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Amor por... ¿Casualidad? por chrome schiffer

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Notas del fanfic:

Algo que se me ocurrió y ya xD

Los personajes de Kuroko no Basuke le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki.

Notas del capitulo:

:D

Kise sabe que esa noche, que lo que está sucediendo en esa noche es algo que sólo pasa por una única cosa. Sabe y es completamente consciente que estar en la habitación del hombre que ahora mismo le besa como si la vida se le fuera en ello, es exclusivamente porque es un aprovechado, porque es un egoísta y una mala persona; pues notar cuando aquel sujeto de dudosa reputación le vendió aquella papeleta que tiene ahora perdido a su acompañante, que lo tiene acelerado como está, que lo tiene excitado y que le hace no fijarse que él no es con quien quisiera estar compartiendo las más calientes y lujuriosas caricias… no es algo que una buena persona hubiera permitido, definitivamente no lo es.

 

Sabe bien que no fue correcto no hacer nada para evitar que aquel que es un muchacho sano y correcto -hasta donde sabía- consumiera aquello, pero… pensó una sola cosa al ver su mano morena aceptando la droga, pensó en una oportunidad, pensó en que era la única manera de lograr acercarse lo suficiente para conseguir una parte de eso que desea desde hace tres años cuando se mudó a la que actualmente era su lugar de residencia. Vio un chance, su único chance por compartir con Aomine Daiki una noche, una única noche, de la cual es consciente que aquel olvidará, pero que él mismo al contrario, recordará por mucho tiempo.

 

Y es que, hay dos fuertes razones por las cuales ese hombre de ya veintidos años no le tocaría nunca. Una de ellas es que no lo conoce, no tiene ni la menor idea de quién es él, está seguro que no sabe siquiera de su existencia… Bueno, puede que esté exagerando, tal vez si lo ha visto, después de todo son vecinos, pero de ahí a que lo tenga presente, imposible. Ahora, la segunda razón, la que más le duele, es que Aomine está enamorado y no de él precisamente, cabe aclarar. Lo está de Kuroko Tetsuya, que es un chico que conoce de vista, pues lo ve constantemente junto al moreno, bueno, sería más correcto decir que lo veía, pues desde que su relación terminó, el peliceleste no ha estado rondando cerca del moreno como era tan usual.

 

 Kuroko no le cae bien a pesar de no parecer una mala persona en lo absoluto. Supone que tiene la mala suerte de ser el exnovio del hombre del que está enamorado y que ese hombre todavía guarde sentimientos por aquel, son razones suficientes para que el peliceleste no sea de su agrado. Y lo peor de todo, es que piensa que de no tener a Aomine en medio, seguramente serían muy buenos amigos. Porque de hecho, él es muy “amiguero” y suele conseguir conocidos con abrumante facilidad, aunque verdaderas amistades… pocas en realidad.

 

Entre besos que le roban por completo el aliento y por ahí mismo, el alma, piensa que fue una suerte que esa noche hubieran coincidido en la misma discoteca, en esa que está tan de moda al ser reciente su inauguración, teniendo en su haber amplias instalaciones, varias pistas de baile, luces y cantidad de artefactos que sirven para el entretenimiento de quienes visitan el lugar.

 

Entre caricias apresuradas y movimientos en los que ambos buscan casi con desespero quitar la ropa del cuerpo ajeno, se reprende al saberse si no completamente feliz, si medianamente al estar en aquella situación. Se siente afortunado por ser al que en esa noche su amor platónico le dedique tan ardientes y lujuriosas caricias, además de tan húmedos y demandantes besos. Siente que su cuerpo nunca ha vibrado antes como lo está haciendo en esos momentos, cuando percibe con total claridad la textura de aquellas grandes manos tocando su piel desnuda al haber sido las prendas superiores arrojadas a cualquier lugar dentro de esas cuatro paredes. En su mente no puede ni pretende encontrar un instante en el que su ser se haya sentido tan lleno de un cúmulo de… no tiene idea de qué, pero sabe que esa noche está sintiendo de todo porque está con aquel, porque es aquel hombre quien está mirándolo como si quisiera adentrarse en lo más profundo de su ser; y de hecho, Kise sabe que eso es lo que aquel realmente quiere, ¿Por qué más lo tendría ahora solo con la ropa interior y estaría rozándosele como desesperado?

 

“Sexo… Deseo… Es simplemente eso”

 

Lo entiende, desde el momento en que su mente y su cuerpo decidieron actuar al ver a Aomine contento por la droga, supo que lo que compartirían sería eso, un encuentro casual que satisfacería los deseos por contacto carnal de ambos; mas en su caso no era tan fácil. Cuando los ojos del más alto le miran, teme que la intensidad en los mismos logren ver más de lo que deberían, teme que en verdad éstos vean dentro de sí y descubran que él en realidad no desea esos besos carentes de ese sentir que él mismo si profesa en cada beso que da; teme que se percate que esas caricias están lejos de llegarle al alma como si espera lleguen las suyas al alma ajena, a pesar de saber que es imposible.

 

Y es que, a pesar de que ahora mismo es un manojo de excitación y lujuria, a pesar de que su cuerpo está estremeciéndose como nunca ante su tacto, a pesar de que su boca profiere esos jadeos que salen sinceros ante las atenciones recibidas; a pesar de eso, piensa que si todo ese baile tan antiguo como la humanidad misma, estuviera acompañado de eso que él le profesa al moreno, todo sería infinitamente mejor.

 

--…Ponte de frente a la pared-- Susurra el más alto en el oído ajeno, mientras sin dejar de mirar al níveo cuerpo que tiene en frente, se deleita con lo gráciles de sus movimientos, no pudiendo ni queriendo desviar sus zafiros de la escultura que le acompaña esa noche que no hizo más que comenzar. Sonríe al ver que éste le obedece y hace lo que le pide, mostrando esa parte de su anatomía que no demora en acercarse y apresar entre sus manos, logrando sacar un gemido que a sus oídos suena casi celestial.

 

Están por completo desnudos y las manos del moreno magrean, acarician y apretan sin pudor esas nalgas que, parecen hechas a la medida de sus falanges, parecen casar tan bien en sus palmas, que no se contiene y las toma entre sus manos como si fueran de su propiedad; las manosea y marca con sus uñas porque cree tiene el derecho a hacerlo; sin saber que el propietario de dicho trasero piensa que en efecto, su cuerpo le pertenece y por eso se rinde a aquel, por eso le deja marcar su piel, porque esos serán vestigios de que en realidad lo que están haciendo, sucedió, y que no es sólo una más de sus fantasías, una más de tantas.

 

--…Ahh… Aomine…-cchi…-- La voz del rubio sale en un gemido un poco más alto que los que ha estado soltando en lo corrido de la noche, profesando una “extensión” al nombre del más alto que éste no ha escuchado nunca antes, pero que no le presta demasiada atención, en esos momentos está ocupado en otras cosas. Está detrás del rubio, frotando su más que notable y considerable erección entre sus nalgas, deslizando toda su extensión por esa hendidura que le promete una noche más que placentera, pero que no quiere adelantar ni apresurar.

 

Las manos blancas están extendidas por toda la dureza de la pared frente a él, su mejilla derecha también está apoyada en el mismo lugar, y sus ojos que a pesar de ver de reojo al más alto, están completamente perdidos en los pozos azules que no se despegan de su rostro y que con una expresión tan altanera y excitada, le deja claro que esa noche es de ellos y que pretende no sea para nada corta.

 

--…Mierda-- Jadea el más alto. --Tengo tantas ganas de hundirme en ti…-- Musita con voz profunda, mordiendo el lóbulo de su oreja izquierda del más bajo –aunque sólo por pocos centímetros- haciendo el movimiento de caderas que mantiene desde hace unos minutos, más largo, más lento; dándole la impresión de que si en realidad se encontrara en su interior, estaría en lo más profundo de su ser, estaría tan enterrado en él que sería casi imposible saber dónde empieza uno y termina el otro si no fuera por la abismal diferencia entre sus pieles. Por lo que, cuando una de las manos morenas toma el sexo contrario para empezar a masturbarlo, sin dejar en ningún momento de menear sus caderas dando embestidas contra su trasero pero sin penetrarlo, siente que no puede más y que lo quiere ya dentro, lo necesita  dentro suyo.

 

--Haz… hazlo… Ngh…-- Da su “permiso”, pero más que eso pareciera que estuviera rogándole que lo hiciera, obteniendo como única respuesta una risa de suficiencia, una mordida en su hombro derecho y al segundo después, un frío tan desolador que le hace jadear impotente.

 

Kise se voltea a mirarle y el verlo allí, en toda su altura e imponencia, desnudo y sonriéndole en una pose de “Aún no, es pronto todavía”. Le hace sonreír a él también, pues es consciente que el de piel morena parece no querer terminar rápido con ello, parece querer alargar su noche y eso le hincha el pecho un poco de orgullo, pues es evidente, por lo menos a sus ojos que Aomine está interesado en él un poco más que para un usual y corriente polvo de una noche, si no es así y al moreno simplemente le gustan los juegos previos, no quiere saberlo, prefiere mentirse con su primera suposición.

 

Da un paso al frente y se acerca al otro cuando éste le indica que lo haga cuando mueve uno de sus morenos dedos, llamándole y apuntando hacia abajo, allí donde un muy erguido y endurecido pene se alza orgulloso hacia el cielo, pidiendo atención, una atención que el rubio no piensa negarle de ninguna manera.

 

Así pues, Ryouta se inca en frente y es su mano derecha la que primero hace contacto con aquella piel, erizándosele la propia ante la anticipación de tener aquello en su interior; por lo que luego de un par de movimientos ascendentes y descendentes con su diestra, acerca su boca para que su lengua húmeda y caliente sea partícipe de una experiencia que el más alto no olvidará, pues nunca en su vida Kise le ha puesto tanto empeño a una felación, nunca antes del par de veces que lo ha hecho a alguien más, buscó el total placer en la otra persona por encima del propio; y siente como sus esfuerzos de llevar lo más profundo que puede aquella erección, el sube y baja de sus labios entorno a aquella carne, las succiones y los movimientos de su lengua logran eso que ahora sus oídos escuchan, unos jadeos tan roncos y tan llenos de satisfacción y deleite que es imposible que no sonría aun con el miembro de Aomine entre su boca.

 

--…Oh así, ngh… hmmm…-- Jadea el moreno y sin aviso alguno más que un jalón al rubio cabello del más bajo, se derrama en la boca que le hizo tocar el cielo o el infierno, no tiene idea, el caso es que esa boca no la olvidará y su pene tampoco.

 

Kise siente aquella sustancia bajar por su garganta y no tiene tiempo de algo más porque al segundo siguiente se ve de pie y con su espalda siendo estrelladada sin nada de delicadeza contra la pared en la que hace poco estuvo de frente, lo que provocó un leve quejido, que más sonó como a un gemido ahogado. La excitación era tal que la rudeza y la aparente ansia que el más alto mostraba ahora que besaba sus labios y se frotaba contra él, tan sólo lo excitaban más si es que eso era posible.

 

Aomine enreda los dedos de su izquierda en el sedoso cabello como los rayos del sol, no se aleja de los labios del de ojos de oro y éste siente que podría llegar a ahogarse en cualquier momento, algo que en realidad no le importa, “moriría feliz” piensa entre la bruma que ahora es su mente, sonriendo internamente al segundo después ante lo fatalista que sonó aquello. La diestra del mayor baja y hace que Kise suba su pierna izquierda para con sus largas falanges, previamente ensalivadas en medio de los fogosos besos, preparar aquella zona que ya no pretende esperar más por poseer.

 

--¡Ahh!-- Su voz no pudo sonar más aguda, pero es que de estar en un instante compartiendo uno de los besos más candentes y asfixiantes de su existencia, mientras era preparado; ahora estaba con sus piernas enredadas en torno a la cintura del hombre que con las manos lo sostiene de las nalgas y que actualmente, luego de una embestida que lo hizo abrir los ojos hasta casi llevarlos para atrás y que logró que su espalda se arqueara notoriamente a la vez que todo su cuerpo se tensaba ante la invasión, lo tenían al borde del clímax aun cuando apenas había sido penetrado.

 

Sus manos se aferraron a la nuca de aquel que movía sus caderas en un vaivén que no cesó en ningún momento, sus ojos se clavaron en los azules ajenos y sus bocas se unieron de nuevo sin consideranción, dejando que los minutos pasaran, no sabiendo ninguno de los dos si había pasado un segundo o una hora, no sabiendo cómo es que no se habían encontrado el uno al otro antes. El tiempo pasó y ellos simplemente se entregaron por completo a lo que sus cuerpos pedían entre jadeos y gemidos que denotaban la total excitación y éxtasis en el que se encontraban. El tiempo pasó y no hubo impedimento para que lo inevitable llegara, dejando a ambos con la respiración hecha un total caos, con sus pieles perladas en sudor, con sus labios rojos e hinchados ante la cantidad e intensidad de los besos compartidos. Dejando sus cuerpos con una sensación de saciedad que los hizo sonreír a pesar de estar respirando con dificultad.

 

--Aún no…-- Sin embargo, la declaración de Aomine Daiki le dejó claro a Kise Ryouta, que esa noche iba para largo, y vaya que así fue…

.

.

.

Cuando Kise despertó, el sol apenas se estaba asomando por el firmamento. No lo veía porque las cortinas del lugar en donde estaba permanecían cerradas, pero el reloj en su muñeca le hizo saber que eran apenas las seis de la mañana, hora de irse y de decirle adiós a la mejor noche de su vida. Adiós a una noche que no se repetiría y que por lo mismo, tendría presente en su mente, más allá que en su cuerpo, que sin verse, estaba convencido estaba lleno de marcas, de la evidencia de la pasión con la que ambos se habían entregado hace escasas horas.

 

--Rayos…-- Levantarse había supuesto algo complicado y doloroso de hacer para él. Sus caderas le mataban y suspiró al pensar que dos rondas más como la primera, debían obligatoriamente, que dejarlo en ese estado. Pero no era como si pudiera quedarse a esperar que su cuerpo decidiera dejar de doler, tenía que irse ahora mismo si no quería que el moreno en la cama despertara y le mirara con una expresión de claro desconcierto, pues para el rubio era claro que Aomine no se acordaría de lo que había pasado, aunque no había que ser un genio para mirar la habitación, el desorden, los restos de semen por aquí y por allá, para darse cuenta de lo que había hecho. La cuestión es que Kise no quería que supiera que había sido con él, porque ver en el zafiro de los ojos ajenos, que no era con el rubio con quien querría compartir su cama, le dolería muchísimo; así que prefería marcharse y dejar al moreno con la incógnita, total, aquel pensaría que fue una noche de sexo con “x” desconocido y nada más. Vale, eso de que lo catalogara como un desconocido cualquiera no sonaba para nada bien, pero prefería eso a que supiera que había sido con él, con su vecino; no podría mirarlo como lo hacía normalmente.

 

Entró a su hogar, en donde por cierto, vivía con sus dos hermanas mayores; las cuales no estaban por allí rondando, por suerte. Fue directo a su habitación y boca abajo, pensando en la noche que había compartido con el que era dueño de su corazón, ahora dueño de su cuerpo, se había quedado dormido, no permitiéndose pensar en que después de la felicidad, había quedado un vacío que sabía no podría llenar.

.

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Una semana había pasado desde aquello y no quiso detenerse a pensar que lo que pensó un consuelo a su amor unilateral, había sido todo lo contrario, había sido un error, un error rotundo, porque ahora más que nunca, no podía alejar a Aomine de sus pensamientos. Sentía sus besos, sus caricias, su aliento contra su piel. Pensaba en su voz, en esos ojos que en toda la noche le habían mirado con un brillo, un ansia que le molestaba y revolvía el estómago saber que era porque estaba drogado.

 

Sabía que ya nada iba a ser igual, ese día nunca regresaría y ahora cada vez que lo veía, huía como si un demonio hubiera aparecido ante sus ojos. Temía hacer o decir algo que no pudiera remediar, temía que su boca o cuerpo actuaran sin el consentimiento de su mente; y es que, todo había cambiado tanto dentro de él, había cambiado tanto que lo que fue una mágica noche, había convertido su vida en algo doloroso, porque pensó que estaría bien sin él después de ello, pensó erróneamente que su vida de universitario podría seguir tal cual, con él suspirando por el moreno sin que éste tuviera la mínima idea, pensó que nada cambiaría, algo que desafortunadamente para él, pasó.

 

Lo veía desde su ventana cuando llegaba o cuando salía de su casa, a escondidas, detrás de las cortinas de su habitación. Seguía su silueta con sus orbes doradas y un día cualquiera, sintió sus ojos humedecerse porque pensaba que se estaba volviendo loco al sentir sus manos vacías, queriendo tener en ellas el calor de la mano ajena, ese calor que comprobó en toda su piel en la mejor noche de sexo que había tenido en lo que llevaba de vida. Sollozó porque cada vez pensaba con mayor convicción que podrían ser la pareja perfecta, perfecta de alguna manera; pero entender que eran meras ilusiones, lo hacían sentirse más patético de lo que ya se sentía de por sí.

 

--Patético, eso eres Ryouta-- No dudaba en recordárselo él mismo cada que podía. Y entonces tan ensimismado en sus pensamientos estaba, que en su andar al centro comercial, para comprar el arete que había perdido en no sabe dónde, ese que llevaba desde hace años en su oreja izquierda; no se dio cuenta que alguien venía en sentido contrario, por lo que terminaron chocando sin remedio. --Lo sien… to-- Kise no se esperaba haber chocado con Kuroko, pero menos esperaba la mirada de desdén y desprecio que éste le estaba dirigiendo, por lo que, después de un rápido “Lo siento”, dicho ésta vez sin titubear, continuó con su camino dispuesto a olvidar esa extraña y hasta perturbadora mirada de la que había sido víctima.

 

Pero entonces, una noche, poco más de un mes después de su encuentro carnal con Aomine, en la que sintió el fuego sobre su piel y no le importó quemarse; y que teniendo ya un par de encuentros más con el peliceleste, donde había sido nuevamente receptor de aquellas miradas que parecían estar cargadas de rencor, pensó que era una señal para que se largara; por lo que pidió a sus hermanas que se mudaran a otra casa, algo que no tomaron bien, dando una negativa rotunda a la petición, argumentando un sinfín de motivos por los que quedarse era lo mejor e irse era una pésima idea. Argumentos que él mismo no podía refutar, pues su necesidad de irse era por simple y mero egoísmo.

 

Decidió entonces, y sacando de su ser una resolución que le decía que no podía dejarse caer por un desamor, pues no tenía de otra, que aplicaría aquel dicho tan conocido que rezaba que un clavo saca otro clavo, y aquel tipo que había estado tras suyo durante un tiempo, le pareció una buena opción.

 

Pero Haizaki Shougo no resultó ser lo que esperaba, de hecho, después de tan solo quince días de salir con él, estaba convencido de que nadie sería  lo que esperaba, porque sencillamente había una única persona a la que quería y desgraciadamente esa persona era la única a la que no podía tener, y menos cuando su hermana una año mayor que él, llegó una noche declarando que le gustaba el vecino de en frente y que se le declararía.

 

A Kise casi le da un infarto, pues sabía que el moreno estaba soltero después de la ruptura con Kuroko, y siendo fieles a la verdad, su hermana era hermosa, era casi como verlo a él en versión mujer, y no era por sonar arrogante ni mucho menos. De hecho, cuando pequeños, lo confundían mucho con una niña por lo bonito que era, tan parecido a sus dos hermanas. Así que la idea de que si el enamoramiento de Aomine por el peliceleste se había terminado o menguado al menos, cabía una gran posibilidad de que su hermana fuera aceptada por aquel, aunque…

 

--Pero él es gay…-- Soltó sin meditarlo siquiera, a lo que su hermana tras meditarlo unos minutos, respondió con un simple “Pues habrá que hacerlo cambiar de acera o en su defecto, que mire hacia ambas y ya está”.

 

Entonces, sin poder refutar aquello, no le quedó más que aceptar y hacerse a la idea de que tal vez el hombre del que estaba enamorado, sería su cuñado…

 

--No, no, no. Definitivamente no… No hay manera, ¡No hay manera!-- Daba vueltas por su habitación como perro enjaulado, revolviéndose el cabello y pensando en alguna excusa para poder irse esa noche de su casa, pues su hermana que había sido tremendamente rápida en su acercamiento al hombre por el que él mismo suspiraba, había invitado al moreno a cenar, a lo que aquel había aceptado y por ello, ahora ella estaba en la cocina preparando un banquete, y él, con ganas de morderse las muñecas y desangrarse, o algo así.

 

Desafortunadamente no logró zafarse de la dichosa cena. Su hermana a pesar de ser tan solo un año mayor que él, añadiendo además que era mucho más baja también; daba miedo, autentico terror cuando se enojaba. Así que no pudo huir, y por ello ahora estaba sentado en la mesa, sintiéndose más que incómodo y fuera de lugar.

 

--Todos ustedes se parecen mucho ¿eh?-- Comentó el más alto de las cuatro personas en el lugar, mirando al único hombre además de él mismo con una sonrisa ladeada que Kise no veía, pues desde que aquel había hecho acto de presencia, se prohibió a sí mismo cruzar sus miradas, puesto que el verlo allí tan cerca, provocaría que sus mejillas se colorearan al recordar lo que hicieron en esa noche que todavía tenía clara en su mente.

 

--La verdad es que si, y vieras que cuando pequeños confundían a Ryou con nosotras.

 

--¿Ah, sí?, eso sería bueno verlo. Digo, para ver si en verdad se parecían tanto-- La voz de Aomine hizo al rubio levantar la mirada y clavar sus ojos miel y ceño fruncido, en los azules que parecían más que divertidos con la situación.

 

--Si quieres después de la cena te muestro una foto, te sorprenderías-- Su otra hermana, la que no estaba interesada en el moreno, fue la de aquel apunte a su ver, estaba por completo fuera de lugar. ¿Cómo se les ocurría mostrarle fotografías de su niñez a alguien que era prácticamente un desconocido? Estaban locas, completamente locas si creían que él las iba a dejar.

 

--Me gustan las sorpresas, así que esp—

 

--Nadie va a mostrar nada aquí-- Interrumpió al moreno en lo que pretendía decir, mirándolo con su ceño fruncido y con un levísimo carmín en sus mejillas, maldijo a todos los dioses que esa noche su adorado tormento estuviera tan condenadamente atractivo. Pero a pesar de que en efecto sintió su rostro colorearse ante lo atractivo que se veía y por las imágenes que a su mente acudieron, por nada del mundo podía dejarlo ver una imagen tan… poco varonil; así que la dichosa fotografía no saldría del álbum, ni ninguna otra.

 

La cena continuó sin ningún contratiempo, pero la sensación de ser constantemente observado por el más alto lo tenía más que intranquilo, nervioso y deseoso de que el tiempo corriera rápido para poder retirarse, entiéndase, escapar a su habitación. Algo que sucedió después de quince minutos más, donde no sabía si reír, llorar o enojarse ante lo evidente que su hermana era coqueteando con el más alto. Y ser testigo de cómo Aomine filtreaba con ella sin pudor alguno, fue lo que colmó su paciencia, lo que le hizo levantarse de forma abrupta de la mesa y sin una palabra, retirarse del lugar directo a su cuarto, donde como adolescente con una rabieta, pateó la cesta de basura llena de papeles de su habitación, provocando un pequeño desastre.

 

Celos, enormes celos era lo que sentía correr por sus venas y prefirió acostarse y tratar de conciliar el sueño, para olvidar que el estúpido del que estaba enamorado, parecía aceptar las insinuaciones de su pariente, lo que seguramente en poco tiempo, terminaría en un noviazgo, un noviazgo que le dolería en el alma, pero que aceptaría por el amor que le tenía a su hermana.

.

.

.

Ese día, un sábado en particular, Kise se encontraba queriendo deshacerse del sentimiento de ahogo que esa gran noticia que su hermana quería anunciarles, y en la cual no estaría presente, por cierto; había decidido ir a la discoteca que meses antes desencadenara la mejor y peor noche de su vida.

 

Pensó que el alcohol podría ayudarlo a desvanecer de su mente la idea de que Aomine era ahora su cuñado, porque estaba seguro que esa era la grandiosa noticia, una que no quería escuchar. Aunque era bastante estúpido a decir verdad, ya que si no la escuchaba esa noche, la escucharía al día siguiente o al siguiente, y lo peor, quizá los vería alguno de los días siguientes, besánd… ugh, no, no, definitivamente no.

 

No sabía que iba a hacer, pero como sea, se iba a ir de esa casa, se mudaría lejos de la pareja feliz y pondría sino tierra, por lo menos si kilómetros de por medio, después de todo, ojos que no ven, corazón que no siente ¿Verdad?

 

Entonces, después de unas cuatro horas dentro del lugar, esa misma discoteca donde su gran oportunidad apareció; donde con más copas encima de las que podía contar con los dedos de sus manos y pies, estaba bailando con un tipo, un tal Himuro Tatsuya que no estaba para nada mal a la vista. Se movía al compás de la música, sintiendo como esas manos lo recorrían sin recato alguno y que él dispuesto a perderse por completo en esa noche, no pretendía detener, es más, los movimientos de sus caderas, de su cuerpo en sí, daban pie a que el del lunar avanzara con sus toques hasta donde esa fina línea entre lo permitido y lo prohibido, fuera confusa y fácilmente olvidada y rebasada.

 

--Hey chico sexy~… quiero… otro…-- alzó la botella vacía entre sus dedos, indicándole al otro lo que quería, sonriendo cuando éste se le acercó a robarle un beso que correspondió sin pensarlo mucho, antes de verlo perderse entre la multitud para traerle lo que había solicitado. Mientras tanto, se quedó allí, bailando al ritmo de la canción que ahora se dejaba escuchar con toda potencia dentro del amplio lugar; con los ojos cerrados y sencillamente, dejando que la música guiara sus movimientos.

 

Entonces, luego de no sabe cuántos minutos después, sintió unas manos enredarse a su cintura desde atrás, posándose en sus caderas, dejándole percibir un cuerpo más alto y fuerte a su espalda, que se pegaba por completo al de él y que se movía también al ritmo de la música, pero con un toque diferente a como Himuro se movía, aunque no es como si pudiera asegurarlo, su mente estaba algo perdida por el alcohol que había bebido a lo largo de la noche.

 

--Volviste…-- Murmuró, con voz divertida. Estirándo su mano para poder tomar lo que el del lunar había ido a buscar, su botella de licor. Botella que no se posó en su mano, por lo que empezó a dudar que la persona tras de sí fuera en realidad el chico con el que pensaba esa noche, desempolvar su trasero, después de meses de inactividad.

 

--¿No crees que bailar de esa manera es muy peligroso para ti?-- Esa definitivamente no era la voz de Himuro, pero no supo ubicar tampoco a quien exactamente pertenecía. Por lo que intentó darse la vuelta para ver si sus ojos podrían reconocerlo, algo que el hombre tras de sí no le permitió.

 

--¿Pelig…?

 

--Sigue bailando, sigue moviéndote…-- Pidió aquel, interrumpiéndolo; hablando sobre su oído, antes de lamerlo, lo que provocó en el rubio un temblor en su cuerpo, y una total intriga por saber quién era, pero tan perdido en todo el ruido que había a su alrededor, perdido en los cuerpos que danzaban sin descanso en todas direcciones a las que mirara; no prestó demasiada atención e hizo lo pedido, subiendo sus manos y llevándolas hacia atrás, tomando entre sus dedos el corto cabello ajeno, solo sosteniéndose de allí y sin dejar de mover su cuerpo sin intención de ser sensual, pero siéndolo con total contundencia y éxito.

 

--Tengo sed…-- Murmuró el de nívea piel, no sabiendo si su compañero de baile le escuchó, aunque tampoco era su intención que le escuchara, fue un pensamiento que dijo en alto, nada más.

 

--En cambio yo tengo hambre…-- Al parecer si le había escuchado. --Hambre de ti, Kise…-- Afirmó el desconocido, lo que dejó al rubio en un estado de semi-shock, si es que eso existía. ¿Cómo aquel conocía su nombre? ¿Acaso él lo conocía? Fueron interrogantes que de inmediato se hicieron presentes en su embotada mente, y que deteniéndose en su danza, volteó a mirar a quien había bailado con él los últimos minutos, logrando que sus ojos del color del mismo oro se abrieran en sorpresa, a la vez que su cuerpo se alejó del más alto como si éste le estuviera quemando, apreciación que no estaba del todo equivocada.

 

--Aominecchi…-- apenas movió sus labios para decir aquello, pero el moreno entendió por completo sin haberlo escuchado, y extendió una sonrisa en sus sensuales labios, al reconocer esa forma tan única en la que aquel le llamaba. --¿Qué haces…? ¿Mi hermana?-- Miró a su alrededor buscando en efecto, a la que pensaba ahora mismo era la novia del hombre frente a él. No encontrándola y con la mente demasiado aturdida todavía para pensar que si ella estuviera allí, Aomine no habría bailado de aquella manera con él. No lo hubiera tocado y recorrido su abdomen como lo había hecho hace nada, ni habría lamido su oreja tampoco.

 

Por lo tanto, al creer aclarada su mente después de un par de minutos, su voz se alzó y su ceño se frunció notoriamente.

 

--¿No llevan nada de novios y ya le estás poniendo los cuernos?-- Más que una pregunta, era una afirmación. Una que dejaba ver su total enojo ante lo que pensaba estaba haciendo el más alto, y saber que estuvo casi frotándose contra él si ningún pudor, además de colorearle las mejillas de carmín, le hizo sentirse terriblemente mal al pensar que había algo así como traicionado a su hermana.

 

Mas la carcajada que el más alto soltó ante su recriminación, lo desconcertó y enojó a partes iguales, y quedándole claro que aquel sólo se estaba burlando de su hermana y de paso de él mismo, se dio la vuelta dispuesto a largarse de allí, puesto que su noche se había echado a perder por completo. Al diablo su intento de distracción.

 

--Espera un momento, ¿A dónde crees que vas?-- Verse acorralado de frente ante una de las paredes del lugar, le puso por completo nervioso, no lo podía negar. Pero la indignación le ganaba un poco a su inquietud, por lo que removerse tratando de apartarlo de su cuerpo fue lo que atinó a hacer. Algo que de hecho resultó inútil, y por el contrario, se vio todavía más apresado entre el cuerpo del moreno y la pared.

 

--Aléjate, quítate de encima mío, idiota-- Le espetó, mirándolo con enojo, pero Aomine pudo ver además de su sonrojo, que aquellas orbes de miel y oro casi le estaban suplicando que lo dejara libre, así que, pensando que era indudablemente porque lo ponía nervioso, decidió hacer todo lo contrario y como ya no podía pegarse más a su cuerpo, porque de hecho ya no había distancia alguna entre sus cuerpos, fue que en un acto completamente deliberado, movió sus caderas hacia adelante en un amague de embestida que logró lo que pretendía… un jadeo de los labios del rubio ángel entre sus brazos.

 

--Pídemelo como si en verdad quisieras que me aleje-- Contraatacó el más alto, burlón; empezando a repartir besos en la nuca en frente, húmedos, largos, calientes.

 

--En serio… ahh~… ¡Que te quites!-- Kise sacó fuerzas del gemido que salió de sus labios a traición, por el contacto en su cuello.

 

Se sentía terriblemente avergonzado y un poco humillado al verse casi flaqueando por ese simple contacto, ¡Pero es que era Aomine el que lo estaba besando e incitando! ¡El estúpido por el que babeaba todavía!

 

--No te me acerques-- Exigió, estirando sus manos hacia el frente, haciéndolas funcionar como si de una barrera se tratase, una barrera bastante endeble y tembleque si era fiel a la verdad. Pero estaba nervioso y borracho, además. Así que no es como si se le pudiera pedir demasiado tampoco.

 

--Por favor, Kise. Dejémonos de tonterías y ven conmigo-- El moreno extendió su mano, esperando que la blanca y fina ajena, se posara sobre ella; algo que después de un par de minutos, todavía no pasaba.

 

--No lo haré-- Dijo decidido el rubio, y hubiera retrocedido de no ser porque la pared tras de sí no lo dejó. Por lo tanto, su intención estuvo dirigida a escapar por el lado donde la mano del más alto se despegó de la pared para invitarlo a ir con él, pero no se movió un milímetro, puesto que de un momento a otro, vio todo al revés.

 

--Tsk, a la mierda todo, no se puede ser caballeroso contigo-- Se quejó Aomine, aunque esa queja no parecía tal, al ser consciente de la sonrisa burlona que éste tenía en sus labios. --Bueno, no es como si yo fuera un caballero, después de todo-- se mofó de él mismo, saliendo de la discoteca. Llamando indudablemente la atención de más de una veintena de miradas, ya que no era muy usual ver a alguien llevándose como costal de papas y al parecer a la fuerza, a un muchacho que pataleaba y golpeaba la espalda del secuestrador con sus puños, despotricando una y mil lisuras contra aquel, pero que no parecían afectarlo en lo más mínimo.

 

--¡Suéltame maldito loco! ¡¡Rayos!!

 

--A ver, a ver, princesa-- El más alto lo bajó de su hombro con la misma delicadeza con la que lo puso en ese lugar, es decir, ninguna; dejándolo en el suelo al lado de una moto de alto cilindraje preciosa, en la cual lo acorraló como fiero depredador que acorrala a su presa, dejando al de ojos miel, atontado y con su corazón latiendo a mil. Algo así como fuera de combate, tanto que no pudo increparle por el apelativo femenino con el que había sido llamado. --Te irás conmigo por las buenas y dejarás además, que te haga mío-- Le susurraba sobre los labios, con los zafiros fijos en el oro ajeno. --Te deseo, Kise y te prometo que si me acompañas, no te arrepentirás-- Afirmó, acortando la distancia entre sus bocas y posando sus manos en las caderas ajenas, robándole un beso que a Kise hizo temblar. Coló la lengua en la dulce boca del rubio, buscando una compañera, la cual encontró al instante y a la cual invitó con movimientos audaces y por demás sensuales, a que se uniera a la danza que se sucitó entre sus bocas.

Aomine dejaba en ese beso algo que de ojos miel creyó percibir, y por eso mismo, lo hizo sucumbir sin mucha más resistencia. Pero ¿Cómo negarse a algo que no quería negarse, y que al contrario, anhelaba?

 

Y es que era eso, anhelo, algo que quedó claro para el más alto, evidenciándose cuando los brazos del más bajo le rodearon el cuello, correspondiendo al beso con un ansia y deseo que era imposible ocultar ya en esas instancias.

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Kise Ryouta esa noche recordó lo que era estar entre los brazos de Aomine Daiki. Recordó a pesar de su borrachera -la cual había menguado paulatinamente al correr la noche- lo que era tener al moreno entre sus piernas, en su ser; recordó que besos y caricias como los de aquel, no recibiría nunca y no quería que así fuera tampoco; para él, ese ganguro con poco tacto era el amor de su vida y así lo sería por mucho más tiempo.

 

Esa noche el rubio recordó cosas, pero también se enteró de otras. Por ejemplo, que su arete se perdió en ese cuarto, ese donde había pasado por segunda vez, una de sus mejores noches. Se enteró también, de que el moreno no estuvo drogado en ningún momento esa primera noche y que le hizo creer que había caído en su juego, porque simplemente quería tenerlo en su cama, tanto como él mismo lo quería entre sus piernas. Pero más allá de la evidente excitación que el rubio despertaba en el de ojos azules, había una verdad que dejó a Kise en shock, para pasar al instante siguiente a colorear su rostro del color de las cerezas, para que al momento después, estuviera casi llorando y golpeando el pecho desnudo de su ahora novio con sus puños, golpes que distaban mucho de querer hacerle daño alguno. Reclamándole que era un estúpido, aprovechado, mentiroso, estúpido -sí, otra vez- idiota y palabras similares, dejando en claro solamente una cosa: estaba feliz, y mucho al saberse correspondido cuando esa idea había estado tan lejos de su pensar.

 

Aomine Daiki le confesó, que no le era para nada indiferente y que había terminado su relación con Kuroko por él, porque a pesar de solo verlo a la distancia, despertó en él algo que con el peliceleste no sintió en el tiempo que duraron juntos;  y si el moreno fuera lo suficientemente cursi como para expresarlo en voz alta, hubiera dicho que había sido amor a primera vista, pero como no era así de… sentimentalista -cursi-, lo dejó en que había sido pura y sencilla, química, algo que no era una mentira tampoco.

 

Al saber eso, Kise entendió el porqué de las miradas del ex de Aomine a su persona, y se sintió un poco mal, tan sólo un poco, puesto que prácticamente y sin saberlo en realidad, había terminado con aquella relación.

 

--Y creo que está demás decir que tu hermana no me interesa ¿verdad?-- Preguntó el de piel morena a un adormilado Kise, que sonrió negando.

 

--Uhu… está demás, Aominecchi…-- Ratificó aquel antes de quedarse dormido al fin.

 

--Y que todo el supuesto enamoramiento de tu hermana hacia mí, también fue una mentira, planeada por ella para que tú… bueno, creo que eso no es relevante ahora, rubio; mi rubio…-- Murmuró por último, arropándolos a ambos y abrazando ese cuerpo desnudo y tan cansado como el propio, para descansar y con la satisfacción e ilusión que le prometía una comienzo de su vida con un rubio precioso que con tan solo verlo al otro lado de la acera, le había robado el corazón; y que al probar del elixir de sus labios, al mirar la miel de sus ojos y al haber palpado la tersura de su piel, le había robado el alma y la cordura entera.

 

FIN

Notas finales:

Eso es todo. No soy la mejor narrando lemon, pero espero haya quedado aceptable por lo menos ewe

Gracias por leer y de antemano, por comentar -los que lo hagan xD-


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