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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¡La tercera parte! Espero que os guste ^^

VII. Funeral

Parte III

 

Ryuuzaki abrió la puerta de control del avión privado y se adentró en la cámara del piloto, donde Watari manejaba con gran destreza aquel enorme medio de transporte. No era tan grande en realidad, al menos en comparación con los que se usaban de forma pública. Haciendo el menor ruido posible, se acuclilló como un niño pequeño en el asiento del copiloto, que iba desocupado, y se mantuvo ahí, con los ojos fijos en las nubes nocturnas que atravesaban en esos momentos, hasta que pasaron quince minutos y vio que Watari no iba a romper el silencio.

¿Colocaste las cámaras, verdad?

Por supuesto, Ryuuzaki.

Cuando estemos solos y seguros, llámame por mi nombre, por favor.

El hombre le echó una mirada de reojo, perdiendo por un momento la visión del camino.

Sí, Elle. He dispuesto tal y como me indicaste las cámaras en la habitación que compartes con Light Yagami.

Elle asintió.

¿Puedo preguntarte por qué lo has hecho? ¿no te fías del padre?

Me fío del padre, pero no del hijo aseveró a duras penas, porque le hubiera gustado que no fuese así, le hubiera gustado poder fiarse de Light más que de nadie.

Habían pasado horas desde que se había ido pero todavía sentía fuego en sus labios, en todo el cuerpo, cada vez que recordaba ese último encuentro con el otro chico. Resultaba ciertamente vergonzoso e incómodo a la par que vertiginoso, incluso si solo él lo sabía.

Desactivaré las cámaras en cuanto volvamos a Japón.

La voz de Watari fue impersonal empero anidaba un significado chirriante en ella, razón por la cual Elle se giró a verlo con suspicacia.

No tienes que quitarlas dijo, más por querer negar lo evidente que porque realmente pensara permitir que se hicieran grabaciones de él y Light.

Pero Watari no parecía querer entrar en discusiones absurdas.

Elle... suspiró. No te voy a decir lo que debes o no hacer. Solo te pido que recuerdes quién eres.

Soy L. Él es Kira. Es Kira. Sé que es Kira.

Lo recuerdo, Quillsh, de verdad.

... y que tengas cuidado. Eres humano y por ello te puedes equivocar, pero si tus deducciones acerca de la identidad de Kira fueran erradas, esta sería la segunda equivocación en toda tu carrera.

El rostro de Elle se ensombreció golpeado por las palabras de su protector. Recordaba a la perfección cuál y cuándo había sido su primera equivocación hacía más de cinco años.

Lo tengo presente.

La conversación murió en ese punto, con un asentimiento paternal de Watari como cierre. Realmente, no había mucho más que mereciera la pena hablar. Durante el resto del viaje su mente vagó entre Light y unos recuerdos un tanto más oxidados, tristes y felices, que respondían al nombre de: Sophie.

 

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Sochiro cerró la esposa alrededor de la muñeca de su hijo con un sentimiento de aprensión, luego observó cómo este terminaba de abrocharse los botones de su camisa de pijama antes de dejarse caer sobre una mullida y amplia cama de edredones de tonalidad ocre. Echó un vistazo a la habitación, era espaciosa pero sencilla, con solo unos cuantos muebles, los justos e indispensables, y una ventana rectangular en la pared perpendicular a la del cabezal de la cama.

Un suspiro cansado escapó de sus labios mientras se metía también bajo los edredones y se quedaba con la espalda apoyada contra el cabezal, la vista perdida en algún punto inconcreto. Como no tenía ropa con la que dormir, Ryuuzaki le había dado indicaciones antes de irse para que cogiera una muda de uno de los roperos de la zona sur de la tercera planta. En aquel momento, Soichiro había tenido que fingir que no se sorprendía al comprobar que aquel edificio albergaba cualquier tipo de objeto y artilugio que uno pudiera necesitar en cualquier tipo de situación.

Papá, ¿te encuentras bien?

Soichiro parpadeó, volviendo a la realidad al escuchar la voz de su hijo dirigiéndose a él.

Sí, Light, no te preocupes. Se masajeó la sien tratando de despejarse. Así que esta es la habitación donde estás durmiendo.

El chico se encogió de hombros con indiferencia.

Es un lugar agradable dentro de lo que cabe. Podría ser peor.

«Sí, podría ser peor, podría tener a mi hijo encerrado en una celda.»

Soichiro casi se estremeció al recordarlo.

Por supuesto.

Aquellos días, semanas atrás, ¿un mes? ¿dos meses? No podía decirlo con exactitud. Cuando su hijo estuvo tras lo barrotes de aquella enjuta y oscura celda, altamente sospechoso, más que nunca, de ser la cara tras la identidad de Kira. Aquel fue un tiempo borrascoso para Soichiro, probablemente el peor momento de su vida, uno en el que su corazón había sangrado el sufrimiento de su hijo y en el que la todavía no resoluta condena había amenazado con desgarrarle el alma de la forma en la que se desgarran las alas de un ángel caído. Luego todo se había solucionado temporalmente hasta nuevo aviso de Ryuuzaki, las cosas habían cambiado y su hijo había pasado a convertirse en una de las principales mentes al mando de aquella investigación; pero las cosas habían seguido cambiando y él se sentía más ajeno a su hijo que nunca. Y más preocupado, también. Y entonces una oportunidad como la de esa noche aparecía, una oportunidad para acercarse a su hijo.

Light, hijo, quería hablar contigo de unas cosas.

Para comprobar que todo le iba bien.

Claro, dime.

Los ojos castaños del joven lo enfocaron entonces con curiosidad, con calma después de apagar la luz que caía desde los tres paneles del techo y encender una pequeña lámpara en su lugar. Una tibia luz iluminó tenuemente la zona del cabezal de la cama y poco más.

Para asegurarse de que no le fallaba como padre.

Verás, últimamente han pasado muchas cosas, cosas que te fuerzan a estar en una situación que no le desearía a nadie, mucho menos a mi propio hijo empezó, nervioso. Sé que ya tengo una edad y que seguramente no soy la persona más moderna del mundo, por eso quiero que sepas que no es mi intención ser inmerecidamente estricto o carca contigo, pero es mi deber comprobar que esta situación no te está llevando por malos derroteros.

Light lo miró durantes unos instantes con expresión estoica, con una firmeza, una fuerza interior que no dejaba de hacerlo sentir orgulloso.

Papá soltó por fin; y su voz vibró con una risa enjaulada. ¿Esto es porque hace dos días salí por ahí?

No te voy a negar que eso sea en parte el motivo de mi preocupación, debo parecerte un viejo anticuado en este momento, solo pienso... que uno ha de cuidar su imagen, supongo, pero supongo que no tuve que haberme sorprendido tanto. Es algo natural. Se sentía demasiado incómodo hablando de aquel tema con su hijo, por lo que decidió darle un vuelco a la conversación. De todas formas, no es solo eso.

Light se acomodó con un movimiento, impulsándose con los brazos para sentarse en un mejor posición.

¿Entonces? ¿qué es?

Estos últimos días te he notado extraño, inquieto, de peor humor que de costumbre e incluso algo... afligido. ¿Hay alguna cosa que te esté molestando y que no sepa?

El aludido tardó un poco en contestar, como si sus palabras le hubieran pillado desprevenido. Soichiro aprovechó para fijarse en los cambios que su hijo había hecho con el tiempo, en la forma de su rostro, en el cabello, ligeramente más largo que antes, en la mirada, un poco más viva y un poco más muerta. A los diecisiete años era un hombre hecho y derecho y aún así...

No soy un niño, papá. No tienes que preocuparte por mí, sino de mamá y Sayu.

Tu madre y tu hermana también se preocupan por ti, yo solo estoy haciendo de portavoz de esa preocupación y de la mía propia.

Pues... no sé qué decir, de verdad, puedes quedarte tranquilo expresó gesticulando con el brazo. Ahora mismo estoy feliz de cómo estamos avanzando con el caso Kira.

Ya...

Papá, lo digo en serio. En todo caso soy yo el que debo preocuparme por ti, te ves muy cansado, sabes que tienes que cuidarte.

¿Es por Ryuuzaki? preguntó cómo quién no quiere la cosa.

¿Cómo por Ryuuzaki...? Digo que... Espera, ¿qué? Se veía debidamente perplejo cuando continuó después de una pausa. ¿Qué tiene que ver en esto Ryuuzaki?

Soichiro buscó sus ojos, unos bonitos ojos amielados que había heredado de su madre.

Se os ha visto bastante tensos a los dos estos días, todos lo hemos notado, incluso Matsuda, y habéis actuado de forma infantil el uno con el otro, creí que erais amigos.

Light lo miró con una extraña expresión, en parte sorprendida, en parte esquiva, que trataba de aparentar serenidad. No obstante, ese pequeño destello apenas duró unas milésimas de segundo, siendo reemplazado de inmediato por un semblante mucho más relajado y seguro. ¿Se lo había imaginado? ¿o realmente su hijo tenía aquella habilidad para ocultar emociones?

Somos amigos asintió. Pero... no somos personas normales, papá, y él no se fía de mí, así que a veces los choques son inevitables.

Ante esas palabras, Soichiro sintió un creciente dolor de cabeza palpitándole tras los párpados, un dolor con textura amarga.

No comprendo porque sospecha de ti a estas alturas, si incluso te considera tu amigo...

La amistad es como el amor o el odio, no se razona, se siente. Supongo que ese es el porqué. No creo que Ryuuzaki esté pasando un buen momento tampoco, es por eso que tengo que ser fuerte hasta que todo esto se resuelva.

En aquella amplia habitación, Soichiro sintió como si por primera vez en mucho, mucho tiempo Light estuviera frente a él, sintió que lo comprendía, de la forma en la que se pueden comprender un padre y un hijo que no suelen hablar de sus problemas entre ellos, lo justo para saber que su hijo sabía cuidar de sí mismo, lo justo para hacerle saber a este también que, si tenía algún problema, su padre estaba ahí para cuidar de él, no importaba cuán mayor fuera.

Está bien asintió por fin, después de un frágil silencio. Está bien, solo... creo que nunca te había visto llevarte tan bien con ningún amigo tuyo antes.

Light enarcó una ceja.

¿Lo dices por lo bien que nos peleamos? bromeó.

Soichiro soltó una carcajada cansada y le dio unas palmaditas en el hombro.

Dejando eso aparte, ¿la chica que conociste la otra noche...?

No, papá, no creo que le vuelva a ver.

Está bien, está bien. Será mejor que nos acostemos.

Sí. Buenas noches, papá.

La luz se extinguió en la habitación siguiendo el ejemplo del exterior. En la oscuridad, Soichiro le echó otro vistazo al contorno de la figura de su hijo; un sentimiento apacible que hacía mucho que no sentía, lo más parecido a una tranquilidad que creía olvidada, se adueñó de él.

Buenas noches, hijo.

No pasaron más de cinco minutos antes de que cayera rendido, sintiendo que había valido la pena aquella pequeña conversación.

 

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Taddousac era un pequeño pueblo recóndito de Canadá, con un bonito mar que se extendía a lo lejos como una tela azul cielo bajo nubes costeras. Había barcos pesqueros junto al muelle, casas unifamiliares que se disponían entre los árboles y que parecían variopintas etiquetas de colores debido a sus coloridos tejados. En verano, probablemente, Taddousac era la clase de pueblo en el que los prados que lo rodeaban se llenaban de verde; y los altiplanos, de flores floreciendo, rojas, amarillas, violetas y azules, cubriendo todo el lugar de una alegría contagiosa y rebosante, una alegría que además se manifestaba a través de las risas de los habitantes más pequeños, que con total seguridad correrían revolcándose en el césped. Taddousac era el pueblo en el que Sophie había vivido los últimos tres años de su vida. Ryuuzaki lo había sabido desde el primer momento aunque nunca ninguno de los dos habían hecho intento alguno por verse. No había hecho falta, pues ambos sabían que se tenían el uno al otro incluso en la distancia.

Ryuuzaki contempló la pequeña e íntima ceremonia que se estaba llevando en aquel modesto cementerio. Estaba situado en una planicie a un nivel más elevado del pueblo, a la que se accedía o bien escalando el pequeño altiplano o bien por unas sinuosas escaleras de piedra que se habían construido decenas de años atrás. El lugar dedicado a los muertos no era ninguna necrópolis infestada de grandes monumentos fúnebres, verjas y ostentosos panteones; al contrario, se trataba de una deshilachada sucesión de lápidas que ocupaban una extensión moderada que culminaba en una capilla pequeña y simple, de tejado triangular rojo intenso, y marcos de puerta y ventanas de la misma tonalidad.

La misa estaba finalizando en aquel momento y la caja, aquella caja inservible en la que reposaba el cuerpo sin vida de Sophie, iba a ser enterrada para siempre en la oscuridad. Sophie, con su increíble vivacidad, con su inocencia y corazón puro; Sophie, quién había sido única para Ryuuzaki, quién había sido única en su especie. Ryuuzaki sintió un escozor ascendiendo desde el pecho hasta los ojos, la cabeza le retumbó, un dolor sordo e implacable se abrió paso a través de él y cuando se quiso dar cuenta sus mejillas estaban mojadas y no era solo por la fina lluvia que había empezado a caer hacía unos minutos.

Ryuuzaki bajó la cabeza en aquel momento, incómodo porque aquella gente extraña que había ido a la ceremonia, la mayoría vecinos de Sophie durante su estadía en Taddousac, pudieran verle llorar. Se sintió mal por eso, pues Sophie se merecía todas las lágrimas del mundo.

Una mano sobre su hombro le hizo levantar la cabeza. La expresión de Watari era tan sombría como la suya y tenía los ojos rojos tras las gafas de media luna. No dijo nada, pero Ryuuzaki pudo sentir su firme apoyo y lo agradeció. Cuando el funeral terminó, él y Watari saludaron al director del orfanato Wammy's House, aquel que Watari había fundado y en el que él y Sophie se habían criado. El hombre se alegró de verlo aun en esas circunstancias. Mello y Near, dos niños del orfanato y probablemente los sucesores del nombre de L, también estaban allí con expresiones mustias a pesar de que no habían conocido tanto a Sophie como el propio Ryuuzaki, Alexander o Beyond. Ninguno de los dos estaban ahí, sin embargo, ambos habían muerto, uno por enfermedad igual que Sophie y el otro a manos de Kira, tras los barrotes de una destartalada prisión. Había alguna que otra cara conocida más, pero Ryuuzaki solo saludó lacónicamente y sin mucho entusiasmo.

El cementerio se fue quedando vacío con el pasar de los minutos y, mientras Watari hablaba un tanto apartado con el director del orfanato, con el cual se llevaba bien y al que hacía tiempo que no veía, él se acercó paulatinamente al sepulcro de Sophie y se quedó ahí, de pie con las manos en los bolsillos del inusual pantalón negro, observando con la vista perdida las palabras talladas sobre la lápida de piedra.

Después de un momento de incertidumbre, Ryuuzaki habló:

Recuerdo tus palabras cuando éramos pequeños, decías que el mundo de los muertos y el de los vivos se conecta a través de los sueños, que los sueños son una poción de esperanza, estrellas y magia espiritual. Su voz era hueca y falta de emoción, más que de costumbre, un poco áspera también. Nunca había creído realmente en aquellas pequeñas ilusiones y creencias de Sophie, aquellas que la hacían tan especial. Tampoco las creía ahora, pero nunca se lo había dicho y no iba a empezar en ese momento. A una parte de él siempre le había gustado dejarse embargar por la imaginación de la chica. He estado soñando contigo últimamente. Espero que guardes un pedazo de hoja de trébol para mí en el otro lado, es posible que no tarde en acompañarte dijo, porque era lo que pensaba. Entonces, tras un momento de vacilación, añadió: Puede que haya conocido a alguien hecho de miel y polvo de hadas, alguien que conoce la secuencia de la melodía que recorre mis venas.

La voz le tembló al final y con un gesto vago tocó la moneda que había pertenecido a Sophie y que ahora él tenía colgada del cuello.

Pero esa persona probablemente será el responsable de mi muerte.

No lo dijo, aunque deseó que ella escuchara el eco de sus pensamientos allí donde estuviera. El cabello le caía sobre la cara tapándole los ojos y la suave llovizna seguía cayendo cuando alguien se acercó a su lado. De reojo, vio que se trataba de Nate River, a quién llamaban Near, uno de los niños huérfanos del Wammy's House.

No la conocí tanto como tú, la recuerdo corriendo y saltando por el jardín en pleno invierno cuando ya no era una niña, decía que intentaba acariciar a las nubes para que sonrieran y dejaran de tirar agua sobre nosotros.

Ryuuzaki no pudo frenar la triste sonrisa que curvó sus labios.

Siempre fue muy amable con todos dijo Near con voz monótona después de observar la tumba por unos segundos. Sus ojos, tan negros y parecidos a los del propio Ryuuzaki, voltearon a verlo. ¿Sientes mucho su muerte?

Nate también era un niño muy especial, a su manera. A sus once años era probablemente el residente del orfanato más inteligente, junto a Mihael Keehl al que llamaban Mello. También, como el propio Ryuuzaki, tenía dificultades para empatizar con los que le rodeaban y no tenía reparos en decir las cosas tal y como las pensaba, sin tener en cuenta el efecto que sus palabras podían causar en los demás. Por eso, porque entendía su forma de ser, Ryuuzaki esbozó una tenue sonrisa en su dirección y le dio unas palmaditas en la espalda que sorprendieron a Nate, no muy dado al contacto físico.

Se me está pegando algo de Light, pensó Ryuuzaki medio ausente.

Todo el mundo muere. Lo que siento es que haya sido tan pronto y el no tener la opción de hablar con ella si quiero.

Si muriera otra persona no lo sentirías igual.

Ryuuzaki lo observó con curiosidad. El cabello alvino, prácticamente blanco, se le ondulaba en las puntas a causa de la humedad de la lluvia.

Hay otras personas que tampoco quiero muertas. ¿Tú no?

El niño se encogió de hombros con desconocimiento y un poco de indiferencia.

¿Te gustaría que yo muriera? exclamó medio en broma, abriendo mucho los ojos.

No me gustaría dijo, mirándolo, pero tampoco sé si lloraría como tú has hecho.

Para su propia sorpresa no le avergonzó saber que lo había visto llorar. Después de un momento, contestó:

No tienes que llorar para sentirlo. Cada persona es distinta, eso deberías saberlo bien. ¿Qué hay de Mello? preguntó mientras empezaba a caminar hacia los demás con Nate siguiéndole. ¿Lamentarías su muerte?

Nadie me molestaría entonces, podría jugar con mis juguetes y pensar tranquilamente. Hizo una pausa. Sería un poco aburrido.

Ya veo.

Después de aquel momento no tardaron demasiado en irse, tenían que salir con el avión cuanto antes para poder llegar antes del anochecer a Japón. Ryuuzaki se despidió escrutando con mediano interés a aquellos niños, algunos, como Matt y Mello, no tan niños ya. Era consciente de que tal y como eran sus vidas tal vez no volvería a verlos nunca más, aquello le sacudió ligeramente. Estaba sensible debido a Sophie, estaba sensible debido a Light también, a las palabras que le había dicho a su padre la noche anterior y que Ryuuzaki había escuchado a través de su portátil.

«La amistad es como el amor o el odio, no se razona, se siente.»

Ya surcando los cielos en el avión privado, Ryuuzaki se preguntó si sería verdad. Supuso que sí, porque ninguna clase de razonamiento le haría sentir las cosas que siente por Light. Durante gran parte del trayecto no pudo evitar reflexionar sobre el significado de las palabras amistadamor y odio. Eran términos complicados, variables según la persona que los empleara; por eso a Ryuuzaki no le gustaba demasiado utilizarlos en su vocabulario. Aunque a veces lo hacía, como cuando le había asegurado a Light que lo consideraba su amigo. Light, de hecho, lograba efectos extraños en él, le hacía actuar de forma inesperada incluso para sí mismo. En eso, pensó, me recuerda un poco a Sophie.

Lo que sentía por Light... No tenía interés en ponerle etiquetas, tampoco parecía que Light estuviera por esa labor por suerte. Pero Ryuuzaki sabía lo que era, se lo había dicho a Sophie y ella lo entendería igual que él lo había entendido al fin.

De todos modos, no creía que tuviera ocasión de emplear palabras mundanas y ambiguas como amor o enamoramiento. Porque si Light era Kira y él sabía que lo era las posibilidades de que Ryuuzaki muriera eran altas. Muy altas.  

 


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