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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas! Este capítulo es muy, muy, muy fiel al anime, aunque obviamente hay pequeños cambios (porque nuestros chicos no son los mismos; ¡están enamorados!). 

Espero que lo disfrutéis... de alguna retorcida forma, y que os atéis los cinturones porque a partir de ahora todo será una montaña rusa. 

XII. Resurrección 

«Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad,

pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños.»

Oscar Wilde

 

A su alrededor todo estaba sumido en un gris parco, como si el color se hubiera extinguido en el mundo. La ausencia de sonido era un eco perturbante que solo era roto por el retumbar de sus pasos al caminar por el estrecho corredor que daba al Cuartel de investigaciones. Abrió la puerta. El interruptor estaba frío, una lamida gélida le recorrió la espina dorsal provocando que se estremeciera antes de entrar.

Ahí también estaba oscuro, más si cabía. Vio, por el rabillo del ojo, siluetas fluctuando danzantes desde las tinieblas de las esquinas. Unas risas quebraron la atmósfera de pronto, risas macabras que parecían refocilarse de él se alzaron en un torbellino desde todas las direcciones. Resonaron en sus oídos, en su cabeza. Elle se desgarró la garganta en un grito que no emitió sonido ninguno. Las risas continuaron a su alrededor, formas sin rostros se materializaron frente a él, una línea recta en el lugar de las bocas. Fue entonces cuando se percató de que todas las misteriosas siluetas estaban unidas por una cadena, encadenados alrededor de la habitación, por el techo, por el suelo. Una cabeza manó del suelo como un fantasma y su risa estridente y estertórea le hizo caer hacia atrás, horrorizado. No podía respirar, se iba a volver loco. En algún momento indeterminado una parte de las carcajadas tomaron la forma de susurros sibilantes, perniciosos. Un mantra comenzó a ser recitado.

«Kira, Kira, Kira... Kira, Kira, Kira... ». Las voces fueron en aumento hasta que Elle fue incapaz incluso de escuchar sus propios pensamientos, sumido como estaba por aquel horrible sonido, y por las risas, y por las palabras, tal cual psicotrópico delirante. «Kira, Kira, Kira... Kira, Kira, Kira». No. Basta. Basta. «Enciérrame hasta que estés seguro de que soy inocente, tal vez soy Kira y cometo los asesinatos... yo que sé, mientras duermo o algo similar». La voz, extremadamente familiar, le arrancó un jadeo estrangulado. La sangre le zumbaba en los oídos. Quiso cerrar los ojos pero fue incapaz, parecían estar abiertos con pinzas. Las sombras sinuosas se agitaron en una ventisca de oscuridad y, justo cuando entre aquel río de petróleo divisó aquel tan conocido rostro, sintió como si algo estrujara su corazón, desgarrándolo en canal. «Yo gano, L». Las palabras hicieron eco y el rostro hermoso adoptó el rictus trastornado del Diablo, demudando las facciones hasta formar la sonrisa más pérfida que había visto en su vida. Los ojos dorados se iluminaron con una vibración rojiza. Sangrienta. Y una risa histérica explotó e hizo que las paredes se vinieran abajo.

Basta, basta... ¡Basta! «No eres tan listo, Elle» dijo Beyond, apareciendo de pronto en una esquina con los ojos abiertos y un deje extasiado en la mirada. Elle tembló, tembló mientras la risa de Light se hacía más y más fuerte y de entre las paredes medio derrumbadas comenzaba a manar un líquido espeso y escarlata como si fueran fuentes del infierno.

«Yo gano» repitió Light. «Elle». Su nombre retumbó en sus oídos con una extraña palpitación rojiza y gritó.

¡Noo!

Bramó al tiempo que pegaba un brinco en la cama abriendo los ojos de golpe, alterado y con la respiración entrecortada de puro pavor. Después de un instante de desorientación, reconoció el lugar en el que se encontraba en la habitación, a oscuras y el cuerpo de Light durmiendo a su lado sumido en un sueño profundo e imperturbable, su pecho subía y bajaba de forma relajada. Con el corazón todavía martilleándole contra la caja torácica, Ryuuzaki tomó una honda bocanada de aire que le supo a gloria cuando el oxígeno le llenó los pulmones infundiéndole un sosiego que necesitaba. Una pesadilla. No había sido más que una pesadilla. Se arrebujó bajo las colchas acuclillado de la misma manera que se había dormido horas atrás. El recuerdo difuso de aquellas risas, de la expresión homicida del Light de sus sueños, chocaba de un modo aplastante con el panorama del hombre que dormía a su lado, ajeno a todo.

Suspiró. Fuera, la luna que precedía al martes descollaba en la cúpula celeste como un ojo magnánimo, en unas horas pondrían en marcha el plan para atrapar a Higuchi ya que, en efecto, no habían muerto criminales durante el transcurso de los últimos díasy era vital descifrar el método con el que asesinaba. El día anterior, después de aquel confuso fin de semana con Light en el que este había estado curiosamente tierno, Matsuda se había presentado en el Cuartel General más torpe que de costumbre, poniéndose rojo cada dos por tres y evitando el contacto directo tanto con él como con Light, quien también apreció dicha peculiaridad repentina. Ryuuzaki tenía que admitir, a pesar de esto, que el joven ex policía había demostrado una gran valentía al aceptar el curso de la estrategia para capturar a Kira «Lo haré, Ryuuzaki, es lo que tengo que hacer y lo haré.» había dicho, categórico; sí, amabilidad y una gran valentía eran dos de las pocas cualidades de Matsuda, al fin y al cabo, estaba poniendo en juego su vida.

Luego, antes de irse a dormir y después de haberse hundido por segunda vez en Light y de llenarse de aquel sentimiento que rielaba en la superficie de los ojos dorados en ese tipo de momentos, habían discutido el comportamiento inquieto de Matsuda: Light se sentía irritado porque creía que la pava de su hermana le había soltado algo acerca de ellos; él, por otro lado, dudaba de esto, aunque tampoco se atrevía a descartarlo. Y ahora, entonces, por alguna razón, su subconsciente había decidido instigarle rompiéndole el sueño con esa horrible pesadilla. Volvió a fijar la mirada en Light a través de la negrura. Quedaba un largo día por delante y su impaciencia por resolver al fin el enigma detrás de la figura de Kira no iba a hacer que las horas transcurrieran más aprisa. Tras un breve instante de vacilación, se tumbó y rodeó con un brazo el cuerpo de Light, que se pegó a él en un gesto inconsciente.

 

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Nadie se imaginó en qué tipo de día se convertiría aquel martes.

Soichiro no lo sabía mientras vestía el chaleco antibalas por encima de su atuendo. Hoy, 21 de diciembre, Kira se les volvería a escurrir entre los dedos como arena invisible.

Matsuda no lo sabía mientras se vestía apresuradamente a la vez que intentaba mentalizarse para el papel que le tocaba interpretar ese día y, a la vez, lanzaba mal disimuladas miradas de reojo a Light en el Cuartel de Investigaciones. Hoy, 21 de diciembre, saldría ileso de una operación que podía costarle la vida y, además, volvería a la normalidad de no entender nada de lo que pasaba por la cabeza de Light.

Misa no lo sabía, aunque tenía cierta esperanza, mientras achuchaba a Light apretando los senos contra su costado en un abrazo meloso bajo la atenta mirada de todos los demás. Hoy, 21 de diciembre, el plan para atrapar a Higuchi se ponía en marcha y todo iba a cambiar.

Light y Elle no lo sabían mientras disponían las distintas partes del plan junto a los otros miembros del Cuartel. Hoy, 21 de diciembre, la rabia los consumiría. A cada uno, a los dos.

Nadie sabía que exactamente a la medianoche de aquel día, del 21 de diciembre, comenzaría una nueva etapa en sus vidas.

 

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En el Cuartel General de investigaciones solo se encontraban Ryuuzaki, Misa y él. Eran las diez en punto de la noche. Pusieron la retrasmisión en directo de la Sakura TV: el espectáculo empezaba.

 

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La voz de Namikawa, el miembro de la Yotsuba con el que ya se habían puesto en contacto una vez, se escuchó al otro lado de la línea.

«Namikawa, ¿diga?»

Soy L. ¿Está usted solo en este momento? respondió Light. Misa y el verdadero L se encontraban a su lado.

«No.»

Entonces escuche y conteste como la otra vez.

Pero el otro hombre interrumpió con aplomo y de forma pausada.

«Creo que no será necesario» dijo, provocando que se instalara una leve arruga de contrariedad en el entrecejo de Light. «Alguno de los presentes aquí sospecha de la llamada que me hizo usted el día de la reunión.»

Se hizo un breve silencio en el que fue capaz de apreciar, en la lejanía, como si fuera a través de una cascada, la pregunta de uno de los acompañantes de Namikawa y, consecuentemente, la respuesta de este revelando que estaba hablando con L.

«Ahora mismo estoy con Mido y con Shimura, pero estoy seguro de que ninguno de ellos es Kira» continuó imperturbable, «de hecho están bastante alterados por el asunto. Supongo que harán como yo y guardarán silencio mientras L y Kira se enfrentan.»

Le echó una mirada a Ryuuzaki, esperando por su aprobación. Aunque no era con exactitud lo que habían previsto, él no creía que ese pequeño detalle fuera a ocasionar problemas de ningún tipo. El detective, pálido y apático como era habitual cuando analizaba circunstancias, acuclillado en la silla de su lado y con una tartaleta entre manos, contestó en un susurro afirmativo que no precisó de contacto visual.

Esta misma noche atraparemos a Kira volvió a hablar Light, categórico, hacia su interlocutor, y necesito su colaboración.

Namikawa soltó una risa comedida al otro lado.

«Así que se le acabó el chollo a Higuchi, ¿eh?»

¿Así que ya lo sabía? se alteró el universitario, vagamente notó los ojos de Ryuuzaki fijos en él.

Entonces, de pronto, el muy desgraciado de Namikawa rio de nuevo con renovada diversión; sus palabras «Hay que ver, hasta L cae en este viejo truco» irritaron a Light de sobremanera y el teléfono que sostenía pegado a su oído crujió en su mano.

Para colmo Misa tuvo que hundir el dedo en su herido orgullo.

Vaya con Namikawa dijo, risueña. Ya me pareció alguien realmente especial nada más verle la cara.

No... y Ryuuzaki, con un deje aburrido, no se quedó cortó al quitarle mérito al empresario para hundirlo un poco más a él. Ha sido una cagada de Yagami.

Encima 'Yagami', pensó el japonés, al otro claramente le había molestado su metedura de pata. Pero Light se sobrepuso con una rapidez envidiable y le señaló a Namikawa el proceder que tenía que seguir, es decir, contactar con Higuchi en unos minutos para alertarle de que en el Especial Kira de la Sakura TV habían presumido ir a revelar la identidad de Kira al final del programa y que, además, el invitado cuya labor en el programa era revelar dicha identidad afirmaba haber presenciado una reunión entre ocho personas y tener pruebas de ello. La imagen translúcida del contorno de Matsuda, junto a ese sutil pero imprescindible apoyo de Namikawa, harían el resto del trabajo. Light no dudaba de que aquella rata de Higuchi estaría regocijándose en su inminente triunfo en ese mismo instante, casi saboreando la victoria que constituía un casamiento con Misa, uno que equivalía a unas ganancias y a una inmunidad aún mayor de la que ya teníagracias al poder del segundo Kira que Higuchi creía que la modelo poseía y, como combo, el éxtasis sexual que el hombre ansiaba, casi olfateaba, de la bella joven, una fruta madura por degustar; al universitario aquel hombre le parecía un ser repugnante.

Entonces, tras unos minutos de tensión, el teléfono de Misa resonó en la sala.

¡Es él! chilló desde el sofá en el que se había sentado, y colgó sin miramientos.

Bien, el hecho de que esté intentando contactar con Misa nos asegura que la vida de Matsuda ya no corre peligro. Higuchi no tiene el poder que tenía el segundo Kira dijo Light mientras tomaba asiento en una silla al lado de Ryuuzaki, que asintió sin mirarlo en ese momento.

En efecto... es tal cual dices murmuró el detective. El biombo ya se ha caído por accidente y Kira ha podido verle la cara. Si Matsuda muriera ahora sería por algún error nuestro.

Cosa que no va a pasar atajó Light, severo.

En un movimiento se apartó el flequillo de la cara, nunca había tenido el cabello tan largo. Sus miradas se encontraron entonces, se enlazaron, dos aguas de distintos océanos fluyeron juntas por un único arroyo. El corazón de Light se agitó.

Por supuesto contestó Ryuuzaki después de un segundo. No va a pasar.

Higuchi contactó al móvil de Producciones Yoshida de Mogi, también, en su intento desenfrenado por lograr hablar con Misa. La llamada se retransmitió a través de la pantalla del ordenador de Ryuuzaki. Todo iba sobre ruedas y Light, a su pesar, sentía el gusanillo de la impaciencia, de saborear al fin el desenlace de aquel mal trago a raíz del caso Kira, de poder, finalmente, centrar todo su sistema en Elle y en lo que estaba pasando entre ellos.

Se mordió el labio, observando al objeto de sus pensamientos por el rabillo del ojo, amando cada pedazo de excentricidad que borboteaba por cada poro de su persona. El momento en el que todo se volvería, sino fácil, sí menos complicado estaba tan cerca... muy cerca.

Los minutos pasaron con una lentitud nacida de la anticipación que sentía porque los acontecimientos se desarrollaran de la forma en la que estaba planeado; aunque, lo cierto era que, tal y como le hubo comentado a Ryuuzaki cuando Weddy les informó que Higuchi había cogido el coche y, cargado con un maletín, había puesto rumbo a las oficinas de Producciones Yoshida para buscar en los archivos el verdadero nombre de Matsuda, la realidad de que todo estaba yendo como la seda, no dejaba de asustarle un tanto. «En lugar de eso, deberías alegrarte» había contestado Ryuuzaki mientras pelaba un plátano y, aunque su rostro no delató emoción alguna, Light pudo decir que el otro hombre también sentía el mismo vahído en el estómago ante la posibilidad de que todo terminara; lo sabía por la postura de sus hombros, por la rectitud de la mandíbula que ostentaba, por la rigidez de sus movimientos. Los anuncios habían interrumpido la emisión del programa durante largos diez minutos y Misa se le acercó de repente, coqueta y pesada como ella sola. Ya se estaba comportando demasiado bien durante demasiado tiempo.

Todo está yendo genial, ¡que ganas de que atrapen a ese cerdo y poder al fin olvidarnos de todo esto! suspiró y, situándose de pie detrás de Light, enrolló sus brazos alrededor de su cuello. Entonces podremos estar juntos, hay una película que tenemos que ir a ver. Sé que te encantará, Light pronunció su nombre con un ronroneo grave que chocó contra su oído, donde los labios rojos de la modelo le rozaron por un segundo mientras deslizaba un dedo por su pecho, insinuante. Además...

«Misa» quiso interrumpió el japonés a instancias de que dejara de atosigarle cuando ya no eran más nada. Resultaba asfixiante, más asfixiante de lo que nunca había sido y, sin embargo, no fue él el que hizo que la chica se apartara esbocando un puchero inconforme. Sino Ryuuzaki.

Misa, anda, hazme el favor de no molestar a Light ahora, no es momento de ponerse a jugar en medio de una importante misión como esta. Podrías desconcentrarnos soltó con una neutralidad que asombró al universitario. Le dio un bocado al plátano antes de continuar con la boca llena. Luego ya podrás toquetearle todo lo que quieras, pero por ahora quédate sentadita si no te importa.

Y así lo había hecho la chica, por supuesto, tras un bufido indignado que denotaba su insatisfacción ante una petición de ese calibre debía serlo para ella. La atención de Light, no obstante, estuvo poco centrada en el descontento de Misa a favor de enfocarse en Ryuuzaki, mucho más interesante en su opinión. Pero pese a que Light sabía que el detective era consciente de que estaba siendo escrutado, con una ceja arqueada en una muda pregunta, no se dignó a devolverle la mirada, permaneciendo por el contrario con la expresión oculta tras el enorme desorden de denso cabello azabache. Light suspiró tácitamente cuando, de pronto, Ryuuzaki le pidió que conectara los canales de transmisión V1 y V2 en concretas pantallas. Lo hizo, empero el pensamiento de que Ryuuzaki se había puesto celoso como un adolescente no abandonó su mente hasta un rato más tarde, cuando Higuchi empezó a hablar aparentemente solo en el vehículo, durante el trayecto a las oficinas de Producciones Yoshida, dirigiéndose a un ente inexistente o invisible al que llamó Rem.

Puede que sea un Shinigami. O puede que no.

La frase supuestamente casual de Ryuuzaki hizo eco entre las paredes del laberinto que conformaba su más profundo inconsciente.

 

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Cuando Higuchi finalmente llegó a las oficinas, el edificio estaba aparentemente desierto, no se encontró a nadie, tal y como estaba previsto, y la entera construcción se alzaba inmersa en una quietud fantasmal que parecía cargar el ambiente de energía. Mogi y Aiber, no obstante, estaban ojo avizor dentro del mismo edificio, ocultos a la espera de órdenes.

Él hombre tecleó el código que Mogi le había facilitado por teléfono para acceder a los archivos. Pulsó el interruptor de la luz cuando la puerta se abrió y una débil iluminación glauca se esparció por la estancia repleta de escritorios blancos y estanterías. Higuchi no perdió tiempo y se abalanzó sobre el cajón que, también Mogi, le había indicado. Su mirada fue reveladora en el momento en el que sus dedos palparon, entre el amasijo de carpesanos, el que sería el verdadero curriculum del que él había creído que era Taro Matsui, manager de Misa. Por supuesto, aquel nombre no era más que otro falso.

Ahora, ahora tenemos que ver qué es lo que hace para matar a sus víctimas dijo Light, inclinándose hacia el monitor. Un sudor frío le recorría la espalda.

Aguardaron embargados por una incertidumbre demoledora mientras el presunto Kira medio sacaba un cuaderno de su maletín y apuntaba en una de las páginas el nombre falso de Matsuda. «Vamos, venga, muéstranos cómo lo haces», pensó Light, ansioso. Para suya y de Ryuuzaki, el hombre se limitó a guardar de nuevo el cuaderno antes de salir por la puerta sin más, de vuelta al coche.

¡Mierda! ¿¡Pero qué demonios...!? Light golpeó la mesa colérico y se levantó de la silla. ¿Eso es todo lo que va a hacer? ¿apuntar el nombre y ya está?

Por los altavoces del ordenador se pusieron en contacto con ellos. Era Mogi, para saber si debían proceder con el arresto.

Esperad fue la respuesta de Ryuuzaki, se veía tan sombrío como el propio Light. Todavía no ha quedado claro como comete los asesinatos. Tal vez en el coche haga algún movimiento en falso que nos pueda dar... suspiró. Alguna pista.

Lo habían hecho así. Pero, una vez guarecido por la intimidad de su vehículo, Higuchi no había hecho más que controlar el paso de los segundos con su reloj de pulsera mientras su expresión, bañada por una malsana zozobra, se desviaba cada pocos segundos a la pequeña pantalla portátil por la que estaba viendo el Especial Kira.

De súbito, un bramido iracundo desgarró la garganta del asesino.

«¡¡Joder, no se muere!!»

Lejos de allí, en la estancia del Cuartel General de investigaciones, Light parpadeó, perplejo ante aquel exabrupto. ¿Cómo que no se moría? Higuchi no había hecho nada, ¿cómo podía esperar que Matsuda muriera?

Ahora sí que no estoy entendiendo nada.

Ryuuzaki se removió a su lado, los dedos de los pies descalzos se agitaron también. Tenía la boca entreabierta y los ojos negros fijos en la imagen de Higuchi en la pantalla.

¿Se supone que ya lo ha intentado? preguntó al aire, llevándose el pulgar a la boca. No puede ser que mate solo con pensarlo.

Alterado en el fondo por aquel galimatías aunque tratando de mantener la serenidad, el universitario volteó hacia él.

¿Qué hacemos ahora, Ryuuzaki? ¿Seguir mareando la perdiz? Es posible que sea como dices y que solo necesite pensar en matar a alguien sabiendo su nombre y su cara para hacerlo.

La expresión del detective lucía todavía más pálida que de costumbre, si es que eso era posible, y su mirada, absorta y oscura, se veía completamente perdida; por supuesto, esto era algo que solo Light, que lo conocía tan bien, podía deducir. Hubo un nuevo intento de Higuchi por contactar a Misa, intento que restó en nada cuando la chica, quien llevaba unos minutos misteriosamente callada, le colgó en el acto. Incluso a través de la pantalla, Light podía sentir la desesperación del hombre crecer de forma exponencial por cada segundo, cada minuto que pasaba, por cada vocablo que Matsuda emitía en el plató de la Sakura TV; casi podía sentir los chorros de sudor, la taquicardia que amenazaba con explotar en el pecho del hombre; la incertidumbre, la ira, las palpitaciones enardecidas de sus venas y arterias, los tendones y articulaciones crispándose debido a la tensión desmedida de la situación en la que se veía, y del contrareloj.

Fue entonces cuando unas palabras fueron pronunciadas. Fuertes y claras, volviéndolo todo más irreal si cabía:

«Rem» dijo, «hagamos el trato.»

 

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«Rem, hagamos el trato» había dicho Higuchi antes de arrancar y ser capaz de asesinar al infeliz del guardia civil que se le había acercado para multarle por exceso de velocidad. El trato. ¿Pero qué trato? ¿qué se suponía que era Rem? ¿una especie de Dios que le había concedido el poder de Kira? La simple idea era absurda, pero no había mucho más por donde coger aquello. Light sacudió la cabeza en su pretensión por despejarse. No. Ryuuzaki tenía razón, más les valía no pensar en ello y centrarse en que, de alguna manera, Higuchi parecía poseer ahora el mismo alcance de poder que el segundo Kira: no necesitaba más que ver el rostro de la persona para ser capaz de realizar los asesinatos. El ruido de las aspas de helicóptero, ese que habían recuperado aquella misma mañana del monte Takao, cortaba el viento invernal de las horas nocturnas conforme avanzaban por el cielo de Tokyo, eran una mancha inapreciable en la oscuridad, sobre los ojos iluminados de los altos edificios. Watari iba en la parte de atrás preparando el rifle; de Misa se había preocupado Ryuuzaki, dejándola encadenada a una silla «Solo por si las moscas», según él. La policía había sido alertada también para desplegar todas sus unidades contra el Porsche 911 rojo de Higuchi o, mejor dicho, para que mantuvieran las distancias y no se inmiscuyeran mientras que él se había encargado de comunicar a su padre la puesta en marcha de la fase cuatro: desalojar al público y a todo el personal del plató de emisión de la Sakura TV, dejando únicamente la cámara rodando y dos maniquíes ocupando los lugares de Matsuda y del entrevistador, tras los biombos.

Light echó un vistazo de reojo a Ryuuzaki, que pilotaba el helicóptero, y seguidamente al anciano que se hallaba detrás. Se removió. Sentía una sensación extraña e inexplicable en la boca del estómago, como un mal agüero. Quería... no, necesitaba tener unas palabras con Ryuuzaki, una repentina e imperiosa necesidad por confesarle que era conocedor de su verdadero nombre le había acometido de pronto, pero la presencia de Watari no le dejaba espacio para hablar con el detective; ciertamente, el hombre mayor, pese a que ya no le miraba con la misma suspicacia de antes del secuestro, no había dejado de ponerle nervioso. Se removió una vez más, frustrado y pasándose la mano por el desordenado y largo cabello castaño.

Light, te noto nervioso, ¿te pasa algo?

La voz de Ryuuzaki le tomó desprevenido. Miró por el retrovisor al anciano, que parecía distraído.

No te preocupes, no es nada. Y bajando el volumen, añadió: Me gustaría comentar una cosa contigo.

Los orbes de obsidiana voltearon a verlo un segundo.

¿Acerca del caso?

No. Enseguida se apresuró a hablar. Pero es realmente importante, Ryuuzaki...

Si no es acerca del caso Kira puede esperar, Light interrumpió el detective, impertérrito. Necesito concentrarme ahora, esto es... se nos puede ir de las manos en cualquier momento.

Light estuvo tentado a gritarle que lo suyo, lo que había entre ellos, también podía írseles de las manos en cualquier momento inesperado; pero se abstuvo, demasiado impresionado por aquel casi arrebato. «¿Qué demonios pasa conmigo?» se dijo, alterado. Las partículas de sudor se le congregaban en las palmas de las manos, que cerró en dos puños tratando de hacer un llamado a la calma. Sentía calor, un calor abrasador que le pegaba los mechones de pelo a la cara, por los lados, por la frente; un ardor tórrido que hacía que la simple camiseta de tirantes que llevaba por debajo de una camisa blanca desabrochada semejara un portento abrigo de piel. «¿Qué me pasa?» se repitió, notando el latido desaforado de su corazón. «Nada tiene que salir mal, es más, todo está siendo controlado. Tengo que relajarme, en cuanto esta locura termine podré decirle que sé su nombre, en cuanto él pueda confiar en mí plenamente». Asintió para sí mismo tras una honda inspiración, no obstante, un tanto irritado con Ryuuzaki por lo cortante de su respuesta.

Por el retrovisor sintió la mirada escrutadora del anciano, pero la ignoró.

«Shinigamis... ¿podría ser posible?»

Higuchi se dirige a la sede de la Yotsuba. Hizo notar con voz neutra después de un momento, al ver la señal en el mapa de la pantalla superior. ¿Se borró cualquier rastro de Matsuda, verdad?

Sí, así debería ser asintió Ryuuzaki. Pero lo confirmaré con Weddy por si acaso, no es algo en lo que quiera arriesgarme.

Después de no encontrar restos de las grabaciones de seguridad de Matsuda, Higuchi retomó la dirección hacia el destino más lógico: el plató de la cadena. Allí, por supuesto, se había desalojado a todo el mundo y, cuando el desquiciado hombre entró, las únicas almas presentes estaban bien ocultas esperando el momento de arrestarlo, no eran más de cinco: Weddy, Aiber, Mogi, Aizawa y su padre, todos con cascos tintados para proteger sus rostros. Light se pegó un susto al escuchar los disparos y el grito de Aizawa «¡Jefe!», pero un instante más tarde fue su propio padre el que dio el comunicado de que Higuchi acababa de escapar y de que iba armado con un arma de fuego. Su voz, aunque temblorosa por el disparo que acababa de recibir, tranquilizó lo suficiente a Light como para centrar su atención en otras cosas. Por ejemplo, en el mapa virtual que les indicaba la posición de Higuchi.

Maldijo al ver que el hombre se alejaba de la cadena a toda velocidad.

Bueno, ¡qué remedio! exclamó Ryuuzaki. Tendremos que participar directamente en el arresto. ¿Listo, Watari? Light se giró hacia él al decir su nombre; sus ojos negros le taladraron, quiero que lleves esto encima por si acaso, nos enfrentamos a Kira.

Light bajó la vista hacia el revólver que le tendía. Dudó. Alzó la mirada de nuevo hacia su compañero.

En Japón está prohibido llevar armas señaló.

En respuesta, Ryuuzaki cabeceño con suavidad.

No sé porqué, pero estoy seguro de que tú padre diría exactamente lo mismo.

Los ojos de Light destellaron como oro líquido, entreabrió los labios y no apartó los ojos de Ryuuzaki cuando habló:

Y yo. Y, sin embargo alargó la mano y tomó el arma del regazo del detective, que le dedicó una mirada inescrutable, no dejo de pensar que si hace unos días hubiese llevado un arma encima podría haber tenido alguna oportunidad más para evitar que te hicieran lo que te hicieron.

Se guardó el objeto y permaneció en silencio. Apenas distinguió por el rabillo del ojo la pequeña vacilación del otro hombre antes de volver a fijar la mirada en el mapa virtual.

Higuchi se dirige por la nacional 246, incorporándose por el distrito de Setagaya comunicó Ryuuzaki por los interfonos. Weddy, ¿lo tienes controlado?

«Va como un loco, pero sí, lo tengo a la vista.»

¿Mogi, Aizawa, Sr. Yagami? preguntó por la otra línea.

«Está cogiendo una bifurcación de la nacional en este momento, tratamos de seguirlo.»

Light vio como Ryuuzaki se mordía el dedo, inquieto. No podía escapárseles, no podía...

Ryuuzaki, permíteme prorrumpió tomando el control de la comunicación. En vez de mantener las distancias, la policía puede amurallarse en la carretera de Nakuya, hace de enlace entre la nacional 246 y la autopista de Tomei. Por el desvío que ha tomado Higuchi y por como avanza tiene que querer coger la autopista, es la vía más rápida para atravesar Tokyo desde donde está explicó mientras activaba el contacto con las autoridades de la policía y, una vez en línea, los movilizaba con una concisa explicación de lo mismo.

No fue consciente de la mirada de Ryuuzaki fija en él, ni, por tanto, de la mezcolanza de contradicciones, emociones y temores que se reflejó en aquellos pozos visuales.

 

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Higuchi había sido acorralado. Había numerosos coches de la policía, entre los cuales se encontraban los ocupados por el padre de Light y los demás, rodeaban el vehículo rojo contra el linde de la carretera. Había focos de luz deslumbrante creando todo un conjunto luminoso por toda la zona circundante en la que el coche de Higuchi había chocado. El helicóptero flotaba a solo unos metros del suelo.

Watari, ya sabes que hacer si hace algún movimiento extraño informó al que era como un padre para él, quién gracias a su afinada puntería como francotirador ya había dejado a Higuchi desarmado y con las ruedas del coche pinchadas.

Sí, neutralizarlo sin matarlo.

Era cerca de la medianoche cuando un derrotado Higuchi fue maniatado y tirado sobre el asfalto, con los ojos vendados también, por unos eficaces Soichiro, Mogi y Aizawa secundados por una decena de miembros de la policía japonesa, todos con el rostro oculto según las medidas pertinentes. Habían cortado la carretera a los demás coches y lo tenía todo rodeado. Fue Soichiro el que le puso el transmisor al arrestado para que Light y él pudieran comunicarse con él sin tener que bajarse del helicóptero.

¿Como has cometido los asesinatos? Responde. Hizo una breve pausa mientras se echaba café en una taza. Si no lo haces te obligaremos con los medios que haga falta.

«El cuaderno» respondió el hombre al fin en un hilo de voz.

¿El cuaderno?

«Ya sé que cuesta de creer, pero con este cuaderno puedes matar a cualquier persona si escribes su nombre mientras tienes en mente su cara.»

Ryuuzaki entrecerró los ojos. Un sentimiento de suspicacia que no le gustaba nada empezó a instalarse en su pecho. Light, a su lado, parecía más anonadado que incrédulo.

Un... ¿un cuaderno? le oyó musitar a su lado, se había inclinado hacia delante con una expresión de ansiedad que no debía diferir mucho de la de los demás. Al inclinarse el roce de su brazo contra el suyo le mandó una descarga de electricidad.

Sr. Yagami empezó Ryuuzaki, alejando su mente de lo increíblemente atractivo que se veía Light con el pelo más largo de lo usual, todo revuelto y la camisa desabotonada y arrugada. Muy en el fondo se sentía un poco culpable por haber cortado antes al castaño, no lo había hecho con mala intención, simplemente tenían cosas entre manos en ese momento. Aún las tenían, de hecho. ¿Puede confirmarnos lo del cuaderno?

Ahora se preguntaba qué había querido decirle Light que había considerado tan urgente.

«Sí, aquí hay un cuaderno» dijo el Sr. Yagami. «Puedo ver que ha escrito muchos nombres en él, pero parece un cuaderno normal y corrient...»

El hombre, que se había metido en el coche para registrar el maletín, súbitamente pegó un bramido de puro terror que sobresaltó a todos, retrocedió atemorizado y tropezó con sus propios pies antes de caer al suelo, soltando el cuaderno en el proceso que chocó contra el asfalto con un golpe sordo. «¿Qu... qué es eso? ¡Un monstruo!» farfulló palpando bajo su chaqueta en busca de una pistola que no tenía. «Mogi, ¿es que no lo ves? ¡Ese monstruo... está justo ahí!». Solo con los estragos descompuestos del tono de su voz, se notaba completamente desequilibrado, incluso sin poder verle el rostro debido al casco.

Papá... musitó Light.

Entonces pasó algo inesperado. Mogi también se puso a gritar señalando en la misma dirección que el padre de Light, afirmando la presencia de un monstruo que, al menos para los ojos de los demás, no se encontraba ahí. Ryuuzaki frunció el ceño juntando las cejas negras, con una mano sostenía la taza de café en el aire.

Tembloroso y todavía tirado en el suelo, Soichiro retomó la palabra

«P-pa-parece que s-solo lo pueden ver los... los que tocan el c-cuaderno... ¡pero hay un monstruo!»

Enseguida pudo notar como el universitario se tensaba a su lado.

Ryuuzaki, ¿podría ser... ?

Ryuuzaki no le contestó y, en su lugar, pidió que le acercaran el cuaderno. Era algo que tenía que comprobar con sus propios ojos. La frase del Kira genuino acudió a su mente de pronto dejando un regusto amargo a su paso. Tenía una corazonada.

«L, ¿lo sabes? Los shinigamis... solo comen manzanas.»

Fue Mogi el que se lo acercó para que lo tocara. Ryuuzaki dejó la taza en una superficie llana que había entre los dos asientos y el cuaderno con los dedos por los bordes superiores, sintiendo como el pecho le palpitaba a cien por hora y la boca se le secaba a medida que giró su cabeza en dirección al lugar en el que antes no había visto nada... El lugar en el que ahora un extraño monstruo con forma de esqueleto de por lo menos dos metros se alzaba inmóvil. Las cavidades de los ojos se le abrieron de forma desmesurada, producto del profundo aturdimiento que lo sacudió. La respiración se le atoró en su oprimida garganta, incrédulo por aquella visión irreal.

Es un... Shinigami, ¿verdad? Vaciló. R-realmente existen.

Una bomba de recuerdos relacionados con los inicios del caso Kira estalló en su cabeza como si fuera una onda expansiva haciendo temblar cada una de sus neuronas. «Intercambiamos nuestros cuadernos en Aoyama» «Comparamos nuestros Shinigamis» «Amor a primera vista». Nuestros cuadernos... La realidad le golpeó con fuerza junto a la evocación del repentino cambio de comportamiento de Amane y de Light al ser arrestados unos meses atrás. Eran dos, habían dos o más cuadernos. Esto aún no había acabado. «Light Yagami era Kira» le susurró una voz, siseante y malintencionada, una voz que rezumó veneno como si fuera una serpiente, una voz que le sacudió el mundo y casi le provocó arcadas y un sentimiento de ahogo.

¡Ryuuzaki!

Light le estaba hablando.

Ryuuzaki, ¡déjame el cuaderno!

«¡Light Yagami era Kira!». Un aullido ensordecedor le hendió el cerebro. ¡No! La sensación de ahogo aumentó, sentía como si le estuvieran asfixiando, como si unas manos invisibles le estuvieran oprimiendo el cuello hasta hacerlo reventar. Una mano, una real y tangible, le tomó por el hombro y lo agitó. Al girarse, se dio cuenta de que era Light preguntándole si estaba bien, preguntándole si... pero su voz se oía difusa y lejana, como si una muralla líquida hiciera de barrera entre ellos. Entonces fue consciente tanto de que estaba respirando entrecortadamente, como de los irises dorados de Light buscando su mirada, tratando de enfocarlo. La expresión preocupada de Light, sus labios de miel. Quería besarlos, quería zambullirse en ellos. «¿¡Crees que alguien como yo sería capaz de matarte a sangre fría!?». Tragó saliva e hizo una inspiración honda, le lagrimeaban los ojos y no sabía porqué. El tiempo parecía haberse detenido y solo era capaz de ver la boca de Light moviéndose mientras momentos entre ellos se deslizaban como un cinta vieja tras sus párpados. «Hay alguien que me gusta». Alargó un brazo y apretó el hombro de Light, que se detuvo, sorprendido. Besarlo, quería besarlo. Sus labios estaban secos y requerían empaparse en el chartreuse que desprendían los de Light. «Quiero hacerlo, vamos a hacerlo. No me importa ser yo el que ceda». Lo iba a besar delante de todos. «Shh, vamos a quedarnos así un rato», la voz tersa del Light del recuerdo fue una primavera entera. Lo iba a besar, que se fueran todos al carajo.

Ryuuzaki repitió el Light de verdad, el que estaba frente a él, deteniéndole. Sus ojos negros se encauzaron por fin de forma que pudo mirar al japonés adecuadamente. Este esgrimía una breve sonrisa en la cara, una que significa un «lo entiendo» y que a la vez prometía un «luego». Pero Ryuuzaki dudaba que Light entendiera aquel desbarajuste de emociones que lo había sacudido de pronto, dudaba que este entendiera las pesadillas que lo atormentaban.

En algún momento había soltado el cuaderno y ahora este descansaba sobre su regazo. Fue a recogerlo.

¿Estás bien? ¿realmente hay un... ?

Sus miradas se encontraron por un segundo. A continuación el detective volteó de nuevo hacia el presunto Shinigami y abrió la boca para contestar, pero Light se le adelantó.

Déjame verlo, Ryuuzaki dijo y Ryuuzaki solo fue capaz de ver en una esquina de la pantalla cómo los números digitales marcaron la medianoche antes de que el cuaderno le fuera arrebatado de las manos.

Un grito atronador que pareció provenir del más dañino tormento se alzó en la noche. Light había tocado el cuaderno y, si el bramido que había pegado era una indicación, Ryuuzaki pensó, aturdido, que realmente se debía de haber pegado un buen susto al ver al Shinigami.

No sabía cuán equivocado estaba. Había llegado la medianoche de aquel Martes 21 de Diciembre. Había dado inicio un nuevo día.  

Notas finales:

:O 

Publicaré el próximo en pocos días, o tal vez mañana, así que estad atentos (y preparad pañuelos)


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