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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas! Aquí llega el siguiente capítulo. Ya vamos entrando cada vez más en materia, así que no os impacientéis xDD

¡Espero que lo disfrutéis y un agradecimiento extra para las personas que se toman las molestias de comentar! ^^

IX. Oscuridad

 

Hacía rato que las agujas del reloj habían sobrepasado la hora en la que su padre y los otros tenían por costumbre plegar para irse con sus familias. Aquel jueves era distinto, sin embargo, desde que Mogi había irrumpido en la sala cerca del anochecer unas horas atrás, presa del pánico porque Misa se había dado a la fuga en medio de una grabación y no había dado señales de vida hasta entonces.

Light la había llamado, a su pesar ligeramente preocupado por la chica. Era estúpida y pesada, pero lo último que deseaba era que se metiera en líos y le sucediera algo grave, o peor, que fastidiara alguno de sus planes para con Kira sin proponérselo. Junto a la cafetera, Matsuda intercambiaba susurros con Aizawa con expresión seria. Su padre se encontraba a un lado de Mogi, en los sofás, ofreciéndole un apretón reconfortante en el hombro; en el semblante de este último rezumaba la afrenta que le acometía por haber sido incapaz de la simple tarea de vigilar a la modelo.

Puesto que Ryuuzaki se encontraba retraído en el complejo laberinto de su mente, ojos perdidos en el salvapantallas del ordenador, Light tomó la decisión de dirigirse a Mogi personalmente.

Vamos, hombre dijo acercándose un poco. No será la chica más brillante del mundo, pero a estas alturas hay que reconocer que para algunas cosas tiene más morro que que espalda.

El hombre le miró un segundo para luego apartar la vista de nuevo.

Lo siento. Tendría que haberla vigilado mejor, yo solo... Me dijo que tenía que ir al baño un momento, no podía seguirla al baño. Cabeceó con la cabeza como retratándose de sus palabras. No, debería haberlo hecho, es un asunto oficial y de esa forma no podría haber hecho el cambiazo con esa conocida suya.

Bueno, no sirve de nada lamentarse ahora. Además tú no eres el único que podrías haber hecho un mejor trabajo. Ryuuzaki y yo podríamos haber estado al día del flujo de llamadas y mensajería de su teléfono móvil. Lo cierto es que no es un error que recaiga únicamente en ti.

Su padre asintió, tenía el pelo peinado con gomina hacia atrás y Light no pudo evitar entrever hebras canosas entre el cabello moreno, más de las habituales.

Mi hijo tiene razón, Mogi. Todos pudimos haberlo hecho mejor.

Tampoco creo que sea nada grave se unió Matsuda a la conversación mientras se acercaba con una taza humeante a la que pegó un sorbo antes de añadir: Misa-Misa seguramente necesitaba hacer unas compras para Navidad y no quería que los demás nos enteráramos. De hecho el otro día me comentó algo así, estaba dándole vueltas a tu regalo, Light.

El aludido dejó escapar un suspiro hastiado, por el rabillo del ojo le pareció apreciar un destello de conmiseración en la mirada de su padre.

Matsuda, en serio, ¿puedes dejar de llamarla Misa-Misa? Me pones los pelos de punta bromeó Aizawa.

¿Eh? Lo siento, es la costumbre.

Matsuda se rio de esa forma tan peculiar suya, con una libertad propia de la naturaleza, llevándose la mano a la nuca y echando la cabeza hacia atrás: con una fuerte y abierta carcajada. Se escuchó el tono de llamada de su móvil. Bajo el escrutinio de los demás, y con la expectativa de que se tratara de Misa, Light extrajo el aparato del bolsillo conteniendo el aliento... Resultó ser un compañero suyo de la universidad Ken Murata con el que aunque no tenía una estrecha relación hablaba de vez en cuando. La charla no duró más de cinco minutos. El chico le había llamado para preguntarle acerca de los torneos amateurs de ajedrez de la región de Kantou; sabía que Light había participado durante un tiempo y que conocía la mecánica de aquel mundillo, por lo que este se entretuvo explicándole algunas directrices y consejos, así como en facilitarle la dirección de un local nocturno en el que cada viernes iban gente de nivel: ya fuera para echar unas partidas o como meros espectadores. E incluso, de vez en cuando, algún que otro profesional tembién se dejaba caer por allí. Tras colgar la llamada Light se mantuvo cerca de su padre, Matsuda y el resto, charlando unos minutos más en los que su padre le informó de que los familiares de Rusia habían llegado aquel medio día a Japón y que ya se habían instalado. Los tíos iban a quedarse en la habitación de invitados; pero su primo, Sascha, para su disgusto, había ocupado su habitación.

Espero que no toque mis cosas.

No creo que haya problema, Light, se ve un chico educado y serio.

No he podido evitar percatarme de que estáis hablando de los misteriosos familiares rusos, Sr. Yagami. Ryuuzaki se había impulsado hacia ellos con la silla de ruedas, haciendo titilar la cadena; había tal brillo ávido en su mirada azabache al enfocar a su padre que hizo a Light ponerse en guardia de forma inmediata. Conocía aquella mirada y nunca implicaba consecuencias agradables para su persona. Me comentó ayer Light que la sangre rusa no corre por vuestras venas, sino que fue el hermano de su mujer que se casó con una rusa y decidió cambiar de aires.

Sí, en efecto contestó Soichiro, parecía ligeramente perplejo.

Matsuda enarboló un dedo entonces y agregó entusiasta:

Una soberbia rubia de ojos azules, como Beyoncé pero de tierras nórdicas.

¿En serio? se interesó Aizawa.

Soichiro asintió conciso, sin apartar su mirada inquisitiva de Ryuuzaki, una muy parecida a la misma con la que Light lo estaba estudiando, ojo avizor, debido a una casi inquebrantable seguridad de que aquello no llevaría a buen puerto.

Ya veo dijo el detective, pulgar en la boca. Verá, Sr. Yagami, es posible que esta pregunta que estoy a punto de hacerle le parezca extraña, o incluso psicótica, pero le aseguro que tiene una razón de ser científica y fundamental para nuestra investigación. ¿Le importa que siga adelante? Bajo ningún concepto es mi intención ofenderle a usted o a su familia.

Light entornó los ojos en su dirección, desconfiado, pero Ryuuzaki tenía la vista fija en su padre a propósito; y su voz destilaba una subterránea sorna que Light estaba seguro de que nadie más captaba. Su padre, aunque sorprendido, aceptó sin titubear.

Está bien. Le lengua roja de Ryuuzaki relamió su propio labio inferior, Light sintió un ligero vahído de excitación al recordar lo fantástica que se sentía aquella boca en cierta parte de su anatomía. Como bien debe saber, hoy en día se pueden encontrar mezclas de razas donde uno menos se lo espera, incluso si no se trata de antepasados inmediatos. Los ojos de Light se abrieron como pelotas al darse cuenta de por donde iban los tiros, pero Ryuuzaki fue más rápido y continuó presuroso: Ciertas circunstancias me han hecho plantearme la posibilidad de que Light tenga algún antepasado perdido de raza negra, y me preguntaba si usted podría solventarme esa duda, ya que su hijo no quiere decírmelo terminó con una cínica sonrisa.

Por un breve espacio de tiempo, Light lo vio todo rojo. Rojo escarlata. No por primera vez, pensó que si él realmente fuera Kira tendría motivos más que de sobre para querer ahorcarlo con sus propias manos. No era esto lo que había esperado que Ryuuzaki hiciera a la mínima oportunidad. Se forzó a poner en su sitio su mandíbula desencajada por la impresión, contuvo las ganas de cargárselo ahí mismo y aventuró una mirada hacia su padre. Hacia todos, en realidad. Como era de esperar tenían una expresión debidamente alelada.

Su padre demoró unos instantes en reaccionar.

¿Q-qué... cómo... antepasados negros? Su primera reacción no fue digna de un premio a la mejor agilidad mental. Cerró la boca, sacudió la cabeza y se masajeó la sien con los dedos antes de retomar la palabra. Por el amor de Dios, Ryuuzaki, por supuesto que no, nada que se sepa por lo menos. ¿Qué diablos... qué te ha hecho pensar eso?

Le dirigió un vistazo confuso a Light, que procuró mantener un semblante cuidadosamente neutro. No tenía nada que decir. Nada.

Oh, solo algún detalle sin importancia respondió el joven detective.

Ryuuzaki, estás completamente loco.

La aseveración de Matsuda fue tomada como veraz por primera vez en la historia del Cuartel General de Investigaciones y si Ryuuzaki retrucó algo ofensivo en contra, Light se ocupó de posicionarse como apoyo del joven policía para asegurarse de que Ryuuzaki entendía lo mucho que iba a lamentar aquello tarde o temprano. Sus miradas se encontraron, noche y día, una risueña mientras que la otra era la viva imagen de la frase «Me las pagarás». Para su sorpresa, el ojo derecho de Ryuuzaki se cerró entonces como un eclipse lunar, en un guiño coqueto que extendió una marea cálida por el vientre de Light y le hizo morderse el labio con unas ganas acuciantes de besar a aquel imbécil excéntrico. Tan excéntrico y tan encantador que le sacaba de quicio.

«Yo sí que me estoy volviendo imbécil pensando estas cosas tan ñoñas.» se reprendió mentalmente.

Fue en ese momento cuando las cámaras que monitorizaban el espacio del vestíbulo del edificio grabaron la entrada de Misa, la chica parecía enfurecida mientras se sacudía los copos de nieve de encima y se dirigía al ascensor. Matsuda dijo algo. Light se esforzó en centrarse en lo importante y dejar para más tarde sus tonterías, vagamente consciente de que la persona que le estaba poniendo el mundo patas arriba, más aún de lo que había creído, era un hombre.

Misa franqueó la entrada a la sala un minuto después, acallando la represalia de Mogi por haberse largado sin decir nada, así como las preguntas increpantes de Aizawa sobre su paradero.

Su declaración «¡Tengo la confesión de Kira!», repentina como el cambio de estaciones, enmudeció cualquier ruido o perorata que pudiera escucharse en la sala. Incluso Ryuuzaki la observó con interés cuando sacó su teléfono móvil e inició la reproducción de un audio que cambiaría el curso de la investigación de ahora en adelante.

 

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r13;«... no es mala idea. Muy bien, vale, soy Kira, y con tal de que me creas dejaré de matar a criminales desde este mismo instante. Y cuando estés segura de que soy yo, ¡te casarás conmigo!».

Se escuchó un breve pitido que anunciaba el fin de la grabación.

Y eso es lo que ha dicho reiteró Misa con una exclamación victoriosa. ¡Higuchi es Kira!

Durante los primeros segundos reinó un aire sobrecogedor que nadie se atrevió a romper, demasiado impresionados por las implicaciones de aquella prueba, la más sólida que tenía hasta entonces, así como por quién de todos ellos había logrado obtenerla. Light pensó que se veía debidamente satisfecha consigo misma. No le faltaban motivos. Echó un breve vistazo a Ryuuzaki antes de dirigirse a Misa, que se encontraba hablando con Matsuda y los demás, con seriedad.

Misa, ¿cómo lo has hecho?

Ella titubeó.

Ah... es que el tipo estaba coladito por mi. Y yo le he dicho que me casaría con él si era Kira. Enarboló un dedo. Además, está totalmente convencido de que yo soy el segundo Kira.

¡Tonta! ¿no te dije bien claro que justamente tenías que negar eso? reprendió con el entrecejo fruncido. La cosa le había salido bien, pero bien podría no haberlo hecho.

Pe-pero, ahora que ya sabemos que Higuchi es Kira, basta con ir a arrestarlo, ¿no? dijo menos segura de lo que lo había estado en un principio, había un destello de incomprensión en sus ojos. No iba a quedarme de brazos cruzados cuando sabía que podía ayudarte con esto, Light. Yo... Se sonrojó. Yo siempre voy a apoyarte, no importa en qué.

Light la miró un tanto crispado por sus palabras, pero a la vez no pudo evitar sentirse apenado por aquella obsesión que la chica sentía hacia él. Empezaba a pensar que tenía que ser más duro con ella si no quería que continuara insistiendo. Su padre y los otros aguardaban en silencio a que Ryuuzaki, que se había ensimismado inmediatamente después de terminar de escuchar la grabación, diera su veredicto. Justo entonces fue cuando el detective habló.

Esto es a lo que llamo yo un trabajo excepcional, ¿a que sí, Matsuda?

El aludido parpadeó, perplejo, y balbució algo.

Pero de esta forma nos quedaremos sin saber cómo se cometen los asesinatos evidenció Light observando el tercer macaron que el detective cogía de una bandeja para depositarlo sobre la superficie del escritorio.

Sí, en efecto. Antes de arrestar a Higuchi habría que averiguar cómo y porqué comete esos asesinatos murmuró aséptico. Había dispuesto los dulces formando un triángulo y ahora se dedicaba a golpearlos con los dedos como si fueran canicas. El problema es que si dejan de morir criminales...

Light terminó por él:

No podremos comprobar cómo lo hace, ¿no es así?

Sí. Igualmente si lo arrestamos será después de que dejen de morir criminales. Ahora dejadme pensar un poco.

Los ojos de Ryuuzaki no le habían buscado ni una sola vez, lo que le hizo preguntarse si algo en toda aquella actuación de Misa le había hecho considerar de nuevo la relación entre el Kira genuino y él.

Light se dio media vuelta entonces hacia la chica, que los miraba con alucine.

Misa, has hecho suficiente dijo. Ahora es el momento de dejarnos el resto a nosotros.

Ella no contestó de inmediato. Cuando al fin lo hizo, sin embargo, su rostro había adoptado una expresión acogedora y el tono de su voz fue grave, incitadora al dirigirse a él.

Está bien, Light. Sé que estabas preocupado por mí susurró mientras deslizaba los dedos en una caricia ascendente por el brazo del universitario, pero no tienes que hacerlo, porque sea lo que sea vale la pena si es por ti. Además añadió, cualquier noche me lo puedes agradecer a solas.

El descaro de la chica, decidió Light, cuyos brazos habían trepado hasta rodear su cuello, nunca dejaría de sorprenderle. Notó las miradas de los otros clavadas en su nuca como estacas juzgadoras, le pareció que su padre empezaba a decirle algo a Misa, pero él se le adelantó.

Misa, es suficiente Se sacudió el agarre de la chica con algo de brusquedad. «Encima», pensó mosqueado mientras le echaba un raudo vistazo a Ryuuzaki, que seguía con la vista perdida en los dulces, probablemente haciendo cálculos, «el otro retrasado ni se inmuta, bien podría estar follándomela aquí mismo que ni se molestaría en parpadear». Vete a tu habitación, tenemos cosas importantes en las que pensar. Además, ya no sé cómo repetirte que tú y yo no somos nada de forma que lo entiendas, empiezo a dudar de si lo que tienes en la cabeza son neuronas o corazones rosas.

¡Light!

La voz escandalizada de su padre le hizo percatarse de sus palabras, crudamente sinceras y cero gentiles; por lo tanto nada comunes en él. Vio el dolor plasmado en los ojos abiertos de Misa. Se permitió un momento para ponerse de mil colores, no le gustaba perder las riendas de su autocontrol.

Perdona, no era mi intención hablarte así, Misa.

No, está bien, lo entiendo. dijo con voz ahogada. Parpadeó y forzó una sonrisa. Estaré arriba, en mi habitación, sí... hasta luego, Light, chicos.

Light la vio salir con pasos rápidos de la sala. El sonido de la puerta al cerrarse le dejó un malestar con sabor a bilis que hizo retroceder su enfado; porque además podía sentir, más que ver, el ceño fruncido de su padre en su dirección como si fuera una piedra molesta en el zapato. Escuchó la voz de Aizawa al murmurar algo parecido a «Es que es pesada la chica, que queréis que os diga. Hasta Light tiene un límite para su paciencia», palabras que igualaron a un bálsamo curativo para su disyuntiva moral y personal, entre lo que un buen caballero debía hacer y lo que realmente deseaba hacer.

De repente, tomó una decisión.

Dio media vuelta sobre sus talones para quedar de frente a todos los allí presentes. Incluido Watari junto al carro de bollería de Ryuuzaki. Estos dos eran los únicos que no le observaban.

Papá, chicos, Aizawa tiene razón, pero aunque sería más que suficiente para acabar hasta el moño, no es esa la razón por la que he perdido la calma con Misa hace un momento dijo con firmeza. Las manos le cosquillearon por los nervios, por lo que las cerró en dos puños un par de veces.

Su padre le observó con una mirada confusa pero que le incitaba a continuar. Watari había girado la cabeza para mirarlo al escuchar sus palabras, pero no podía decir lo mismo de Ryuuzaki, quien continuaba de espaldas a él como si no estuviera presente en absoluto. Era raro, muy raro, tan raro que Light casi se rinde a la tentación de llevárselo aparte dispuesto a hacerle hablar. Para que se dignara a mirarlo, al menos.

Nos estás asustando, Light.

La voz de Matsuda hendió el pequeño silencio que se había instalado, obligando al universitario a enfocarse.

Bueno, no es nada grave. Aunque supongo que os sorprenderéis un poco. En realidad... en realidad, hay alguien que me gusta.

El ruido metálico de una cuchara al repiquetear contra el suelo pareció hacer eco en la habitación. Los dedos de araña con los que Ryuuzaki había sostenido el cubierto estaban abiertos, mudo reflejo de su boca. El rostro de su padre era todo un poema, los demás no se hallaban menos sorprendidos. Sus ojos se cruzaron con los de Watari, el cual le observaba imperturbable, para Light era una Odisea descifrar el rostro del anciano.

Cuando su rango visual volvió a encuadrar al detective, este estaba girándose con lentitud y ahora sí, comprobó con una satisfacción infantil, la mirada azabache de este, aquel océano de aguas turbias, le miraba a él, solo a él como si fuera el centro del universo, como si el péndulo del tiempo se hubiera detenido, con un profundo shock que no desmereció en nada a la intensidad desbordante, subyacente y, a la vez, diáfana como el cristal.

Más adelante tendría tiempo de sobras para avergonzarse por su arrebato, pero justo en ese momento, la reacción desconcertada de Ryuuzaki era pura ambrosía para un paladar que no conocía de sí mismo y en el que prefería no ahondar demasiado. Por ahora.

 

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Misa se quedó parada en medio del corredor mientras la puerta mecánica se cerraba a sus espaldas. El torrente de luz que se derramaba desde la estancia de investigación se fue haciendo más delgado hasta que desapareció con el ruido de los engranajes de la puerta. El pasillo estaba en penumbra y si se concentraba casi podía distinguir formas sinuosas fluctuando como culebras en la oscuridad.

Con un suspiró pasó el peso de su cuerpo a los talones y se dejó caer hacia atrás, hasta quedar recostada contra el revestimiento metálico de la puerta. Sentía un dolor sordo en el pecho, las palabras lacerantes de Light eran como heridas abiertas en carne viva, pero se forzó a suprimir ese dolor. Light recordaría y entonces todo sería distinto, todo sería mejor. Estaba convencida.

Oía voces al otro lado de la puerta. Parpadeó tratando de escuchar lo que decían cuando creyó identificar su nombre entre el embrollo de vocablos. Fue entonces que la bomba estalló en sus oídos, como una broma macabra del destino.

En realidad, hay alguien que me gusta.

Las palabras de Light fueron como nieve polar arrojada a la boca de un volcán. Fueron un horror, una atrocidad tan injusta que dejaron las anteriores heridas como meras cicatrices, para desgarrarla de nuevo con crudeza. A Light le gustaba alguien, alguien que no era ella. Los oídos le zumbaban, se llevó las manos a la boca y ahogó un sollozo. Misa cerró los ojos con una respiración superficial; las lágrimas encharcaron sus mejillas. Era completamente imposible que a Light le gustara alguien, ¿cuando había pasado? ¿dónde? Los movimientos de Light estaban totalmente limitados, ¿sería una amiga de Ryuuzaki? ¿una que este le había presentado a Light? ¿tenía eso siquiera sentido? De súbito, Misa se sintió traicionada. Tensó la mandíbula y se irguió.

No. Lo que sucedía en esos momentos no tenía relevancia alguna, ella no iba a permitir que la tuviera; porque cuando Light recordara se daría cuenta de quién había estado realmente ahí para él, se daría cuenta de a quién amaba y esa zorra sería tirada a un lado como si fuera un trapo viejo y andrajoso. Entonces Misa se encargaría de que pagara por haberse interpuesto entre ella y Light.

Tambaleante y con dichas cavilaciones, se alejó rumbo a su habitación hasta difuminarse con la penumbra del final del pasillo. Una oscuridad que la devoraba por dentro.

 

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Tras la declaración inesperada de Light, el silencio había estallado en una algarabía de voces, de exclamaciones de incredulidad y de inquietudes que demandaban una explicación. Light enseguida se vio forzado a apartar sus ojos amielados de él para poder responder, especialmente a las preguntas de su padre. Como si lo viera a través de un velo ahumado, Ryuuzaki distinguió el desencanto en el semblante de Soichiro Yagami mientras arremetía contra su hijo con preguntas del tipo: «¿De quién se trata?», «¿habéis estado saliendo tú y Ryuuzaki más por ahí?», o «¿la conozco?». Después de la conversación que el hombre había tenido con su hijo cuando él había volado hacia el continente americano, a Ryuuzaki no le sorprendía corroborar el abatimiento que lo embargaba al darse cuenta de que, pese a sus esfuerzos, no había logrado que Light le dijese toda la verdad.

Prefería no pensar en las consecuencias si el hombre se enteraba algún día de la verdadera realidad. Tal vez le daría otro ataque cardíaco.

En cualquier caso, Ryuuzaki se sentía inmensamente agradecido por aquella distracción. Las palabras de aquel listillo de Light le habían pillado a contrapié, con la guardia desorganizada y la mente ocupada en hilvanar la nueva información sobre el caso Kira. La llegada de Misa ya había sido lo bastante sorpresiva para una misma noche, por no mencionar el hecho de que algo olía extremadamente mal en aquella situación. Había evitado mirar a Light, sintiéndose receloso y culpable al mismo tiempo porque las conclusiones a las que llegaba siempre eran las mismas: Amane Misa era el segundo Kira y Yagami Light era Kira. El comportamiento de la primera había sufrido un pequeño desbarajuste desde hacía unas semanas, desbarajuste que Ryuuzaki asociaba «mira tú que casualidad» a la infiltración de la chica en la Yotsuba como imagen publicitaria.

Algo había sucedido aquel día con Misa, pero no tenía pruebas que esgrimir a favor de una teoría que se basaba en poco más que su intuición.

Mordisqueó intranquilo el pulgar que se había llevado a la boca, sus orbes oscuros fijos en Light que gesticulaba mientras hablaba con su padre.

«Cristo, todo esto me va a volver loco» pensó azarosamente. «Nunca me dijiste que sería así, Sophie».

Por otro lado, tenía que encontrar un modus operandi para que arrestar a Higuchi, el Kira actual, no se convirtiera en una oportunidad perdida de conocer el método que había estado empleando este para matar, y presumiblemente el que habían empleado todos los Kira habidos y por haber.

«Si lo que le ha dicho a Amane es cierto, si consigue que se frenen los asesinatos será difícil prever cómo los lleva a cabo, y eso es fundamental. Debo pensar en algo.»

Se dio la vuelta de forma acelerada y activó el canal de comunicación con Wedy a través de su portátil. La brusquedad de su movimiento debió llamar la atención del resto, porque donde antes habían habido conversaciones solo hubo silencio. Uno expectante.

De repente supo que Light estaba a su lado aunque no lo miró; la calidez de su cercanía era inconfundible. La voz de Wedy reverberó por lo altavoces entonces, confirmándole que había instalado todo el equipo de vigilancia requerida en las casas de cinco de los miembros dirigentes de la Yotsuba, a falta de tres, entre los que se contaba Higuchi, debido a los sofisticados mecanismos de seguridad que estos tenían instalados.

Encima, Higuchi ha instalado hace poco un mecanismo de barreras de infrarrojos, lo cual lo complica todavía más se quejó Wedy.

Vaya, Higuchi tiene todos los números, ¿eh? oyó decir a Matsuda.

Ryuuzaki pensó a toda rapidez.

Weddy, vamos a cambiar de táctica, instala cámaras y micrófonos en su coche en lugar de su casa. Que cubran todos los ángulos, hazme el favor.

¿Qué? ¿Tienes idea de lo que cuesta entrar a una casa? Me ha llevado días poder alcanzar este punto, con unos pocos más... Se calló. Ryuuzaki le dio un mordisco a uno de los macarons con los que había estado jugueteando antes. Se escuchó un resoplido al otro lado de la línea. ¿Tienes idea de cuántos coches tiene ese hombre?

Seis si no me equivoco.

¿Y supongo que quieres que monitorice todos?

Una sonrisa tironeó de sus labios antes de añadir:

Si eres tan amable con un tono que no dejaba opción a réplica.

La conexión se cortó unos segundos más tarde, en cuanto quedó todo aclarado. Ryuuzaki se relamió los labios y se comió el último pedazo de dulce. Luego se giró para encarar a todos. Su mirada se detuvo unos segundos de más en la de Light, hubo un cosquilleo extraño en su vientre, como si algo reptara a través de él. Luego desvió la vista sin más.

Fue Soichiro el que le preguntó primero:

¿Tienes alguna idea sobre el plan que debemos seguir para arrestar a Higuchi?

El detective asintió con brevedad y procedió a la explicación pertinente.

El plan consistía en utilizar el Especial Kira que Damegawa seguía emitiendo cada martes en la Sakura TV. Se le darían al director tres horas de programa con la condición de prometer al público que al final de dicho programa se revelaría la identidad de Kira.

Le haremos especificar que el nombre de Kira empieza por H, para más verosimilitud.

¿Y creéis que el hombre caerá en eso? preguntó Aizawa, sentado en el brazo de uno de los sofás.

Light se le adelantó con la respuesta.

Sí, lo hará si durante la emisión cree reconocer a alguien que pueda hacerle sentir amenazado.

Todos contemplaron al universitario como si esperaran una explicación más por su parte, empero fue Ryuuzaki el que asintió pensativo antes de retomar la palabra. El plan, por lo tanto, sería incluir a un invitado especial en el programa de Damegawa; invitado que, para su protección, estaría atrincherado tras un biombo translúcido que solo dejaría intuir su silueta, y que sería el encargado de asegurar conocer la identidad de Kira. Llegados a ese punto, bastaba con que Namikawa, el empresario con el que Light había contactado para que les hiciera de agente a cambio de un indulto, hubiera llamado a Higuchi para advertirle de lo que estaban emitiendo por la televisión.

Este, naturalmente, querrá cargarse al individuo antes de que se revele cualquier dato esencial sobre su identidad.

Y entonces su desesperación nos dará la oportunidad para atraparlo a la vez que averiguamos cómo realiza los asesinatos completó Light con un asentimiento. Ryuuzaki tuvo que contenerse para no alzar los ojos hacia él, tenía un embrollo de emociones difícil de catalogar.

Para eso, por supuesto, el invitado en cuestión tiene que ser alguien que Higuchi sepa con certeza que puede saber su identidad continuó hablando Ryuuzaki.

¿Pero quién puede ser esa persona?

La pregunta de Matsuda dejó tras ella todo un hilo enmudecido, como si todo sonido hubiera sido succionado en el espacio. Las cabezas de todos los allí presentes se habían vuelto hacia él, que parpadeó al darse cuenta. Abrió y cerró la boca un par de veces, balbuceando incoherencias conforme la comprensión hacía mella en él. Ryuuzaki incluso creyó distinguir las gotas de sudor frío que le hicieron estremecerse.

El entusiasmo inicial de Matsuda al saber que iban a trabajar con un Reality Show desapareció en cuanto hubieron aclarado que él era el único que podía llevar a cabo esa tarea con éxito y que, además, el biombo tendría que caerse un momento mediante un accidente fingido para que Higuchi pudiera verle la cara.

Ryuuzaki movió los dedos de los pies meditabundo.

El único problema que veo con este plan es que si Higuchi puede matar como el segundo Kira, Matsuda morirá.

El aludido se puso pálido como un cadáver. Pero para la poca diversión de Ryuuzaki, Light no tardó en apaciguarlo.

No te preocupes por eso, Matsuda, no pasará. Si Higuchi pudiera matar con solo ver el rostro de las personas no estaría tan desesperado por casarse con Misa. Está claro que no tiene ese poder y que cree que Misa sí lo tiene.

En cualquier caso dijo Ryuuzaki mientras se ponía en pie; las manos hundidas en los bolsillos. Esto solo lo haremos si dejan de morir criminales de hoy al martes, estamos a jueves, por lo que tienes tiempo para pensarlo, Matsuda. Nadie te va a obligar a correr el riesgo.

Pasaron unos minutos escasos hasta que los miembros del Cuartel de Investigaciones al fin pudieron acabar la jornada y volver a sus respectivas casas. El padre de Light en concreto había comprobado la hora con el ceño fruncido y cara de lamentarlo, por lo que Ryuuzaki tenía entendido era la primera noche que sus familiares estaban en su casa, la primera cena, por lo tanto, a la cual el hombre no había podido asistir. Pero en cualquier caso, había valido la pena.

Eran cerca de las once de la noche cuando ellos se metieron en la cama. Habían cenado algo rápido y en un inusual mutismo que se prolongó hasta ese momento, apenas con algún comentario como excepción en referencia al plan que se había desarrollado para detener a Higuchi.

Ryuuzaki pensó, acuclillado a oscuras bajo la suavidad de las sábanas, que Light parecía estar en uno de esos estados en los que el mosqueo le impedía tener la iniciativa. Creía saber por qué estaba mosqueado, al fin y al cabo, no se le había pasado por alto la forma en la que le había buscado la mirada constantemente, preocupado con toda seguridad; ni tampoco el hecho de que había confesado delante de todos, delante de él, que le gustaba alguien. Para él había sido mucho peor que para los demás, porque sabía que ese alguien se trataba de él y aquella confesión no hacía más que complicar la confusión en la que se habían sumido sus pensamientos, en una contienda eterna con su sentir; algo a lo que pese a todo no había logrado acostumbrarse. Light, para más índole, lo había dicho con toda naturalidad, como si fuese lo más normal del mundo que le gustara él, como si hubiese algo de normal en su relación, como si pudiesen llegar a algo.

Y ahora Light estaba mosqueado por su falta de reacción. Ryuuzaki era consciente; pero eso no cambiaba su determinación a permanecer distante. El comportamiento de Misa era como la leña que servía para alimentar incendios, había avivado sus sospechas sobre Light y con ello, de algún modo, había sumido medio corazón de Ryuuzaki en un invierno helado. En escarcha muerta, veneno y oscuridad.

Light no le iba a hablar si él no lo hacía primero y él tenía aún menos ganas que Light de iniciar una conversación. Todo hubiera terminado ahí, Ryuuzaki habría puesto la mano en el fuego con una probabilidad del 89% de salir indemne; aquella noche hubiera terminado ahí si Light no fuera una fuerza masiva empeñada en romper sus esquemas.

Tenía la intención de esperar a que te dignaras a mirarme con normalidad después de lo que he dicho antes en la sala, a que me hablaras en algún momento, pero parece que te importa una mierda irte a dormir con esta tensión absurda entre nosotros.

Ahí estaba, por supuesto. Light ya hacía tiempo que había dejado de contener su mal vocabulario cuando estaban a solas y la rabia lo carcomía, no obstante, le sorprendió que se lanzara a ello en la primera frase sin pestañear.

Ryuuzaki cogió un libro que reposaba sobre su mesita de noche y se dispuso a leerlo. Fuera, la tormenta de nieve había arreciado y transformado la cúpula del cielo en una densa aglomeración de nubes, sombras informes en la noche. Los copos de nieve, que antes caían como a cámara lenta, lo hacían ahora como si su peso se hubiera visto multiplicado.

¿Se puede saber qué coño te pasa? increpó Light mirándolo cuando se dio cuenta de que no iba a obtener respuesta. ¿Por qué narices estás así de frío conmigo? Contéstame, no pienso dejar de hablarte hasta que me des una explicación.

Que maduro de tu parte susurró con frialdad.

Súbitamente el libro que sostenía con la punta de sus dedos le fue arrebatado y antes de que pudiera impedirlo Light se le había acuclillado delante de él, imitando su posición; sus manos se cerraron sobre sus hombros, hundiéndose entre sus huesos como tenazas. Azabache y dorado hicieron colisión.

Desde luego, más maduro que alguien que se calla las cosas que le molestan dijo Light. Tenía los labios fruncidos con disgusto y había un destello herido en su mirada, uno que quiso ignorar. Es por... No, no es por lo que he dicho, ¿verdad? Me estabas evitando ya desde antes, tiene que ver con Misa. Estás así desde su llegada con la confesión de Higuchi, pero no entiendo qué es lo que he hecho o qué demonios se te ha pasado por la cabeza para hacer que te encierres en tu burbuja y no me hagas ni caso. Hizo una pausa para tomar aire, sus siguientes palabras fueron un trémulo hilo de voz: Creí que estábamos bien, dadas las circunstancias.

Dadas las circunstancias, como bien dices. Había desviado la vista de la franqueza en la mirada de Light y volvió a enfocarlo entonces, inconmovible. Pero las circunstancias cambian.

Light apretó con más fuerza sus hombros y lo sacudió.

¿¡Pero qué es lo que ha cambiado!? gritó. ¿¡Me lo puedes decir!?

El mal genio del japonés no estaba haciendo sino espolear su propio cabreo, su propia inseguridad, una que prefería mantener soterrada en lo más profundo de sí mismo. No podía dejar de pensar en el comportamiento de Amane, aquella chica... Ryuuzaki sabía que estaba dispuesta a llegar lejos por Light, pero no tanto. Amane ocultaba algo, nada le podía persuadir de lo contrario, ¿y qué podía ocultar una chica como ella con tanto recelo? Amane, además, hacía tiempo que había más o menos aceptado su ruptura con Light. Sin embargo, desde su infiltración a la Yotsuba, de repente, el tonteo y las frases coquetas, los arrumacos de ella para con el universitario, habían retornado con más insistencia y desparpajo que antes, como si estuviera convencida de que al final Light volvería con ella.

«Ni la tonta de Amane pensaría eso sin un motivo al que aferrarse.»

Dime tú una cosa, Light habló al fin tras un silencio tenso.

¿Qué?

Las pupilas de este estaban dilatadas y casi creyó sentir el palpitar de su corazón llegando a él a través de sus manos.

¿No has notado nada en Misa en los últimos días que te parezca fuera de lo común?

¿Además de que está más pesada que de costumbre? espetó.

—No, justamente eso. —La mirada del chico de pelo castaño se tiñó de incomprensión. Ryuuzaki continuó  : Me he visto obligado a prestarle atención y adivina qué. La conclusión a la que he llegado es que el comportamiento de Misa tiene que tener un porqué. Y ella parece pensar que vuestros destinos están entrelazados, no importa cuanto la denigres rechazándola cada dos por tres. ¿No lo encuentras curioso, Light? Sé que la chica no es muy lista, pero en fin.

Cuando Ryuuzaki terminó de hablar, durante un rato impreciso nadie dijo nada. El silencio iba acompañado del repiqueteo de la nieve vuelta granizo contra el vidrio de la ventana. El silencio fue de Light y en menor medida de Ryuuzaki, que había entornado los ojos a la espera. El silencio fue casi matemático, fue analítico tras la expresión vacía de Light quién, sin duda, estaba considerando sus palabras a toda velocidad, tratando de alcanzar la misma deducción a la que había llegado él.

Cuando por fin lo hizo fue determinante. Los ojos castaños le enfocaron. Ira, decepción. Una de las manos que reposaba sobre su hombro cayó como un peso muerto sobre el colchón. Light dejó caer la cabeza también y rio. Rio de una forma que le puso los vellos de punta a Ryuuzaki. Con una risa histérica y llena de amargura. Muy, muy humana, tristemente humana.

Light se puso en pie sin decir nada. Se tambaleó hacia la ventana y, sin parar de reírse, apoyó un antebrazo en el marco de aluminio mientras que se pasaba la otra mano por el pelo, enredando los dedos en él. Era una imagen perturbadora, y Ryuuzaki no pudo evitar pensar, con algo de culpabilidad, que Light lucía completamente roto.

La risa se apagó de forma brusca con una aspiración errática del chico, que después de quedarse inmóvil durante unos segundos, y con la vista perdida en algún punto al otro lado de la ventana, se arrastró hasta su lado de la cama como si fuera un espectro. En un preocupante silencio, se tumbó de espaldas y no dijo más.

Ryuuzaki se lo quedó mirando incapaz de hacer o decir nada. Lo había visto entrar en un estado de histeria sin ser capaz de actuar, sin ser capaz de retirar unas palabras que Light había entendido perfectamente: «Eres Kira. Más que nunca, creo que eres Kira». La cadena que los enlazaba era un alambre serpentino y metálico en la oscuridad. Notaba el cuerpo de Light a su lado, tenso como una barra de hierro al tratar, probablemente, de contener las ganas de golpearle e iniciar una pelea a puños.

¿Pero cómo iba él a retirar unas palabras de las que estaba tan seguro?

Ryuuzaki se encogió sobre sí mismo.

El pecho le dolía, le dolía como mil infiernos.

Se sentía en la oscuridad.  

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Hacía rato que todos se habían trasladado del comedor al salón de estar, después de que Sayu ayudara a su madre a recoger y a limpiar los cacharros de la cena. La tía Tiana también se había ofrecido, pero tanto ella como su madre habían estado de acuerdo en que era una invitada y que debía dejar las cosas para los anfitriones.

En aquel momento, con la faena hecha, Sayu se encontraba repantigada en una esquina del sofá de tres plazas, observando las diapositivas que iban apareciendo en la televisión; su primo le había dicho durante la cena que se dedicaba a la fotografía artística y ella enseguida le había pedido que le mostrara algunas de sus composiciones. A continuación de ella estaban su madre y su tía r13;la cual Sayu pensaba que era súper guapar13; hablando de las diferencias culturales entre Japón y Rusia. El hermano de su madre, Hiroaki Inoue, sentado en el sillón individual más alejado, se esforzaba en leer un periódico en japonés después de unos años sin apenas practicar la lectura de kanjis.

Uaaaah, qué pasada, ¿dónde es esto? preguntó cuando la pantalla mostró un hermoso paisaje de un prado. En él, dando la impresión de nacer de entre la hierba, se alzaba un gran monumento surrealista que, depende como lo miraras, parecían una especie de saxofones inmensos, todos dispuestos unos sobre otros. Estaban fabricados con un montón de palitos delgados semejantes a la paja. ¡Madre mía, eso tiene que dar un trabajo...!

Sascha había detenido la reproducción automática y miraba ahora la fotografía con una leve sonrisa.

Es en un pueblo de Rusia informó con un marcado acento ruso. A Sayu el simple hecho de que hablara tan bien el japonés le parecía increíble, aunque su hermano también sabía varios idiomas. Se llama Nikola-lenivets, es conocido por un festival de arte surrealista que se celebra cada año, hay piezas impresionantes.

Sayu se lo quedó mirando con los ojos brillantes. Su primo pasó a la siguiente fotografía, que mostraba unas mariposas del color de la sangre junto a una hoja. En realidad, no importaba de qué fuera la foto, su primo simplemente había logrado captar la luz adecuada, el ángulo, el tiempo idóneo para que la imagen destilara vida propia.

«Y además él es tan sexy... » suspiró interiormente. No le gustaba comportarse como una niñita encandilada, ya no era una cría, pero es que, aunque lo había visto en fotos ya se había preocupado ella de eso cuando se había enterado de que venían, era mucho más atractivo en persona. ¡Seguro que hasta ligaba más que su hermano! O igual. Durante la cena le había parecido que era bastante frío, no hablaba mucho ni tampoco sonreía, Sayu no creía que supiera ser encantador. Sin embargo, había sido conectar el portátil a la televisión para enseñarle las fotos a ella y sus ojos claros, de un azul grisáceo tan cristalino que parecían hielo ahumado, se habían iluminado. Después de algunas fotos había sonreído levemente ante las primeras exclamaciones encantadas de Sayu, y ella se había quedado arrobada por la integridad de aquella sonrisa.

Estuvieron unos minutos más en ello, minutos en los que su tía también requirió su atención para responder a sus preguntas acerca de sus estudios. Cuando «¡por fin!» llegó su padre, que había llamado para decir que no llegaría a la cena «hombres», el primero en darse cuenta fue su tío Hiroaki, que dejó el periódico a un lado y se levantó para saludarlo.

Sayu tenía cosas que discutir con él, pero esperó con impaciencia a que su padre terminara de intercambiar saludos, al fin y al cabo él no los había visto desde que habían llegado aquel medio día. Cuando ya no pudo aguantarlo más se colgó del brazo de su padre para acompañarlo hasta el comedor, donde le esperaba su porción de cena.

Papiii, ¿qué tal el trabajo? Bajó la voz para que no le escucharan desde el salón. ¿Cómo está Light? ¿ha pasado algo nuevo?

¿Por qué tiene que pasar algo nuevo? preguntó su padre mientras se deshacía la corbata y la dejaba colgada de la silla. Además, sabes que no puedo decir nada de la investigación, Sayu.

Pero no pregunto por la investigación, me refiero a algo más, si ha pasado algo interesante que contar sobre mi hermano.

El hombre frunció el ceño en su dirección, confuso. Abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido por la voz de su madre, que volvía de la cocina con un bol de setas shiitake de acompañamiento para su padre.

Sayu, hija, vuelve al salón y deja a tu padre cenar tranquilo

La adolescente hizo un puchero. Casi cada noche lo intentaba y casi cada noche era más difícil averiguar por medio de su padre si había pasado algo entre su hermano y aquel bicho raro de L.

¿No es muy tarde para que andes despierta? inquirió su padre. Mañana es viernes, ¿no tienes colegio?

«Mierda»pensó acorralada, «ya estaba teniendo demasiada suerte»Por regla general la mandaban a dormir más pronto.

Va, cariño, que mañana no te despertarás.

Pero, mamá, Sascha me estaba enseñando sus fotos.

Bueno, nada impide que te las siga enseñando mañana, ¿o sí?

Un resoplido exasperado brotó de los labios de Sayu. Encima su padre, que ya estaba sentado cenando, le miró con diversión. Aunque se veía bastante cansado...

¿De qué trata eso de las fotografías? preguntó él hacia su madre.

Ambos se enfrascaron en una breve conversación sobre la cena que habían tenido. Ella se quedó allí, enfurruñada y con los brazos cruzados, pensando que ya podrían sus padres dejarla tranquila. Por desgracia, sus deseos no se vieron cumplidos y su madre volvió a reprenderle.

Que ya vooooy. Pero, oye, papá, ¿no puede venir Light el fin de semana para ver a los tíos? Aunque sea con Ryuuzaki como la última vez.

Sus palabras provocaron que su progenitora dejase de prestarle atención durante un momento para mirar al que era su marido tan expectante como la propia Sayu. El hombre le dio vueltas unos minutos. Sayu se sintió esperanzada. Mas finalmente su padre cabeceó suavemente en una clara, pero no por ello menos desalentadora, negativa.

No creo, la verdad, pero estamos haciendo todo lo posible para que esto se resuelva cuanto antes.

A Sayu le pareció que el tono de su padre carecía de la fe necesaria para convencerlas, no después de tanto tiempo deseando tener a su hermano de vuelta a casa. El rostro de su madre también se había apagado, mohíno, y las líneas de edad eran más notorias que cuando Light estaba con ellos. Sayu se preguntó, no por primera vez, si llegaría el día en el que todo volviese a la normalidad, y la simpatía que sentía hacia Ryuuzaki sufrió un profundo altibajo. No podía ser de otra forma, una parte de ella, aunque mínima, seguía achacándole la culpa de la ausencia de su hermano de forma inconsciente.

Al final, su madre le había sugerido a su padre que invitara al compañero de trabajo que lo había traído a casa un par de veces cuando se le había estropeado el coche. Matsuda. Le sonaba que había venido a casa en alguna que otra ocasión, llevaba tiempo trabajando con su padre.

Sayu se fue a dormir tras darles las buenas noches a todos, incluidos sus tíos y su primo, aunque este último solo cabeceó lacónicamente en respuesta. Le hubiera sabido a poco tal indiferencia si no hubiera estado demasiado entristecida debido a la ausencia de Light. Por un momento tanteó la posibilidad de enviarle un mensaje, pero por la hora decidió no hacerlo.

La más profunda oscuridad invadía el futuro de su hermano y el de su familia.

 

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El día siguiente transcurrió con una perezosa cotidianidad. Estuvieron monitorizando con mil ojos los movimientos de Higuchi al mismo tiempo que comprobaron que, efectivamente, aquel viernes no se habían producido muertes. Por lo tanto, en el Cuartel General había reinado una oleada de triunfo que algunas personas habrían tildado de mal agüero y repudiado con aprensión. Light no era supersticioso, pero tampoco quería cantar victoria antes de tiempo. El humor tampoco lo acompañaba y no se molestó en simular lo contrario, ni siquiera frente a su padre.

Un poderoso sentimiento de impotencia se había diseminado en su interior anulando el optimismo innato del que hacía gala, era una niebla de humo macabro y nocivo; como la radioactividad, había pasado desapercibido durante semanas solo para ser detectado cuando ya era demasiado tarde, cuando las palabras de Ryuuzaki habían sido devastadoras.

A nadie le pasó desapercibido el ánimo enfermizo del universitario quien incluso, cerca del mediodía, se levantó para ir a buscar un café y tropezó con la cadena que lo sujetaba al detective. El suelo lo recibió con un golpe contundente, en el que las máximas perjudicadas fueron sus rodillas. Escuchó la voz de su padre y la de los demás preguntándole si estaba bien, sonaban preocupados también.

Light... murmuró Ryuuzaki con un deje impresionado. ¿Te has hecho daño?

El susodicho bien podría no haberle escuchado, pues prescindió de su atención como quien presciende de un paragüas en un día soleado. En lugar de eso, continuó su camino hacia la cafetera con discreción, como si realmente no estuviera ahí. Ryuuzaki, que se había volteado hacia él al sentir el tropiezo en un tirón del arete de su muñeca, se lo quedó observando de forma indescifrable.

¿Tú sabes que es lo que le pasa?

La pregunta de Soichiro, que se había acercado a él aprovechando que Light se había alejado un poco para hacerse el café, fue como si le metieran el dedo en la llaga. Impiadosamente. Advirtió que los rostros de los otros miembros también estaban mirando en su dirección; una gran incógnita teñía sus miradas. Nada de aquello le incitó a responder al padre de Light, que tras fruncir el entrecejo con una berroqueña contrariedad, volvió a sus quehaceres. La expresión atormentada que ensombreció sus facciones hubiera tenido algún efecto en su consciencia, tal vez, si esta no hubiera sido un batiburrillo de discordancias con el nombre de Light como letanía principal.

El resto del día fue más de lo mismo. El universitario se paseó como un fantasma por la estancia y aunque Soichiro y el propio Matsuda habían tratado de entablar una conversación de más de tres frases con él, los intentos habían sido infructuosos. Una vez se hubieron ido todos, al caer la noche, Watari se había plantado frente a ellos con una reverencia cordial.

La cena estará lista en unos minutos, podéis pasar al comedor ya si así lo deseáis.

Ryuuzaki le lanzó una raudo vistazo sesgado a Light, quien no dio síntomas de haber escuchado las palabras del anciano. Su cabello castaño y liso le caía sobre la frente y las orejas con una delicadeza que parecía casi etérea.

No tengas prisa, Watari dijo hacia su protector. Tardaremos aún un rato en ir a cenar, si no te importa.

El hombre lo miró un momento en silencio. Había una chispa de sabiduría en su mirada. Asintió.

No hay problema y con una nueva reverencia se deslizó por la estancia hasta desaparecer tras la puerta.

No fue poca su sorpresa cuando volteó hacia el objeto de todos sus problemas para darse de bruces contra unos llameantes ojos amielados. Había un pequeño pliegue entre sus cejas, lo cual no dejaba de ser un progreso importante teniendo en cuenta que llevaba toda la jornada aislado en una burbuja de frialdad y decadencia.

¿Por qué has hecho eso?

¿Qué he hecho? preguntó con inocencia llevándose el dedo pulgar a la boca. Empero rectificó con celeridad al ver que a Light no le sentaba bien su pequeña broma. Tenemos que hablar, Light.

Por un momento pensó que el japonés iba a privarle incluso de la posibilidad de hablar las cosas, no le hubiera extrañado en demasía; pero para bien o para mal, después de un instante, el chico se limitó a mover los hombros arriba y abajo en un ademán indolente. Por lo tanto, Ryuuzaki se permitió sentirse ligeramente optimista aunque en realidad no las tenía todas consigo. Caminaron por el laberinto de corredores en silencio, bajo una iluminación tenue e impasible a sus dilemas personales. Subieron al ascensor en el mismo mutismo distorsionado, uno que hacía de tira y afloja, uno que daban ganas de romperlo juntando sus bocas y olvidando cualquier tipo de desacuerdo que hubieran tenido, que pudieran tener nunca. Hubiera sido bonito de ser así. Sophie habría pensado eso, pero lo cierto es que hubiera sido un desenlace propio de un cuento de hadas y Ryuuzaki no creía en tales fábulas.

Llegaron al rellano deseado, cruzaron inmensas galerias y, poco después, estuvieron en medio de la sala cálida del piano. Una estancia que olía a incienso, madera y a libros ajados por el paso del tiempo. Olía a la cera de las velas apagadas, a intimidad y un poco a poesía. Olía a un primer beso. El primero que Light le había dado por iniciativa propia.

Con un incipiente sentimiento de inquietud, se frotó los pies descalzos uno contra el otro mientras veía al otro chico encender las dos lámparas de aceite apoltronadas sobre el escritorio de madera de roble. La vaporosa luminosidad hendió la atmósfera disipando la sensación sobrecogedora que había tenido en la oscuridad; la estancia, recogida entre aquellas cuatro paredes y con las cortinas de la pequeña ventana del fondo corridas, era la viva representación de una fotografía antigua.

Si me has traído aquí para quedarte callado podemos ir volviendo sobre nuestros pasos. Tengo bastante hambre y poca intención de perder el tiempo.

Aunque un tanto sobresaltado por el brusco quiebre en la quietud del momento, Ryuuzaki se adelantó hasta situarse junto a Light, quien se hallaba de pie frente a la escribanía; una mano en el respaldo de la silla empotrada. La luz de las lámparas de aceite arrancaba destellos rojizos a su cabello castaño.

No tienes que ponerte así por lo que te dije, Light dijo en un tono de voz comedido. No fue nada nuevo, tienes que entender que...

Por supuesto que no fue nada nuevo, no, ¡es pan de cada día! Mira, me importa un comino lo que creas que debo o no debo entender, porque sé muy bien lo que vas a decir.

No está en mi mano cambiar las cosas.

Los ojos de Light flamearon coléricos. Su rostro, en cambio, permaneció tenso e imperturbable como una estatua pétrea.

Está en tu mano confiar en mí dictaminó.

Se aguantaron las miradas con tozudez y un buen puñado de insubordinación hasta que fue el detective el que desvió la vista; un suspiro prácticamente inaudible brotando de sus labios antes de desaparecer junto a su entereza. Light lo observó con el ceño fruncido y una mirada fulminante que le deformaba la expresión en un rictus de hosquedad. Después de unos segundos que tuvieron la calidad de los minutos, él también apartó la mirada, se cruzó de brazos y aguardó con tensión a que el otro pronunciara palabra. Estaba demasiado dolido por lo sucedido la noche anterior como para siquiera importarle lo que Ryuuzaki podía sentir. Siempre había sido consciente de que las sospechas que recaían sobre él en cuanto al caso Kira permanecían inalterables, al menos así era para Ryuuzaki. Frecuentemente se había preguntado si dichas sospechas iban a encontrar su fin en algún momento de su existencia, o si por el contrario tendría que esperar a reencarnarse en la próxima vida. No obstante, ser consciente de ello no lo había vuelto más fácil. Ni menos doloroso. Cada día le parecía más evidente que aquello no se iba a resolver nunca, de hecho, Light empezaba a creer que ni la resolución del caso erradicaría aquella absurda hipótesis del excéntrico detective: la que decía que él había perdido sus recuerdos de ser Kira. Y aunque Light podía seguir la lógica de su razonamiento, aunque se había prometido no darle importancia, era físicamente incapaz de resistir aquella falta de fe que, por alguna razón, cada vez le resquebrajaba una porción más grande de su alma.

Lo siento. De verdad lo hago. El murmullo de Ryuuzaki sonó como el suave rumor de un oleaje nocturno. Pero tú más que nadie deberías ponerte en mi posición.

Light cerró los ojos. «¿Crees que si no me pusiera en tu posición habría podido resistir todos tus ataques impíos?» pensó, taciturno. Cuando abrió la boca de nuevo fue para hacer una pregunta.

Contéstame a una cosa, Ryuuzaki. ¿Qué significo yo para ti?

Su tono había sido revestido de una cuidada neutralidad, pero ni eso sirvió para impedir que la mirada del detective, quien había estado con los ojos clavados en la moqueta del suelo, se levantara hacia él tiñéndose de asombro e incredulidad. Light no esquivó el contacto visual, pero sí sintió cómo le ardían el cuello y las mejillas, cómo le temblaron las manos y los labios.

La expresión alelada de Ryuuzaki era un encantamiento capaz de enternecer al mismísimo Satán. Entreabrió los finos labios, los lamió.

¿Acaso tú lo sabes? ¿lo que significo yo para ti?

A Light le pareció injusto que le devolvieran la pelota.

No vamos a llegar a ninguna parte si respondes a mis preguntas con otras preguntas eludió contestar sintiendo como si aquella cuestión fuera una montaña rusa diseñada para producirle un vahído en la boca del estómago. En cualquier caso, no hace falta que respondas. Mientras sigas pensando que yo soy Kira, creo que podemos darla por respondida.

Los ojos oscuros le miraron intensamente.

Lo que le dijiste a tu padre es verdad. Ryuuzaki se removió. Las relaciones entre humanos se sienten, no se razonan. Al menos en lo que a relaciones afectivas se refiere, sean de la índole que sean.

Light esbozó una sonrisa irónica. Por supuesto, Ryuuzaki había presenciado aquella conversación.

El hecho de que mi juicio e intuición me sigan advirtiendo de que tú eres Kira continuó el de cabello oscuro en un hilo de voz no ha impedido que me deje arrastrar por esto, o por ti.

Pero sí que hizo ayer que te comportaras como un imbécil dijo entre dientes. Luego sacudió la cabeza con testarudez y se inclinó hacia delante despegándose del mueble en el que se había apoyado en algún punto de la conversación. De acuerdo, me parece un buen argumento a tu favor, pero es que me da igual. No vale la pena que continuemos esta discusión, no va a llevar a ningún puerto, ya que es evidente que tú nunca vas a confiar en mí para nada importante.

Light no pensaba dejarse engatusar por nada por lo que avanzó hacia la puerta sin nada más que añadir. La cadena se tensó de forma brusca y Light sintió como su ira volvía a entrar en ebullicón al percatarse de que Ryuuzaki se había quedado quieto, sin intención alguna de moverse de allí.

Light se dio media vuelta y le lanzó una mirada que podría haber pulverizado diamantes.

Muévete exigió.

Sus ojos se encontraron. De súbito, el estúpido sonido de su teléfono móvil se burló de aquella tirantez en el ambiente. Light rompió el hilo que conectaba sus miradas y cogió el aparato. Arrugó el entrecejo al ver que se trataba de su compañero de universidad: Ken Murata. Era inusual que lo llamara dos días seguidos, además, ayer ya le había explicado lo esencial sobre el tema de las competiciones. Al descolgar, no obstante, un ruido entrecortado, como si el móvil estuviese siendo golpeado, acentuó su aprensión inicial. Se oía una cacofonía extraña de pasos, rechinamiento y, de fondo, el discurrir del tráfico urbano.

¿Hola? Murata, ¿me oyes?

No hubo respuesta.

Apenas consciente del cambio en el semblante de Ryuuzaki, con los ojos entornados en un ademán de interés, Light aguzó el oído tratando de discernir la naturaleza de aquel desorden de ruidos. Volvió a pronunciar el nombre de su compañero, pero entonces un fuerte estruendo detonó al otro lado de la línea haciendo que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Light. El alarido aterrorizado de Murata fue lo último que escuchó antes de que se colgara la llamada.

Todavía tenía el teléfono apretado contra la oreja cuando sus ojos se posaron con conmoción sobre Ryuuzaki. Este se acercó unos pasos; había conatos de alarma tras la impermeabilidad de su expresión.

¿De qué iba esa llamada?

Light reaccionó entonces. Tomó a Ryuuzaki por el antebrazo y lo arrastró con celeridad a través de los corredores en dirección al ascensor al mismo tiempo que hablaba.

Necesito que localicemos la ubicación del teléfono móvil de un compañero de la universidad. Pulsó el interruptor pentagonal del elevador. Tenía el rostro contraído en una mueca de inquietud y se mordisqueaba el labio con impaciencia. A pesar de que ha sido él el que me ha llamado, nadie ha contestado al otro lado de la línea. Además, ni siquiera había motivo para esa llamada dijo mientras salían al rellano donde estaba la sala que utilizaban como centro de investigaciones. Creo que algo o alguien lo estaba acechando.

El grito... empezó Ryuuzaki.

Light asintió, nada sorprendido de que lo hubiera escuchado también.

Puede que con el afán por escapar le haya dado sin querer a la última llamada realizada. Fue ayer noche cuando hablamos, así que es posible.

Enseguida trató de llamar a su compañero de vuelta un par de veces pero, aunque daba señal, terminaba cortándose al no recibir respuesta. En cuanto se pusieron manos a la obra para pinchar el teléfono de Murata que por suerte continuaba encendido, no les fue complicado conseguirlo y, tras de un máximo de cinco minutos, lo tuvieron localizado. Ambos observaron el movimiento de la mota sobre el mapa virtual desplegado en la pantalla del ordenador.

Por la cadencia irregular del desplazamiento y por las desviaciones que está tomando parece que va en un vehículo dijo el detective acuclillado en una silla. Sus ojos se desviaron un segundo hacia la esquina inferior derecha de la pantalla. Son las nueve y media de la noche y está cerca del barrio de Akihabara.

El tráfico en Tokyo no era como para echar cohetes, pero había ciertas horas puntas y ciertos distritos en los que se volvía realmente insufrible.

Esto pinta muy mal masculló Light poniéndose en pie.

Ryuuzaki alzó la vista hacia él, curioso.

Murata no tendría que estar yendo en esa dirección. Señaló un punto en el mapa. Ayer noche cuando hablé con él le dije que se pasara sobre esta hora por el club El caballo y la Torre, donde hay un buen ambiente si lo que te interesa es meterte en el mundo del ajedrez. Ese club está cerca del Parque Ueno, por lo tanto, pasando Akihabara. Murata se está desplazando en dirección contraria y esa llamada... Tengo un mal presentimiento.

Ya veo. Meditó durante unos instantes antes de tomar una decisión. En ese caso, basta de cháchara. Podemos coger el helicóptero.

¿Sabes manejar un helicóptero?

En los labios de Ryuuzaki bailoteó una sonrisa que hizo a Light resoplar con incredulidad. Luego, sin embargo, se quedó pensativo.

El problema es que un helicóptero llama demasiado la atención.

Mantendremos las distancias aseguró el detective mientras se ponía en pie. El japonés no pudo evitar fijarse en sus ojos, dos grandes agujeros negros en el tiempo, y en la belleza inusual de su pelo oscuro como la obsidiana cuando el hombre añadió: De todas formas, si tienes razón algo me dice que se están alejando de la ciudad.

 

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Era noche cerrada cuando los dos jóvenes alzaron el vuelo en el aparato de hélices. No era muy grande, pero sí lo suficiente para que cupieran cuatro personas. Por dentro estaba acolchado, los asientos tapizados de piel oscura. Los controles eran un conjunto de marchas, interruptores y lucecitas con los que a Light le hubiera encantado entretenerse en otro momento. Despegaron de la azotea del lustroso edificio. Ya hacía tiempo que había dado por sentado que en aquel lugar uno podía encontrar lo que fuera; cualquier día descubriría que había una zona dedicada a tener un zoo de interior y no le causaría ningún asombro.

En un un pequeño monitor en lo alto de la cristalera delantera, la señal que mostraba la ubicación del móvil de Murata y presumiblemente del propio Murata también había cogido ya algo de velocidad y continuaba yendo en dirección contraria a la que debería ir.

Están pasando por Shibuya informó Light para que el otro no tuviera que estar mirando la pantalla más de lo estrictamente necesario. Vamos a ver a dónde nos llevan. Oye, ¿no deberíamos avisar a Watari por lo menos?

Le he dicho que íbamos a comprobar una cosa, que es lo que vamos a hacer. No quiero ponerle en sobre alerta antes de asegurarnos bien de lo que se trata. Mucho menos a tu padre y al resto. Es tarde. Bastará con hacerle una llamada al móvil cuando lo creamos oportuno.

Light le observó por el rabillo del ojo.

Antes no te preocupabas tanto por el descanso de las personas.

Bueno, ya sabes lo que se dice: todo lo malo se pega.

El japonés enarcó una ceja con escepticismo pero no continuó con la conversación. Que se hubieran visto envueltos en aquel imprevisto no conllevaba que hubieran resuelto sus problemas y él tenía muchos problemas con Ryuuzaki en esos momentos, mucho menos que tuvieran que hacer las paces. El alarido que Murata había lanzado y que le había retumbado en el oído tampoco era precisamente el ingrediente clave para aligerar la atmósfera. Era una estampa retorcida que Light tenía adherida en la memoria.

Pronto el recorrido adquirió un matiz insulso y monótono. El vehículo al que se encontraban persiguiendo desde el aire, un camión blanco con el logo de una empresa de transporte de madera, había tomado varias desviaciones hasta salir de la ciudad de Tokyo e internarse en la autopista, donde alcanzó los ciento veinte kilómetros por hora. Ellos iban con unos cinco minutos de retraso respecto a su objetivo. Habían pasado por lo menos tres cuartos de hora desde que habían despegado y el tiempo había transcurrido en un mutismo hermético, solo con las breves exclusiones de alguna que otra acotación respecto al destino del conductor del camión, el cual habían deducido, por la profesión del sujeto en cuestión, que podría tratarse del monte Takao una de las áreas montañosas más próximas a Tokyo. Si estaban en lo cierto aún les esperaban unos minutos de angustioso silencio. Light sentía como si esa ausencia de palabras hubiera tomado la forma de un verdugo de guadaña y toga oscura, que estuviera pasándoselo en grande a su costa.

Continuó jugueteando con el cinturón como llevaba haciendo en el rato sucedido. Tenía la vista cansada y le escocían los ojos, síntomas de la hora que era y de la absoluta porquería de día que estaba siendo.

Hay tres más aparte del que has visto.

Pese a haber sido dicho en un suave susurro, el comentario repentino de Ryuuzaki se escuchó ajeno y discordante al romper la burbuja de pasividad que se había creado en el aire.

¿De qué estás hablando?

Del medallón que me cuelga del cuello dijo, para sorpresa de Light que no se esperaba que el detective sacara un tema referente a su pasado por iniciativa propia. Yo tengo otro que me pertenece y habían además otros dos que pertenecieron a otras dos personas con las que... coincidí durante mi infancia.

Se hizo una corta pausa cuando el pálido hombre realizó unas acciones en los controles del helicóptero para cambiar de dirección. Light, que se había inclinado hacia delante en su asombro, echó un raudo vistazo hacia el mapa virtual. En efecto, estaban avanzando por una de las carreteras secundarias que accedían al Monte Takao.

Enfocó a Ryuuzaki cuando este habló de nuevo.

Yo y esas tres personas crecimos en un orfanato. Cuando teníamos alrededor de diecisiete años, uno de ellos quiso crear un vínculo material que reflejara el tiempo que habíamos pasado juntos. Nunca me había parado a pensarlo, pero supongo que éramos amigos. Titubeó un instante antes de añadir: Ya has deducido tú solo que este medallón Sus dedos sobrevolaron la zona del pecho en la que reposaba perteneció a alguien que me era querido. Bueno, la última que quedaba viva del grupo murió entonces, me ausenté para asistir al funeral.

Se hizo el silencio. El aire estaba inmóvil, atorado en la garganta de un Light que entreabrió la boca tratando de hacer fluir palabras que parecían deshacerse antes de ver la luz. Con el corazón tembloroso, contempló a Ryuuzaki. Tenía los orbes negros perdidos más allá de la ventana, sus ojeras parecían más marcadas que de costumbre y transmitía una sensación de calma que conmovió a Light profundamente.

¿Porqué me cuentas todo esto?

Ryuuzaki ladeó la cabeza y lo miró.

Porque quiero confiar en ti.

Fue solo un latido, un latido mágico de su corazón al escuchar aquella simple frase, un latido que derramó un sin fin de emociones en su interior. Sintió como todas esas emociones se le acumulaban en la garganta, en los ojos, haciendo que se sintiera indescriptiblemente vulnerable. Sintió, también, como si el pecho le fuera a reventar henchido de un sentimiento difícil de catalogar. No tardó en darse cuenta de que dicho sentimiento era pura e inmensurable felicidad y las ganas de besar a Ryuuzaki se volvieron insoportables. Pero el otro hombre ya no lo miraba y Light, avergonzado por su reacción exagerada, hizo un sobreesfuerzo por recobrar la compostura.

Siento lo de tus padres y lo de esa chica dijo cuando consiguió serenarse.

En realidad, a ellos casi no los recuerdo. Debía ser muy pequeño cuando pasó.

Se encogió de hombros sin hacer referencia alguna a la muerte de su amiga, Light tampoco insistió ni contestó nada de forma inmediata, sino que se quedó asimilando todo lo que le había sido revelado.

¿Los otros dos medallones también los tienes tú? preguntó después.

No. Uno de ellos perteneció a... llamémosla 'A', el otro a 'BB'. 'A' fue el que murió primero debido a una enfermedad, sucedió solo un tiempo después de que grabáramos las monedas con nuestras iniciales, para entonces ya estaba muy enfermo. 'BB' siempre había estado muy unido a 'A', cuando este murió perdió los cabales. Hizo una pausa sombría. Por supuesto, la moneda de 'A' la debió guardar él junto a la suya.

¿Cómo murió 'BB'? preguntó Light con suavidad, consciente de que era un tema delicado. Por nada del mundo se esperó la respuesta que sobrevino a continuación.

Lo mató Kira.

Ryuuzaki debió notar la mirada pasmada de Light, además de su elocuente silencio porque añadió:

Como ya te he dicho, 'BB' perdió los cabales con la muerte de 'A'.

No hablaron mucho más del tema en ese momento, pero las palabras dichas entonces fueron como piedras preciosas para Light. De alguna forma, que Ryuuzaki le hubiera dicho que quería confiar en él se había convertido en un recuerdo mucho más valioso que si directamente le hubiera dicho que ya confiaba en él. Porque el querer era poder, mientras que el poder no siempre significaba querer.

Light se sintió un poco osado cuando, después de unos instantes de agradable quietud, le dijo a su compañero que una vez estuviera resuelto todo lo referente a Kira le gustaría acompañarle al lugar en el que yacía enterrada su amiga. Ryuuzaki no le contestó con un «sí» rotundo, pero tampoco se negó.

El camión estaba ascendiendo por una carretera montañosa de grava rojiza. Se elevaron unos metros con el helicóptero para tener una mejor perspectiva de los alrededores y de la situación. El Monte Takao era un gran paraje boscoso, de altos abetos y despeñaderos escarpados, de tierra roja y lujurioso sotobosque dominado por zarzamoras que podían resultar de lo más traicioneras. Light sabía que ahí se encontraba un famoso río, pero la oscuridad era espesa aquella noche y el débil resplandor de las estrellas apenas ayudaba a perfilar los contornos de las cosas. Las luces del vehículo, no obstante, eran indicación más que suficiente de su trayectoria.

Espero que puedas perdonarme por lo que insinué ayer, Light dijo Ryuuzaki, de pronto.

Light cabeceó en una suave negativa y extendió una mano cuyos dedos enredó en el abundante cabello del detective, parecía una sombra en medio de toda aquella oscuridad hacía rato que habían apagado las luces más evidentes del helicóptero con tal de no delatar su posición. Algunos mechones le cosquillearon entre los dedos. Tironeó un poco obligando a Ryuuzaki a que girara la cabeza hacia él. Luego se inclinó y depositó un beso sobre sus labios.

Un pequeño roce. Un aleteo dulce. Lentamente. Un suspiro líquido.

Se separaron y se miraron a lo ojos un instante.

Gracias murmuró el universitario. No hizo falta que le explicara el porqué.

Después de seguir el vehículo unos minutos más, vieron como el foco de iluminación que lo había delatado antes desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Light frunció el ceño mientras buscaba el objetivo en el monitor que colgaba sobre sus cabezas. La señal del móvil seguía estando ahí. De hecho, se había detenido.

No parece que se haya dado cuenta de que lo estaban siguiendo.

Ryuuzaki se removió; pensativo y con un dedo entre los labios.

No...

Deberíamos bajar a unos metros de donde nos marca la posición declaró Light. Seguramente hay alguna casucha por ahí, o tal vez un escondrijo de mala muerte.

Lo que me parece extraño es que no se vea la luz de la presunta casa.

¿Tal vez un sótano? sugirió el universitario mientras veía como Ryuuzaki hacía descender discretamente el aparato; por la ventanilla podía ver la negrura más compacta del suelo cada vez más cerca. O puede que sí se haya dado cuenta de que lo estábamos siguiendo, después de todo, y haya apagado todo lo que le marcaba como un objetivo.

Sí, es posible.

Pero Light podía decir que no estaba convencido. Al menos, todo indicaba que el sujeto no había descubierto el teléfono móvil de Murata. Aterrizaron después de unos segundos en una hondonada natural que había entre una hilera de troncos altos y estrechos, tan altos que desde ahí abajo sus brancas superiores parecían desaparecer en las nubes de la noche. El motor del helicóptero soltó un bufido casi inaudible al apagarse y ambos se apearon sobre capas de hojas secas y ramas que cubrían el terreno montañoso. La penumbra devoraba todo lo que les envolvía, las migajas de luz que habían proporcionado los astros celestes habían sido opacadas por el follaje perenne de algunos árboles y se podían ver siluetas tenebrosas, imprecisas en todas las direcciones. En algún punto se escuchó ulular a una búho.

Light parpadeó un par de veces hasta que sus ojos se acostumbraron a la escasez de claridad. Una mano le tocó por la espalda y de súbito un rostro cadavérico apareció junto a él iluminado por un foco de luz blanquecina. El rostro tenía grandes ojos negros y profundas ojeras.

Me cago en todos tus muertos, Ryuuzaki siseó.

¿Qué te pasa, Light, tienes miedo a los fantasmas?

Anda, hazme el favor y cierra el pico.

Caminaron durante unos pocos minutos solo con las pantallas de sus móviles como focos de luz. No querían arriesgarse a utilizar linternas que pudieran delatar su presencia. Tratando de ser lo más sigilosos posibles, sortearon numerosos troncos y zarzamoras, atravesaron un pequeño arroyo que apenas les cubría los pies y Ryuuzaki se resbaló con una piedra cuando tuvieron que subir a gatas una pequeña pendiente; Light casi pierde el equilibrio también a causa del impulso del arete alrededor de muñeca ante el tirón del otro hombre.

Tal vez deberíamos alertar a Watari, si necesitamos que venga no estamos a cinco minutos que digamos musitó Light un rato más tarde mientras echaba un vistazo alrededor, entre los espacios de los gruesos troncos inclinados de aquella zona.

Creo que lo he encontrado anunció Ryuuzaki, un poco separado de él.

Light rodeó un tronco por donde la cadena que los unía le hacía de hilo conductor y salió a un pequeño claro alargado que daba con un saliente rocoso de la montaña. Dio un paso hacia Ryuuzaki. Este tenía su móvil en una mano; en la pantalla se mostraba la ubicación del de Murata, su compañero de universidad. Ubicación que no necesitaban saber. Porque el móvil de Murata, un Samsung rojo metálico, se encontraba en la otra mano de Ryuuzaki.

El japonés frunció el ceño, contrariado.

Esto no me gusta nada, Ryuuzaki dijo alumbrando con la pantalla de su móvil al detective para poder hablarle a la cara. Creo que ha llegado el momento de avisar a Watari. Tal vez incluso a la policía.

Sí, tienes razón. Tengo una mala sensación y, como sea cierta, tu amigo podría estar ya muerto.

Light no perdió ni un segundo más en discutir los próximos pasos y abrió la agenda de contactos de su dispositivo para buscar el número de su padre. Ryuuzaki se había quedado absorto mirando el lugar donde había encontrado el móvil de Murata, junto a un matojo de hojas y setas. Light detuvo un segundo sus movimientos para observarle, a punto estaba de consultar con él si acaso había descubierto algo importante pues no había otra razón para esa expresión cuando Ryuuzaki pegó un pequeño brinco como si hubiera recibido un pinchazo, Sus párpados, que se habían abierto con alarma, aletearon como las alas de una mariposa y Light vio como a cámara lenta el gesto de Ryuuzaki llevándose una mano al bolsillo trasero de su pantalón antes de empezar a desplomarse, inconsciente.

¡Ryuuzaki!

Todo sucedió en cuestión de segundos. Light se adelantó para cazar al vuelo el peso inerte del detective, maldiciendo demasiado tarde el no haber avisado a los demás, Un estallido resonó de pronto y un dolor sordo y penetrante le explosionó en la cabeza. Los oídos le zumbaron y la vista se le nubló, vagamente consciente de que algo o alguien le había asestado un porrazo en la coronilla. Lo último que vio fue el cuerpo yacente de Ryuuzaki sobre la hierba y una sombra borrosa inclinándose sobre él.

Después solo hubo oscuridad.  

 

Notas finales:

¡Waaaa! ¿Qué habrá pasado? :O Continuará...


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