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Los inviernos de su vida por Pandora09

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Notas del capitulo:

Akribos...

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que un chino histérico, otro chino hemofílico y un coreano que no entiende mandarín no son una buena combinación."

  Fue en el séptimo invierno en la vida de Sehun que todo comenzó a tener significado.

  Fue en el invierno más frío que él pudiera recordar hasta el momento en que conoció a un ciervo llorón en la acera frente a su casa y, por consecuencia, a Yixing.

  Volvía de hacer la compra mensual con su madre cuando se toparon con la pareja de chinos en plena calle, Luhan chillaba, en una mezcla de errático mandarín y precario coreano, palabras de disculpa a un Yixing que apenas comprendía sus mascullidos.

  Sehun no comprendió el motivo por el que el ciervo se encontraba en estado de pánico hasta que se acercó más a ellos y vio el torrencial hilo escarlata que recorría la pantorrilla del chino menor hasta manchar su calcetín con dibujos de unicornios. Con los ojos abiertos hasta el punto de causarle dolor, Sehun gritó a su madre para llamar su atención, ya que la mujer había seguido de largo a la casa, y tomó al herido de la manga de su chaqueta para arrastrarlo a su casa.

  “Hemofilia.” El pequeño niño castaño no conocía una palabra más aterradora que aquella. Ahora comprendía perfectamente el llanto y la desesperación del pequeño ciervo.

  El líquido escarlata escapó del cuerpo del sonriente chino durante unos buenos diez minutos, sumergiendo la sala en aroma a óxido y sal que lo mareó hasta el punto de las nauseas. Luhan explicó que Yixing, el chino menor, sufría de esa enfermedad y que, generalmente, era muy cuidadoso, pero ese día sufrió un pequeño accidente protegiéndolo a él. También explicó que Lay, como él solía llamarlo sin ninguna razón aparente, acababa de llegar de China a vivir a la casa que vendían al otro lado de la calle y que apenas hablaba coreano, por lo que él sería su traductor oficial… Y todo lo dijo en una mezcla de coreano y mandarín que la madre de Sehun estuvo obligada a decodificar a medida que las palabras abandonaban la boca hiperactiva del chino mayor.

  Fue en el séptimo invierno de su vida cuando Sehun conoció el significado de la palabra “hemofilia”, a un chino histérico, a la razón de su existencia y decidió aprender a hablar mandarín.

 

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que debe tener una respuesta a todo."

  Fue en el invierno de sus nueve años cuando Sehun comenzó a sentir el peso de la existencia sobre sus hombros y todas esas preguntas existencialistas que no comprendía comenzaron a tomar cuerpo en su mente, consumiéndolo hasta obtener cada una de las respuestas.

  Sehun escuchaba atentamente la historia que su madre le relataba a su prima al interior de la cocina. La niña había llegado a la casa acosando a la mujer con preguntas sobre su vida amorosa, ya que ella estaba entrando al mundo de las relaciones y quería a alguien con experiencia dándole consejos.

  - Entonces, ¿cómo conociste al tío? -preguntó la pequeña mujer mientras Sehun comía cereales con leche en el mesón de la cocina y esperaba que las galletas recién horneadas estuvieran los suficientemente frías como para atacarlas.

  - En un parque -susurró la mujer con mirada soñadora, perdiéndose por unos segundos en sus recuerdos-. Yo paseaba a mi perro cuando vimos a un hombre de mirada seria y enojada en un asiento frente al árbol más grande del parque. Al parecer su novia acababa de terminar su relación por lo que él estaba muy triste. Era muy guapo, debo decirlo, pero no me quise acercar hasta que Rookie, mi perro, se soltó de la correa y corrió hasta él para saltarle encima y llenarle el rostro de babas –la mujer sonreía y Sehun se preguntó si algún día alguien parecería tan feliz solo por evocar su recuerdo-. El hombre no hizo nada, simplemente dejó que el perro lo empujara y mordiera fingiendo que no existía. Yo me acerqué muerta de vergüenza y... comenzamos a hablar. Él me contó que estaba enamorado y que ella acababa de romperle el corazón, así que fui su paño de lágrimas durante horas. Al final nos despedimos sin saber que nos volveríamos a ver.

  Sehun se conocía esa historia al revés y al derecho ya que su madre adoraba contarla cada vez que alguien le preguntaba, siempre con el mismo brillo enamorado en los ojos.

  Después de ese perruno primer encuentro, sus padres volvieron a verse en el mismo parque, su madre diría que era como una fuerza de la naturaleza imposible de ignorar atrayéndola al mismo sitio una y otra vez, mientras su padre simplemente diría que ella era muy guapa como para no volver a buscarla.

  La parte favorita de Sehun era la parte en que su madre le preguntaba a los amigos de su padre, después de que este le hiciera la propuesta de matrimonio luego de dos años de ser novios, si ella debía tener algo en cuenta si quería pasar el resto de su vida con él.

  Uno de los tíos de Sehun le dijo que debía bañarse en agua bendita y pedir paciencia a todos y cada uno de los dioses existentes, tal vez bautizarse por todas las religiones y pedir protección si quería soportar el carácter del tipo.

  El mejor amigo de su padre le preguntó si ella hacía todo ese sacrificio para verlo sonreír y que, si lo lograba, él le regalaría la casa. Por supuesto su madre fue la primera persona en lograr una sonrisa verdadera de su padre el día de su matrimonio, incluso emocionarlo hasta las lágrimas cuando le contó que estaba embarazada. Por lo tanto, la casa en que vivían fue un regalo por el nacimiento del hermano mayor de Sehun.

  La hermana menor de su padre, le dijo que debía estar loca para aceptar y su madre siempre le dijo a Sehun que el amor no sería amor si no tenía su cuota de locura.

  El vecino le dijo que se lo llevara lejos, a algún lugar donde a nadie le importe su apatía.

  Después de eso, su madre siempre le decía a Sehun que no hiciera caso de las cosas que dijeran sus amigos, porque ninguno de ellos comprendería nunca lo que sus relaciones significarían, porque nadie creía que el padre de Sehun fuera capaz de sentir y demostrar amor por alguien.

  Sehun nunca había pensado en eso, nunca le había preocupado qué era lo que la gente quería decir cuando comentaban su parecido con su padre, con miradas de recelo y decepción. Sehun no comprendía que había heredado el mismo rostro estoico de su progenitor ni tampoco porqué eso era un problema para las demás personas.

  Tampoco le había importado lo que la gente pensara de él, porque solo una opinión podría tener peso en su vida.

  Dejó el cuenco de cereales vacío en el lavaplatos mientras su madre seguía conversando con su prima, se limpió la boca con la manga del pollerón y corrió hasta la casa del frente.

  - Hyung, si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida conmigo, ¿qué le dirías?

  - Que puede pintarte una sonrisa en el rostro todos los días y eso sería la felicidad absoluta.

  Sehun no comprendió las palabras de su hyung y simplemente se preguntó si para él, compartir una sonrisa, significaría compartir su vida.

 

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que nunca te prometa ir a comer durante una tormenta de nieve."

  Fue en el décimo invierno de su vida en que Sehun descubrió cuál sería el sueño y la meta de su existencia. También fue el invierno en que contrajo el resfriado de su vida.

  Su hyung favorito llegó la tarde de un martes a su casa, empapado por la lluvia y con una sonrisa deslumbrante en el rostro para invitarlos, a Sehun y su madre, al musical de invierno. La obra se realizaría en el teatro de la escuela de Sehun y Yixing sería uno de los bailarines principales.

  Ni con el paso de toda una vida Sehun podría olvidar la emoción de ver al chino bailar, la forma en que su cuerpo se contorsionaba movido por la melodía que flotaba en el aire y la sonrisa inocente que surcaba su rostro hasta casi partirlo en dos. Sehun no comprendía que era todo aquello que se agitaba en su interior, pero decidió que no importaba, porque se sentía bien y solo ocurría cuando Yixing estaba cerca, debía ser una especie de lazo invisible que los movía como una misma sinfonía.

  A Sehun no le importó que Yixing no fuese el protagonista de la obra porque apenas se percató de ese insignificante detalle, toda su atención se concentró en el chino y sin darse cuenta, ya se estaba imaginando a sí mismo compartiendo escenario con él.

  - Mamá, quiero bailar con Lay-hyung.

  La mujer simplemente sonrió porque no esperaba que ese fuera el verdadero sueño de su hijo, pero si eso lo hacía feliz, ella estaba dispuesta a apoyarlo.

  Los padres del chino no asistieron a la obra, cosa que no extrañó al coreano, a su madre ni al mismo Yixing, todos estaban acostumbrados a la despreocupación de la pareja por su único hijo. Con aquella información como escusa, Sehun aprovechó para convencer a su madre de esperar a Lay y llevarlo a cenar para celebrar el éxito de su primera obra.

  Ni Sehun ni su madre esperaban que la nieve volviera a caer mientras el niño esperaba en la entrada del colegio a que el chino saliera para llevarlo a su local de comida rápida favorito.

  Más de una hora pasó Sehun esperando y llenándose de nieve, antes de que el chino apareciera con una sonrisa quebrada en el rostro. Sehun se habría preocupado un poco más por las razones de que el chino no se viera realmente feliz y porqué tardó tanto en salir cuando prometió ir con ellos, pero su cuerpo actuó por voluntad propia despojándolo de toda consciencia.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que no debe temerle a la oscuridad ni a todos los demonios que ahí se ocultan."

  Fue en el invierno de sus once años que Sehun aprendió varios conceptos que resultaban desconocidos para él.

  Aprendió que la vida, luminosa y llena de felicidad como él la conocía, ocultaba una contraparte oscura y dolorosa. Como si solo por vivir debiera dar algo a cambio, se preguntaba si su padre se arrepentía de algo. Se preguntó si la muerte era el precio que debía pagar el hombre por haber construido una familia llena de amor.

  La muerte era un concepto tan desconocido como complejo para Sehun que no comprendió las palabras de su madre cuando esta le explicó lo que significaba que su padre no volvería a casa. Oculto bajo las sábanas de un chino que no sabía qué hacer con su existencia, llegó a la conclusión de que la vida puede ser todo risas y bromas, sonrisas y llantos de felicidad, pero que también se cobra su cuota de sufrimiento con creces.

  La casa estaba llena de personas vestidas de negro con flores en sus manos, dando pésames y palabras de apoyo que Sehun no comprendía. Todos lloraban, gemían y sollozaban y Sehun no sabía qué hacer con las lágrimas que se anudaban en su garganta y le impedían respirar.

  Cuando vio la fotografía de su padre cubierta por un velo negro y con cintas del mismo color, se preguntó porqué habrían de hacer eso, porque ocultar en la oscuridad la sonrisa que el hombre mostraba. Sehun no comprendía qué era eso de funerales, velorios ni eternidad, simplemente comprendió que su padre no volvería. Nunca.

  Corrió con todas sus fuerzas a la casa del frente, donde la gente no lo miraba con lástima, como a un niño callejero abandonado a su suerte. Corrió al único lugar donde una persona podría hallar refugio. Corrió hasta el chino que lo esperaba con los brazos abiertos, en el único lugar en que Sehun se sentía protegido en esos momentos.

  Lay lo llevó a su habitación, corrió las cortinas y apagó las luces luego de encender el reproductor de música y dejar que los sonidos de un triste violín llenaran el lugar. Recostó a Sehun en su cama y lo abrazó por la espalda antes de cubrirlos a ambos por una manta, encerrando entre sombras la tristeza de un coreano que seguía sin comprender la verdad sobre la muerte.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que los únicos animales que te gustan son los conejos y los unicornios, así que no debería tener esperanzas de tener un perro.”

  Fue en el invierno de sus trece años que Sehun aprendió a odiar a la raza humana y a los caninos. A decir verdad, su odio estaba enfocado a una mezcla entre humano subdesarrollado y gorila de montaña, al menos esa era la única forma en que podía describir al simio blanco que seguía a Yixing de un lado a otro.

  Habían un montón de cosas que Sehun no podía hacer por su falta de años de experiencia, como solía decir Suho al llevarse a Yixing al lado oscuro para dejar al coreano menor con su primo Jongin.

  Los momentos que Sehun pasaba con su hyung favorito cada vez se volvían más escasos y alejados en el tiempo. Yixing prefería pasar el tiempo con sus amigos de su edad o más grandes en lugar de cuidar de niños como Sehun y Jongin. Y Sehun odiaba a Suho por alejarlo, pero más odiaba a Luhan por no evitarlo y a Kris, alias el simio blanco, por haber aparecido en su vida con todos sus vicios e ideas preconcebidas de libertad.

  Sehun no era lo suficientemente maduro, alto o libre para poder escaparse en las noches de su casa, tampoco es como si le importara mucho salir a pasar frío a la calle cuando puede quedarse viendo películas calentito bajo las mantas de su cama. Algunas noches observaba por la ventana a Yixing escapar por la ventana de su habitación con el simio blanco y no comprendía por qué Lay hacía eso, como tampoco comprendía en qué momento el chino se había vuelto tan importante para él que podía sentir su distancia como un dolor físico.

  Yixing le había prometido nunca irse, como su padre, por lo que no podía estar rompiendo su promesa solo por la aparición del simio blanco en su vida. ¿Verdad?

  Una tarde soleada luego de días de lluvia incesante, Yixing apareció frente a su casa con su habitual sonrisa pegajosa y su hoyuelo marcado en la mejilla, con un pequeño cachorro blanco en los brazos.

  - Este es el regalo que Kris me dio.

  El cumpleaños de Yixing había pasado dos días antes y Sehun no lo saludó porque estaba enfermo y no podía salir de su cama, mientras que el chino pasaba la mayor parte del tiempo con sus amigos adolescentes. Sehun observó al perro, que lo miraba con sus pequeños ojos caninos sedientos de amor y quiso quererlo, realmente, pero cuando fue a acariciarlo y el perro le gruñó, recordó el peluche de unicornio con una cinta celeste sobre su cama y le devolvió el gruñido al animal.

  - Odio a los perros.

  Durante los siguientes meses, el animal consumió toda la atención del chino y Sehun no soportaba que, cada vez que se cruzaba con Yixing, este estuviera con el perro que le regaló el simio blanco.

  Sehun no se sintió feliz cuando el animal murió atropellado frente a su casa, como creyó que se sentiría al deshacerse de él, porque no soportaba la tristeza en el rostro del chino, por lo que se acercó a su hyung y lo abrazó, llevándolo a su habitación y ocultando su tristeza en la oscuridad como tantas veces Yixing hizo con él.

  Aquella noche, ambos juraron nunca más tener a un perro, aunque Sehun no haya hecho más que despreciarlo durante los meses que vivió.

 

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que a veces las emociones desbordan el alma, pero que eso tú no lo puedes comprender."

  Fue en el invierno de sus quince años que Sehun conoció la verdadera agonía de amar y tener el corazón roto.

  Después de conocer a Yixing por más de siete años y de haber aceptado que el chino poseía una parte de su alma que nunca nadie podría tener, una tarde de invierno conoció por accidente el secreto mejor guardado de su hyung.

  Volvía de su clase de danza, en la academia a la que se inscribió porque Yixing insistió en que al menos podían tener esa clase juntos, cuando escuchó los gritos provenientes de la casa del frente. Últimamente las discusiones en la familia Zhang se habían vuelto más habituales y Sehun temía que Lay fuera el foco de la furia del matrimonio. No estaba tan equivocado, comprendió al ver al chino salir de su casa con los ojos rojos, un bolso colgando de su brazo derecho y una mochila en su brazo izquierdo.

  - ¿Escuchaste todo?

  No es como si los gritos de la señora Zhang pudieran ser ignorados, pero Sehun solo se encogió de hombros y apuntó al bolso.

  - Conocieron a mi novio y no les gustó la idea de tener un hijo marica, así que me desheredaron, por no decir repudiaron.

  - ¿Quieres comer algo?

  - Kris vendrá en unos minutos por mí -Kris, el simio blanco que intentaba parecer interesante cada vez que Lay estaba cerca pero fracasaba patéticamente.

  ¿Cómo es que alguien tan dulce y frágil como Lay terminó con aquel bastardo retrasado de novio?

  Kris era solo un imbécil fanfarrón que veía en Yixing un trofeo del que hacer alarde.

  - Puedes quedarte en mi casa -fingió no escuchar el último comentario y le quitó el bolso, encaminándose a paso ligero hacia su propia casa.

  ¿Cuántas probabilidades habían de que, después de marcharse con el troglodita de su novio, viera a Yixing con la misma escasa frecuencia con que se veían actualmente?

  Frente a Sehun se pintaba un panorama absolutamente desolador, por lo que aprovecharía la última noche de gracia para tener al chino a su lado, se aferraría a su compañía con uñas y dientes, con la esperanza de retenerlo a su lado tan solo un poco más.

  Fue después de la cena que Yixing subió a la habitación del menor, dejándolo con su madre limpiando los restos de la cena.

  - ¿Crees que...?

  - ¿Qué ocurre, cariño?

  Sehun no sabía cómo formular la pregunta, sabía que su madre no reaccionaría como la señora Zhang, pero de todas formas temía las consecuencias que podría traer para su relación.

  - ¿Crees que está mal querer a alguien de tu mismo sexo?

  La mujer permaneció en silencio mientras el hijo no dejaba de refregar un plato, arrepintiéndose de haber abierto la boca, ahora su madre pensaría que es un desviado.

  - ¿Cómo tú queriendo a Lay como más que un amigo?

  Sehun sintió su rostro enrojecer y desvió la mirada hacia la espuma en sus manos. El coreano podía sentir muchas cosas por Yixing, pero comparar sus sentimientos con los de Kris por Yixing o viceversa le parecía una pérdida de tiempo, porque en su cabeza nadie podía apreciar al chino como él lo hacía.

  - Como tú estando enamorada de una mujer.

  Su madre soltó una risa cantarina que hizo temblar las piernas del ocurrente muchacho.

  - Amar nunca debe estar mal, cariño.

  Cuando Sehun entró en su habitación, se encontró con una imagen conocida que le trajo efímeramente el recuerdo de su primer encuentro con el chino, pero esta vez no era sangre carmesí recorriendo su pierna, eran lágrimas transparentes dejando surcos en las mejillas rojas de un triste chino que intentaba aferrarse a algo antes de desmoronarse. Sehun pensó que Yixing debía querer un abrazo de Kris, después de todo él era su novio, quien debía darle la contención que él no podría por ser menor, por no comprender la vida. Para su sorpresa, el chino no pensaba de la misma forma, porque en el momento en que sus miradas aguadas se toparon, Yixing corrió a sus brazos y enterró el rostro en su pecho, de la misma forma que Sehun hizo un par de años atrás.

  Sehun habría entregado su vida porque esa noche no acabara, por no perder al chino al amanecer, pero no pudo tomar el tiempo en sus manos y detenerlo, como tampoco pudo evitar la triste despedida al alba.

  Sehun estaba tan desesperado por ser algo que el chino necesitara, por ser su amigo, su apoyo y el dueño de su corazón, que ni siquiera fue consciente del momento en el que su corazón terminó por destruirse y cuando todo lo que él era y conocía, desapareció.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que eres un idiota."

  En el invierno de sus dieciocho años Sehun ya era conocido como uno de los mejores bailarines de su generación. Junto a su amigo Jongin, acaparaba toda la atención de los centros de arte de la ciudad, tanto que ambos habían conseguido entrar a la más prestigiosa academia de artes escénicas.

  Sehun disfrutaba del baile como si fuera su razón de existir, sintiéndose vivo únicamente cuando su cuerpo imitaba los ligeros movimientos de las notas musicales en el aire. Una suerte de canalizador de todos los pensamientos en su cabeza, de todos los deseos y anhelos, porque cuando Sehun estaba en la pista, solo era él y la música, nada de chinos traicioneros, padres muertos ni amigos desaparecidos. Sehun era Sehun y, a veces, hasta era capaz de sonreír.

  Jongin llevaba meses intentando convencerlo de salir con una de las coristas de la clase de enfrente y Sehun estaba cansado de su insistencia, después de todo, él no necesitaba a su moreno amigo buscándole ligues cuando él mismo, por sí solo, podía conseguir a quien quisiera (casi).

  Fue una noche de viernes en que Sehun estaba lo suficientemente exhausto como para no poder negarse y terminar siendo arrastrado a un pub karaoke en el centro bullicioso de la ciudad.

  Sehun no quería estar en ese lugar, solo podía imaginarse en el solitario departamento al que se había mudado hace unos meses para estar más cerca de la academia, beber un par de cervezas y perder la consciencia sobre su cama, como ocurría desde hace más tiempo del que podía recordar. Su último año de vida no era más que una mancha borrosas de sucesos sin importancia, marcharse de casa, la academia, aventuras de una noche, llantos inconscientes y borracheras suicidas.

  Jongin intentaba seguir la letra de una canción en inglés que Sehun no conocía, mientras las dos coristas evitaban que su espectáculo fuera un completo desastre. Sehun ya estaba rozando el coma etílico, por lo que no le importaba que su amigo hiciera el ridículo de su vida y los arrastrara a su miseria. Solo quería seguir bebiendo y dormir durante cien años. O doscientos.

  Una canción desconocida resonaba desde otra de las salas de karaoke, el menor intentaba seguir la letra pero la lengua dormida y el sonido estridente de las risas de Jongin y las coristas le impedían concentrarse en algo que no fuera seguir respirando. Estaba mareado, los párpados le pesaban, el sabor a cerveza no se le iba de la boca sin importar cuánto soju tomara y Jongin estaba demasiado entretenido como para notar su ausencia. Con pasos temblorosos y recargándose en la pared cada vez que el mundo se sacudía, logró llegar a la entrada del karaoke, topándose con una imagen que, junto a la borrachera, hizo que su estómago definitivamente se sacudiera y expulsara todos y cada uno de sus órganos internos.

  Apenas alcanzaba a respirar entre arcadas y no sabía si reír o llorar por la mano que acariciaba rítmicamente su espalda. Los malditos dioses debían estar teniendo un festín con él. Y Sehun, borracho como estaba, no podría recordar su primer encuentro con Yixing luego de meses.

  - ¿Qué ocurre contigo, Sehunnie?

  Me abandonaste, maldito bastardo.

  Sehun tenía un montón de pensamientos arremolinándose en su mente, acosando su boca con la intención de ser vocalizados. Desde cuánto había extrañado al chino hasta lo mucho que odiaba al jodido bastardo del simio blanco y lo herido que se sintió al no verlo en su graduación. Quería decirle que no sabía qué hacer en el aniversario de la muerte de su padre, que no soportaba ver a la señora Zhang a la cara y no reprocharle el haberlo alejado de su hijo.

  La lengua le pesaba y no podía controlarla para formar frases coherentes, pero eso no impidió que Sehun le llorara a Yixing porque aun tenía guardado el maldito peluche de unicornio que le compró a los trece y porque, a pesar de ser el bailarín estrella en la academia, nunca podría igualar el pornográfico movimiento de caderas del chino.

  Cuando Sehun despertó al otro día y su mirada se fijó en el cielo raso celeste lleno de pequeñas estrellas fluorescentes, no recordó haber llegado a ningún lugar en particular con ninguna persona especial, por lo que apenas y podía entender el origen del dolor de cabeza que hacía palpitar su entrecejo como una retroexcavadora.

  La cama estaba desocupada y la única de sus prendas que faltaba era su chaqueta, incluso tenía puestas las zapatillas, lo cual era absolutamente nuevo en su vida.

  - ¿Dónde carajos terminé?

  No era la primera vez que despertaba en un sitio desconocido, pero el aroma a caramelo de ese lugar lo estaba perturbando a sobremanera.

  - En mi departamento.

  Debe ser la resaca, se repitió como un mantra.

  ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Seis meses, un año? No lo sabía, pero el tiempo definitivamente hizo su trabajo en Yixing. El chino se veía más corpulento, su hoyuelo parecía más pronunciado, sus ojos más brillantes y su cabello más rubio y despeinado de lo que había sido en su vida.

  - Mierda.

  Y, como si los astros en el firmamento se alinearan para arruinar su, de por sí asqueroso día, el simio blanco apareció detrás de Lay, abrazándolo por la cintura.

  El coreano culpó al dolor de cabeza por las lágrimas que comenzaron a guerrear por escapar de sus ojos, a sus dieciocho años era incapaz de darle nombre las retorcijones de tripas y las asquerosas nauseas que le provocaba la pareja. A sus dieciocho años todavía no ponía en palabras sus sentimientos hacia el chino.

  Con desesperación e ignorando a la pareja, buscó su chaqueta y se aseguró de aun tener el celular y las llaves en los bolsillos antes de salir a la calle y freírse las retinas por el sol incandescente del mediodía. Cualquier castigo físico era más aceptable que ver a Yixing y no poder recordar cómo demonios es que llegó al departamento que compartía con Kris desde que se fue de casa.

  - Maldito Yixing -gruñía mientras vagaba por las calles desconocidas, porque después de un año de la partida del chino, es la primera vez que va a su departamento y no tiene la más remota idea de donde está.

  - Nunca has tenido sentido de la orientación, Hunnie.

  Quiso ignorar las palabras de su hyung favorito, porque sí, Lay seguía siendo su estúpida persona favorita en el mundo.

  - ¡Vete a la mierda, hyung! -se encargó de que la última palabra expresara todo el veneno que estaba consumiéndolo desde el año anterior.

  - ¡Sehunnie! ¿Cuándo te volviste tan amargado? ¿O es que el alcohol está haciendo efecto agriando lo poco que queda de tu corazón?

  - ¡Cuando el maldito simio blanco arrancó de mí todo en lo que confiaba! -Sehun no sabía por qué lloraba, ni porqué reía como desquiciado y su risa se confundía con sollozos y los sollozos, con carcajadas amargas.

  Sehun no tampoco sabía qué demonios estaba haciendo con su patética vida ni porqué encontrarse con Lay y no saber cómo mierda terminó en su departamento le producía tanta desesperación.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que eres capaz de ser vómito y arco iris al mismo tiempo."

  Fue en el invierno de sus diecinueve cuando Sehun decoloró su cabello al máximo y lo tiñó de todos los colores del arco iris solo porque sintió, como un niño pequeño temeroso de la noche, que a su vida le faltaba color.

  También fue en el invierno número diecinueve que compartió, por primera vez, el escenario con Yixing. Fue a sus diecinueve años que Sehun, por primera vez, se sintió pleno.

  Casi diez años…

  Dos meses antes de su cumpleaños, Yixing comenzó a trabajar en la academia de Sehun como maestro de composición musical y tomaba clases ocasionales con el menor, lo que los llevó a presentarse en el festival de invierno junto a Jongin y otros dos tipos que creían ser los mejores en el área. A Sehun poco le importaba el resto del mundo, mientras pudiera ver a Yixing deslizándose grácilmente sobre el escenario y acompañarlo, para Sehun el mundo podía destruirse.

  Todo fue risas y gozo las primeras dos semanas luego del festival. Decidieron hacer un dúo para la finalización del año, donde Sehun bailaría y Yixing haría el acompañamiento con el piano y la voz. Al principio, Jongin se presentaría con ellos, pero presintiendo la necesidad imperiosa del menor por llevar a cabo "algo" a solas con el chino, decidió dar todo su apoyo a su amigo Kyungsoo, quien también cantaría pero de forma individual.

  Luhan, que encontró trabajo en una cafetería cercana al departamento de Lay, solía pasar a saludar antes de irse a trabajar. Y Sehun sentía que de nuevo eran solo los tres, que los años no habían pasado y que él no estaba amargado, que eran los niños inocentes que comenzaban a descubrir el mundo juntos.

  Luhan seguía siendo un chino histérico y a veces, cuando alguna emoción desbordaba su cuerpecito, convertía sus palabras en taldos incomprensibles al tiempo que mezclaba el chino con el coreano y terminaba confundiéndose a sí mismo, por lo que sus conversaciones devenían en incontrolables carcajadas y burlas sarcásticas de parte del maknae, porque Luhan no podía negar la verdadera razón por la que terminó de mesero en una cafetería para mascotas: Kim Minseok, el dueño.

  En ocasiones, Yixing se quedaba hasta entrada la noche, practicando y perfeccionando las partes a las que Sehun no les encontraba fallo. Estaba conociendo una nueva faceta del chino, su lado dedicado y perfeccionista, algo que había creído inexistente en los años pasados. El chino solía perderse tanto en la música que podía pasar horas tocando el piano o la guitarra sin cansarse, aunque a veces las jornadas eran extenuantes y caía rendido como peso muerto sobre el piano de cola, provocando un ruido desafinado y ensordecedor que los despertaba de golpe y solo provocaba risas descontroladas en el menor.

  Pero también habían días en que toda la diversión, los recuerdos y toda la inocencia que poseían, desaparecía por la presencia de cierto orangután. Sehun no podía recordar haber recibido de vuelta o respondido algún saludo de Kris en los años que llevaba con Lay. Tampoco lo recordaba siendo amable, salvo esa ocasión del perro, pero ese no era un recuerdo que Sehun quisiera mantener en su mente.

  Kris simplemente llegaba, besaba al chino menor y lo arrastraba afuera de la sala de ensayo dejando su práctica a medias.

  Fue a los diecinueve años que Sehun volvió a palpar la felicidad escurriéndose de sus manos como agua. Fue en el invierno de sus diecinueve que entendió que su cabello multicolor no le traería luz ni colores a su vida, porque el reflejo caleidoscópico que le entregaba el espejo al verse en él luego de ver a Yixing marcharse con Kris era aun más sombrío de lo que su alma se sentía. Entonces decidió que el negro estaba bien, que allí permanecería eternamente, en el oscuro olvido, junto a sus sueños infantiles y lo poco que quedaba de su inocencia.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que ojalá muera mañana."

  Cuando llegó el invierno de sus veinte, Sehun se había consagrado como el bailarín estrella de la generación y un soberano hijo de perra.

  Jongin se había marchado con Kyungsoo al otro lado del pacífico para cumplir su versión del sueño americano, tal vez casarse en alguna capilla de Las Vegas y adoptar a un niño asiático, porque sí, siempre sería más fácil adoptar a un asiático. Luhan había casi consolidado su relación con Minseok luego de volverse su socio en la cafetería y Yixing, quien terminó su relación con Kris después de una intrigante escena de violencia doméstica, era el maestro principal de composición musical y canto de la academia.

  Sehun, para apenas tener veinte, era el bailarín más solicitado del lugar. Todos decían que verlo bailar provocaba orgasmos visuales en quien posara sus ojos sobre él. Por supuesto, el coreano tomó aquello como una señal divina y comenzó a llevar una vida aun más oscura y promiscua de lo que ya era.

  Su madre estaba orgullosa de sus logros profesionales, pero no soportaba ver a su hijo consumiéndose en la angustia. ¿Qué pasó con ese niño juguetón que no podía respetar a sus mayores? ¿Dónde quedó el pequeño al que le gustaba reír y burlarse de la gente tanto como de sí mismo? ¿En qué momento perdió el respeto por su persona y se entregó a la perdición?

  Sehun dio el último paso al abismo en el cumpleaños de Yixing, cuando lo vio besarse con un recién aparecido Suho, que luego de pasar siete años en Inglaterra estudiando finanzas, volvió para hacerse cargo del consorcio de sus padres.

  Sehun, en la pista, dejaba a todos con la boca abierta, siempre superando las expectativas de un público exigente. Si embargo, en persona no era más que un cabrón despechado que solo quería descargar su furia con quien se atreviera a taparle el sol.

  Fue después de trece años de silenciosos sentimientos que Sehun aceptó esa especie de enfermizo amor que estaba cultivando entre las sombras. Porque no podía ser otra cosa la razón de su constante miseria. Ni siquiera sabía cómo había comenzado todo, no supo definir en qué momento el amor fraternal que sentía por Yixing se convirtió en amor romántico, menos aun, pasional. Y tan solo tenía la patética esperanza de que todos esos años de desprecio se tradujeran, a la hora de enfrentar la inmutabilidad de la muerte, en amor cósmico y unirse a Yixing en la eternidad del universo.

  A los veinte años, Sehun era una estrella en el escenario, con un brillo fugaz que se apagaba en cada cama que compartía y con cada cuerpo desconocido que dormía.

  A los veinte años, Sehun era un invento de ser humano amargado y lleno de frustraciones que buscaba apagar los deseos de un chino con hoyuelo en la mejilla derecha y sonrisa con ojos de medialuna.

 

"- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que nadie te merece."

  Es el invierno de sus veintiún años y Sehun, catorce años después de haber conocido al amor de su existencia, experimenta por primera vez algo cercano a la esperanza, gracias una caja olvidada, un peluche de unicornio y todos los recuerdos de una infancia llena de inocencia.

  Observa el papel e inspecciona minuciosamente la caja, sin poder recordar el momento exacto en que Yixing se la entregó, no sabe si fue para un cumpleaños, una navidad o algún aniversario sin importancia, lo único que recuerda es haber escuchado algo sobre abrirla cuando fuera mayor de edad, para estar en igualdad de condiciones. Claro que no comprendió lo último y el regalo fue abandonado en su antigua casa cuando se mudó a los dieciocho, junto al peluche de unicornio y un montón de buenos recuerdos. Y solo gracias a su madre, que decidió mudarse a un pueblo en el sur con su nuevo esposo y vender su antigua casa, que ahora tiene ese trozo de alegría en sus manos, la parte de su pasado que más dolió abandonar.

  Hoy la mujer llegó al departamento del menor con una gran caja de mudanza entre sus brazos y una bolsa llena de posters y stickers que Sehun se había dedicado a juntar durante los primeros años de su segunda década.

  Con ojos anhelantes y deseosos, vio a su madre partir casi en el mismo momento, de otra forma perdería la oportunidad de despedirse de su hijo mayor, quien vive a las afueras de la capital con su esposa y dos hijos, lo suficientemente lejos de su hermano menor como para compartir su miseria, o conocerla, siquiera.

  Sehun ha perdido las ganas de vivir y la capacidad de disfrutar de la vida, así que simplemente se quedó en el sillón roído de su sala, rodeado de paredes vacías y desgastadas y restos de comida descompuesta, tentado a abrir el baúl de sus recuerdos y meter el dedo en cada una de las llagas de su patético corazón.

  El regalo secreto de Yixing queda para el último, porque aun necesita aferrarse a él, tan solo unos minutos más. Con un sabor agrio en la boca que no se debe a la cerveza desvanecida que está bebiendo, toma la caja musical que Luhan le dio en su cumpleaños número diez, porque una década no se cumple todos los días, había dicho el chino. En ese momento, Sehun no comprendió la relación entre su década y la caja musical, pero cuando más adelante en el mismo año decidió ser bailarín, vio el elegante objeto como una señal divina.

  Sonaría patético si se tratara de otra persona u otra situación, pero cuando toma el paquete rayado con figuras en blanco y negro, por fin siente que tal vez no está tan solo ni es tan miserable. De todas formas, con una sonrisa quebrada en el rostro y la bilis subiendo por su garganta, lo desgarra de forma violenta, como si pudiera hacer jirones todo lo que ese jodido regalo significa.

  Un pequeño álbum de quinientas fotos le da la bienvenida con una simple imagen de tres manos pequeñas entrelazadas en blanco y negro y una leyenda escrita con letra infantil en el borde inferior.

  "Permanezcamos juntos siempre!" escrito en coreano y pinyin por el chino menor.

  Sehun no esperaba encontrarse con tantos buenos momentos inmortalizados en fotografías y la sorpresa lo golpeó tan fuerte como para ser incapaz de sentir las lágrimas recorriendo sus mejillas, porque nunca deseó tanto como ahora el volver en el tiempo a los momentos en que su mayor preocupación era que Lay no se hiciera daño y sangrara frente a un chino hemofóbico. Sehun recuerda, con cada foto, la época en que todos sus sueños se harían realidad y ninguno de ellos sentía la necesidad visceral de retener el tiempo entre sus dedos porque ellos tenían toda una vida por vivir.

  Sehun apenas tiene veintiún años, pero sus hombros pesan y en su espalda lleva una carga que lo debilita con cada día que pasa, no sabe en qué momento de su vida se volvió tan viejo.

  Encuentra fotos de Luhan jugando fútbol, cuando su sueño era ser el futbolista más famoso del mundo. Hay imágenes de Lay cuando pensaba que solo quería ser libre. Incluso, y para su sorpresa, hay fotos de sus padres y de los señores Zhang sonriendo junto a su único hijo.

  ¿En qué momento todo se fue a la basura? ¿En qué momento perdió todo? ¿Por qué se siente tan abandonado, tan olvidado y destrozado?

  Es el último forro de plástico en que no hay fotografía, simplemente un trozo de papel, que le devuelve un poco del aliento. Los caracteres blancos escritos sobre negro apenas se pueden leer, pero Sehun comprende perfectamente las palabras:

  "Sehunnie, comencemos un nuevo álbum, solos tú y yo!"

  A sus veintiún años, catorce años después de conocer al amor de su existencia, Sehun siente algo parecido la esperanza, porque no hay forma en el universo de que ese “Wǒ ài ” escrito y repetido una y otra vez en el álbum, haya perdido significado.


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