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DEATH CHESS por Toko-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas! ¿Como estáis, mis queridos lectores? Hoy toca la primera parte del capítulo "Cor unum", en la que veremos en que queda el secuestro de nuestros chicos :O

Disfrutad! ^^

XI. Cor unum

Parte I

 

«Amantes, amentes.»

Andria Terencio

Amantes, dementes.»)  

 

Cuando dio la vuelta al recodo de la casa por el que había visto asomar el fulgor de la explosión, Light descubrió un conjunto de figuras moviéndose entre la penumbra, así como el fragor de la contienda. Había una avioneta unos metros más allá y un torrente de luz emergía desde el hueco de una trampilla subterránea iluminando por un instante el perfil circunspecto de Aizawa, pistola en mano. Sintió que aquella realidad era como un bálsamo de agua fría y estuvo a punto de desvanecerse ahí mismo fruto del cansancio, pero se forzó a mantenerse en pie. Antes tenía que asegurarse del estado de Ryuuzaki.

El césped húmedo y con restos de escarcha era como alfileres contra sus pies descalzos. Estaba temblando con rápidas convulsiones, notaba el rostro y cada parte de su anatomía como si fueran cubitos de hielo. Vagamente fue consciente de que iba expuesto con una sola manta ante las fauces de un pleno Diciembre helado, pero continuó avanzando, encogido sobre sí mismo y cubriéndose con la tela lo máximo posible. La media cadena que pendía de su muñeca se arrastraba por el suelo como un peso muerto. Conforme las distancias se recortaron pudo distinguir a más personas: Mogi, Matsuda, Watari. Aizawa ya no estaba y su padre tampoco, por lo que supuso que el revuelo que provenía de la trampilla era era cosa de ellos.

Los que permanecían en guardia en la superficie le vieron acercarse con sendas expresiones de estupefacción y alivio. Matsuda fue el primero en quitarse su abrigo y ponérselo por encima.

Dios mío, Light, estás congelado dijo palpándole la cara con preocupación. Vas a pillar una pulmonía, ¿qué ha pasado?

Light notó como Watari rebuscaba en el petate que llevaba colgado de la espalda antes de contestar a Matsuda.

R-Ryuuzaki su voz tiritó como una trémula hoja. Ryuuzaki, ¿e-está b-bien? su nueva pretensión de hablar terminó en un ataque histérico de tos.

Eh, eh, vamos, Light, respira. Tu padre y Aizawa han bajado a buscarlo al sótano le tranquilizó mientras le daba leves palmadas en la espalda. Estábamos muy preocupados por ti, sabíamos cómo encontrar a Ryuuzaki pero temíamos que no estuvierais juntos, y como habíais desaparecido los dos...

El ataque de tos se detuvo unos segundos después, dejando a Light con los ojos enrojecidos, la garganta ardiendo en carne viva y odiándose por su debilidad. En su interior se preguntó cómo demonios habían logrado rastrear la ubicación de Ryuuzaki de forma que habían podido ir en su busca, los móviles de ambos estaban rotos, así que no podía ser esa su salvación. Mientras le daba vueltas con mediano interés, todavía preguntándose por el estado de aquel excéntrico sujeto que se había colado en su corazón sin permiso, vio cómo Watari le tendía a Matsuda unos calcetines de lana.

Que el joven Yagami se los ponga, unos pies caldeados pueden suponer un gran cambio.

Eh... Matsuda vaciló, probablemente preguntándose cómo podía el anciano disponer siempre de lo necesario. Sí, claro.

No había previsto esta situación extrema, por lo que no tengo ropa que proporcionarle, joven Yagami. Pero en la avioneta podrá entrar en calor.

Watari asintió al terminar de hablar. Luego se dio media vuelta y se dirigió hacia la entrada del sótano, por donde desapareció mientras Light se ponía los calcetines. El alivio fue inmediato, casi no sentía sus extremidades inferiores pero la gruesa lana de las prendas hizo que el frío cortante dejara de quemarle las plantas de los pies. Fue entonces cuando escucharon los agudos berridos del asesino alzarse hacia el cielo.

¡¡Asquerosos, sucios e inmundos seres del Diablo!! ¿¡Cómo os atrevéis a profanar mi encomienda divina?! ¡Todos los que les ayudáis os merecéis lo mismo! ¡Arderéis en el infierno!

La carcajada desquiciada del hombre fue silenciada de pronto, Light supuso que le habían vapuleado para dejarlo inconsciente. No pasaron más de unos segundos hasta que vio a su padre y a Aizawa aparecer por las escaleras cargando con el cuerpo de aquella repugnante sabandija. Light apretó los puños con los que aguantaba la manta cerrada sobre su pecho. Un rencor homicida hacia el psicópata desplegándose en su interior.

El rostro de su padre estaba contrito con el más profundo pavor mientras miraba con frenesí alrededor, en su búsqueda; cuando sus ojos pequeños y marrones al fin lo enfocaron, Light pudo apreciar, incluso a aquella distancia, la forma en que la mirada de su padre destelló con una amalgama de emociones contenidas, con un miedo insuperable e ilimitado. Pareció que iba a desplomarse sobre la hierba demasiado sobrepasado por todo, pero entonces dejó al rehén en manos de Aizawa y en dos zancadas se plantó frente a Light, a quién recogió en un fuerte abrazo que casi arranca lágrimas de los ojos del universitario. Sobretodo al percatarse del temblor del cuerpo cálido de su padre, al percatarse de cómo tragaba saliva en un intento por contener las ganas de echarse a llorar en desahogo. Cuando le oyó musitar un «Gracias a Dios» en su oído, todo el terror soterrado bajo el temple calculador que había empleado para tratar de sobrevivir y de recuperar a Ryuuzaki salió a la superficie, y Light se sintió tan débil que deseó volver a ser un niño pequeño y así poder cobijarse por siempre en los brazos de su progenitor.

Fue entonces que vio, por encima del hombro de su padre, la manera en la que un demacrado Ryuuzaki ascendía torpemente con la ayuda de Watari. Ya no estaba desnudo, sino que llevaba el largo anorak del anciano que le cubría hasta la parte superior de los muslos, y unos calcetines gruesos. El corazón de Light se contrajo de forma dolorosa. Cuando los ojos negros de Ryuuzaki colisionaron con los suyos, no lo pudo resistir más y dejó caer la cabeza en el hombro de su padre, mordiéndose el labio mientras lágrimas silenciosas se deslizaban por sus mejillas. Lágrimas de alivio. Por un momento, ni siquiera entendió las exclamaciones de Matsuda y los otros, o el intercambio de palabras con Ryuuzaki.

0.o.o.0.O.0.o.o.0

Cuando Soichiro vio a su hijo de pie sobre la nieve, cubierto por apenas una manta y un abrigo, con el rostro lívido y los ojos rojos; cuando lo vio, vivo pese a su deplorable estado, el corazón le volvió a palpitar llenándosele de sangre. El corazón que creía arrancado de cuajo cuando Watari les había dado la voz de alarma diciendo que algo malo había sucedido, el hálito de vida que creía perdido cuando habían bajado a aquel sótano y se habían dado cuenta de que el responsable del secuestro de su hijo y de Ryuuzaki era un asesino en serie de lo peor, había vuelto. Soichiro, junto a Aizawa, había capturado a aquel monstruo que había encadenado a Ryuuzaki de la forma más enfermiza posible; pero Ryuuzaki aún respiraba, mientras que de su hijo no había ni rastro. Solo de pensar en lo que le podían haber hecho... solo de pensar que su niño ya no estaría más con ellos... Porque Light siempre sería su niño en un lugar muy profundo de su corazón, no importaba cuantos años cumpliera o cuán maduro e inteligente fuera.

Por eso, cuando Soichiro vio a su hijo no fue consciente del momento en el que su cuerpo cobró vida y potestad y se abalanzó hacia delante para recoger el cuerpo tembloroso de Light entre sus brazos. Sí fue consciente, sin embargo, de las lágrimas que pugnaban por derramarse de las cuencas de sus ojos, del nudo que le agarrotaba la garganta y de que la solidez del cuerpo de su hijo le supo a la más dulce miel. Especialmente cuando este dejó a un lado sus reticencias para apoyar la cabeza sobre su hombro como hacía años que no hacía, como tal vez nunca había hecho.

Deberíamos llamar a la policía e ir despejando esto, como mínimo Ryuuzaki dijo Aizawa. Sería sospechoso que lo vieran aquí, algunos lo asociarían al nombre de L rápidamente. Sobre todo si la explicación que damos para el secuestro de Light es que estaba trabajando con el detective L y los pillaron en una inspección.

En efecto, es mejor que no me relacionen con esto escuchó que decía Ryuuzaki con voz pastosa a causa de la droga. Gracias a todos, por cierto. Un poco más y no lo cuento.

Soichiro no había soltado todavía a su hijo, mas en ese instante fue el mismo Light el que se deshizo de su abrazo con suavidad. No había rastro de lágrimas en sus ojos. Levemente intrigado, Soichiro observó cómo su hijo, sin siquiera mirarle, se separaba unos pasos de él para interrumpir en el pequeño corralillo que habían formado lo demás en torno al excéntrico detective una forma, además, de darles privacidad a él y a su hijo. Watari permanecía al lado de Ryuuzaki, con una mano en su hombro en gesto paternal. Sin embargo, no sin cierta estupefacción para todos los allí presentes, el anciano tuvo que apartarse un poco para dejar espacio a un Light que se había adelantado sin muchos miramientos a abrazar a Ryuuzaki de forma un tanto similar a la que el mismo Soichiro lo había abrazado a él un momento atrás.

El ambiente se cargó de electricidad, de una extraña incomodidad que impregnó a cada uno de los presentes y que sin duda alguna tenía su origen en el abrazo que Light le estaba dando a Ryuuzaki. Los ojos de este último se habían abierto con asombro antes de devolver el gesto con menos entusiasmo, enrollando solo uno de sus brazos alrededor de la espalda del universitario. El contacto lucía amistoso, e incluso fraternal. Soichiro no entendía porque sentía como si algo se le estuviera escapando, como si ahí hubiera algo más. Aizawa debió sentirse de forma parecida, porque carraspeó rompiendo el silencio y el abrazo de los dos genios. Ryuuzaki se tambaleó un poco al separarse pero Light lo cogió por el brazo. Matsuda sonreía despistado, probablemente contento porque ambos estuvieran bien y por presenciar tal seña de aprecio entre ellos. Un sentimiento de contrariedad le hizo fruncir el entrecejo mientras miraba a su hijo, luego se sacudió aquella disparatada impresión. «Es bueno que se lleven tan bien, eso vuelve las cosas más sencillas para Light» pensó «Además, han pasado por algo horrible, es normal que Light se muestre más vulnerable y haga muestras de afecto que en otro momento no haría».

Entonces, hagamos lo dicho dijo Ryuuzaki con voz débil. Alguien debe quedarse custodiando al culpable hasta que llegue la policía.

Yo me quedaré, no hay problema.

Gracias, Mogi agradeció Soichiro en su dirección.

Ryuuzaki se limitó a asentir ligeramente. A su lado, Watari le miraba con preocupación. Una preocupación que no tardó en manifestarse en palabras.

Debéis entrar en calor dijo al tiempo que señalaba la avioneta. Podemos seguir con las conversaciones de camino al Cuartel General, allí necesitaré echar un vistazo a vuestros signos vitales para comprobar que todo está en orden. No sabemos qué sedante ha utilizado.

Todos estuvieron de acuerdo con la proposición de Watari y, después de un breve intercambio de directrices con Mogi con el que quedaron en contactar más tarde, se dirigieron al vehículo aéreo. Los dos que habían sido secuestrados subieron los primeros, seguidos de Watari y después de Aizawa. Cuando Soichiro se disponía a encaramarse por los pequeños peldaños, Matsuda, a su lado, le susurró:

No tenía ni idea de que Watari también supiera de medicina, ese hombre es una caja de sorpresas. La escueta sonrisa de Soichiro fue apagada. Matsuda le puso una mano en el hombro. Jefe, está bien. Light está bien, todo ha pasado ya. No tiene que preocuparse.

Los ojos marrones del joven policía le miraron con comprensión, compasivos, y Soichiro sintió como si escuchar las palabras que ya sabía supusiera un alivio mayor. Se lo agradeció con una pequeña y cansada sonrisa antes de subir a la avioneta. Uno siempre podía contar con Matsuda.

Una vez emprendieron el vuelo de regreso a Tokyo, cerca de las dos de la madrugada, el grupo se dispuso a aclarar todo lo ocurrido aquella eterna noche de pesadilla. El único ausente era Watari, quien estaba al mando de pilotar el vehículo. Nada más habían entrado se había activado el aire caliente y, de esa manera, por lo menos su hijo y Ryuuzaki habían dejado de temblar como gelatinas. Se hallaban sentados en dos de los seis asientos traseros de la avioneta, frente a ellos Aizawa, Matsuda y él ocupaban los tres restantes. Las ventanillas parecían pantallas en negro a causa de la oscuridad exterior.

¿Estáis mejor? ¿Light, Ryuuzaki?

Sí, papá, no te preocupes.

El hombre dejó escapar un largo suspiro.

No me pidas eso, Light. No después de esto.

El aludido fue a decir algo pero la intervención de Matsuda cortó su pretensión de hablar.

¿Qué es lo que ha pasado exactamente? Ni siquiera Watari nos ha sabido decir nada concreto, solo que de repente le había saltado la alarma de emergencia de Ryuuzaki. Sus ojos se desviaron hacia este. Pero ninguno entendemos cómo pasasteis de estar seguros en el edificio a ser secuestrados por ese desequilibrado.

Espera, ¿entonces es así como nos encontrásteis?

La expresión de Light mostró cierta incredulidad y desvió la mirada entre un absorto Ryuuzaki y los demás. Un asentimiento por parte de Soichiro aclaró su duda.

Al parecer a Ryuuzaki le dio tiempo a activar el detonador de la alarma en algún momento.

En cuanto a los sucesos, suponemos que la versión que hemos quedado con Mogi de darle a la policía es la más favorable continuó Aizawa. Estaba reclinado hacia delante con los codos apoyados en las rodillas y los brazos cruzados. No es disparatado que el hijo del ex Jefe de la Policía esté ayudando a L en la resolución de casos y que, debido a eso, ambos os hayáis visto metidos en algo así.

Un silencio se instaló entre ellos, uno amplio y distendido, aunque lleno de preguntas no formuladas. El rumor del motor era el único sonido que acompañaba aquel singular silencio, además de la tos ocasional de su hijo. En medio de aquel silencio, Soichiro le observó. Su mirada había recuperado parte de la entereza de la que siempre hacía gala, pero aún era apreciable un atisbo de desorientación en el fondo de sus ojos amielados, unos ojos que se desviaban cada dos por tres hacia un lado, donde Ryuuzaki permanecía acuclillado, los brazos descansando apaciblemente sobre el regazo. Tenía los grandes ojos negros a Soichiro siempre le había sorprendido el hecho de que parecía tener más ojos que cara perdidos en algún punto al otro lado de la ventanilla, un punto que, Soichiro sospechaba, tenía más que ver con recuerdos desagradables que con el cielo nocturno. Los párpados del detective bailotearon en una amenaza por cerrarse, pero como si de cortinas mecidas por el viento se trataran aletearon abiertos de nuevo. Soichiro comprendió que estaba luchando contra el efecto de la droga, que le instaba a quedarse dormido. Su mandíbula se contrajo con repugnancia ante la imagen de aquel psicópata que había estado matando y adornando a sus víctimas durante los últimos meses, y que había estado a punto de hacer lo mismo con Ryuuzaki. Con su hijo. En ese momento, agradeció no tenerlo delante, porque de lo contrario no sabía cuáles podrían ser las consecuencias.

Sintió una sensación punzante y, al girarse, descubrió que Aizawa y Matsuda le estaban mirando con incertidumbre, ambos conscientes de la delicadeza de la situación, inseguros de si era una buena idea romper la quietud. Ni ellos ni el propio Soichiro tuvieron que tomar una decisión cuando, de forma inesperada, fue Ryuuzaki el que habló.

Me parece que es la mejor explicación oficial dictaminó, como si no hubieran pasado minutos desde que Aizawa había comentado aquello. Apartó la vista de la ventana para mirarlos a los tres. De hecho, se acerca bastante a la realidad. Light recibió una llamada de un compañero suyo de la Universidad, pero no parecía una llamada voluntaria, nadie contestó al teléfono y se escucharon gritos, por lo que pinchamos el móvil de este chico, Murata Ken, y lo localizamos.

Y salisteis en su búsqueda dijo Aizawa.

Espera, ¿dices que otro chico fue secuestrado? ¿hay alguien más en esa casa?

Un encogimiento de hombros de su hijo captó su atención. Tenía el ceño levemente fruncido, aunque parecía fruto del cansancio; Continuaba lanzándole miradas insondables a Ryuuzaki, Sus ojos se volvieron opacos al voltearse hacia ellos.

Había hablado con Murata hacía poco y sabía adónde iba a ir esta noche el timbre de su voz era profundo y pesado; sus ojos, apagados cuando continuó: Supe que algo no estaba bien en cuanto vimos que se dirigía en dirección contraria y... sí, supongo que salimos en su búsqueda. Tendríamos que haber avisado a alguien pero lo cierto es que no esperábamos que ocurriera esto.

¡Por Dios, Light, pensaba que tenías un poco más de sentido común! lo reprendió Soichiro, incapaz de mantenerse callado. ¿Y si no...? ¿y si no hubiéramos llegado a tiempo o si...? un nudo en la garganta le impidió continuar, La mirada de Light, perplejo por su exabrupto, se serenó con un deje de calidez.

Lo sé, papá. Cometimos un error, lo siento.

«Más que un error», pensó, pero no insistió.

Hubo una pausa que Matsuda rompió unos segundos después, tratando de rebajar la tensión entre él y su hijo.

Entonces, Light, ¿ese compañero tuyo está...?

Light enarcó una ceja con desafecto.

Estaba r13;sentenció, y su corrección tuvo el cariz del plomo.

Oh... El rostro de Matsuda se ensombreció. ¿Él sí era... tú sabías que era...?

¿Gay? No, no tenía ni idea.

El resto del trayecto transcurrió en un prácticamente hermético mutismo solo sesgado por alguna que otra ligera conversación entre Aizawa y Matsuda, y por la pregunta que Light le hizo a Ryuuzaki dejando al descubierto su duda de «¿Cuándo tuviste la posibilidad de activar esa alarma que dices?», a lo que el detective había contestado, con una suave sonrisa bailoteando en sus labios, que «Justo antes de desmayarme, cuando noté el aguijonazo del somnífero, era un simple interruptor que suelo llevar siempre en algún bolsillo. Uno nunca sabe...». E, irónico, Light había bufado en respuesta. No obstante, a Soichiro, que había estado contemplando el intercambio, no se le pasó por alto que ese bufido carecía del carácter usual de su hijo; como tampoco se le pasaron por alto los instantes durante los que los ojos de Ryuuzaki y los de su hijo estuvieron entrelazados en una mirada extraña, compleja e íntima, una que se sentía incapaz de comprender y que le provocó un vahído en la boca del estómago.

Entonces, de súbito, Ryuuzaki volteó hacia él con su mirada oscura, profunda como un millar de noches y Soichiro se preguntó, mientras le dedicaba un breve asentimiento, qué era lo que había vuelto tan unidos a aquellos dos, tan distintos por fuera, tan distintos por dentro, que parecía irremediablemente fruto de un místico destino, más allá de toda comprensión.

Cuando llegaron al Cuartel de Investigaciones, los primeros movimientos fueron asegurarse de que tanto su hijo como Ryuuzaki se hallaban sanos al margen del cansancio y el posible shock; aun si ellos parecían estables en apariencia, ninguno se fiaba, no sin saber con exactitud lo que había pasado durante el tiempo en el que habían estado secuestrados. Watari se encargó de dicha tarea mientras Soichiro llamaba a su mujer, la cual se había quedado preocupada al verlo entrar en la habitación a vestirse como un rayo antes de salir de casa sin mucha más explicación que un escueto «Light». Como se había imaginado, la encontró despierta y, nada más contestar, esta le abucheó con una retahíla de preguntas angustiosas.

Tranquila, tranquila, está todo bien. No ha pasado nada gesticuló con una mano mientras trataba de sosegarla. Light está bien.

«¿Pero qué es lo que ha pasado? No me vengas a decir que son cosas confidenciales porque no creo poder soportarlo.»

Un suspiro escapó de su boca. Sus ojos vagaron hacia donde Matsuda y Aizawa, sentados en el sofá de la sala, charlaban en voz baja. Tenían las huellas del cansancio haciendo mella en sus rostros, pero habían dicho que esperarían noticias de Mogi y del estado de los chicos antes de volver a sus respectivas casas a dormir.

Él y Ryuuzaki se fueron a investigar un caso por su cuenta y fueron secuestrados. La exclamación ahogada de su esposa revivió su propio horror. Están bien, Sachiko, de verdad. Luego te daré más detalles, esto será emitido como un reporte comunicativo de la policía, tendremos que cambiar un poco la coartada con la familia de tu hermano, será mejor decirles que estamos llevando el caso Kira con L, sin más. En ese momento vio como Watari aparecía por la puerta metálica. Tengo que colgar ahora. Hablamos luego.

Señores, ambos se encuentran bien dijo el anciano; sus ojos eran serios a través de las delgadas gafas de media luna. No han sido envenenados de ninguna forma, la sedación tenía un único propósito, por lo que solo necesitan descansar y entrar en calor. Enfocó su mirada en Soichiro y agregó: En el organismo de su hijo ya no quedan prácticamente restos de la droga, Sr. Yagami, sospecho que los sedaron a los dos al principio, pero Ryuuzaki fue sedado de nuevo más tarde cuando fue atado para sus... tareas. De todas formas, como he dicho, solo necesitan descansar; su hijo en especial va a pillar un buen resfriado.

Hubo un breve silencio durante el cual Soichiro se quedó pensativo, aliviado a la vez que preocupado por las posibles secuelas mentales de aquel episodio. Después de un momento, tomó la decisión de preguntar.

Watari, ¿te han dicho a ti lo que ha pasado en esa casa?

Si se sorprendió, el anciano no lo demostró. La expresión arrugada de su rostro hablaba de confidencialidad, pero también de comprensión, de simpatía.

Le puedo informar de lo poco que me han comentado respecto a su hijo ofreció.

Por favor.

De esa forma fue como se enteró, de un modo concisa, de que su hijo no había sufrido ningún tipo de daño además de un fuerte golpe en la cabeza, uno que por suerte no había derivado en nada serio. Cuando el breve relato de Watari llegó al punto en el que Light, recién despertado y encerrado en aquella habitación, había sido torturado con la imagen de Ryuuzaki, amenazado con presenciar cómo lo violaban para luego hacer una escabechina con él, Soichiro necesitó dejarse caer contra el sofá, horrorizado. La desesperación enajenada con la que Light había llegado junto a ellos cobraba ahora un matiz mucho más razonable. Al terminar de escuchar los sucesos, un manto de aflicción parecía haberse descorrido sobre ellos, como el telón angustioso de una obra fúnebre.

Vaya susurró Matsuda, su rostro pálido, a mí no sé si bajo esa presión se me hubiera ocurrido salir así de una habitación. Seguramente la hubiera aporreado hasta el desmayo.

Todo los rostros voltearon hacia él provocando que el chico se sonrojara y se disculpara torpemente.

Papá.

La voz de su hijo reverberó en la estancia como una polilla debilitada, Soichiro alzó la cabeza aprisa, desprevenido. No había esperado verlo en pie.

¡Light! ¿Qué haces despierto? Tienes que descansar.

El chico tosió, sujetándose de la pared junto a la entrada, sacudió la mano flojamente y se acercó unos pasos. Watari se hizo a un lado.

Quería asegurarme de que volvías a casa a descansar, tienes la mala costumbre de esforzarte en exceso. Sus labios se estiraron formando una pequeña sonrisa, un velo opacaba el brillo de sus ojos. Miró a los demás. ¿Ha llamado Mogi?

Fue Aizawa el que respondió.

No, aun no, pero no creo que tarde ya.

Soichiro vio el asentimiento de su hijo y sintió como un nudo le atenazaba las entrañas.

Light, hijo, hazlo por tu madre por lo menos y vete a descansar suplicó. Luego se fijó en que la cadena metálica que había estado colgando de su muñeca, la que antes le había atado al detective, había sido removida.

El universitario debió deducir el hilo de sus pensamientos porque dijo:

Ya tenemos reemplazo, solo que todavía no nos la hemos puesto. Ryuuzaki me ha dejado venir para obligaros a que os marchéis.

Pues vaya con este L bufó Matsuda.

La mirada de Soichiro deambuló de Matsuda a su hijo, escrutando el rostro de este último en busca de algo, cualquier síntoma que pudiera alertarle de alguna secuela traumática. Sin embargo, Light mostraba una apariencia serena vestido en ropa de pijama oscura y recién duchado, un aspecto mucho más prometedor del de una hora atrás. Solo las profundas ojeras, su mirada marchita y un extra de tensión en su mandíbula acusaba la situación por la que acababa de pasar.

Después de un momento, Soichiro volteó hacia Matsuda, quien observaba a su hijo con una expresión que oscilaba entre la curiosidad y la admiración. Dios sabría lo que estaba pensando.

Matsuda, tal vez sería mejor dejar la comida de hoy para otro día. No creo que estemos con el estado de ánimo adecuado para...

El chico sacudió las manos en un ademán condescendiente.

Por supuesto, jefe, no se preocupe, ¡ni se me había pasado por la cabeza! Además, son pasadas las tres de la mañana y estoy seguro de que su mujer no ha descansado, no quiero causar molestias.

Soichiro cabeceó en un mudo asentimiento. Sí, era lo mejor. En las noticias aparecería la detención de aquel psicópata y la participación de su hijo y el misterioso detective L en ella, iba a tener que dar algunas explicaciones sus familiares.

Debo oponerme a este cambio de planes intervino Light, sin embargo, haciendo que ambos le miraran. Aizawa, que se había levantado a hacerse un café, se acercó en ese momento, intrigado. No ha pasado nada, lo mejor es actuar con normalidad. Mamá necesitará distraerse, Sayu también, y eso será más sencillo con un invitado como Matsuda Soichiro observó que el aludido dudó sobre si calificar aquellas palabras como un halago. Por último, Light añadió: No hay razón para cancelar los planes del sábado. Ryuuzaki y yo necesitamos descansar, eso es todo, no necesitamos que nadie descanse por nosotros.

Sus palabras, en efecto, fueron un ultimátum que no parecía tener opción a réplica ninguna, por lo que no se habló más del tema. Light se marchó poco después, seguido por Watari, prometiendo que en cuanto despertara llamaría a su madre para tranquilizarla personalmente. La esperada llamada de Mogi no tardó en penetrar la callada estancia. Fue Soichiro el que contestó para luego informar a los otros dos de que todo había salido bien. El hombre había sido detenido y a los policías se les había dado la versión que habían planeado, lo que había causado que el inspector de turno insistiera en hablar con Light cuando estuviera recuperado, insistencias en balde, pues Mogi no se había comprometido a nada. Al final, el ex policía había decidido no mencionar que L también había sido secuestrado y, en su lugar, se había limitado a justificar que el secuestro de Light se había producido durante una misión encomendada por L, pero en la que este no había intervenido de forma presencial. «He pensado que si decíamos que L había sido secuestrado, algún iluminado podría tratar de sonsacarle información al asesino acerca de su apariencia. Muchos altos cargos pagarían una fortuna por descubrir su identidad.» le había comunicado Mogi su decisión de última hora, decisión con la que todos estuvieron de acuerdo, conscientes de que lo contrario hubiera supuesto un error, tal vez, irreparable.

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La habitación estaba a oscuras. El tráfico urbano era un rumor constante y rutinario que no perturbaba la agradable calma que flutuaba como pétalos arómaticos en la atmósfera. Light se movió de forma que quedó tumbado sobre su costado, ligeramente erguido y con la cabeza apoyada en una mano. Sus ojos repasaron el contorno de la figura acuclillada de Ryuuzaki, un sentimiento cálido se extendió como una marea bajo su piel, calentándole el cuerpo. El alma.

¿Por qué no te tumbas? preguntó suavemente.

Ryuuzaki le miró de reojo.

¿Por qué quieres que me tumbe?

Quiero abrazarte confesó, sin importarle demasiado lo que el otro pudiera pensar.

No recibió una respuesta de inmediato, pero tras el transcurso de unos segundos sintió el movimiento de Ryuuzaki mientras se recolocaba tumbado, en posición fetal de cara a él. Notó el roce de su mano, el contacto duro de sus rodillas contra su estómago, la suavidad de las sábanas cubriendo sus cuerpos y creando un rincón y un espacio que era solo de ellos.

Un bostezo escapó la la boca del detective.

Creía que te habías quedado bien servido de musitó luego.

Light esbozó una media sonrisa, a sabiendas de que su compañero hacía referencia al espectáculo que había dado delante de todos. Luego, un ataque de tos le hizo postergar su contestación.

En realidad, me he contenido dijo al fin mientras deslizaba su mano por la mejilla fresca del otro, de lo contrario hubiera hecho mucho más que un abrazo amistoso.

Hm... Pues deberías haber visto la cara de tu padre y los otros.

En otro momento, Light se hubiera reído, pero en ese momento solo fue capaz de acentuar la sonrisa, una que no le llegó a los ojos. Era curioso. Evidentemente, no deseaba por nada del mundo que se revelara aquello que había entre él Ryuuzaki, aún no se sentía cómodo con la idea de todos aquellos sentimientos pululando en su interior y transformando su serena personalidad en una mucho más volátil, menos firme y más sentimental; y, sin embargo, tenía la sensación de que conforme el tiempo pasaba y conocía más a Ryuuzaki, menos le importaba lo que pudiera pensar cualquiera de su entorno. Cuando ese tipo de reflexiones asaltaban su mente, también aparecía una creciente incertidumbre, una que empezaba a entender pero con la que trataba de postergar el enfrentamiento.

En el tiempo en el que habían pasado solos desde que habían sido rescatados, las pocas palabras que habían intercambiado no habían girado en torno a lo acaecido durante su inhóspita estancia en la casucha de aquel chiflado. Ninguno de los dos estaba por la labor de rememorar aquellos momentos agónicos; ninguno de los dos, tampoco, tenía la intención de dejarse afectar en demasía ahora que todo había pasado. Una vez durmieran todo recuperaría parte de la luz que había perdido, una luz que Murata Ken, por el contrario, nunca volvería a ver. Por ese motivo, cuando Watari los dejó a solas para ir a informar a su padre y a los demás de su estado, Light se había limitado a una simple y concisa pregunta susurrada con deje absorto: «¿Te ha llegado a hacer algo?». Bajo una iluminación fría, le había parecido que el detective, pálido y delgado semejante a una araña, había temblado ligeramente ante sus repentinas palabras. Había contestado sin mirarle, en un parco hilo de voz, sin entonación que pudiera delatar su sentir. Nada más que manosearle y babearle encima mientras se autocomplacía. La conversación había muerto ahí y permanecería muerta durante mucho, mucho tiempo.

Light suspiró en su fuero interno y se fijó en Ryuuzaki en aquel momento. Las lunas oscuras que horadaban su rostro, mientras le contemplaban con apacibilidad tenían una luz propia que las hacía destacar incluso en la oscuridad de la habitación.

Light tragó saliva, recordando de pronto.

Tengo algo para ti.

Ryuuzaki alzó una ceja con fría curiosidad al tiempo que con su mano dibujaba círculos por el estómago de Light, bajo la tela del pijama. Cuando Light se desabrochó la cadena que colgaba de su cuello y le tendió el medallón que había permanecido oculto tras la camisa, las caricias de Ryuuzaki se detuvieron en seco. Su expresión era de muda sorpresa.

Se te había caído en la habitación en la que nos encerraron al principio... explicó y se mordió la lengua, inseguro.

¿Por qué? ¿Por qué no tenía el valor para confesarle que sabía su verdadero nombre? Ryuuzaki había confiado en él hacía unas horas al hablar de su pasado la idea de que solo habían pasado unas horas desde aquello le fustigó con fuerza, parecía una eternidad. Entonces, ¿por qué? Los resquicios en él que dudaban de la buena reacción de Ryuuzaki eran abismales. Demasiado abismales.

El detective había cogido la moneda con suavidad, mirándola un instante antes de levantar la vista de vuelta hacia él.

Gracias, Light.

El aludido se obligó a dejar a un lado sus pensamientos.

No es nada.

Pero el instinto de Ryuuzaki no era como para tomárselo a cachondeo.

¿Estás bien?

Sí se sobrepuso el universitario. Será mejor que durmamos. Hoy tienes que hacer un esfuerzo e intentar dormir bromeó.

El escrutinio duró unos segundos más, pero finalmente Ryuuzaki desistió.

Sí, será lo mejor.

«Mañana» se prometió Light mientras se adelantaba unos centímetros para capturar los labios del otro entre los suyos, «Mañana se lo diré. Le diré a Elle que sé su nombre».

El beso se prolongó en un dulce contacto, uno exento de pasión pero lleno de ternura. Los labios de Ryuuzaki eran una miel deliciosa, blanda y exótica, una que se derramaba en la sangre de Light bombeándola rítmicamente. Cuando se separaron Light no estaba excitado, no quería agarrar al otro hombre y restregarse contra él como un perro en celo hasta culminar en la cima del placer. El beso había evaporado el frío que aún persistía entre sus huesos, y todo lo que quería era aspirar la presencia del otro hombre durante minutos, horas, hasta quedarse dormido en aquel prado verde de sus sueños en el que sus más profundos anhelos galopaban en absoluta libertad, aquel lugar onírico en el que todo era perfecto porque Ryuuzaki siempre estaba junto a él. Sin tapujos. Sin mentiras.

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La comida del sábado estaba transcurriendo con una normalidad que su vapuleado corazón agradecía sinceramente.

Había arribado a casa con los hombros caídos y los pies pesados como el plomo. Su mujer le había estado esperando en la cocina, con la luz apagada y una tibia taza de té entre las manos. No se habían ido a dormir hasta que Soichiro le había contado rápidamente lo que había sucedido e insistido de nuevo en que Light estaba perfectamente, añadiendo que el chico incluso había presionado para que continuaran con sus planes del sábado con naturalidad. Sachiko había arrancado a llorar del disgusto por lo que había vivido su hijo, un disgusto que Soichiro compartía; no obstante, al prometerle que Light la iba a llamar en cuanto despertara, la mujer había aceptado acostarse y hacer como su hijo había pedido. Y, aunque se habían despertado algo más tarde que de costumbre, la comida estuvo servida cerca de la una del mediodía, poco después de que Matsuda se presentara con una amplia sonrisa que disimulaba las marcadas ojeras.

Soichiro se sirvió un par de gyozas y una pequeña ración de yakisoba, hecho este último con pollo y verduras. La mesa estaba repleta de distintos y variopintos platillos para complacer el paladar de cada uno de los comensales; Sachiko incluso se había esmerado, con la ayuda de su cuñada, en preparar dos platos tradicionales de la gastronomía rusa: unas brochetas de carne asada y lo que denominan como "Arenques bajo el abrigo de piel" una ensalada con arenques salados, patata y remolacha como sustento principal. Como estaba hambriento, tomó una brocheta también.

Lo cierto es que me parece un honor que Light esté realizando un trabajo serio como el que comentáis. Estar bajo el mando directo del mejor detective del mundo no está al alcance de cualquiera. Hiroaki, el hermano de Sachiko, se metió una bola de takoyaki a la boca antes de continuar. Todo hombre de familia que quiere ser algo en la vida debe aspirar a cargos de este nivel. A propósito, estas bolas de pulpo te siguen quedando igual de bien que siempre, Sachiko.

Oh, eres demasiado amable, Aniki contestó esta con una sonrisa cordial.

Ese ser Hiroaki se estremeció. Esto es lo que pasa con las personas que se pierden en vicios que no son normales. Acaban perdiendo la chaveta.

Soichiro intercambió una rápida mirada con Matsuda antes de dirigirse a su cuñado.

Por favor, Hiroaki, las víctimas de ese sujeto eran chicos gays también. Tienen la misma culpa de que exista ese psicópata que los demás la tenemos de que existiera Bin Laden.

Pero el otro hombre sacudió la cabeza.

¿No me digas que te parece bien que se establezcan nuevos modelos de familia, Soichiro?

¡Por supuesto que no! se exaltó. Creo que la familia debe formarse con una pareja estable de un hombre y una mujer, pero eso no significa que esté bien abuchear a los que son distintos.  

Nadie ha dicho eso, cariño entró su mujer apaciguadora. Solo que lo correcto es que si eres un hombre te gusten las mujeres, y si eres una mujer que te gusten los hombres.

La mesa se sumió en un breve silencio. A Soichiro le pareció escuchar a su hija mascullar algo pero lo dijo tan flojo que no entendió su significado.

Por supuesto, tampoco quiero decir que sea correcto meterse con ellos, mucho menos matarlos terminó por decir Hiroaki y se limpió la boca con una servilleta. Bastante desgracia tienen. Pero deberían hacer su vida por su lado, la verdad, no me gustaría enterarme de que un amigo o compañero de trabajo es así.

Aunque sintiéndose un poco culpable, con las palabras acusadoras que Ryuuzaki les había soltado una vez frescas en su memoria, Soichiro tuvo que darle la razón en eso.

Sería un poco incómodo admitió.

Matsuda suspiró a su lado y, mientras pinzaba un pedazo de ensalada, murmuró algo que sonó como: «Aunque fuese incómodo no me sentiría bien distanciándome de un compañero por eso...»

De todas formas interrumpió Tiana hacia Sachiko cambiando de tema. Se encontraba sentada entre Sachiko y su marido; Sascha, Sayu, Matsuda y Soichiro completaban el circuito alrededor de una larga mesa de madera clara. Es un alivio que todo haya quedado en nada, debías estar muy preocupada por Light.

Por suerte, todo se ha resuelto en una noche asintió ella.

Brindemos entonces por tu eximio marido propuso Hiroaki alzando el pequeño vaso de cerámica. Tenía las mejillas algo rojas por el sake, lo que también le sucedía a Sachiko a la mínima que consumía alcohol.

Aunque Soichiro trató de zafarse de un brindis en su honor, un honor que no creía merecido, Matsuda fue el primero en apoyar el motivo y, realmente, le quedaron pocas opciones. Cuando llegó la hora de los postres, que consistía en una tanda de mochis caseros además de un pastel espiral de té verde y chocolate, Soichiro, con el estómago satisfecho, dejó de prestar atención un momento a la conversación entre su cuñada y Sachiko para fijarla en su hija pequeña, quien hablaba animadamente con su primo.

¡Whoaa, qué pasada! ¿y no te da vergüenza fotografiar cuerpos desnudos aunque sea de forma artística?

Sascha cortó con delicadeza el mochi de vainilla de su plato y se lo llevó a la boca en un ademán grácil antes de responder.

Profesionalidad articuló con sencillez. Hablaba un japonés más correcto que el de su madre, pero el acento del ruso era fuerte y marcado. Es todo lo que hace falta. Cuando estoy trabajando con personas estas no adquieren más importancia para mí que la que tiene un cielo espectacular que es capturado por mi cámara. No importa si es un hombre o una mujer, el objetivo es atrapar esa belleza, nunca dejarse arrobar por ella. Eso le dedicó una breve mirada a su hija, eso es para los que contemplan las fotografías después.

La mirada encantada de Sayu, con la boca entreabierta y los ojos brillantes, sí que estaba arrobada. «Y no por las fotografías de Sascha» pensó Soichiro, ceñudo de un modo sobreprotector. No le hacía ninguna gracia que su hija fuese babeando de esa forma por un chico mayor que ella, mucho menos siendo este su primo. Además, había algo en Sascha... una delicadeza, un aura casi etérea que le confería de cierta fragilidad a su aspecto angelical y que hacía que a Soichiro se le ocurriera la posibilidad de que el chico fuera de la otra acera.

«¿Pero qué demonios estoy pensando? Creo que el que ha cogido una trauma con todo esto he sido yo, que exista la homosexualidad no convierte a todos en homosexuales. Menudo disgusto se llevaría Hiroaki». Por algún insano motivo, porque nada que le llevara a ello podía ser sano, la imagen de su hijo abrazando a Ryuuzaki le asaltó con la fiereza de un trueno. Sacudió la cabeza, contrariado, mientras contemplaba ausentemente que Matsuda se había unido a la conversación entre su hija y Sascha «¡Ostras, no sabía que te dedicabas a la fotografía! Nosotros tenemos a una modelo echándonos una mano de vez en cuando» decía el joven ex policía, aseveración que dejó a los rusos confundidos. Pero Soichiro tenía suficiente con su propia confusión liderada por unas palabras muy concretas que Light había dicho; porque, ¿quién demonios podía gustarle a su hijo estando encerrado las veinticuatro horas del día con Ryuuzaki? ¿Alguna compañera de la universidad con la que estuviera intercambiando mensajes? Después de un segundo, decidió que no tenía sentido continuar divagando sobre aquella incógnita. Al fin y al cabo, sabía bien que a su hijo le gustaban las mujeres, ¡tenía revistas porno femeninas escondidas en su habitación y había salido con varias chicas! Sí, era imposible que Light fuera gay. Con esa firme certeza, dejó correr aquella absurda preocupación. Cuando Light lo creyera oportuno les contaría acerca de esa chica especial. Soichiro solo esperaba que fuera una joven más madura que Misa.

Sascha solo se dedica a la fotografía como una afición.

La voz grave de su cuñado lo retrajo de sus pensamientos y, al echar un vistazo a los demás, descubrió que el ambiente se había enrarecido entre la familia rusa.

Amor... empezó Tiana poniendo una mano en el brazo de su marido, pero este desmereció el gesto.

Las cosas como son. En estos momentos está decidiendo qué carrera cursar, no pudo entrar este año porque no terminaba de decidirse expuso con ligereza; no obstante, en su tono había una tácita advertencia que Soichiro pudo identificar. Lo más seguro es que acabe haciendo alguna vía relacionada con medicina o empresariales.

Bueno, tal vez en otra vida dijo Sascha, la cínica sonrisa pincelada en su rostro mientras clavaba una dura mirada en su padre le confería el aspecto de una estatua de alabastro. Había una fiereza destellando en su ojos claros que contrastaba fuertemente con la fragilidad de su apariencia.

Por un momento, el salón entero enmudeció y Soichiro comprendió la naturaleza de aquella aversión que creía haber detectado desde un principio entre su cuñado y su sobrino. El instante se extendió durante un espacio de tiempo en el que lo único perceptible fueron las miradas de padre e hijo, chisporroteantes como dos mismos polos unidos. Rechazándose, gruñéndose, alejándose. Luego sorpresivamente fue una osada Sayu la que quebró la rigidez preguntando por Light y la inminente comida de Navidad.

Matsuda no tardó en subirse al carro. Nunca había tenido una buena resistencia a los ambientes tensos.

Estamos tras un pista importante, si todo sale bien Light podría volver a... quiero decir, podría asistir a vuestra comida familiar.

¿Es eso verdad, cariño? preguntó Sachiko.

Soichiro vaciló.

Sí, es bastante probable, pero no podemos estar seguros de nada.

Pero, Soichiro, nos has dicho que tú también estás involucrado con ese detective, L, y con el caso Kira evidenció Tiana frunciendo los labios. ¿Por qué Light no tiene permitido descansar para Navidad mientras que los demás sí?

Oh, por favor, no se trata de eso se apresuró a contestar tratando de sonar sincero. Lo que ocurre es que Light está encabezando el caso junto a L, ninguno de los demás nos podemos comparar en inteligencia a ellos dos. La responsabilidad conlleva algunos precios y al estar viviendo en la otra punta de Tokyo, también se lo pone más difícil.

Mm...

Hiroaki y Tiana intercambiaron una mirada que contuvo una conversación entera, de esas que solo las personas que llevan mucho tiempo juntos pueden compartir. Asintieron y siguieron comiendo sus postres a la vez que se iniciaba una conversación acerca de la policía rusa, aunque Soichiro podía decir que no habían quedado tan convencidos como antes de saber acerca del caso Kira. El secuestro había complicado todo y tanto él como su mujer habían acordado que lo mejor era poner al corriente a la familia Inoue acerca de el caso Kira. Que Light estaba ayudando también en ese caso. Pero excluyendo, por supuesto, toda la parte en la que, al mismo tiempo, era el principal sospechoso.

¡Ah!

El ruido chirriante de una silla al ser arrastrada se escuchó a su lado. Su hija, que se había puesto en pie con estrépito, tiró del brazo de Matsuda con desenvoltura.

Ven, Matsuda, a ver si tú puedes ayudarme con los deberes de biología.

¿Eh, qué? ¿yo?

Venga, porfaaa, que solo es un ejercicio se quejó la chica haciendo un puchero. Pero es que se me da fatal.

Bueno...

Sayu, por favor, ¿quieres dejar al pobre Matsuda comer tranquilo? reprendió Sachiko con cierta severidad no exenta de cariño. Hoy es sábado y papá puede ayudarte luego.

O Sascha aventuró Hiroaki.

El aludido ni se inmutó, el largo cabello platino del flequillo le tapaba los ojos mientras tecleaba algo en su móvil. En cualquier caso, Sayu no parecía dispuesta a dar su brazo a torcer y Matsuda, que perspicaz divisó esto, se levantó amablemente.

No pasa nada, no me importa ayudarla un momento. Aunque te advierto que no he sido un gran estudiante se rio, llevándose una mano tras la cabeza. Pero su hija lucía una expresión complacida.

No importa dijo con una tunante sonrisa. Seguro que puedes resolver mis dudas.

Y se lo llevó escaleras arriba.

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Matsuda se vio arrastrado por una decidida Sayu a través del pasillo de la planta superior hasta la tercera puerta de la izquierda, que abrió tomando la manija. Mientras era invitado a entrar en aquella pequeña pero cuca habitación de paredes color salmón repleta de peluches, pósteres y diversos cachivaches cuyo ornato componía un espacio alegre y despreocupado, el joven se encontró pensando que la hermana de Light no tenía nada que ver con este. Ella era vivaz e inquieta y tenía la determinación y la fuerza de un volcán en erupción.

Y esta chica, o niña ¿cuántos años tenía? ¿14, 15? Se había vuelto toda una mujercita desde la última vez que la había visto se había quedado plantada en mitad de la habitación mirándole por debajo de las pestañas con una diminuta sonrisa avergonzada. Matsuda la miró confuso.

Lo siento se apresuró a decir Sayu. En realidad necesitaba hablar contigo a solas, lo de los deberes solo ha sido una excusa.

Las palabras de la chica provocaron que se le arremolinara el calor en las mejillas. Balbuceó.

Q-qué... ¿con-conmigo dices?

Aquello era demasiado surrealista para Matsuda, la idea que se le pasaba por la cabeza... ¿podía ser posible? «Oh, por el amor de Buda, oh, mierda, qué es la hija del jefe, ¡no pienses tonterías, imbécil!». Aunque lo cierto era que la chica, con su cabello oscuro y sus ojos marrones, tenía algo, tal vez esa jovialidad suya, que la volvía encantadora. «Joder, soy un pervertido» se dijo, escandalizado. «Tengo que encontrar una novia antes de llegar a los treinta y acabar como un mirón de tiernas jovencitas». 

Sayu, ajena a su diatriba mental, asintió con solemnidad.

Antes que nada, ¿mi hermano de verdad está bien? ¿no le ha pasado nada en manos de ese cerdo?

Ante el timbre preocupado de la joven, Matsuda se obligó a retirar a un rincón sus bobadas y adoptó un aire más paternal que pretendía tranquilizarla.

No te tienes que preocuparte, Sayu dijo. Tu hermano Light está hecho de otra pasta, nada puede con él. Además, llegamos a tiempo por lo que puedes estar tranquila.

La chica asintió de nuevo, parecía estar barajando la forma en la que exponer una pregunta que le estaba rondando por la cabeza.

Puedes preguntarme lo que quieras aseguró Matsuda. Los ojos de Sayu lo enfocaron. Bueno, mientras no sea algo confidencial del caso Kira, claro, Eso no puedo decírtelo. Recibió una pequeña negación como respuesta. Asintió. Mejor, entonces...

En realidad, quería preguntarte acerca de mi hermano y Ryuuzaki.

Por un instante, no logró articular palabra alguna. Perplejo al no saber por dónde iban los tiros, ladeó la cabeza instándole a continuar. Sayu sonrió.

El otro día mi padre comentó que parecía que se estaban llevando mejor, Light no suele tener amigos de verdad, ¿sabes? Solo gente que le admira o compañeros de escuela.

¿Qué dices? Pero si tu hermano es muy majo se sorprendió Matsuda. Un poco distante, pero...

¡Ves! Una risita escapó de la boca de la joven, sus virginales labios parecían oscuros pétalos aplastados. Ese es precisamente el problema, todo el mundo lo dice. Mi hermano es cordial, amable, inteligente, modesto, comprensivo y blablablá. Lo que no es es cercano.

Matsuda meditó las palabras de la hermana de su compañero tratando de ser objetivo. La chica se había apoyado contra el escritorio y jugueteaba con un bolígrafo de purpurina que había cogido de un bote.

Bueno dijo al fin. Tal vez, tengas razón, ¿y entonces por eso te parece extraño que se haya hecho tan amigo de Ryuuzaki? Vamos, es que Ryuuzaki tampoco es muy normal que digamos. Creo que ambos se entienden a su manera.

Pero se llevaban fatal hasta no hace mucho puntualizó Sayu, dejando el bolígrafo para recogerse el largo pelo moreno en una cola de caballo. O al menos se peleaban cada dos por tres, ¡papá siempre se quejaba de eso!

Bueno, es que la situación... dejó la frase en el aire. No era necesaria una aclaración. No obstante, la joven cabeceó, testaruda.

Te equivocas, Light le tiene aprecio desde hace mucho. Me lo dijo personalmente.

r13;¿De verdad? Nunca habría pensado que Light lo admitiría abiertamente murmuró para sí mismo.

Aún así, la tensión nunca desapareció...

Bueno...

¿No ha pasado nada raro acerca de mi hermano en las últimas semanas? r13;interrumpió.

Matsuda frunció el ceño antes de poner voz a sus pensamientos.

¿Algo como qué?

La forma en la que Sayu puso los ojos en blanco como si estuviera hablando con un crío le hizo sentirse estúpidamente avergonzado. Trató de pensar en algo que decir para no hacer más el ridículo. Por el amor de Dios, no importaba la edad que tuvieran, la extraña psicología de las mujeres siempre le ponía nervioso.

¡Ah, ya sé! El otro día Light confesó delante de todos que le gustaba alguien. Siguió hablando sin percatarse del efecto que lo referido tuvo en la chica, de cómo sus ojos destellaron con interés. Me alegré mucho por él, pero nos pareció rarísimo a todos, creo que tu padre no se lo tomó muy bien. Supongo que, como todos, no entiende quién puede haberse ganado el corazón de tu hermano estando las veinticuatro horas del día con Ryuuzaki... Se frenó en seco al escuchar la carcajada incrédula de Sayu y, al voltear hacia ella, se dio cuenta de que le estaba observando con las cejas fruncidas, las mejillas rojas y la mano en la boca, conteniendo la risa. ¿Qué? ¿qué es tan gracioso? ¿a ti te ha contado quién es esa chica?

Oh, por favor, Matsuda bufó risueña. Os están tomando el pelo a todos. Vamos a ver, tú mismo lo has dicho: ¿quién puede haber robado el corazón de mi hermano si está siempre con Ryuuzaki?

Matsuda parpadeó, perplejo.

Claro, eso es lo que nos pregun... su voz murió antes de terminar la frase. La boca entreabierta al comprender la insinuación de Sayu. Horrorizado, exclamó: ¡Sayu! ¿Pero qué dices? y bajando la voz Tu hermano no es gay, ¿como se te ocurre?

La joven puso los brazos en jarra de una forma que recordaba vagamente a su madre.

Pues vamos a ver dijo, solo estoy siendo lógica. Es la única persona que ha estado lo suficientemente cerca de él. Yo solo los he visto juntos una vez y no me parece imposible, lo que pasa es que estáis tan cerrados a la homosexualidad que ni siquiera se os pasa por la cabeza como una opción, por eso nadie se ha dado cuenta. Vamos, Matsuda, ¡tenemos que confirmar esto! ¡Puede que mi hermano se haya enamorado por primera vez! su tono dejaba al descubierto la emoción que la sacudía ante la perspectiva, ella era como un libro abierto. ¿ha pasado alguna cosa sospechosa más?

Matsuda... Matsuda se había quedado congelado como si un repentino huracán hubiera desolado su cerebro de cualquier pensamiento o idea coherente. Las palabras de Sayu, tan confiadas, tan posibles, abrían todo un abanico de posibilidades cuyas consecuencias Matsuda no estaba seguro de querer presenciar. Entonces, en un momento, el recuerdo palpitante que le había estado molestando asomó, sutil como un alfiler pero esclarecedor como el sol: el chupetón con el que Light había aparecido una mañana.

«Ay, joder, que me da que no salieron de fiesta...» pensó, empalideciendo por momentos conforme distintos episodios, concretas miradas, algunos gestos, ciertas palabras entre ambos genios brotaban en su cabeza como flores frescas de una complicada e inverosímil enredadera. Una que adquirió sentido con la novedosa perspectiva de Sayu. «¡La leche, Light y Ryuuzaki están liados!»

Cuando, después de un rato, ambos anduvieron de vuelta hacia el salón y Sayu manifestó un «¡Perfecto, una asignatura menos!» mientras se apoltronaba cansadamente contra una silla vacía, el semblante de Matsuda estaba lívido, tan lívido que semejaba un cadáver. Soichiro le agradeció por la ayuda prestada a su hija antes de quedársele mirando con el ceño fruncido.

¿Estás bien? No haces buena cara.

Y Matsuda, tieso como si le hubieran metido el palo de una escoba por el trasero, respondió entre aparatosas carcajadas que estaba perfectamente. Sayu, de reojo, le observaba divertida.

Sí que era raro, ese Matsuda. 

Notas finales:

¡Es todo por ahora! En la segunda parte viene una fase del fic que muchos estáis esperando sin duda (lemonejem... ejem XD).

¡Cuantos más comentarios vea más pronto lo subiré! :P 

Ja ne :3


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