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Palabras a un ángel por YUKI ERI

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Notas del fanfic:

Bueno primero y antes que nada.. ningún personaje de Kuroko no Basuke me pertenece... si lo fuera habría bastante yaoi.. así que lástima que no...

En segundo éste fic continúa después de  Cartas a un extraño 

aunque no es necesario leer el primero pero si lo leen o lo han leído ya, entonces comprenderán algunos de los pensamientos o formas de actuar que Aomine tenga... así que si no lo han leído se los recomiendo jaja 

En tercero pues sé que Aomine x Sakurai no es muy conocido (o aceptado), pero amo esta pareja y realmente me gustaría que les dieran una oportunidad. A mi forma de ver (también en el anime aunque no sea yaoi XD) Kuroko y Aomine y en general toda la generación de los milagros rompió sus conexiones al irse a diferentes escuelas, empezando así algo nuevo en sus vidas, mi anterior fic fue mi modo de ver la separación de Aomine y Kuroko y el nuevo comienzo de algo diferente en sus vidas -y no vidas- jaja.. así que si a alguien le disgusta o le molesta les pido disculpas, esta pareja fue mi idea desde el principio, así que para quien quería Aokise o alguna otra pareja en serio, lo siento... pero no pierden nada con darle una oportunidad a estos dos..

Notas del capitulo:

yeii!! a empezar!!!! espero que les agrade la idea (y las parejas no he visto mucho AoSaku por ahi y eso -como casi siempre- me llevó a hacer mi propio fic de esos dos) a veces no sé si dar gracias a que no hay tanto de alguna pareja que me gusta como para atreverme a hacer algo de ellos... no se... espero les guste y ya saben que amo leer sus comentarios, opiniones y sugerencias, y realmente espero (porque no lo tengo planeado) que éste fic no nos haga soltar lágrimas hasta deshidratarnos, pero estoy abierta a opiniones ;)... gracias por leer

La búsqueda

 

El lugar era enorme, de eso estaba seguro, enorme, enorme y lleno de gente. Apenas y tuvo tiempo de poder ver sus manos, su vista estaba borrosa y el cuerpo le pesaba, ¿estaba recostado?, trató de enfocar los ojos, pero no podía, parecía que le habían suministrado droga, se preguntó por un segundo si el sedante que le habían puesto en el hospital seguiría haciendo efecto, imposible, pensó, estaba muerto, recordaba haber visto a Kuroko en la camilla contigua, en ese momento no se sentía así… no, no era el sedante.

¿Dónde estaba?, ¡por los cielos!, ¿nadie podía ayudarlo?, había un montón de gente ahí, podía escucharlos, un montón de voces susurrantes y ninguno de ellos lo ayudaba. Cerró los ojos un instante y se calmó, intentó respirar hondamente pero no podía, ~porque estoy muerto~ pensó, muerto, incluso se quedó pensando en ello, su cuerpo seguramente estaba en la morgue del hospital, un lugar frío, polvoriento y solitario… aunque quizá no estuviese polvoriento, y debido a que estaba muerto dudaba mucho que le inquietara la soledad ya había estado solo antes, ¿Qué importancia tenía que su cuerpo estuviera solo?. Con los ojos cerrados pensó en Kuroko, le hubiera gustado verlo, sentir como vivía, ver con sus ojos, o con lo que tuviera ahora cómo era que una persona  tuviera su corazón. ¿Lo enterraría en donde había dejado escrito?, ¿aceptaría Kuroko quedarse con lo poco que él tenía?... Ya no importaba, jamás volvería a ver ninguna de esas cosas ni a necesitarlas. Jamás creyó que existiera algo después de la muerte, al abrir sus ojos su vista estaba un poco más enfocada, alzó su mano… todavía era una mano… entonces se sentó. ¿Qué era todo aquello?, ¿en dónde demonios estaba?...

Aomine miró el lugar… era enorme y si, había gente pero no tanta como la que había imaginado, todas y cada una de ellas, hombres y mujeres conversaban en total Aomine contó ocho personas, pero seguramente estaba soñando porque todos aquellos llevaban dos alas enormes y plegadas a sus espaldas y ninguno le puso atención hasta que éste se levantó y comenzó a caminar sin saber a dónde ir, el lugar no parecía el cielo, no había nubes, no había palacios y tampoco estaba todo de blanco, si Aomine no hubiera estado muerto seguramente hubiera pensado que estaba en un banco. Las paredes grises, el suelo de mármol tal vez… con colores beige y vetas lechosas color blanco y rojo surcando cada cuadro del piso, no parecía haber puertas ni ventanas, tampoco había candeleros, focos o arañas por las paredes ni los techos y Aomine no supo cómo es que el lugar estaba iluminado. Todas las personas o… ángeles comenzaron a caminar hacia una de las paredes teniéndolo siempre a la vista y Aomine frunció el ceño, ¿qué le miraban?, ¿porqué no le decían nada?, de pronto las voces y susurros aumentaron aún a pesar de que todos ahí habían dejado de hablar, y las voces al parecer estaban susurrando solo en su cabeza, un montón de ellas, hablaban tan aprisa que apenas y podía distinguir las palabras, hasta que… “lo siento”, había dicho una de esas voces, casi como si se lo hubieran dicho al oído, miró a todos lados y entonces las voces cesaron. Aomine de pronto sintió dolor, ¿podía sentir dolor?.. al parecer si, en la espalda justo por donde tenía los omoplatos sentía que le desgarraban la piel y entonces para su consternación su cuerpo le pesó más, miró por sobre su hombro abriendo los ojos como platos al ver que, en su espalda dos enormes alas de color negro aparecían.

-no me jodan- comentó Aomine mientras veía como una por una, membranas y plumas crecían y salían de aquellas alas que comenzaban en su espalda y fue cuando todas y cada una de las plumas habían aparecido, que las personas ahí reunidas comenzaron a hablarle. Unas aplaudían, otras le felicitaban, ¿le felicitaban?, ¿porqué?, ¿por obtener alas?, él no quería alas. Le rodearon y le dieron palmadas en los hombros, él no conocía a ninguna de esas personas, pero todos le trataban como si fueran sus amigos cercanos. Con frustración alejó unas cuantas manos de sus hombros con un manotazo. Pero aquellas gentes con alas tan blancas como las nubes ni siquiera se habían inmutado con el gesto. Se preguntó porqué era la única persona en llevar a las negras, no quiso pensar que era por su piel, pero…

Uno de ellos se acercó a él mientras los otros lo miraban como una madre mira a un niño que ha logrado caminar por sí solo. No entendía nada.

-Ahora eres uno de nosotros-dijo un… uno de esos extraños con alas, que era alto y tenía lentes, ¿los ángeles necesitaban lentes?, tenía el cabello negro y caía lacio por su frente, sus ojos enmarcaban una permanente sonrisa mientras le posaba una mano en el hombro y le hablaba, -estábamos dudosos, no muchos de los que llegan a este lugar logran quedarse- comentó, Aomine estaba a punto de abrir la boca y replicar algo pero el extraño le volvió a interrumpir, -pero todos sabíamos que un alma como la tuya debía permanecer y no extinguirse-, Aomine se preguntó a qué se refería, pero solo enarcó una ceja y no dijo nada, el extraño todavía no acababa de hablar, -y solo te estábamos esperando, eres el único que ha conseguido alas negras en un largo tiempo- Aomine se sentía abrumado, ¿qué era todo eso?.

-no tengo ni maldita idea de lo que me estás hablando- Las alas de pronto le pesaron y sin saber cómo las plegó a su cuerpo, como si aquellos músculos y articulaciones que aparecían por sus omoplatos siempre hubieran estado ahí y entonces eso justificara que supiera utilizarlos.

-verás- dijo, -mi nombre es Imayoshi, y estoy aquí para instruirlos, a todos ustedes- había alzado la voz y abarcó con un gesto de la mano a todos los presentes ahí en aquella estancia, -todos fueron despertando uno a uno y tú fuiste el último- comentó mientras hacía que todos ahí caminaran hacia ellos y conformaran un semi-círculo, -algunos de ustedes saben ya porqué están aquí pero aún así, mi deber es darles la explicación. Sus almas no murieron, vinieron a este punto de... como quieran llamarlo, limbo, cielo... la otra vida, como les plazca, ¿porqué?, por una simple razón, sus almas son valiosas- se detuvo y miró a Aomine un momento, -les explicaré una bonita historia- sus ojos detrás de aquellos lentes comenzaron a recorrer a todos en aquella estancia, -los humanos en la tierra poseen dos tipos de ángeles a su lado- comentó sonriendo aunque aquello no sonaba a chiste, Aomine frunció el ceño deseando que todo aquello fuera un sueño, pero no lo era, ~¿porqué no morí como la gente normal?~ Pensó, -el de alas blancas que es simplificando las cosas su ángel guardián, los ángeles de alas blancas acompañarán a su humano hasta que éste esté cerca de la muerte, le aconsejarán y llevarán por el camino del bien… ya saben lo demás… y el de alas negras- Aomine se sintió observado, pero estaba acostumbrado a eso, sus ojos se hicieron aún más pequeños, miraba hacia el frente como si de pronto se hubiera enojado con las paredes limpias, -el ángel de alas negras es importante, no muchos pueden convertirse en uno, un alma que ha experimentado las sombras y soledad pero también la luz y el amor y que ha sacrificado su propio cuerpo por un bien.. es un alma que se convierte en un alma inmortal, las alas negras significan la muerte- ~genial~ pensó Aomine y si lo hubiera dicho en voz alta todos hubieran podido escuchar el tono sarcástico impreso en aquella palabra, -los ángeles de alas negras acompañan a un alma que está próxima a dejar el mundo en la tierra y cuando el cuerpo muere, el ángel negro transporta a esa alma hasta éste lugar y entonces se le encomienda el cuidado seguro de otra alma- explicó, todos miraron a Aomine como si su trabajo fuera más emocionante, él no lo quería, no lo había pedido, había querido morir y ya, sin nada de trabajo posterior, pero sentía que no podía decir que no, ¿él sería invisible?, porque, no recordaba que nadie lo hubiera guiado a ese lugar.

-por supuesto sus trabajos están sujetos a algunas reglas importantes- continuó el de lentes, -en primer lugar, para los ángeles blancos… su humano no podrá verlos ni tocarlos si ustedes no lo desean y nadie más podrá verlos o escucharlos, trabajarán con discreción y en la medida de lo posible jamás dejen que su humano los vea, no se pueden desarrollar sentimientos hacia su humano, su trabajo debe ser imparcial y correcto, y para el ángel negro, tu humano podrá verte todo el tiempo, podrá tocarte si así lo deseas y está en ti permitir que otras personas te vean, si bien si te expones solo se verá tu cuerpo tus alas serán invisibles para toda persona menos para tu humano y- Aomine observó seriamente a Imayoshi mientras su boca gesticulaba una sonrisa que aunque tranquilizadora a él no le pareció nada agradable, -no tengo que preocuparme porque desarrolles sentimientos.. después de todo, no tienes corazón- Aomine apretó los labios, era cierto, su corazón estaba ahora en otro cuerpo, pero nunca pensó que en la muerte eso también haría una diferencia, -tu eres el único que puede mostrarse ante los humanos porque es tu deber comunicar en el momento oportuno la muerte inminente a tu humano- su sonrisa desapareció, Aomine sintió que algo no estaba bien, -todos escucharon una voz en su cabeza al momento de despertar, una voz que se quedó ahí grabada con una o dos frases, esa es la voz del humano que se les ha asignado- Aomine recordó la voz que pareció haber escuchado sobre todas aquellas voces anteriormente, -bajen a la tierra y encuentren a su humano, el vínculo está hecho, sabrán por instinto cómo encontrarlo-.

Y entonces, como un parpadeo, Aomine se encontró entre las calles de alguna ciudad, ¿dónde estaba?, frunció el ceño, podía ver su sombra proyectada enfrente de él junto con un par de enormes alas extendidas, pero nadie de los que pasaban por ahí fueron capaces de verlo, miraban a través de él y cuando Aomine no estaba mirando hacia su espalda, un humano lo atravesó como si él no fuera nada. Frunció el ceño. Lo que fuera o significara aquello no le gustaba y aún así caminó. Porque sentía que debía hacerlo, no tenía ni idea de a dónde iba pero sus pies se movían solos.

Con el ceño fruncido llegó a… una casa… ¿eso era una casa?... era… una escuela... había muchos muchachos… siguió caminando mientras ninguno de ellos lo miraba, al menos debieron de darle algo así como un curso de introducción para sus habilidades, ¿qué debería hacer?, ¿Cómo aparecer?. Caminó hasta que entró a un gimnasio, la cancha de baloncesto se extendía de un lado a otro y había varios jugadores entrenando, se quedó ahí de pie, mirando a todos para determinar cuál de ellos era su misión.

-Lo siento- escuchó y miró al muchacho que lo había dicho, sentía aquellas ganas de caminar hacia él y plantarse a su lado como si fuera una mosca, ridículo. El muchacho era bajito, flacucho y parecía tener impresa en la cara una mirada de angustia constante, enarcó una ceja, ¿él era su misión?, suspiró resignado mientras negaba con la cabeza… al menos... comprobó, no era tan malo jugando, era habilidoso, tenía un punto a su favor…

No pudo evitar pensar en cómo moriría aquel chico… pero ese no era su problema… Entonces aquel chico le miró y su rostro angustioso se deformó con una mirada de impresión… Aomine se sintió incómodo, el chico se había quedado ahí de pie, congelado, mirándolo, varios de sus compañeros se detuvieron para observar lo mismo que el chico pero ninguno vio nada, eso hizo a Aomine sonreír.

-¡concéntrate Sakurai!- bramó el capitán del equipo, pero Sakurai no podía concentrarse, no cuando había un hombre ahí con alas en su espalda, no… no podía… y el hombre había... ¿Sonreído?, ¿le sonreía a él?... Aquel hombre sonrió y le miraba fijamente, se sintió cohibido... además… había alzado una mano para... ¿Saludarle?, ¿a él?... con gran pesar y también con miedo, separó los ojos de aquellos ojos rasgados  hipnotizantes pero ya no pudo encestar ningún tiro.

Notas finales:

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