿Confuso? 


Las cosas están confusas ahora, pero ellos lograrán encontrar el equilibrio a esto y tomar mejores decisiones para ambos.


No se preocupen, que nada está sólo porque sí.


Espero les haya gustado~


Cuídense~


Ali les quiere~


AliPon fuera~*~*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).