la sangre corría por la orilla de la ventana, los gritos ahogado de aquel muchacho o lo que aún quedaba, el incesante movimiento de caderas se escuchaban alrededor de la habitación. Cada estocada hacia quejarse al pobre rubio que se encontraba atrapado en la orilla de una ventana, el pelinegro ya no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que recibió a su "juguete", como los nombraba, se sentía extasiado al sentir el cuerpo de aquel chico, mordisqueando la espalda de otro hasta hacerlo sangrar, el olor a quemado inundaba el alrededor, bramaba con los movimientos acelerados de su penetración hasta llegar a su éxtasis, aquel acto que su cuerpo pedía para finalizar sus actos y soltar al chico rubio por la ventana.
—M-maldita sea... e-este cabrón me canso...—suspiro aquel individuo para tomar una copa de líquido rojo que se encontraba debajo de una mesa.—Veamos para ver si su sangre sabe igual de bien que cuando estaba vivo.
El hombre bebió la sangre de la copa como si fuese agua o vino. Observando cada rincón de aquel lugar ¿cuantas veces había traído a sus hermosos juguetes aquella habitación?, la cual estaba adornada con una cama, pero no cualquier cama, aquella tenía fuego. Un par de lanzas que a primera vista pensarían que es adorno de la habitación, pero no, eran usadas y olimpiadas constantemente.
El pelinegro se levantó del lugar donde había tomado asiento para arrojar agua y apagar el fuego. Veía con entusiasmo la lanza y pinzas que aún contenían partes de carne del propietario que fue arrojado al exterior por la ventana.
En una mesa cercana se observaba un trozo de carne rojizo vislumbraba. En ocasiones al "amo" le agradaba quitarle partes a sus juguetes y comerlos, no importaba si eran órganos, ojos, lengua, dedos, corazón, hígado o cualquier otro organizar que el mismo desinstalaba de su antiguo propietario.
—Shirohige—gritó el hombre tomando sus ropas del suelo—Ya sabes qué hacer con el juguete, dile a Califa que limpie bien, lleva esto a la cocina y dile a Hannibal que solo lo cocinen para mí—Señalo la lengua que se encontraba sobre la bandeja.
Un hombre moreno, gordo con el pelo negro como carbón entraba por la puerta, aún a falta de dientes sonrió con burla hacia el otro hombre. Aquel tipo se hace responsable de los gustos, caprichos y de los muchachos que entrega al mayor para sus actos.
—Sí amo, como lo ordené—tomo el "alimento" cerrando atrás de él la puerta.
—Como me enfada ese estúpido, pero solo él puede conseguir mis juguetes—penso el hombre con un brillo de odio en sus ojos.
—Ahora Mihawk, vístete y ve comer con Perona—Decía para si mismo el pelinegro, acomodando su sombrero y salir de la habitación.
Salir de aquel lugar lo hacia sentir "feliz", mirando la habitación en la que se encontraba anteriormente, se agradecía a si mismo para haber construido aquel lugar lejos de su castillo donde vivía con su hija Perona.
—Amo, su caballo esta listó—Respondió una chica.
Se inmuto al bajar del 6to piso para abandonar su lugar favorito, le gustaría hacerlo en su castillo, pero, no, como un rey haría eso.
Llego a las caballerizas para encontrar a su caballo
—Yami, ven—Pronuncio Mihawk acercándose al caballo negro y majestuoso.
En otra parte de aquel lugar.
—Demonios, por poco no logró atrapar al chico—Respondió un hombre rubio.
—Marco, demonios cabeza de piña...—
—Calmaté viejo... lo llevaré con Trafalgar—dijo el chico saliendo de la habitación.
—Cuanto tiempo seguirás con esto Marco—susurro un hombre de cabello blanco y una barba blanca muy extraña.
Marco salió con el muchacho rubio entre sus brazos, aquel pobre que se encontraba anteriormente con el pelinegro. Sabía que aún estaba vivo pero tendría que apurarse en llegar al pueblo, se estaba arriesgando mucho por cada chico que dejaba botado su amo a punto de la muerte o si no a los que aún podía salvar, loa llevaba con el "Cirujano de la muerte", uno de los mejores doctores que conocía.
—A-ayu— tratada de pronunciar el chico que se encontraba sumamente herido.
—guarda silencio por favor, pronto estarás bien... te lo prometo—musitó el rubio.
El chico ya no pudo responder, cayó en una fatiga, su cuerpo y consciencia ya no podían aguantar el dolor sufrido por causa del hombre que lo hirió y lanzo por la ventana.
—L-Law... ayuda, ayuda—gritó desesperadamente marco al llegar al hogar donde atendía a los pacientes.
Saliendo de una puerta del fondo salió un joven moreno con una proporcionadas ojeras, su cabello era negro como una cueva subterránea y unos ojos grises que contrastaban con toda su apariencia.
—¿Otro más?—bramó el ojeroso tomando el cuerpo aún con vida—¡¡Pronto Marco a la habitación, esta grave!!
El rubio asintió y entro dejando el cuerpo en una cama, veía como un poco de sangre fluvial con su espalda, su rostro estaba quemado, una quemadura resaltaba en su ojo izquierdo, los instantes jadeó se hacían constantes. Law le pidió abandonar la habitación.
—Cuida de él—susurro y cerró la puerta.
—Demonios, ese maldito —
Varias horas después.
Salió un cansado ojigris que al parecer estaba maldiciendo a diestra y siniestra al mundo.
—Gracias por traerlo, está estable—dijo mostrando una mirada seria.
–Ese maldito lo lanzó del 6to piso, por poco no llegó—
El silencio se hacía incómodo.
—son heridas serías, mordidas, le clavo una lanza en el abdomen y la quemadura de su rostro—,informó el médico saliendo de la habitación.