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Fuego en Sicilia por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Que disfruten el cap ;) .

Capítulo 3.

Fuego en el Olimpo.

 

   —¡Naji! ¡De ninguna forma! —se negó de nuevo Gau—. Nosotros no tenemos nada que hacer en la casa de ese firanghi.

  —Pero, hermano. No tiene nada de malo esa fiesta. Te invitaron también, estarás conmigo. ¡Anda, no seas así! ¡Quiero ir! ¡No sabes la fama que tienen esas fiesta aquí en Palermo y me serviría mucho relacionarme con personas importantes para obtener mi beca! ¿Acaso no fue por eso por lo que vine a este país? ¡Anda, Gau, hermanito lindo! Por favor.

   —Pero, Shante…

   —Anda, di que sí… di qué sí, por fa…

   —Are baguandi. —Exhausto de haber tenido por quinta vez esa conversación, Gau se arrojó sobre el sillón y asintió lentamente. Shante pegó un gritito, le dio un beso y subió a toda prisa las escaleras. Siempre terminaba cediendo a los caprichos de ese chiquillo, pero qué podía hacer. Lo adoraba. Le había hecho tanta falta todos esos años y era realmente lindo volver a tenerle cerca.

   La mirada de patriarca de la casa, que había escuchado todo, se posó sobre él. El hombre tenía una sonrisa sobre sus labios cuando volvió su vista al periódico. Gau presintió que tenía algo para decirle y no se equivocó. Al cabo de unos minutos el hombre se acomodó su chaqueta brocada, se hundió más en su sillón y le señaló con el dedo. Hay venía.

   —Te mucho cuidado, muchacho — dijo el patriarca muy serio volviendo su vista hacia el otro Alpha—. Cuando los omegas se enamoran se vuelven astutos, como zorros. Y Shante está muy raro desde hace días.

   —¿Are baba, usted cree que mi hermano está enamorado de alguien? —preguntó Gau. El otro hombre se rascó la barbilla.                                                                                                                                 

   —Tik. Posiblemente. Nosotros ya lo conocemos mejor que tú. El mamagui de Harsha también lo ha notado, fue él quien me puso al corriente.

   —Yo estaré atento entonces, muy atento.

  —Tik he. Será lo mejor, Gaurav. Será lo mejor.

   Gau quedó muy preocupado por las palabras del patriarca, pero decidió que no le preguntaría nada a Shante. Lo llevaría a esa fiesta y estaría muy atento de su comportamiento. Posiblemente fuera de ese tal Braulio de quien estaba enamorado. ¿Quién más podía ser? Se había arriesgado tanto el día del inicio de su celo sólo por no faltar a aquella cita.  Sí, era eso. Ese hombre le gustaba. Debió haberlo sospechado desde el principio y no esperar a que otros se lo dijeran. Se sentía como un idiota. ¡Habrase visto! él, él que creía sabérselas todas, engañado por un mocoso. Ah, pero lo iba a descubrir. Por Lord Ganesha que lo iba a descubrir. Sí, señor.

 

 

   —¡Achachacha, Harsha! Mi hermano aceptó, primo. Iremos a la fiesta de los Iandoli ¡Iremos a la fiesta!

   —Are baguandi, Shante. ¿Qué es lo que vas a hacer en casa de ese estirado, primo? Nunca te habías interesado por esas fiestas. ¿Por qué estás tan interesado ahora en asistir?

   —Pues… bueno… es qué —¡Rayos! Al demonio, se lo contaría. Era su mejora amigo y merecía saber la verdad. Shante cerró la puerta con seguro y tomó a su primo de la mano, sentándolo con él en la cama. Harsha lo miró intrigado y alzó la ceja. ¡Oh, Krishna! Conocía esa mirada; su primo iba a soltarle algo muy gordo.

   —El primo de André quiere volver a verme, Harsha.  Fue él quien le pidió a Iandoli que me invitara a la fiesta. Quiere verme otra vez, primo… Y yo… yo quiero volver a verlo también—. Shante tuvo que cubrir la boca de su primo antes de que éste pegara un grito y arruinara todo. Harsha no comprendía lo que él estaba sintiendo. A Harsha sus padres le habían elegido un prometido que gracias a los dioses había resultado guapo y rico, pero no era igual. Harsha no sabía lo que era una pasión prohibida, la incertidumbre, el riesgo. No sabía lo que era una pasión surgida prácticamente de la nada, surgida sólo con el cruce de dos miradas que se reconocieron en el acto como predestinadas; como si llevaran años buscándose.

   —Harsha…

   —Baguan kelié, Shante. Todas las lamparitas de tu juicio se apagaron por completo. ¿Qué es lo que estás diciendo? Dímelo. Ese hombre es un firanghi, no es hindú como nosotros. ¿Te volviste loco?

   —Ese hombre es mi Alpha predestinado, Harsha. Yo lo sentí, lo sentí aquí —anotó tocando su vientre—.Tú has oído hablar de eso, de las parejas predestinadas; eso de que se pueden sentir antes del emparejamiento. ¡Tú lo has oído!

   —¡Naji! Eso es para los extranjeros, Shante. Nuestra religión es una religión  de espíritu. En nuestra religión no cuentan ese tipo de emparejamientos. Sí, son muy lindos y todo, y ellos dicen que son muy espirituales, pero no es cierto. ¿Por qué crees que esas parejas sólo se encuentran durante el celo?  Porque son emparejamientos meramente instintivos, carnales, por compatibilidad física.

   —Pero deben existir por algo ¿no? Tienen que ser importantes y significar algo o sino no existieran.

   —Existían para garantizar que en el pasado los Alphas se anclaran a una manada, fueran fieles. Es algo que viene en nuestros genes y ha pasado de generación en generación, pero como vez, ya no es importante. Ahora son muy raros los casos de las parejas predestinadas que se encuentran. ¡Prácticamente una lotería! Y eso es justamente porque ya no es algo importante. Estos firanghis han perpetuado la idea de que es algo maravilloso y magnifico, pero no es así. Shante, nosotros buscamos una unión que se construya con el tiempo, no que nazca de un deseo, de una pasión. Esa es nuestra meta, despojarnos poco a poco de las pasiones para alcanzar el Nirvana.

   —Tik —frustrado, Shante asintió y decidió que no diría más. Debió haber sabido que Harsha no lo comprendería. Claro, como él había tenido la fortuna de enamorarse de su prometido no sabía lo que era tener que luchar por el amor. Harsha lo había tenido todo muy fácil y por eso no lo comprendía. Con cuidado se puso de pie y le dio la espalda a su primo. Iría a su fiesta, vería a Bruno Raccelli y cuando estuvieran frente a frente sabrían qué hacer. De momento no le importaba más nada.

   —Shante…

   —Tik he, Harsha —dijo entonces sin darle la cara a su primo para que éste no vieras sus lágrimas—. Gracias por oírme. No diré más al respecto ni pensaré más en ese hombre.

   —¿Lo prometes, primo?

   —Tik, por favor déjame solo. ¡Chaló, Chaló!

   Harsha se paró de la cama, abrió la puerta y la cerró despacio. Por todos los dioses, algo en su pecho le decía que aquello no iba a quedar así en lo absoluto. ¡Lord Ganesha, que se estuviera equivocando!

 

 

   Su madre terminó de darle el visto bueno y André se miró al espejo de cuerpo entero. El peplo le ajustaba de maravilla con ese cinturón dorado. Era blanco con bordes dorados, sujeto a su hombro por un broche de oro. Llevaría el cabello recogido en un moño alto con una diadema dorada y, por supuesto, una pulsera de oro puro. Las sandalias eran doradas también, con un trenzado que abarcaba hasta un poco debajo de las rodillas. Sus ojos estaban delineados de negro, resaltando el poder de sus ojos azules. En otras palabras: estaba magnifico.

   La señora Iandoli también estaba esplendida, envuelta en un atuendo similar. Después de despedir a los decoradores y haber dejado arreglado el asunto de la música y la iluminación, por fin habían podido subir a arreglase. Estaban atrasados unos minutos y en poco los invitados comenzarían a llegar. Debían darse prisa.

   —¿Cuándo volverá papá? —preguntó André en una de esas, acomodando su diadema.

      La mujer hizo un gesto desdeñoso con la boca y se acomodó su collar. Era obvio que el tema no le atraía en lo absoluto.

   —¿Está con ella, verdad? ¿Está con esa mujer? —volvió a preguntar el omega.

   —No me importa con quién esté —aseguró su madre finalmente—. Si tu padre quiere seguir comportándose como un adolescente ese es su problema. Cuando el marido de esa mujer lo mate, yo ni siquiera iré a su velorio. Mientras tu padre no me deje en la calle por culpa de sus tonterías, por mi puede revolcarse con media Arabia si quiere.  

   —¿Pero, cuando fue que pasó esto, mamá? —suspiró André con tristeza—. ¿Cuándo fue que esto se volvió así, tan frio, tan distante? Fabián los iba a unir de nuevo, ¿qué pasó?

   —Pasó que tu padre creyó que su maldita marroquí iba a quedarse con su marido para siempre. Pero no fue así. Esa vagabunda lo llamó hace dos meses para decirle que va a pedir el divorcio y que no le importa que su familia la repudie. Eso fue lo que pasó, André.

   André se quedó con su replica en la garganta y con un sentimiento horrible en su corazón cuando su madre salió dando un portazo. Su familia estaba cada vez más destruida; sus padres se habían vuelto irreconocibles, ajenos a todos. Su padre, a sus casi cincuenta años, exhibía unos comportamientos de muchachito de instituto persiguiendo a una extranjera casada, musulmana para mas inri. Su madre, mientras, cubría su humillación entre fiestas, lujos y mucho alcohol. Un desastre que terminaría por explotarles a todos en la cara.

   Mirándose al espejo suspiró. El brillo de sus collares podía tapar sus miserias para los ojos de los demás, pero nunca lo haría para los suyos. No había nada en la vida que llevaba que fuera brillante. Nada excepto él: Fabián. En completo silencio entró al cuarto de su hermanito y lo vio dormido en su cunita. Era un angelito que llenaba su vida de felicidad. Con cuidado de no despertarlo pasó una mano por la cabecita rubia y le lanzó un besito.

   —Buenas noches, caro —le deseó antes de bajar a la fiesta. La noche había empezado por fin. Su noche.

 

 

   La danza de las musas dio la bienvenida al público. La piscina estaba cerrada y sobre ella se dispuso una gran plataforma con una replica de las ruinas griegas. El jardín fue decorado con figuras de las musas, recreando de esta forma el Parnaso. En otra terraza con vista al mar quedó otra plataforma importante: “El Olimpo”.

   La gente comenzó a llegar poco a poco y el lugar se fue llenando cada vez más. André hacía de anfitrión aquella noche, todos sus amigos estaban allí y le rodeaban como si fuera un dios griego. Uno de sus pretendientes le había regalado una manzana roja, simbolizando el duelo de las diosas donde Afrodita resultó victoriosa sobre Era y Atenea. André se movía como pez en el agua entre sus invitados mientras su madre se entretenía con la familia y los más adultos. Era su primera noche como total anfitrión y lo estaba haciendo a la perfección. Sus invitados estaban felices y muy bien atendidos. El personal encargado de la producción y cocina estaba por completo a la altura. Había gente por aquí y por allá riendo, bebiendo y bailando. El ambiente era perfecto.

   —André Iandoli —escuchó de repente a sus espaldas mientras se dirigía a un grupo de invitados—. Mil musas tuvieron que inspirar a tus padres el día que te hicieron —cortejó el recién llegado.

   André hizo una mueca de disgusto antes de voltear y encarar a su interlocutor. Conocía esa odiosa voz de sobra y sabía muy bien quién era su dueño. Ese tipejo absurdo y cretino. Ese mismo.

   —Franccesco —saludó entonces sorbiendo un poco de su vino—. Viniste.

   —Jamás me perdería una fiesta en casa de los Iandoli y menos sabiendo que tú serías el anfitrión esta noche, caro. Mis agradecimientos. Todo está espectacular.

   André sonrió casi a regañadientes e intentó excusarse a tiempo. Franccesco dio un rodeó y luego se colocó de nuevo a espaldas del omega, rozando su copa de vino frio sobre esa bella y apetecible espalda desnuda. André dio un respingo y se crispó. ¡¿Qué le pasaba a ese imbécil?!

   —¡Oye!

   —¿Cuándo responderás a mi propuesta, pequeño? —inquirió de repente el sombrío Alpha—. Muero por ser tu compañero en tu próximo celo. ¿Qué me dices?  

  —Pasaré mi próximo celo solo, Franccesco —rechazó André intentando alejarse de ese hombre. Franccesco captó sus intensiones y lo tomó por un brazo acercándolo a su cuerpo. No lo dejaría escapar esta vez. No más.

   —¡Suéltame! ¡¿Qué te pasa?!

   —No te arrepentirás de estar conmigo. Lo juro. —le susurró el Alpha al oído—.Toda esa cosa de la que habló la prensa son mentiras. Yo nunca lastimaría a un omega. Lo que pasa es que mis gustos son un poco… diferentes. Es todo

   —¿Diferentes?  ¿Diferente cómo, Franccesco? —quiso saber entonces André con tono molesto tirando del agarre—. ¿Diferente cómo seducir a un chico inexperto como Antoine regalándole ediciones originales de sus libros favoritos y luego cuando estaba enamorado hacerlo firmar un contrato idiota aprovechándote de que estaba en celo y que se dejaría hacer cualquier cosa en ese estado?

   —No fue así… ese chico está loco.

   —Sí, está loco ahora —se encolerizó más el omega—, cualquiera queda loco después de despertar de un coma de tres días con el cuerpo lleno de azotes y con un hematoma en la cabeza.

   Franccesco hizo un mohín de disgusto. Ese niño idiota se había caído desde el arnés, rompiéndose la cabeza en el lustroso piso de su “cuarto de juegos”.

   —Ese fue un pequeño accidente que la prensa exageró —se defendió sin mucha convicción.

   —La prensa no exageró nada —le replicó André—. Más bien callaron muchas cosas gracias a tu poder y a tu dinero. Para que lo sepas, Antoine es mi amigo y pude ver sus heridas. Eres un degenerado y un enfermo.

   —Soy un hombre llenos de sombras; sombras que quiero apagar con tu luz.

   —Eres un hombre lleno de mierda, Franccesco Castriglione. La única luz que necesitas es la del consultorio de un psiquiatra. Y que sepas que si estás aquí esta noche es sólo porque mi madre insistió en invitarte. Disfruta la velada lo más que puedas pero lejos de mi. Quedas advertido.

   Y diciendo esto tiró de su brazo liberándose. Franccesco quedó impávido en el jardín y después de un rato se marchó de la fiesta. André se sintió más tranquilo sin la presencia de ese demente rondándole, pero su felicidad se hizo máxima cuando dos invitados muy especiales cruzaron el arco del jardín llegando hasta su altura.

   —¡Braulio, Bruno, por fin llegaron! ¡Qué guapos! Los estaba esperando.

   —¿Hemos hecho esperar a esta Afrodita encarnada? —canturreó Bruno—. Somos de lo peor. Déjame sacar mi lira y cantarte un poema de amor. Veamos, ¿cuál será?

   André casi se ahoga con el vino cuando su primo, en efecto, sacó una pequeña lira de debajo de su himatión y comenzó a cantarle tonterías con una horrorosa voz.

   —¡Basta! ¿De dónde haz sacado eso? —preguntó conteniendo las carcajadas.

   —La compramos por internet —respondió Braulio—. Encuentras de todo por la red. Hasta tenían un tridente de Atenea pero nos ganó la subasta un cosplayer de Saint Seiya.

   —¡Rayos! Jamás lo perdonaré —agregó Bruno—. La próxima vez compraré la figurita de Saga en miniatura que tanto desea y me vengaré. ¡Explosión de galaxias!

   —¡El tesoro del cielo!

   Negando con la cabeza, André volvió a reír a carcajadas. Ese par estaban completamente locos,  pero qué iba a hacer. Los adoraba. Lástima que no podía verlos muy a menudo. Bruno pasaba muy ocupado con su empresa de telas y Braulio, junto a su padre, se habían asociado a Bruno, fundando entre los tres una microempresa que amenazaba con convertirse en algunos años en una marca muy importante en la industria textil italiana. André sabía que incluso diseñadores de la talla de Dolce & Gabbana se habían interesado en los productos de esa empresa, por lo que la cosa tenía buena pinta.

   —Oye… ¿Shante va a venir? —preguntó de repente Bruno cambiando el tono de la conversación.

   —Pensé que si —respondió André encogiéndose de hombros—, ¿No lo llamaste, verdad? Sabía que no te atreverías. Bueno, te advierto que con él nunca se sabe —agregó—. Tengo entendido que en su religión los omegas solteros no pueden salir solos de noche y mucho menos a fiestas de firanghis, como nos llaman a los que no somos de la India.

  —¿Entonces no vendrá? —quiso saber Braulio.

   —Si viene, lo hará con su hermano —advirtió André—. También lo invité; tenía que hacerlo, ¿no?

   —¡¿Ese tipejo vendrá también?! —se ofuscó Bruno. Aún tenía la cara un tanto hinchada por el golpe de ese Alpha. Tenía la mano pesada el hijo de puta. André se encogió de hombros y Braulio dirigió su mirada hacia la entrada del jardín.

   —Bueno, pues creo que finalmente sí decidieron venir —dijo señalando el sitio con un gesto de su boca—. Creo que la noche empezará a ponerse interesante.

 

 

   Todavía no sabía por qué se había dejado convencer de aquello, sin embargo no se arrepentía; el ambiente no se veía nada mal, el sitio era simplemente hermoso y la producción sencillamente fabulosa. Era como haber viajado en el tiempo y estar en la misma Acrópolis en ese instante. Un viaje al pasado.

   Gau arregló el peplo de Shante para que no se le resbalara dejándole los hombros descubiertos. La prenda le quedaba hermosa pero no era correcta pues los hindúes no debían andar enseñando los hombros como los firanghis. Ese privilegio sólo debía tenerlo su marido la noche de bodas; nadie más.

   —¿Una copita de ambrosía? —les ofreció un mesero. Gau probó el coctel y decidió que estaba lo suficientemente suave para su hermano. Shante tomó una copita y sintió de repente cómo todas las miradas caían sobre ellos dos, especialmente sobre su hermano. ¡Rayos! Ya sabía que Gau era muy guapo, pero esos omegas y esas mujeres eran muy descarados. Incluso algunos betas lo miraban con interés.

   —Shante, qué bueno que hayas podido venir, estás muy bonito —dijo André acercándose junto a Braulio—. ¿Cómo está? —saludó luego dirigiéndose a Gau.

   —Namasté —saludó el Alpha—. Gracias por la invitación y por la ropa. Se ve todo muy agradable.

   —Yo espero que todo sea de su agrado esta noche… y no terminar empapado —sonrió el omega con intención—. Por favor, adelante. Los presentaré.

   Los recién llegados siguieron al anfitrión. Braulio iba junto a Shante conversando sobre nada en especial mientras Gau los miraba y escuchaba con atención. Llegaron a la estación del Olimpo donde un grupo de Alphas, omegas y betas departían aperitivos y bebidas.

   —Hola, chicos. Les presento a mis dos nuevos amigos —los señaló André invitándolos a unirse al grupo— Este es Shante y este su hermano Gaurav, ambos son de la India.

   —¿De la India? —inquirió con interés uno de los Alphas del grupo—. Mi padre tiene negocios allá, con una empresa de software. En la India se está marcando actualmente la parada en sistemas, ¿Lo sabían, muchachos?

   Se hizo un murmullo, algunos asintieron y otros se asombraron, pero era verdad. La India estaba a la vanguardia en sistemas por más increíble que pareciera. Shante supo que esa era su oportunidad de oro para hacer contactos y con ayuda de Braulio empezó a platicar animadamente con ese Alpha que les había comentado de la empresa de su padre. Por su parte, Gau fue rodeado por varios omegas y mujeres, André entre ellos. El aura de seducción era plena en absolutamente todos sus interlocutores. A Gau le gustó y se sintió complacido. Nunca había sido un hombre tímido y no por estar fuera de la India iba a perder su seguridad.

   Mientras tanto, al otro lado del salón, Bruno miraba con atención. El corazón le quería saltar del pecho. Realmente no había sido sólo una confusión, Shante de verdad era su omega predestinado. Estaba tan bello con esas ropas, muy diferente al chico desaliñado del día de la piscina pero en esencia el mismo; sus hermosos y expresivos ojos negros podían apreciarse mejor sin los lentes y sus cabellos, negros también, estaban sueltos hasta la cintura. Una sensación de melancolía lo invadió, cómo si algo en su alma se hubiese activado. ¿Shante lo estaría sintiendo también? ¿No estaba solo con sus sentimientos? Quiso subir a esa plataforma, disipar a todo ese gentío y tomar a su chico entre sus brazos para no soltarlo jamás. Quería llevárselo lejos, a un universo diferente si era preciso, para que nadie pudiera separarlos jamás. Quería olvidarse de todo y de todos, evitar que se levantaran más barreras entre ellos y destruir las que ya existían. Su corazón no le mentía, ellos estaban enlazados por un vínculo irrompible y eterno. Ellos eran almas gemelas.

   Un momento después empezó el baile en el Parnaso; las luces se atenuaron y las múltiples parejas rodearon la pista. André bailó con Braulio las primeras piezas y luego con algunos Alphas que llevaban toda la noche rondándole. En un momento de descanso, dos de sus mejores amigos lo abordaron y con risitas coquetas le preguntaron por, claro, como no, por el hindú.

   —Ya les dije que no lo conozco —repitió André—. Vino junto a Shante porque es su hermano, pero no le tengo confianza.

   —Pero tú eres el anfitrión esta noche, An —hizo pucheros uno de los chicos—. Si lo buscas, no se negará a venir contigo. Queremos platicar con él un rato. ¡Es guapísimo!

   —¡Y se debe saber el Kama Sutra entero! —chilló el otro—. ¡Por Dios!

   Un escalofrió recorrió a André cuando las palabras Kama Sutra y Gau se fusionaron en su mente. El día que se conocieron, los ánimos habían estado muy alterados para notarlo, pero la verdad era que ese jodido Alpha lo tenía todo para quitar el aliento. Y lo peor era ese porte orgulloso que siempre mostraba, tan soberbio y majestuoso. ¿Qué era lo que estaba pensando? notó en ese momento. Ese hombre lo había humillado, lo había llamado feo y engreído y lo había tirado en la piscina de su primo sin el menor escrúpulo. Incluso, ahora, en ese momento, en su propia fiesta, el tipo no dejaba de ignorarlo y humillarlo. Si hasta se había acercado a su grupo para sacar a bailar a los omegas que estaban a su lado pasando por completo de él el resto de la ronda. Era un salvaje, un grosero y un repelente. ¡Jamás se fijaría en un hombre así por más guapo que fuese!

   —Está bien, iré por él —aceptó entonces. Sus amigos chillaron de emoción y André tembló un poquito por dentro. No sabía por qué pero se sentía inseguro al caminar. Nunca se había sentido inseguro al caminar hacia ningún Alpha, por el contrario, eran ellos los que perdían seguridad ante su belleza. Pero allí estaba ahora, nervioso y con la sensación de que podía vomitar en cualquier momento siendo que no estaba ni ligeramente tomado. Su fuero interno se retorció. Había prometido que se vengaría de ese idiota y esa era la razón principal por la que lo había invitado. Para irse acercando. ¿Qué estaba haciendo entonces? ¿Iba a dejarse amedrentar? ¿Y en su propia casa? —Hola, ¿la estás pasando bien? —preguntó casualmente con la voz un tanto quebrada cuando finalmente llegó—. Mis amigos quieren conocerte, ¿te importaría acercarte y saludarlos?

   Gau despegó la vista de la pista donde Shante bailaba con un Alpha pelirrojo y sus ojos se posaron sobre André. Sus ojos se encontraron y el omega pasó saliva pesadamente mientras lentamente humedecía sus labios. Gau tomó un trago de vino y sus ojos se desplazaron hacia aquellos hombros desnudos en los que, pensó, se debería ver hermosa una marca de apareamiento.

   —Está bien, vamos —asintió aceptando la invitación de André. Los omegas que le esperaban no tardaron en caerle a preguntas y a sonrisas estudiadas. André participaba a medias de la conversación hasta que uno de sus amigos preguntó por el Kama Sutra de forma directa. Gau se lo tomó de la mejor forma y una carcajada brotó de su garganta.

   —El Kama Sutra enseña más de seducción que de sexo, créanme —sonrió coqueto—. En ese libro se describe el sexo como algo divino. ¿Sabían ustedes que cuando Shiva se casó con Parvati duraron cien años haciendo el amor?

   —¡Oh, por Dios! —jadeó el que había hecho la pregunta mientras André se ponía rojo como la grana.

   —Iré a ver si la comida del bufet está lista —se excusó antes de alejarse—. Con su permiso.

   Gau sonrió. Poner nervioso a ese niñito vanidoso le fascinaba. Se podía decir que era de los muy pocos Alphas de la fiesta que no estaba detrás de ese mocoso, babeándose tras él ni sacándolo a bailar. Y sabía lo mucho que eso lo jodía. Quería saber cuanto más podía soportar mientras pisoteaba su orgullo. Era lo más hermoso que había en esa fiesta, no había duda, pero le enseñaría que eso no era suficiente siempre. Se vengaría por todas las cosas que le había hecho a su hermanito y todas las humillaciones que le había dispensado. Ya era hora que alguien pusiera en aprietos a ese engreído y parecía que él tenía las armas para lograrlo.

   Al cabo de un rato se sirvió la comida. La gente estaba feliz y el licor empezaba a hacer estragos en algunas parejas que ya se estaban escondiendo más de lo debido en los jardines. Cuando el baile empezó de nuevo, Gau sacó a bailar a uno de los amigos de André, el que le había preguntado por el Kama Sutra, y se veían muy animados. Shante estaba también muy feliz bailando con Braulio bajo la mirada atenta de su hermano y Bruno estaba en la pista también, tanteando poco a poco el terreno.

   De repente alguien grito por cambio de parejas y en un instante todas las parejas estaban intercambiadas. Braulio quedó con el que estaba bailando Gau, Gau quedó con André en sus brazos y Bruno… Bruno quedó con Shante.

   Shante y Bruno se miraron cara a cara y sus miradas fueron como fuego abrasándolo todo. Por un instante ambos sintieron que no había más mundo que ellos, sólo ellos dos en medio de aquella pista. El resto de la gente dejó de existir, los sonidos dejaron de existir, todo excepto ellos importaba. Solo ellos.

   —Shante… ¿Tú lo sientes, verdad? Tú lo sabes. Dime que tú también lo sabes.

   Shante asintió en silencio, casi jadeando. ¡Por Shiva si no lo sentía! Era más fuerte que si estuvieran amarrados con mil cadenas,  como si fueran un pequeño objeto de metal y un enorme imán, respectivamente. La metáfora era chistosa pero él tenía la mente de un ingeniero y esa era ni más ni menos la clase de atracción que sentía. Polos opuestos lo denominaba la física. Eros lo llamaron los griegos. Era eso lo que había entre ellos. Y no lo iban a dejar ir.

   —Deshazte de tu hermano y búscame detrás de la estatua de Apolo en quince minutos —confirmó Bruno—. Te estaré esperando allí. No me dejes esperando. 

   —Iré… yo iré —Shante lo soltó cuando hubo nuevo intercambio de parejas. Esta vez su compañero de pista era su propio hermano. Gau ya se había dado cuenta de que ese tipo Bruno se encontraba en esa fiesta y que acababa de tener una conversación con su hermano. ¿Se habría disculpado con él?

   —¿Qué te dijo ese hombre, Shante? —inquirió serio.

   —Se disculpó. ¿Qué otra cosa podía ser? —contestó el omega en automático. En esas ambos chicos vieron cómo una criada entraba a la pista con cara de susto, acercándose a André pare decirle algo al oído. El muchacho palideció disculpándose y desapareciendo con rumbo a la mansión. Shante aprovechó la distracción para avisarle a Gau que iría un momento al tocador y su hermano lo dejó partir antes de ser abordado por otro de los amigos de André. Bruno vio a Shante alejarse y salió también de la pista. La estatua de Apolo. Allí lo esperaría.

 

 

   —¡Mamá, por Dios! ¡¿Qué es esto?! —exclamó André alterado entrando al salón de su casa junto a la ama de llaves.  Su madre estaba limpiándose una mancha en su vestido. Parecía evidentemente furiosa y borracha mientras el pequeño Fabián lloraba a sus pies.

   —¡Ese estúpido mocoso me manchó todo el vestido! ¡No sé por qué está despierto a estas horas ni dónde está su estúpida niñera!

   —Ya la llamo, señora —se crispó la criada—. Fue un momento al baño y por eso dejó al niño en el sofá a mi cuidado, pero me distraje un momento y agarró las pinturas que el señorito André tenía sobre la mesa. En verdad, lo siento.

   —No sé preocupe, Giovanna. Por favor llame a mi tío, dígale que venga. Mi madre está muy borracha y tenemos que ponerla a dormir. Yo me haré cargo de Fabián mientras llega la niñera.

   La mujer asintió y fue se fue en busca del padre de Bruno. En tres pasos, André llegó hasta su hermanito y lo levantó. El pequeño estaba realmente asustado por los gritos de su madre y no había forma de calmarlo.   Su vestido se estaba arruinando también pues el niño tenía las manos llenas de pintura pero ya qué. Si era preciso se cambiaba después, pero en ese momento tenía que calmar a su hermano o no se dormiría. La niñera era buena pero nunca había logrado calmar al pequeño en un berrinche de los gordos.     

   —Iré arriba a dormir a Fabián de nuevo, seguro se despertó por la música —anunció subiendo las escaleras—. No te muevas de allí hasta que llegue mi tío, mamá. No tengo ganas de lidiar con un escándalo en estos momentos.

     —Sí, si, si… —respondió la mujer echándose sobre el sofá. Lo más probable era que se durmiera allí antes de que llegara su tío, pensó André. Mejor así.   

 

 

   El dios Apolo tocaba una lira rodado de sus musas. Shante se escondió entre los arbustos y buscó con su mirada entre las sombras. De repente una mano salió de la oscuridad y dos fuertes brazos lo atraparon entre ellos. Bruno miró a su omega a los ojos y vio en ellos el reflejo de la luna. El tigre blanco era perfectamente visible gracias al reflejo del astro de la noche y sus bestias interiores se conocieron por fin. El beso llegó entonces, intenso y salvaje. Shante rodeó con sus brazos el cuello del Alpha y conoció el dulce sabor de sus labios, los primeros que besaba; los únicos que quería besar. Bruno lo abrazó más contra su cuerpo. No quería dejarlo ir jamás.

 

 

   ¿Por qué se tardaba tanto? Se preguntaba Gau mientras buscaba a Shante por el área de los baños de la zona de spa, los baños que habían sido asignados para la fiesta.

   —Es posible que estos estuvieran ocupados y fuera a alguno de los baños de la mansión —le sugirió otro de los invitados—. Búscalo dentro, seguro debe estar con André.

   Y era posible porque André también llevaba un rato largo desaparecido. Gau caminó hacia la mansión y un mesero lo guió hasta el salón principal. Lo primero que vio al entrar fue a una mujer dormida en el sofá. ¡Estaba completamente borracha y sucia de pintura de colores! Gau enarcó una ceja y subió las escaleras preguntándose si los baños estaban en la planta alta. Con cada escalón el llanto de un niño se hacía cada vez más fuerte. Gau se dejó guiar por el sonido de los gimoteos del bebé y pronto estuvo frente a una puerta entreabierta.

   André estaba sentado en una mecedora de espaldas a la puerta. Por el reflejo de un gran espejo se podía ver que mecía a un niño pequeño que Gau reconoció de inmediato como el hermanito aquel que estaba el día del incidente en la piscina. El omega cantaba una nana que el Alpha nunca había oído antes, pero que en ese linda voz le pareció que sonaba preciosa.  Poco a poco la melodía fue aplacando el llanto del pequeño, que terminó por quedarse dormido en esos amorosos brazos. Cuando André salió de la habitación, Gau estaba casi en el umbral de la puerta causando un susto de muerte al omega.

   —Usted… ¿Usted que hace aquí? —preguntó impávido el muchacho viendo al hombre a los ojos.

   Gau alzó su mano y rozó con ella la mejilla derecha de André. El chico cerró los ojos sintiendo como fuego aquella caricia. Gau apartó su mano y se limpió en el vestido del omega.

   —Tenías pintura —dijo viendo cómo el chico volvía a abrir sus ojos jadeando—. ¿Qué? ¿Acaso pensaste que iba a besarte?

   André se quedó sin aliento y su cara se puso del mismo color de sus cabellos.

   —¡Claro que no! ¡Jamás pensé eso! —chilló azoradísimo.

   —Pues que bien —susurró Gau—. Porque no pensaba hacerlo.

   Y con eso, el Alpha dio media vuelta y caminó de nuevo con rumba a las escaleras. Una sonrisa de oreja a oreja adornaba su cara. ¡Joder, sí que le había costado contenerse! ¡Ese niñito engreído era jodidamente hermoso!  

 

 

  Continuará…

 

Notas finales:

Tik he: Bueno o ya.

Achachacha: Expresión de máximo júbilo.

Chaló: Vamos.

Peplo: Prenda de vestir en la Grecia antigua.

Hmatión: Prenda de vestir griega, era un manto amplio y envolvente, como una especie de Chal.

Kama Sutra: es un catalogo  de camas a buen precio. XDDDD. Ok, no. Pero este término sí que no necesita explicación alguna.

Ahora sobre el capítulo: El personaje de Franccesco es como una especie de parodia/ crítica del personaje Christian Grey. Odio ese maldito libro y a su cretino protagonista.

En el universo omegaverse de esta historia todas las mujeres son betas, por ende los omegas y Alphas siempre serán todos hombres.

Como vemos en esta historia los emparejamientos tienen reglas sociales también y obedecen a principios religiosos. Poco a poco verán cómo es. Pero para empezar ya pudieron ver que para los hinduistas los emparejamientos no deben hacerse por mero instinto y en base a un deseo o pasión, como suele suceder durante un celo. Debe ser una unión concertada y que se establezca luego del matrimonio. 


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