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Los inviernos de su vida por Pandora09

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Notas del capitulo:

"Yixing odia el invierno, el frío, la nieve, la lluvia y todo lo referente a la estación, pero alguien se afana en convencerlo de que el frío no es tan malo."

"- Odio el invierno. Odio el invierno. Odio el invierno.

- No odies al invierno, el frío no es el culpable de que la vida apeste."

Yixing nació en una noche de tormenta en pleno invierno.

Su madre diría, con lágrimas de emoción en los ojos, que fue la tormenta de nieve más hermosa de su vida, que incluso se sintió conectada con la fuerza de la naturaleza al pujar mientras los copos colisionaban contra la ventana de la sala de parto.

Su padre diría que el invierno solo trae cosas buenas, que felicidad pura de la vida es el nacimiento, como la nieve es la pureza de la naturaleza.

Pero también era invierno cuando Yixing escuchó a la vecina insultar a su madre frente a su casa.

Hacía frío y los restos de lluvia del día anterior comenzaban a cristalizarse sobre el asfalto y las veredas, las plantas estaban escarchadas y Yixing temblaba junto a su madre, mientras esta hacía caso omiso de los gritos histéricos de la mujer de al lado. El niño no se preocupó mucho de las mujeres, estaba acostumbrado a los gritos de los adultos y había aprendido a ignorarlos, encerrarse en sí mismo y pasar olímpicamente de sus discusiones. Y su método de represión habría sido todo un éxito si la vecina, una mujer regordeta y fuerte, no hubiese tirado del brazo de su madre con todas sus fuerzas cuando esta intentó alejarse y, por consecuencia, arrastrado al pequeño niño que se aferraba a la manga de su progenitora, provocando que este refalara por el agua congelada y cayera todo su peso sobre su frágil brazo derecho. Ninguna de las dos mujeres escuchó el grujido del hueso y apenas fueron conscientes de las lágrimas que rodaban por las mejillas sonrosadas del pequeño que se esforzaba por mantenerse consciente a pesar del descomunal dolor.

Los gritos de su padre, días después, resonaban en su cabeza como un gong, porque ¿cómo demonios la mujer no estaba pendiente de su hijo? Su único maldito hijo, la única responsabilidad en su vida. Pero claro, ¿cómo se iba a preocupar de su hijo en ese momento, si se andaba revolcando con el vecino?

Yixing no entendía de infidelidades ni relaciones, de engaños ni amoríos, él solo sentía el dolor de su brazo y la incomodidad del yeso.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No solo el invierno te hace estremecer."

Fue el invierno número diez en que su vida tomó un nuevo rumbo, en un nuevo mundo y con nuevas personas.

Su padre fue transferido de la empresa inmobiliaria en que trabajaba a una de las sucursales ubicadas en Corea del Sur. El tipo nunca diría que exigió el cambio con la desesperada idea de recuperar su matrimonio, que se estaba cayendo a pedazos, aunque claro que su hijo lo descubriría más adelante.

La ciudad era bonita y limpia, tal como a Yixing le gustaban las cosas, pero no podía sentirse a gusto, porque aunque no comprendía del todo sus emociones, dejar su hogar en China fue más bien una forma de éxodo sin retorno.

Las cosas iban de mal a peor en la vida del pequeño de tan solo diez años. Sus padres estaban enfocados en conseguir la mejor escuela para él, en acomodar las cajas y cajas de mudanza, en intentar llevarse bien y dejar los rencores pasados en China, olvidando completamente a su hijo, una criatura inocente abandonaba en un mundo completamente desconocido.

Yixing apenas entendía lo básico del coreano y era lo suficientemente tímido como para no atreverse a preguntar cuando no comprendía algo, por lo que conocer a Luhan, un pequeño niño con rostro de ciervo aniñado, fue un completo alivio para él.

Luhan comprendía chino y hablaba un coreano más fluido de lo que Yixing pudo esperar, por lo que el muchacho un año mayor, se ofreció a ser su traductor e intérprete oficial. También su maestro de coreano y amigo si el chino aceptaba. Incluso comenzó a llamarle Lay, porque eso sería más fácil de pronunciar y recordar para los coreanos que su nombre chino.

Su amistad con Luhan mejoró mucho las cosas y le facilitó el relacionarse con muchas personas, incluso en la escuela, donde no compartían clases.

Pero fue a las semanas de haber arribado a Corea que Yixing conoció a la persona que realmente estremecería su mundo, aunque él mismo aun no lo supiera.

Fue una tarde en que el viento agitaba con violencia su ropa y sus cabellos en que decidieron salir a jugar con una pelota en el antejardín de su casa. Luhan juraba que él sería el mejor futbolista de su generación y que sería reconocido por todo el mundo, que los mejores clubes se pelearían su fichaje cuando, con más emoción de la necesaria, pateó la pelota en dirección a la calle.

El viento agitó el balón y lo condujo directamente hacia el asfalto, siendo seguido por un histérico Luhan que no quería perder el regalo de su padre en su último cumpleaños. Yixing apenas vio hacia donde se dirigía el ciervo, corrió a detenerlo. Porque Luhan estaba tan concentrado en la pelota, que no se percató de los dos autos que se acercaban a toda velocidad hacia su persona, por lo que no comprendió el motivo de que Lay lo empujara hacia la otra acera y ambos terminaran magullados contra las piedras del antejardín de otra casa.

Luhan gritó histérico por su pelota, su amada pelota, pero toda su desesperación aumentó de forma exponencial al ver la sangre corriendo por la pierna de Yixing, donde este se limpiaba las pequeñas piedras que estaban incrustadas en su piel. Ambos chinos intentaron detener el flujo carmesí con sus ropas, pero la sangre parecía no querer acabarse y Yixing no sabía qué hacer para detener el llanto de su pequeño amigo, porque no es que él disfrutara de la hemofilia, simplemente era algo natural e inevitable. Aparte, él estaba acostumbrado al dolor físico y a la sangre, pero Luhan parecía a punto de desmayarse.

No pasó mucho tiempo hasta que un pequeño niño, un poco más bajo e infantil que Luhan, apareció con una mirada curiosa.

Yixing lo había visto un par de veces jugando con su hermano mayor, ya que vivía en la casa del frente y la ventana de Yixing daba justo en esa dirección, aunque no conocía su nombre, conocía su risa y esta era realmente contagiosa.

El niño desconocido, luego de comprender la razón del llanto de Luhan y verse igual de sorprendido que el chino, agarró con fuerza la manga de Yixing y, llamando a su madre a gritos, lo arrastró a su casa.

Yixing odiaba el invierno, la lluvia, el frío, la nieve y el viento. Y odiaba tantas otras cosas de esa estación, pero gracias a Sehun, quien obligó a su madre a curar sus heridas y le ofreció su amistad con galletas y leche caliente, comenzó a sentir que ya no hacía tanto frío.

 

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No culpes al invierno porque las palabras se congelan en tu boca y no llegan a su destino."

En el invierno de sus doce años, Yixing ya había consolidado su amistad con el pequeño ciervo y Sehun, incluso tenía una foto de sus manos entrelazadas la noche del último cumpleaños de Sehun, cuando prometieron ser amigos por siempre. Y Yixing quería vivir  por siempre cumpliendo esa promesa, porque comenzaba a darse cuenta, poco a poco, que eso dos lazos de amistad eran los único lazos valiosos de su vida.

Solían pasar las horas libres en la escuela con Luhan y, cuando llegaban a sus casas en las tardes, ambos corrían en busca de Sehun para pasar con él el resto del día. La madre de Luhan les enviaba galletas recién horneadas, pero Yixing prefería las que la madre de Sehun preparaba para ellos e inundaban la casa con el aroma a canela y a vainilla. Yixing comenzaba a pensar que esas dos mujeres eran más cercanas a él que su propia madre, pero en ese entonces no le preocupaba mucho.

La madre de Sehun le permitía quedarse en su casa los fines de semana y confiaba en solo en él para cuidar de su hijo (no es que Luhan no fuera de confianza, pero la mujer nunca superaría el tener que soportar sus ataques de histeria cada vez que veía sangre y la forma en que su coreano se confundía con el chino y terminaba creando un idioma completamente nuevo). En ocasiones pasaban las tardes completas jugando con la pareja de conejos que el chino mayor tenía en su patio, aunque Sehun insistiera en que los conejos eran asquerosos y a él no le gustaran los animales.

Su relación con Sehun siempre fue distinta a la que tenía con Luhan por pequeños detalles que él apenas notaba. Por ejemplo, no creía que fuera extraño tener a Sehun protegiéndolo de todo, aunque él fuera el mayor. El pequeño niño tenía miedo de que algo hiriera a Yixing en un momento en que su madre no pudiera curar sus heridas. Mientras que el chino mayor, a medida que iba creciendo, se volvía más preocupado por sí mismo, dejando la seguridad de los demás en segundo plano.

Luhan era más independiente y siempre le resultó más fácil hacer amigos, era el tipo de persona que no puede desagradar a nadie, mientras que Sehun era serio y tímido, algunos hasta dirían que apático, por lo que Yixing sabía que debía ser más cuidadoso con el corazón del menor que con el rostro de Luhan.

A sus doce años, Yixing creía que la felicidad absoluta era estar con sus amigos, compartir su risa y toda su felicidad con ellos, con ambos. Pero es una noche en que la nieve no cubría las aceras ni la lluvia azotaba el suelo en que conoce otro tipo de felicidad y se da cuenta que había algo más ahí afuera.

Sehun llegó a su casa golpeando la puerta con todas sus fuerzas mientras se esforzaba por recuperar el aire y poder expresar su pregunta de forma clara.

- Hyung, si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida conmigo, ¿qué le dirías?

- Que debe tener una respuesta a todo.

Sehun no solía reír mucho, a decir verdad, Yixing había visto muy pocas sonrisas de parte de su amigo, este siempre prefería expresar su alegría con palabras, aunque estas eran casi tan escasas como las sonrisas. Pero cuando Sehun lo miró con esos ojos marrones llenos de emoción e interrogación, recordó la primera vez que escuchó la misma pregunta de parte del mismo muchacho, solo que unos años menor.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

Yixing había mirado a todos lados, porque apenas estaba conociendo a ese niño y no tenía idea de que podía responder ni por qué él le debía estar haciendo esa pregunta, pero Sehun se mostraba tan interesado en la respuesta, que él debía decirle algo. Observó a la mamá de Sehun echando una pomada blanca sobre su pierna herida mientras intentaba descifrar las palabras que salían atropellándose de la boca de Luhan.

- Que un chino histérico, otro chino hemofílico y un coreano que no entiende mandarín no son una buena combinación.

Entonces recordó la sonrisa con que Sehun lo miró después, la forma en sus ojos casi desaparecieron en dos imperceptibles medias lunas y cambió su respuesta.

- Que puede pintarte una sonrisa en el rostro todos los días y eso sería la felicidad absoluta.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No te ensañes con el invierno, en cualquier época del año te puedes enfermar del corazón."

Una tarde, con trece años recién cumplidos, Yixing corrió velozmente bajo la lluvia, sin preocuparse por estar absolutamente empapado, aferrando con todas sus fuerzas dos papeles a sus manos. Cuando su maestra le entregó las dos entradas para el festival de invierno, el chino no dudó en tomarlas y correr con ellas para llevárselas a las únicas dos personas que estarían felices de acudir.

No se molestó en pasar a su casa a sacarse el uniforme mojado, simplemente pasó de largo a la casa del frente y golpeó la puerta como si la vida se le fuera en ello hasta que la señora Oh apareció con el ceño fruncido, mueca que se acentuó al verlo. La mujer, amablemente, lo jaló del brazo al interior de la casa y le pasó un par de toallas para que se secara mientras ella buscaba ropa de su hijo mayor que le quedara bien al chino. Yixing agradeció sus actos y, cuando estuvo en la cocina sentado a la mesa tomando chocolate y viendo a la señora Oh hornear galletas, tomó los dos trozos de papel que protegió de la lluvia y los invitó, a ella y a Sehun, al festival.

La señora Oh asistía a todas las actividades realizadas en su escuela, aunque Sehun no estudiara con él, siempre llegaba a las ferias o los festivales, por lo que no dudó un segundo en aceptar las invitaciones de su pequeño vecino.

Yixing estuvo tan nervioso durante la obra que se equivocó incontables veces y saber que la señora Oh y Sehun estaban entre el público solo empeoraba su estado, él no quería decepcionarlos. Finalizando su presentación, solo pudo correr a los vestidores y soltar todas las emociones que lo estaban consumiendo, no solo la frustración por arruinarlo  frente a las dos personas que siempre lo apoyaban, él también había tenido ligeras esperanzas de que sus padres aparecieran, aunque fuera unos minutos, y vieran a su hijo hacer algo.

Yixing sabía que sus padres no se preocupaban por él, pero en su mente infantil, seguía añorando su cariño y preocupación.

No se percató del tiempo transcurrido entre que Sehun le dijo que irían a cenar y lo que él demoró en los vestidores, pero cuando salió de la escuela, la nieve caía violentamente sobre la ciudad, cubriendo todo con un manto blanco de hielo, incluso al pequeño niño castaño que esperaba en la entrada.

Apenas divisó a Sehun en la distancia, corrió a su encuentro y quiso llevarlo al auto de la señora Oh, pero antes de dar un paso, el coreano cayó inconsciente sobre sus brazos.

Yixing había escuchado a sus padres discutir y tirarse objetos con intensiones de volverse asesinos, una vez vio a un hombre ser atropellado fuera de su escuela, una vez recibió una paliza de parte de sus compañeros de clase que lo dejó inconsciente, pero nunca antes había sentido tanto miedo como cuando vio el rostro pálido del tembloroso coreano.

La señora Oh violó todas las leyes de tránsito en el camino al hospital, no le importó la nieve cubriendo el asfalto ni la que se coló entre sus ropas al cargar a su hijo al interior de la sala de urgencias del hospital, ella simplemente quería que su bebé estuviera bien.

Yixing corría detrás de la mujer con lágrimas en los ojos, porque comprendía que Sehun no habría enfermado si él no hubiera tardado tanto en salir.

Por culpa, por no tener nada que hacer en su casa y por la necesidad de ver al menor a salvo, pasó las siguientes dos semanas corriendo de la escuela a la casa de Sehun y, casi a medianoche, volviendo a su propia casa.

Según los médicos, Sehun contrajo neumonía leve por estar tanto tiempo bajo la nieve, aunque a Yixing el nombre le sonaba a catástrofe y no creía que el coreano hubiera estado tanto tiempo en el frío como para haber enfermado tanto.

Según la señora Oh, Sehun no estaba tan grave como el chino pensaba, pero de todas formas le permitía pasar las tardes cuidando a Sehun, que mejoraba rápidamente bajo los tiernos cuidados de un atento Yixing.

Lo que la señora Oh no sabía, era que Yixing no solo se preocupaba a sobremanera por su hijo, sino que el muchacho, inconscientemente, escapaba del caos reinante en su propia casa. Yixing no tenía más refugio que a Luhan y Sehun con su familia, por eso se aferraba a ellos tan fuerte que cada parte de su cuerpo se resentía cuando estaban separados.

La última noche de reposo del coreano, los dos chinos fueron a dormir a su casa y, mientras Luhan se cepillaba los dientes en el baño y Yixing intentaba esconder el moretón que tenía en el hombro por un golpe accidental de parte de su padre, Sehun se acercó a Lay y lo abrazó por la espalda, dándole las gracias por todos sus cuidados.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

Tenía tantas respuestas pugnando por salir en la garganta, pero fue cuando Sehun estornudó sobre su oreja que encontró la correcta:

- Que nunca te prometa ir a comer durante una tormenta de nieve.

 

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No culpes al inverno porque la lluvia no caiga solo del cielo."

A sus catorce años, Yixing había experimentado un sinfín de pesares, había sido testigo de los actos más crueles de los hombres y de las más desgarradoras verdades de la naturaleza.

A los catorce años ya había experimentado de cerca la muerte. Como esa vez que se calló por la escalera y se golpeó la cabeza tan fuerte que estuvo a punto de perder la vida; o esa tarde en que una placa metálica del centro comercial en construcción calló justo a su lado. Incluso está esa vez en que vio un choque en la autopista y vio a los policías y bomberos intentar sacar a una mujer de un auto antes de que este explotara y no alcanzaran a salvarla. Yixing había experimentado la muerte de cerca también viendo a sus abuelos morir, pero no comprendía realmente lo que significaba.

Su madre había dicho que es algo que, tarde o temprano, a todos le pasará. Su padre, en cambio, decía que debía temerle, porque la muerte era el fin de todo y, después de ella, solo existe la nada.

Yixing no tenía una opinión clara frente a lo que desaparecer significaba, tampoco sobre el olvido o la destrucción total. Apenas comprendía que términos como Apocalipsis o Ragnarok pudieran aplicarse a algo porque no creía en fuerzas divinas controlando las vidas humanas, menos aun quitándolas.

A Yixing la muerte no le provocaba dolor, ni miedo, por lo que vivía sin preocuparse por ella, pero un suceso inesperado le trajo una perspectiva completamente nueva.

Todo el vecindario se vio conmocionado por la noticia. Nadie lo esperaba ni vio venir algo como eso. El señor Oh era un hombre joven y vital, algo serio para la mayoría, pero cariñoso y preocupado por su familia. Sehun era el vivo reflejo del hombre, serio y silencioso como él, pero frágil y dulce en el fondo. No era que la muerte del hombre le preocupara demasiado a Yixing, pero conocía las consecuencias que esta traía para las personas cercanas al difunto. Había visto viudas sumidas en la más absoluta depresión luego de perder a sus maridos; madres suicidándose por la pérdida de sus hijos; hijos desamparados por la pérdida de sus padres... Y él no quería ver eso en lo que quedaba de la familia Oh, no quería que a Sehun lo consumiera la tristeza y quisiera seguir a su padre a donde sea que fuesen las almas al morir el cuerpo.

Su madre no se preocupaba por lo que ocurría con sus vecinos y su padre no estaba lejos de pensar como ella, así que ni siquiera se molestaron en llevar las condolencias a la familia Oh y Yixing se sentía como un intruso en el velorio, porque él no sentía pena como el resto, él simplemente estuvo ahí por acompañar a Sehun.

Fue en medio de la noche, cuando la lluvia comenzaba a menguar, que vio a Sehun salir corriendo de su casa. Bajó las escaleras corriendo y abrió la puerta justo en el momento en que el coreano saltaba a sus brazos y rompía a llorar desconsoladamente.

Lay conocía las consecuencias que la muerte podía traer para los vivos y le aterraba la idea de que estas se materializaran en su pequeño amigo, por lo que lo llevó a su habitación, donde sus padres no podrían verlos y lo recostó en su cama. Decidió que le daría un lugar a la tristeza para que habitara fuera del cuerpo del coreano. Decidió darle rienda suelta a la pena y dejarlo expresarla hasta sentirse libre de ella. Decidió que el vacío de la oscuridad se encargaría de consumir el llanto y las lágrimas se Sehun, al igual que hacía con las suyas. El ruido de la lluvia que comenzaba a caer con más fuerza fue ahogado por la música de un violín que armonizaba con sus oscuros estados de ánimo, mientras él le construía un refugio a Sehun con su cuerpo y sus mantas.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

La voz de Sehun se escuchó ronca y quebrada, y llegó al chino casi reptando por sus oídos hasta enterrarse en su corazón, casi como si pudiera sentir el dolor del menor, pero no le importó consumir y apoderarse de ese dolor ni convertirse en una criatura oscura si con eso mantenía a salvo el alma inocente del coreano.

- Que no debe temerle a la oscuridad ni a los demonios que ahí se ocultan.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No creas que solo en invierno mueren las flores."

Cuando Yixing cumplió los dieciséis años, experimentaba una mezcla de abandono y plenitud a partes iguales.

La ambivalencia de sus padres había alcanzado su auge, llegando al punto en que a ninguno de los dos le importaba la existencia de su hijo, pero ambos se molestaban en controlar y limitar su vida.

Yixing quería ser libre y volar, eso lo había descubierto mirando a las palomas en la plaza central un día luego de escaparse de clases con Suho, uno de sus compañeros. Y, aunque no tuviera alas para tomar vuelo, quería ser libre e ir a donde quisiera.

Junto a Suho también conoció a Kris, un chino que acababa de llegar de Canadá con su familia por cosas de trabajo de sus padres. Al principio pensó que sería igual que su familia, que su padre camuflaba, con viajes, los engaños de su madre. Tristemente estaba equivocado, aunque su situación no era del todo diferente. Los padres de Kris sí viajaban por trabajo, el hombre era gerente de una cadena de Hoteles y viajaba dependiendo de qué sucursales requerían de más atención, mientras la mujer era una ama de casa fiel y preocupada de sus clubes sociales. Kris, por su parte, solo recibía dinero y regaños de parte de sus padres, estaba siendo poco a poco abandonado emocionalmente, tal y como los padres de Yixing hicieron mucho tiempo atrás.

En Kris encontró algo así como su alma gemela, porque en el fondo eran idénticos. Ambos estaban resentidos y dispuestos a romper todas las reglas de su existencia con tal de sentir algo de vida. Con él probó por primera vez el alcohol y las drogas, encontró refugio en sus locuras. Mientras Luhan seguía siendo un histérico cobarde y Sehun era demasiado pequeño para beber, Kris y Suho, hijos de padres adinerados y despreocupados, tenían la posibilidad de hacer lo que quisieran con su vida y su dinero, permitiéndole a Lay escapar de todos sus problemas. Yixing fingía no ser consciente del duelo constante en que el chino y Suho vivían enfrascados, no quería hacer algo con ello tampoco, después de todo le resultaba divertido y gratificante tenerlos babeando a sus pies.

Estaba tan acostumbrado a los hábitos destructivos de Kris, que no supo cómo reaccionar del todo frente a su regalo de cumpleaños. Una tarde de invierno, Kris llegó a su casa con una caja de cartón en los brazos y una sonrisa ladina en el rostro.

Muy en el fondo de su mente, Yixing extrañaba las tardes tranquilas junto a Sehun y Luhan, ver películas en la casa del ciervo comiendo helados o pasar las noches comiendo galletas y bebiendo chocolate en la casa del coreano. A veces quería detener su vida, acabar con todos los excesos, las drogas y las fiestas y volver a ser la criatura inocente que reía mientras sangraba y disfrutaba de ver el rostro estoico del coreano.

Quizá Kris fue consciente del secreto anhelo de Lay y por eso decidió recuperar parte de su alegría regalándole un perrito, dándole a entender a Suho que él era quien estaba más cerca del menor. Yixing se enamoró perdidamente del pequeño animal y decidió llamarlo Rookie, ya que Sehun le había hecho prometer, jurar y firmar un compromiso, diciendo que el primer perro que ambos tendrían se llamaría de esa forma.

Fue ese mismo invierno que Sehun comenzó a alejarse de él. Lay no comprendía por qué el menor ya no deseaba pasar tiempo con él y prefería estar con Jongin, el primo menor de Suho, en lugar de con él. También fue el invierno en que Kris triunfó sobre Suho, ya que el coreano fue obligado por sus padres a irse a estudiar a Inglaterra para, al volver, hacerse cargo de los negocios de la familia Kim.

Para Yixing, el invierno comenzaba a significar todas las cosas horribles y asquerosas del mundo, el abandono, las despedidas, la muerte... Todo, pero fue unos meses después, ya entrando al verano, que tal vez pudo recuperar algo de sí mismo cuando el pequeño Rookie murió atropellado. La única fuente de cariño y contención que permanecía en su vida, se marchó sin decir adiós.

Tiempo después ni él mismo recordaría cómo llegó a la habitación de Sehun, tampoco recordaría al menor corriendo las cortinas, apagando las luces y poniendo una triste tonada de piano para ahogar sus llantos, antes de envolverlo en sus mantas y abrazarlo tiernamente, dándole la seguridad que la vida le estaba quitando poco a poco.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

Yixing abrazaba con fuerza un peluche de unicornio que Sehun tenía de invitado en su cama, cuando recordó al coreano obligándolo a prometer, jurar y firmar un compromiso diciendo que nunca más tendrían perros de mascotas.

- Que los únicos animales que te gustan son los conejos y los unicornios, así que no debería tener esperanzas de tener un perro.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No culpes al invierno por la falta de calor de las personas."

A los diecisiete años, Yixing decidió que ya no podía seguir esperando, aunque no supiera qué era lo que esperaba, por lo que decidió embarcarse en una aventura un tanto desafortunada. Su cuerpo había cambiado lo suficiente como para volverse atractivo ante ojos ajenos, pero él solo tenía a Kris a su lado, así que probablemente él era el único que se daba cuenta de ese detalle.

Cuando cumplió dieciocho, ya tenía una especie de relación con el chino mayor, un contrato en que ambos fingían querer y preocuparse por el otro para así no tener que enfrentar la triste realidad en que habitaban. Yixing estaba solo incluso cuando estaba con Kris. Kris, por su parte, estaba solo incluso cuando estaba con Yixing. Ambos anhelaban llenar sus propios vacíos en la piel del otro, pero ninguno lo conseguía.

Yixing sabía que él no quería esa soledad, no le gustaba sentirse ajeno a todo y todos. Luhan se había ido a la universidad y apenas se veían. Y era tan molesto tener al chino cerca, verlo y ver sus ojos de ciervo llenos de vida y de luz, ver sus sonrisas desvergonzadas y la inocencia de sus actos. Saber que, en algún momento del pasado, él fue igual le carcomía el alma, pero nada de lo que Luhan provocaba se comparaba a estar cerca de Sehun. La idea de ver a Sehun solo le provocaba repugnancia, animales recorriendo su piel e ideas de vómitos y arco iris. Sehun era todo lo que Yixing no. Era inocencia, pero no esa medio estúpida de Luhan. Era inocencia pura y llana, resplandeciente y dolorosa. Era calor abrasivo, como llamas y magma, volcanes y lluvias de meteoritos. Galletas recién horneadas y chocolate caliente bajo la lluvia. Sehun era el maldito hogar al que Yixing quería volver cada día, sin saber que este estaba más lejos con el paso del tiempo. Y Yixing era tan consciente de estos sentimientos como ignorante era el coreano, porque Sehun aun era muy pequeño, muy infantil. Sehun aun no estaba listo para adentrarse en la complejidad de los sentimientos románticos de las personas. Fue por eso que Lay le escribió una carta a Sehun en el mismo momento en que fue consciente de sus sentimientos hacia el menor. Porque besar a Kris era una cosa, pero soñar con el coreano menor, era otra muy distinta. Yixing incluso podía fingir que era Sehun con quien compartía caricias prohibidas cuando recién estaba conociendo las mieles de la intimidad.

Las cosas habían empeorado cuando, con la idea de mantener vivo el lazo que lo unía al coreano, lo convenció de tomar clases de danza juntos, ya que Sehun había expresado su deseo de compartir escenario con él algún día. Yixing no había estado preparado para la experiencia de ver al muchacho sobre un escenario, moviendo su cuerpo al son de la música, sudando y despertando su deseo carnal con el movimiento ilegal de sus caderas. Sin pensarlo dos veces, un día decidió no volver a esas clases, de hacerlo, mancillaría al menor de la misma forma en que la vida hizo con él.

Porque Sehun siempre sería, a sus ojos, inalcanzable.

Como queriendo convencerse a sí mismo de que todos esos pensamientos no eran más que meras fantasías producto de su mente necesitada de afecto, se centró en su pseudo relación con Kris.

Y, cuando su madre lo descubrió besándose con el mayor en el centro comercial, donde probablemente se encontraba con su amante, no le sorprendió que la mujer solo reaccionara con desprecio y decepción. Tampoco fue sorpresa que su padre renegara de su único hijo y culpara a su madre por su desviación.

- ¡Tú y tus jodidos amantes! ¡Un hijo maricón es lo que te mereces por ser una puta!

Él no debía sentir tan familiares esas palabras, pero tristemente, eran las únicas cosas que su padre podía decir con algo de verdadera emoción.

A Yixing hace mucho tiempo le había dejado de importar la opinión de cualquiera de sus padres pero eso no quitó que le doliera no tener su apoyo en esto.

A sus dieciocho años, Yixing fue repudiado por, desheredado y despreciado por las mismas personas que lo trajeron al mundo y juraron protegerlo.

A sus dieciocho años, en el invierno más frío de su existencia, Yixing perdió todo lo que tenía.

Con tristeza piensa que fue invierno cuando él nació, sus padres solían recordar ese invierno con alegría, mas dieciocho años después las cosas habían cambiado radicalmente.

Yixing nació en una noche de tormenta.

Su madre, dieciocho años después, diría que fue el mayor dolor de su vida y el único por el que nunca recibiría recompensa.

Su padre agregaría que esa tormenta fue la síntesis de su desgracia.

 

No dudó en llamar a Kris en seguida, el chino había visto la reacción de la señora Zhang y se sentía un poco culpable por la forma en que la mujer trató a su hijo, así que prometió darle todo su apoyo. Pero el chino menor no esperaba lo que se encontró afuera de su casa.

Sehun, que estaba más alto, más desarrollado y, por supuesto, más guapo, lo miraba con su semblante inexpresivo. Tampoco esperaba que el menor le quitara el bolso y lo arrastrara a su casa, invitándolo a cenar y a quedarse.

La señora Oh, dulce como siempre, no hizo preguntas sobre sus bolsos y la hinchazón de sus ojos, simplemente lo alimentó como siempre había hecho y lo hizo sentir en casa. Mientras veía a Sehun comer y conversar sobre trivialidades, se preguntó si el coreano se percataba de lo afortunado que era.

Al terminar la cena, fue el primero en marcharse, la señora Oh parecía reconocer su necesidad de soledad, a diferencia de su hijo.

La habitación de Sehun permanecía tal cual él la recordaba, con posters en las paredes y las mantas con estampados de estrellas y planetas que Luhan le regaló a los trece. Yixing también le dio un regalo a Sehun, recuerda, fue un álbum de fotos de los tres y una carta, pero él pidió abrirlo cuando fuera mayor, cuando pudiera conocer los sentimientos del mayor sin preocuparse por las normas legales que estarían rompiendo al mantener una relación con un menor. También recuerda que fue el último regalo que le hizo.

La carta, pensó recorriendo la habitación del menor, buscándola en todos los rincones. Sehun, pensó de forma frenética, no era gay. La forma en que coqueteaba con sus compañeras de baile no era de alguien que sintiera atracción por su mismo sexo, por lo tanto no debía leer la carta en la que confesaba sus patéticos y enfermos sentimientos. ¡Mierda! Sehun era un niño. Uno bueno, uno que no merecía ser corrompido por alguien roto y contaminado como él. Encontró la caja en el closet, escondida. Sehun debió dejarla en ese lugar para no sentirse tentado a abrirla en cualquier momento. Cuidadosamente, despegó el papel, rompiéndolo un poco en el proceso y sacó la caja que contenía el álbum. En el último forro, detrás de la última foto, estaba el sobre negro. ¿Qué demonios tenía en la cabeza cuando entregó ese regalo tan lúgubre? Claro, los colores favoritos de Sehun eran el blanco y el negro.

Sintió las lágrimas volver a caer por sus mejillas al contemplar la última foto, la que tenía cubierta la mitad por un papel donde le pedía a Sehun seguir creando recuerdos juntos, solo ellos dos, como el de la última imagen, la que arrancó y escondió en el bolso junto al sobre.

Para cuando Sehun llegó a la habitación, Yixing apenas podía respirar entre hipos y sollozos. Y maldito fuera el coreano por no reaccionar ante su tristeza, por no comprender que no le importaba alejarse de su familia, porque nunca tuvo algo como eso. Sehun nunca comprendería que Yixing lloraba por haberlo perdido a él.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

- Que a veces las emociones desbordan el alma, pero que eso tú no lo puedes comprender.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No creas que solo en invierno las personas se desesperan por algo de calor."

Los siguientes años son un completo borrón en la mente del chino.

Luego de marcharse de su casa a vivir con Kris, quien lo recibió con los brazos abiertos, se sumergió en el mundo de los excesos, pero llevando todo lo que conocía, al límite. Recuerda ocasiones en que no había día de la semana en que estuviera consciente o que su cuerpo no estuviera siendo atacado por los síndromes de abstinencia.

A los diecinueve años, Yixing era un drogadicto que iba de trabajo en trabajo buscando la forma de solventar sus vicios. A los veinte comenzó a trabajar en un club nocturno que cada noche abandonaba con alguien distinto. A veces Kris estaba a su lado, pero la mayor parte de ellas, estaba él solo contra el mundo y todos sus demonios.

A los veinte años, Yixing tuvo la peor sobredosis de su existencia. Mientras su cuerpo convulsionaba en el baño de un club, su mente divagaba en recuerdos de un pasado anhelado siendo destrozado por los monstruos de su presente. Fue cuando despertó en un hospital desconocido luego de una semana de estar inconsciente, que decidió cambiar su vida, que decidió dejar de anhelar algo y luchar por conseguirlo. Fue un año difícil, con noches en que su cuerpo picaba, en que los demonios lo acosaban. En que su corazón demandaba por el abrazo de un coreano inexpresivo.

No recordaba cuando había visto a Sehun o Luhan por última vez, tampoco podía recordar si lo hizo estando lúcido o bajo los efectos de las drogas. Solo le rogaba a los dioses por no haber arruinado más las cosas cuando ocurrió. Si es que ocurrió.

Vivir de forma independiente, para alguien que estaba ciertamente perdido, fue un absoluto infierno.

Para su sorpresa, en el invierno de sus veintiuno, Yixing volvió a tocar el suelo con los pies y fue arrojado completamente a la tierra por un encuentro inesperado.

Hacía frío y la noche amenazaba con largarse a llover, pero de todas formas decidió salir con Kris y algunos de sus amigos de la universidad. Habían pasado meses en que no tuvo ninguna recaída, por lo que estaba recuperando la confianza en su fuerza de voluntad. Estaba yendo al gimnasio y retomó sus clases de danza, no se permitía estar cerca de los vicios y hasta se había tinturado el cabello de rubio para reafirmar la idea de ser una persona nueva.

Pero esa persona completamente nueva quedó en el olvido cuando volvió a su infancia al encontrarse con Sehun afuera del karaoke. El coreano apestaba a cerveza y soju y apenas podía mantenerse en pie. Alejándose de sus amigos, Yixing decidió llevarlo a casa luego de verlo vomitando en un contenedor de basura. ¿Qué había pasado con su pequeño y adorable Sehun? Aunque debía reconocer que ya no había nada pequeño ni adorable en el menor. Habían pasado meses desde la última vez que se toparon en la calle y no recordaba que fuera tan alto y tan fuerte. O atractivo, porque el muchacho, borracho y todo, era la cosa más ardiente que Yixing conocía. Y lo adorable desapareció en el momento en que comenzó a despotricar  contra él.

- ¡Me abandonaste, maldito bastardo! -el grito resonó por todo el callejón, al igual que todas las palabras que Sehun escupió entre lágrimas y sollozos mientras se esforzaba por respirar.

Yixing nunca esperó que Sehun se sintiera de esa manera, aunque tenía sentido. Ellos habían sido como hermanos siempre y Lay, de un día para otro, lo abandonó sin ninguna explicación.

Escuchó cada uno de sus reclamos sintiendo su corazón romperse un poco más con cada uno, recriminándose a sí mismo la distancia que había puesto entre ellos. Incluso se había alejado de Luhan sin razones.

Con pasos tambaleantes, llevó al menor a su departamento, quería servirle un café y esperar a que se le quitara la borrachera antes de sentarse a hablar con él. Necesitaba desesperadamente hablar con Sehun, recuperarlo y volver a sentirse en casa, tal vez hasta entregarle la carta que aun guardaba entre sus cosas. Pero cuando llegó al departamento que compartía con Kris, todo se fue a la mierda.

Apenas había cerrado la puerta a su espalda cuando Sehun volvió a llorar, pero esta vez apretándolo en un asfixiante abrazo, susurrando dulces palabras que le decían cuánto lo había extrañado. Lay se sintió derretir cuando el menor susurró un "te necesito tanto, hyung" contra su cuello y todo en él se erizó, despertando una especie de calor que nunca había sentido. No se molestó en reprimirse, simplemente tomó la barbilla del menor y los besó castamente, sin esperar ser respondido.

- ¿Te gustó el álbum?

- ¿Qué álbum? -respondió el menor con los ojos desorbitados atacando el cuello del mayor con vehemencia.

Tal vez había tirado a la basura su regalo, tal vez había leído los "te amo" escritos en chino una y otra vez, tal vez se sintió repugnado por los sentimientos del chino, pero nada de eso importó cuando fue el mismo coreano que empujó a Lay contra la pared de su habitación y comenzó a besarlo como si quisiera succionarle la vida.

Está borracho. Está borracho. Está borracho.

No importó cuantas veces se repitió lo mismo, porque cuando Sehun se deshizo de su chaqueta, Yixing comprendió que ya no había vuelta atrás.

Los brazos del menor eran tan cálidos, sus manos tan delicadas, sus besos tan apasionados, que Lay comprendió que, de morir esa noche, moriría feliz habiendo probado el cielo.

Pero las cosas no llegaron más lejos que unos cuantos besos y toques lascivos, porque cuando Sehun quiso deshacerse de sus zapatillas, se enredó con sus propios pies y terminó cayendo de boca sobre la cama, donde inmediatamente quedó inconsciente. Lay quería continuar, llegar hasta el final con Sehun y más allá de ser posible, pero el menor comenzó a roncar antes de que el chino pudiera reaccionar.

Con una sonrisa en los labios y saboreando los restos de los mejores besos de su vida, se las arregló para acomodarlo en su cama y dejarlo dormir, con la esperanza de que al otro día recordara el "te amo" que se le escapó minutos atrás.

Cuando Kris llegó, Lay dormía en el sillón de la sala, dando a entender que su invitado ocupaba su cama.

Yixing sabía que a Kris no le agradaba Sehun y viceversa, pero ambos eran parte fundamental de su vida, como las caras de una moneda. Una llena de alegría y sonrisas,  y la otra llena de vicios y dolor. A veces, Yixing creía que Sehun era su dolor más profundo.

Cuando el coreano despertó al otro día, Lay llevaba horas observando su rostro en paz, por lo que no se esperaba la reacción que tuvo al verlo junto a Kris y escapar del lugar sin una palabra, ni siquiera para celebrar su reencuentro.

Conociendo a Sehun y su precario sentido de la orientación, decidió seguirlo por la calle, dándose cuenta en seguida de que el menor no tenía la más remota idea de dónde se encontraba. Al menos eso seguía igual, porque cuando el coreano comenzó a llorar y reír como un desquiciado, Yixing por fin vio lo destrozado que estaba. Porque Sehun estaba solo. Abandonado al igual que él, pero sin alguien que lo acompañara en su miseria, ahogándose en sí mismo.

Fue en el invierno de sus destrozados veintiuno que Yixing decidió recuperar su vida y recuperar a Sehun.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

Yixing recordó la foto que ocultaba junto a la carta, una foto de un chino y un coreano abrazándose y sonriendo. Una foto que solo podía describirse con una palabra "felicidad". Se preguntó dónde estaba ese Sehun, la única persona que podría sobrevivir a las miserias del mundo. Se preguntó en qué momento se dejó ir.

- Que eres un idiota.

 

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- Las nubes no necesitan del invierno para impedirte ver el sol."

Con la llegada de un nuevo invierno y con él sus veintidós años, Yixing había compuesto un poco su vida. Recuperó el contacto con Luhan y se sorprendió al saberlo enamorado de un chico, un compañero de trabajo según él, pero el dueño de la cafetería donde el mayor trabajaba mientras seguía en la universidad. Gracias a los astros, el ciervo no era alguien rencoroso o nunca le habría perdonado esos años de ignorar su existencia. Luhan era un verdadero regalo de los dioses, porque aun después de escuchar todas las peripecias que Lay tuvo que atravesar, aceptó recuperar su amistad y trabajar juntos para traer de vuelta a Sehun del agujero en que estaba.

Había dejado su trabajo de barman y daba clases de canto y composición en una academia, la misma a la que Sehun asistía. Con el orgullo inflándole el pecho, veía como el coreano se volvía el mejor bailarín del mundo a sus ojos.

Su vida profesional estaba cada vez mejor y las cosas con Luhan y Sehun volvían a ser como en el pasado, aunque nunca le confesó al menor lo que ocurrió en la noche de su borrachera y él anhelaba repetir sin interrupciones. Pero así como algo debía mejorar, una parte de su vida se desmoronaba. Kris estaba cada vez más insoportable, no le agradaba la idea de que Yixing pasara tanto tiempo con Sehun, ni siquiera fue a ver su presentación en el festival de invierno porque compartiría escenario con el menor. Y mucho menos le agradó la idea de que Yixing trabajara nuevamente con el coreano preparando un dúo para fin de año. A veces incluso iba y lo arrastraba de sus ensayos, dejando a Sehun en medio de las prácticas, solo. El coreano nunca decía nada, ni siquiera se molestaba en saludar a Kris. En ocasiones, prefería quedarse tanto tiempo como le fuera posible en la academia, ya que no soportaba la presencia de Kris en el departamento y Sehun siempre se quedaba a hacerle compañía, ¿cómo no amarlo?

Una tarde de lluvia torrencial, Sehun llegó a la academia y sorprendió a los chinos con su nuevo look, su cabello antes castaño había adoptado todos los colores del arco iris, dándole un aire infantil que resultaba más que adorable. Y, cuando sonreía, Yixing apenas podía aguantar los deseos de empotrarlo contra la pared y quitarle toda la inocencia que el cabello le concedía.

- Sehun-ah, te ves tan lindo con ese cabello -a veces hasta de Luhan se sentía celoso. Peor se sentía con Jongin cerca, el pequeño bastardo que se esforzaba por alejar a Sehun de él. Aunque le agradeció el irse detrás de DO y darle la privacidad que tanto necesitaban.

Yixing quería decirle a Sehun sus sentimientos, quería confesarle que llevaba toda una vida amándolo, que lo necesitaba más de lo que necesitaba a la música, pero Sehun seguía siendo el coreano inexpresivo que nunca revisó su álbum de fotos y todos los "te amo" escritos en chino sobre él. Al mismo tiempo, odiaba cada sentimiento que lo desgarraba cuando estaban juntos, porque solo él tenía en la memoria esos besos, solo él los recordaba y anhelaba.

Sehun provocaba tantas cosas en Yixing y no se percataba de lo enamorado que el chino estaba. Nunca sabría de todo el infierno que atravesó y, menos aun, sabría que fue él mismo quien lo arrastró afuera luego de haberlo hundido.

Sehun desataba caos en el chino, vientos huracanados y lluvias torrenciales, sequías, olas de calor y eras glaciares. Sehun elevaba al chino hasta el cielo y lo hundía en la más vil desesperanza.

Como si conociera del todo la entropía en la mente y el corazón del chino, un día de nieve suave e inmaculada, Sehun llegó a la academia con el cabello negro como la noche, contrastando con el pálido paisaje a su alrededor.

Yixing extrañaría el arco iris y la infinidad de colores en su inocente amigo, pero no podía negar lo ardiente que se veía.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?

Escuchó la pregunta abandonar de forma inocente los labios coreanos mientras se dejaba arrastrar por Kris hacia afuera de la sala de ensayos.

- Que eres capaz de ser vómito y arco iris al mismo tiempo.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- No culpes al invierno, las tormentas se pueden desatar en cualquier momento."

Fue una noche de lluvia entre el invierno número veintidós y el veintitrés en su relación con Kris llegó al punto de quiebre.

El mayor encontró la carta y la fotografía que Yixing escondía como única opción de volver al pasado. Hacía frío y la lluvia caía de forma crepitante sobre el vidrio de la ventana al tiempo que Lay veía su cuerpo ser separado violentamente de Sehun por las pérfidas manos de quien debía ser el amor de su vida. Luego, la única imagen de Sehun sonriente fue incinerada frente a los ojos aguados de un chino desesperado.

No lo pensó mucho antes de reaccionar, simplemente tomó el plato que descansaba sobre la mesa y lo arrojó contra su mayor, así como hizo con cada objeto que encontró, pero no importó cuando cosas tiro y quebró, nada le ayudó a recuperar la imagen vuelta cenizas.

Y cuando fue consciente de todos sus actos barbáricos, Kris estaba tirado en el piso sobre un charco de sangre.

El hospital, la comisaria, la demanda, el juicio y el consecuente acabose de su relación fue todo lo que Yixing obtuvo después de esa noche. Tomó sus pertenencias y se marchó, llevando consigo una carta arrugada como único objeto de valor.

Pensó volver con sus padres por un tiempo, pero descartó la idea en seguida, aunque sí fue a visitarlos, encontrándose con la sorpresa de que ambos se habían marchado.

Cuando se encontró con la señora Oh y esta lo invitó a cenar a su casa, la mujer le contó que sus padres se habían divorciado definitivamente el año anterior y que ambos estaban rehaciendo sus vidas lejos. Al igual que ella. Yixing debía sentirse triste por el abandono definitivo, pero la única noticia que lo realmente conmovió fue la del nuevo matrimonio de la señora Oh, que al parecer había encontrado nuevamente el amor, aunque en sus ojos se podía ver que aun extrañaba a su difunto esposo.

Vagamente, pensó que la mirada de la señora Oh era igual de triste que la de su hijo.

Esa noche durmió en la antigua cama de Sehun, que aún conservaba el cubrecamas del espacio, rememorando la última noche que estuvo en ese lugar y la forma en que Sehun se aferraba a él, como si no quisiera dejarlo marchar. Revisó cada rincón de la habitación, encontrando la caja abandonada y llena de polvo al final del closet, el menor nunca vio su álbum, el que tanto trabajo le costó armar para él, solo para él.

Esa noche Yixing durmió con lágrimas en los ojos, abrazando el pequeño unicornio olvidado, añorando tener al coreano nuevamente reconfortándolo.

 

En el invierno de su cumpleaños veintitrés, Yixing decidió hacer una fiesta e invitar a todos sus conocidos, incluso a Suho, que había vuelto de Inglaterra convertido en todo un hombre de negocios.

Fue en uno de los salones de la academia que todos se reunieron a celebrar al chino bajo la lluvia torrencial. Recibió un montón de regalos, desde un nuevo piano eléctrico hasta un pequeño peluche de conejo por parte de uno de sus compañeros de trabajo, pero a Yixing lo único que le importaba era la presencia de Sehun, que llegó casi al final, cuando la mayoría se había marchado o estaban borrachos, pero eso no lo supo hasta que fue demasiado tarde.

Suho, al igual que muchos otros, había bebido más alcohol del que su hígado podía soportar e iba por ahí insinuándose a todos, pero tenía solo un objetivo en mente, un chino rubio de apariencia despistada. Yixing se lo topó saliendo del baño, al parecer lo estuvo esperando, y antes de poder reaccionar, lo tenía atacando su boca de forma violenta.

- No esperé estos malditos siete años para nada -gruñó mordiéndole el labio inferior antes de ser empujado y golpeado por un exasperado Yixing.

- Una lástima, porque yo no te recordé en estos años.

No se molestó en discutir con él borracho como estaba, simplemente volvió a su fiesta como si nada hubiese pasado, encontrándose con un Luhan enfadado al lado de su actual novio, un coreano agradable de rostro infantil llamado Minseok.

- ¿Qué ocurrió con Sehun?

- ¿Sehun? -Yixing buscó por todas partes sin hallar pistas del menor-. ¿Sehun vino?

- Sí, te fue a buscar al baño para saludarte y darte un regalo, pero se devolvió en seguida y se largó.

Luhan pocas veces se enfadaba, pero en ese momento Yixing se dio cuenta de que observaba con fuego en los ojos a Suho.

- Te dejó esto.

Luhan le entregó un pequeño sobre con un dibujo de unicornio afuera y un simple papel blanco adentro con una pregunta:

“Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías?”

- Que ojalá muera mañana.

Porque Yixing no soportaría pasar el resto de su vida viendo a Sehun con otra persona, aunque eso fuera lo mejor para el menor.

 

"- Odio el frío. Odio el frío. Odio el frío.

- Hyung, si tienes frío, yo puedo calentarte."

Es invierno nuevamente y Lay, a menos de un mes de cumplir veinticuatro, bebe bubble tea en el café de Luhan y Minseok mientras ve la lluvia caer en el exterior. En sus manos sostiene una roída carta y se pregunta si debería o no romperla, quemarla y acabar con todo, pero sabe que los sentimientos seguirán en su pecho, que no hay forma en que estos desaparezcan. Sin embargo, rompe el papel en mitad, luego en otra mitad y repite la acción hasta obtener solo pequeños trozos de papel picado.

Siente frío, el viento se cuela por la rendija de una de las ventanas mal cerrada y lo golpea en el rostro, por lo que termina maldiciendo a Luhan por lo bajo. Pero es una ventisca que entra por la puerta junto a un nuevo cliente lo que le congela los huesos.

Yixing no le presta atención al recién llegado, está muy sumido en sus propios pensamientos como para molestarse.

Repentinamente, algo se agita en la entrada y ve a Luhan correr hacia la puerta con Minseok siguiéndolo los pasos con una taza de café en las manos.

- ¿Qué demonios haces, Hunnie? -solo al escuchar el cariñoso apodo que Luhan le tiene al menor es que se molesta en voltear y se encuentra con un Sehun apenas cubierto por una chaqueta de cuero y bañado hasta el alma en agua de lluvia.

Al igual que Luhan, corre hacia el coreano y empuja a la pareja para ser él quien le quite la ropa empapada a Sehun y lo ayude a entrar en calor.

Gracias a los astros, Minseok actúa rápido y cubre al menor con una manta al tiempo que lo empuja más cerca de la estufa y lo obliga a beberse el café. Sehun tiembla y le castañean los dientes, tiene los pómulos pálidos y el vapor se escapa por su boca, pero no despega la mirada del chino que, preocupado, acaricia sus hombros buscando abrigarlo.

- Fue una corazonada, esperaba poder encontrarte acá -poco a poco los labios del menor recuperan el color, al igual que sus mejillas, que se sonrojan cuando Luhan y su novio los dejan solos.

- Pudiste llamarme.

- Cuando lo pensé, mi celular ya había tomado un baño -muestra el inservible aparato al tiempo que recupera de entre sus ropas húmedas con manos temblorosas, un antiguo álbum de fotos-. Mi madre lo trajo hoy.

Con manos temerosas, Yixing toma el álbum y lo hojea, reencontrándose con tantos recuerdos olvidados. Las lágrimas se acumulan en sus ojos mientras acaricia un "te amo" escrito en chino que se aferra al papel rebelándose contra el paso del tiempo.

- Hyung, dime que eso aun tiene el mismo valor, dime que significa lo que creo y juro que olvidaremos todos estos años y comenzaremos de nuevo.

Quiere decir que sí, que las palabras siguen significando lo mismo, que los ocho años pasados no tienen peso en sus sentimientos, pero sabe que mentiría y no puede engañar a Sehun, por lo que solo niega con la cabeza.

Siente su corazón romperse cuando ve al menor llorar y negar con la cabeza, como si no pudiera comprender la situación y quiere explicarse, quiere decirle a Sehun que sus sentimientos no son los mismos, que él mismo los ultrajó con el paso del tiempo, que sus errores los contaminaron. Quiere decirle que lo ama, pero que no es ese amor puro e infantil de hace ocho años que el menor merece, que es algo más visceral y pecaminoso, más pasional e instintivo. Quiere decirle que es un amor nace de lo más profundo y oscuro de su ser, que lo destruye y al mismo tiempo le da vida. Que es todo lo que tiene para ofrecer, su alma, su cuerpo y su corazón. Pero antes de poder articular alguna palabra, Sehun ataca su boca sumergiéndolo en una especie de éxtasis que creía inexistente.

Yixing recuerda vagamente su primer beso, la noche de borrachera del menor y este no es ni remotamente parecido. No solo porque no hay residuos de vómitos y alcohol en su sistema, sino que Sehun está completamente consciente de sus actos y lo besa como si quisiera apoderarse de todo su cuerpo y toda su humanidad.

- Yo te amo, hyung. Y creo que lo he hecho desde siempre, de antes de conocerte, en mis peores momentos, en los mejores, destrozado como he estado estos años... Siempre te he amado y me temo que siempre lo haré -murmura besando sus labios, sus mejillas, su frente, sobre sus párpados, sus orejas, su cuello, cada extensión de piel visible queda marcada por los finos labios del menor y deja un camino de fuego sobre el cuerpo del chino que se extiende por cada una de sus células.

- Lo siento tanto...

- Siéntelo, hyung -Sehun suena desesperado y Yixing se odia por hacerlo sentir de esa forma. El menor toma la mano de Lay y la lleva a su pecho a la altura de su corazón, que late desbocado bajo la piel, piel que se eriza cuando el chino toca la camiseta húmeda-. Siente como late y siente como late el tuyo, es todo lo que importa.

Lay está llorando y no lo sabe, porque sus lágrimas se confunden con las gotas que caen del cabello ahora rubio de Sehun y recorren su rostro hasta caer desde su barbilla al suelo infinito.

- Perdóname, perdóname -repite hasta que la palabra pierde significado en su boca y busca los labios contrarios y los masajea hasta humedecerlos e hincharlos. Y buscas más piel para besar y marcar, se encuentra con su frente helada, con sus pómulos pronunciados y esa línea de la mandíbula que le fascina.

- Hyung -Sehun lo detiene y busca sus ojos, también está llorando y todo es un jodido caos de nuevo-, estoy tan roto, que realmente comprendo que ya no lo sientas.

- Pregúntame, repíteme la pregunta que siempre me haces... –no quiere escuchar esas palabras, no quiere que Sehun se sienta menos que él, porque tal vez sí está roto, tal vez sí están igual de destrozados, pero cada uno de sus trozos, sus pedazos afilados e hirientes, encajan a la perfección.

- Si alguien te dijera que quiere pasar el resto de su vida a mi lado, ¿qué le dirías? -pregunta con la voz rota no queriendo escuchar la respuesta.

- Que no te merece... –Sehun cierra con fuerza los ojos y aprieta las manos que rodean al chino, probablemente dejando marcas en su piel-. Nadie te merece porque eres la persona más maravillosa que conozco, la más hermosa y tierna. Nadie es lo suficientemente bueno para ti. Ni siquiera yo –pero Yixing sabe que ya es tiempo de acabar con tanto sufrimiento, es tiempo de ser egoísta y tener el valor de arriesgarse, por última vez-. Sehunnie, yo estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar tu amor.

- Entonces dime que me amas hyung, eso es todo lo que necesito.

Yixing no sabe por cuánto Sehun ha pasado para reunir el coraje suficiente para buscarlo después de tantos años de amarlo en secreto. No sabe que Sehun está luchando una batalla interna por ser capaz de entregarse por completo, pero ve el fuego en sus ojos, ve la pasión que él hace tanto perdió, ve en Sehun todo lo que desea y todo lo que ama.

Es en los ojos de Sehun que Yixing encuentra el calor del sol y comienza a apreciar el inverno, porque ha tomado tantas malas decisiones en su vida, que lo único bueno ha sido salvar a Luhan de ser atropellado y romperse las rodillas en el jardín de la señora Oh.

Lay vuelve a besarlo, vuelve a abrazarse al menor y jura por todo lo que cree, que nunca dejará el calor de ese cuerpo, que nunca escapará de ese amor.

- Sehun, si tú me pidieras que salga en plena tormenta de nieve solo con un paraguas como protección, yo te seguiría al fin del mundo.

Es a menos de un mes de cumplir los veinticuatro años que Zhang Yixing siente, por primera vez, que está viviendo.

 


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