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Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Aló~ amores! *O*)/

Ali reportándose con al actu >wO

Sí, se que tardé milenios (?) pero ya comenzaron las clases y bueno, me llenaron de proyectos y bla bla bla xD

Bien, ya no les quitaré valioso tiempo

A leer~

Capítulo III

Un respiro, por favor

            Al llegar a casa, sin saludar a mi madre, de inmediato me adentré a mi cuarto. Cerré con seguro la puerta y me recargué en ella. Esos imbéciles se habían burlado de mí, de mi apariencia, de mi estado. Nunca creí que algo así pudiera causarme tanto dolor. Ellos eran unos extraños, unos que en la vida había visto, pero a pesar de ello, me había dolido y molestado su comentario.

            “–¡Miren! ¡Es Doble Cara* en persona!

            Sus risas burlonas me hirieron y destruyeron la poca confianza que había creado tras salir de la escuela. Sonará extraño, pero la indiferencia o que me ignoraran en la preparatoria, me alivió y me hizo sentir confiado en que nada malo me sucedería. Había conjeturado conclusiones antes de tiempo. Rápidamente me metí al baño y me vi en el espejo. Yo no me parecía en nada a aquel personaje, mi cicatriz ni siquiera se asemejaba al horrible rostro de Doble Cara. Por más que quise no darle importancia a lo que habían dicho, me rompí a mitad de la acera. Lloré porque era cierta una cosa: yo era repulsivo. Y pude comprobarlo en cuanto me vi en el espejo. Volví a derramar lágrimas, mientras golpeaba con fiereza mi reflejo. Si tan solo no hubiera tenido aquel accidente, mi vida hubiera sido diferente. Si tan solo no les hubiera dicho a mis padres que era homosexual, nada malo me hubiera sucedido.

            Grité a todo pulmón, dejándome caer sobre la loseta del baño. Todo tipo de burlas quise evitarlas, pero me di cuenta que por más que quisiera hacerlo, nunca lo lograría. Mi mano derecha estaba ‘deshecha’; mis nudillos estaban ensangrentados, y pedazos de espejo yacían a mí alrededor.

Aquellos trozos de cristal me reflejaban, sonriendo burlones como aquellos tipejos. Sentía un vacío que se deshacía de mi débil alma. Ya no quería volver a la escuela, ya no quería intentarlo de nuevo; pero mi terca conciencia me hacía cambiar de opinión. Ella no entendía mi sufrimiento, ella no se daba cuenta que siempre la gente me lanzaban piedras y se divertían con verme sufrir. ¿Qué tan difícil era el darse cuenta de que mi poco coraje se estaba yendo a la mierda?

Con esfuerzo me puse de pie. El punzante dolor de mi rodilla fue el causante de que volviera al suelo en varias ocasiones. Tenía que recoger todo, pero no lo hice. Salí de forma lenta de ahí y decidí quitar el seguro de la puerta; mi madre estaba a punto de derrumbarla.

            –¡Ryouta! –Gritó con espanto en su faz, viendo mi mano derecha ensangrentada y mi rostro húmedo. Sus ojos pedían una explicación que me negué a decir. Tomó con delicadeza mis palmas, en señal de que podía decirle lo que quisiera. Pero no dije nada.

            –¿Qué ha ocurrido? –Su voz temblorosa me hizo sentir culpable.

            –Me duele la rodilla. –Fue lo único que dije, separando mis manos de las de ella, yendo a sentarme en la cama. Un suspiro de resignación pude percibir y el que unos cálidos brazos me rodearan.

            –Aquí estoy. –Aquella simple frase fue la culpable de que mis ojos volvieran a llenarse de lágrimas. Quise retenerlas todas, pero me fue imposible. La calidez de mamá, su aroma suave y dulce, su amor de madre…me hacían sentir más miserable. Era probable que aún siguiera sintiendo decepción, aunque tratara de ocultarlo.

            ¿Cuántas veces me derrumbé el primer día de clases? Nunca supe, ni siquiera me había detenido a contarlas; solo sabía el hecho de que ni siquiera cené y que mi habitación fue testigo de mi fragilidad. Me odiaba por eso, por ser tan malditamente frágil a cualquier cosa. Mamá ya no volvió a preguntar, solo me  curó mis nudillos y me dio la pastilla para el dolor, que nunca ‘cumplía’ su función  como debía; además de limpiar mi desorden en el baño.

            Pasaron las horas, que parecían milenios, y ya había amanecido. No tenía problema con mantenerme despierto todo el día, pero había un pequeño detalle…mi mano no estaba en condiciones para escribir durante todo el día. Mi despertador sonó y rápidamente le apagué. Con pereza me fui a duchar, ya que el día anterior no lo había hecho. Como siempre, me sentí mejor y con una carga menos en mis hombros. Con lentitud me vestí con el uniforme de la escuela, que constaba con una camisa azul celeste, un pantalón azul marino y un suéter de color blanco con el escudo en la manga izquierda.

            Tomé mi muleta y justo cuando iba a abrir la puerta noté que había pisado un papel. Con cuidado me agaché para tomar aquel papel. Al ver lo que era, me sorprendí. Era una carta. Una escrita a puño y letra de mi madre. Vi el reloj y noté que aún tenía tiempo, así que me dediqué a leerla de principio a fin.

            Esto era lo que decía:

            “Ryou, hijo mío:

            Sé que sufres y que no quieres decirnos porque sientes que estamos desilusionados porque no podrás darnos unos hermosos nietos, pero a pesar de que eres lo que eres, te amamos.

            Nunca olvides que siempre estaremos para ti, porque eres nuestro hijo, nuestro pequeño… ¿entiendes? Sabemos que lo que te dijimos ‘aquella’ vez, no fue lo correcto, y estamos arrepentidos por ello. Sin embargo, no creas que te cuidamos por lástima (sé que piensas eso) sino porque eres un bello tesoro.

            Deseamos con el corazón, que encuentres a…tu chico ideal. Suena gracioso pero hemos decidido (desde hace tiempo) en apoyarte. Tus hermanas son las que han abogado por ti, para que tu padre te acepte tal y como eres. Él te ama, y está chapado a la antigua, así que entiéndelo en ese sentido.

            Solo te deseo un buen día y que encuentres a aquella persona especial que te devuelva tu hermosa sonrisa.

            Yo te quiero feliz hijo, sea quien sea, siempre y cuando…cuide de ti como si fueras un hermoso diamante. Porque tú eres hermoso, hijo. Y no solo lo digo porque sí, lo digo porque eso eres; una bella persona. No te dejes vencer por lo que ahorita vives. Confía en mí, en tu padre, en Erika, en Yuki, y en ti. Confía en que eres especial y valioso, hijo.

            Te ama.

            Tu madre.”

            No pude evitar sonreír y que unas cuantas lágrimas rodaran por mis mejillas. Mi madre sabía, mejor que yo mismo, mis miedos, mis inseguridades…mis demonios. Pensé que había ocultado todo aquello, pero no fue así. Mi madre, a pesar de ser algo paranoica, siempre prestó atención a todo lo que pasaba en mí. Esa carta, era una hermosa, que siempre guardaría bajo llave.

Aquello me hizo enormemente feliz y deseé que mi madre estuviera enfrente para abrazarla y llenarle de besos. Decirle que le amaba con toda mi alma, que era mi hermoso ángel. Y sin pensarlo dos veces, salí de mi recamara y fui hasta la cocina. Sabía que estaba ahí ya que el delicioso aroma del desayuno inundó mis fosas nasales. Al llegar al umbral le vi de espaldas, tarareando la triste y dulce canción de Hijo de mi corazón*. Esa canción siempre me arrullaba o me calmaba cuando de pequeño me caía o me asustaba.

–¡Oh, Ryou! –Dijo sorprendida al verme parado en la puerta. –Ya está listo el desayuno. –Su linda sonrisa y su voz aterciopelada, me hizo ir a abrazarla en un santiamén, importándome poco que después sufriría dolor de rodilla.

–Te amo mamá. –Susurré, estrechándole con mayor fuerza.

–Y yo a ti hijo. –Me correspondió el abrazo y me besó la cabellera.

Fui un tonto al pensar que ellos ya no me querían y que sentían lástima.

Fui un verdadero tonto.

 

Después de un agradable desayuno, me fui a la escuela. Aún era temprano, por lo que al paso que iba (lento) no tuve problema. Me sentía aliviado y como si me hubieran arrancado las cadenas que me apresaban.             Caminaba con una sonrisa en mi rostro, viendo el cielo de la mañana. Aún no abrían todos los locales del centro, y había poca gente andando por las aceras. A pesar de que sentía el dolor en la rodilla, que había vendado para evitar que el frío de la mañana me afectara otro tanto, seguía caminando. Siempre me ponía de malas cuando me dolía, pero aquella ocasión no estaba de mal humor…estaba alegre.

De un momento a otro, ya me encontraba cerca de la escuela. Eso era bueno, al menos tendría un momento para sentarme y descansar mi pierna derecha. Me detuve cerca de la reja para descansar un momento. Me encontraba frente a la puerta, esperando el instante en que el dolor fuera un poco más soportable, cuando sentí que algo se estrellaba conmigo. Por fortuna no me caí, pero mi rodilla resintió el esfuerzo por mantener el equilibrio.

–¡Auch! –Me quejé al instante, haciendo una mueca de dolor. Eso sí me había enfadado, por lo que quise el decirle de hasta lo que se iba a morir a quien me había ‘provocado’ dolor. Pero, en cuanto me giré para saber a quién insultaría, me topé con un joven de tez morena, cabello azul oscuro, ojos del mismo color, labios finos, y un poco más alto que yo. Mis ojos se toparon con los suyos y por un instante me sentí avergonzado. Noté la sorpresa en el otro y comencé a incomodarme, debió sentir aversión hacia mí al ver mi herida. Al instante desvié la mirada y me cubrí la cicatriz con la mano izquierda.

–Perdona. –Susurré y quise dar un paso, pero el dolor de mi rodilla me trajo de vuelta a la realidad.

–¡Oye! –Sentí mi brazo siendo sostenido por aquel muchacho, lo cual agradecí, ya que sentí flaquear mi pierna. –¿Estás bien? –Negué en mutismo. –Ammm… ¿quieres que te lleve a la enfermería?

Aquella pregunta me tomó desprevenido, por lo que giré un poco mi cabeza para ver el rostro de aquel muchacho, topándome con una expresión de molestia en su faz. Le miré incrédulo por unos instantes hasta que una nueva punzada me hizo cerrar mis ojos con fuerza. Sin más, sentí cómo mis pies dejaban de tocar el suelo y que mis piernas y espalda eran sostenidas.

Abrí mis ojos, viendo el perfil del otro. Quería que me bajara, no era una chica para que me cargara de aquella manera. Me removí un poco, pero el dolor me hacía desistir.

–Bájame. –Musité cabizbajo, recibiendo un chasquido de labios como respuesta.

–Solo cállate. –Le miré mal y fruncí el entrecejo. ¿Quién era ese tipo para decirme semejante estupidez? Ni siquiera sabía su nombre, ni nada.

En unos cuantos minutos, ya me encontraba sentado en la camilla de la enfermería, con el mastodonte sentado frente a mí, con expresión de molestia. La doctora aún no llegaba, por lo que tuvimos que esperar. Me dediqué ver todo el rededor y recordé que dentro de poco sería mi chequeo. Resoplé un tanto irritado, ya que odiaba ir al hospital para que me dijeran lo mismo: “Sigue con tus terapias y con las instrucciones médicas”. Al principio hacía circo, maroma y teatro, para realizar todo lo que me decían. Sin embargo, llegó un momento en que me percaté, que solo lo decían para no decirme que mi rodilla ya no sería útil.

El timbre sonó y de inmediato miré la puerta de la enfermería. No obstante, la doctora aún no llegaba. Me mordí el labio inferior y miré de reojo al otro, quien me miraba fijamente. Le sostuve la mirada por un instante hasta que recordé algo. Si me había cargado, ¿dónde diablos había dejado la muleta?

–Oye…amm ¿dónde está mi muleta? –En vez de responderme, él me miró unos instantes, provocando nerviosismo (que oculté) en mí.

–¿No planeas darme las gracias? –Enarcó una ceja, viéndome incrédulo. Aquella pregunta me tomó desprevenido, causando que un ligero rubor de vergüenza tiñera mis mejillas.

Desvié la mirada y carraspeé. –Amm…gracias…

–Aomine, Aomine Daiki. –Asentí lentamente.

–Gracias, Aomine. –Dije lo más seguro y serio posible.

–De nada…

–Kise, Kise Ryouta.

–¡Oh! De nada, Ryouta.

Me sorprendí por el hecho de que me habló por mi nombre y no por mi apellido. Todo volvió a estar en silencio, hasta que entró la doctora.

–¡Ah! Perdonen, pero tuve unos problemas. –Dijo apenada, dejando su carpeta y bolso en la pequeña mesa del rincón.

–Descuide. –Dije mientras sonreía de forma amable.

–Ok, ¿qué te sucedió Kise? –Preguntó mientras buscaba entre sus cajones algo que debía ser importante. Y sí, ella me conocía por que fue la que me realizó el chequeo médico para corroborar que era imposible que presentara deportes.

–Me duele la rodilla. –Susurré un tanto apenado, porque Aomine seguía ahí.

–Ya veo. –Respondió la mujer, al momento en que me miraba con su tablet en mano. –Descúbrete la pierna. –Ordenó provocando que se me subieran los colores a la cara. Sentía vergüenza y miedo…y enojo. ¿Para qué quería ver mi pierna?

–¿Perdone?

–Necesito ver si no te heriste.

–Por favor, tengo una placa como…–y ahí recordé que Aomine estaba presente, por lo que decidí callar.

–Sin placa o con placa, se puede lesionar el músculo, tendón o hueso. Eso debes saberlo perfectamente Kise. –Tan solo rodé los ojos hastiado.

–Solo si él se va, lo haré. –Señalé con la mirada a Aomine quien, con enojo, salió de inmediato.

–Bien, ya se fue. Ahora, descúbrete la rodilla. –A regañadientes hice todo lo que me pidió. Falté las primeras clases, ya que me dijo que por haberme esforzado en caminar, mi rodilla estaba a punto del ‘colapso’. Me dio un medicamento fuerte para aminorar el dolor, y que también me daba sueño; por lo que dormí mientras estaba en la enfermería.

Desperté al momento en que sonó la campana que anunciaba el descanso. Con pereza me levanté y pude notar que el dolor en mi rodilla ya era soportable. Me bajé de la camilla y busqué a la doctora, pero no la encontré, tan solo el papel que justificaba mis faltas a clases. Lo tomé y salí del lugar. Gracias al cielo que mi mochila estaba ahí, sino sería estarla buscando con los prefectos. Pero claro, me hacía falta la muleta, que no sabía dónde carajos estaba. Si se había quedado en la entrada, era probable que se la hubieran llevado otras personas o algo por el estilo. Con dificultad caminaba, apoyándome en la pared para no caer. Justo cuando estaba por girar en la esquina del pasillo, una mano se posó en mi hombro. Rápidamente giré mi rostro, para toparme con Aomine.

–¿Se te ofrece algo? –Él elevó su zurda, mostrándome la muleta.

–Toma. –Sin mucha delicadeza, estampó la muleta en mi pecho, provocando que me quejara por lo bajo.

–Gracias…supongo.

–De nada. –Acomodé mi muleta bajo mi axila, para así poder caminar.

–Bueno, nos vemos. –Estaba por dar un paso y él me detuvo, tomándome del brazo. Al parecer ya era su costumbre hacer eso. –¿Qué sucede ahora?

–¿Qué te ocurrió en la mano? –Señaló con la mirada mi diestra.

–¡Oh! Amm…yo…–mi mente estaba en blanco, y ninguna excusa creíble me venía a la mente.

–¿Golpeaste algo? –Se cruzó de brazos, viéndome con autosuficiencia.

A su lado me sentía inferior y hasta pequeño. Él despedía un aura de intimidación que erizaba mi piel.

–Eso no debe importarte. –Respondí a la defensiva. No quería involucrarme con alguien, planeaba cursar todos mis años de preparatoria, en soledad. La razón era simple: no quería burlas ni decepciones.

Al no recibir respuesta del otro, decidí el irme y justo cuando lo hacía, una voz chillante y femenina, hizo que detuviera mi andar.

–¡Dai-chan! –Ambos giramos nuestro rostro en dirección a aquella voz, topándome con la misma chica del día anterior. Ella sin miramientos se abalanzó sobre Aomine y le rodeó el cuello con sus brazos.

–Me dejaste plantada en la cafetería. –lloriqueaba la chica.

–¡Suéltame Satsuki!

–¡No quiero!

–Por una mierda, ¡hazlo que te digo! –Con algo de fuerza, Aomine, retiró los brazos ajenos de su cuello y apartó a la ahora llamada Satsuki.

–¡Eres malo, Dai-chan! –Volvía a lloriquear la joven de cabellos rosados.

–¡Y tú una cría! –Como nada más estaba de observador, quise irme, ya que aquella conversación no me incluía en nada.

Nuevamente estaba por retirarme, cuando unos brazos me tomaron como en la mañana y me sacaban de ahí rápidamente. No entendía nada, pero solo era consciente de que Aomine me cargaba y me llevaba a no sé dónde, alejándonos de aquella muchacha.

Pronto llegamos a la parte trasera del gimnasio, cuando me bajó y al fin pude tocar el firmamento. Él agitado y tenía una ligera capa de sudor, perlando su frente.

–¿Se puede saber, para qué me trajiste aquí? –Dije enfadado, viendo como el otro controlaba su respiración.

Solo hasta que recuperó el aliento, respondió mi pregunta con otra:

–¿Puedo preguntarte algo?

–¿Qué cosa?

Nos mirábamos detenidamente, como si quisiéramos memorizar la anatomía ajena.

–He tenido curiosidad de algo. –Su mirada viajó de mis orbes al cielo.

–Solo dilo. –Respondí resignado, ya tenía una idea de qué preguntaría.

–¿Qué le ocurrió a tu pierna? –Puse los ojos en blanco, resoplando con fastidio. Tenía dos opciones: (1) Responder y dar una extensa explicación o bien (2) negarme y salir de ahí.

–¿Por qué quieres saber?

–¿Siempre respondes a la defensiva?

–Si es todo, me retiro. –Ya me estaba cansando la insistencia de ese tal Aomine. No comprendía su interés y curiosidad en mí persona, yo no le conocía y el a mí tampoco; así que no era algo coherente el decirle la razón del porqué mi pierna estaba en aquel estado tan nefasto.

–¡Oye espera! –Al momento en que quiso detenerme, arrebaté mi brazo. Ya había llegado a mí límite.

–¡Ya, déjame! –Le miré con enojo. –¡No sé por qué te interesa saber de mí, ni por qué eres tan amable y no me importa saberlo! Solo hazme un favor, ¡déjame en paz! –Dicho aquello, me encaminé al pasillo más cercano  para ir a mi salón. Si faltaba a una clase más, el justificante ya no tendría validez alguna. Seguí andando hasta llegar a mi respectiva aula. Abrí la puerta de forma brusca y sin saludar a nadie, me fui a mi lugar. Todos guardaron silencio unos segundos, para luego retomar sus conversaciones. Eso era lo que me agradaba, nadie me molestaba, todos me ignoraban (hasta cierto punto). Por ello no comprendía el repentino interés de alguien extraño.

Pronto inició la clase de Literatura Universal, y con ello, mi sufrimiento al momento de escribir.

El resto del día lo pasé sin mayor problema. Cuando la campana sonó, dando a entender que las clases habían concluido, el pasillo se convirtió en todo menos en un lugar seguro. Demasiadas personas caminaban y eso me daba mala espina. Por ello, esperé hasta que el tránsito en los corredores, era aceptable.

Andaba con calma por el corredor, escuchando el eco de mis pasos. La escuela se había vaciado en menos de un chasquido y los comprendía, yo también hubiera huido si tan solo estuviera bien de la pierna.

El dolor en mi rodilla, provocaba que fuera aún más lento de lo normal y que me detuviera cada cinco minutos. Todas las personas que me veían, tan solo hacían eso, no más.

Afortunadamente, estaba por llegar a las canchas del centro, y ahí había bancas en la acera. Al momento de llegar, de inmediato me senté. Se sentía bien descansar la pierna. Por azares del destino, los mismos tipos del otro día, se presentaron. Nuevamente escuché sus burlas y todas ignoré. No les prestaba la mayor atención, solo hasta el momento en que escuché insultos y golpes.

Con rapidez, giré mi rostro para toparme con una silueta muy conocida.

¿Qué haces aquí? 

 

*Doble Cara es un personaje antagónico de Batman.

*Hijo de mi corazón, es la canción que la madre de Dumbo le canta cuando le va a a ver.

Notas finales:

¿Y bien? OwO

Solo espero que les haya gsutado ;w; vertí sangre, sudor y lágrimas (nah, solo exagero -w-)

Lo que sí es que, de una vez aviso, la próxima actualización de este fic, será el sábado 3 de octubre.

Verán, he tomado la decisión de actualizar los sábados, y tal vez se pregunten: "¿Si vas a actualizar los sábados, por qué no vas a actualizar este fic el sábado siguiente sino dentro de unas seis semanas?" Bueno, eso es fácil de responder:

Tengo alrededor de 6 fics qué estan en desarrollo (y unos en edición y desarrollo), por lo que debo de prestarle atención a los demás.

No, no dejaré este fic. Es uno de mis hijos pródigos xD Tal vez, tarde en actualizar, porque ya estoy en el último año de preparatoria, y los trabajos y demás, me quitaran tiempo para escribir; así que, en caso de que no actualice el 3 de octubre, será por alguna de aquellas razones o alguna otra que me haya impedido el subir el cap ^^

Bueno, sin más, solo les deseo un buen día o tarde. 

Cuídense

Gracias por sus revs ;w; me hacen feliz. En un momento los respondo.

Ali les quiere un montón

AliPon fuera~*~


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