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A broken love story por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Estas fiestas de fin de año me han dejado con una resaca horrible xD. Espero que hayan tenido unas celebraciones muy felices al lado de sus seres queridos. Muchísimas gracias a todas las personitas que dejaorn un review, están contestados. A quienes han dejado comentarios en mis otras historias, quiero que sepan que los he leído todos y en verdad gracias, prometo que cuando tenga más tiempo responderé :3

Se me había olvidado decirles algo importante, pues con la emoción de subir el fic se me pasó. Ésta historia está inspirada en una canción que lleva por título el mismo de esta historia, es por eso que he decidido dejar el nombre en inglés, para mantener la esencia. La canción es de Bei Maejor, y se llama "She was (a broken love story)". 

Dsifruten la lectura.

 

 

CAPÍTULO II.

 

 

Steve Rogers fue y ha sido el amor de su vida.

Tony no puede recordar haberse enamorado de nadie más con tanta intensidad.

Ni siquiera se ha vuelto a enamorar después de conocerlo, de hecho.

Y es ese simple motivo el que lo hace sentir como si una piedra estuviera aplastando su pecho—justo donde se supone que tiene un corazón—y él no tiene otra opción que quedarse como estúpido viendo al musculoso hombre porque sus neuronas han colapsado y está casi seguro que le está saliendo humo de las orejas por el choque eléctrico que ha sufrido.

Tal parece que Steve tampoco sabe qué decir porque se pasa la lengua tímidamente por el labio inferior que Tony no puede dejar de mirar durante cinco segundos, y luego carraspea para que su atención vuelva a sus ojos y entonces hace otra sonrisa extensa y le dice:—¿Qué vas a ordenar?—y Tony simplemente intenta que su cerebro vuelva al funcionamiento normal.

—Un americano fuerte y una dona de chocolate amargo. —dice con convicción vacilante y cree haber imaginado todo y que en realidad Steve no le ha reconocido ni una mierda o finge no hacerlo, y se convence de ello cuando el rubio se aleja y se pierde por la puerta de la cocina. Diablos. Tony no se permitirá sentirse mal si Steve le odia en estos tiempos, o si se siente jodidamente traicionado por lo que le hizo hace muchos años…

Se pasa una mano por el cabello echándoselo hacia atrás y culpa mentalmente a Bruce por tener esos tics raros que está comenzando a pasarle. Hace un recuento de las cosas que pasaron con Steve hace más de una década. Vamos que con el corazón de pollo que se carga ese hombre, no podría odiarlo por no asistir a su boda, ¿cierto? Ni siquiera eran los mejores amigos y Tony tenía todo el derecho de no asistir, porque bueno, ¿con qué cara te presentas a la boda del amor de tu vida como parte del público fingiendo una sonrisa y deseando amor y dicha cuando lo que tienes son ganas de aventar todo y mandar a la mierda a los novios? No. A Tony no le hubiera gustado tener esa escena anotada en la lista de escenas bochornosas que ha recopilado a lo largo de su vida.

Entonces, justo cuando está mentalmente preparado para irse y ruega porque sus piernas no tiemblen al ponerse de pie, Steve sale por la puerta de la cocina con una bandeja llena. Le dirige una mirada con esas gemas que le atraviesan y luego se desvía para dejar un par de cosas en otra mesa. Una camarera pasa por detrás del rubio y Steve la toma del hombro antes de que esté demasiado lejos, murmurándole algo al oído. Ella asiente y su cabello rojo se ondea suavemente sobre sus mejillas afiladas cuando gira el cuello y se encuentra con Tony. Le da una larga mirada y escrutinio antes de continuar con lo que estaba haciendo. A él le recorre una sensación extraña por la columna vertebral porque esa mujer da un poco de miedo. Es entonces cuando Steve se dirige directamente hacia él. Tony desea haberse marchado antes.

—Aquí tienes. —le dice mientras le pone una gran taza humeante, y la dona en una charola. Deposita otra taza en el asiento de enfrente y toma asiento, sin siquiera pedir permiso. Tony hace una mueca parecida a una sonrisa y no sabe que ha estado conteniendo la respiración hasta que aspira fuertemente y llena sus pulmones del delicioso aroma. Toma un sorbo largo y el silencio inunda el espacio hasta que es Steve quien decide hablar:—Han sido muchos años desde la última vez que nos vimos. —dice, pero no suena como un reproche o una acusación. Solo una simple observación.

—Tanto que incluso te has vuelto un espécimen. —y la risa de Steve hace eco por todo el lugar y Tony piensa que todos los están viendo por el ruido, pero nadie voltea. Quizá la risa se escucha solamente muy fuerte en su corazón. Algo de la tensión acumulada en sus hombros se va—. Mírate, hombre, cómo has crecido, literalmente. ¿Qué haces?, ¿pilates?—ésta vez sus ojos caen sobre los músculos que están cubiertos por la camisa blanca que él trae, la cual está arremangada hasta los codos y Tony quiere lamer el camino de ese brazo hasta su clavícula. Y quizá lamer todo lo que encuentre a su paso. Cuando alza la mirada, Steve lo está mirando con una mueca divertida pero sus ojos se entrecierran como si adivinara lo que Tony está pensando.

Le hace sentir nervioso. Nervioso en el buen sentido y eso es una mala idea. Porque Steve es un hombre casado y Tony ahora también lo es.

—Gimnasio, tres o cuatro horas al día. Parece que el tiempo invertido funcionó bien. —dice como si nada, pero sus pestañas revolotean y mira a Tony a través de ellas. No es un coqueteo pero sutilmente es una señal que Tony ha reconocido por los largos años de experiencia. Se deshace de la idea porque es imposible que el hombre le esté flirteando en un lugar público.

—Demasiado bien, diría yo. —repasa con sus ojos el pecho de Steve—lo que puede ver de él—y se lamenta que la camisa blanca sólo tenga los dos primeros botones abiertos y esté usando un delantal con el nombre del lugar—. Cuando eras adolescente el viento te arrastraba. —se burla un poco y después se arrepiente porque quizá ha tocado una vena sensible. Quiere disculparse pero el rubio le sonríe y asiente con la cabeza un par de veces antes de beber un sorbo de su macchiato.

—Por suerte ahora soy un hombre sano. —le murmura. Suspira y luego sus ojos se pierden por la ventana de una de las paredes y Tony piensa que ha sido un largo tiempo pero sus facciones no han cambiado en absoluto. O quizá sí. Quizá Steve Rogers ha cambiado demasiado pero para bien. Porque ahora es más alto, mucho más fuerte, su presencia es imponente pero sus ojos siguen siendo cálidos. Tony vislumbra a través de las sombras del local una barba de tres días y diablos si no es lo más sexy que ha visto en años. Se imagina acariciando esa barbilla fuerte mientras esos gruesos labios se cierran alrededor de su polla, devorándole, y… y debe parar porque no quiere tener una vergonzosa erección ahí mismo—. Los diagnósticos decían que no viviría mucho tiempo, era frágil y torpe. —dice como si nada, como si comentar una de las cosas que más le ha marcado la vida no fuera más que una noticia común—. Sin embargo, los tratamientos mejoraron mucho mi condición física y mental. —la sonrisa no desaparece de su rostro y Tony le tiene un poco de envidia porque aún es capaz de sonreír de esa forma inocente que él recuerda.

En cambio él no ha dado una sonrisa sincera a casi nadie desde que murió María.

Las siguientes dos—¿o tres?—horas, se la pasan conversando de cómo ha cambiado el pueblo, de cuánta gente se ha largado a vivir a otros lados y cómo nuevas personas han llegado. Es un sorbo de frescura que Tony aprecia en su mente tan ajetreada y se siente feliz de poder ser él mismo por algún tiempo sin necesidad de hacer uso de su lengua sarcástica para que alguien le tenga empatía, porque Steve es un conversador innato y natural, y no importa cuántos años hayan pasado entre ellos, se siente como si jamás se hubieran distanciado.  

De repente es consciente de su alrededor y se da cuenta tardíamente que el local está casi vacío. Y esto es lo que hace Steve: logra que el tiempo se escurra entre sus dedos sin poder hacer nada. Siempre ha sido así.

Es impresionante, pero también aterrador.     

Cuando saca la tarjeta de crédito para pagar la cuenta, Steve se niega rotundamente a aceptar el pago y le dice que la casa invita. Tony intenta absurdamente persuadirlo pero Steve es tan terco como Pepper.

—¿Entonces este local es tuyo o tú vas a pagar la cena sin que me dé cuenta? —Steve se ríe ante el comentario y se pone la chaqueta. Tony hace lo mismo con su sudadera y se pone de pie, un poco indeciso entre si debe despedirse ahora mismo o no. Porque quiere seguir hablando con Steve pero es tarde, y además… además no quiere que sea muy obvio que sus sentimientos no han cambiado en absoluto.

— Soy el Capitán, me gusta atender a las personas. —dice sencillamente y le abre la puerta como todo un caballero. Tony rueda los ojos y le da un leve golpe en el hombro pero acepta la muestra de caballerosidad y cruza la puerta primero. Afuera se siente un poco el frío, así que se refugia en el calor de su sudadera y mete las manos en los bolsillos. Piensa que este es el adiós, pero el rubio cierra detrás de ellos y se pone a su lado dispuesto a caminar.

—No me digas que el servicio cuenta con escolta a domicilio. —su sarcasmo sale a la luz, y a través de las farolas de las calles puede reconocer la sonrisa de Steve, quien asiente dos veces y saca de su chaqueta una cajetilla de cigarros. Le ofrece uno a Tony pero éste se niega rotundamente a sacar las manos de su fuente de calor, así que pasa. Steve enciende el suyo y comienzan a andar a paso tranquilo por las calles— Así que este lugar es tuyo. ¿Cuándo lo compraste? —le pregunta curioso.

—Hace algunos años. Pero en realidad el lugar es de todos los que trabajamos allí: Natasha, Clint, María, Sharon… ya sabes. Todos han aportado algo. Somos una especie de equipo, aunque ellos me nombraron Capitán porque son incapaces de ponerse de acuerdo en algo sin pelear.—su barbilla se alza levemente y camina viendo al cielo mientras lanza por la boca el humo del cigarrillo. Tony quiere aventarlo a la pared más cercana y comerlo a besos y decirle que le ha extrañado más de lo que deja ver. Que lo quiere tanto o más que antes y que el tiempo que ha pasado no ha logrado mermar ese huracán que provoca su sola presencia. Quiere por fin gritarle todo lo que se ha callado durante tantos años. Quiere decir tantas cosas pero solo se limita a caminar en silencio porque Steve tiene una vida hecha y él, ahora, también. De todas formas se largará de este maldito lugar en cuanto Bruce lo considere apto. No necesita estas cosas sentimentales de mierda.

Lo único que tiene que hacer es soportar un poco.

Algunas calles más adelante, cuando están a punto de salir del camino pavimentado, Steve se detiene.

—Creo que he caminado a tu lado sin pensarlo muy bien, ya sabes, la costumbre de cuando éramos jóvenes. ¿Te estás quedando en alguna posada? —le pregunta. Tony niega y señala la colina, donde se alza la vieja casa de su abuela. Él alza las cejas con expectación cuando se da cuenta qué casa está señalando Tony—. Esa casa está cayéndose por la falta de mantenimiento. —silba.

—Gracias por darme ánimos. —resopla y Steve sonríe, algo apenado—. Creo que… es noche y tienes que ir a casa y yo también. —y no sabe porqué se siente nervioso al decir aquello. Steve asiente de acuerdo con sus palabras y da una última calada a su cigarro antes de aplastarlo contra el piso. Saca de su bolsillo un celular y lo enciende, entonces se lo pasa a Tony. Mientras teclea su número en el teléfono de Steve, se da cuenta que nunca ha hecho esto. Suele dar una tarjeta a las personas para que luego le llamen, quizá jactándose de su vida de empresario famoso, pero nunca ha tomado otro teléfono para anotar el suyo y justo con Steve es con quien rompe la costumbre. Qué ironía.

Le pasa el teléfono cuando termina y Steve le manda un sencillo mensaje para que guarde su número. Tony lo guarda rápidamente y cuando termina se aleja algunos pasos algo indeciso todavía, pero Steve no le detiene y supone que no tiene porqué quedarse más tiempo. Comienza a andar y a algunos metros de distancia escucha la voz cantarina del ojiazul:

—¡Si mueres esta noche aplastado en esa casa deteriorada, es un placer haberte visto de nuevo! —Tony rueda los ojos por última vez esa noche antes de girarse levemente y enseñarle el dedo medio a Steve. Éste se ríe alto y claro. Tony sonríe y vuelve a andar por el sendero que conduce hasta la vieja casa de la abuela.

Ha extrañado su risa.

o.o.o.o.o.o

Es temprano cuando el timbre viejo de la casa suena y Tony no abriría la puerta si hubiera estado en el piso de arriba pero el incómodo sofá—que se siente como piedra—está taladrándole la columna.

De repente le entra la duda y no sabe si abrir o no porque puede ser Pepper, Bruce, o algún periodista loco que lo haya seguido hasta ahí y entonces se joderá todo. Quizá un chismoso del pueblo avisó a los medios y… y sí. Se está poniendo paranoico por algo que es poco probable que pase, lo sabe bien. Así que sin demorarse más y dando un trago rápido a una taza de café frío que encuentra en la cocina, abre la puerta y lo que encuentra es a Steve Rogers en ropa de deporte frente a su casa.

—Buenos días. —le dice con esa voz varonil que podría hacerlo suspirar. Sus ojos azules observan detenidamente su rostro pero no se detienen ahí, sino que bajan poco a poco hasta sus piernas y vuelven a subir y entonces se han oscurecido un poco más y Tony podría tener una erección frente a él si no se controla. No recordaba que duerme en pantalones cortos y sin camisa. Las noches todavía son calurosas en esa época del año. Steve carraspea pero no puede quitarle los ojos de encima y un nudo se atora en el estómago de Tony porque quiere arrodillarse ahí mismo y hacerle una mamada cuando nota que Steve ha estado haciendo ejercicio: su playera mojada por el sudor y sus mejillas aún un poco sonrosadas lo delatan. Se ha quitado la sombra de barba que traía ayer—. Salí a correr y quise traerte un poco de leche y pan como bienvenida, supongo que no has comprado nada. —le estira una bolsa grande de papel.

—Claro, eh… gracias, supongo. —se pasa una mano por el rostro para desperezarse y acepta la bolsa. Steve le sonríe y luego parece vacilar y Tony lee sus intenciones de irse, así que le detiene:— ¿Por qué no entras? Hacer ejercicio te debe de dar mucha hambre. —y se gira dejando la puerta abierta sabiendo que el otro le sigue al interior de la casa. No puede evitar balancear un poco más las caderas porque sabe justamente que Steve le está viendo el trasero en ese pantaloncillo apretado con el que duerme y eso le pone caliente. Se pregunta qué está haciendo y se dice a sí mismo que no le importa.

—Tengo el apetito de un oso. —dice. Tony sonríe y lo conduce hasta la cocina, dejando la bolsa en el desayunador. Steve se sienta en un banco alto y sus ojos se pasean por toda la casa en un intento de distracción para no observar a Tony cuando éste se pone una camisa arrugada que le llega más abajo del trasero.

Cuando el castaño toma asiento a su lado, abre la bolsa y sacan las cosas. Hay dos vasos de leche y algunas piezas de pan. Tony quiere decirle que no le gusta la leche, que solamente toma café. Se muerde la lengua porque se escucharía grosero decirle eso al hombre que solamente ha tenido una muestra de generosidad con él.

—Sabías que te iba a invitar a pasar, ¿cierto? —su sonrisa pícara se extiende cuando Steve se rasca la nuca, gesto que Tony le ha visto hacer tantas veces, la diferencia es que ahora ese brazo está cubierto de apetecibles y voluptuosos músculos.

—Tenía la esperanza de que lo hicieras. Aborrezco desayunar solo en casa. —murmura distraídamente dándole una mordida a su pan y bebiendo de su leche. Tony quiere preguntar a qué se refiere, pero se le olvida cuando degusta su pieza de pan porque es exquisita. Casi gime ante el sabor.

—Dios, Steve. Dime que tú lo hiciste. —y le da otra mordida, de repente hambriento. El rubio lo mira detenidamente comer, morder su pan, no le quita la mirada de encima. Tony pasa saliva y le da un sorbo a la leche y ahora todo es silencio y miradas. Quiere besarlo. Ahora.

—Sí, nosotros hacemos todo lo que está en el menú. Muchas recetas son de la abuela de Bucky, pero también hay algunas originales. —y entonces es momento para recordar que Steve está casado y que él también. De repente se le va el apetito. Para disimular, sorbe un poco más de leche y luego hace a un lado la comida. Es el momento. Ha llegado. Necesita saberlo.

—Ese Bucky tiene suerte. Me pregunto si te he metido en problemas con él. No quiero tener un ojo morado cuando vuelva a Nueva York. —dice entre broma y verdad, casualmente, porque sabe que Bucky es un tipo agresivo cuando se meten en su territorio, y supone que los años no han cambiado su carácter.

La sonrisa que tiene Steve se transforma en una línea delgada tras sus palabras, y Tony sabe que ha arruinado el momento, pero no sabe por qué, o qué ha dicho. Entonces Steve le muestra su mano derecha y Tony no sabe qué jodidos está tratando de decirle, hasta que observa detenidamente y se da cuenta que no lleva puesto el anillo de casado. Bueno, él tampoco lo usa algunas veces porque le incomoda para trabajar en el taller, pero Steve no es de esas personas y… oh. Une las piezas.

No ha visto a Bucky desde que llegó al pueblo.

No vio a Bucky en el restaurante la noche pasada, donde debería estar, al lado de su marido.

Bucky no está aquí con Steve dándole leche y pan.

—¿Cuándo se divorciaron? —pregunta y suena más ansioso de lo que debería. Se muerde el interior de la mejilla para detener los latidos de su corazón, los galopes. Está sinceramente sorprendido porque no es algo que pudiera contemplar como suceso:— Digo, parecían la pareja perfecta, ya sabes. Eran mejores amigos de toda la vida, amantes, esposos, ustedes eran perfectos… juntos.—lo último ya le sale como un susurro, como si a penas después de tantos años estuviera dándose cuenta que él no pinta nada en la vida de Steve porque él sólo tenía ojos para Bucky, pero ahora están, ¿divorciados?, ¿en serio? La vida es una mierda.

—Ojalá fuera eso. —la mueca que hace Steve no intenta ser una sonrisa. Es sólo una manía que tiene de torcer la boca cuando las cosas se ponen un poco incómodas. Hace a un lado su vaso de leche y luego sus ojos azules se cruzan con los color caramelo de Tony. Se moja con la lengua el labio inferior y luego lo suelta:—Bucky está muerto, Tony.

Oh, vaya.

Maldita sea.

Maldita lengua suelta.

Y lo peor es que no sabe qué hacer. Consolar nunca ha sido su fuerte, sino el de Pepper, y no quiere decir nada porque tiene la costumbre de joder cualquier cosa que intenta arreglar. Así que deja que el silencio se extienda mientras piensa en algo; bebe un sorbo más de su leche por la ansiedad y siente que las manos le tiemblan ligeramente. No sabe cómo sentirse ante la noticia, ante lo que abarca. Luego dice:

—Creo que diría la frase cliché de “lo siento mucho”, o “mi más sentido pésame” pero supongo lo has escuchado hasta el cansancio y debe ser tormentoso escucharlo. —Steve le sonríe agradecido y suspira, relajando sus hombros. Tony se remueve en su asiento:—¿Cuándo fue eso? —y es que él es un chismoso de los buenos, y si se entera de algo, exige saberlo todo. Sobre todo si se trata de algo que implica a Steve de esta manera.

—Hace algunos años. —dice vagamente, poniéndose de pie. Tony ve la señal de que debe callarse y el tema se da por cerrado. Es incómodo, es doloroso y no es un buen tema para discutir un soleado Martes por la mañana. Steve pone los restos de su comida en el bote de basura que encuentra y entonces sus ojos se cruzan con el jardín trasero de la casa y se queda ahí contemplándolo.

—Es lo primero que arreglaré. —dice Tony cuando llega a su lado y también mira a través de la ventana—. Era el lugar favorito de María. —sonríe y no sabe porqué pero dice:—Creo que por eso detesto este lugar. Me recuerda a ella. —se pasa los dedos por sus mechones castaños, de repente agobiado por sus propios pensamientos. Steve se queda callado un largo tiempo, pero luego se gira y ahora están frente a frente, quizá demasiado cerca.

—No creo que ella hubiera querido que odiaras algo que fue hermoso en su vida. —y pone una mano en su hombro con familiaridad. Tony siente que sus rodillas se vuelven gelatina y es un gran actor para fingir que el toque no le ha hecho temblar pero es inevitable sentir que esa gran mano encaja a la perfección sobre su cuerpo. Imagina el contacto en otros lados, con más intensidad. Entonces aleja su mano y Tony siente la pérdida de inmediato. Steve se frota el cuello con una mano, nervioso, y entonces se dirige a la puerta:— Ten un lindo día, Tony. Llámame si necesitas algo. —y con una sonrisa rápida se marcha sin esperar a que le responda.

Tony se queda ahí de pie y no sabe cómo sentirse al respecto con lo que acaba de saber.

Bucky está muerto. ¿Hace cuánto? No lo sabe.

Se da de topes contra la pared porque a pesar de sentirse mal por Steve, no puede evitar que una chispa llamada oportunidad, brote de su pecho.

o.o.o.o.o.o.o

El resto del día lo pasa instalando completamente a Jarvis y haciendo los arreglos necesarios para que tenga acceso a todos los lugares de la vieja casa. Mueve los muebles que aún tienen algún tipo de arreglo y logra sacar los que necesita tirar. La limpieza nunca ha sido su fuerte, pero en este lugar apartado no es como si tuviera muchas cosas en las cuales entretenerse. Y no quiere pensar más sobre Steve y la muerte de Bucky.

Encuentra un espacioso sótano que jamás había visto en todas las veces que estuvo allí. Bien, decide, ese será su nuevo taller.

Pone manos a la obra y para cuando termina de escombrar y limpiar, la noche está cayendo ya. Se tira sobre el sofá más próximo que hay ahí abajo, completamente agotado, y siente los resortes incrustarse en su espalda. Pero está tan cansado que incluso moverse hasta su cama le costará un tremendo trabajo.

—Señor, tiene una llamada entrando. Tal parece que es la Señorita Potts. —Tony se desliza un poco más entre la tela maltratada del incómodo asiento que ha elegido, y asiente con la cabeza a la robótica voz de Jarvis.

—¡Tony! ¿Por qué no me has llamado?, he estado tan preocupada por ti, ¿cómo estás?—la voz ruge a presión, como si hubiera estado contenida en una botella y se hubiera abierto, a través del intercomunicador. A él no le queda más que sonreír.

—Una cosa a la vez, Pepper. He estado muy ocupado sacando el polvo y la basura de este lugar deteriorado al que me has obligado a venir… y estoy bien, gracias. —se sincera, pasándose el antebrazo por los ojos. No se había sentido así de cansado desde hace mucho tiempo. Hay un pequeño silencio a través de la línea.

—Te ha sucedido algo, ¿qué es?—y ahí está. Tony no puede creer que a través del teléfono, Pepper todavía sea capaz de leerlo. En serio que es bruja o alguna especie de vidente, o lo que sea. Todos estos años practicando para hacer frente a los medios y es ella quien jamás se cree una palabra de lo que dice. Tiene dos caminos: a) fingir que nada pasa y enredar la conversación de tal forma que ella olvide lo que está preguntando; ó, b) decirle la verdad porque es Pepper y aunque tome la primera opción, ella terminará sabiéndolo todo.

—He encontrado a un viejo amigo. —dice, tentativamente, como pisando un terreno que a simple vista parece parejo pero que puede tornarse escurridizo. Si quiere que Pepper no sepa realmente cómo se siente, tiene que ser cuidadoso.

—¿Steve?—suena a pregunta, pero es casi una afirmación. Tony suspira dramáticamente y alza las manos al techo, como si éste tuviera la respuesta. ¿Por qué ella tiene que acordarse de todo, joder?

—Sí. —no hay opción. Ella lo sabe. Ella sabe lo jodidamente enamorado que ha estado de este hombre desde sus años veinte. Fue la única que vio cómo se hundió poco a poco en su miseria de un amor no correspondido. Le ha dado ánimos a través de todos estos años para sobrevivir a esa decepción del corazón. La que se ganó por cobarde, por no atreverse a confesar sus sentimientos antes de que fuese demasiado tarde. 

—¿Y cómo está?—selecciona cuidadosamente la pregunta. Bien, cuando habló acerca de mandar a Tony al pueblo de su madre, no pensó en estas posibilidades. Tony puede escuchar un movimiento y está seguro que ella está todavía en la oficina trabajando.

—Guapo. Muy guapo, y fuerte. Deberías ver esos músculos Pepper, y sus ojos, y dios, su trasero que-

—¡Tony! —lo regaña a través de la línea. Tony simplemente se encoje de hombros. Ella preguntó y él contestó. Sin embargo, sabe que esa no es la respuesta que la mujer espera. Sólo trata de que la tensión no sea muy grande.

—Bien, bien. Está bien, pero…—y es esto a lo que ella se refiere. A aquello de lo que él acaba de enterarse y le está haciendo marañas en la cabeza. Recarga la nuca contra el respaldo del sofá y se queda contemplando el techo, como si solo de verlo fuera a encontrarle un orden a sus pensamientos. Pepper espera, paciente, hasta que él retoma la conversación dos minutos después:—Bucky, ¿lo recuerdas? su esposo, él… él murió, Pep. —escucha una aspiración algo fuerte. Sí, de seguro que la rubia está tan sorprendida como él, que a pesar de las horas que han pasado de la noticia, no puede sopesar la información todavía.

—Eso es…¿cómo decirlo? Inesperado. Lo siento mucho por él, de verdad. —ella murmura, compadeciéndose por un Steve del que solo ha escuchado hablar pero jamás ha visto en persona.

La charla se desvía hacia cómo se ha sentido en su nuevo hogar, y Tony no puede evitar sacar a relucir todo el trabajo que ha tenido que hacer, y el que le falta. Ella se escucha algo apenada, pero no lo suficiente como para ir a ayudarle. Al parecer, es algo que Tony puede hacer por sí mismo y estos días en soledad le ayudarán a reencontrarse con él. Tony no sabe cómo jodidos hallará paz teniendo a Steve cerca.

Le pregunta acerca de Bruce y un poco—sólo cinco palabras—de Obadiah, pero Pepper se niega a decirle nada, argumentando que es su esposo y debe comunicarse él mismo si quiere saber algo. Está bien, es cierto.

—Cuídate mucho Tony, por favor. —ella dice a través de la línea, y suena sincera y preocupada, ¿y cómo no va a estarlo si conoce las tendencias de Tony por la autodestrucción?— Te quiero mucho, y te extraño, jefe. —él siente un nudo en la garganta porque ella sólo le llama de esa forma algunas veces—. Y por lo que más quieras, sé prudente y no hagas tonterías.—entonces cuelga.

No se refiere al alcohol en absoluto.

o.o.o.o.o.o

Muchas horas después, se decide y le pide a Jarvis que lo comunique con Obadiah.

No está seguro si quiere escucharle, porque usualmente después de una pelea pueden pasar semanas sin hablarse, pero también le interesa el contrato con los inversionistas. Entonces baja una pantalla para la videollamada y ésta se enciende cuando la comunicación entra.

Del otro lado del mundo, en Asia, Obadiah responde.

—Hola. —le saluda el hombre con una pequeña sonrisa. Está recargado sobre lo que parecen ser almohadas. Al parecer, en Dubái está amaneciendo.

Conversan como si nada pasara entre ellos. Tony pregunta acerca de los negocios y Obadiah responde. Son profesionales, y en todos los años que llevan de casados han logrado separar la parte laboral de la personal porque saben muy bien que juntar ambas partes lleva al fracaso. No hay sentimentalismos de por medio. Tony sabe que tienen eso en común: son calculadores cuando de negocios se trata, se concentran en lo que hacen y dejan de lado lo demás. Tony nunca quiso convertirse en un hombre igual que su padre en este aspecto. Se da cuenta, tardíamente, que incluso es peor que Howard.

Cuando la conversación llega a su fin y Obadiah promete mandarle los reportes y los balances con las cuentas y contratos a su correo y al de Pepper, el silencio reina entre ellos. Tony sabe que es tiempo de despedirse. Entonces carraspea y sonríe al repasar la figura del hombre en la pantalla.

—No estás usando el pijama que te regalé en navidad, ¿dónde quedaron tus valores? —le reprende y se cruza de brazos poniendo la pantalla sobre sus piernas dobladas. Obadiah rueda los ojos y se pasa una mano por la cabeza medio calva y canosa.

—Estamos casi a cuarenta grados aquí, Tony. Sería un suicidio siquiera pensar en ponerme algo de ropa. No he soportado ni las sábanas.—dice, y Tony quiere hacer un comentario lascivo acerca de esto porque no es la primera vez que tienen sexo por videollamada, pero se guarda sus palabras. Stane desvía su mirada y luego, indeciso, se enfrenta a Tony—. Quise despedirme antes de marcharme pero estaba muy enojado contigo… —suspira.

—¿Cuándo no lo estás? —se burla. Logra ver cómo un poco de la tensión desaparece en el hombre mayor y se siente un poco bien con eso. Obadiah le interesa y lo quiere, ha estado para él desde que puede recordar y eso es algo que Tony tiene muy metido en la cabeza—. De todas formas, Pepper se ha encargado de hacerme pagar por todo lo que he hecho estos últimos meses. Esta casa está cayéndose entre el polvo y el deterioro. —la risa de Stane le tranquiliza un poco. El teléfono del hombre suena por la pantalla y lee un mensaje, entonces su ceño se frunce— ¿Ha pasado algo malo por allá, Obi? —cuestiona.

—No, nada. Es sólo que han adelantado la cita dos horas y eso significa que si no salgo en veinte minutos del hotel llegaré tarde.—sus ojos se encuentran con los de Tony y hay una especie de disculpa en ellos—. Te llamaré en cuanto pueda, ¿está bien? Ya duérmete. —él asiente, como si de verdad fuera a seguir su consejo—. Te amo. —dice por último, y Tony siente que alguien le presiona el pecho.

—Yo también te amo. —dice, pero no logra convencerse él mismo. Obadiah sonríe antes de cortar la comunicación y el lugar queda en completo silencio del lado de Tony. Avienta la pantalla hacia la mesilla que está por ahí y se pasa ambas manos por el cabello, echándoselo hacia atrás. Se da dos golpes en las mejillas y comienza a rebuscar piezas en el taller que ha montado. Necesita sacar ideas absurdas de su mente, y para eso la mejor medicina es el trabajo sin descanso.

Las mentiras han sido su fuerte desde siempre.

o.o.o.o.o.o.o

Siente rodar su cuerpo alrededor del asfalto. Le duele incluso respirar, y cuando abre los ojos, hay puntos negros bailando delante de ellos. Hay humo y fuego a su alrededor. Escucha las sirenas a lo lejos, acercándose a gran velocidad.

Está mareado y tiene el estómago revuelto. Se lleva una mano a la cabeza y puede ver la sangre correr a través de su palma cubierta por un guante grueso de piel. Su respiración se acelera, sus ojos se mueven frenéticos buscando a alguien entre toda la gente que de repente comienza a aparecer. Intenta apartarlas, caminando hacia donde todos están volteando espantados.

Tiene miedo.

¡Bucky! grita, pero nadie responde. Avanza, aventando a todos hacia los lados. Siente la sangre manar de su cabeza pero en este momento no le importa. Está desesperado. El zumbido en sus oídos se intensifica y ya no puede escuchar nada más que sus jadeos ¡Bucky! vuelve a gritar, más fuerte. Intentando que sus gritos lleguen a la persona que está nombrando.

Cae de rodillas.

No puede respirar.

Se lleva las manos a la cabeza, y las lágrimas se deslizan por sus mejillas, imparables.

Entonces toda la gente se esfuma en una nube de olvido y ésta vez el campo cambia y el pasto se transforma en lodo y tiene las rodillas sucias. Él alza la vista y ve un cuerpo tirado a lo lejos. Tiemblan sus pies al ponerse de pie, y parece que en cualquier momento va a derrumbarse de nuevo pero no le importa; y corre. Corre a pesar de que no puede respirar muy bien. A través de su visión borrosa puede verlo.

Está tirado inconsciente ahí, completamente envuelto en sangre.

Lleva la camisa de cuadros que tanto le gusta a Steve. Entonces sube la mirada y encuentra esos ojos verdes mirándolo sin vida, como dos canicas.

¡¡Bucky!!

Se sienta en su cama de un tirón.

Entonces cae en cuenta.

Cierra los ojos y se aprieta el puente de la nariz con dos dedos. Luego se pasa una palma por sus cortos cabellos rubios. Los latidos de su corazón son rápidos, como si hubiera corrido un maratón sin descanso.

Sus puños se cierran sobre las cobijas y entre la penumbra de su habitación siente la impotencia resurgir de su fuero interno. Las pesadillas han sido comunes desde la muerte de Bucky, pero cada vez con menos frecuencia gracias a las terapias. El último episodio lo tuvo hace una semana. Antes eran no solo cada noche, también cuando cerraba los ojos por un lapso de tiempo prolongado, por ejemplo al bañarse. Las imágenes vívidas volvían a su mente sin parar. Incluso dormir le daba miedo en un cierto punto, le aterrorizaba cerrar los ojos y soñar… soñar el accidente. Casi se vuelve loco.

Ni siquiera en sus sueños ha sido capaz de salvar a Bucky.

Lo distrae un pequeño sonido que proviene de su teléfono celular. Le da alcance y lo abre:

<<Sé que probablemente la hora no es la correcta, pero mañana iré a comprar algunos muebles y no sé en dónde jodidos los venden en este pueblo. Pasaré por ti al trabajo a medio día, Cap. -Tony S.>>

Steve rueda los ojos. Bien, lo conoce lo suficiente como para saber que jamás le pediría un favor. Tony Stark suele exigir las cosas y la gente es simplemente incapaz de negarse porque bueno, es él. Steve es la excepción, por supuesto, pero más de una década hace la diferencia en un pueblo grande y si lo deja solo, Tony terminará metido en algún lío por la lengua que se carga. De todas formas, mañana es su día libre y no quiere pasarse la tarde sin hacer algo productivo. Necesita mantener la mente ocupada. Ayudar al castaño a conseguir su mobiliario puede funcionar como distracción.

Entonces teclea, y envía:

<<Estaré puntual, pero te daré diez minutos para llegar. Hasta entonces. –Steve R.>>

Intenta volver a dormir pero sabe que es un intento fallido. No podrá hacerlo. Es imposible que tenga una noche tranquila después de una pesadilla, y para no hundirse entre sus propios pensamientos y recuerdos, se levanta con convicción. Sin importarle estar en pijama, baja las escaleras hasta el cuarto que ha acondicionado como un gimnasio pequeño para hacer ejercicio y se venda las manos dispuesto a darle unos buenos golpes al saco de boxeo antes de que amanezca.

Del otro lado del pueblo, Tony Stark se inclina sobre sus planos mientras trabaja con la música a todo volumen y sonríe al ver el mensaje de Steve.

Notas finales:

Espero sus comentarios y ojalá tengan una excelente semana :D

Nos leeremos en la actualización.


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