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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas noches, gente!

Se que llevo un retraso de más de una semana, pero no he podido terminarlo antes. No hay mucho que decir al respecto. Siento la tardanza.

No obstante, ¡ya llega el nuevo cap! Y para compensar he de decir que ha quedado muy, pero que muy largo el maldito jaja Así que espero que sea de vuestro agrado, me ha costado lo suyo, tengo varias ideas claras de lo que busco en esta historia pero a veces cuesta encontrar las palabras para plasmarlo.

Os quería comentar también lo siguiente: No se si conocéis la plataforma Wattpad de fanfics e historias, el caso es que estoy subiendo este fanfic allí tambien y me harias inmensa, inmensamente feliz si os pasarais un momentos a votar. *o* Este es el link:

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Si no teneis cuenta os recomiendo que os registreis, ¡encontraréis verdaderas joyas allí! :D :D 

Por último este capítulo se lo dedico al hombre más especial de mi vida, porque sin él y sin su apoyo e insistencia, esto no sería posibe. Te quiero, Iván.

¡Y nada más que decir! A disfrutarrrrrr *tambores*

DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Tsugumi Oba.

ADVERTENCIA: Este escrito tendrá algunas escenas sexualmente explícitas y lenguaje adulto que podría ser considerado ofensivo, y no es recomendable para menores de 16 años. El contenido de esta obra es ficción. Los nombres, personajes, eventos existentes (que no pertenezcan a Tsugumi Oba) y situaciones son ficticios. Cualquier posible semejanza con personas reales, vivas o muertas, eventos o locales, es coincidencia y fruto de la imaginación del autor.

 

 

IV

 

De acuerdo, en definitiva, aquello no era normal.

El día de descanso había volado con la rapidez de las buenas cosas y todo el cuartel general de investigaciones se había sumido de nuevo en el caso Kira. Habían pasado solo unos días, pero lo cierto era que desde que se habían centrado en la Yotsuba el progreso había comenzado a ser más notorio, al menos si lo comparaban con el que lo precedía. Resultaba inaudito que gracias a un movimiento estúpido de Matsuda hubieran tenido una buena oportunidad, además de estar completamente seguros de que uno de los grandes inversores de la Yotsuba era Kira. Pero que Matsuda hubiese tenido suerte por una vez —a cambio de arriesgar su propia vida—, no era lo que Light encontraba jodidamente extraño. No. Era Ryuuzaki. Empezó luego de aquel día en la playa, Light pensó que había logrado superar una brecha en el distanciamiento de Ryuuzaki, que había sido un punto y aparte. Y tanto que lo había sido.

Para peor.

Le miró de reojo desde su asiento. Como de costumbre, el detective inspeccionaba ensimismado unos informes, de vez en cuando recogía con su pulgar los restos de crema del platillo que se había estado comiendo y lo relamía luciendo satisfecho. Light podía decir por la tensión en sus hombros que Ryuuzaki sabía que estaba siendo observado. Lo que no comprendía era porque de un día para otro habían pasado a no hablar de otra cosa que no fuera la investigación. Tampoco porque esquivaba sus miradas o evitaba con destreza las confrontaciones intelectuales que tanto habían disfrutado desde el primer encuentro. Parecía hasta de mal humor con él. Sí, con él.

ESO era lo que no era normal, que solo actuaba así con él.

Una exhalación perezosa retumbó en la silenciosa concentración inundando la sala.

—Ahh, me duele toda la espalda y los hombros —dijo Matsuda y se levantó para estirarse—. Necesito un masaje.

—Deberíamos descansar unos minutos, llevamos todo el día sin parar —dijo su padre  a modo de pregunta, esperando una confirmación de L.

—Yo como mínimo necesito un café con urgencia.

Aizawa fue hacia la cafetera en el momento en que Ryuuzaki hacía girar su silla para mirarlos a todos menos a Light, por supuesto. Light se cruzó de brazos.

—Si, bueno, en realidad por hoy está bien —Ryuuzaki se rascó la cabeza—. Estoy pensando una cosa pero podemos concretarlo mañana con las mentes despejadas.

Pero Light se sentía con ganas de tocarle las narices.

—¿Enserio? ¿De que se trata? —preguntó.

—Nada complejo. Aunque necesitaré tu ayuda —comentó el detective—. O, más bien, necesitaré la ayuda de Misa y, para eso, tu efecto persuasivo para con ella es una herramienta clave.

—De ninguna manera. No pienso ponerla en peligro.

—No sería peligroso, tan solo…

—He dicho que no, Ryuuzaki. No voy a involuclarla voluntariamente en nada que tenga que ver con Kira —declaró Light, rotundo.

Ambos se miraron durante unos segundos, la tensión se respiró en el ambiente hasta que Ryuuzaki pareció crisparse y fruncir el entrecejo antes de desviar la mirada con un suave <<Como sea…>>. Light lo observó un momento más hasta que se percató que los demás los miraban con curiosidad y, con una naturalidad intrínseca en él, dio pie a una conversación ligera con Matsuda que desvió la presunta atención recaída sobre ellos.

 

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L lo estaba pasando mal. Mal del tipo de mal que nunca había pasado. Y el objeto de su malestar no era otro que su sospechoso —¿su?— tomando una ducha a unos metros de él, solo separados por la translúcida mampara. El vaho bochornoso que se escabullía por arriba y entre las aberturas era como un gas alucinógeno que, junto al chapoteo del agua cayendo y el ruido de la esponja al frotar, espoleaba en su mente imágenes no aptas para menores. Contuvo la respiración. Se sentía, en cierto modo, histérico pese a su aparente neutralidad de siempre. ¿Porque? No sabía cómo sobrellevar el cosquilleo que Light le comenzaba a causar.

Aún dando la espalda, notó como la cortina se corrió a un lado y el universitario se deslizó fuera del platillo de ducha. L aguardó unos minutos para girarse y así dar tiempo al otro a secarse y colocarse la toalla en la cintura.

—¿Sienta bien la ducha?

No supo de dónde le vino la pregunta, pero supo que lo estúpida que era al verse reflejado en los ojos escépticos de Light.

—Sí, bastante —espetó este.

—Mm...

L se hizo el desentendido mientras Light se acababa de asear; desvió la mirada o eso pretendió. En realidad el espejo coronando el lavamanos era un bonito cuadro que mostraba demasiado: un cuerpo grácil y ancho, más que el suyo, piel ligeramente bronceada pero no demasiado, estómago plano y firme. Lo que acabó por secar la saliva en su boca fueron las brillantes gotas que escurrían del pelo mojado del universitario, y descendían recorriendo su piel, entre las dobleces de su musculatura y más allá. Caliente. Muy caliente. Una urgencia por salir de allí lo acometió.

—Date prisa, Light.

Para su extrañeza, el aludido ni lo miró al responder un seco <<sí, ya voy>>.

Estaban en el baño contiguo a la habitación que compartían, era de noche y no tardaron de arroparse bajo la cálida colcha sin una palabra. Insólito cuanto menos pues el universitario acostumbraba a darle las buenas noches, no obstante parecía molesto por algo.

Dudó.

—Er… Buenas noches, Light.

—Hm.

Había estado de cara a la ventana, de espaldas al universitario. En ese momento se volteó y se lo quedó mirando en la acogedora penumbra, curioso, ojos bien abiertos. Su mano se adelantó a su pensamiento y le rozó el hombro. Un intento por captar su atención.

Light suspiró de forma inapreciable y luego murmuró.

—Buenas noches, Ryuuzaki.

Se hizo el silencio en la sala durante unos instantes, L, sin embargo, no estaba satisfecho con ello. Por lo que le puso remedio.

ㅡHoy has estado especialmente… inhóspito conmigo. —Hizo una pausa, buscando una reacción en el otro hombre—. ¿Ocurre algo?

—No es nada, Ryuuzaki.

—Mientes —acusó L, impasible.

Vio como Light se removía en su lado de la cama y, tras unos segundos de parecer meditarlo, se dio la vuelta para clavar en él sus iris castaños, más oscuros y brillantes en la oscuridad. Se miraron un instante en lo que este tardaba en encontrar lo que quería expresar.

—¿Entonces porque no me lo explicas tú? —dijo Light—. Dices que miento, naturalmente. Y sin embargo—

—Creí que tú nunca mentías… —interrumpió.

Light ignoró su puntualización y continuó.

—Sin embargo, tu no eres mucho mejor que eso, ¿o me equivoco? Sabes perfectamente a qué me refiero.

Por supuesto que lo sabía.

—No veo cómo podría saberlo —alentó, sin embargo. Su frase, su tono, su mirada inclusive, derrochó bravura y desafío. Eran matices que ellos conocían demasiado bien y Light los captó enseguida.

—¿Buscas jugar a las adivinanzas, Ryuuzaki? Porque es bastante tarde, y aunque tú no duermas otros si lo hacen.

—No te he pedido que juegues a las adivinanzas conmigo, Light. Solo te he preguntado porque pareces enfadado, en cambio eres tú el que ha insinuado que a mi me pasa algo. —Se medio irguió en contra la almohada al acabar de hablar, pensando que había logrado calmar los ánimos.

No contó con que Light no era de los que cedían fácilmente.

—Digamos que el que yo esté enfadado tiene que ver con tu raro comportamiento, ¿estás intentando jugar a las adivinanzas o no? —Se irguió también en la cama.

Cabezota, no se podía ser más cabezota e infantil de lo que era el universitario. L lo contempló, impávido, tratando desentrañar lo que se ocultaba tras esa mirada chispeante. <<Tal vez no debería haberlo provocado teniendo en cuenta que no quiero revelar lo que su persona causa en mi>> pensó al tiempo que se mordía el pulgar.

El ceño fruncido de Light denotaba una tensa impaciencia.

—¿Me vas a decir que te pasa? Creí que… —Sacudió la mano como espantando a una mosca—. Creí que nos habíamos acercado. Te dije que quería ser tu amigo, fui sincero, y creí que lo estaba consiguiendo desde el día de descanso, pero entonces —Vaciló—, desde que te mostré aquel lugar, al día siguiente, no me diriges la palabra para nada que no tenga que ver con el caso Kira. Esquivas mis miradas, y te pones nervioso cuando te pillo desprevenido —añadió Light haciendo memoria—. Por supuesto que me doy cuenta, pero es que por mucho que trate de buscarle una razón lógica no encuentro nada, Ryuuzaki. No lo entiendo y me estás desesperando.

Deseaba que Light no se percatara, pero los ojos de L se habían abierto desmesuradamente producto del asombro que la extensa perorata de su contrario ocasionó. Muchos pensamientos se deslizaron por su pensamiento que no era más que una telaraña dispersa para entonces, hilos e hilos de ideas inconexas e indescifrables. Light. Amigo. Light insistía una y otra vez. Kira. Light preocupado. Caliente. Se trataba de él pero nada tenía lógica ni para él mismo, no era una posibilidad el que para Light si la tuviera.

La habitación era un manto oscuro, recreación de la noche que se tomaba la ciudad por completo en el exterior. El silencio una triste orquestra. Se estaban mirando y L supo a lo que Light se refería cuando sintió el impulso de desviar la mirada. Tuvo miedo. Por primera vez en mucho tiempo, L tuvo miedo. Desvió la mirada.

—No importa. No me he encontrado bien últimamente —musitó por fin.

—No me fastidies, .  —increpó el universitario. El que lo llamase por su seudónimo de detective no auguraba nada bueno—. Mírame. ¿Que pasa? ¿sigues resistiéndote al hecho que te caigo bien porque crees que soy Kira y te acabaré traicionando?

—Será mejor que duermas.

En un gesto violento Light lo agarró por el antebrazo y lo obligó a girarse. Hubo una colisión de miradas, planetas en potencia y un temblor descendió por el cuerpo de Ryuuzaki hasta la pelvis ante la apabullante irritación de Light, quien se hallaba muy cerca, demasiado cerca.

—No me toques los cojones, Ryuuzaki.

Incómodo, mas lejos de sentirse intimidado por el habitual vocabulario malsonante de Light cuando este perdía los nervios, L lo apartó suave pero firmemente. Se sentó de cuclillas, encarándose al lado contrario, y su tono fue terminante cuando habló.

—Descansa, Light.

Oyó un resoplido pero lo dejó pasar. Minutos después la habitación era un hervidero del más insano silencio.

 

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Cuando los rayos del sol a duras penas se entrelucían tras el cielo grisáceo de la urbe, y la mitad de la población aún gozaba de las últimas horas de sueño, él se dirigía, impoluto, hacia el cuartel de investigaciones; L silencioso a su lado, manos hundidas en los bolsillos. Se habían retrasado unos minutos esa mañana entre el desayuno y que se le habían pegado las sábanas, por lo que los demás ya debían de haber llegado.

Tomó la iniciativa y pulsó el botón de apertura de la puerta metálica, que sonó con un descarriado “click”. Si tenía que esperar a que el otro hombre le diera iba apañado. No había dicho ni los buenos días, el muy jodido, los tenía que tener muy bien puestos para hacerse el ofendido cuando el único que se había comportado como un chiquillo era él. De hecho, estaba seguro de que ni siquiera había dormido, pero no se molestó en despertarle cuando a Light se le pasó el despertador.

Entró en la sala sintiéndose un tanto abatido. De un rápido vistazo se hizo con el panorama: Matsuda leía el periódico en un rincón del amplio sofá mientras discutía diversos puntos con Mogi; Aizawa terminaba de hacerse su indispensable café de cada dos horas; Watari no estaba; y su padre se frotaba la frente insistentemente como si le diese vueltas a algo importante. Saludó a unos y a otros, y ya se disponía a sentarse en su sitio cuando su padre le llamó.

—Light.

—Dime. ¿Todo bien, papá? —preguntó.

Soichiro echó una rápida mirada a Ryuuzaki, que esperaba rascándose el estómago junto a ellos, luego la enfocó de nuevo en su hijo.

—Se que es una molestia dada la situación, pero creo que deberías ir a ver a tu madre y a tu hermana pronto. —Una tos flemática le detuvo—. Ah.. Decía, sí, hace unas cuantas semanas que no te ven y están preocupadas. También sería agradable que las llamarás más a menudo. Siento molestarte con ello, hijo.

—Oh… —Por un momento no supo qué decir—. No, tienes razón. Especialmente por mamá, conociéndola debe estar bastante preocupada.

—Las dos lo están.

La firmeza y resolución con las que lo afirmó provocaron un malestar interno en Light. Un gorjeo de culpabilidad justo en la boca del estómago.

—Lo haré, descuida, papá. —Se giró hacia Ryuuzaki y, tragándose su orgullo, preguntó— ¿Te parecería bien acercarnos hoy por la tarde, solo un rato a tomar el té?

Este, aparentemente distraído, asintió con un cabeceo seco al que le siguió un <<Mientras no haya contratiempos…>> murmurado. Light asintió en respuesta y volvió la vista hacia su padre que, de nuevo, rompía en un ataque de tos.

—Ay, jefe, tiene que cuidarse esa tos —dijo Matsuda, dejando el periódico sobre la mesa baja—. Vaya al médico.

—No, solo es un resfriado, estoy bien.

Light frunció el ceño

—Ayer no tenías esta tos.

—¿Bromeas? —exclamó Matsuda, para sorpresa del universitario—. Lleva ya así un tiempo, y es una tos gangosa. Hace un par de días le sugerí de acercarnos a una farmacia a la salida para comprar algo pero… ¿qué quieres que te diga, Light? Tu padre es tozudo como una mula.

—Si, y la tos es lo más jodido de los catarros.

Lo dicho por el policía más joven y la consiguiente aseveración de Aizawa no hicieron más que demostrarle hasta qué punto llevaba distraído los últimos días. No solo con el caso Kira, por desgracia, sino que también con cierto detective que en ese momento observaba a su padre estornudar ensimismado. Consternado, Light se preguntó cómo pudo no haber notado semejante catarro.

—Vamos, no os lo tenéis que tomar a la valiente —restó importancia Soichiro, dirigiéndose a examinar unos informes—. Hay cosas más importantes.

Fue a replicar pero Ryuuzaki le tomó la delantera.

—Tampoco hay que tomarlo a la ligera y, créame Sr. Yagami, no me sirve de nada la ayuda de un hombre que debido al resfriado, la mucosidad y la tos, sufre, con un 95% de probabilidad, o un embotellamiento mental o un dolor de cabeza. —Sus palabras, directas e impiadosas, dejaron a todos parados en sus sitios. Light percibió lo que le pareció un suspiro escapar de la boca de su contrario antes de que agregara—. Haga el favor de ir a por medicamento ahora, como ya he dicho: una buena salud es importante. De otra forma no será capaz de exigirse lo suficiente. —Volteó hacia Watari que acababa de entrar—. ¿Quedan de esos helados de fresa?

Sin una hacer ninguna acotación el hombre desapareció un momento para volver, asombrosamente rápido, con el reclamo del detective en un reluciente plato.

—Gracias.

Soichiro, paralizado sobre sus talones mientras contemplaba el intercambio, suspiró y agarró abrigo y cartera.

—Vuelvo en un momento, entonces. Gracias, Ryuuzaki.

Tras pasar la sorpresa inicial por la insólita amabilidad del detective y su total naturalidad después, todos le mandaron sonrisas alentadoras al hombre que ya salía por la puerta. A diferencia de Light, quien mantuvo los ojos en L de forma permanente, confuso por su gesto. Todavía más confuso de lo que ya de por sí estaba con respecto a su persona. Esperó que lo mirara de vuelta y así intentar sondear una pista en la profundidad de su mirada. Pero le fue imposible, pues este ya se había encallado frente al PC dispuesto a hacer como si no hubiera nadie más entre esas cuatro paredes. Light estiró el cuello a ambos lados, destensando, y se sentó también.

Cuando Soichiro regresó, unos minutos más tarde, Light se levantó un momento para supervisar que se tomase la medicina y que esta fuera la indicada. Después de eso se centraron exhaustivamente en sus respectivas tareas, no hubo conversaciones insulsas de por medio ni ningún otro contratiempo. Watari vino como un fantasma, trajo consigo el dulce de turno para Ryuuzaki y se fue sin más. Light no lo hubiese notado de haber estado concentrado en los dichosos números estampados en su monitor, mas no lo estaba. Por más que tratara y tratara de detener el flujo de pensamiento que lo conducía una y otra vez hacía el hombre de cabello oscuro, todo intento era en vano. Le intrigaba, joder si le intrigaba el detective de los cojones con delirios asociales. ¿Alguien podía explicarle que le pasaba? Porque Light no tenía ni puta idea. Por haber, razones había muchas para que Ryuuzaki le hubiera vetado la palabra de un día para otro, pero ninguna de ellas encajaba en lo lógico y realista.

Se cruzó de brazos y piernas, en una pose completamente despreocupada y mirada perdida en la pared mientras repasaba los últimos días. L lo había encadenado a él porque pese a todo seguía sospechando que Light era Kira. Habían tardado en habituarse él uno al otro, especialmente él debido a las múltiples excentricidades del detective, el cual para más índole cayó en depresión. Hubo momentos tensos, nada del otro mundo tratándose de ellos. hasta que llegaron a los golpes porque Ryuuzaki había dicho que quizás quería que él fuera Kira… No, mejor no ir por ese camino. El caso era que pese a sus constantes disentimientos habían logrado algo: encontrar semejanzas que los volvía únicos para comprenderse el uno al otro. Él se había esmerado en ganar la confianza y amistad de Ryuuzaki, qué le había llevado a ello exactamente no era necesario preguntárselo, pero había tenido gestos, detalles, como lo de la cerveza dulce, para con él. ¡Si hasta le había llevado a su sitio secreto! Nunca había llevado a nadie en su vida; era vergonzoso. Aquel día de descanso estuvo bien, rememoró Light. Algún que otro contratiempo, alguna discrepancia de opinión; Típica insinuación de L acerca de su presunta culpabilidad. Pero todo bien, al final, antes de irse a dormir, Ryuuzaki parecía incluso ablandado, y al día siguiente “Adiós y muy buenas”. Todo se había torcido sin motivo aparente.

—Tierra llamando a Light —probó Ryuuzaki, por tercera vez.

Oír su nombre le sacudió todas las ideas. Cuando miró a su alrededor, parpadeando, notó que varios pares de ojos le estaban observando entre curiosos y divertidos. Oh…

De un barrido de brazo abierto, se hizo con la situación.

—Perdona. Dime.

Sus ojos como lunas oscuras lo escrutaron por un breve espacio de tiempo antes de hablar.

—El tema de Misa. Me veo en la obligación de volver a insistir.

Light pensó, mientras de fondo oía a Matsuda cotillear acerca del posible origen de su distracción, que Ryuuzaki tenía que ser muy caradura para seguir empecinado en utilizar a Misa después de la rotunda negativa que le dio. Más aún después de su infantil comportamiento recientemente.

—Mira —articuló, escalofriantemente paciente, <<me estás sacando de mis casillas>>, estuvo tentado a decir—, si quieres utilizarla de esa manera puedes hacerlo. Es sencillo: no cuentes con mi apoyo y participación. Estoy seguro que eres lo bastante eficiente como para buscar la forma de persuadirle. —Luego, para sí mismo añadió— No es que tenga muchas luces la mujer…

—Descuida, Light, está todo pensado. No obstante era preferible tener tu aprobación. —Hizo ademán de decir algo más, pero solo pronunció la primera sílaba antes de girarse hacia uno de los demás, que observaban expectantes el intercambio de opiniones—. Aizawa, ¿como ha estado Misa estos días? ¿histérica, calmada? Ilustrame.

Light vio al aludido abrir y cerrar la boca a la vez que trocaba una dudosa mirada con Matsuda.

—En realidad… —Aizawa frunció el ceño y carraspeó—. Lo cierto es que no ha salido de la habitación desde aquello.

—¿¡Desde que mi hijo rompió con ella?!

A la intervención exaltada de Soichiro le acompañó una tos ronca.

—Sí, me temo que… no está muy bien.

Para ser sinceros, no había pensado mucho en Misa y en cómo podría encontrarse tras el fracaso, si es que se podía considerar fracaso, de su relación novelesca. No sentía pena. Más bien se cuestionaba el porqué de tantas sandeces.

Matsuda movió la cabeza de un lado a otro.

—La pobre Misa—Misa está destrozada. Le he llevado montones de revistas de esas que le chiflan... —Gesticuló con las manos ampulosamente— ¡...pero nada! Ni las ha tocado.

Estuvo a punto de decirle al tonto de Matsuda que no le dirigiese esa mirada de circunstancias, porque él no quería saber nada de las nuevas aficiones de Misa o de su estado anímico. Una cosa era no querer ponerla en peligro, otra muy distinta ablandarse por su berrinche caprichoso e inmaduro.

Aún así, se dijo que debía mostrarse indulgente.

—Trataré de hablar con ella más tarde. A ver si se le pasan las tonterías.

Aizawa suspiró, hastiado, manifestando su acuerdo con lo dicho por él.

—Sin embargo, no será necesario que hables con ella, Light.

Ryuuzaki. Varios pares de ojos voltearon hacia el detective.

—¿Qué?

Light, atónito.

—No debes tomarte tantas molestias por alguien como ella —retrucó el escuálido hombre; el tono con el que habló, aunque impasible como de costumbre, fue frío y tajante.

Tras lo que se le antojó como un silencio estúpido, Light no pudo evitar repetir:

—¿Qué?

—¿Se te han atrofiado las neuronas?

—Por el momento no, pero conviviendo contigo no tengas demasiadas esperanzas de que salgan impunes —respondió, con acritud.

—¿Enserio? Creí que te daba guerra.

La forma en que L entonó el último comentario, modulando los graves y rompiéndolos ligeramente, pasó desapercibida para el joven universitario, quien estaba demasiado ocupado dominando la creciente furia en su interior.

—¡No paran! —profirió Matsuda—. Jefe, de verdad que son como el agua y el aceite.

—Vamos, vamos, no empecéis. —Aizawa hizo ademán de acercarse, advirtiendo tormenta.

—Eso, Misa—Misa solo está dolida, como es normal. Tampoco hay que montar un circo de todo esto, chicos.

—¡A callar! —atajaron Light y Ryuuzaki, sin siquiera dedicarle un vistazo.

Matsuda se quedó patitieso y con un mohín compungido en su cara, uno que gritaba que lo dejaran de menospreciar así. Pero ellos, inteligentes, depredadores, mentes brillantes, no se sacaban los ojos de encima y absolutamente NO estaban por algo que no fuera el otro. No importaba que estuvieran dando el espectáculo frente a sus compañeros. Al menos a Light, que no se contuvo, no le importaba.

—¿¡Me vas a decir de una vez por todas que te ocurre!?

Ahogándose en una parsimonia que a Light le ponía los nervios de punta, Ryuuzaki se relamió los labios y no hizo pretensión alguna de ir a decir nada.

Frunció el ceño.

—¿No? Perfecto. —Tiró del cuello de su camisa, tratando de inculcar raciocinio en el manojo de pensamientos confusos en el que se veía convertido— ¿Es todo esto por celos? ¿Acaso te gusta tanto Misa?

El detective arqueó las cejas, escéptico.

—¿Te das cuenta de que tus palabras rozan lo absurdo y perforan lo irracional? —inquirió.

—No veo por qué. Dijiste que te parecía atractiva.

—Es tonta de remate. —Lo de Ryuuzaki era simplificar.

Y, si bien Light daba fe que así era, siempre estaba la pequeña posibilidad. Ese 1%, por muy minucioso que fuera, de que el hombre albergara verdaderos sentimientos o una fuerte atracción por la exitosa modelo… Suspiró. Totalmente descabellado si le dedicaba dos pensamientos.

Había una sobrecarga de rigidez y emociones negativas en la atmósfera, que la transformaba en un entorno incómodo, fatigoso. De esos de los que quieres salir huyendo, estirando tus extremidades cuán largas sean con tal de escatimar segundos.

Como conclusión, Light, cansado ya de discutir y cayendo en la cuenta de que con todo el cuartel general —su padre incluído— como espectadores no era la mejor opción, lanzó un último y lacerante vistazo Ryuuzaki, se sentó en su lugar —del que en algún momento se había levantado— e inspiró profundamente en pretensión de aflojar tensiones. Casi pudo adivinar las expresiones perdidas de todos a su espalda. O el hecho de que el asiento de Ryuuzaki se había desplazado unos centímetros en virtud del firme, e involuntario, tirón de Light a la cadena.

Lo que no pudo adivinar, fue que al otro todavía le quedaba un gol que encasquetar.

—Además, tengo que confesar que ya no estoy convencido de las inclinaciones que le testifiqué a Misa por videoconferencia hace unas semanas —declaró Ryuuzaki.

Tanto fue el asombro por la naturalidad con la que lo soltó, en un volumen diestramente medido de modo que solo Light lo escuchara, que este, contrario a las diversas reacciones que pudo haber tenido, a duras penas atinó a guardar silencio, haciendo oídos sordos a una realidad que no tardaría en desbaratar todos los esquemas y cimientos en los que hasta entonces se había sustentado su vida.

Esa tarde no fueron a casa de los Yagami, tal y como se dijo por la mañana. No obstante, Light prometió a su padre, en el rellano del primer piso cuando Apolo hacía horas que había decaído, ir al día siguiente sin opción a segundas evasivas o pretextos de ningún tipo. En la habitación, Ryuuzaki y él no hablaron más allá de este y aquel otro comentario insustancial que no correspondía, ni de cerca, a las cavilaciones reinantes en sus activas cabezas. Nada más tocar el colchón, se produjo un efecto somnífero que arrastró a Light a un sopor profundo.

 

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Hacía buen día. Presumiblemente soleado para la época. Era pasado el mediodía y Light hubiera apreciado dar un paseo hasta su casa para bajar la comida. Ahí estaba, sin embargo. Acomodado en un lateral de la lujosa limusina negra, la ventanilla a medio bajar y la vista clavada hacia afuera contemplando el discurrir ininterrumpido del ir y venir urbano. Humo. Contaminación acústica. Hipocresía. Hegemonía de los ineptos. Vileza y despreocupación del día a día. Viendo como estaba el panorama mundial, muy a su pesar debía admitir que podía comprender al Kira genuino, su lógica y determinación. Distaba, no obstante, del método empleado por el asesino.

—¿Joven Yagami, es la siguiente desviación?

La pregunta formulada desde el asiento de conductor lo retrajo de sus pensamientos.

—No, es esta —indicó.

Watari pegó un volantazo que hizo trepidar el vehículo al encimarse, por un momento, en el bordillo del pavimento. Habiendo salido de una de las amplias avenidas céntricas, una de esas que prácticamente recorrían la ciudad de punta a punta, tomaron una constante retahíla de bifurcaciones que conducían a un barrio abierto, luminoso y notablemente adinerado. El camino, empedrado, estaba flanqueado por hileras de árboles de copioso follaje en decadencia invernal y, tras ellos, las viviendas se sucedían una tras otra. Elegantes en su sencillez, todas contaban con un mínimo de dos plantas. Como era el caso de la de los Yagami.

Una vez aparcado el vehículo, Ryuuzaki, bajo ultimátum de Light, despidió al anciano hombre alegando que hacía tiempo que no hacía ejercicio. La hermana del japonés nada más escuchar el ruido del motor había salido disparada como un rayo a abrazar a su consanguíneo, esgrimiendo una amplia sonrisa en sus aniñadas facciones y <<Jo, Light, te extrañado un montón>> y <<¡Los deberes de Filosofía son súper difíciles!>>. Sachiko, aunque más comedida, tampoco se había quedado corta.

Las presentaciones se llevaron a cabo de forma escueta y sin demasiados aderezos. Ryuuzaki y la madre de Light fueron cordiales; Sayu ni siquiera se molestó en disimular el sentimiento de recelo profesado hacia el detective, así como no disimuló la bizarra fascinación por ver a dos hombres encadenados. Fascinación que turbó a Light al relacionarla con la dudosa, y concienzudamente omitida, declaración del detective el día anterior, que dicho sea de paso continuaba sin catalogar.

—He preparado té de Sakura, flor de cerezo, ¿es de tu gusto Ryuuzaki? —La mujer depositó sobre la mesa una bandeja, sobre la cual reposaba un tradicional juego de té de porcelana oscura— Si no puedo apañar algo más. —Meditó— Creo que nos quedaba té Matcha, y...

Ryuuzaki se vio graciosamente apurado.

—No es necesario, el Sakura es perfecto —dijo—. No quiero causar molestias.

—¡Oh! Pero no es ninguna molestia. —Extendió la vasija humeante en su dirección—. Solemos hacer de este porque a mi hijo le encanta, de pequeño le hacía ascos con la cara cuando su padre lo tomaba pero en su adolescencia, si no me equivoco en su quinceavo cumpleaños, le hicimos creer que era sake, ¡y le encantó!

Negó con la cabeza al tiempo que suspiraba por las ocurrencias de su madre. Mala idea aquella de juntar dos mundos completamente diferentes de su vida, no le apetecía ser el objeto en la mira de las convencionales charlas familiares en las que el individuo invitado es fustigado con vicisitudes de la infancia. Tomó su propio té y le dio un sorbo.

—En realidad tenía perfecta conciencia de que era Té de flor de cerezo —aclaró Light. Si tenía que guiarse por el semblante críptico de Ryuuzaki no podía asegurar que este le creyese.

—¡No seas vergonzoso, Light! —Sayu, que había desaparecido por el hueco de la escalera hacía unos minutos, arrastró una silla y la situó cerca de ellos para seguidamente acodarse sobre la mesa y recostar la barbilla en las manos—. Entonces, ¿nunca os quitáis las esposas? ¿y como os lo montáis para ducharos? ¿dormís en la misma cama?

A la primera pregunta Light fue digno de fotografía, el líquido rosado escupido sobre la mesa también. Tosió con fuerza y, si hubiera sido otra persona y no su hermana, la hubiera fulminado con la mirada. La exclamación escandalizada de su madre apenas la escuchó.

El brillo vivaracho reflejado en los ojos de la adolescente, mudó en un, mohín burlón de falsa pena.

—Jopeta, ¿que pasa? Tengo curiosidad.

—Es muy comprensible dado que no es una situación que te encuentras a menudo —dijo Ryuzaki.

Light hubiera creído que el detective se habría alterado aunque fuera un poco con la franqueza de su hermana, pero fue patente su gran equivocación al escucharlo hablar con temple y mofosa inocencia. En un extraño estado de clarividencia, se preguntó si alguna vez dejaría de errar en sus deducciones al tratar la escabrosa maraña de reacciones, emociones y pensamientos que conformaban la psicología del otro hombre.

Los párpados de Sayu se entornaron en una recelosa mirada dirigida única y exclusivamente al detective. A Light no le pasó desapercibida, pero tampoco era una sorpresa saber que la chica sentía tal animadversión.

—¿Y bien? —Hizo uso de una insolencia íntegra de la pubertad—. Así que os acostais juntos.

Fue más una afirmación que una pregunta. Light decidió echar el freno en ese mismo instante aprovechando que su madre había ido a atender una llamada.

—Ya basta, Sayu. Tu y yo sabemos que no te estás comportando de forma adecuada.

ㅡ¡Pero, Light…! —pretendió reprochar sin éxito.

—Es de mi de quién estás hablando. Encima delante de mamá.

Vio como su hermana desviaba la vista.

—Pero no es nada malo… —musitó.

Notó los ojos apabullantes y negros de Ryuuzaki fijos en él; suspiró y trató de ser selectivo con la elección de palabras.

—¿Estamos discutiendo si es moralmente correcto? —preguntó, buscando la mirada de su hermana—. Lo único que he dicho es que tu comportamiento está siendo de mal gusto e, aparcando el que sea más o menos correcto, tú sabes muy bien que lo que has dicho y buscado insinuar es mentira —dijo.

—No quería molestarte por un día que vienes a vernos...

La chica ya se veía merecidamente acongojada y las cuencas de los ojos tenían un destello acuoso, por lo que Light, suavizando el tono, le puso el punto a la “i” con una última acotación.

—Estoy seguro que a mi no, pero a alguien le debes una disculpa.

Ryuuzaki, que había estado centrado en su té, como una muestra de respeto y de ofrecer privacidad para la pequeña riña causada por el berrinche de la joven, volteó hacia Light. Sorprendido, abrió un poco los ojos cuando Sayu se dirigió a él con las mejillas encendidas.

—Lo siento, Ryuuzaki... No debí decir las cosas que dije —masculló, las palabras pesadas en su boca.

Él parpadeó.

—No pasa nada. Tu misma lo has dicho, no es nada malo —removió la cucharilla en el té—. Además, comprendo cómo te sientes, soy la figura que ha apartado a Light de tu lado y que lo acusa de ser un asesino, tu comportamiento es lo mínimo de esperar. —Hizo una pausa y añadió— Aún más a tu edad.

Divertido, Light contempló a su hermana inflar los cachetes medio enfurruñada, y sintió, con una mezcolanza de ironía y extenuación, como su enfado con su compañero iba revirtiendo, hasta distorsionarse en una emoción extraña en la cual, para su propio asombro, dominaba una acuciante necesidad por hacer las paces con él. ¿Desde cuando funcionaba así? Él nunca se había visto entre la espada y la pared por reconciliarse con nadie, no con esa desconcertante sencillez.

<<Quizás>>, pensó <<es por eso del mutuo entendimiento, de no sentir que hablamos de cosas diferentes como me sucede con el resto de la gente>>.

Después del reciente altercado, Sachiko no se demoró demasiado en unirseles. Su rostro era el epítome de la exasperación.

—Que pesados los de Telefónica —se quejó—. Se enrollan más que las persianas y me sabe mal dejarles con la palabra en la boca. —Sirvió un poco más de té en cada taza—. Pero mira que son inoportunos —añadió.

Light rió suavemente y comentó:

—Tómatelo con calma, mamá.

El resto de la tarde transcurrió sin mayor trascendencia. Para su desgracia, si terminaron hablando, en su mayoría, de diversas anécdotas de lo más pintorescas acerca de los “años mozos” del primogénito de los Yagami. Ryuuzaki no se explayó demasiado, sino que permitió que madre y hermana se deshicieran en chistosas remembranzas, mientras que él se limitaba a apostillar esto y aquello, o a preguntar de forma estratégica cuando creía conveniente ahondar en más detalle para su propio deleite.

A Light no le molestó.

Cuando por mutuo acuerdo decidieron que había llegado la hora de regresar al cuartel, Ryuuzaki observó, lo más apartado que le permitía la cadena, y con una incipiente incomodidad desgranándole el estómago, como Light se despedía de las dos mujeres entre abrazos y promesas de cuidarse. Advirtió que el japonés no se sentía confortable en esa abierta expresión de cariño; y sospechaba que no era solo por su presencia allí, dudaba que fuera diferente en privado. No obstante, se manejaba bien, agradable con tal de contentar en cierto modo a sus seres queridos.

Tragó en seco; sus manos ocultas en el interior de los bolsillos cosquillearon.

Le había dado muchas vueltas. Muchísimas. A Kira. Al caso. A su implacable intuición, la de la experiencia, que le instaba a desconfiar de Light sin remordimiento; a su otra intuición, una más humana y joven, que le susurraba incansablemente si acaso era ciego. Si no veía que en ese Light de ojos dorados como soles, puros, no había cupo para mentira alguna. Sintiéndose desasosegado, contempló como el objeto de sus reflexiones se inclinaba sobre el oído de su hermana. La expresión plasmada en su rostro hablaba de complicidad y secreto.

Se llevó un pulgar a la boca, intrigado al ver en Sayu un matiz sorprendido.

<<¿Qué le habrá dicho?>>.

El trayecto de vuelta no fue apresurado, y, contrario a lo que hubo temido, la presión había desaparecido. No se sentían comprometidos a decir algo solo por llenar el vacío. El silencio. Por lo que restó en un camino de lo más agradable; al menos si hacías la vista gorda ante la diversificación de especulaciones que los transeúntes, por las miradas que les echaban, se estaban figurando acerca de ellos. Ryuuzaki recién se percataba de que, tal vez, había actuado de forma demasiado peculiar tras el día de descanso. No había sido adrede. Se sentía expuesto y confuso, nervioso con su sola presencia, y había optado por recluirse en su burbuja a la menor oportunidad.

Soltar a Light la bomba, inmisericorde como un aguijón venenoso, había sido una maniobra con espada de doble filo. Como hubo esperado, insinuar que tal vez no le gustaran las chicas había tenido un efecto retroactivo en el universitario, quien de forma inmediata había pasado de manifestar su irritación a los cuatro vientos a encerrarse en un hermético mutismo. Pero también suponía quedarse prácticamente en cueros ante él.

Light se detuvo frente al colosal edificio del cuartel de investigaciones. L frenó en seco; la cadena resonó cuando las esposas entrechocaron.

Desde esa perspectiva, no pudo evitar apreciar como el lacio cabello castaño, influído por el viento, acariciaba la piel del cuello. Más abajo, una amplia espalda captó su atención.

—Aún deben estar dentro. —Miró el reloj de pulsera—. Las siete y media.

—Hm…  —No sabía muy bien qué quería decir Light con eso.

De pronto, perdió la fantástica visión para encontrarse con una mejor. Los cálidos y ambarinos ojos le miraron.

—¿Cuanto crees que avanzaremos hoy en la investigación desde ahora, al subir, hasta la hora de plegar? —preguntó Light.

L parpadeó y lo pensó un momento.

—Es una pregunta complicada. Supongo que te diría que no gran cosa, pero a veces cuando menos lo esperamos hay un golpe de suerte.

—¿Pero lo más lógico es…?

—Pues… —Vaciló, sin perder de vista a Light—. No te sigo. ¿A dónde quieres llegar? Justo ahora, admito que estás haciendo un gran trabajo al confundirme.

Light soltó lo que pareció una risa nerviosa, crujió su cuello a derecha e izquierda y tecleó un número en su móvil.

Olvidando temporalmente lo surrealista del hecho de que aquella fuera su primera conversación decente en unos días, y con demasiada materia pendiente, Ryuuzaki ladeó el cuerpo unos centímetros tratando de mirar.

—¿A quién llamas?

—Aguarda.

—Sí.

Ryuuzaki no podía adivinar lo que pasaba por su mente. ¿Sentía asco por la insinuación acerca de una posible atracción hacia los hombres? Temía la respuesta. ¿Le causaba confusión? Le preocupaba su opinión, pero era justamente eso, que tuviese en tal consideración el parecer de Light, lo que le traía de cabeza. Porque había comenzado a sentir cosas, cosas extrañas, como mariposeos, como bamboleos en su caja torácica cuando el otro estaba cerca.

Light había pasado de la víctima que no entiende porqué es ignorado, a cabrearse sin entenderlo tampoco, a, ahora, lucir mucho más relajado. Aunque L dudaba que su sosiego fuera porque lo hubiera comprendido ya.

—¿Papá? Soy yo.

Abrió los ojos al escucharlo. ¿Para qué llamaba a su padre si este estaba a un minuto de distancia?

—No, no ha pasado nada, no te preocupes. —Hizo una pausa—. Mamá y Sayu están bien, si. Hemos estado tomando el té y me han avergonzado con anécdotas de la infancia, con total probabilidad Ryuuzaki me habrá chutado del pedestal. —Sus ojos se cruzaron un segundo que hizo vibrar cada célula de Ryuuzaki. Light rió—. Si, escucha, nosotros no iremos directamente al cuartel de investigaciones, espero que no os importe.

¿Pero que estaba diciendo? Si se hallaban frente al edificio. Desconfiado, expectante a su pesar, entrecerró los ojos.

<<¿Qué estás planeando, Light? ¿Tiene esto algo que ver con Kira o simplemente…?>>.

—Ajá, podéis tomaros la libertad de plegar antes hoy. Palabras textuales de Ryuuzaki. —Jugueteó con su pelo, cabizbajo—. De acuerdo. Nos vemos mañana, entonces. Adiós.

Colgó y guardó el aparato con un rápido movimiento. Luego se volvió hacia Ryuuzaki, a quien se quedó mirando unos segundos con una vacilante expresión en sus apuestas facciones.

—La suplantación de identidad es un delito y tú lo haces justo en mis narices —hizo notar Ryuuzaki.

—Soy tu sospechoso número uno. —Se encogió de hombros como si eso lo explicara todo—. Vamos —dictaminó.

—Me parecía recordar que estabas enfadado… —Tenía que ganar tiempo, tiempo para hilvanar aquella Odisea de sucesos inesperados—,  ¿me confundí?

—Aún lo estoy. En parte. Por eso quiero… No, espera, no quiero. Por eso me debes una explicación. —L abrió la boca y elevó las cejas, socarrón. Light, haciendo acopio de paciencia, aclaró— A mi no me puedes engañar, no por mucho tiempo al menos. Sé que me aprecias y que la única razón por la que no me consideras tu amigo es por tus sospechas acerca de Kira. Pero… Me di cuenta el otro día, en la playa, viendo “El club de los poetas muertos” también; Todo eso es secundario.

—Debe ser una de mis excentricidades, como tu las llamas, pero por mi parte no veo secundario el que seas un asesino —increpó Ryuuzaki.

—No me refiero a eso.

Comenzó a caminar. L no las tenía todas consigo, pero lo siguió, consciente de que no había alternativa posible. No cuando sus siguientes palabras calaron con tanta fuerza bajo su piel, atravesando sus órganos.

—Lo que quiero decir es que somos únicos, Ryuuzaki. No hay nadie que te comprenda como yo y viceversa. No importa si yo soy Kira y tú eres L, mientras solo sean especulaciones y no hechos me tendrás el respeto que merece un amigo. Porque aunque te lo niegues... ya hace tiempo que me consideras tu amigo.

Solo podía apreciar su perfil, dado que Light avanzaba hacia el frente empecinado como una mula. No obstante, se percató de la tensión en los músculos de la cara, en la forma en que su boca era una línea firme y en el tono inhumanamente sereno que utilizó al hablar.

—Resulta inesperado lo sentimental que eres, Light.

Fue un reproche y no lo fue. Sus piernas deslizándose por inercia tras el universitario. Muchas dudas en la cabeza. Mucho de todo un poco. Y aún sabiendo a dónde se dirigían, no pudo evitar sentirse vagamente indispuesto por el borrascoso porvenir.

 

0.o.o.0.O.0.o.o.0

 

No habían pasado más de cinco minutos desde que habían llegado, abriéndose paso entre las espesas ramas del bosque que, en esta ocasión, se fundía con la noche como si fuera parte de ella. Light sintió la humedad de la superficie rocosa calar la tela de sus pantalones blancos y pensó que, de haber sabido el desenlace de los acontecimientos, hubiera tenido el miramiento de no ponerse esos que tanto le gustaban.

Contempló el paisaje justo delante de él, sin animarse todavía a mirar a la persona sentada a su lado. La última vez que fueron —Light lo llamaba el principio de todo—, el crepúsculo era la principal función, deslumbrando todo a su paso; esta vez, con el invierno cada día más cercano y teniendo en cuenta la hora, la oscuridad ya había despertado y se había hecho con el poder. Era luna creciente. Eran estrellas o una galaxia entera, desperdigadas por el cielo como pinceladas de un pintor bohemio. Era el suave oleaje de un momento de paz. Era magia y olor a mar y a libertad. Era precioso.

—Deberías dejar de actuar así.

La voz de Ryuuzaki, en lugar de romper el hechizo, tuvo el efecto de un nuevo instrumento agregado a la melodía.

Light se removió.

—¿Así como? —Guardó silencio un momento pero no recibió respuesta—. Lo sé. Pareciera que este lugar saque a flote toda la negatividad, ¿verdad? Hasta convertirlo en un remanso de paz —dijo.

Una ola un poco más alta que las demás alcanzó los zapatos de Light y los pies desnudos de Ryuuzaki; sus deportivas reposando en una roca cercana. Movió los dedos ante el frío contacto antes de hablar.

—Te gusta mucho hacerte el poético.

—Me gusta leer. Los grandes filósofos, Aristóteles, Nietzsche, Platón...

—Te preguntaría por qué me traes aquí de nuevo —interrumpió.

—¿Y porqué no lo haces?

Light pudo jurar que había escuchado a L tragar saliva por un momento. ¿Estaba nervioso? Él también lo estaba. Si alguien le preguntara el motivo no sabría qué respuesta ofrecer, no que fuera certera y sincera consigo mismo.

—Temo la respuesta. —se aventuró Ryuuzaki, por fin.

Ante el temblor en su voz, una duda marcada que nunca antes había creído apreciar en él, Light volteó a mirarlo y lo encontró con la vista clavada en el firmamento. La iluminación de la luna y las estrellas, tal cual marfil intangible, caía sobre la piel nívea de su rostro, cuello y manos. Lucía casi fantasmal.

—Creo que… No estás tan equivocado, Light. Sospecho de ti, estoy hecho un lío por primera vez en mi vida. Y eso me asusta, en especial cuando… —Pareció tomar aire y admitió—...eres el primer amigo que tengo.

El universitario abrió y cerró las manos, tratando de no dejarse dominar por el enfado de los últimos días. Después de todo, Ryuuzaki se estaba sincerando con él y aquello, siendo como era el detective, era demasiado inaudito y especial como para arruinarlo.

—¿Porque actuaste como un energúmeno estos días? —preguntó—. ¿Solo por el miedo a una traición?

—Energúmeno, sí, supongo que así actué. —Se mordió el pulgar en un gesto mecánico— Soy bastante cobarde en realidad. Pero también fue por una realización.

Light arrugó el entrecejo.

—¿Te diste cuenta de algo importante?

Sin embargo, una sonrisa de esas suyas curvó sus labios hacia arriba. Sonrisa alienígena. Y Ryuuzaki, divertido, no estuvo dispuesto a ir más allá.

—No diré ni una palabra más, Light. No te debo tanto.

Entonces, Light rió, echando la cabeza hacia atrás y con la boca abierta, como hacía tiempo que no reía. Por lo visto, eso desconcertó al otro hombre.

—¿Qué es tan gracioso?

—Tú, Ryuuzaki, tú.

—¿Yo soy gracioso? —Y alzó ambos brazos, los agitó de un lado a otro por encima de su cabeza. Se veía de lo más ridículo—. ¿Me iría bien en un circo? Nunca me he considerado gracioso.

—Si haces eso seguro que no —cortó. Empero el otro no se dio por aludido ya que siguió realizando movimientos extraños que le recordaron a Light a los que hacían algunas tribus indígenas para sus rituales. Sacudió la cabeza y dijo— Déjalo ya.

—Oh. Si. No quiero que empieces a escupir tacos como cada vez que te enfadas.

Light se sonrojó y sacudió la cabeza.

—Eres el único capaz de hacerme perder las riendas de mi mismo de esa forma. Por lo general me basta con desahogarme en mi cabeza —dijo.

—Aparentar ser demasiado perfecto tiene sus consecuencias, Light.

—Soy perfecto, Ryuuzaki.

—Finges con gran maestría la humildad frente a los demás.

No pudo reprimir una sonrisa ante lo dicho por el detective.

—He aprendido que fingir contigo solo es empeorar mi situación. Aunque, por lo visto, ser yo mismo me convierte en el Kira idóneo a tus ojos.

—Correcto. Hagas lo que hagas.

—Pues vaya.

El silencio comenzó a ganar terreno de nuevo y al mismo tiempo la noche avanzaba hacia su momento cúspide. Las penumbras eran ahora más profundas que nunca y, proveniente del bosque, de fondo, se apreciaba el “Cri-cri, cri-cri” característico de los grillos en cortejo sexual. Light se sentía raro. Turbado y nostálgico. Nostálgico por la cantidad de recuerdos que conllevaba para él estar en aquella pequeña cala, por las muchas veces que se había apalancado hasta altas horas de la madrugada en el desolado paraje. Turbado por haber traído a Ryuuzaki y por disfrutar de ello.

Su mirada vagabundeó hasta el horizonte para luego descender hasta la cadena que lo aprisionaba, la que censuraba su libertad. Y la que le unía a Ryuuzaki.

—Tus métodos son inhumanos, ¿lo sabías? —comentó y alzó la muñeca haciendo sonar las cadenas en el proceso.

—Solo lo hice porque eres tú.

—Mientes como un cosaco, Ryuuzaki. Pero me siento bipolar con respecto a ti. A veces siento que odio tu forma de hacer las cosas, otras pienso que es simplemente perfecta.

Este solo se encogió de hombros.

—A veces el fin justifica los medios. —dijo.

Light negó con la cabeza. Nunca se pondrían de acuerdo en eso. Ya hacía tiempo que se había dado cuenta. Él era de los que pensaban que cada vida cuenta; Ryuuzaki de los que no dudaban en condenar a alguien a la horca si así salvaba otras cien personas, o si así alcanzaba la resolución de un caso. Sin embargo, no se veía por la labor de batallar ese tema en ese momento. Había algo a que, pese a sus intentos por anularlo, le había estado rondando por la cabeza demasiado. Si se lo seguía callando, y no aprovechaba que Ryuuzaki estaba receptivo, le abrasaría las entrañas.

—Ryuuzaki —lo llamó. El aludido le miró de soslayo, inquisitivo—. Tengo varias preguntas que hacerte pero hay una, en concreto, que necesito que me contestes.

Sin venir a cuento, el detective enarboló un largo y pálido dedo índice. Citó:

—Un buen detective debe hallar sus propias respuestas a los males generales.

Light cerró los ojos, sintiendo que le palpitaba la sien ante la socarronería del otro. Cuando los volvió a abrir lo miró directamente.

—No hago más que intentar analizar tu comportamiento de los últimos días, incluso de antes. Había veces que, de un momento para otro, notaba tu mirada clavada en la nuca, escrutándome desde las sombras. —Se agachó para coger una piedra ovalada del suelo arenoso y la lanzó mar, tras lo cual prosiguió— Normal, hasta donde yo se. Nunca me has dejado de estudiar, con recelo y curiosidad, no me toma por sorpresa. Sin embargo, sí me tomó de sorpresa lo que me dijiste ayer —y especificó en un susurro—, por lo bajini.

Nada más terminó de decir lo que tenía que decir se percató de que se había instalado una densidad en el atmósfera, una pesadez que antes no había estado ahí. Con un creciente desasosiego como sutiles aleteos en la boca de su estómago, se giró de nuevo hacia su compañero. Se hallaba cabizbajo, rodeaba las piernas encogidas con su manos, y los mechones de pelo, negro como un millar de noches, se disparaba en todas direcciones. Light sintió la incipiente necesidad de tocar su hombro, en su lugar, insistió.

—¿Que quisiste decir?

La mirada oscura se alzó, miró hacia el ir y venir del agua y luego le devolvió la mirada.

—¿Te toma desprevenido?

Light respondió nada. La expresión del detective no varió ni un ápice, ciñéndose a su habitual falta de emoción.

—Quise decir exactamente lo que dije, ni más ni menos —dijo.

Hacía frío, iban bien abrigados pero la temperatura parecía descender con el paso del tiempo. Entendía muy bien lo que L quería decir. Estaba diciendo que era gay. O, como mínimo, que no le atraían solo las mujeres. Que se había dado cuenta recientemente. Que tenía dudas. Light no veía nada de malo en ello, creía que merecían un respeto como todo el mundo. Los homosexuales, bisexuales, pansexuales. Y aún así… no podía dejar de encontrarlo extraño. Tal vez fuese por su educación, la educación japonesa era especialmente bastante retrógrada en ese sentido. En el mundo las diferentes inclinaciones sexuales eran, si bien aceptadas por la sociedad, no normalizadas.

No obstante, lo que más le molestaba de todo aquello...

—Vaya, no lo esperaba, es decir —balbuceó— no es común. Es mejor que no lo digas ante los demás, te perderían el respeto en cierto modo. —De súbito, se dio de la soberana tontería que estaba diciendo—. ¿Que digo? Siendo quién eres, dudo que algo cambie porque algo más despunte en ti. Tus manías ya son para suicidarse.

—No estoy muy seguro de si debo tomarme bien tus palabras —hizo notar Ryuuzaki.

Lo que más le molestaba de todo aquello...

Light soltó un sonido que pudo significar cualquier cosa. Tanta labia y tanta mierda, y cuando de verdad la necesitaba las palabras se aglomeraban en el fondo de su garganta embozando el conducto por el que debieran ser expulsadas. Al final, se limitó a mover los hombros arriba y abajo.

Lo que más le molestaba de todo aquello era que hubiera comenzado a dudar de sus inclinaciones en las últimas semanas, estando ambos encadenados.

—Me has dejado en jaque —admitió.

L tomó eso como un punto y final de la conversación, aunque seguramente no era esa la intención del universitario. Tampoco veía conveniente permitirle continuar tirando del hilo en ese tema. Light era inteligente, y brillante. No tardaría en atar cabos y darse cuenta de que la verdadera bomba consistía en un secreto aún mayor y contenía más pólvora de la que podía asimilar.

<<Eso, si no se ha dado cuenta ya>> pensó, al ver su mirada dorada perdida. Casi era capaz de oír el ruido de los engranajes de su mente al ejercer su función. Analizando, como él mismo había admitido antes, cada pista, cada movimiento, cada desliz, cada mirada, hasta dotarlos de un significado en común que le llevase a la respuesta. Solo el hecho de que ni él mismo, L, entendiera la naturaleza de sus recién anidados sentimientos, le brindaba la frágil esperanza de que el otro no se percatara.

Como un títere que es consciente de sus actos pero no los mide, apartó los ojos de la luz reflectante en el mar para toparse con los de Light. De alguna forma, estaban cerca, antes no lo había advertido, pero se habían sentado considerablemente cerca. Y, desde esa distancia, pudo ver el destello de la comprensión flamear el oro de orbes amieladas. Su pecho se contrajo. Asustado por sentirse demasiado humano y porque fuera Kira quien lo provocaba, soltó lo primero que le vino a la cabeza.

—¿Sabías que el oro fundido era de los minerales más reclamados en el pasado?

—¿Lo dices por el color de mis ojos? —susurró, medio ido; el aliento hizo cosquillas a Ryuuzaki en la cara. ¿Tan cerca estaban?

Se estaban mirando a los ojos y de repente las pupilas de Light, pequeñas como pepitas, se movían con lentitud de un lado a otro mientras escrutaba su rostro al completo. Ante tal inspección, sintió que podría atragantarse hasta con la garganta seca, sin una gota de saliva. ¿Porque el ambiente estaba siendo acogido por ese aire íntimo, y extraño, que no venía a cuento? Haciendo acopio de una franqueza intrínseca en él y, pensando que el tiempo que llevaban mirándose a esa distancia era más del atribuido como “normal” por la educación japonesa y no-japonesa, preguntó:

—¿Quieres besarme, Light?

El aludido despertó de su ensoñación y se alejó como movido por un resorte.

—¿Pero qué dices? —Sonaba alterado e, incluso en la oscuridad, Ryuuzaki pudo distinguir que las mejillas se le habían encendido como dos linternas—. ¿Te has vuelto loco?

—Puede ser. Porque yo sí quiero —confesó.

Y se inclinó sobre él y lo besó con suavidad. Tentativa pero firmemente.

Light abrió los ojos hasta que estos casi se le salieron de sus órbitas; L lo atrapó de la nuca y presionó el beso, a la vez que cerró los ojos mientras sentía que se abandonaba a aquel acto tan loco como arrebatador. Los labios de Light eran cálidos y húmedos, y tenerlos sobre los suyos le hacía sentir con las emociones a flor de piel, algo completamente nuevo para él.

Entonces lo supo. Que estaba perdido.

Porque no sabía cómo manejar lo que sentía por Light sin dejar de ser L.

 

Notas finales:

¡Eso era todo!

¿Que pasará ahora? ¿Light se horrorizará? No parecía demasiado horrorizado, pero está claro que sus sentimientos no son los mismos que los de L.

Por otro lado, ¿L cederá? ¿Que pasa con sus sospechas acerca de Light? ¿Irán disminuyendo, aumentarán? 

Y nuestro querido y odiado Kira, ¿cuando hará acto de presencia?

;) nos vemos en la proxima actu, chicas y chicos.

Un beso fortissimo.


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