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La canción del Pirata por ShadowGirl

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Notas del capitulo:

[EDITADO] Lo prometido es deuda, por lo que aquí os dejo el segundo capítulo.

Have fun!

Anna no podía creerse la mala suerte que había tenido. Maldita la rueda del carro que se había roto, malditas sus ansias por comentar con su padre la exitosa reunión que había dirigido y la había impulsado a caminar hasta su hogar y, maldita la taberna en la que se había guarecido. No hacía falta ser ningún lumbreras para deducir que se había metido en la boca del lobo, uno de los sitios predilectos de la chusma de la ciudad. Por supuesto que los problemas no se habían hecho esperar.

Estudió a sus inesperados acompañantes. No pensaba dejarse llevar por la gratitud de su auxilio, si se encontraban ahí, lo más probable es que se tratase de criminales. A la mesa se sentaban cinco hombres y dos mujeres, todos de aspecto rudo y amenazador.

Su mirada se detuvo en la pelirroja, que no le quitaba ojo con sus claros ojos verdes y estaba consiguiendo crisparle los nervios. Vestía enteramente de negro, desde su holgada camisa, ceñida por un corsé con detalles en plata, pasando por sus pantalones y sus botas altas de cuero.

Cuando ésta la sorprendió en su inquisitivo escrutinio, su sonrisa se tornó aún más burlona.

Cómo odiaba su presencia y el verse atrapada entre maleantes, claro que el quedarse sola otra vez no parecía buena idea. 

La risa de uno de los más jóvenes del grupo interrumpió sus pensamientos. No superaría los 20 años de edad, con el pelo castaño ensortijado y los ojos del mismo color. No era especialmente alto, y parecía flacucho y desgarbado, aunque su camisa abierta mostraba el pecho moreno y fibroso, fruto del trabajo al sol. Las lágrimas brillaban en sus ojos mientras se sujetaba el estómago por el esfuerzo.

-Mierda, Caleb, estás montando un puto escándalo -espetó un hombre moreno, bastante maduro. Una cicatriz cruzaba su faz morena desde la ceja izquierda hasta la barbilla, dónde destacaba a pesar de la frondosa barba negra -, baja la maldita voz.

El chico lo miró sin dejar de reír, secándose las lágrimas con la manga de la camisa.

-Vamos, Markus, deja que el muchacho se divierta -intercedió por él Roderic, un tipo con una enorme barriga. Su cara rubicunda estaba colorada por el alcohol y parecía bastante achispado. Tanto él como el tal Markus rondarían los 40 años, pero por lo que veía, eso era todo lo que debían tener en común. El mencionado Markus se encogió de hombros, aún con el gesto huraño, pero se contentó con dar un largo trago a su copa.

Al otro lado de la mesa, la guapa rubia charlaba desenfadada con otro tipo bastante joven. Aunque disfrutaba un ligero bronceado, se notaba que la rubia era de piel clara. Su compañero, por el contrario, se caracterizaba por un tono de piel notablemente oscuro, a juego con su pelo y  sus ojos. Probablemente fuera oriundo del sur del continente. Tal vez incluso del otro lado del océano. Las mangas arremangadas de su camisa grisácea exhibían un sinfín de marcas y cicatrices en los musculosos antebrazos a pesar de los abundantes tatuajes. Aarón. Él era uno de sus rescatadores. 

Por su parte, la rubia, que se había presentado como Helena, disfrutaba de un físico fuerte, pese a su aparente delgadez. Cualquiera diría que entre Kurt y Roderic se repartieran las raciones de los más jóvenes. La joven llevaba un bonito estoque al cinto, que destacaba contra su ligera blusa color borgoña. Le favorecía notablemente, con el pelo recogido y los ojos castaño claro, casi miel.

Helena bebía pausadamente de su copa mientras, inmersa como estaba en la conversación, se inclinaba inconscientemente hacía delante, dejando ver cada vez más de su generoso escote. En ese momento, el descarado bribón hizo un comentario bastante desafortunado, a juzgar por el puñetazo que recibió en el estómago y lo dejó sin respiración. La rubia asintió, satisfecha, y le dió la espalda al joven que se revolvía quejumbroso, para entablar conversación con Caleb. 

Por último estaba el gigantón, hablando con la pelirroja, a pesar de que ésta no apartaba los ojos de Anna. Era un hombre más bien maduro, de proporciones hercúleas. Los hombros anchos, los brazos musculosos y unas manos tan enormes que podrían cubrirle toda la cara. Sin embargo, tenía una expresión bonachona en su barbudo rostro. Llevaba la cabeza rapada, las orejas anilladas y marcas típicamente tribales en el pecho y los brazos. 

Anna jugaba con un mechón de su pelo, ¿Serían piratas? ¿Contrabandistas? Desde luego, no tenían pinta de ser una mera tripulación mercante. Ella solo quería abandonar ese antro lleno de gentuza peligrosa y vulgar, y ese hedor de mil demonios. Bufó, molesta.

-¿Qué ocurre, señorita Vatrov? ¿Se aburre? -preguntó Cassandra con su particular sonrisa. A Anna le resultaba difícil controlar el impulso de sacarle los ojos con una cuchara, y eso que ni siquiera disponía de una.

-No solo me aqueja el aburrimiento, señorita sin apellido -soltó con desprecio.

-Una lástima que esté aquí atrapada, sin duda -comentó burlona.

La rica heredera se levantó, furibunda y dispuesta a abandonar esa irritante compañía, pero los truenos seguían retumbando en la calle. Cassandra la miró con suficiencia, mientras hacía un gesto a la silla ahora vacía, pero Anna se sentía demasiado molesta como para ceder y tomó asiento en otra mesa vacía.

El grupo la observaba, curioso, mientras fingía seguir a lo suyo. Anna no quería humillarse y volver a la molesta pero notable seguridad de su grupo.

Los minutos transcurrían despacio y, al cabo de un rato, un hombre se acercó a su sitio. 

-Disculpe el atrevimiento, señorita, pero me preguntaba si podría hacerle compañía.

El galán mostraba su sonrisa más encontadora, y lucía limpio. No le transmitía confianza, pero parecía inofensivo. Complexión delgada, ojos claros, barbilampiño. Tenía algunas marcas de viruela en la cara, bastante leves, e incluso llevaba el lacio pelo castaño pulcramente peinado hacia un lado. Anna echó un vistazo rápido a la mesa de la capitana, que no le quitaba el ojo de encima. Dios, era verdaderamente irritante. Después de juzgar que el tipo no parecía peligroso y, al menos serviría para evitar futuras y menos deseables intromisiones, aceptó señalando la silla vacía. 

-Maravilloso -agradeció el galán-, mi nombre es Gregor Baker. Un placer.

-Tome asiento, señor Baker.

-Por favor, llámeme Gregor.

Miré despectivamente al idiota que se había sentado con Anna, negando con la cabeza. A mi lado, Aarón frunció el ceño.

-La cara de ese tipo me suena de algo -comentó tratando de hacer memoria.

-Tal vez le hayas desplumado a las cartas -respondí quitándole hierro -, o le hayas dado una paliza en algún bar. 

Aarón era un auténtico As de los naipes, y había limpiado tantos bolsillos que resultaba difícil contarlos. Por eso, en más de una ocasión nos habíamos visto envueltos en un altercado por un mal perdedor, a veces, recurrente. Aarón no parecía convencido, pero apuró su cerveza y siguió jugueteando con una daga.

Dirigí mi mirada a la pareja, dónde el idiota intentada aparentar ingenio, pero su público era difícil. Sonreí, satisfecha.

-Si la sigues mirando tanto, la vas a desgastar -se burló Caleb. Reí de vuelta, recostada como estaba en mi asiento.

-En un riesgo que tendré que tomar.

Habían pasado cerca de dos horas y Aarón decidió que era el momento de sacar su juego de cartas favorito, entre las quejas y las bromas de sus compañeros. En la mesa contigua, el galán seguía con su infructuoso parloteo, a pesar del escaso interés de su acompañante, que lo ignoraba perdida en sus pensamientos. Parecía que la tormenta había amainado, y Anna estaba ansiosa por volver a casa. Se levantó gracilmente para abrocharse la capa oscura sobre los hombros. Gregor la miró, sorprendido.

-¿Se marcha? -interrogó.

-Le agradezco la velada, Gregor, pero es tarde, y tengo compromisos que atender -dijo ciñéndose la capa - si me disculpa...

-¡Espere! -exclamó el castaño - no debe deambular solo por las calles de noche, señorita, es peligroso.

La morena se detuvo a sopesarlo:

-¿Y qué sugiere, Gregor?

-La acompañaré encantado, mi señora. Esta zona de la ciudad es conflictiva, y la oscuridad en las calles abriga un sinfín de malhechores.

Anna suspiró, resignada. ¿Acaso no cesaban los quebraderos de cabeza?

-Tiene razón, Gregor, es muy amable por su parte.

La pareja abandonó la taberna, ante la mirada colérica de una pelirroja envalentonada por el alcohol. Dejó con fuerza la sexta jarra de cerveza sobre la desgastada tabla de madera, salpicándola.

-¿Qué podría importunar de manera semejante a la gran Cassandra Blake, la más temida pirata de los mares del norte? -se burló una borracha Helena. Bufó como un gato al contacto con el agua y pedí otra jarra, pero Rod se adelantó alcanzandome el aguardiente. Un ajado papel cayó del bolsillo de Aarón, que lo tomó entre sus dedos. Cuando lo desdobló, una revelación asomó en sus ojos, y se lo tendió con gesto sombrío.

Cassandra observó atentamente el papel, que no se trataba de otra cosa que un orden de busca y captura a nombre de Gregor Baker. La muy idiota se había ido con un puto asesino.

 

Notas finales:

Como siempre, espero que hayáis disfrutado leyéndo el capítulo, tanto como yo escribiéndolo.

Cualquier duda, o sugerencia, será bien recibida.

See you later, bitches;)


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