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Alternative por Euridice

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Notas del capitulo:

Hola! aquí les dejo el segundo y último capítulo de este fic. Me tomé mi tiempo porque quise hacer un buen lemon. Espero que lo disfruten!

Camus llegó a su departamento más entusiasmado de lo habitual, hecho que no pasó desapercibido por su amigo Milo. Se quitó la chaqueta y luego de colgarla en un gancho que había cerca de la puerta, no tardó en sentarse en el sofá para comentarle al peli azul cómo le había ido en la sesión de fotos.

 

-  Parece que te fue muy bien.

 

-  Sí, mejor de lo que esperaba.

 

-  Algo me dice que no te refieres solamente a la sesión de fotos…- agregó Milo, haciendo que el francés se sonrojara.

 

-  Bueno, el fotógrafo fue muy respetuoso y amable, me trató muy bien…

 

-  ¿De veras?- preguntó el griego con una sonrisa pícara.

 

-  ¿Por qué sonríes así?- dijo Camus con una ricita tímida.

 

-  ¡¡ Vamos Camus, dímelo de una vez!!

 

-  Me invitó a salir…

 

-  ¿Y aceptaste?

 

-  No…es decir, dije que lo pensaría.

 

-  ¿Por qué necesitas pensarlo tanto? ¿Acaso es feo?- cuestionó Milo.

 

-  No, no es para nada feo…pero… ¿no sería algo extraño salir con alguien que me tomó fotos?

 

-  ¿Por qué? No es tu jefe ni nada parecido. Deberías aceptar, hace mucho que no sales con nadie.

 

-  En eso tienes razón, me dio su número pero no sé si deba llamarlo…- agregó Camus.

 

-  Sólo hazlo, si te dio su número es por algo.

 

-  Está bien, mañana quizás lo haga.

 

-  Vas a llamarlo, ¿entendido?- dijo el griego en tono de ultimátum- Cambiando de tema, mañana habrá una convención de tatuajes, estará convocado ese tatuador brasileño que admiras tanto…

 

-  ¿De veras? ¡Genial!- contestó Camus con entusiasmo.

 

-  Claro que lo es, y vas a llamar a ese tal Saga y lo invitarás.- ordenó Milo, dejando al francés sin  respuesta. Más tarde, los dos jóvenes cenarían e irían a la cama.

 

 

Al otro día Camus despertó y luego de almorzar tomó entre sus manos la tarjeta de Saga, mirando el teléfono fijamente. Con un temor que lo hacía temblar tomó el tubo y se dispuso a discar, pero al tercer dígito colgó; la misma forma de proceder se repitió unas cinco veces: comenzaba a discar y colgaba, pues la idea de oír la voz de Saga y hablar con él para invitarlo a la convención de tatuajes lo hacía presa de un nerviosismo incontrolable.


A la tarde fue junto a Milo a la convención, en la cual había varios tatuadores profesionales de todo el mundo, y muchos aficionados observando maravillados los impresionantes trabajos de los artistas convocados; hubo también un show de suspensión, llevado a cabo por un joven inglés experto en modificaciones corporales, llamado Radamanthys Wyvern. Todos observaron cómo el corajudo y temerario inglés se balanceaba de un lado a otro colgando de unos ganchos que atravesaban su piel, sin hacer una mueca de dolor siquiera. Luego del espectacular show, Milo fue al baño, dejando a su amigo solo unos instantes; Camus estaba muy concentrado observando cómo los asistentes de Radamanthys le quitaban a éste los ganchos de la piel de su espalda, hasta que fue interrumpido.

 

-  Disculpa, ¿podría fotografiarte para la revista “Alternative”?- escuchó el joven y se dio vuelta, encontrándose con alguien ya conocido para él.

 

-  ¡Saga! Claro, adelante- dijo el francés y el fotógrafo le tomó la foto.

 

-  Mírate nada más, si estuviera borracho diría que estoy viendo un espejismo...- dijo Saga, y Camus se sonrojó ante tal halago

 

-  ¿Cómo estás?- preguntó el peli turquesa para tratar de distenderse.

 

-  Muy bien; te ves genial.

 

-  Gracias, no sabía que vendrías.

 

-  Es parte de mi trabajo.- respondió el peli azul, y continuaron hablando del impresionante show de Radamanthys.

 

Mientras tanto, Milo estaba en el lavabo lavándose las manos cuando una voz algo conocida lo interrumpió.

 

-  Recuerdo estas lindas nalguitas...

 

-  ¡De...Deathmask!

 

-  ¿Viniste solo, muñeco?- dijo el italiano, acercándose peligrosamente al griego, hasta que otra persona sale de uno de los baños y observa la situación, salvando a Milo del incómodo momento.

 

-  Tú sí que aprovechas bien tu tiempo solo...- interrumpió la profunda voz de quien observó todo.

 

-  ¡Aldebarán, amigo!...je je, solamente bromeaba…

 

-  A mi no me parecía una broma...tienes suerte de que Afrodita no esté aquí...

 

-  Tú no se lo dirás, ¿o sí?

 

-  Deja al joven en paz si no quieres que lo haga.- amenazó el imponente hombre de cabellos y ojos oscuros, y Deathmask salió del lugar como si hubiese visto un fantasma.

 

-  ¡Gracias! Ese tipo cree que porque me tomó unas fotografías desnudo tiene pase libre a todo conmigo.- dijo un aliviado Milo.

 

-  Descuida, se cree listo porque su pareja está en Suecia grabando un disco con su banda.

 

-  Ya lo creo...- agregó Milo y ambos salieron del baño.

 

-  Sólo espero que no te haya puesto un dedo encima cuando te fotografió.

 

-  Créeme que lo intentó. Así que tú eres Aldebarán, mi amigo admira mucho tu trabajo.

 

-  ¿De veras? Entonces podría darte una acreditación para que asistas con él al seminario sobre realismo que daré la semana próxima.

 

-  ¿En serio? ¡Eso sería genial, a Camus le encantará!

 

-  Pero con una condición...- agregó Aldebarán.

 

-  ¿Cuál?

 

-  Toma una cerveza conmigo ahora.

 

-  Me encantaría, pero prometí a mi amigo que no lo dejaría solo...- dijo Milo con algo de pena, ya que el brasileño de piel morena le parecía exótico y encantador.

 

-  ¿Tu amigo es ese jovencito de cabello largo turquesa y rasgos delicados?- preguntó Aldebarán.

 

-  Sí, ¿por qué preguntas?

 

-  Porque ya no estará solo por lo que veo.- respondió el brasileño, señalando a Camus, quien se encontraba junto a un joven de largo cabello azul, que sostenía una cámara de fotos.

 

Milo sonrió y aceptó la cerveza de Aldebarán, pero no sin antes enviar un mensaje de texto a su amigo; sabía que ese joven seguramente sería quien lo fotografió el día de la sesión, y no podía aguantarse opinar algo al respecto. Por su parte, Camus continuaba hablando animadamente con Saga, quien no le quitaba los ojos de encima y le sonreía continuamente, haciéndole saber que disfrutaba conversar con él. El francés estaba también muy cómodo junto con el fotógrafo, pues increíblemente tenían mucho en común y siempre parecían encontrar algún tema de conversación. En un momento Camus se disculpó con Saga, pues su celular sonó y una vez que lo sacó de su bolsillo observó que tenía un mensaje de texto de Milo.

 

¿Ese es el fotógrafo que te invitó a salir? ¡Es perfecto para ti! ¡Si no aceptas su cita te patearé las bolas!

 

Camus rió ante la desfachatez de su amigo y haciendo como si el mensaje no tuviera nada que ver con Saga, continuó la conversación normalmente. No obstante, la gran pregunta que el fotógrafo ya había hecho al francés se reiteraría.

 

-  No quisiera cambiar el tema de conversación tan de repente, pero quisiera saber si has pensado sobre lo que te dije cuando terminamos la sesión.- dijo Saga y Camus se sobresaltó.

 

-  ¿Sobre la exposición?

 

-  Exacto, ¿me acompañarás?

 

-  Está bien, quiero decir, sí, me gustaría ir contigo.- respondió con claro nerviosismo.

 

-  Genial; te esperaré en la puerta del museo de arte contemporáneo a las ocho, ¿sabes dónde queda?- preguntó Saga, a lo cual Camus asintió- bueno, ahora debo irme, me encantaría quedarme contigo pero el deber llama.

 

-  Nos vemos mañana entonces.- dijo el peli turquesa y Saga se despidió de él para continuar fotografiando a los artistas y espectadores presentes en el evento.

 

El evento fue muy ameno para los dos amigos, que al salir de allí ya ambos contaban con citas; el brasileño no perdió el tiempo e invitó a Milo a un club nocturno el sábado, y Camus se vería con Saga al día siguiente. Ambos estaban muy felices pero además ansiosos, dado que deseaban desde hacía tiempo salir con una persona interesante y atractiva, y casi como por obra del destino se les había dado de un día para otro.

 

El viernes Camus estaba más nervioso que nunca, a pesar de que vestía muy bien y usaba el perfume que tanto le gustaba para esas “ocasiones especiales”; temía que sus nervios le jugaran una mala pasada y cometiera algún acto de torpeza, como tropezar y caerse o volcar la bebida y arruinarle la camisa a su cita. Llegó al museo donde había acordado verse con Saga, mirando ansiosamente en todas direcciones hasta que al fin lo vio llegar al griego, quien lucía aún más hermoso que el día anterior; el peli azul sonrió al ver lo bello que se veía su cita y luego de hacérselo saber lo saludó con un beso en la mejilla que hizo a Camus sentir mariposas en el estómago y que sus piernas temblaran como el día que conoció a ese atractivo fotógrafo.

 

Entraron al museo y recorrieron sus pasillos, observando atentamente las fotografías allí expuestas; era el trabajo de un joven fotógrafo japonés llamado Ikki Takamura, quien se dedicaba a retratar jóvenes del barrio Harajuku. Las fotografías mostraban chicos y chicas con llamativas y extravagantes vestimentas, todas ellas de distintas tribus urbanas de Tokio, las cuales algunas estaban cargadas de color, otras en escalas de grises, pero en todas se destacaba un gran dominio técnico y un buen manejo de la luz; al francés le encantó la exposición, algo que dejó muy entusiasmado a Saga por lo cual, luego de una caminata por el centro de Atenas, lo invitó a cenar a su casa; Camus aceptó, a pesar de saber muy en el fondo qué riesgos corría a la hora de ir a la casa de un hombre a quien no conocía mucho, pero algo en su interior le decía que Saga era alguien en quien podía confiar.

 

Llegaron al departamento en el cual el joven fotógrafo vivía; era un recinto muy moderno, arreglado con mucha sobriedad y buen gusto. Destacaban las fotografías en las paredes, todas ellas tomadas por Saga, apreciándose así el talento del joven; una en especial llamó la atención de Camus, pues se trataba de un retrato que mostraba a ¿Saga?, con el cabello bastante alborotado y unos cuantos piercings en su rostro, mostrando su dedo del medio a la cámara. El francés no pudo evitar mirar al retrato y luego al rostro de su cita, intentando encontrar alguna marca de esos ornamentos; su curiosidad fue tan grande que no pasó desapercibida por el peli azul.

 

-  Ese es mi hermano gemelo, Kanon.- dijo Saga.

 

-  ¿Tienes un hermano gemelo?

 

-  Sí; le tomé esa foto una semana antes de que se fuera a vivir a Londres.

 

-  ¿Hablas con él a menudo?

 

-  No mucho, él es algo complicado, siempre fue algo así como un rebelde sin causa; lo último que supe es que toca en una banda de punk rock. Pero él escogió ese tipo de vida y es feliz, no voy a criticarlo.

 

-  Te verías bien con piercings.- dijo Camus con una sonrisa tímida.

 

-  ¿Tú crees?- preguntó el griego y el peli turquesa asintió, haciéndolo sonreír- No es que no me gusten, pero no van conmigo, seguramente perdería la argolla al rato- agregó Saga y Camus rió.

 

Una vez que el fotógrafo le mostró al francés sus mejores trabajos y le dejó juguetear un rato con su cámara, lo invitó con gyros, un plato típico de Grecia que Camus ya conocía y del cual gustaba mucho, pues Milo lo preparaba muy a menudo; no le mencionaría a su amigo que la versión de Saga sabía mucho mejor, dado que Milo creía ser el mejor cocinando dicha preparación.  Saga le confesó al francés que, además de la fotografía, otra cosa que le gustaba mucho era la cocina ya que había aprendido a cocinar gracias a su hermano, y los mejores recuerdos junto a él fueron cuando prepararon algún plato. Una vez terminaron de cenar, bebieron unas copitas de ouzo y se contaron sobre sus vidas; Camus le contó sobre su familia en Francia y sobre cómo había llegado a Grecia, su experiencia en la universidad y cómo junto con Milo se dedicaron al tatuaje, mencionando los duros momentos que tuvieron que atravesar para abrir su anhelado estudio.

 

Saga intentaba escuchar las palabras del joven, pero era difícil mantener la atención cuando se perdía mirando sus ojos azules tan brillantes y puros, esos labios de tenue color rojo que se movían al compás de su bella voz, y esa piel de aspecto tan pulido como la porcelana. No refrenó sus impulsos y luego que el francés lo ayudara a llevar la vajilla a la cocina, lo tomó por la cintura y besó esos labios que tanto anheló probar; eran tan suaves, cálidos y húmedos, tal como los imaginó. Se movían con gran sensualidad y dulzura, su lengua danzaba dentro de su boca de manera seductora y tierna al mismo tiempo; jamás lo habían besado de esa manera y el griego sintió que Camus lo besaba con toda su alma y le entregaba más que placer carnal, era evidente que el peli turquesa le correspondía en el deseo de fusionar sus labios. Se separaron cuando ya estaban sin aire, y se miraron a los ojos para leer en sus miradas cuánto se desearon desde que se vieron por primera vez; sin pensarlo Saga cargó al delgado francés en sus brazos y lo llevó a su habitación para recostarlo en la cama, para así acostarse a su lado y besarlo nuevamente, pues no era suficiente un solo beso de ese vergonzoso pero, increíblemente, apasionado joven. Ambos deslizaban sus manos por encima de la ropa del otro, dejando que esas caricias tan suaves y reconfortantes relajaran cada músculo de sus cuerpos; la temperatura comenzó a subir y los dos ya sentían que sus pieles ardían, por lo cual dejaron sus torsos al desnudo. Saga conocía ya a Camus en su desnudez, pero el francés se enfrentaba por primera vez al atlético cuerpo de Saga al desnudo, algo que desató en él un ferviente deseo de tocar esos definidos pectorales y acariciar la suave espalda del griego.

 

Saga se posicionó sobre Camus y se deleitó saboreando la piel de su cuello y hombros, haciendo que el peli turquesa se extasiara con cada roce de sus labios; sentían los dos esa calidez que se desprendía de cada poro, el dulce aroma de sus pieles y el fuego de su carne. Sutilmente Camus deslizó sus labios hacia los pezones de Saga, besándolos con delicadeza, recorriendo las areolas con la punta de su lengua, haciendo que el peli azul suspirara ante ese húmedo roce que le provocaba una placentera sensación de cosquilleo. El griego no quería apartar sus manos de la espalda de su amante, adoraba sentir con las yemas de sus dedos el sutil relieve que la aguja había dejado en la piel del de Francia, jugaba a recorrer el trazo de cada diseño que el joven tenía grabado en su piel. Sintieron que aún tenían mucha ropa, así que sin pensarlo se quitaron las botas y los jeans, quedando en ropa interior para acariciar sus más íntimos rincones por encima de la tela. El roce hacía que los gemidos fueran in crescendo, pero Saga quería complacer más a su modelo, y sin pensarlo dos veces le quitó los bóxers y llevó el miembro del francés a su boca para masajearlo y darle gran plenitud a ese joven que tanto había llamado su atención. Camus sentía esos fogosos labios recorrer su virilidad, mas fue el movimiento de la lengua de Saga sobre su glande lo que le hizo gemir con intensidad; el griego continuó succionando el erecto miembro de su amante, hasta que sintió el simiente del francés en su boca, orquestado con un profundo gemido de placer que salía de lo más profundo de la garganta de Camus.

 

El peli turquesa adoró las atenciones que su amante le dio y no quiso ser menos, motivo por el cual se colocó sobre el de Grecia y le quitó al griego la ropa interior para besarle los testículos  y así, retribuirle en la placentera sensación que le había hecho sentir. Deslizó su lengua a lo largo del miembro de Saga y luego lo engulló para darle aún más placer; el peli azul arqueaba su cuerpo al sentir que un chispazo eléctrico recorría toda su espalda, al tiempo que sus piernas se estremecían. Sintió que pronto eyacularía, por lo que apartó los labios del francés de su intimidad para besarlos nuevamente, y lo posicionó con sus rodillas y sus manos apoyadas en la cama, mientras sutilmente preparaba la entrada del joven para comenzar la penetración. Recorrió con sus dedos el perineo, algo que le provocó a Camus tal goce que no pudo contener sus gemidos a pesar de tener la lengua de Saga en su boca; cada roce en ese lugar le hacía temblar y dar suaves gritos de satisfacción. Empero eso era solamente el comienzo; el griego ensalivó uno de sus dedos y delicadamente lo introdujo en la estrechez del francés, quien arqueó su espalda y dejó escapar de sus labios un gutural gemido. El movimiento del dedo de Saga en su interior le causaba un placer indescriptible, cada fibra de su ser sentía una descarga eléctrica que se manifestaba en suaves espasmos que recorrían todo su cuerpo.

 

Una vez que la entrada ya se dilató lo suficiente, Saga se colocó un preservativo y lubricante para comenzar a embestir a su hermoso francés, no sin antes besar su espalda y cuello con deseo y ternura, volviendo a estimular a su compañero para que estuviera lo suficientemente relajado. Una vez que Camus le hizo saber que estaba listo, el de Grecia tomó su virilidad para comenzar a introducir el glande en la estrechez de su amante, quien no contuvo su grito de dolor y placer; Saga besó sus labios y acarició su rostro para calmarlo, y una vez que el joven respiró profundamente y le hizo saber que estaba listo, introdujo entero su miembro en una lenta pero profunda embestida que le arrancó al francés otro grito, esta vez más intenso. El peli azul sujetó a Camus de las caderas y empezó su suave vaivén; Camus sentía oleadas de placer en cada estocada, sus manos se aferraban a las sábanas, arrugándolas con fuerza dado el intenso placer y dolor al sentir la virilidad de Saga abrirse paso en su interior. El roce de las caderas del griego contra las suyas era una reconfortante caricia que lo sumergía en el disfrute de los instintos más básicos; su cuerpo enardecía como brasa ante la excitante danza que su compañero llevaba a cabo dentro de su cuerpo. Saga por su parte sentía que iba a desfallecer sobre el francés, pues la presión que las paredes internas del joven ejercían sobre su miembro le causaban espasmos en su pelvis y una sensación de éxtasis tan intensa que nublaban sus sentidos. Movió más rápido aún su cadera para dar rápidas embestidas a su amante, quien gritaba esta vez de goce cuando el glande de Saga hacía contacto con ese rincón en su interior que le hacía delirar cuando era estimulado. Pronto el griego descargaría su simiente dentro del francés, mientras que éste lo haría sobre las sábanas, y ambos se abrazaron para besarse apasionadamente una vez culminada su excitante danza.

 

Camus durmió en casa de Saga esa noche, abrazado por esos fuertes y calientes brazos mientras que sentía su respiración en su oído. Cuando despertaron al otro día, sus ojos se fijaron para mirarse una vez más y comprender que no habían tenido solo una noche de sexo, sino que habían fundido sus almas junto con sus cuerpos, encarnando el profundo deseo que ambos sintieron desde el día que se conocieron. A la tarde Saga acompañó a Camus a su casa y quedó en verlo al día siguiente, pues ahora que lo había compartido todo con el francés no lo dejaría ir; el peli turquesa se sentía feliz pero también algo temeroso, dado que sentía que empezaba a enamorarse del fotógrafo que lo retrató desnudo por primera vez. Esa pequeña salida y aventura sería el comienzo de una profunda y bella relación.

 

Pasaron los días y las fotos de Camus al fin fueron publicadas en el sitio web, recibiendo millones de visitas solamente el primer día; su amigo Milo estaba impresionado por la forma en que Saga había retratado al francés, mostrando esa particular belleza que tenía, y no dejaba de bromear diciéndole a Camus “si no fueras mi amigo, tendría sexo contigo sin pensarlo”, haciendo que el francés riera con vergüenza. Como lo establecía el contrato, Camus recibió tres mil euros, los cuales invirtió en el anhelado sueño que compartía junto a Milo, y al cabo de unos meses abrirían su propio estudio de tatuajes. Saga estaba allí, obviamente, retratando a los dos jóvenes en el día de la inauguración junto a Aldebarán, quien se había mudado a Grecia para estar más cerca de Milo. Todo fue posible gracias a la perseverancia y el sacrificio de los dos jóvenes, pero sin dudas Camus siempre recordaría que el último empujón sería gracias a esas fotos que se tomó con ese talentoso fotógrafo que, no solamente retrató sus tatuajes y su cuerpo desnudo, sino que vio a través de su lente la verdadera belleza del joven tatuador y conquistó su corazón.

 

 FIN

Notas finales:

Espero que les haya gustado cómo quedó, háganme saber si les gustó o no por favor ;)

 

Saludos y espero poder actualizar pronto mi otro fic!


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