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Sangre por Pandora09

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Notas del fanfic:

Pd: La traducción de Blood de Sonata Arctica es absolutamente libre con el fin de concordar con lo que quería decir la historia.

“El color de la vida y la flecha del miedo

hicieron florecer ríos rojizos en la nieve,

mientras danzaba la muerte

desvaneciendo la calma espiritual.”

Blood ~ Sonata Arctica

 

 

 

Sangre.

Sangre sobre sus dedos.

Sangre recorriendo su piel.

Sangre en su nariz.

Sangre en su boca.

Sangre.

Sangre.

Sangre.

Sangre por todas partes.

Sangre era todo lo que olía, saboreaba… En su piel, en su ropa, en las paredes. Lo único que podía sentir era sangre. Sangre cubriendo su cuerpo. Sangre cubriendo a Sehun de pies a cabeza.

Los muros manchados de rojo, el negro de la oscuridad cubierto del carmesí profundo de la sangre. Yixing quería vomitar ante la vista horrorosa de su alrededor.

Algo golpeó violentamente su espalda y soltó un grito cuando abrió los ojos de golpe, encontrándose en el piso de su sala, sumido en la oscuridad de la noche. El rojo que cubría las paredes provenía del exterior, por lo que se acercó a la ventana para ver de qué se trataba.

Yixing siempre había sido capaz de encontrar belleza donde el resto de las personas solo veía tragedia, por lo que cuando su mirada se encontró con las balizas rojas y azules de las patrullas de policía, solo pudo pensar en la fascinante imagen de niños disfrazados de demonios y monstruos, pidiendo dulces por las calles adornadas y siendo bañados suavemente por las luces bicolores. En momentos como ese habría dado su vida por ser un pintor y poder plasmar en un lienzo la maravillosa imagen que se le presentaba al otro lado de la ventana.

- ¿XingXing?

Sehun encendió la luz de la entrada y Yixing corrió desesperado a su encuentro, recordando perfectamente y con pánico su pesadilla, la mirada perdida y ensangrentada con que Sehun lo había mirado el otro lado de sus párpados y el miedo a perderlo consumiendo su alma. Yixing no concebía su vida sin el menor a su lado.

El coreano se tambaleó en su puesto cuando recibió su violento abrazo, dejando caer las bolsas que traía en las manos y sin molestarse por los ruidos del plástico golpeando el piso y las botellas quebrándose.

- ¿Qué ocurre? –preguntó el coreano alejándose un poco del chino, lo suficiente para ver su rostro claramente, pero no tanto como para separar sus cuerpos.

- Te extrañé –susurró como respuesta escondiendo el rostro en el arco del cuello de Sehun, aspirando despreocupadamente el olor a menta y vainilla que desprendía la piel del menor.

- Lo siento, alguien entró a robar a la tienda de la esquina y la policía cercó la entrada a la calle, no me permitieron entrar hasta después de dos horas –a Yixing no le importaban las excusas que el menor pudiera dar, solo le preocupaba tenerlo, por fin, entre sus brazos y embriagarse con su calor-. Déjame arreglar este desastre, ¿sí?

Yixing era torpe por excelencia, como si recibiera paga por ser un patoso, pero Sehun lo aceptaba y lo amaba de esa forma, pero también era extremadamente cuidadoso con los incontables peligros a los que Lay se enfrentaba cada día, por lo que veía el peligro potencial que corría estando tan cerca de los trozos de vidrio.

Lay obedeció, pero cuando Sehun se fijo en las manchas escarlata que dejaba a su paso con sus pies desnudos, comprendió que era demasiado tarde.

Sin esperar un segundo más, corrió hasta el baño y sacó el botiquín de primeros auxilios que guardaban bajo el lavabo en caso de emergencias, las que ocurrían más frecuentemente de lo que ambos deseaban.

Yixing esperó pacientemente a que Sehun volviera, sin comprender por qué había corrido así al baño, y cuando volvió, solo pudo fruncir el ceño.

- ¿Qué ocurrió, estás herido?

Fue solo después de que Sehun se acomodara entre las piernas del chino y levantara su pierna derecha, provocándole una intensa punzada que recorrió desde la planta de su pie hasta la cadera, que Lay comprendió que no era Sehun el herido.

Con delicadeza, luego de quitar el trozo de vidrio que seguía incrustado en su piel, Sehun empapó un trozo de algodón en agua oxigenada y lo acercó al pie del chino, pero no hizo nada con eso, simplemente se quedó en silencio, observando con perversa atención el hilo carmesí que contrastaba tétricamente con la pálida piel del mayor.

En la sala en penumbras, Yixing vio un reflejo de luz roja cruzar el rostro del menor, haciendo que sus ojos, preciosamente marrones, se vieran durante unos segundos, de un sangriento color escarlata. Lay se estremeció violentamente ante esa visión, pero olvidó todos y cada uno de sus temores cuando vio a Sehun lamerse los labios antes de utilizar su lengua en lugar del algodón y beber cada centímetro cúbico de sangre.

Sí, Lay podía aceptar la perversidad de lo que Sehun estaba haciendo, pero no podría negar que le fascinaba ver la reverencia en los ojos del menor.

Si Sehun fuera un vampiro, Lay no dudaría un segundo en poner su vena para alimentarlo eternamente.

 

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Las paredes estabas cubiertas de una sustancia pegajosa de color rojo escarlata. Yixing podía decir, por el aroma y la consistencia de la sustancia, que era sangre. Sangre corriendo y secándose, coagulándose, en las paredes. Sangre corriendo por el piso y cubriendo sus pies desnudos llenos de cortes y costras negras. Lay sentía sus manos cálidas cubiertas de sangre, al igual que sus brazos y su ropa. Todo lo que podía ver a su alrededor era sangre, sangre en cada estado, la podía sentir en la piel, la podía oler en el aire y hasta sentía el sabor metálico del aluminio en la lengua. Era grotesco y solo le provocaba ganas de vomitar, pero era demasiado obvio que no podía escapar de ella.

En la pared más lejana, en el único objeto completamente limpio, veía su reflejo asustado. El espejo trisado en cientos de finos pedazos le regalaba una imagen quebrada de sí mismo. Y a su espalda, en el pedazo más grande de cristal, Sehun se lamía los labios que, al igual que sus ojos y su cabello, estaban cubiertos de rojo.

Cuando Yixing abrió los ojos y se encontró con el cielo raso de su habitación, comprendió que todo era un sueño, más bien una pesadilla. La sustancia que detenía sus movimientos no era más que el juego de mantas que se encargaba de mantenerlo caliente en ese colchón solitario y la sangre sobre su cuerpo era su propio sudor.

Con cada una de sus extremidades temblando violentamente, se las arregló para sentarse al borde de la cama, en el espacio que normalmente ocupaba Sehun. Las sábanas, al igual que la almohada, estaban completamente frías y, al otro lado de la ventana, podía ver la ciudad cubriéndose de una inmaculada capa blanca. Estaban en lo más crudo del invierno y Yixing odiaba pasar las noches solo, sin el calor que el cuerpo del coreano solía proporcionarle.

A contar por la hora y viendo los tenues reflejos del alba entrar por la ventana, podría jurar que Sehun pasó la noche en la sala estudiando. Apenas recordaba haberlo visto la noche anterior, pero no había forma en el mundo en que Sehun se encontrara en otro lugar, así que cubriéndose con la manta más gruesa de su cama y envolviéndose como una oruga, salió rumbo al resto del departamento.

Tal y como lo predijo, el coreano estaba sentado en el piso rodeado de textos y hojas llenas de desordenados apuntes. Con una sonrisa y una necesidad imperiosa, se acercó y lo encerró en un abrazo necesitado. Podía pasar el resto de su vida embriagándose en el aroma que la piel pálida de Sehun desprendía, una mezcla casi alcoholizante de menta y vainilla.

Sehun no tuvo una reacción muy efusiva a la desesperada búsqueda de cariño de Lay, pero dejó caer su cabeza en el hombro del mayor mientras este repartía sonoros y húmedos besos por toda la extensión de piel a la que su boca juguetona llegara.

- No puedo imaginar una mejor forma de decir buenos días.

Sehun no era una persona muy expresiva, tampoco disfrutaba del contacto físico, pero con Lay hacía ciertas concesiones de las que el chino se aprovechaba descaradamente, así mismo como Lay le permitía dormir enterrando el rostro en su cuello sin volverse loco en el intento.

Lay amaba cada característica del menor, desde su falta de emoción por la vida hasta su ferviente deseo, y no se imaginaba viviendo sin esas pequeñas demostraciones de efecto que solo él podía conocer.

Recordando la mirada perdida y sedienta del Sehun de su sueño, Yixing empujó con sus manos desnudas las hojas sobre el piso frente al menor y se arrodilló frente a él antes de apoderarse con fuerza de sus labios en un beso apasionado que le quitó el aire y le succionó la vida. Sehun aceptó su arrebato y respondió con la misma intensidad o más, permitiendo que el chino le desordenara el cabello y comenzara a deshacerse de su ropa.

- ¿Qué ocurre? –preguntó Sehun con el ceño fruncido cuando Yixing se detuvo de golpe y su cuerpo comenzó a temblar violentamente.

Yixing no pudo evitar que su mente volviera a las imágenes de su pesadilla, a la sangre corriendo por las paredes y el piso, cubriendo su piel y la piel de Sehun.

Ahora, el cabello rubio platino del menor estaba cubierto de manchas sangrientas, al igual que parte su ropa y su rostro, sus ojos cubiertos de sangre que corría hasta perderse por sus hinchados labios. Tragó saliva con fuerza, sintiendo que el aire le raspaba los órganos al ingresar a su cuerpo y llegar a sus pulmones, ¿por qué Sehun estaba cubierto de sangre?

- ¡Hey! ¿Con qué te cortaste? –solo entonces comprendió que no era sangre apareciendo de la nada la que buscaba ahogar en fluidos corporales a Sehun, era su propia sangre manando de una herida hecha justo en medio de la palma de su mano por lo que debía ser una hoja de papel maliciosa.

Yixing soltó el aire y recargó su frente sobre la del menor, aliviado de que todos esos miedos infundados estuvieran solo en su cabeza.

- Hay que curar eso –dijo Sehun con sus preciosos ojos marrones fijos en las manchas rojas sobre la piel de Yixing. El chino casi podía ver los engranajes moverse en la mente del menor, por lo que no pudo evitar el golpe de calor que le produjo sentir la lengua, cálida y húmeda, de Sehun recorrer el corte en toda su extensión-. Está bien, ya no sangra.

 

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El agua, que en algún momento fue pura y cristalina, estaba teñía de rojo profundo y Yixing no podía decir en qué momento el agua de la tina salpicó las paredes y la mampara, pero cada azulejo estaba cubierto de ese terrorífico líquido. El vapor olía a podredumbre y sangre coagulada, por lo que el chino sentía que en cualquier momento vomitaría, pero temía que su cuerpo expulsara por su boca la misma sustancia viscosa y pegajosa que corría por sus orejas y enturbiaba su mirada. Apenas era capaz de ver a través del manto escarlata que cubría sus ojos asustados, pero podía jurar con el alma aterrada, que Sehun le sonreía, con los ojos rojos por la sangre y una mueca hambrienta en el rostro, desde el costado de la tina.

Yixing gruñó y pataleó, pero le fue imposible escapar del flujo de agua que antes cubría apenas sus piernas y su estómago pero ahora le llegaba hasta el mentón, subiendo y subiendo hasta cubrir su cabeza y ahogarlo.

- ¿De nuevo te dormiste en la tina?

Tomó una gran bocanada de aire cuando Sehun le ayudó a salir del agua y se aferró con fuerza a la mano pálida que entrecruzaba los dedos con los propios.

Era agua. Agua transparente, pura y cristalina. No había sangre en las paredes ni en la porcelana de la tina, solo él y el agua. Y Sehun, que sonreía sentado al borde, con los brazos ligeramente mojados y una sonrisa deslumbrante en el rostro.

Cuando tenía pesadillas sobre sangre y muerte que se relacionaban con Sehun, Yixing dejaba de razonar con normalidad y se dejaba llevar por los instintos y el miedo, por lo que no pensó muy bien en sus acciones, simplemente saltó de la tina, salpicando agua en todas las direcciones, y se lanzó sobre el cuerpo del menor.

Ambos chocaron con la pared antes de caer el suelo húmedo por el agua jabonosa en que Yixing había decidido, inconscientemente, tomar una siesta. Sehun estaba medio mojado ya, por lo que no se molestó y recibió los besos necesitados con que el chino lo recibía.

- Me parece que alguien me ha extrañado.

Sehun había pasado una semana en Mokpo, donde su compañía de baile estaba haciendo presentaciones para promoverse y reclutar más estudiantes, por lo que Yixing había pasado esa semana sumergido en la más profunda e intensa agonía. La soledad había carcomido hasta lo más remoto de su alma. Generalmente, cuando Sehun no estaba cerca, Lay sentía que moría, porque no podía concebir claramente su vida lejos de él.

- Con cada trozo de mi miserable alma.

En el fondo, lo disfrutaba, porque sabía que esa enfermiza dependencia no era un sentimiento unilateral, porque Sehun había demostrado con creces sentirse de la misma forma. Como esa vez que la madre de Yixing enfermó y tuvo que viajar a China en una especie de viaje relámpago sin saber cuándo sería su regreso, no pasó una semana antes de tener al menor tocando la puerta principal de su casa, con ojeras en los ojos y una tierna sonrisa en la boca. En ese momento, Yixing pensó que no podía amarlo más.

Pero toda la pasión del momento se apagó cuando Yixing vio los ojos rojos del menor reflejando las manchas de sangre que surcaban los azulejos blancos de la pared.

Tembloroso y atemorizado, se alejó para comprender de dónde demonios venía esa sangre, pero se encontró con la mirada coqueta de Sehun y se detuvo, adivinando que eso se trataba solo de otras de sus muestras de torpeza.

Dicho y hecho. Sehun le tomó el brazo derecho que, al golpearse con la pared, comenzó a sangrar profusamente de una herida que le recorría desde el codo hasta el interior de la muñeca y se había abierto al zafarse un par de costras.

- Es un milagro encontrarte de una pieza –comentó el menor sentándose sobre el suelo y acariciando cariñosamente el brazo herido del chino, para luego levantarse en busca del botiquín, pero Lay tenía otros planes en la cabeza. La herida comenzaba a doler como el infierno mismo, pero sabía que había solo una forma en que el dolor menguara, por lo que se puso de pie, ignorando a propósito su desnudez, y jaló la manga del menor, acercándose su brazo a su rostro, a lo que Sehun respondió con una sonrisa maliciosa antes de descubrir su rosada legua y recorrer toda la extensión del corte con una mirada de puro gozo.

- Te amo –susurró el chino cuando la herida dejó de sangrar y los besos se dirigieron, de su brazo, a su cuello y pecho.

 

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- ¿Qué te ocurrió?

De pie frente al vidrio de una tienda departamental en el centro de Gangnam, vio a Luhan apuntar directamente a la tirita con impresiones de unicornios sobre su mandíbula.

Recordó con nostalgia una semana atrás, cuando Sehun lo despertó llevándole el desayuno a la cama. Y Lay, casi haciendo alarde de su natural estupidez, había intentado ayudar al menor tomando la bandeja en que llevaba el café y las tostadas francesas, pero solo había conseguido golpear una de las esquinas de la bandeja y derramar el café caliente sobre Sehun y el velador, sin contar con que el cuchillo que iba junto a las cucharas escapó volando hacia la pared, rozando la quijada del mayor y provocando que un hilo de sangre recorriera su cuello hasta perderse en su camiseta.

No le diría a Luhan que el café quedó olvidado manchando las mantas y su ropa, al igual que las tostadas terminaron perdidas en el piso mientras todo se reducía a sangrientas lamidas y besos necesitados, por mucho que adorara compartir su felicidad con sus amigos, habían cosas que siempre permanecerían en privado.

- Un accidente en el desayuno.

Observó el oso de felpa café que era el centro de atención en la tienda, media unos buenos dos metros y se veía esponjoso, tal y como Sehun lo amaría.

- Extraño a Sehun.

El menor había partido hace dos días a Seosan con su compañía de baile y Yixing ya lo extrañaba con si le hubiesen quitado el aire.

Luhan solo resopló a modo de respuesta y se dirigió a otra tienda, buscando un regalo de San Valentín para Xiumin. Lay sonrió triste, aunque Luhan jurara y perjurara ser el sopla nucas en su relación, seguía dando regalos en San Valentín y esperando a que Minseok se los respondiera en el Día Blanco, el chino menor no podía hacer más que sonreír ante la idiotez de su poco masculino mejor amigo.

Con paso lento, siguió al mayor por las calles repletas de gente con regalos y vendedores de chocolates y globos de helio rojos o con forma de corazones. Hizo una nota mental para no olvidar comprar un par de chocolates para Sehun y preguntar si el oso gigante estaba a la venta.

Mientras se dirigían a la escuela secundaria donde él y Luhan, daban clases, de composición musical y canto respectivamente, los martes y jueves, reflexionó silenciosamente sobre el comportamiento del mayor.

Desde el Halloween pasado, Luhan, al igual que el resto de sus amigos, se comportaba de forma indiferente con el menor y eso hería un poco a Yixing.

Sehun nunca había sido alguien expresivo y menos aún cariñoso con sus amigos, tenía una forma extraña y poco común de demostrar su afecto y esta, generalmente, se basaba en bromas pesadas y falta de respeto hacia ellos, pero todos lo conocían y lo querían de esa manera, siendo el maknae tenía el privilegio de ciertas concesiones por parte de los demás. Pero desde que no apareció en la fiesta de disfraces que habían organizado durante meses, todos parecían ignorar su existencia. Luhan era el que peor lo trataba, no solo porque no se molestara en hablarle, lo que más le preocupaba a Lay era que el chino mayor había sido el primer amigo de Sehun y la razón de que todos ellos lo conocieran. Lay nunca podría pagar a Luhan el haberle presentado a Sehun, por lo mismo era incapaz de comprender el comportamiento frío del mayor.

Pero si Sehun podía vivir con esa indiferencia, ¿cómo no podría él? El coreano muchas veces le había demostrado que su relación era la única relación humana que le importaba y Lay no podía negar sentirse de la misma manera con él, para él tener a Sehun en su vida era suficiente para ser feliz, no necesitaba el cariño ni la comprensión de nadie más.

Con una sonrisa, decidió que no se preocuparía por Luhan, él tenía a Minseok así como él mismo tenía a Sehun, D.O. a Kai y Suho a Chen. Todos ellos eran amigos, junto a Chanyeol y Baekhyun, pero cada pareja era feliz en su mundo y permitía que su burbuja se reventara solo un par de veces al año para dejar entrar a las demás a alguna celebración de fin de año.

La tarde pasó rápidamente entre armoniosos acordes y alumnos hiperactivos. A Yixing le encantaba dar clases, pero resultaba extenuante pasar la tarde tratando con adolescentes hormonales que solo buscaban llamar su atención en lugar de prestarle atención. Aunque él corría con más suerte, pues Luhan debía soportar el incansable acoso de sus alumnos varones debido a su preciosa cara de niña.

Sí, muy masculino el ciervo.

De todas formas, salir fue un alivio. En el portón, Minseok esperaba a Luhan con una sonrisa, por lo que la pareja se alejó sonriente del chino menor, quien no quiso interrumpir en su burbuja de amor y decidió volver a comprar los regalos de San Valentín para Sehun.

- Deberías descansar un poco más –había comentado el coreano señalando sus notorias ojeras-, parece que le quieres hacer la competencia a Tao.

Yixing solo sonrió y agradeció la preocupación, alegando que mientras Sehun no estuviera, no podría descansar, principalmente porque esas pesadillas cubiertas de sangre y muerte solían acosarlo con más fuerza cuando el menor se encontraba ausente.

Con una reverencia, se alejó de la pareja y prometió llamarlos más tarde, cosa que no haría porque seguro lo olvidaría.

Se decidió por un peluche idéntico al gigante pero en tamaño mediano y buscó los globos con forma de corazón que había visto más temprano, porque así como olvidaba todo sobre el mundo en el momento en que el pensamiento dejaba su mente consciente, era incapaz de olvidar cualquier cosa relacionada con Oh Sehun.

Compró un par de globos, pero al momento de pagar, una imagen de Sehun cubierto de sangre interrumpió sus acciones. Apenas tomó los globos, corrió en busca del menor hasta chocar de lleno con un vidrio cubierto de papel trasparente rojo, provocándose un pequeño corte justo en el medio de su mejilla izquierda por un trozo de cristal picado en el borde. Como siempre, la sangre manó de la herida hasta manchar gran parte de su piel pálida y goteó hasta manchar el peluche y los globos.

- ¿Por qué corres hacia mi reflejo en lugar de correr a mis brazos?

La voz grave del menor lo pilló con la guardia baja, no se esperaba encontrarlo en medio de Seúl cuando debía estar en Seosan.

- ¿Cómo se supone que me marche tranquilo si eres incapaz de cuidar de ti mismo? –sin preocuparse por la sangre corriendo por su rostro ni por la presencia del dueño de la tienda mirándolo preocupado, dejó caer el peluche y los globos para colgarse del cuello del menor y llenarle el rostro y cuello de besos, dándole autorización al menor para que lamiera su herida como un pequeño y hambriento cachorro-. Te extrañé, Lay.

- Y yo a ti, Hunnie.

 

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A Yixing le encantaba la lluvia, le gustaba sentir a majestuosidad del agua cayendo del cielo, pero ahora no, esta vez no. No soportaba la sustancia pringosa que cubría su cuerpo y lo ahogaba. No soportaba ver las cargadas nubes negras sobre su cabeza escupiendo sangre en todas las direcciones. No soportaba verse a sí mismo rodeado y bañado en sangre. El líquido escarlata que no solo caía del cielo, sino que también manaba de su propio cuerpo y se escurría por su piel y ropa, manchando todo a su paso, cubriendo de costras oscuras la superficie antes suave y esponjosa de sus músculos.

Pero lo que más le aterraba no era saber que puede llover sangre sobre la tierra y matar todo a su paso como si de lluvia ácida se tratase, lo más espantoso del cuadro frente a él era la imagen de Sehun desnudo y cubierto apenas con una capa espesa color rojo granate. Y la sonrisa, su sonrisa, era esa mueca deforme absolutamente anormal, como si el menor se trastornara ante la imagen y deseara devorarlo.

Sehun se lamió los labios y fijó sus sedientos ojos rojos en el chino justo en el segundo en que Lay despertó.

Sehun lo miraba con el ceño fruncido desde su lado de la cama mientras Yixing solo podía respirar pesadamente, intentando convencerse de que todo era una pesadilla. Y para convencerse definitivamente, se lanzó sobre el menor para besarlo hasta que el aire no llegara ni a sus pulmones ni a su cerebro. Lay podría morir en los brazos de Sehun y no le importaría pasar a mejor vida solo por sus caricias.

- Realmente sabes dar los mejores buenos días.

Habían pasado la noche de primavera celebrando el cumpleaños del menor. Luego de horas y horas de amarse, ambos permanecieron el silencio, acurrucados sobre la cama viendo las gotas de lluvia caer al otro lado de la ventana abierta. El sonido de la tormenta primaveral debió ser el gatillante de su pesadilla, la que comenzaba a relegarse a lo más profundo y olvidado de su mente a medida que los besos se profundizaban y el calor aumentaba.

Resultaba impresionante lo rápido que olvidaba los miedos estando en los brazos de Sehun.

- Estoy hambriento, Hunnie.

Con una sonrisa y sin soltar sus manos, ambos se dirigieron a la cocina, donde Sehun obligó a Lay a sentarse junto a la mesa mientras él preparaba unos panqueques y le servía café.

Ambos vestían apenas una camiseta y bóxers, pero debido al clima cálido, ninguno de los dos sentía frío. Y Lay era quien más disfrutaba de la vista del menor semi desnudo, su pálida piel contrastando de forma pulcra con las prendas oscuras, sin contar con la gran extensión de piel a la que podía acceder sin mayor esfuerzo.

Sehun le tendió un plato blanco con dos panqueques cubiertos de jarabe, pero en el momento en que Lay reaccionó a tomarlo, un relámpago rompió el lúgubre silencio en que estaban sumergidos, provocándole un salto violento y que dejara caer el plato sobre la mesa. Los panqueques volaron de vuelta a Sehun mientras la cerámica del plato de destrozaba en cientos de trozos afilados y algunos de ellos cayeron al suelo rozando y cortaron la piel pálida de los muslos del chino.

Yixing, escuchando el sonido de la lluvia que al exterior comenzaba a caer con fuerza, vio a Sehun acercarse lentamente con un mantel húmedo. El menor corrió con el pie los trozos del plato que estaban desperdigados en el suelo y separó los muslos sangrantes del chino para acomodarse de rodillas entre ellos antes de comenzar a limpiar la herida.

Pero no fue un paño húmedo lo que Lay sintió sobre los cortes ardientes, fue un cálido músculo que lamió y succionó cada porción de piel que comenzaba a hincharse.

- ¿Te duele?

No confiando en su voz, simplemente negó con la cabeza al fijarse en los labios manchados de rojo del menor, encantado por la forma en que el rojo oscuro parecía oscurecer también los ojos de Sehun acabando con todo el marrón de sus pupilas. Impulsado por un instinto más bien animal, empujó al coreano contra la mesa, sin preocuparse por los cortes en sus muslos y los trozos de cerámica en el piso, simplemente deseaba sentir el calor de su cuerpo cubrirlo y resguardarlo de la tormenta que parecía arreciar en el exterior.

 

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Yixing se sentía como una chica en pleno periodo. Había despertado en medio de la noche por una briza fría que entraba por la ventana abierta. Sehun amaba el aroma del verano, pero Yixing odiaba la forma en que el viento se enfriaba por las noches y se colaba por entre las mantas para congelarlo… aunque fuera la escusa perfecta para buscar refugio en el calor del menor.

Pero cuando buscó a Sehun en su mitad de la cama, todo lo que encontró fue una gran mancha de sangre sobre las sábanas blancas. Sí, por eso se sentía como una chica con el periodo.

Buscó desesperado el origen de tanta sangre, pero no encontró nada… Nada aparte de las cientos de cortadas en sus manos y piernas que no dejaban de sangrar y solo hacían crecer la mancha roja. Lay no comprendía por qué sangraba, las heridas ni siquiera dolían, pero la sangre no dejaba de manar como el caudal de un río luego de una tormenta, cubriendo sus brazos y piernas, para seguir con su torso y, podría decir por el líquido caliente recorriendo su columna vertebral, su espalda.

Utilizó una manta ya manchada para limpiarse, quitando la sangre que cubría su rostro y le impedía ver con claridad, pero ya no era solo su cuerpo lo que sangraba ni su cama lo que manchaba. El cabezal metálico de la cama, al igual que las paredes y los muebles, sangraba profusamente, dejando gruesos ríos del espeso líquido vital correr hacia el suelo y crear charcos sobre la madera.

Desde otro lado de la habitación, justo debajo del marco de la puerta, Sehun lo observaba con una sonrisa ladina, lamiéndose los labios y saboreando la idea de devorar al chino ensangrentado.

Yixing soltó un grito cuando sintió algo desgarrar su espalda, solo para encontrarse tirado en el piso de su habitación en medio de la oscuridad.

- ¿XingXing? –Sehun sacudió la cama y saltó sobre el colchón el verlo sobre el piso y escucharlo gemir por el dolor.

Lay intentó levantarse, pero algo a su espalda le impedía hacer la fuerza necesaria para poder moverse y, cuando Sehun encendió la luz de la lámpara en el velador, comprendió porqué le resultaba tan jodidamente doloroso realizar cualquier movimiento.

Un trozo sobresaliente de madera astillado había hecho una cortada en su espalda que iba de la escápula derecha hasta la parte izquierda de su cintura, quedando incrustado en la piel suave de músculos duros a su costado.

- ¡Mierda! –con mucho cuidado, Sehun le ayudó a levantarse y luego recostarse boca abajo en la cama para poder inspeccionar la herida. Podía sentir el calor de la sangre recorrer su piel, pero lo único que le preocupaba era la tensión casi palpable en el menor cuando volvió a curarlo.

La madre de Sehun había sido, durante la mayor parte de su vida, jefe de enfermeras en un pequeño hospital de Seúl, pero su hijo nunca se había preocupado por asuntos de la salud, en cambio, Sehun decidió ser bailarín. Pero luego de conocer a Yixing, se vio en la obligación de aprender desde lo básico, como desinfectar pequeñas heridas y parcharlas, hasta lo más complejo, como inspeccionar heridas profundas y dar puntadas para cerrarlas. Así que tenía las capacidades para limpiar y coser la gran herida que marcaba la espalda del chino. Debido a que Lay probablemente se desangraría en el camino al hospital, prefirió hacer una pequeña operación casera él mismo y, con agujas e hilos esterilizados, cosió la piel lo más delicadamente posible.

Dolía, dolía como el infierno mismo a pesar de la anestesia que Sehun había aplicado en su espalda, pero ni la anestesia más fuerte podría adormecer el dolor que lo estaba azotando, por lo que el coreano comenzó a besar castamente su piel a medida que la aguja entraba y salía.

Rápidamente, Lay dejó de pensar en la sangre y se concentró en la lengua tibia que remarcaba su escápula izquierda, para dirigirse a la derecha entre mordidas y succiones. Se estremeció cuando sintió una corriente de aire caliente recorrerle el cuello cuando el coreano comenzó a besar y lamer sus vertebras, contando cada una de ellas y los discos entre medio. Bajó dejando un camino de saliva desde las vertebras cervicales, pasando por las torácicas, con cuidado de no molestar la herida recién cocida, hasta las lumbares, desde donde se dirigió hasta morderle juguetonamente una nalga.

Milagrosamente, la mayor parte del dolor había desaparecido y Lay solo podía sentir la imperiosa necesidad de besar y abrazar a Sehun, demasiado agradecido por sus tiernos cuidados como para molestarse sintiendo dolor.

 

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Estaban recién entrando al invierno y Yixing podría jurar que ese sería el invierno más gélido de su existencia. Incluso la nieve había llegado antes de tiempo, cubriendo la ciudad completa de un prístino manto blanco. Pero no era la nieve ni el frío lo que llamaba su atención, eran las gotas carmesí que comenzaban a manchar el hielo anteriormente inmaculado. Yixing no podía decir si era la nieve que se teñía de rojo antes de caer o la tierra que sangraba ensuciándola, pero la veía en todas partes, la olía y la saboreaba como si fuera su propia saliva.

Siempre había odiado la sangre, su hemofilia y los peligros potenciales de morir desangrado por un mísero corte o moretón, pero comenzaba a exasperarse aun más ahora que esas pesadillas sanguinarias se habían vuelto pan de cada día. Porque sí, era una tormenta de nieve y sangre y estaba solo dentro de su cabeza, de su inconsciente exhausto. Y más todavía, odiaba la forma en que todo siempre terminaba centrándose en Sehun, en el coreano cubierto de su sangre y en su mirada perturbada y lasciva, como un hematófago listo para atacar al ver la primera gota manar de su piel.

Sintió los ojos pesados y el cuerpo débil, la pérdida del líquido vital comenzaba a tener sus consecuencias. Mientras sus párpados se juntaban, pudo fijar lo último de su atención en la imagen de Sehun caminando hacia él, lamiéndose los labios y casi saboreando su sangre caliente.

Justo en el momento en que su cuerpo se rindió ante el cansancio, despertó en la oscuridad de su camarín.

La ventana abierta a su espalda lanzaba corrientes frías de aire hacia su cuerpo y el aroma a nieve, prístina e inmaculada en el exterior, lo abrazaba cálidamente.

- ¿Cómo es que te quedas dormido en un momento tan importante como este?

Dio un respingo al escuchar la grave voz de Sehun dirigirse a él desde su costado. A través del espejo, Yixing pudo ver el reflejo de su perfecto rostro y su adorable sonrisa. Se veía tan dulce sentado sobre una silla con las piernas cruzadas en posición de indio lanzándole inquisidoras miradas.

Tembloroso como luego de cada pesadilla, se levantó de su lugar y se acercó al menor, acariciando su rostro que parecía más el de un ángel que el del demonio sediento de sangre de su mente.

- ¿De qué estás disfrazado? –el menor tenía marcas como llamas negras que recorrían desde la mitad de su rostro hasta su cuello y, por lo poco de piel visible en sus manos, también recorrían su brazos.

- Solo soy un espectro…

Pero, realmente, a Yixing poco le importaba el significado de esas marcas, él solo quería ver el resto del cuerpo desnudo del menor solo cubierto por esas llamas, besarlas y, tal vez, lamerlas.

- ¿Qué ocurre? –repentinamente, Sehun se veía extremadamente triste.

- No llores, Lay.

Por supuesto, el chino no tenía la más remota idea de que estaba llorando, porque ahí, frente al amor de su existencia, era incapaz de sentir algo parecido a la tristeza. Todo debía ser dicha cuando podía sentir su aroma y escuchar su voz. Sin saber las razones, la angustia se asentó en su pecho y todo el cuerpo comenzó a dolerle, como si una tristeza inexplicable se apoderara de su espíritu y lo flagelara sin piedad, golpeándolo contra una pared y escupiéndolo.

- Te extraño tanto, Hunnie –se lanzó sobre los firmes brazos del menor y enterró el rostro en el arco de su cuello, aspirando su aroma a vainilla y menta. Sin embargo, Sehun tomó su mandíbula para alejarlo un poco y lamer su labio inferior que sangraba por el costado, sin saberlo, Lay había estado mordiéndolo mientras dormía con tal fuerza que abrió una pequeña herida en él.

- Estamos juntos, XingXing, siempre.

Sehun lo empujó de vuelta frente al espejo, sin dejar de besarle los labios y el cuello. Frente al vidrio reflectante, la pareja se besaba fervientemente y se abrazaba como si ambos hubiesen atravesado el infierno para estar juntos, por fin.

- Te amo, Yixing –canturreó el menor sobre el oído sensible del chino, posicionándose a su espalda para verse ambos frente al espejo, como la pareja absolutamente feliz que eran.

Sehun estaba más pálido de lo normal y, en medio de la penumbra de luz blanca de la luna entrando por la ventana, podía ver las sombras rojas en sus irises al tiempo que se humedecía los labios. Yixing deseaba tanto besarlo que habría dado cada uno de los latidos de su marchito corazón por unir sus labios y alimentarse de su vida, pero aun no era tiempo para rendirse.

El coreano tomó la tijera que estaba frente al espejo y, abriéndola, realizó un pequeño corte bajo el ojo izquierdo del chino, provocando que una lágrima escarlata recorriera su mejilla hasta su cuello y se perdieran en el borde de su camiseta. Sehun repitió la acción en su mejilla y en el arco de su quijada.

- ¿Te unirás a mí en la eternidad?

Lay asintió con los ojos semi cerrados, dejándose llevar por el placer de la sangre que recorría su cuerpo a medida que el menor cortaba más y más piel, la que iba besando y lamiendo para quitar el dolor, embebiéndose de su sangre y su dolor. Pero Yixing era dichoso, se sentía en la gloria entre los brazos de Sehun, por lo que no podía evitar los gemidos que escapaban de su boca junto a los sollozos que el menor ahogaba en su cuello.

Yixing había pasado tanto tiempo deseando esto, tantos meses de esperar a Sehun y unirse a él donde sea que estuviera, por lo que, cuando vio el filo de la tijera ensangrentada dirigirse definitivamente a su cuello, solo pudo tomar su mano izquierda y entrecruzar sus dedos para depositar un beso sangriento en el torso de la misma.

- Te amo, Sehun –susurró con una sonrisa mientras su vista turbulenta se fijaba en el reflejo de los borbotones de sangre que manaba sin pausa de su yugular.

 

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Luhan golpeó una vez más la puerta del camarín de Lay, ansioso y tenso por no recibir respuesta. Se suponía que Yixing debía estar en el escenario dirigiendo la presentación de su clase en el festival de Halloween, pero el chino menor brillaba por su ausencia. Junto a Minseok había recorrido el colegio completo buscándolo y el camarín era su última esperanza.

- ¿Qué crees que esté haciendo?

- Probablemente se haya quedado dormido, últimamente se duerme en todas partes.

La pareja estaba preocupada por el chino, desde hace exactamente un año Yixing no era el mismo, bueno, ninguno de ellos lo era, pero para Lay había sido más difícil, una transición más violenta que para el resto.

Pero ninguno de ellos esperaba lo que estaba a punto de ver, porque Lay siempre había sido el más alegre, el más risueño, el más fuerte. O eso creyeron, porque cuando encontraron el cadáver ensangrentado del menor, comprendieron que Lay nunca lo había superado, que simplemente había pasado el último año sumiéndose en alucinaciones dolorosas donde Sehun volvía a su vida. Y Luhan comprendió que todas esas anécdotas que el menor solía contarle en los momentos entre clase y clase, no eran más que las pruebas de su mente incapaz de dejar ir al menor.

 

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- Ambos murieron en Halloween –susurró D.O. secándose las lágrimas con la manga de su chaqueta negra, recordando el año anterior cuando Sehun no llegó a su fiesta de disfraces. Lay había aceptado su ausencia como algo natural, como si los recuerdos fueran suficiente para alimentarlo. D.O. recordaba perfectamente el lugar en que encontraron a Sehun, el agujero por donde el ladrón le metió la bala mientras compraba bubble tea, la sangre recorriendo su rostro, manchando su ropa y los restos de lluvia cristalizada sobre la cuneta. Una imagen horrorosa para quien se atreviera a contemplarla.

- Si los dioses no fuesen tan maliciosos –comentó Kai abrazando a pareja por la espalda, consolando al mayor como si solo su abrazo cálido fuera suficiente para quitar la tristeza de su corazón-, no habría un año de diferencia entre ellos.

- Lo importante es que por fin están juntos –agregó Minseok abrazando de igual forma a Luhan, que era incapaz de contener las lágrimas y los sollozos violentos que sacudían su cuerpo.

Había fallado, Luhan le había fallado a Lay por no poder cuidarlo y a Sehun, a quien le había jurado siempre estar junto al chino menor, protegiéndolo. Luhan falló estrepitosamente y Yixing estaba muerto.

La nieve comenzó a caer sobre sus cuerpos y las dos parejas, junto a Baekhyun, Chanyeol, Suho y Chen, decidieron por fin entrar a mausoleo donde los restos carbonizados del maknae esperaban  las cenizas de Yixing para unir lo que quedaba de sus cuerpos terrenales por toda la eternidad.

Ninguno se percató de las gotas rojas que comenzaban a manchar la nieve inmaculada, cubriendo cada trozo de tierra nevado, como si el mundo entero estuviera sangrando tristeza ante la partida de Lay.


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