Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! ^^/ Ali está de vuelta amores >wO 

Les traigo el noveno cap de esta hermosa historia :´D Yo morí al escribir este cap jejeje espero y les agrade.

Sin más, les dejo leer.

Nos vemos en las notas finales.

Capítulo IX

Aclaremos

¿Había escuchado bien? ¿”Novio”? ¿Yo? Miré fijamente a aquel hombre de cabellos rubios con tonalidades castañas, ojos avellana que se encontraban tras unas gafas, manos entrelazadas sobre su regazo y la mirada fija en mí. Me encontraba en la sala de la casa de Ryouta, sentado en un cómodo sillón individual de color arena que se hallaba frente al sillón de pareja en la que estaban los padres de Ryouta y en medio había una mesa de centro de cristal con un pequeño florero en medio. En la casa no se encontraban sus hermanas; por lo que tenía entendido, ellas llegarían una hora después. El lugar era bastante acogedor y cálido, a comparación del frío ambiente que había fuera.

Los ojos de los padres de Ryouta se posaron en mí, esperando mi respuesta a lo que recientemente me habían dicho: “Así que eres el novio de mi hijo, Aomine-san” había dicho de forma suave el padre de Ryouta. “Novio”. El problema no fue que me consideraran novio de Ryouta, el problema fue que, con esa información me había enterado de algo sumamente crucial: Kise Ryouta era gay. Mi mente se quedó en blanco y el pensamiento de que aquel rubio era homosexual me invadía por completo. El tiempo pareció haberse detenido en aquel instante. No sabía qué decir, ni qué hacer. Miré a Ryouta que estaba en el umbral de la estancia, viéndome con tristeza. Noté cómo desviaba la mirada y salía de allí excusándose de que iría por unas bebidas.

Sus padres le miraron confusos, ya que su madre había llevado una jarra de limonada y vasos anteriormente; sin embargo, le dejaron ir. Sin ser cortés si quiera, me levanté y fui tras él, tenía que darme una explicación… Una muy buena explicación.

 

Estaba recargado en la barra, viendo de forma perdida a través de la ventana de la cocina la calle alumbrada y el cielo tiñéndose cada vez más de colores azules oscuros. Tensé mi mandíbula al recordar la expresión de confusión y de incredulidad de Aomine. Supe en aquel instante, en que nuestras miradas se cruzaron, que debía explicarle por qué mis padres pensaban que era mi novio. Suspiré al sentir en el lugar, una presencia extra a la mía. Su mirada estaba clavada en mí, esperando a que le mirara…

–Puedes retirarte cuando gustes Aomine –dije neutro, sin siquiera verle. –Ahora que ya sabes “qué” soy –. En aquel momento le miré por sobre mi hombro, viendo su ceño fruncido y la quijada tensa.

Un silencio mortífero azotó sobre nosotros; un silencio que era típico en momentos cruciales en los que las relaciones se ven fracturadas, dejándolas imposibilitadas para si quiera intentar volver a ser lo que eran antes. Mientras le miraba una lágrima cayó, por lo que tuve que desviar la mirada. No podía permitirle, por segunda vez, que me viera llorar. ¿Por qué no simplemente decía algo? ¿Por qué solamente me miraba con un gesto de enojo? ¡¿Por qué no me decía nada?!

–Comienza…–susurré con los sollozos atorados en la garganta –, dilo. Di que no me quieres cerca ya, di que te doy asco, di que soy un maldito enfermo, di que soy una aberración… ¡Di algo maldita sea! –. Con desespero me giré para darme cuenta de que él estaba demasiado cerca de mí, viéndome con su típica mirada de indiferencia mezclada con molestia.

– ¿Tú inventaste que era algo tuyo? –. Su voz grave y suave me sorprendió, ¿qué no estaba molesto?

 

Sus ojos ámbar estaban cristalinos por las lágrimas que había estado derramando. Estaba molesto… por utilizarme como novio, pero a la vez estaba triste. Un nudo se formó en mi garganta cuando le escuché decir todo aquello que muchas personas debieron decirle con anterioridad. No puedo mentir, no sentí nada en el instante en que me enteré de su sexualidad. Era como si eso fuera algo irrelevante, como si lo hubiera sabido todo el tiempo pero apenas me había percatado por completo de ese hecho.

–No… –susurró de forma débil, viéndome con sorpresa. –Mis hermanas nos escucharon ayer y…creyeron que tú y yo…teníamos una relación –. Su mirada fue descendiendo conforme iba hablando molestándome que hiciera eso, por lo que le tomé de forma brusca la barbilla y le obligué a que me mirara, encontrándome con su mirada temerosa.

– ¿Por qué no se los aclaraste? –pregunté entre dientes, viéndole con enojo. Sus facciones se suavizaron dando paso a una mirada de culpa.

–Porque fue la primera vez en que papá no dijo que le avergonzaba o que era una mala influencia para la familia.

Mi agarre y mi mirada se fueron ablandando lentamente después de escuchar aquello. Sentí un impulso enorme por abrazarle, por sentir su calor fusionarse con el mío en un contacto así. Y sin pensarlo le abracé, olvidando mi enojo, olvidando que sus padres estaban en la sala esperando a nuestro regreso. Cuando rodeé con mis brazos él soltó en llanto, ahogando sus sollozos en mi pecho. Por alguna extraña razón, yo también lloré con él, como si su dolor fuera mío. Fue una sensación extraña, una sensación que me alegró sentir pero a la vez que deseé no volverla a experimentar.

Le mantuve entre mis brazos por minutos enteros hasta que decidió poner distancia entre nosotros con la cabeza agachada. Le observé detenidamente, maldiciéndole por haberme separado de su calor.

–Estamos bien, mamá –dijo audible, elevando la mirada y posarla tras mi espalda.

Viré un poco, notando a las dos figuras paternas en el umbral de la cocina. Sus rostros preocupados y con un ligero alivio en sus ojos, fueron los que pude admirar. Su madre sonrió y, tomando del brazo a su esposo, se disculpó retirándose de allí. Les miré caminar por el pasillo y girar a la derecha a lo que supuse eran las escaleras, perdiéndoles de vista y sintiéndome mal por no pedir una disculpa por mi descortesía anterior. Sin embargo, debía arreglar algo.

–Ryouta, no me das asco. Eres un idiota por tan sólo pensar algo así, pero creo que me debes una disculpa.

El rubio de hermosos ojos sonrió de lado mientras asentía.

Me gustaba verle sonreír.

 

Escuchar aquellas palabras dulces de Aomine, me reconfortaron. Sentí un alivio enorme al saber que no me odiaba, que no le causaba pavor alguno. Él tenía razón, le debía una disculpa, después de todo fue injusto para él saber que le había utilizado sólo por querer escuchar palabras amorosas por parte de mi padre. Me alejé un poco de él sin llegar a deshacer el abrazo, mis mejillas se encendieron al darme cuenta que me hallaba entre sus fornidos brazos y que había llorado en su pecho. Quise evadir su mirada azul pero el notar que sus ojos estaban un poco hinchados me hizo creer que él había llorado conmigo causando que mi corazón se acelerara abruptamente.

–Yo…–carraspeé antes de volver a recobrar un poco mi postura –, te pido una disculpa por…haberte ¿utilizado?

Aomine negó divertido ante mi disculpa nerviosa causando que le diera un golpe en su pecho, dándole a entender que me molestaba que se burlara. De forma abrupta dejó de reír y noté que su mirar se posó en mi cicatriz. Sentí un miedo que recorrió toda mi espina, como si me hubieran atrapado con las manos en la masa. Una de sus manos se dirigió a mi mejilla izquierda y con delicadeza, sus dedos, delinearon mi herida. En ningún momento aparté mi mirada de su rostro, como si esperara ver repulsión o algo negativo pero nada, tan solo una débil sonrisa se formó cuando sus ojos chocaron con los míos.

Lo siguiente me sorprendió al punto de no creerlo nunca, me besó la frente para después estrecharme y escuchar un débil “¿Qué me estás haciendo?”. Esa pregunta que también revoloteaba en mi mente y me dejaba con más preguntas que respuestas concretas. Mi cuerpo se congeló y no reaccionó sino hasta que sentí mi cuerpo sin un calor que me había reconfortado. Le miré a los ojos, buscando una respuesta muda que alejara mi desespero. Su rostro serio se fue acercando a mí permitiendo que pudiera respirar su cálido aliento, que pudiera sentir mi corazón acelerarse por su cercanía, que sintiera que mi rostro había pasado por toda la gama de colores hasta quedar en un rojo intenso.

Sus labios estaban cerca de los míos, a escasos centímetros. Mi cerebro gritaba que lo alejara, que le golpeara o algo pero mi corazón y yo, anhelábamos que esos labios se posaran en los míos. Fue un pensamiento estúpido e ilógico a esas alturas, un pensamiento que me descolocaba y me hacía flaquear. Pero así como una burbuja se va elevando hermosa y estalla, así fue mi situación: Aomine terminó alejándose, dando pasos tambaleantes hacia atrás hasta la pared más cercana.

Fue una situación incómoda, los dos nos negamos posar la mirada en el cuerpo ajeno. Lo que estuvo por suceder no estaba en nuestros planes; nosotros éramos un par de desconocidos que se sentían bien estando juntos. Nuestra relación no era ni cercana a una estrecha amistad como para tratarnos con tanta familiaridad; pero estaba ese aire de confianza sin fundamentos que nos rodeaba y nos unía de forma rara. Él no sabía mucho de mí, tal vez rumores pero no más. Yo no sabía nada de él, si acaso que Momoi-san era su amiga desde la infancia y que él era realmente bueno en el baloncesto… Pero nada más. Suspiré mientras secaba mis mejillas y mis acuosos ojos, en ese instante no sabía qué decir o hacer, me sentía inútil… Como siempre.

–Ryouta –me llamó de forma suave pero firme. Yo le miré fijamente a sus ojos azules que me hacían perder la noción del tiempo.

–Dime –musité temeroso de que me dijera que ahí terminaba lo poco que habíamos iniciado.

Esperé. Esperé. Y esperé a que me dijera qué pasaba por su mente, qué quería decirme, qué era lo que quería lamentar. Quería que hablara, que me esclareciera mis dudas, que me dijera palabras reconfortantes a su manera. Quería que me respondiera si él también sintió algo cuando estuvo por unir sus labios con los míos. Le vi entreabrir sus labios cuando se escuchó que la puerta principal fue cerrada con fuerza. Al instante me erguí y dirigí mi mirada al final de aquel pasillo que se podía ver por la puerta abierta de la cocina. Mis hermanas habían llegado, bromeando y riendo, irradiando felicidad que a mí me hacía falta. Sonreí de medio lado al verles tan animadas; les quería… Les amaba, eran mis confidentes y quienes más soportaban mis rabietas.

– ¡Ryou-chan! –gritó Erika al verme desde lejos. Yo alcé mi mano haciendo un gesto de saludo. Ella corrió animada y al llegar frente a mí no dudó en estrecharme con dulzura y felicidad. Su risa animada inundó mis oídos y me hizo olvidar, por un momento, que había alguien más en aquel lugar.

–Eri –dije con una risilla –al fin llegaste.

– ¡Sí! Y con buenas noticias hermanito –respondió mientras me tomaba de las mejillas y jugaba con ellas.

–Erika, ¿estás viendo que mi hermano a duras penas puede con su alma y todavía le pones peso extra? –. Las dos rieron y yo no pude evitar que una sonrisa adornara mi rostro. En mi interior les daba la razón: mi alma pesaba tanto que me sentía morir.

– ¡Oh! ¡Mira Yuki, trajo a su novio! –. Sólo hasta que Erika había dicho aquello, mi mente recordó que había alguien más viendo una escena cotidiana. Mis ojos temerosos fueron a parar en Aomine, notando que sonreía de medio lado a mis hermanas y que cuando me enfocaba, me pedía que hiciera la aclaración.

–Erika, Yuki –carraspeé un poco antes de continuar –, él no es mi…novio. Es mi…amigo, Aomine.

Mis hermanas borraron sus sonrisas pícaras para mostrar un gesto de confusión. Las dos se miraron queriendo creer que lo que yo decía era broma, pero no podía hacerle pasar a Aomine más confusiones. Yo había actuado egoísta y él no tenía la culpa de que yo buscara cariño en las palabras de mi padre. Él no se merecía que yo le utilizara a mi antojo, no era justo.

Después de que mis hermanas aceptaran (no muy convencidas) mi aclaración, llamaron a mis padres para que la cena diera inicio. Toda mi familia se encontraba en la cocina, gritando, riendo y divirtiéndose. A mí me negaron la entrada porque “no querían dejar al invitado solo”. En mi opinión, cuatro manos extra pudieron ayudar a que todo quedara bien, no obstante, esa idea no les parecía a mis hermanitas queridas ni a mis padres.

Durante esa hora que estuvimos juntos, los dos no hablamos. Era como si con lo ocurrido en la cocina hubiera sido el inicio del fin. Suspiré con la mirada perdida en una de las tantas fotos colgadas en la casa. Por ratos me pareció sentir su mirada en mí, esperando que yo diera el paso a una conversación que no parecía querer salir. Sin embargo, así como él no decía nada yo tampoco.

Durante la cena, hubo un pequeño interrogatorio hacia Aomine, quien respondió sin muchos rodeos y de forma concreta. A mis padres les pareció alguien sumamente serio y que se notaba que venía de una familia de buenos valores. Yo no podía opinar, en mi mente estaba procesando la información recibida: él juega el baloncesto desde los seis años, sus padres trabajan en un banco muy prestigioso, es hijo único, le gusta el azul. Entre eso y otros datos más, supe que había avanzado un poco más en conocerle. También hubo conversación familiar, Erika comentó que dentro de un par de meses iría a estudiar al extranjero un semestre, mis padres le felicitaron e hicimos un brindis improvisado en honor a mi hermana.

Cuando fue el momento en que Aomine se retiraba, por cortesía, le acompañé hasta la puerta de entrada. Los dos nos quedamos afuera, igual de mudos que antes. El frío provocaba que sintiera un dolor en mi rodilla y que mis mejillas se entumieran. Me abracé a mí mismo mientras me recriminaba mentalmente por no haber sacado un maldito suéter. Mis ojos se posaban en todo menos en mi invitado, no quería verle por la culpa que estaba en mi interior.

–Tienes una linda familia, Ryouta –dijo de la nada, captando mi atención y que nuestros ojos se volvieran a topar.

–Gracias –susurré ido. Su rostro se veía pensativo y dudoso en si hacer algo o no. Por mi parte estaba ese molesto picor en mi pecho que me decía que debía de decir algo cuando menos.

–Ellos te quieren mucho, te malcrían de una forma impresionante –. Ante lo dicho por él y su sonrisa burlona, no lo pensé dos veces y sin más le golpeé en el brazo.

–Malcriado tú –respondí cual niño. Al final terminados riendo de forma suave, era como si, a pesar de ser diferentes, tuviéramos una conexión que no podíamos explicar.

–Perdóname –solté al instante en que nuestras sonrisas se opacaron. Él me miró seriamente esperando a que continuara –: Debí haber aclarado desde un principio que tú y yo no teníamos una relación amorosa. Por eso, y por el incómodo momento que pasaste, perdón.

Más tardé en decir aquello sin que mi orgullo interviniera cuando volví a sentir mi cuerpo siendo rodeado por su calor que comencé a anhelar en silencio. Su ligero “Está bien” me dolió un poco y causó que me aferrara de forma tímida a su chaqueta. Permanecimos así por extensos minutos hasta que un grito del interior de mí casa “¡Ryou-chan ya es tarde!” nos hizo separarnos a regañadientes. Lo que me provocaba su cercanía me daba miedo descubrir en qué se convertiría o qué era en realidad.

Necesitaba aclarar mucho, pero hasta ese momento aún no importaba, lo único que quería era que no se alejara de mí.

Notas finales:

¿Y bien? ¿A poco no soy buena autora? ^^

ashdajshja Ando feliz mis mushashxs xD Así que les traigo un cap "feliz" jejeje

Realmente agradezco los revs que recibí con anterioridad y me disculpo por no haber actualizado antes, pero he tenido que atender a la escuela :/ Ya saben, esa cosa "absorbe tiempo" que nos deja sin dormir y que nos hace sentir culpables porque no podemos actualizar pronto D:

Bueno, sin más drama me despido y espero le hasya gustado.

De antemano, agradezco a todos los lectores que le dan una oportunidad a esta historia y doble gracias a aquellos que se toman la molestia de dejar rev. Besotes y abrazos psicológicos.

Bien, me retiro y que tengan una bonita noshe -w- ashdjahje

Cuídense

AliPon fuera~*~*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).