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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

La segunda parte del capítulo "Cor unum" está aquí :P Espero que lo disfrutéis ya que viene algo que estoy segura de que estabais esperando.

XI. Cor unum 

Parte II

 

Cuando Ryuuzaki abrió los ojos aquel sábado, la luz que se filtraba por la ventana le cegó por un instante. Sentía la boca pastosa. Aturdido, se preguntó qué hora sería, por la intensidad del sol debía de ser pasado mediodía.

Así se lo confirmó Light, recostado con la espalda apoyada contra el cabezal de la cama.

Buenos días, dormilón. Son casi las tres de la tarde, el día de hoy será recordado por las generaciones como el día en el que el ilustre detective L durmió durante más de tres horas. Tumbado, además, como las personas normales añadió en un último pensamiento. Tenía un libro de portada color terroso sobre el regazo, una mano sujetaba la página por la que había estado leyendo. ¿Recuperado por completo?

Ryuuzaki se estiró haciendo tronar todas sus articulaciones, ante lo cual Light puso mala cara y «Ese ruido es repugnante». Mientras se erguía entre las revueltas sábanas, los ojos negros se limitaron a mirar al otro chico con expresión neutral. Notaba el cuerpo mucho más descansado y fluido, como de costumbre, pero las horas de sueño que no estaba habituado a cumplir le provocaban una sensación extraña, una desidia que le impelía a remolonear eternamente sobre aquel blando colchón.

Light debió tomar su silencio como una afirmación porque volvió a clavar la vista entre las páginas del libro y no dijo nada más. Se veía fantástico ahí sentado con ese aire disoluto y pacífico, con los mechones de pelo castaño acariciando juguetones la seda que era la piel de su cuello. Mientras lo contemplaba sumergirse en la lectura, Ryuuzaki se encontró deseando besar cada centímetro de esa tersa piel; las prominentes clavículas que asomaban por el borde superior de la camiseta, los pómulos, la mandíbula, o esos hoyuelos que le hundían las mejillas al sonreír; el contorno fuerte y ligeramente musculado de los hombros y la columna vertebral que tan sensitivo ponía al universitario; las piernas torneadas, cada hendidura presente en el trazo de su cuerpo y, sobretodo, las manos. Aquellas grandes manos que lo acariciaban con calidez y le arrancaban los sonidos más vergonzosos que Ryuuzaki había emitido jamás.

Desvió la vista hacia el hueco de la ventana, donde se apreciaban nubes blancas encapotando el cielo como si este fuera un prado nevado del revés. Los recuerdos amargos de la noche pasada discurrieron por su cabeza como un mal sueño. Si pensaba en la voz untuosa de aquel tipo, en como lo había tocado, en qué había convertido a sus anteriores víctimas aún le entraban escalofríos. Por eso prefería no pensar en ello, o bien analizar lo acontecido desde un distanciamiento que le confería la seguridad de la objetividad.

Pero Light... de las acciones de Light no era capaz de alejarse con esa facilidad. Le tocaban, le marcaban en un lugar muy profundo. Ya hacía tiempo que lo habían hecho. «Quiero confiar en ti» le había dicho, y había sido sincero. Ansiaba hacerlo. Confiar en Light. En esa persona que había lucido como si se ahogara en un vórtice de desesperación al verlo a salvo; Light que lo había abrazado delante de todos incapaz de mantener ese pequeño gesto bajo control; los sentimientos de Light, unos que no podían ser actuación.

«El viernes es Navidad». Suspiró interiormente. No le gustaba la Navidad. En realidad, le era indiferente la Navidad, pero por alguna razón cogió su nuevo móvil de debajo de la almohada Watari les había dado a él y a Light unos nuevos, aunque Light no había querido aceptarlo al principio y le envió un significativo mensaje de texto al anciano. Luego depositó el aparato en la mesita de al lado y se giró hacia el japonés.

¿Qué estás leyendo con tanto interés?

El chico contestó después de unos segundos.

A Ihara Saikaku.

Mm, no me suena.

Un brillante poeta y novelista del período Edo dijo, guardando el pequeño volumen en un cajón antes de ponerse en pie. Vamos a comer algo, anda, estoy hambriento. Luego tengo que llamar a mi madre para que se quede tranquila del todo.

Creí que la habrías llamado ya.

Light se encogió de hombros.

No quería despertarte. Como eres de sueño ligero...

Sus miradas se encontraron en ese momento, una curiosa y la otra avergonzada. Fue solo un segundo de un extraño mariposeo creciendo entre ellos, llenándolos. Ryuuzaki sintió que los ojos de Light eran esferas de pura electricidad y tuvo que apartar la vista musitando un «Ya veo» apenas audible.

Durante el resto de la tarde reinó entre ellos una incómoda y casi cómica tensión. Una distinta al tipo de tensiones en las que se habían visto sumidos en otras ocasiones, más rudas, punzantes y desagradables. La de aquel día, sin embargo, era de naturaleza joven, cándida y refrescante. Era un suspiro a la orilla de un estanque o una rosa de pétalos brillantes salpicando una colina nevada. Era algo extraño y acogedor al mismo tiempo, que les hacía mirarse y sonreír antes de apartar la mirada como un par de estúpidos. El contacto del otro les quemaba, pero lo buscaban continuamente igual que niños ciegos jugando en una arboleda; chocaron los codos cuando Light quiso coger el pan de la mesa y Ryuuzaki alargó el brazo hacia la tarrina de azúcar; liaron la cadena de las esposas cuando Light quiso ir al baño y Ryuuzaki tomó otra dirección sin darse cuenta.

Perdona, Light, no sabía que querías ir al baño dijo mientras ambos se afanaban en desenredar la cadena metálica.

No pasa nada contestó el japonés y sus manos se rozaron sobre la cadena y la caricia se extendió durante un instante involuntario.

Después, él había carraspeado y apartado la vista y Ryuuzaki lo había observado cuidadosamente, advirtiendo que Light parecía estar teniendo una lucha interior similar, tal vez superior a la suya misma. De esa forma, las horas vespertinas transcurrieron anegadas en aquella química extraña. Light realizó la llamada a su madre y habló de paso con su hermana, quien, según lo que le comentó el universitario al colgar, estaba de un humor espléndido y había preguntado también por él.

No te alteres, pero creo que tu hermana se huele algo le dijo Ryuuzaki cuando subieron a la sala del proyector para ver una película: Old Boy.

La expresión de Light fue divertida antes de contestar.

No me altero, Sayu es muy abierta de mente y está obsesionada con los mangas yaoi explicó, sentándose junto a un acuclillado L. Lo raro sería que no se montara sus fantasías teniendo a su hermano encadenado a otro hombre.

Ryuuzaki emitió un ruidito pensativo, ambas cejas arqueadas. Después de un momento asintió.

Es verdad. Recuerdo las cosas que me preguntó la primera vez que nos vimos. Quería saber si nos acostábamos juntos. Un bufido brotó de los labios de Light y «Eso solo lo hizo para molestarte», dijo. Ryuuzaki se removió mientras veía como el otro tocaba las teclas del mando seleccionando 'Old Boy' en el menú de opciones. Lo suponía, pero me pregunto qué diría si supiera que, en cierto modo, todavía no nos hemos acostado.

Fue instantáneo. El otro hombre se ruborizó como si una marea de lava le hubiera subido por el cuello hasta encenderle mejillas y orejas. Esto asombró al detective de sobremanera, pues a pesar de la extraña e incómoda dinámica que habían compartido aquel día, no se hubiera imaginado que Light, que casi nunca se sonrojaba por aquellos temas, se convirtiera en un tomate viviente. Suficiente raro fue eso y, sin embargo, se quedó corto ante el hecho de que el aparente bochorno del japonés incitó su propia vergüenza.

«Jesús, esto es horrible» pensó mientras el inicio de la película rompía el mutismo que se había instalado entre ellos como un intruso.

Watari volvió aquella noche cuando ambos estaban cenando en las cocinas, le dirigió un pequeño asentimiento a Ryuuzaki antes de darles las buenas noches y esfumarse prontamente tal y como había aparecido. La puerta por la que el anciano había salido podría haberse quejado a causa de la recelosa mirada que Light le estaba dirigiendo, su ceño fruncido y los ojos entornados. Claro, eso si las puertas pudieran protestar. Ryuuzaki se preguntó si Light sospechaba algo, aunque esperaba que no.

En cuanto se fueron a acostar, el colchón, invitador, pareció ejercer una magia encandiladora en ellos, y los besos que no se habían dado durante aquel día, corto día, los compartieron en ese momento. Aun así, aquella tensión hormigueante perduró; y cada vez que sus labios se juntaron hubo miradas brillantes, caricias tímidas que no habían estado nunca antes. No con esa claridad.

No hicieron nada más aquella noche, nada más que estar juntos. Cuando el soplido de Morfeo cayó como un somnífero sobre Light, Ryuuzaki se preguntó qué era aquello que parecía haber brotado entre ellos a raíz del secuestro. Algo había cambiado en él, en Light. Algo que era tan profundo como siempre y más cálido que nunca.

Ryuuzaki se mordió el pulgar al recordar el semblante meditabundo de Light en algunos momentos de aquella tarde. Sabía que este tenía algo en mente y le molestaba no saber de qué se trataba.

 

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Para Light Yagami aquel domingo fue una mera extensión del sábado tarde. Se habían levantado relativamente pronto y habían desayunado acompañados de una charla amena; Watari no se había ausentado esta vez, sino que había estado ahí, silencioso y solícito en una esquina. El trémulo mariposeo que les había abrumado la tarde anterior continuaba presente, como una brisa otoñal cada vez que sus miradas coincidían. ¡Era absurdo, irracional y...! Maravilloso.

Pero no todo era maravilloso.

Light sentía como si su vida se hubiera vuelto una enorme encrucijada, una en la que solo había dos opciones cuya diferencia recaía en el hecho de confiar o no confiar en Ryuuzaki. En Elle. Su corazón se estremecía cuando el verdadero nombre del detective resonaba en su cabeza, porque era como si siempre hubiera estado esperando por aquel sonido, como si, sin saberlo, lo hubiera conocido durante toda la vida.

Un suspiro escapó de sus labios. Estaban en la sala de investigaciones debido a que habían estado viendo el reportaje que la policía japonesa había emitido respecto al psicópata que los había secuestrado: Tezuka Syuusuke, un hombre de familia católica de la prefectura de Okinawa, huérfano desde hacía treinta años. A Light no le daba ninguna pena. Seguidamente, apareció en un pequeño fragmento la familia de su difunto compañero Murata Ken y, ante sus destrozados semblantes, Light por poco necesitó ir a vomitar; los recuerdos de aquellos cuadros eran una macabra pesadilla que se repetía por las noches como si fuera una broma bizarra.

Sacudió la cabeza e hizo girar la silla de ruedas, impulsándose en el suelo con uno de sus pies. El repiqueteo metálico de la cadena llamó la atención de su compañero, quien había estado entretenido con un tronco de bizcocho y crema pastelera.

Pareces preocupado por algo.

«Ahí está», pensó entre fastidiado y divertido. No se le había pasado por alto el hecho de que Ryuuzaki había notado su batiburrillo mental. Si solo supiera...

Han dicho que el miércoles es el entierro de Murata, van a incinerar lo que queda de él dijo. Los orbes de azabache le contemplaron apáticos. Light resopló y se impulsó de nuevo con el pie. Me gustaría asistir, la verdad. Es lo menos que puedo hacer después de no haber sido capaz de salvarlo.

Podemos ir si quieres, no me supone ningún problema.

Sí, probablemente los padres estarán encantados de que dos tíos atados vayan al entierro del hijo que, bajo su punto de vista, murió por ser diferente Sacudió la mano en un ademán desdeñoso. No digas chorradas.

No son chorradas, Light protestó sin alterarse. Cogió la cucharilla con la que se estaba comiendo el dulce y la hizo balancear precariamente entre sus dedos, como si fuera un péndulo. ¿Por qué insistes en presuponer lo que piensan o dejan de pensar otras personas? No conoces a los padres.

Los labios del universitario se fruncieron.

Me baso en porcentajes, tú mismo has podido comprobar que la sociedad japonesa no es muy abierta. Además, en ningún lugar mirarían con buenos ojos que dos personas fueran a un entierro con cadenas. ¿Te das cuenta que es de locos?

Pero nada más acabar de hablar se dio cuenta de que no. Ryuuzaki, la persona que se sentaba como le daba la gana, que vestía como le daba la gana fuese a donde fuese, que, básicamente, hacía lo que se le antojaba sin importar el tiempo ni el lugar, una persona como él no se daba cuenta. Y su expresión perpleja era una buena prueba de ello.

Light bufó y se puso un recordatorio en el móvil del día y del lugar del entierro. Si había suerte y el martes se resolvía el caso Kira, podría ir.

Olvídalo.

Como quieras. Pero tu padre no parece tan cerrado señaló, con la vista ladeada hacia él.

Sus palabras sorprendieron a Light, cuyos pensamientos fueron incapaces de articularse en una respuesta durante unos segundos. Pronto, no obstante, el semblante desprevenido mudó en una máscara impertérrita y, en un raudo y rígido movimiento, se giró hacia la pantalla de su portátil, consciente de la mirada del otro clavada en su nuca.

Se mordió la parte interior de la mejilla, molesto consigo mismo. Lo dicho por Ryuuzaki había herido en otra de sus preocupaciones, una alejada de identidades ocultas, una muy distinta y bastante más humana. Porque sí, había algo que le preocupaba y que no tenía nada que ver con cuál era el tiempo idóneo para confesarle al detective que había descubierto su nombre por error.

Algo que le preocupaba... aquella extraña, flamante dinámica entre ellos.

 

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Aquella tarde, después de que Light tuviera una agridulce conversación con sus tíos por teléfono porque, mientras le decía lo mucho que se alegraba de que estuviera bien y de lo rastrero de aquel psicópata enfermo, a su tío Hiroaki se le había notado a leguas lo que pensaba de los homosexuales, la pequeña cala había sido una idea tentadora a la que no tuvieron fuerza para resistirse. Por lo que, bajo un cielo despejado de invierno dieron un largo paseo hasta adentrarse en aquel oscuro desvío circunvalado por la conocida arboleda de lujurioso sotobosque. El mundo ya estaba oscureciendo a su alrededor cuando pisaron aquella recóndita entrada a otra dimensión. No había pájaros que cantaran, pero sí un suave murmullo continuo que nacía entre las hojas perennes de los árboles, que brotaba desde las raíces de los troncos, de la tierra, del aire, de algunos pequeños roedores. Era la voz del bosque.

Esa noche, Light se quitó los zapatos en la línea difusa en la que la tierra y la hierba húmeda se entrelazaban con la arena de la playa. El detective hizo lo mismo, pero él siempre lo hacía. Las plantas de sus pies se hundieron en los pequeñísimos granos de arena, blancos y fríos como si fueran polvo de marfil. La brisa helada soplaba y gemía a su alrededor, calando a través de la gruesa tela de su abrigo. En el firmamento, las pinceladas rosadas del crepúsculo se fundían con ribetes de la inminente oscuridad; semejaban la acuarela de un pintor bohemio.

Light avanzó los últimos pasos que le separaban del inicio rocoso, donde el musgo crecía y se podían vislumbrar restos de pechinas descollando como caparazones de pequeños seres. Arremangándose la parte baja de los pantalones, sorteó los salientes rocosos hasta sentarse en uno de superficie ovalada. Hundió los pies en las suaves olas que se mecían bajo él.

¿No está fría?

Ryuuzaki, a su lado, se había acuclillado y miraba las aguas bañadas por la luz crepuscular con una extraña expresión que Light no pudo catalogar, por lo que, en su lugar, cerró los ojos y respiró ampliamente antes de responder.

Está congelada.

Ya veo.

Aún sin abrir los ojos, el universitario frunció el entrecejo; una sonrisa, no obstante, bailoteaba en sus gruesos labios.

He estado pensando estos días acerca del caso Kira manifestó; agitó los pies en el agua creando un movimiento ondulante. Puede que tengas razón al decir que tengo el perfil perfecto para ser el Kira genuino. Suspiró y entreabrió los párpados para posar su mirada en el reflejo dorado que el atardecer coloreaba en los ojos negros de Ryuuzaki, que le observaban con . La verdad es que si yo fuera Kira, el patrón que seguiría sería alarmantemente similar al que siguió el Kira genuino en su momento. Librarme de toda la corrupción del mundo... Una risa nació en sus labios. En fin, si pudiese lograr eso de algún modo cabe la posibilidad de que no me importara perderme a mí mismo.

Ryuuzaki lo interrumpió entonces.

¿Por qué me estás diciendo todo esto?

En la lejanía del horizonte, la línea difusa del mar parecía una compuerta prohibida hacia el mundo del cielo. Durante unos segundos, Light mantuvo la vista en aquel punto irreal antes de agachar la mirada. Un pececito nadaba cerca de los dedos de su pie izquierdo.

Es porque... vaciló. Supongo que quiero ser sincero contigo, quiero que veas que entiendo tu razonamiento, tal vez incluso lo comparto. «Ya que no tengo el valor para sincerarme en otros aspectos». Pero precisamente porque se trata de mí, soy el único que puede saber la verdad. Y, Ryuuzaki «Ya que prefiero esperar a que todo esté resuelto para confesarte todo lo que sé», te prometo por cualquier cosa que me importa que yo... Los ojos castaños buscaron la profundidad de los negros... yo no soy Kira.

Una ola más grande de lo usual les empapó de arriba a bajo, mas ellos no se inmutaron, sino que continuaron mirándose cada uno sentado en una roca distinta, recortados por el ocaso contra la espesura del fondo. Una gota se escurrió de un mechón negro de Ryuuzaki y chasqueó sobre la superficie sólida del pedrusco. El silencio era relativo, era un instrumento más acompañado por la orquestra de la naturaleza.

De súbito, Ryuuzaki se inclinó hacia dónde Light permanecía estoico, aguardando una respuesta que nunca llegó pues, en su lugar, un beso capturó sus labios con desesperación y unos brazos lo agarraron de las solapas del abrigo y lo atrajeron hacia el detective. Tratando de mantener el equilibrio sobre la pequeña separación de sus rocas, Light fue a su encuentro con el mismo entusiasmo y se fundieron en un intercambio de labios, dientes, lengua y saliva que no habían compartido desde el secuestro.

La lengua de Ryuuzaki le lamió el labio inferior antes de succionarlo con deleite, arrancándole un jadeo en el proceso.

La ropa debe secarse, Light susurró contra su boca; las hebras de su pelo le hacían cosquillas en la cara. Vamos a darnos un baño.

Light rio.

¿Qué? ¿con este frío? ¿quieres morir de hipotermia?

Ryuuzaki se lamió los labios, de esa forma tan característica suya, y Light se sintió hipnotizado por esa lengua.

Si te me pegas bien nos mantendremos calientes.

Las palabras fueron una tortura, una ternura y una maldición que desató un infierno en su interior. Unos minutos después la ropa de ambos yacía sobre los salientes rocosos, bajo un firmamento bañado en una puesta de sol al oro. Mientras que ellos, por otro lado, eran dos sombras sumergidas en el agua helada, unidas en abrazos y besos infinitos, sus muslos entrelazados, los pechos bamboleando al unísono uno contra el otro. Si Light había gritado al entrar en contacto con la fría mar, era un grito que había quedado ahogado por candentes jadeos que se alzaron al cielo como libélulas de una pasión infinita. O por el mordisco que Ryuuzaki le había dado en el cuello, hambriento y con el miembro medio duro a pesar de la baja temperatura del agua. Ninguno se percató. perdidos en su locura, de la figura que hacía un rato había aparecido por uno de los desvíos del bosque que ascendían hacia los acantilados y que, embelesado, había capturado ese momento para siempre.

 

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Light tomó el miembro de Ryuuzaki con una mano y lo sacudió lenta y expertamente mientras con el otro brazo aferraba la cintura del hombre, cuya cabeza se echó hacia atrás en un ronco gemido. Besó su cuello en un camino ascendente hasta atrapar la tierna piel del lóbulo entre sus labios. Una ola un poco más fuerte que las demás les hizo tambalearse, pero, como tocaban el suelo cubierto de pequeñas rocas, no llegaron a perder el equilibrio por completo. Light se sentía congelado y caliente al mismo tiempo, un estado que le hacía jadear de forma entrecortada mientras devoraba con ansias la piel de Ryuuzaki que sobresalía del agua. Este se dejaba hacer, moviendo sus caderas hacia delante en busca del máximo contacto. Desnudos, todo lo que ansiaban era unirse hasta ser uno solo. Todo lo que Light ansiaba...

Me estás poniendo muy cachondo, Ryuuzaki...

Una pálida mano le apretó una nalga con posesividad.

No me voy... a quejar por eso respondió, agitado.

Enseguida, la boca de Light estuvo de nuevo sobre la suya, impidiéndole soltar sonido alguno que no fueran gemidos y lamentos placenteros. Las lenguas se enredaron húmedas, lamiéndose toda la cavidad de las bocas, chocando los dientes, devorándose como bestias hasta que apenas les quedó aliento. La espalda de Ryuuzaki, más estrecha que la suya, encajaba perfectamente entre sus brazos mientras se aferraba a ella con garras desesperadas. Era muy distinto a hacerlo con una chica. Eso fue lo que había pensado cada vez que se habían sumido en intercambios de pasiones contenidas, más duro, más brutal, más salvaje, menos delicado; aquella vez, sin embargo, la mente de Light solo podías hilvanar cuán correcto se sentía la forma en la que Ryuuzaki le tocaba, la manera en que lo encendía de un modo que nada ni nadie antes había logrado..

Aprovechando la liviandad otorgada por el agua, alzó a Ryuuzaki, que emitió un leve jadeo sorprendido y envolvió las piernas alrededor de su cintura. Más piel quedó a su antojo. El pecho pálido, los pezones rosados. Sin perder segundos en la contemplación, pasó a la acción y succionó uno de los rosados botones moviendo la lengua en círculos. Su boca se llenó del sabor del agua marina y, de repente, Ryuuzaki le estaba tirando del cabello para obligarle a abandonar su deliciosa encomienda.

Eres un tramposo, Light dijo, pero sus ojos estaban dilatados por el deseo por lo que Light se permitió sonreír con suficiencia pese a la fuerza con la que el otro le sostenía del pelo, impidiéndole bajar su atención a aquel pecho lampiño.

En la guerra todo vale, Ryuuzaki.

Se adelantó y capturó sus labios en un revoloteo pausado y caliente. El pene de Ryuuzaki golpeó contra su estómago, espoleando su propia erección. Cuando rompieron el beso, que no el contacto visual, Light respiraba con agitación mientras se sumergía en aquellas lunas de azabache líquido. Aquellos ojos... Ryuuzaki. Elle. «Mierda, ¿que me está pasando?», pensó, aturdido por cómo la visión de aquel rostro, de aquella expresión, de aquel pelo mojado y denso, de aquello ojos, le provocaba una espiral de sentimientos, una calidez acariciadora y susurrante que le emborrachaba la mente y el corazón.

La cadena se hundía en el agua.

Light se mordió el labio barajando su dicotomía mental. Bajo un cielo en el que el declive había legado su reinado a la noche, Ryuuzaki le miró con curiosidad, sin moverse más allá del suave mecer del frío oleaje.

—Ryuuzaki pronunció, sintiéndose horrorizado por cómo su corazón empezó a martillear con fuerza. ¿Quieres volver?

¿Volver?

Quiero hacerlo dijo acelerado. Vamos a hacerlo, quiero hacerlo. No me importa ser yo el que ceda.

El rostro del detective se vio transformado por la profunda impresión que aquellas palabras le ocasionaron. Eso, al menos, sirvió para mermar ligeramente la vergüenza que Light estaba sintiendo. Aunque no los nervios.

 

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Estrujó las sábanas bajo sus manos. Tenía el ceño y los labios fruncidos en un rictus de dolor e incomodidad; las piernas abiertas en la posición más bochornosa y expuesta que jamás hubiera pronosticado adoptar. Otro dedo. Soltó un quejido que le reverberó en la garganta. Sin duda, el lubricante que Ryuuzaki había sacado ayudaba, pero no lo volvía bocado de dioses.

Tienes que relajarte, Light, sino será imposible dijo el detective mientras con la mano libre masajeaba su miembro en un suave vaivén.

Al universitario realmente le hubiera gustado escupir que era más fácil decirlo que hacerlo, pero no lo hizo y, en vez de eso, tomó una profunda bocanada de aire y trató de enfocarse en la fruición del contacto de la mano de Ryuuzaki sobre su carne caliente.

Habían cogido un taxi para llegar lo antes posible al edificio, incapaces de aguantar mucho tiempo con las manos fuera del otro. Luego, mientras subían en el ascensor, Light no había podido evitar echarse encima del otro chico, empotrándole contra el revestimiento metálico de las paredes y metiéndole la lengua hasta las amígdalas. Si no fuera porque lo que tenía en mente no era algo precisamente sencillo no la primera vez, hubiera propuesto hacerlo ahí mismo; no creía que Ryuuzaki se hubiera negado estando igual o más excitado que él mismo.

Una vez en la habitación, la ropa había volado en un revoloteo frenético y, junto a las esposas, yacía ahora olvidada en una esquina del suelo. La habitación estaba iluminada por la luz de los apliques del techo y solo se escuchaba el contacto viscoso del dedo largo de Ryuuzaki en su entrada, el mugir de la cama con cada estremecimiento de Light y los jadeos quejumbrosos de este. Habían estado enredados en besos y caricias durante minutos y estaban ambos sudados y hambrientos de deseo.

Los dedos hicieron un giro extraño en su interior que le hizo abrir los ojos y soltar un ronco gemido.

H-haz eso de nuevo.

Ryuuzaki frunció el ceño tratando de encontrar de nuevo ese 

¿Aquí?

¡Ohh, sí!

Ryuuzaki sonrió ante la visión de un sonrojado Light, tumbado boca arriba y con el flequillo pegado a la frente, mordiéndose el labio en su pretensión por atajar los sonidos que pugnaban por salir de su boca. Mientras continuaba bombeando su grueso pene, metió y sacó los dedos siguiendo esa misma mecánica, haciendo que el universitario se deshiciera en lamentos, esta vez sí, de placer. Su propio miembro palpitó por la anticipación de penetrar aquel caliente y estrecho agujero. Su voz sonó enronquecida cuando habló.

Light, ¿puedo...? se lamió los labios, impaciente. Los dedos entraban y salían. Más y más profundo. Light jadeaba, extasiado. La sangre le borboteaba como lava bajo la piel. Me voy a volver loco si no lo hago ya.

Un ronquido de risa que tuvo más de gemido que de risa escapó de los labios de Light, que lo miró con los ojos entornados y largas pestañas.

S-se... se te escucha muy... ¡ah! Desesperado.

Un poco admitió, sacando los dedos e inclinándose entre las piernas abiertas para fundir sus labios en un beso duro y arrollador. Bastante se corrigió al separarse.

Los ojos de Light brillaron con aprensión durante un instante, pero luego se llenaron de determinación.

¿A qué esperas entonces? Tomó el miembro rígido del detective y frotó con el pulgar el presemen que brotaba de la punta. Ryuuzaki jadeó, moviendo la cadera contra la mano de Light. Hazlo antes de que me arrepienta.

El detective no necesitó más motivación que aquella. Disciplente, aunque algo tembloroso, se acomodó bien de forma que la punta de su erección, bañada en lubricante, quedara contra aquella estrecha cavidad.

Para Light fue doloroso y difícil en un inicio pese a la preparación. El pene de Ryuuzaki era de un tamaño normal, pero mientras lo penetraba sentía como si lo estuvieran desgarrando con un ariete.

Para Ryuuzaki, por otro lado, fue como si cada milímetro de estrechez superada le precipitara al abismo de un orgasmo potente y sin retorno. Respiró profundo en un intento por controlarse; las manos apoyadas en el colchón, a un lado de la cabeza ladeada de Light, cuya expresión reflejaba el dolor punzante que estaba sintiendo.

¿E-estás bien?

Le acarició un costado tiernamente. Ir despacio estaba resultando una tortura. Light sacudió la cabeza y, entre dientes, le instó a continuara. Así lo hizo, brindando de caricias la virilidad del japonés hasta que estuvo por completo hundido en él. Un hondo jadeó le palpitó en la garganta al sentirse oprimido por aquella caliente cavidad. Suspiró. Una gota de sudor le recorrió la cara.

Light entreabrió los ojos que había cerrado, tenía el cuerpo, los músculos y la mandíbula en tensión. Se miraron a los ojos y durante un segundo no hubo nada más que ellos y sus almas expuestas, abiertas de par en par. Luego, Ryuuzaki empezó a penetrarlo con toda la delicadeza que le fue posible en semejante estado excitación. Todo lo que quería era arremeter con fuerza dentro de Light.

Después de unas cuantas embestidas los gemidos de aflicción del universitario se fueron intercalando con otros de naturaleza distinta. Pero no fue hasta que Ryuuzaki le acertó en aquel punto mágico, con una fuerte estocada que no pudo contener más, que los ruidos de Light se transformaron en gruñidos entrangulados de placer. Gruñidos animales que hicieron enloquecer a Ryuuzaki, que arremetió con apetencias renovadas.

Joder, ¡me cago en la puta! Sigue así... ¡ahh!

Light, esto es... ah... ¡mierda! penetró con fuerza, los testículos le temblaron enviando una oleada de placer por todo su cuerpo. Eres tan estrecho.

Un nueva estocada. Light gimió roncamente.

Vete a la... mierda. Estocada. ¡Oh, joder, joder!

Las piernas torneadas estaban envueltas alrededor de su cintura intensificando el contacto, un contacto delirante y que debería estar prohibido. Ryuuzaki continuó perdiéndose en salvajes penetraciones mientras Light le arañaba la espalda, extasiado, gruñendo, aullando, deshaciéndose como una gelatina, deshaciéndose en sonidos que fueron aplacados por un beso de dientes y lengua, por el choque de sus bocas. Sus respiraciones eran agitadas y el calor y el deseo hervía en sus venas mientras sus pechos se movían juntos, al unísono, como si fueran un solo corazón. Ryuuzaki cogió el miembro de Light con una mano y lo apretó para luego empezar a sacudirlo al ritmo de las embestidas. Al ritmo al que su erección descendía y se hundía, descendía y se hundía, una y otra vez en el culo de Light, en un estanque de pasión oscura como si ellos también, del mismo modo que sus corazones, fueran uno solo y no quisieran separarse nunca. Ryuuzaki quería derramar todo dentro de él, quería entrar dentro de él, perderse en él, nadar en sus músculos, huesos y tendones, caer hasta que sus sangres se fundieran y derramar de nuevo el alma entera para no volver a encontrarla jamás. Light se aferraba a él como si ansiara exactamente lo mismo, elevando las caderas para profundizar cada embestida, cada golpe, apretándole los cachetes del culo con desesperación.

El vaivén se volvió más frenético si cabía y el auge del placer se aproximó, ansiado y rechazado al mismo tiempo. En el clímax de ese vorágine de placer, Ryuuzaki miró directamente a los ojos dorados de Light y lo que vio le sacudió el mundo a sus pies; porque lo que vio anidado en aquella mirada fue un sentimiento demasiado grande, demasiado abismal para ellos dos.

Pero entonces él dijo su nombre:

Ryuuzaki... Ryuuzaki... No pares, Ryuuzaki.

Era la más dulce letanía que nunca había escuchado. Los ojos dorados del japonés brillaban, estaban acuosos en medio de aquella sinfonía de gemidos. Las manos se aferraban a él con fuerza inusitada y, con un par de estocadas más, Ryuuzaki se vio alcanzado por un orgasmo contundente que le hizo estremecer y jadear largo y tendido mientras llenaba de un líquido caliente el orificio de Light, que gimió también, tensando los músculos al verse golpeado por su propio orgasmo mientras se corría en la mano de Ryuuzaki.

Se mantuvieron quietos durante unos segundos tratando de normalizar sus respiraciones. El chorro de semen espeso y blanquecino todavía manchaba la mano y los dedos de Ryuuzaki cuando este se dejó caer hacia un lado sobre el colchón. Cansado, dejó escapar un largo suspiro.

¿Qué tal ha estado?

Fue Light el primero en hablar. Al girarse el detective se encontró con los ojos risueños del otro clavados en él.

Repetible contestó.

¿Repetible?

Repetible cuanto antes.

Una carcajada brotó de los labios del japonés antes de ponerse un brazo sobre la frente.

¿A ti te ha gustado? preguntó Ryuuzaki entonces.

No te voy a decir que no ha sido raro al principio dijo, estaba rojo por el ejercicio; de lo contrario, Ryuuzaki pensó que se estaría sonrojando al decir eso. Pero al final ha estado bien. Creo que me voy a dar una ducha, me has dejado todo pringoso.

Ryuuzaki elevó una de sus manos, con la que había estado masturbando a Light.

No he sido el único.

Te aseguro que es bastante más molesto en mi trasero replicó el japonés poniéndose en pie.

No lo voy a poner en tela de juicio. Al ver al otro recoger las esposas del suelo, añadió: Ve a ducharte tú solo, te espero aquí.

Por un momento, no recibió respuesta más allá de la mirada incrédula de Light.

¿Lo dices en serio?

Solo por esta vez asintió . Espero que no guardes tu arma homicida debajo del retrete.

Light se limitó a poner los ojos en blanco antes de caminar hacia el baño contiguo tal y como Dios lo trajo al mundo.

Te estás suavizando.

Los ojos de Ryuuzaki se oscurecieron por el deseo al ver el movimiento de aquellas duras y perfectas nalgas al caminar, aquellas en las que había estado hundido no hacía más de unos minutos.

Un rato más tarde, cuando Light salió de la ducha ya vestido con el pijama, sintiéndose relajado y mucho más limpio, y por lo tanto conforme consigo mismo, se encontró a su compañero acuclillado en la cama, también con la ropa puesta. Había sintonizado la radio en el móvil. Mientras se sentaba a su lado, Light identificó la canción que sonaba como 'Nandemonaiya' del grupo RADWIMPS, los cuales estaban teniendo el boom desde hacía relativamente poco a raíz del éxito de una película para cuya banda sonora habían compuesto varias canciones.

No sabía que escucharas música.

Todo el mundo escucha música, Light

Música moderna, quiero decir.

El detective se encogió de hombros y Light sintió el impulso de pasarle el brazo por los hombros y atraerlo hacia él. Pero no lo hizo; y en su lugar hizo algo mejor, algo que no hubiera hecho si no continuara borracho por lo que acababan de hacer y compartir. Con un movimiento ágil, se situó detrás de Ryuuzaki, sentándose con las piernas abiertas de forma que este quedara en medio.

Light, ¿qué...?

Shh, vamos a quedarnos así un rato resolvió y tiró de él suavemente para que se sentara como las personas normales. Sobrepasado por todas las sensaciones, notó cómo su corazón se aceleró cuando un sorprendido Ryuuzaki quedó recostado con la espalda apoyada contra su pecho. Hundió la nariz en el revuelo de su cabello y aspiró hondo. Hueles genial.

A sexo.

A hombre.

Los ojos negros le enfocaron por encima del hombro huesudo.

Me asombras, Light, te estás volviendo todo un romántico. Dentro de poco te imagino poniéndole un nombre a nuestra relación y todo, ¿no sería eso el fin del mundo?

La saliva se le acumuló en la boca y tuvo que esforzarse por tragarla.

«¿Que demonios me está pasando?»

Tenía que pensar en la familia, en el futuro. A su cada vez más presente corazón no le agradaba pensar. Apretó a Ryuuzaki contra él, rodeándolo con los brazos.

Cállate un rato, ¿no estabas escuchando música?

Pausa.

Como quieras, Light. Solo bromeaba.

Light suspiró para sus adentros. Aquello que le preocupaba, y que le había empujado a vencer sus reticencias en el sexo, era que el nombre de Ryuuzaki no era lo único que había descubierto recientemente. Ojalá lo fuera, empero el destino parecía empeñado en burlarse de él y su nueva estrategia para lograrlo consistía en abrirle los ojos un poco más. En hacerle ver lo que no había visto hasta ahora. En hacerle ver que estaba completa y perdidamente enamorado de Ryuuzaki.

De Elle. De quién fuera que fuese.

(Recomiendo escuchar la canción que señalo a partir de este punto, como ambientación ;) https://www.youtube.com/watch?v=xqip4WBOMeY )

En ese momento la canción terminó dando paso a una de habla inglesa, 'Turn your face' de Little Mix según el comentarista. Una que anidaba el sonido de un lamento y una caricia perdida, y que colmó la sala con unas voces redondas, potentes y llenas de sensibilidad musical.

Las palabras que nunca encontraré

y que siempre quise decirte, ahora no puedo.

Porque volteaste tu rostro

y ahora no puedo sentirte más.

Light se removió, incómodo. En un acto inconsciente de ternura había comenzado a acariciarle el muslo a Ryuuzaki. Se detuvo en cuanto se percató de ello.

En mi memoria están ardiendo las huellas que me dejaste,

y siempre he querido decirte que no puedo.

Así que voltea tu rostro

hasta que ya no pueda verte más.

Aléjate, hasta que ya no estés en mi puerta.

Voltea tu rostro, aléjate y quédate. Voltea tu rostro...

Cantan bien, pero la letra es comercial dijo rompiendo el silencio.

Comercial romántica, nunca me han gustado asintió Ryuuzaki. Light se dio cuenta de que había cerrado los ojos y tenía una expresión relajada. Aunque tampoco está tan mal.

¿Quién es ahora el que se está ablandando?

Es tan difícil de afrontar... que ya no puedo sentirte más.

No recibió respuesta. Sino que se quedaron en silencio escuchando la melodía, uno en brazos del otro, cada uno sumido en mundos distintos pero cercanos al mismo tiempo. Light no sabía que aquella canción quedaría grabada en su alma, por ser la última, por ser la primera.

 

0.o.o.0.O.0.o.o.0

La casa unifamiliar se alzaba silenciosa en su parcela cuando Sascha llegó cerca de la medianoche y se deslizó por el recibidor sigiloso como una sombra. Las luces estaban apagadas, nada en la residencia de los Yagami indicaba que pudiera haber alguien despierto. Sin embargo, unos pasos le alertaron cuando estaba por subir las escaleras.

Sascha. La voz de su tío Soichiro le llegó antes de distinguir su figura en la penumbra del pasillo. ¿Acabas de llegar ahora de esa vuelta por Tokyo?

Es una ciudad grande, hay mucho por ver.

Soichiro asintió y Sascha apreció, receloso, que fijaba sus ojos en la cámara que le colgaba del cuello. Para su asombro, el hombre esbozó una tentativa sonrisa.

Veo que has salido a hacer fotos, ¿has conseguido buenas tomas? En el parque Ueno puedes conseguir muy buenos planos, es un lugar precioso. También tienes la zona de Odaiba. Se calló, sopesando sus palabras. Sascha, por su parte, se removió nervioso preguntándose a qué venía aquel intento de conversación con él. ¿Ya puedes hacer buenas fotografías de noche?

La boca se Sascha se entreabrió mientras pasaba el peso de un pie al otro.

Se consiguen otro tipo de fotografías dijo al fin, recibiendo un asentimiento por parte del otro.

¿Quieres tomar una copa conmigo?

Las palabras le chocaron. Desde que había llegado a Japón con sus padres no había hecho intento alguno por entablar relación con unos tíos que apenas recordaba, y ellos, al verlo distante y hermético, tampoco habían ido más allá. Solo con Sayu había sido distinto, y solo por el interés que la chica ponía en sus fotografías aunque Sascha no era estúpido. Era consciente de que la adolescente lanzaba corazones por los ojos cada vez que le hablaba. Tal vez por eso le asombró aquel claro intento del hombre por relacionarse con él. Aquel hombre que no debía de ser muy distinto a su propio padre.

Sonrió con falsa simpatía.

Me gustaría acostarme ya, ha sido un día 

Hm. Sí, sin duda, como quieras dijo mientras empezaba a subir las escaleras. Sascha le siguió por detrás. Me gustaría que tú y mi hijo os conocierais, hace tantos años que no os veis...

Sascha no sintió la necesidad de contestar a eso. No sentía el más mínimo interés por ese hijo perfecto, aquel que su padre tanto alababa.

Después de un momento, al llegar al rellano del piso superior, su tío volvió a dirigirle la palabra justo cuando él estaba por despedirse sucintamente.

Sascha, déjame decirte una cosa.

El chico lo miró con una fría sonrisa, a la espera.

No creo que dedicarse a la fotografía tenga nada de vergonzoso dijo, circunspecto; sus palabras golpearon al más joven con incredulidad. Me he dado cuenta de que tu padre no está muy contento con tu elección, pero algún día se dará cuenta de su error. Y entonces estará orgulloso de ti, de lo mucho que amas lo que haces y de lo mucho que te esfuerzas en ello.

El silencio que siguió a aquella declaración fue absoluto, no se escuchó ni el crujir del suelo de madera. Los ojos azules y ligeramente rasgados de Sascha se habían abierto y miraban con desconcierto al que era su tío. Después de un segundo que pareció eterno, no obstante, el chico se inclinó en una breve reverencia, murmuró un suave «buenas noches» y se alejó hacia la habitación en la que se estaba alojando, dejando al hombre con el ceño fruncido en una mueca apenada.

Sascha cerró la puerta a su espalda y, tratando de alejar de su mente aquel extraño encuentro con Soichiro Yagami, conectó la cámara de fotos a su portátil y paseó entre las nuevas fotografías que había conseguido durante el transcurso de la tarde. Buscaba una muy concret: esa que le había robado el aliento y sobre la que lamentaba no tener derechos.

Después de un par de minutos por fin dio con ella. Una perspectiva lateral de una cala recóndita y flanqueada por altos acantilados se esparció iluminando la pantalla. El océano se extendía infinito en la imagen, reflejando los colores del atardecer como si fuera un mar en llamas. Y en la costa, cerca de los salientes rocosos donde las olas lamían la arena y las rocas de la orilla, dos siluetas oscuras se recortaban contra el horizonte entregados a la pasión de un beso enternecedor. Sascha contempló la imagen, maravillado una vez más por aquella visión mágica. No se distinguían los rostros de los amantes, pero sus contornos masculinos quedaban en manifiesto.

Tendría que haberles pedido permiso para exponer la fotografía en la próxima galería suspiró, apagó el portátil y se tumbó en la cama.

Claro, había querido interrumpir, pero la situación no lo ameritaba y, además, las dos personas habían parecido estar caldeándose en cuestión de segundos, por lo que Sascha había terminado por marcharse con aquella fotografía, hermosa pero inservible para sus trabajos. No sin el consentimiento de aquellos sujetos. Ahora se arrepentía de no haber interrumpido.

Un nuevo suspiro escapó de sus gruesos labios y flotó como una pluma en el aire antes de disolverse en el eco de sus pensamientos. ¿Qué mosca le había picado a su tío? ¿acaso no estaba de acuerdo con el proceder de su padre? A Sascha poco le importaba, pues estaba más que habituado a este último y a sus frustradas fantasías de que cursase una importante carrera. Echó una mirada por la oscura habitación de aquel primo suyo, decorada sobriamente. «Cero personalidad» había dictaminado Sascha el primer día en aquella casa y su opinión permanecía intacta. Mucha mente y poco espíritu, seguro.

La imagen de aquellos dos amantes resurgió en su mente. No cabía duda, por muchos siglos que pasaran el amor y la pasión siempre serían uno de los ejes sobre los que el mundo giraba. Había tanta belleza en un solo sentimiento... tanto que expresar, tanto con lo que conmover los más duros corazones.

«Y el arte es una estupenda manifestación de ese sentimiento. No hay que tener miedo a rozar la ñoñería, siempre y cuando se sustente por un sentimiento puro y genuino». Aquellas fueron las palabras de su Maestro en Rusia. Sascha no podía estar más de acuerdo.  


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