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I Don't Deserve You por Kris Kuro Angel

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Notas del capitulo:

Nuevo capítulo para deleitar a aquellas personas que les encanta esta pareja como a mi :3

Capítulo 2:


 


Reo suspiraba bajo con cada una de las caricias de Kuroko, su cuerpo adolorido pedía a gritos ser atendido por su amado peli celeste, su única medicina.


 


—Quiero hacerte tanto el amor… pero…


 


—Tu cuerpo no está en condiciones, Reo–kun —Kuroko besó la parte posterior de su cuello con ternura.


 


—A veces quisiera que me obligaras a hacértelo.


 


—Sabes bien que nunca haría eso —Kuroko tomó con delicadeza la mano de Reo y la besó con devoción—. Te amo demasiado. Mi amor no me permite hacer algo tan ruin.


 


Reo mordió la almohada, no podía, no debía, pero su corazón se aceleraba anormalmente. Kuroko era más que su medicina para pasar el rato, era su ángel. Era suyo completamente.


 


—Tetsu–chan —se colocó boca arriba y con sus brazos aprisionó el cuerpo delgado de su amante—, no estés con otro hombre. No le des a nadie más estas palabras.


 


—Esto y más es tuyo. Mi cuerpo, mi corazón y mi alma, todo yo te pertenece, Reo–kun.


 


Reo mordió la clavícula de Kuroko, saboreó su piel, la succionó, mientras escuchaba los suaves suspiros de su amado. Tetsuya era su todo, su razón para seguir sobreviviendo día a día.


 


—Vamos a dormir —susurró Kuroko contra su oído—. Debes descansar.


 


—Pero quiero besarte y mimarte mucho.


 


—Yo también quiero hacerlo pero —sus ojos se apagaron al recordar que no podía quedarse allí el tiempo que quisiera— sabes que mañana debo regresar. No puedo dejar a mamá sola.


 


Sus manos fueron inconscientemente a su cabeza, su cuerpo tembló. Tenía miedo, miedo a ese hombre que le había jurado una vida feliz después de la trágica muerte de sus padres, miedo a ese infierno que día a día crecía dentro de su casa.


 


Pero debía soportarlo, por aquella mujer que quería como a una madre, por él mismo. No podía permitir que su madre soportara todas esas bajezas que ese hombre gritaba y juraba que iba a hacer si no acataban su estilo de vida, sus exigencias y caprichos.


 


Sintió los labios de Reo depositar besos en toda la extensión de su rostro, retirando aquellas manos que se lo impedían en el proceso. Se recostó a un lado de Kuroko y lo envolvió entre sus brazos, el mismo peli azul buscaba ese refugio que eran los brazos de su amante hasta que el sueño, oportuno, lo arrastró a la dulce inconsciencia.


 


Reo tardó mucho más en dormir, divagaba perezosamente en sus recuerdos sobre Kuroko. Su mente solo estaba concentrada en él, en como lo conoció, parecía un gatito asustado y golpeado. Lo cuidó por dos días enteros hasta que su cuerpecito pudo desechar el dolor. Nijimura lo había regañado hasta el cansancio para que buscara a los padres de Tetsuya pero él no lo hizo, Kuroko se lo prohibió.


 


El pequeño Kuroko no era consciente del lugar en donde estaba, ni del trabajo de Reo. Él calló por mucho tiempo por temor a que Kuroko se alejara, aunque sabía que era lo mejor. Tetsu era solo un niño, una criaturita inocente a sus ojos, él no debía saber la clase de hombre que Reo era.


 


Pero lo supo.


 


Era un chico listo, solo era cuestión de tiempo para que lo supiera. Recordó la sensación de su cuerpo, su estomago acalambrado, sus manos sudorosas y esa creciente desesperación que se alojaba en su pecho. Aun así su cabeza le decía “esto es lo correcto”.


 


—Solo tengo tres yen —dijo su, para ese entonces, pequeño amigo— pero, ¿podrías quererme a mí también?


 


Y lloró. Lloró como hacia tanto no lloraba. Lo había abrazado y besado con tanta desesperación que creyó que los labios de Tetsu se iban a desgastar.


 


Iremos despacio —le dijo—. Iremos muy despacio, no quiero abusar de ti. Dime qué más quieres, como te sientes.


 


Tengo frío… y hambre.


 


Sus lágrimas volvieron a brotar. Solo, hambriento, tan falto de cariño.


 


Juró que irían despacio, que se amarían con la ternura de una pareja normal, pero el ansia de su carne fue más fuerte y a los pocos meses ya estaban enredados en la cama haciendo el amor de forma salvaje. Con cada caricia su libido aumentaba y solo deseaba estar más profundo en él. Sabía que estaba condenado, lo sabía y solo se dejó arrastrar por ella.


 


Tetsu era apenas un preadolescente que conoció la maldad de las personas muy rápido, a pesar de ello él era muy inocente… pero también era una droga estimulante que con solo el movimiento de sus piernas le provocaban una erección, un deseo que podría sobrepasar los estándares normales.


 


«Mío —canturreó en su cabeza, besando la coronilla de Tetsu—. Él es mío más que nada en este mundo»


 


 


 


El amanecer llegó sigiloso, arrastrándose sobre la tierra con la naturalidad de siempre. Una taza de café humeante y un pelirrojo con la mirada perdida. Akashi creía que aquel interés iba a pasar, que era una simple curiosidad que se desvanecería como el vapor de ese café en el aire.


 


Pero no.


 


Se encontró a si mismo indagando sobre ese peli azul, Kuroko Tetsuya. Quería saber más, todo lo que sea posible que llegara a sus manos. ¿Quién era él? ¿De dónde venía? ¿Por qué sentía tanta necesidad de volver a verlo? Solo había sido un día, un miserable día, y ya se sentía ahogado en el misterio de esos brillantes ojos azules.


 


Frente a él, sobre su escritorio, se encontraban los documentos que contenían toda la información de Kuroko hasta un determinado momento.


 


Las fotografías mostraban a un chico feliz pero después de su decimocuarto cumpleaños su mirada se volvió triste y sus expresiones eran muy nulas, justamente para esas fechas había cumplido un año de haber sido adoptado por otra familia. Quizás no era feliz con ellos, quizás había maltrato o desentendimiento por parte de sus nuevos padres.


 


—Y por eso fuiste a parar a los brazos de un prostituto —sonrió de medio lado—, pobre pequeño Tetsuya.


 


 


 


Su cuerpo sudoroso temblaba con el frío tacto de los dedos lubricados de su amante, entraban, salían, acariciaban sus dilatadas paredes internas. La otra mano acariciaba su cadera, aquellas pequeñas caricias enviaban una ráfaga de excitación por todo su cuerpo y, sumada a la otra, el pequeño peli azul sentía que moriría en cualquier momento.


 


—No te cubras, Tetsu–chan. Déjame verte.


 


—N–No. ¡Ah! Re… Reo–kun… ahhh… No puedo… no puedo ma–as…


 


Los dedos fueron retirados siendo remplazados por la punta del miembro de Reo, el peli azul estaba listo para recibirlo, era una agonía no tenerlo adentro.


 


—Yo tampoco lo soporto, Tetsu–chan —de una certera embestida entró completamente en su amante—. Ahh… tan caliente —gimió contra su oreja—. Me vuelves loco, Tetsu–chan… muy loco…


 


Las paredes internas de Kuroko apretaban deliciosamente el palpitante miembro de su amante, no podía contener los gemidos que salían de su boca al ser tocado en ese punto que lo enloquecía.


 


Suave y certero, Reo lo enloquecía con la fricción de su cuerpo. Sus gemidos fueron callados por sus besos, las embestidas iban tomando fuerza.  


 


—Para… Reo–kun aahhh! Por… por favor —dijo envuelto en las ráfagas de excitación que ascendían desde su vientre hasta su cerebro, nublando su cordura. Reo sacaba completamente su miembro para luego enterrarse hasta lo más profundo del peli celeste.


 


—Más —susurraba Reo con su voz ronca—. Necesito… más…


 


Maniobró el cuerpo de Kuroko para que este quedara sobre el suyo, apretó sus caderas y lo instó a moverse. Rápido, pasional, en pocos segundos ya estaban tocando el cielo. Sus almas fundidas, sus cuerpos satisfechos. El dolor desapareció.


 


Kuroko no pudo contenerse y gritó su excitación, se había corrido y Reo en su interior. Hacía mucho que no recibía y la sensación de su cuerpo liso como una pluma era incomparable.


 


 Semanas atrás Reo había recibido mucho trabajo, muchos clientes, y su cuerpo no había soportado todo eso. Dejaron de tener sexo, cosa que no le agrado a Reo por más que se tratara de su salud. Incluso llegó al extremo de rogar por una caricia, Kuroko sabía que era una estrategia para seducirlo y así poder tener sexo. Kuroko lo reprendió por esa actitud, no le gustaba que Reo fuera tan irresponsable con su salud.


 


Pero se había dejado llevar, había olvidado que debía preocuparse por la resistencia de Reo. Habían tenido sexo por segunda vez, aunque la primera vez fue interrumpida.


 


—Te amo… te amo tanto —Reo lo abrazaba y acariciaba sus cabellos—. Siempre serás mi amado Tetsu–chan… siempre mío…


 


Kuroko aspiraba el aroma de Reo, besó su piel caliente. Quizás Reo no lo supiera pero sus palabras calaban profundo en su alma, ser amado, suyo, era lo que Kuroko más atesoraba en este mundo. Unió sus labios con los de su amante, un beso tierno, cargado de sentimientos. Sus lenguas se acariciaban, sus labios demandaban unirse más.


 


—¿Cómo está tu cuerpo, Reo–kun? —Kuroko rompió el beso contemplando los ojos claros y brillantes de Reo.


 


—Mejor ahora que pude tenerte —acarició el rostro del peli celeste con delicadeza—. No hagas mi tortura tan larga, he pasado noches sin dormir pensando que ya mi cuerpo no te gustaba. Que te daba asco.


 


—Claro que no. Yo solo quería que te recuperaras, Reo–kun. Jamás repudiaría tu cuerpo —bajó hasta su pecho y depositó un suave beso a la altura de su corazón—. Te amo.


 


Se abrazó al cuerpo que ahora reposaba contra el suyo. Un poco más, solo un poco más, quería tenerlo entre sus brazos.


 


 


 


 


Kuroko estuvo dispuesto a salir del burdel antes de que todos despertaran, no era porque se llevara mal con ellos, todo lo contrario, los quería como a una familia pero estaba seguro de que todos habían escuchado su sesión de sexo. No estaba dispuesto a soportar los comentarios con doble sentido o las insinuaciones nada discretas.


 


—Tetsu–chan, ¿en serio tienes que irte? —Reo lo había aprisionado entre sus brazos restregando su mejilla contra la del peli celeste.


 


—Volveré pronto, Reo–kun —besó con suavidad los labios del más alto, un beso casto, muy inocente para lo que habían hecho antes—. Así que no me extrañes.


 


—Imposible. Mis pensamientos solo te pertenecen a ti.


 


—Lo sé —le regaló una de sus bellas sonrisa y, a continuación, deposito un beso en su frente—. Nos vemos.


 


Pero una voz lo detuvo.


 


—¿Tan rápido te vas, Tetsuya? —un hombre alto, de imponente figura, se presentó ante ellos. Su pelo negro brillaba con el suave toque de los rayos del sol.


 


—Así es, Nijimura–san. Debo volver a casa.


 


La sonrisa de Kuroko tembló al ver acercarse a ese hombre, al proxeneta de Reo. Nijimura rodeó con sus brazos el cuello de Kuroko acercando mucho sus rostros, Reo lo detuvo con una de sus manos.


 


—No te pongas celoso, Reo. Tetsuya tuvo acción suficiente, no querría que se desmaye.


 


—No bromees con eso. Tetsu–chan no va a estar contigo.


 


Kuroko estaba incomodo, tanto por la cercanía de Nijimura como por la casi pelea verbal que estaban llevando él y su amante. Sintió que algo hacia presión en su glúteo y no pudo evitar emitir un pequeño gemido que detuvo las voces a su alrededor.


 


Su rostro rebasó el límite del rojo, no podía creer que aun estaba sensible. Como pudo se deshizo del abrazo de Nijimura y corrió con todas sus fuerzas para salir de ese lugar.


 


—Lo tienes bien entrenado —Nijimura lamió sus dedos y volvió sobre sus pasos, pudo ver por el rabillo del ojo los hombros tensos de Reo y sus manos empuñadas—. Cuídalo bien, no aceptare que metas a cualquier otro aquí.


 


 


 


Había corrido tanto que no notó cuando y como llegó a su casa, con el dolor en el pecho y el bochorno adornando su rostro tuvo que recargarse en la pared exterior antes de ingresar a su pequeña casa.


 


Luego de recuperar el aliento y el color natural de su rostro, ingresó con sigilo dentro de la casa. Todo estaba silencioso, quizás, y rogaba que así fuera, ese hombre no estaba en casa. Vio el desastre de la noche anterior, vidrios rotos, sillas volcadas y restos de comida en el suelo. Subió las escaleras hasta su habitación, tuvo la tentación de ir a ver la habitación de sus “padres” pero se contuvo y caminó hasta la suya propia.


 


—Tetsuya —escuchó la suave voz de su madre llamarlo desde el baño—, volviste rápido.


 


Él se volteó a verla deteniendo su mirada en su mejilla colorada, marcada por gruesos dedos. Ella se dio cuenta de ello y llevó su mano hasta ese lugar.


 


—Fue solo esto —dijo con voz cansada—. Se fue furioso a buscarte… pero es lógico que en su estado no haya llegado lejos como para encontrarte.


 


—Me escondí bien como siempre —respondió él acercándose hacia la mujer, aun no podía concebir que ese despreciable ser le pusiera la mano encima a una mujer. Las mujeres eran valiosas, eran un grupo reducido muy codiciado, había oído decir al intendente de su escuela que eran casi como trofeos que casi nadie podía conseguir.


 


—¿Por qué volviste? ¿Por qué no huiste lejos de nosotros, de él?


 


La mujer condujo su mano hacia sus cabellos, no quería tocar la mejilla amoratada de su hijo.


 


—No podría irme simplemente y dejarte sola con ese monstruo.


 


—Ven, te pondré hielo en la mejilla.


 


 


 


 


A pesar de que estaba agotado no pudo conciliar el sueño, no se sentía tranquilo y cuando su madre le pidió que la ayudara a hacer unas compras él no se negó. Ella regresó en compañía de una vecina y él decidió caminar un rato. Pensó en ir a casa de Kise, aunque lo vería al día siguiente en la secundaria.


 


Sin darse cuenta fue a parar a un parque, algunos niños pasaron a su lado persiguiendo una  pelota, sus risas inundaron sus oídos. Caminó hasta un árbol recostándose del duro y tosco tronco. Su vida era así, como la de esos niños, hasta la muerte de sus padres. Muchas veces pensó que él debió morir en lugar de ellos o con ellos pero no, para su desgracia fue el único que sobrevivió.


 


Aun podía recordar cómo se aferraba al frio cuerpo de su papi cuando los sacaron del mar. Pasó el dorso de su mano por sus ojos, no debía llorar en pleno parque en donde todo mundo lo viera, no quería que alguien más se contagiara con su sufrimiento.


 


—¿Puedes… ayudarme…? —escuchó una jadeante voz detrás de él. Buscó rápidamente a esa persona y se encontró con un muchacho recostado del árbol, estaba pálido, respiraba con fuerza y tocia.


 


—¿Se encuentra bien? —se apresuró a auxiliarlo.


 


—No me siento…bien…


 


—Descuide, llamaré a un taxi para llevarlo al hospital.


 


Apoyó al muchacho contra su cuerpo y lo ayudó a llegar a la calle, para su suerte había un taxi desalojado que se estacionó a su lado. Con ayuda del conductor metieron al muchacho en la parte de atrás. Kuroko le indicó al conductor que los llevaran lo más rápido posible al hospital, temía que el muchacho muriera.


 


—¡Hey! No te duermas —sostuvo su mano intentando que no se durmiera—. ¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes?


 


Debía conversar con él, eso le ayudaría a mantenerse despierto.


 


—Akashi… Seijuro… 23 años…un…un gusto…


 


Kuroko pudo apreciar entonces sus ojos heterocromáticos. Un escalofrío lo recorrió entero.

Notas finales:

Chan! chan! CHAN!!! ¿Y ahora que pasará?


 


Aclarando aquí por si las dudas, solo Kuroko, Kise y Takao -y puede que otro personaje por ahí- tienen 16 años (la edad del anime), mientras que los otros estan entre los 20 y 30 años como Akashi que tiene 23 y Reo 25. También que aquí las mujeres son muy pocas y estan practicamente en peligro de extinsión (eso explica el mpreg).


 


¿Un review que aliemente mi oscuro corazón? ¡Nos vemos! X3


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