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Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Hola! xD Tiempo sin actualizar~ ^^u

Lamento el retraso chicxs :C pero acabo de entrar a la escuela y los deberes vovlieron xD acha~ Eso es triste pero he logrado terminar el cap justo el día planeado :´D

Sin más qué decir, les dejo leer xD

PD: En este cap tanto Aomine como Kise hablan...espero no se me confundan ^^u7

Capítulo VIII

Perdón

Y ahí estaba Aomine, parado frente a mí pidiendo una disculpa a su manera. Habían transcurrido cerca de cinco días, en los que me enfrenté a las burlas que había intentado evitar por un largo tiempo y fui causante de que comenzaran. Fueron días duros, días en los que fingí indiferencia, fingí ser fuerte…aunque por dentro estuviera deshecho. A partir de ese día recibía constantes llamadas de Aomine, mi bandeja de entrada estaba llena de mensajes en los que me pedía hablar, en los que reconocía ser idiota e imbécil, pero eso no hacía más que hacerme enfadar más.

                La maldición de Kasamatsu me perseguía, y con ello, me iba desmoronando. Cada vez me sentía más inútil, sin ningún propósito más que robarles el aire a otros que bien podían tener algún sueño. Así de patético era por dentro, porque por fuera…simulaba ser alguien distinto. Momoi-san, después de aquella discusión, se disculpó en nombre de Aomine pero recibió un regaño de mi parte.

                “ –No eres su mensajera para pedirme disculpas en su nombre; si quiere mi perdón, él debe venir, no tú”. Eso le había dicho con dureza y enfado, al instante ella sonrió y me dio la razón.

                Se me hizo extraño que a partir de ese día, ella decidiera estar conmigo que con los chicos (pervertidos) con los que solía hablar en el salón. Yo no podía ofrecerle nada, tan solo lástima o algo semejante. Aún permanece en mi mente el momento en que me pidió acompañarle a la cafetería; al principio me había negado pero accedí al decidirme querer enfrentar el qué dirán. Sí, yo le había pedido a Momoi-san que me llevara a aquel lugar que evitaba en todo receso. Sabía que la posibilidad de convertirme en el blanco de burlas y demás estaría en un nivel alto, pero quise intentarlo, ya que pensé que tendría a Momoi-san y a Aomine como soporte.

                Conjeturé antes de tiempo; ese día Aomine me apuñaló con fuerza, llegándome a hacer sangrar. Recuerdo perfectamente que ese mismo día lloré frente al espejo, gritándome que me lo tenía merecido por ingenuo, por fácil, por estúpido. Mi familia entró en crisis a causa mía; no sabían cómo detener mi llanto, cómo hacerme olvidar un momento tan amargo. No pensé que volvería a sentir algo semejante a lo de Kasamatsu, algo tan doloroso. Y lo peor es que lo sentí por alguien a quien no conocía del todo, alguien con quien colisionaban mis emociones y esfumaba mi soledad por efímeros instantes.

                Como siempre, me callé la razón de mi llanto; a pesar de que mi familia intentó sacarme la sopa por tal o cual método. Y en mis momentos a solas me ponía a pensar en todo lo que había vivido con Aomine, notando que, a pesar de todo, él siempre me miró a los ojos. Eso significaba mucho para mí, casi siempre veían el resto de mi fisonomía para después mirar hacia otro lado, ignorando que yo seguía ahí. Tal vez por ello confié en Aomine, porque él siempre me miraba a los ojos, siempre. Pero yo…evadía su mirada, que parecía que en algún momento descubriría mis secretos.

                Suspiré con cansancio, mirando la nada como si fuera lo más interesante. Recordé las mil y un maneras en las que rechacé a Aomine, y que eran equivalentes al número de veces que él me buscó, las mil y un veces que hizo rabieta porque le dejé con la palabra en la boca. Sonreí de medio lado al concordar con lo que Aomine me había dicho: “Te comportas como una mujer orgullosa”, lamentablemente yo era hombre y eso se podía comprobar con tan solo verme desnudo, aunque nunca haría algo semejante como desnudarme ante alguien. Sí, me comportaba como una mujer…pero era porque quería salvar mi orgullo.

                –No –respondí aún con mi sonrisa en mis labios.

                –¡Ryouta! ¡¿Qué más tengo que hacer?! –. Vi cómo, con desespero, Aomine se agarraba de los cabellos tratando de calmarse.

Verle así me alimentaba el ego, quieran o no, que él me estuviera insistiendo me hacía sentir igual a cuando estaba en secundaria; cuando todos querían tener una relación conmigo. No obstante, sabía que había un límite y quería llegar a ese límite. Quería que él se diera por vencido y tirara la toalla. Quería sacarle de mi vida y no encontré mejor manera que de esa manera.

Ya no quería sufrir…ya me había cansado el “perdón”.

 

Escuchar la negativa por parte de Ryouta me hizo perder la cabeza por instantes. Después de pasar una mano por mi rostro, miré sus ojos ámbar buscando algo que me diera esperanza de que estaba jugando. No la hallé y creí desfallecer. Llevaba un buen tiempo sin dormir bien, sin que mis mensajes y llamadas fueran respondidas, sin ser tomado en cuenta… Tenía razón Satsuki, todo era mi culpa. Fue mi culpa que él ahora estuviera molesto y con el orgullo de una mujer (aunque era hombre).

“¿A eso se refería Satsuki con que era mi culpa?

Resoplé sonoro, echando hacia atrás mi cabeza. Fue una decisión difícil ir hasta la casa de Ryouta a pedirle perdón, para que me saliera con que no me lo daría. Estaba entrando en un desespero insoportable, a tal grado de quererlo obligar que aceptara mis disculpas –que eran verdaderas – aunque sabía que sería algo desastroso.

–Aomine –habló en tono triste –, no tienes que hacer nada. Simplemente termina con esto…simplemente aléjate de mí –. Su mirada se ensombreció y sentí cómo mi estómago se había contraído.

–Dame una razón –exigí, viendo cómo me miraba con sorpresa en sus ojos.

No me rendiría tan fácil, no cedería así porque sí. Satsuki me había dicho que Ryouta, a pesar de mostrar fortaleza, escondía su dolor tras su indiferencia. Ella me sugirió disculparme frente a frente (de hecho, eso iba a hacer), ya que Ryouta no era de las personas que creía del todo en las palabras. En pocas palabras, era alguien fuera de lo común.

–Porque mi vida era mejor antes de conocerte –dijo seguro de lo que decía, pero el nerviosismo en sus ojos le delató. Ya estaba aprendiendo a leerle.

–Ryouta, si vas a mentir, debes hacerlo más creíble la próxima vez –manifesté severo, después de un suspiro resignado. –Ahora dime una que en verdad pueda tragarme.

Le escruté con mi mirada mientras avanzaba hacia él, ya que estábamos a un metro de distancia. Él, como pudo, comenzó a retroceder hasta que quedó entre la puerta de su casa y yo. Su coraza comenzó a caer a medida que avanzaba. Estaba ganando, pero aún no podía cantar victoria ya que Ryouta era alguien de quien debía cuidarme demasiado. Él llegó a sorprenderme en varias ocasiones.

Su respiración se volvió más agitada y ya le costaba mantenerme la mirada. Su aroma a manzana comenzó a inundar mis fosas nasales, causando estragos en mi cabeza, a la cual ya le costaba mantenerse cuerda. Tenerle cerca me hacía sentir extraño en cualquier aspecto.

–Estoy esperando, Ryouta.

–Yo…

Y ahí estaba el lado que, de seguro, él odiaba: su lado débil. Ese lado que me daba la impresión de un niño perdido que buscaba con desespero su casa, buscaba cariño… Pronto sentí cómo mis músculos se iban relajando, como si con ello me dijera mi cuerpo que estaba a punto de llegar al colapso, ya que no me había estado alimentando bien y hacía ejercicio de más.

–Está bien –hablé ido notando cómo él también dejaba de estar tenso –, ya no volveré a insistir –. Ante la atenta mirada de Ryouta me di media vuelta.

Sólo sería una tregua…fingida, ya que seguiría de terco con él.

 

Al escuchar que se había rendido, un miedo molesto inundó mi ser. Por mi mente pasaron miles de cosas, entre ellas en las que me decía que si Aomine ya no estaría conmigo, mi mundo se iría tiñendo de más colores grisáceos hasta que se volviera monocromático, y no quería eso. Yo deseaba (muy en el fondo) tener colores en mi vida; que mis partes grisáceas fueran pintadas de nueva cuenta. Pero sabía que sería difícil sin ayuda.

– ¡Sí! –exclamé miedoso. Mi estúpida boca había pronunciado ese que no quería decirle. Me regañé mentalmente al percatarme de lo que había dicho, pero ya no podía retractarme.

– ¿Mmm? –Aomine me miró por sobre su hombro de tal manera que mis mejillas se tiñeron de un ligero tono rosado.

–Dije que sí –hablé con mayor convicción.

– ¿“Sí” qué? –. Se giró por completo para verme frente a frente.

Mis piernas comenzaron a temblar y mi corazón latía con fuerza: tenía miedo. El famoso miedo de salir herido. Me sentí tan masoquista cuando le reafirmé mi respuesta, parecía que deseaba volver a ser apuñalado por él.

–Acepto tu perdón.

– ¿En serio? –preguntó incrédulo.

–Siempre y cuando me demuestres que puedo creer en tus palabras –. Aomine estuvo callado un par de minutos hasta que asintió.

–De acuerdo.

Sonreí sutilmente con alegría…sería un masoquista con Aomine.

 

Cuando Ryouta me dio aquella condición lo tomé como un reto, el cual acepté. No tenía idea de cómo carajo hacer que Ryouta creyera en mi palabra. Si de algo estaba seguro era de que necesitaba un milagro para poder cumplir aquella amenaza. Al momento que vi la sutil sonrisa de Ryouta, supe que algo pasaba por su cabeza y que algo pasaba conmigo. Sentí alivio al verle sonreír, desconcertándome un poco.

Después de que dijo aquello ya no supe seguir la conversación, me sentí realmente torpe ya que nada salía de mi boca. En mi mente estaba el hecho de que quería conocerle más, escuchar de él lo que había ocurrido tiempo atrás…

– ¿Algún día me dirás qué te ocurrió, Ryouta? –. Había pensado en voz alta y eso tensó al rubio.

–Tal vez –respondió en voz baja, desviando la mirada.

–De acuerdo… ammm… nos vemos –. Con torpeza me giré para reanudar mi caminar hacia casa. Al fin podría descansar sin problemas, ahora lo que me preocupaba era cómo hacer que Ryouta confiara en mí.

Sería algo difícil…

 

Al momento en que Aomine se fue, sentí paz en mi interior, como si aceptar su perdón me hubiera quitado un peso de encima. Suspiré cansino, mi cuerpo se sintió liviano y hasta más relajado.

Ya no estaría solo…tenía miedo a estar nuevamente solo.

Sin nada más que perder me adentré en la casa topándome con mis hermanas tiradas en el suelo.

– ¿Estaban escuchando? –. Les miré divertido de tener hermanas de universidad comportándose como niñas de quince. Cómo no supieron mentir, ya que las dos hablaban al mismo tiempo y decían cosas distintas, les sonreí completamente feliz. Una felicidad que salió de la nada.

– ¿Él es Aomine? –preguntó Yuki completamente interesada.

–Obviamente que es Aomine, Yu-chan –replicó Erika con un toque de sarcasmo. –Es el mismo que vino por nuestro Ryou-chan hace ya casi una semana.

–Discúlpame por no estar enterada sabelotodo –. Yuki a veces era más infantil que Erika, y más cuando inflaba sus mofletes haciendo un puchero de lo más tierno.

–Tal vez se los presente un día de estos –anuncié avergonzado, captando la atención de mis hermanas.

Erika y Yuki soltaron un grito demasiado agudo que hizo que papá y mamá salieran de la cocina presurosos.

– ¡¿Qué sucede?! ¡¿Está bien?! ¿Niñas?

– ¡Pasa que Ryou-chan nos presentará a su “novio” pronto! –. Juro que jamás sentí tanta vergüenza como la que pasé en ese momento. Los rostros de mis padres eran un poema; estaban completamente pálidos y con sorpresa impresa. Por un momento creí que mi padre daría un grito en el cielo, sin embargo, ocurrió algo que nunca esperé.

–Espero que sea…un buen muchacho, Ryouta.

Supe que fue un paso demasiado grande para él, para que me aceptara (a pesar de que era mentira que Aomine fuera mi novio). Mis ojos le miraban atentos, viendo cómo hacía un esfuerzo por dejar de lado su aversión de lo que yo era, para dar paso a la aceptación. Creí morir de alegría, mis emociones estaban al tope y no pude evitar derramar una lágrima.

–Gracias, papá –musité en medio de un sollozo que se había atorado en mí garganta.

Él, con el corazón conmovido, me abrazó con fuerza, transmitiéndome su amor paternal. Me sentí dichoso y con otro peso menos encima, pero aún estaba el hecho de que aún no me lo creía del todo. Era demasiado bueno para ser cierto, para que fuera real. Él, un hombre chapado a la antigua, con un carácter un tanto difícil pero amoroso, me estaba aceptando. Tendría que agradecer a mis hermanas y a mi madre por abogar por mí, pero mi padre fue el que dio el primer paso para conocerme.

Definitivamente, ese día fui inmensamente feliz, fui dichoso…

–Aomine –susurré con sorpresa al verle parado frente en la calle frente a mi casa.

–Hola –respondió con voz neutra.

Caminé con cierta dificultad hasta donde él estaba, le miré a los ojos y me percaté de que tenía ligeras ojeras. Se notaba cansado pero, a la vez, fresco. Me sentí un poco culpable al verle así, pero eso se esfumó cuando dijo:

–Tardas demasiado para salir; en verdad pareces mujer.

Mi ceño se frunció y él tan sólo sonrió; aquel gesto que me cabreaba pero me alegraba volver a ver. Después de aquella pequeña charla comenzamos a caminar hacia la escuela. La mañana se veía tan pacífica y brillante o tal vez yo estaba alucinando…

 

La mañana fue normal; en la entrada nos topamos con Momoi-san, quien me saludó de manera efusiva pero cálida. Ella me sonreía, me hacía sentir aceptado a pesar de que muchos se burlaran o deseaban humillarme. Los tres, Aomine, Momoi-san y yo, pasamos los recesos juntos, trayendo recuerdos en los que viví algo semejante tiempo atrás. Por un instante pensé en qué había sido de todos los que alguna vez tuvieron el título de “amigos de Kise Ryouta”. Lo más probable es que ellos estuvieran en otra escuela y me hayan olvidado. Pero había alguien quien revoloteaba más en mi cabeza, ¿qué había sido de él? De aquel con quien salí por un par de meses, con quien fui muy feliz y me hizo saber que ser homosexual no tenía nada de malo, que amar no era tan difícil si en verdad era correspondido.

Pero, así como me enseñó el lado dulce del amor también me enseñó el amargo; y todo porque Kasamatsu metió sus narices y destruyó lo que más atesoraba. Él (Kasamatsu) fue el causante de que yo terminara en el hospital, él se encargó de alejarle diciéndole porquería y media. Fue doloroso…tanto que hasta la fecha, me entristecía mucho.

Pronto terminó el horario de clases y Aomine y yo caminábamos a la salida de la escuela. Como siempre, el silencio reinaba en nosotros, se estaba convirtiendo en algo normal y me gustaba. Cada vez estábamos más cerca de la salida cuando recordé que había prometido en llevar a Aomine a casa, para cenar y presentarle a la familia; gracias a que Erika y yuki estuvieron rogándome toda la noche hasta que consiguieron un “sí” de mí parte.

–Aomine –le llamé un tanto ido –, ¿quisieras cenar con mi familia y conmigo? –. No razoné lo que había soltado hasta que noté que Aomine ya no caminaba a mi lado y que se había detenido unos metros atrás.

– ¿Aomine?

Su mirada estaba completamente posada en mí como si estuviera razonando una respuesta.

–No puedo faltar a los entrenamientos, pero puedo ir cuando termine… como a las seis.

–Está bien –. Sonreí un tanto forzado mientras desviaba la mirada.

–Nos vemos hasta entonces, Aomine –dije no muy convencido para reanudar mi caminata hacia mí hogar.

Esta vez deseaba que todo fuera diferente, que Aomine me demostrara que podía confiar en él, en sus palabras. Después de todo, le di una segunda oportunidad cuando le perdoné.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Ustedes también perdonaron al morenazo? D: Yo shi~ (dah, soy la autora y les perdono todo xD ashdjas)

Muchas gracias por sus revs y a ti Nayen porque me dejastes unos recontra hermosos y también agradezco a todas aquellas nenas que me hicieron feliz en el grupo de FB al decirme que me leían y que les gustaba mi fic >w< Morí de fluff~ <3

Espero con ansias sus rev peques~

ADemás de que ruego a Dios que no tarde en subir el sig. cap. D: me sentiré culpable si lo subo 1000 años después >/<

Cuídense mucho nenes~

Ali les quiere

AliPon fuera~

 


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