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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¿Que tal estáis, chic@s? Espero que bien y, sino, que al menos os ilumine un poco el día con la actualización.


Siento muchísimo lo mucho que he tardado en actualizar, me está costando hacwer resurgir a la Musa y esta página es de las más puñeteras que hay para subir capítulo :( De verdad lo siento.El nuevo capítulo lo he dividido en dos partes también (le he cogido gusto al asunto), pero intentaré publicar la segunda mitad en pocos días. Promise.


En esta primera parte tenéis puntos de vista de varios personajes; ojalá que disfrutéis de cada uno de ellos, incluso los que no sean de Light y L :P

XIV. La floración de una rosa blanca


Parte I


«Aquella rosa que por blanca es pura;


que por pura es bella y cándida,


y que por esa belleza nos hace admirarla.


Esa es la magia del primer amor»  


 


La profunda impresión todavía le duraba cuando apretó el botón para activar el micrófono y le rugió a su hijo a través de los altavoces.


—¡¡LIGHT!! —Ambos jóvenes pegaron un brinco en la cama, uno que en otro momento hubiera sido hilarante, pero ni eso ni el chillido alterado de la chica detuvieron a Soichiro—. ¡¡Haz el favor de vestirte ahora mismo y presentarte aquí!! —exigió, le temblaban las manos del enfado cuando cortó la comunicación, apenas registrando el reniego que soltó su hijo.


Un silencio pesado y férreo como una montaña de hierro cayó sobre la estancia envolviendola toda, uno tan contundente que ni siquiera fue perturbado por los congelados presentes, cuyas respiraciones se habían estancado a medio camino entre los pulmones y la boca. Aizawa y Mogi, que junto a Soichiro habían sido los únicos en emitir exclamación alguna cuando el video se había activado, se hallaban ahora enmudecidos a un lado de la amplia mesa metálica en el centro de la sala; Matsuda, por otro lado, se encontraba confuso y con el entrecejo fruncido, de pie cerca de Watari, que observaba a Ryuuzaki con expresión sombría. Ninguno de ellos parecía tener la pretensión de poner fin a aquel mutismo general.


Fue la temblorosa exhalación de Soichiro la primera en ondear por la bolsa de aire compacto que se había formado entre aquellas cuatro paredes. Las venas del cuello y de la sien, esas que se le marcaban cuando estaba alterado, le palpitaban con la misma rigidez con la que la tensión había sacudido su cuerpo al presenciar aquella vergüenza de la que su hijo había sido partícipe. Jamás de los jamases habría imaginado que el hijo del que tan orgulloso se sentía, aquel que era gentil, respetuoso y responsable, pudiera caer en la ordinariez en la que había caído. Apretó las manos en dos puños, su vista perdida en la ahora negra pantalla.


—Jefe...


—¿Qué? —gruñó. Si Matsuda se atrevía a decirle que era normal que su hijo se pusiera fornicar cuando todos los estaban esperando, en una habitación en la que era más que consciente que había cámaras y con una chica por la que había jurado y perjurado no sentirse interesado en lo más mínimo, le iba a asestar un buen trompazo.


—N-nada.


Cuando unos segundos más tarde Aizawa se acercó y le puso una mano en el hombro en señal de apoyo, Soichiro al fin alzó la vista hacia él. El rostro de su compañero se mostraba circunspecto, sereno. Aizawa también tenía hijos y, aunque estos fueran unos retaquillos que apenas habían comenzado la escuela elemental, Soichiro sabía que el hombre, como padre, entendía más que ningún otro la decepción que estaba sintiendo en ese momento.


—¿Prefieres que os dejemos solos para que puedas hablar con él? —preguntó después de un momento a la par que soltaba su hombro, pero Soichiro negó con la cabeza.


—Si se cree tan hombre como para actuar de forma tan irrespetuosa, también lo es para lidiar con las consecuencias frente a todos. —Metió los dedos entre los mechones de cabello canoso, cerró los ojos y dejó caer los hombros con pesadumbre—. ¿Qué se supone...? ¿Cómo puede haber hecho mi hijo algo así? No lo reconozco.


Aizawa vaciló un instante, pero finalmente solo soltó un suspiro.


—¿Seguro que no quieres hablar con él a solas? —preguntó después.


—No, ahora no. Si estáis vosotros delante al menos me contendré un poco, de lo contrario... —Sacudió la cabeza y abrió los ojos para descubrir que Mogi también se había acercado y lo miraba con una mueca apenada que Soichiro no devolvió, aún demasiado inmerso en sus cavilaciones acerca de Light—. Por si no fuera poco con lo grosero de su acción, no hace más de una semana desde que nos dijo que le gustaba alguien que no es Misa, ¿quién se lo va a tomar en serio si cambia de parecer cada tres días? Lo único que puedo pensar es que está jugando con Misa, pero que mi hijo precisamente haga algo como eso... es tan impropio de él...


—¡Ryuuzaki! ¿A dónde vas?


La exclamación a voz alzada de Matsuda captó la atención del grupo, que volteó al completo hacia la derecha para ver que el excéntrico detective se había puesto en pie; la inclinación de su espalda así como de la cabeza impedían la posibilidad de entrever su expresión tras la cortina de pelo negro, cual alas de un cuervo. Watari estaba junto a él y, curiosamente, también lo estaba el joven policía quien, en un modo de actuar muy distinto a su proceder habitual, se había acercado a Ryuuzaki en lugar de a él. Su mano, además, se había cerrado en torno al codo del detective en lo que parecía un intento por retenerlo. Pese a que su mente ocupada con las acciones de su hijo, a Soichiro no le dejaron de sorprender las confianzas que Matsuda se estaba tomando en los últimos días con Ryuuzaki; por las expresiones de Aizawa y Mogi supo que a ellos tampoco.


—Si me disculpáis... —empezó Ryuuzaki en un hilo de voz—. No me interesa en lo más mínimo la discusión entre padre e hijo.


—Pero esto ha sido una ofensa para todos —se apresuró a decir Soichiro con firmeza—. Por lo que tanto mi hijo como Misa nos deben una disculpa a todos nosotros.


Matsuda soltó el brazo de Ryuuzaki, pero no se movió un centímetro de su lado, sino que se limitó a apartar la vista hacia una esquina; tenía las cejas fruncidas en un rictus de contrariedad del que Soichiro no supo extraer el significado. De todos modos, no tuvo mucho tiempo para analizar el inusual comportamiento del chico, porque en ese instante el pálido hombre habló de nuevo.


—Esa supuesta disculpa me importa todavía menos, Sr. Yagami. Ahora, si me disculpáis...


El detective no fue capaz de avanzar más de un par de pasos antes de ser interrumpido de nuevo por lo que parecía un muy nervioso Matsuda, que, en un gesto que asombró a todos por su tozudez, había vuelto a tomar del brazo a Ryuuzaki, provocando un pequeño tirón entre ellos.


—¡Pero, Ryuuzaki...! No puedes irte ahora, tú... es decir... —abrió y cerró la boca; una sombra de inseguridad rieló en la superficie de sus ojos marrones como si fuera una mancha de tinta en un charco de luz—. C-como persona al mando y como jefe de Light deberías ser tú el que hable con él.


Soichiro intercambió una mirada desconcertada con Mogi y Aizawa antes de fijar su vista en el detective, cuyos ojos permanecían ocultos tras la cortina de pelo negro.


—Primero, nunca he tenido la intención de asumir ese tipo de responsabilidades más allá de las cosas que repercutan de forma directa con el caso y tampoco tengo intención de empezar ahora. Segundo, no soy la niñera ni de Yagami ni de Amane.


«¿Yagami? Parece que ha Ryuuzaki también le ha parecido ofensivo el acto de mi hijo» pensó Soichiro con el amargor del cabreo hacia su hijo burbujeando en su interior.


—No es eso lo que...


—Y tercero —dijo Ryuuzaki, cortando de cuajo la protesta de Matsuda—, otra vez no recuerdo que estemos en los términos de confianza que pareces estarte tomando conmigo últimamente.


«Desde luego, no sé qué mosca le ha picado a Matsuda estos días» estuvo de acuerdo Soichiro; sobre todo al ver que la obstinación no desaparecía del rostro del joven ex policía, sino que, inaudito en su habitual actitud apocada en nada que recibía una reprimenda, parecía tener la intención de seguir insistiendo. Por suerte, Watari intervino entonces hablándole directamente a Matsuda, quien aunque dejó de mirar a Ryuuzaki para contestar a la solicitud del anciano de que dejase ir al detective no le soltó el brazo.


—Aunque me digáis eso, no...


—¡¡Matsuda, suéltame!!


El grito de Ryuuzaki fue tan inesperado como una mañana sin amanecer y retumbó con fuerza en la sala más allá de cualquier otro sonido. Todos, desde Soichiro hasta Watari inclusive, voltearon sus rostros en dirección al joven y escuálido detective, quien, pese a la dureza del grito, se mantenía cabizbajo e inmóvil. Por unas milésimas de segundo a Soichiro le pareció atisbar esquirlas de vulnerabilidad en la presencia de Ryuuzaki, un temblor en sus manos; pero apenas fue un instante efímero antes de que, aprovechándose de que Matsuda había liberado su brazo a causa del asombro provocado por su exabrupto, se marchara del Cuartel de Investigaciones sin pronunciar nada más. El ruido de engranajes que hizo la puerta mecánica al cerrarse los despertó de su ensoñación.


—¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó Aizawa dirigiéndose a nadie en particular.


Soichiro se adelantó hacia el joven policía, que se había quedado congelado en su sitio, como atravesado por una lanza de hielo.


—Matsuda... —dijo con más brusquedad de la intencionada—. ¿De qué iba todo eso?


Sin embargo el chico no contestó. Tenía los ojos abiertos y parecía en estado de shock.


—Me ha gritado —murmuró lentamente como si fuera un autómata—. Ryuuzaki nunca grita... pero me ha gritado.


Mogi, Aizawa y Soichiro suspiraron al unísono. Cuando se quisieron dar cuenta el anciano había abandonado la sala también arguyendo ir a preparar unos tés para calmar los ánimos. No fue hasta entonces que Light apareció por fin haciendo gala de una entereza envidiable en su situación.


Soichiro contempló a su hijo con una expresión dura en su mirada durante segundos que se estiraron como el chicle. Mirada que el joven universitario aguantó con aplomo mientras Misa, un metro detrás de Light observaba el intercambio con los nervios a flor de piel.


Fue él, como padre, el que rompió el silencio; su voz destiló una pesadumbre sólida e intransigente cuando lo hizo.


—No tengo palabras para describir lo mucho que me has decepcionado hoy, Light.


Nada más decirlo se dio cuenta de que no había mucho más que añadir, no en ese momento con aquel Shinigami presenciando todo el barullo que se había creado, pero en especial no cuando el rostro de su hijo se mantuvo imperturbable ante su sentencia.


—Lo sé, papá. —No cuando su voz se mantuvo igual de imperturbable y él mismo tomó la iniciativa de disculparse con todos—. De veras no sé qué me pasó, supongo que realmente sí sentía algo por Misa al fin y al cabo y... tenía miedo de perderla después de tratarla como la traté. Pero no quiero dar excusas insustanciales porque no las tengo, os debo una disculpa a todos por ese numerito, además de prometeros que nunca se repetirá nada parecido. Realmente, no pensé que nos ibais a buscar por todo el edificio. —Giró la cabeza hacia Matsuda—. Matsuda sabía...


—No creo que debas cargar a otros con tus culpas —cortó Soichiro frunciendo el ceño y viendo como Matsuda tragaba saliva ante el blando reclamo de Light.


Su mirada se encontró por un momento con la de su hijo con dureza y este cerró los ojos y se inclinó en una marcada reverencia antes de añadir:


—Por supuesto, me disculpo por los problemas causados. Espero que no me lo tengáis demasiado en cuenta.


Misa se unió a sus disculpas dirigiéndose especialmente a él. A la chica se le notaba a leguas que no quería causarle una mala impresión al que ella definía como "su suegro", otra vez. Definición que a Soichiro no le causaba gracia ninguna, no después de todos los altibajos que había habido entre esa chica y su hijo. Por otro lado, no obstante, suponía que Aizawa había estado en lo cierto y sería mejor tener una charla con Light cuando estuvieran solos. El principal problema era que él mismo dudaba de si eso le llevaría a algún lado, ¿acaso no había tratado de hablar con su hijo más de una vez en las últimas semanas? ¿y de qué había servido? Empezaba a pensar que Light no era del todo sincero ni con él ni con el resto de la familia y le preocupaba que, de ser así, fuera debido a un fallo suyo. «Tal vez no he sabido estar ahí como una figura paterna en la que se puede confiar» se dijo mientras contemplaba a su hijo tomar asiento en uno de los sofás; Mogi le preguntó acerca del nuevo apartamento y Aizawa no tardó en unirse a la conversación, al igual que Misa y a diferencia de Matsuda que, Soichiro notó con extrañeza, se mantuvo en todo momento alejado, observando a su hijo con una expresión que mudaba de forma esporádica entre una leve contrariedad y una más marcada confusión. Se preguntó si es que su compañero sabía algo de lo que él no estaba al tanto.


—Papá, ¿dónde está Ryuuzaki? Creí que estaría con vosotros.


Soichiro apartó la vista de Matsuda —y también los pensamientos— y se enfocó en su hijo, que lo miraba desde el sofá con el cabello castaño cayéndole sobre la frente y por los lados.


—Ryuuzaki... —Suspiró—. Quiso dejarnos hablar contigo a solas.


—Ha dicho que no estaba en sus planes hacerse responsable de este tipo de incidentes y se ha largado —añadió Aizawa despreocupadamente—. Supongo que estará aquí de un momento a otro.


—Ya veo.


Light no comentó nada más al respecto y nadie, ni siquiera el propio Soichiro, apreció la sutil sonrisa de regocijo que curvó sus labios.


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Eran cerca de las ocho de la tarde cuando finalmente despidieron a Misa, quien se alejó al otro lado de las puertas de vidrio hasta desaparecer en la marabunta de gente que colmaba las calles a esas horas. Además había una firma de autógrafos de un grupo de idols japonés en las cercanías, con lo que el incremento del jaleo habitual era apreciable. Se encontraban todos de pie sobre la moqueta del vestíbulo excepto Ryuuzaki y Watari, que se habían quedado arriba. Matsuda echó un vistazo al semblante serio de su jefe, mientras escuchaba el intercambio de opiniones entre Aizawa y Mogi acerca de coches; Light también, de vez en cuando, apostillaba alguna que otra cosa. El ambiente se había ido relajando a medida que transcurrieron los minutos, pero la tensión originada por la incómoda situación que había tenido lugar aquella tarde aún persistía, sobretodo entre Light y su padre.


Matsuda suspiró internamente. Light parecía tan calmado... —como si no tuviera que rendirle cuentas a nadie— que Matsuda titubeaba a la hora de asegurar la hipótesis de Sayu. ¿Acaso no se sentiría algo culpable por haberse acostado con Misa si es que realmente estaba con Ryuuzaki? Light no era mala gente después de todo. Y, sin embargo, su actitud cuando el detective por fin había vuelto al Cuartel General había sido de lo más disoluta, ¡incluso se había dirigido al susodicho con total naturalidad para hablar del caso Kira!


Total, que la actitud de Light era la esperada de cualquier inocente y daba a entender que no había más que amistad entre él y Ryuuzaki; en cambio, el rostro de Ryuuzaki al descubrir a Light y Misa en aquella habitación había reflejado un dolor más que palpable. Matsuda estaba seguro de que no se lo había imaginado aunque la conducta posterior del detective hubiera sido de lo más indiferente.


«A la mínima que Light se ha acercado a hablarle, ha evitado a toda costa mirarle a los ojos y, además, estaba obviamente descompuesto cuando se ha largado de la sala, por la forma en la que me ha gritado... Nunca, ni siquiera con asuntos del caso Kira, le he escuchado gritar antes. No. Ryuuzaki está dolido y eso significa que tiene que haber algo de verdad en lo que me dijo la hermana de Light» se dijo apenas prestando atención a la conversación de los demás. «¿Debería llamar a Sayu?» pensó, sintiendo un cosquilleo nervioso en la boca del estómago. «Seguro que le gustará saber lo que ha pasado y a lo mejor entre los dos podemos llegar a entender qué demonios se está cociendo aquí.»


—En fin, yo voy a ir tirando —dijo de pronto la voz de Light—. Aún tengo un rato hasta el apartamento.


—¿Quieres que al menos te acerque hasta la estación ? —se ofreció Aizawa.


—Gracias, pero no hace falta. Iré dando un paseo. —Inclinó la cabeza un poco—. De verdad siento lo de hoy.


—Ya te has disculpado, Light. Olvídalo.


El chico asintió y, tras dirigirle una escueta mirada a su padre que no fue correspondida, se despidió con un «Hasta mañana, entonces». Después de unos instantes de silencio que siguieron a la ida del joven Yagami, Matsuda reaccionó. Tal vez si se daba prisa podría llamar a Sayu antes de que se hiciera demasiado tarde.


—Yo también me voy. Nos vemos, no se preocupe demasiado, jefe, ya verá como...


—Espera, Matsuda —interrumpió este—. ¿Te importaría acompañarme a tomar unas cervezas?


—¿U-unas cervezas ahora? —inquirió, nervioso. ¿Sería que el hombre podía leer en su cara que iba a llamar por la noche a su hija pequeña?—. ¿Por qué...?


El hombre le dio una palmadita en la espalda.


—Quiero saber tu opinión sobre algo.


—Oh...—«Mierda», pensó. «Justo ahora»—. Claro, jefe, ¡vamos a por unas cervezas! ¡No hay nada que me apetezca más! —exclamó, riendo con excesivo entusiasmo—. En invierno sientan de lujo, ¿no es verdad?


Un conjunto de rostros voltearon a verlo con sendas miradas interrogantes; las cejas enarcadas en arcos perfectos. Matsuda se encogió un poco dejando caer la mano que se había llevado tras la cabeza, la risa nerviosa no tardó en morir en sus labios. Así fue como un inquieto Matsuda se encontró media hora después en la barra de una cervecería de Shibuya, con una jarra entre manos y Soichiro y Aizawa —quien había terminado por unirse— sentados uno a cada lado. El local era pequeño y destartalado, disponía de la barra y unas pocas mesas más desperdigadas de forma irregular por el escasamente iluminado espacio. Unas cortinas rojas en las que estaban dibujados unos muñecos Daruma colgaban de la entrada, tan diminuta que la gente tenía que agacharse un poco para pasar por ella.


Soichiro no tardó en exponer los motivos de aquella salida, que no era más que uno: su hijo.


—No me importa que le guste Misa u otra persona —dijo por tercera vez después de un rato; tenía las mejillas algo rojas y los hombros hundidos mientras pegaba un buen trago a su jarra. Restos de espuma se le adhirieron al bigote cuando la apartó—. Lo que no me guste es este tira y afloja que está teniendo con la chiquilla. Ella siempre ha tenido claro que quería estar con mi hijo, pero él la ha rechazado una y otra vez después de haber sido él el primero en hacerle ilusiones, y ahora pasa esto.


Matsuda se removió incómodo en su sitio al tiempo que intercambiaba una mirada con Aizawa. En el transcurso de los últimos diez minutos el jefe ya le había preguntado un par de veces si es que él sabía algo acerca de la misteriosa chica en la que Light había mencionado estar interesado hacía apenas unos días. Y, claro, Matsuda se había sentido tentado a explicarle al hombre lo que inciertamente creía saber, empero al final de cada intento siempre terminaba por retractarse. ¿Qué le iba a decir de todos modos? Ni siquiera estaba seguro de nada después de lo de hoy.


—Cada vez siento que conozco menos a mi hijo —se lamentó cabizbajo, acodado en la barra de madera oscura.


—A veces es difícil saber qué es lo mejor para nuestros hijos, si mano dura o tratar de ser comprensivos —asintió Aizawa.


Soichiro cabeceó de un lado a otro.


—Matsuda, ¿de verdad que no hay nada que puedas decirme? Tú eres el más cercano en edad a Light, entiendo que tal vez te haya dicho algo a ti en lugar de...


El aludido sacudió las manos desmintiendo tal posibilidad.


—Light y yo no somos tan cercanos, jefe, él nunca me confesaría ese tipo de cosas personales.


—Pero es verdad que has estado actuando extraño estos últimos días —señaló Aizawa mirándole con desconfianza—. ¿Y desde cuando le hablas con tanta soltura a Ryuuzaki?


—E-eso no... yo solo...


—Es posible... —Ambos viraron hacia la figura alicaída de Soichiro cuando este habló; tenía las gruesas cejas inclinadas hacia abajo en forma de "V", coronando su mirada que, perdida en el líquido dorado, buscaba en en su interior las respuestas que tanto anhelaba encontrar—. Es posible que Ryuuzaki sepa algo, parecen un poco distantes ahora, pero él y Light se han unido bastante durante la investigación.


Aizawa se mostró de acuerdo en ese punto. Matsuda, por el contrario, le dio un largo trago a su cerveza sintiendo como empalidecía por momentos. No iba a ser capaz de continuar con esa conversación mucho tiempo más, contemplando el aspecto cansado y taciturno de Soichiro y mintiéndole a la cara desvergonzadamente. Por eso, se marchó en cuanto vislumbró la oportunidad de escaquearse sin levantar sospechas en sus dos compañeros.


Cuando llegó a su modesto apartamento pasaban de las once las la noche y la pálida estela de la luna se filtraba por la ventana de su habitación creando claroscuros fantasmales sobre los muebles. Tiró de la cuerda de la lámpara triangular rompiendo el efecto, se cambió rápidamente con la mente en otro lugar, tiritando de frío mientras vestía las prendas del cálido pijama, y se ocultó bajo los cobertores de la cama. Ni siquiera se molestó en lavarse los dientes o en saludar a Mochi, su pequeño canario amarillo, como hacía cada noche al llegar. Aunque los párpados se sentían apelmazados como si le hubiesen pegado dos placas de cartón contra los ojos, el sueño no conseguía avanzar terreno frente a la inquietud fruto de los sucesos que había empezado a entretejerse en su cabeza. Una trampa contra el descanso. Después de unos minutos de dar vueltas en la cama, recordó que había querido hablar con la hermana de Light. Alargó un brazo, cogió el móvil de debajo de la almohada y miró la hora: faltaba un poco más de media hora para la medianoche. La luz blanquecina de la pantalla le alumbraba el rostro cetrino y juvenil, forzándole a parpadear antes de empezar a escribir un mensaje para la chica. Tuvo que modificarlo cuatro veces antes de que el resultado fuera de su gusto.


«Sayu, soy Matsuda, el compañero de trabajo de tu padre y tu hermano, me diste tu número el otro día por si pasaba algo sobre ese tema que ambos sabemos. Bueno, ha pasado. Si no te importa que te llame mañana cuando tenga un momento... te explicaré los detalles. No te sorprendas mucho si escuchas de tu padre que Light y Misa han vuelto. Entonces, buenas noches, espero que estéis todos bien».


Pulsó el botón de enviar antes de arrepentirse. Cerró los ojos y, boca arriba como estaba, con el móvil descansando sobre el pecho y las manos abiertas a ambos lados de su cuerpo, un amplio suspiro escapó de sus labios.


—Bien. Ya está hecho.


Para nada esperó que el aparato fuera a vibrar con una respuesta unos segundos después. Pegó un brinco en la cama del susto y tiró el móvil que, por suerte, cayó sobre el mullido colchón. El estómago casi se le encaramó en la garganta al ver que, en efecto, el nuevo mensaje era de Sayu.


«¿¡¡¡K MI HERMANO HA HCHO KE!!!? ¡No puedo creer k haya vuelt cn Misa, Light no siente NADA x ella!» leyó, erguido sobre la cama. «¡Claro que sé quién eres, Matsuda! Y será mjor que me expliqus esto MUUUUUUY bien. Kedamos mañana a ls 19:00 en la cafetería Kitty, sta a 2 manzans de mi casa, nfrente de la esquina del shūhaikyoku, un cartel rosa y blanco. N tiene pérdida. Descansa ;D».


Parpadeó, perplejo, y releyó dos veces el texto por si había entendido mal. ¿Sayu quería quedar con él? Un sonrojo acudió a sus mejillas inapelable, provocando que se levantara de un salto de la cama para pasear de una lado al otro de la habitación, despeinándose el cabello cual desquiciado.


—Ahh, no pasa nada, Matsuda, es una chica de secundaria y vais a quedar para hablar de los líos amorosos de su hermano. No tienes que darle más vueltas.


Asintió frente al espejo de pie que se alzaba en un rincón del cuarto, la convicción del gesto de su reflejo y de sus puños apretados en señal de ánimo fue lo que terminó de tranquilizarlo. No había nada de lo que preocuparse.


Conforme con su conclusión, Matsuda se fue a dormir.


0.o.o.0.O.0.o.o.0


La azotea del edificio semejaba una ciénaga de ángulos rectos bajo el cielo lluvioso de Tokyo; las inesperadas nubes se deshacían en finísimas gotas que caían afiladas como agujas, perforando la piel de Ryuuzaki incluso a través del jersey. No sabía ni qué hora era ni cuánto tiempo llevaba hecho un ovillo en el ojo de aquella tormenta; aunque debía pasar ya de medianoche. Tenía el cabello empapado adherido a un rostro igual o más mojado, y los tejanos, que tampoco se salvaban, casi podrían haber pasado por una extensión del agua que cubría el enlosado; presionado entre su pecho y los muslos de sus piernas, se ocultaba la forma rectangular de una caja cuyos bordes se clavaban en sus costillas cual punzones. Desde donde se encontraba podía discernir las formas ondulantes de las nubes al fundirse entre ellas y romper los límites de lo que las hacia independientes para crear algo nuevo, más oscuro y siniestro. Más peligroso.


Ryuuzaki entreabrió los ojos que había mantenido cerrados y parpadeó para librarse de las partículas de agua que quedaban atrapadas entre sus pestañas. Aquellas nubes negras eran como cada miedo, cada desconfianza y desconsuelo que residía en su interior; el excitado temporal era el estado en el que había quedado su persona después de lo hecho por Light. O Kira. No tenía pruebas, pero tampoco las necesitaba después de lo de esa tarde. Le había dado repetidas vueltas —más de las que alguien como Kira merecía— y maldecía el momento en el que sus sentimientos se le habían ido de las manos hasta el punto en el que, por lo novedoso, no había poseído ni las herramientas ni la habilidad ni la voluntad suficientes como para haber cortado el problema de raíz. No se inmutó cuando el ruido de una puerta abriéndose perturbó el rumor constante de la lluvia. Entonces, las gotas dejaron de caer sobre su cabeza, Ryuuzaki alzó la vista y distinguió a duras penas la tela de un paraguas negro recortado contra las tinieblas del cielo. Volvió a mirar al frente sin decir nada.


—¿Hasta cuando vas a quedarte aquí, Elle?


El aludido no respondió de inmediato; lucía demacrado, tanto que las profundas ojeras violetas habían dejado de llamar la atención frente a la apariencia espectral que presentaba.


—Las lluvias en Japón son distintas a las de Londres, el olor es diferente, la forma en la que las gotas se clavan en tu cuerpo, la inclinación con la que caen..., incluso el sonido. Todo es diferente —dijo, apático—. Me gustaría visitar Londres.


Watari lo miró con una expresión suave tras acuclillarse a su lado con dificultad.


—Lo siento.


—Sé que me lo advertiste, yo mismo lo sabía —empezó con un deje de amargura, viendo como los bajos de los pantalones de su protector se oscurecían por el agua—. Ojalá pudiera encajar todas las piezas de este horrible rompecabezas, de esa forma a lo mejor no... no sería tan doloroso —finalizó en una honda exhalación.


—Difícilmente dejará de ser doloroso —expresó el anciano. Entonces, pese a la exigua iluminación que ofrecía un farolillo junto a la puerta, sus pequeños ojos repararon en algo que Elle escondía contra el pecho—. ¿Qué vas a hacer con eso?


No necesitó ser específico, pues el detective lo entendió al instante y bajó la vista hacia la caja de cartón. Algunas gotas habían llegado a mojarla a pesar de que el joven la protegiera con su cuerpo. Sus ojos eran opacos cuando respondió.


—La verdad, lo estoy pensando —respondió al fin; una opacidad absoluta eclipsaba sus ojos que, hundidos en el rostro encharcado, yacían inertes como canicas sin brillo. Muertos. Tan muertos como esa noche.


La quietud se cernió sobre ellos mientras que el eco de las últimas palabras de Elle aún persistía en la atmósfera, revoloteando cual hoja en el viento entre los hilos de lluvia. Pese al abrigo del paraguas que Watari sostenía sobre sus cabezas, el efecto de la corriente hacía que las gotas descendieran en diagonal y que ellos acabaran mojándose de todas formas.


Súbitamente el detective rompió el silencio.


—Según la regla de los trece días Misa y Light no pueden ser Kira —habló con rapidez, casi mordiendo las palabras, como si lo que estaba tratando de expresar fuera un debate persistente en su cabeza—. Sin embargo, carecemos de fundamentos que nos aseguren de la veracidad de todas esas reglas de forma inamovible. De hecho, ni siquiera es suficiente con el testimonio del Shinigami, ¿quién nos dice que no son unos seres que se refocilan en la miseria de la mortalidad humana? Puede que estén de parte de Kira o puede que, simplemente, tengan una especie de convenio en su mundo que les impide involucrarse en las vicisitudes entre los humanos. No lo sabemos y no podemos saberlo; pues al menos a día de hoy el mundo de los Dioses es un conocimiento fuera de nuestro alcance. —Guardó silencio un instante. Se había llevado el pulgar a la boca en algún punto de su perorata y lo estaba mordiendo ahora con los incisivos—. Es lo único que no cuadra, los trece días —susurró después de un momento, su voz prácticamente inaudible fue ahogada por el sonido del primer trueno. El anciano lo estudió con calma inquebrantable—. Pero Light es Kira —siguió—, de eso no me cabe ya la menor duda. El problema es que no tenemos pruebas, ni creo que vaya a ser sencillo conseguirlas. E incluso más allá de eso... —Se detuvo y sus lunas oscuras enfocaron al hombre más mayor a través de la penumbra—. Quillsh, ¿qué opinas tú de los cambios en la personalidad de Light?


Un titubeo destelló fugazmente tras los cristales empañados de las gafas de media luna.


—Tú le conoces mejor que yo, Elle. ¿No hay posibilidad de que se deba a alguna enfermedad psicológica? Bipolaridad, esquizofrenia.


—No... no es eso.


—Son cambios viscerales —señaló, y recibió un asentimiento por parte del otro—. Entonces, aún te planteas la pérdida de recuerdos —afirmó más que preguntó.


—Yo... sí.


El detective sintió que la garganta se le agarrotaba bajo el penetrante escrutinio del anciano, cuyos ojos dejaban de relieve una sagacidad que pocos relacionaban con él. Los oídos le zumbaron, los labios le temblaron y una gota de agua se escurrió de su cabello hasta el suelo. Tenía el cuerpo sometido a toda una selva de rigidez malsana que germinaba continuamente cada vez que era cortada; que crecía impugnable en cada ocasión en la que los amargos recuerdos —de besos, caricias y sonrisas; de promesas que la arena había borrado— se precipitaban sobre sus raíces en una lluvia fría y desoladora, invadiendo de líquenes y madreselvas las murallas que tan desesperadamente intentaba construir alrededor de su parte más humana. La más dolida. La que albergaba con honestidad todos sus más genuinos sentimientos hacia Light. Un resquemor explotó tras sus grandes ojos, se encogió más sobre sí mismo, clavándose más la caja contra el pecho, y la lluvia volvió a caerle de lleno cuando Watari dejó el paraguas en el suelo, se colocó de rodillas y, poniendo una mano sobre su hombro, se acercó para mirarlo de frente.


Los ojos añosos destilaron una profunda tristeza al encontrar los suyos, enturbiados cuales charcas pantanosas en medio de una pátina invernal. Le apartó el cabello negro de la cara.


—Elle, creo que no te has dado cuenta —dijo amablemente— de que estás llorando.


Las cuencas húmedas del detective se agrandaron un poco más debido a la sorpresa; mientras, las lágrimas se amalgamaron con las gotas de lluvia y formaron riachuelos descendentes por su rostro. Quillsh presionó un poco más fuerte el hombro huesudo y tembloroso.


—¿Tan importante se ha vuelto para ti? ¿Tanto que tienes que soltar lágrimas por alguien como él cuando no lo has hecho ni una sola vez desde aquel día?


La pretendida respuesta de Elle adoptó la forma de un sollozo estrangulado que murió entre los brazos del anciano, que lo envolvió y abrazó y consoló con el mismo mimo que un día lluvioso como este, hacía ya muchos años. En aquel entonces la esmirriada criatura había llorado a moco tendido y sus llantos se habían alzado al son de las campanadas de la iglesia mientras que él lo había recogido con una condolencia que no había sido bien recibida, no en un inicio; empero ahora, el cuerpo tembloroso y ya no tan enclenque del que fuera aquel chiquillo, aceptó su afecto dócilmente, en tanto daba rienda suelta a un mudo desconsuelo que no por más discreto era menos auténtico que el de antaño. De vez en cuando algún que otro sollozo, o un trueno, hendía el runrún causado por el chapoteo de la lluvia, y, entonces, en un momento impreciso, Elle comenzó a murmurar una letanía. Una que repetía las mismas tres frases una y otra vez y que decía:


—No fue solo una actuación...: son distintas personas. No fue solo una actuación...: son distintas personas. No era mentira... No era mentira... No era mentira...


0.o.o.0.O.0.o.o.0


Misa se sentía feliz mientras se dirigía al Cuartel de Investigaciones ese jueves por la mañana, bajo un resplandeciente a la par que inusual sol de diciembre. Era como si el tiempo fuera una espejo de su ánimo, renaciendo tras la lluvia de la madrugada como ella había renacido de la oscuridad, y eso lo hacía todo aún más maravilloso, ¡si es que existía algo más maravilloso que ser amada por Light! Llamó al timbre del edificio en cuanto se plantó frente a las puertas dobles que lo amparaban; una sonrisa alegre se insinuó en sus labios entretanto esperaba.


El día anterior Light por fin había recuperado sus recuerdos y había vuelto a ser el mismo de antes, el que correspondía sus sentimientos y quería ser un salvador para el mundo horrible que habitaban.


No pudo evitar dar un chillido emocionado llevándose las manos a la boca al recordar que, además, ella y Light habían hecho el amor por primera vez la tarde anterior. No había acabado muy bien, siendo interrumpidos por los otros —«¡Y qué vergüenza! La cara del padre de Light daba miedo»—... Pero al fin y al cabo, había pasado y su novio había sido de lo más apasionado...


—¡Soy Misa-Misa! —respondió haciendo una coletilla en la letra final cuando le hablaron por el interfono—. ¡Light! ¿Puedes bajar un momento?


—Ahora baja —contestó la voz de Ryuuzaki en un tono tan soso como de costumbre, y las puertas se abrieron para ella.


Misa entró al vestíbulo y aguardó con una sonrisa confiada e inocente. Ahora ella también era distinta; o, mejor, dicho, volvía a ser la misma. Había hecho todo lo que Light le había pedido el día anterior. Seguido sus coordenadas, desenterrado el cuaderno y quemado la carta que venía adjunta en la primera página sin leerla —su amor por Light no flaqueó frente a su curiosidad—. Por supuesto, todos y cada uno de sus recuerdos habían vuelto nada más tocar el cuaderno, desde el primer beso de Light hasta la última lágrima que había derramado antes de renunciar a su posesión sobre el cuaderno de muerte.


Las puertas del ascensor se abrieron y la figura garbosa de Light apareció.


—¡Light! —Se lanzó a sus brazos y disimuladamente tocó con un pedazo de hoja del cuaderno el dorso de la mano de su novio—. Misa te ha echado muchísimo de menos.


La gama de ventura que sentía alcanzó colores insospechadamente brillantes cuando fue abrazada de vuelta por un momento. Los labios ajenos le hicieron cosquillas en la oreja cuando este le susurró en voz baja unas palabras rápidas que Misa cogió al vuelo con determinación. Entonces, sin dejar de tocarla, él se apartó un poco.


—Vamos, si hace menos de un día que nos hemos visto —dijo—. Además, puedes acercarte a mi apartamento en Koto, 5-2-10, cuando quieras.


—¡Pues claro! Lo sé, Light, pero aún así quería verte cuanto antes —expresó risueña y sincera, percatándose, eso sí, del instante en que la bella e inteligente mirada de oro de su novio se clavó en un punto detrás de ella y una sonrisa complacida curvaba su boca en consecuencia.


Las risotadas estentóreas de Ryuk le confirmaron a la joven el destino de dicha mirada.  

Notas finales:

TBC...

 

¡Espero tened vuestras opiniones! Gracias a todos :)


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