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La canción del Pirata por ShadowGirl

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Notas del capitulo:

[EDITADO] ¡Hola, pequeños lectores! En este capítulo conoceremos un poco más a nuestros intrépidos piratas y, descubriremos que nuestra Capitana es, en realidad, Batman.

 

"Antes de convertirse en la temida y respetada capitana de su tiempo, Cassandra Blake era una curiosa y descarada niña de rizos pelirrojos que pasaba los días saltando y correteando por el barco de sus padres. Adoraba subirse a las cofas para admirar el vasto mar durante horas, y sus incesantes preguntas hacían las delicias de los mas viejos marinos, que aprovechaban las largas noches para relatarle sus batallitas . La única hija de los famosos Jonathan y Francesca Blake, reconocidos en los Siete Mares por su destreza sin par y sus célebres hazañas. Las historias de sus abordajes -convertidas en leyendas- aún se relataban al calor del hogar, en callejuelas y en tabernas. Aun así y como suele suceder en la vida del pirata, habían muerto jóvenes, dejando huérfana a una desolada chiquilla de apenas 13 años. Desde entonces, la había tomado bajo su tutela Charles, otro aguerrido pirata y el hombre de confianza de sus padres. Él se había encargado de enseñarle aquello que sus padres no habían tenido tiempo, esculpiendo el diamante en bruto que era su notable talento. La había convertido en una astuta pirata, diestra en la esgrima y la estrategia y, no había día que Charles no la contemplara lleno de orgullo y cariño. Su pequeña se había transformado en una hermosa mujer, inteligente y letal."

-Historia y linajes de la Piratería. Siglo XVIII.

La tenue luz de la luna escapaba entre las abundantes nubes que cubrían el cielo de Portsmouth. Los adoquines mojados brillaban con su claridad y la fresca brisa del mar, con su característico aroma salino, soplaba entre los humildes edificios que la poblaban. En la quietud de la noche, los pasos de una solitaria pareja resonaban en las oscuras callejuelas.

Anna recorría -cansada y meditabunda- la distancia hacia la seguridad de su hogar, ajena a la bestia despiadada que caminaba a su lado, con sus pensamientos perdidos en el recuerdo de los ojos verdes que la sorprendían a cada descuido.

Mientras tanto, Gregor Baker se regodeaba en la fortuna que parecía haberle sonreído esa noche. Un inesperado regalo de los cielos, sin duda. Se valía de la inocua fachada construida para embaucar a descuidadas jovencitas a las que arrastrar a sus sádicos y depravados deseos. Con ademán galante y caballeroso, ofreció su brazo a la bella joven, pero la mirada de Anna fue perspicaz e impasible en el rechazo. Eso casi lo hizo enfurecer, con la sonrisa congelada en el rostro, pero no podía permitirse un paso en falso. Sabía ser paciente, debía serlo. Y la ansiada recompensa lo merecía con creces. Se recompuso rápidamente ocultando el semblante contrariado.

-Debo declinar su ofrecimiento -el tono de Anna era gélido-, hay límites que prefiero no se traspasen.

-Tan solo pretendía ser cortés, mi hermosa dama -comentó Baker, seductor.

-Es posible, Gregor -respondió la morena, a su vez -, pero yo no soy su "hermosa dama". Ni suya, ni de nadie.

-No era mi intención incomodarla, señorita -a Gregor le costaba controlar la crispación-. Tan solo pensé que tal vez estaba usted disfrutando de mi humilde compañía tanto como yo de la suya.

-No se confunda, señor Baker -contestó Anna, altanera -. Esta no es, ni de lejos, la velada que pretendía para esta noche. Que nuestros caminos se hayan encontrado es un desafortunado capricho del azar que no va a volver a suceder.

Que esa estúpida zorra lo estuviera despreciando sin tener en cuenta lo que había hecho por ella esa misma noche, lo estaba enfureciendo. Puta. No era más que otra perra a la que iba a dar su merecido. Sí, él le iba a enseñar a respetarle. La haría aullar de dolor rogando su perdón, y no pensaba concederselo. Un poco más. Tan solo tenía que esperar un poco más.

-Mis disculpas, señorita Anna -dijo tragándose la ira y el orgullo-. Le prometo que no volverá a pasar.

Continuaron su camino. Anna seguía inocentemente a Gregor que la guiaba entre las calles del puerto, pero a medida que avanzaban, los tramos tenuemente iluminados daban paso a lóbregos callejones y la piel de la joven se erizó, haciéndola estremecer.

-Gregor, no creo que este sea el mejor camino para llegar a mi casa. Está demasiado oscuro, creo que deberíamos volver...

Cuando hizo amago de retroceder, el asesino la aprisionó contra la pared, mostrando una escalofriante mueca.

-No, Anna, no vamos a volver. Al menos tú no.

En la posada, Cassandra miró incrédula a sus compañeros, que la observaban atentamente, esperando órdenes. Esa idiota de Vatrov parecía decidida a darle todos los quebraderos de cabeza posibles. ¿Cuál era la probabilidad de que una señorita de sociedad se viera arrastrada a una pelea de borrachos pendencieros para acabar marchándose con un puto asesino en la misma noche? ¡Venga ya! Esa repelente cabeza hueca iba a acabar con ella.
-Está bien, muchachos, está visto que no podemos dejar que la muñequita se busque la vida ella sola. Ya hemos comprobado que se le da jodidamente mal - se detuvo en cada uno de sus rostros espectantes -. Separaos y peinad la zona. De a dos. Si la encontráis, sabéis qué hacer.

Todos asintieron con gesto decidido y se enfundaron sus casacas para salir a cumplir las órdenes de su capitana. Cassandra, por el contrario, se dirigió a la barra, donde llamó la atención de una camarera.

-¡Eh, encanto! No sabrás por casualidad dónde encontrar la casa de los Vatrov...

La muchacha la miró intimidada y musitó las indicaciones para llegar. En agradecimiento, la pelirroja dejó unas cuantas monedas sobre la madera pegajosa y abandonó el lugar como alma que lleva el diablo. Esa maldita idiota... Debería dejarla a su suerte, por inconsciente y desagradecida. Aceleró el paso mientras escudriñaba entre las sombras. El alcohol corriendo por sus venas alimentaba el fuego que le hacía hervir la sangre.

Divagaba inmersa en sus sádicos pensamientos sobre cómo castigar satisfactoriamente a ese desgraciado cuando un grito llamó su atención. Bingo.

-¡Suéltame, escoria! -rugió Anna mientras se retorcía con la espalda pegada a la pared. Sin embargo, era inútil. Baker era demasiado corpulento.

-Deja de retorcerte, preciosa, hacer las cosas difíciles sólo será peor para ti -joder, cómo estaba disfrutando del momento. Notaba la respiración agitada de Anna en el cuello, y el calor de su cuerpo contra el suyo. Que se revolviera, tan sólo hacía aumentar su deseo. Con la mano derecha, rasgó el corpiño de la joven, dejando al descubierto sus pechos turgentes, mientras que la izquierda la deslizó entre sus piernas, perdiéndose bajo la falda .

Anna aprovechó la ligera distracción para propinarle un cabezazo en la nariz, pero su agresor tuvo buenos reflejos y logró esquivar la mayor parte del golpe, que le rompió el labio. Con una sonrisa burlona en la cara, Baker escupió la sangre al suelo, mientras la excitación oscurecía sus ojos.

-Muy bien, lo haremos a tu manera -un fuerte revés cruzó el rostro de la morena, dejándola aturdida. La mejilla derecha le ardía por el golpe, y no pudo vencer las ganas de llorar.

-¡Eh! ¡Pedazo de escoria! Será mejor que la dejes -resonó una autoritaria voz que a Anna le resultó familiar. Cassandra se alzaba imponente y amenazadora en la entrada del callejón. Para la heredera hubiera resultado mucho más reconfortante si la pelirroja no se tambalease de un lado a otro sosteniendo lo que parecían las riendas de un corcel imaginario -, la caballería ha llegado... ¡Cotocloc, cotocloc, yihhhhhhaaahh!



Esos dos me miraban atónitos. Parecía que mi entrada triunfal no los había impresionado tanto como yo había vaticinado.

-¡Cassandra, estás borracha! - Exclamó Anna escandalizada. ¿Ahora nos tuteábamos? Vaya, una se toma un par de copas y ya le pierden el respeto.

-E increíblemente gallarda, si me permite añadir, milady -Contesté haciendo una reverencia que por poco me hace perder el equilibrio y besar el suelo -. Baker, amigo mío, ¿qué te parece si solucionamos esto como personas civilizadas que quieren mantener todos los miembros intactos y en su sitio?

El asesino me estudió detenidamente al saberse descubierto, pero el cinismo enseguida volvió a su cara. Tal vez una joven desgarbada y ebria no imponía demasiado respeto, pero pronto le demostraría lo equivocado que estaba.

-¿Vienes a unirte a la fiesta, preciosa? -me preguntó con la lujuria en sus ojos de rata. Asqueroso. Oh, desde luego que no sabía con quién estaba jugando, eso estaba seguro. Era todavía más estúpido de lo que pensaba. Dios mío, Anna, tienes un ojo terrible. No pude evitar romper en carcajadas. Parece ser que eso le hizo enfurecer. Perfecto. Vi cómo desenfundaba un cuchillo mientras Anna, entre sollozos, se ocultaba en un rincón. Mejor, así no tendría que preocuparme por ella.

Con tranquilidad y la satisfacción pintada en mi cara, saqué una de mis dagas. La adrenalina corría libremente por mi sistema nervioso, liberando potentes ondas de eufórica anticipación. Era hora de jugar.

-Pienso cobrar tu recompensa, mierdecilla -le avisé, con desprecio. Su expresión de desconcierto me complació.

-Lo dices como si pudieras -respondió. Este tío es definitivamente imbécil.

-Ni siquiera sabes quién soy, ¿verdad? -interrogué con sorna, señalando el broche de mi corsé. Un alfiler de oro blanco brilló permitiendo distinguir la calavera parcheada, cruzada por un sable y un estoque. La reconocida insignia de mis padres. La tez del infeliz adquirió un tono blanco, nada favorecedor, mientras el terror se adueñaba de su cuerpo.

-Blake -musitó. Me hinché como un pavo. Mi fama me precedía.

-Voy a destrozarte -sonreí. Lanzando un alarido, saltó sobre mí. Me preparé para repelerlo, pero mis embotados sentidos me traicionaron, haciéndome perder el equilibrio cuando mi bota izquierda resbaló en el húmedo adoquín. Un grito proveniente del rincón me distrajo, y el cuchillo de mi contrincante se hundió en la carne de mi abdomen, salpicando el suelo con mi sangre.

Esa niña mimada me estaba poniéndo las cosas realmente difíciles.



 

Notas finales:

El Revenge es, en realidad, The Queen Anne´s Revenge, el famoso barco del capitán Edward Thatch, más conocido como Barbanegra. Sí, el abuelo de Cassandra. El relato, a pesar de transcurrir en una realidad parelela, posee tintes inspirados en la auténtica historia de la piratería.

Espero que hayáis disfrutado del capítulo y, solo debo añadir que como siempre, cualquier comentario o sugerencia será apreciado y bien recibido.

Muchas gracias por vuestro tiempo,

See you later, bitches;)


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