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Tu decoraste mi vida por Charly D

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Notas del fanfic:

Un relato que muestra el amor de un padre hacia su hijo.

Notas del capitulo:

un pequeño relago para mis lectores, espero que les guste tanto como a mi...

 

El amor de un padre siempre será importante...

Gracias a aquellos que nos aman sin importarles ada más que nuestra felicidad.

I

 

Con mochila en hombros, impecablemente peinado, y el uniforme blanco, el cual consistía en una camisa y pantalón blanco, llegaba al kindergarden el pequeño Matías de la mano de su padre, Eugenio. El niño risueño platicaba acerca de los juegos pendientes con sus amigos. Ese era el diez de mayo, el día de las madres, decenas de niños llegaban acompañados de las mujeres que los trajeron al mundo, solo Matías iba con su padre.

 

-Y es así como concluimos este pequeño, pero significativo homenaje a todas ustedes madres, que día a día luchan por cada uno de sus hijos- hablaba por el micrófono la directora del plantel, luego de que todos los grupos pasaron a la explanada para recitar poesías y entonar canciones propias de la fecha- Ahora mis niños, vayan y denle la rosa que tienen en sus manitas a sus mamis- a la indicación, cada niño entregó el presente a sus madres. Mati, como le decían de cariño, avanzó tranquilamente a su padre, él no llevaba flor.

 

-Papi, tú no eres mamá, tú la dejaste y ella se fue, por eso voy a guardar mi flor para ella, cuando regrese por mí- Eugenio lo escuchó, con los ojos cristalizados y asintió, tomó la mano de su hijo y se marcharon de la escuela. Matías esperaba el día que viera a la persona que le dio la vida.

 

II

 

Un año después, Eugenio se relacionó con otro hombre, Héctor, se comprometieron y se fueron a vivir juntos. Matías no lograba comprender cómo era posible que un hombre se besara con otro hombre, él veía por todos lados que los hombres se besaban solo con las mujeres, y él desde que había comprendido que tenía una madre quería que Eugenio regresara con ella y la besara solo a ella.

 

-No quiero que se besen, tu solo debes besar a mi mamá… ella va a volver por mi porque me quiere, y tú no tienes por qué besar a ese señor- el receloso niño de seis años se interponía entre la recién formada pareja.

-Hijo, nos queremos, yo quiero a Héctor y por eso lo beso, no tienes por qué enfadarte- trataba de calmar al infante.

-No, yo no quiero vivir con este señor, de seguro por eso dejaste a mi mamá, por estar con este señor- el pequeño cerró los puños con todas su fuerzas dejando escapar un llanto lleno de rabia y coraje.

-Mati, escucha, eso no tiene nada que ver, tu mami y yo no nos entendimos…- el mayor se agachó para estar a la misma altura que su hijo.

-No, dices mentiras, por tu culpa mamá se fue, ¡ya no te quiero!- y sin querer escuchar más, el niño corrió rumbo a su cuarto.

-Lo siento Héctor, en verdad, Matías es un buen niño, solo compréndelo por favor- miró a su pareja pidiendo que excusara al infante.

-Descuida, entiendo, aunque es muy cruel contigo- se abrazaron y permanecieron en silencio.

 

 

III

 

Durante la adolescencia, Matías, de trece años, detestaba cada vez más a su padre y al novio de éste, por algún tiempo pensó que se separarían, incluso más de una vez intentó chantajear a Eugenio para que dejara a Héctor, pero sus planes fracasaron, y esos mismos fracasos lo hacían más y más amargado. Las burlas en la secundaria por la homosexualidad de su padre no se hacían esperar.

 

-Tu papá es un maricón, le gusta que se la metan, mi papá dice que no me junte contigo porque se me puede pegar lo puto- otro chico de la escuela le decía al joven.

-¡Ya cállate imbécil!- no resistiendo las burlas y con todo el odio que guardaba en su cuerpo en desarrollo, se le fue a los golpes. Ambos quedaron con moretones y sangre.

 

La sanción: dos semanas suspendido. Cuando Eugenio supo del altercado quiso saber los motivos de ellos.

-Mati, no está bien que te andes peleando a cada rato, no es la primera vez que te agarras a golpes con un compañero- sentados en la sala, uno frente al otro, intentaban charlar.

-Para empezar, deja de llamarme Mati, eso de es maricas, y si me agarro a golpes es por tu culpa y por la de ese monigote con el que vives- con tono despectivo contestó.

-Hijo, no debes hablar así, tenme respeto que soy tu padre- el mayor intentó imponerse.

-¿Y tú me lo tienes a mí? Primero dejas a mi mamá, luego te juntas con ese estúpido, por tu culpa me insultan y me molestan, y aun así quieres que me quede callado y quieto, eso jamás va a pasar Eugenio, tú eres responsable de todo esto- incorporándose y levantando la voz, el chico dejó salir todas las palabras que en ese momento lo estaban ahogando.

-Lo lamento, nunca ha sido mi intención hacerte daño hijo, yo solo quiero que estés bien- el hombre agachó la cabeza mientras hablaba- No sé qué hacer para que estés bien, siempre que intento acercarme a ti, sales con lo mismo, no puedo ni quiero cambiar, así soy, y lo de tu madre, te he dicho siempre, no nos entendimos y por eso nos separamos- al término de su frase suspiró sonoramente.

-Pues quiero irme con ella, a su lado tendría una familia normal y no un intento de hombre como tú, dime donde la encuentro, sé que tú lo sabes y nunca me lo quieres decir, dime dónde está y acabemos con esto- le exigía el dato.

-No, no te lo voy a decir, porque no quiero que la veas, eres mi hijo y no pienso compartirte con ella- ahora era Eugenio quien se levantaba del asiento y con voz de mando se expresó.

-Pues entonces aguanta vara, porque voy a seguir agarrándome a golpes y siendo un desastre hasta que me dejes ir con ella- sumamente enojado, el joven pelinegro sentenció y se marchó a su alcoba.

 

 

IV

 

La juventud llegó, y con ello los reclamos y el resentimiento de Matías aumentaron. Seguía viviendo en casa de su padre, pero por todos los medios trataba de evitarlo al máximo, y a Héctor con mucha más razón. Esa noche, llegó a las tres de la mañana. Se tambaleaba, estaba un tanto ebrio, desde que había cumplido dieciocho años y contaba con identificación oficial, se iba con sus amigos de fiesta. Sus padres lo esperaban, cuando entró y llegó a la sala vio la luz prendida, Eugenio tenía el teléfono en la mano y Héctor tomaba un vaso con agua.

-¡¿Dónde estabas metido?!- la gruesa voz de Héctor retumbó por toda la pieza.

-Que te importa- le contestó altiva y burlonamente el chico.

-Matías, estábamos preocupados, sé que te vas de fiesta muy seguido, pero nunca hasta estas horas  y mucho menos en esas condiciones- Eugenio se acercó para cerciorarse de que su hijo estuviera bien, pero cuando iba a tocarle la mejilla el joven de un manotazo lo alejó.

-¡No me toques maricón!…- el ofendido dio un paso atrás sin poder creer lo que sucedía, su hijo por primera vez en la vida lo agredía físicamente. Completamente furioso y sin poder contenerse más, Héctor caminó donde el chico.

-A mi puedes decirme lo que quieras, tratarme como el puto o la basura más grande del mundo, pero a tu padre lo vas a respetar, por las buenas… ¡o por las malas!- gritando la última oración y sin mucho tiempo para pensarlo, le propinó una fuerte bofetada al chico, la cual lo tiró al suelo.

-¡Héctor! No hagamos esto peor…- se iba a acercar a su hijo pero este lo detuvo.

-¡Ni se te ocurra!- tambaleándose y como pudo se puso de pie- Los odio a los dos, si querías quedarte con tu hombrecillo en paz, me hubieras dado el dato de mi mamá y yo me hubiera largado desde hace mucho, pero no hay problema, quédense juntos, par de maricas, yo me largo- dio media vuelta y sin tomar nada salió de la casa para no volver, pese a que Eugenio le pidió que se quedará el orgullo del muchacho era más grande. El hombre lloró porque perdía a su hijo.

 

 

V

 

Los primeros días fueron difíciles, Matías no tenía casa, trabajo, ni dinero, se alojaba con uno de sus amigos, y aunque lo trataban bien él no estaba del todo cómodo. Comenzó a buscar empleo, dejando solicitudes en todos los lugares que podía, abandonó la escuela y se dedicó a mantenerse. Pronto le llamaron de un lugar en el cual había postulado, lo contrataron y comenzó a ganar dinero. No era el mejor sueldo, pero se ayuda para pagar un lugar para él.

 

Más de una vez, Eugenio se acercó a él para hacerlo entrar en razón, pero los intentos fallaban.

-Hijo, estarías mejor en casa, regresa, te extraño mucho- el hombre intentaba persuadirlo.

-No, ya te dije que nunca voy a volver a ese circo que tu llamas casa, quédate con tu hombrecillo ese y a mi déjame en paz, algo si te advierto, voy a buscar a mi mamá, aunque me la has negado sé que ella me busca, así que por última vez dame su dirección…- el hombre joven habló.

-No, eso no te lo voy a decir, eres mi hijo, no de ella, nunca te voy a decir dónde encontrarla- le contestó su padre.

-Bien, entonces lárgate ya, no tenemos más nada que decirnos, y no me vuelvas a buscar si no quieres que te trate peor, ten dignidad- se dio la vuelta y lo dejó ahí parado, en un pasillo del lugar donde trabajaba.

 

 

 

VI

 

Un par de años después conoció a Ángela, una chica hermosa, inteligente, llena de virtudes. No tardaron en enamorarse, y como toda pareja enamorada, quisieron dar el siguiente paso: casarse. Con veintiséis años, Matías se casaría. Era una ceremonia muy íntima, los padres de ella, los amigos de ambos, esos eran todos los invitados.

 

-¿No invitaste a tu papá verdad?- estaban a punto de iniciar la ceremonia cuando le chica le preguntó.

-No, no quiero saber nada de ese hombre, sabes que lo detesto, a él y a su pareja- con resentimiento habló.

-Estás mal amor, él se ve que te quiere mucho, debiste llamarlo- su futura esposa le decía.

-Basta Ángela, no quiero hablar del asunto, no arruinemos este día tan importante para mí, no sabes cómo desearía que mi mamá estuviera aquí conmigo, ella, la mujer que tanto quiero- suspiró, deseaba con todo su ser ver a esa mujer que su padre dejó.

 

 

 

VII

 

Pronto Matías supo la buena nueva, Ángela estaba embarazada. Durante toda su vida, el hijo de Eugenio había guardado odio, resentimiento, desprecio, pero saber que sería padre, era de las pocas cosas que le alegrarían en la vida, otra cosa sería ver a su madre. Los conocidos y familiares de la pareja, los que sí formaban parte de la vida de Matías, se enteraron del embarazo y celebraron con ellos. El joven pensaba que todo comenzaba a ser mejor, sentía que pronto se realizaría su tan anhelado sueño, ver a su madre.

 

Una mañana, tocaron a la puerta de su casa, su mujer descansaba, tenía seis meses de gestación y su abultado vientre no la dejaba moverse tan fácilmente. Matías abrió la puerta y vio a una persona indeseable para él.

-¿Qué quieres?- poniendo una postura a la defensiva, preguntó.

-Vine a decirte lo que siempre quisiste, te diré dónde puedes encontrar a tu madre. Se trataba de Héctor, el hombre se hallaba en la puerta de la casa del joven para decirle lo que tanto quería saber desde hacía tantos años- ¿Vienes conmigo o no? – secamente cuestionó.

-Voy- en la misma forma le contestó. Entró a su casa, se cambió, pues andaba con ropa para dormir, le dio un beso a su mujer y salió para ir con Héctor.

 

Iban en el auto del mayor, obviamente no platicaron de nada, Matías estaba sumamente nervioso, pronto conocería a la mujer que tanto quería, como si de una broma se tratara el coche se detuvo frente a la casa de Eugenio.

 

-¿Esto es una trampa o qué? ¿Por qué me traes a la casa de tu marido? ¿Quieres burlarte de mí o es un estúpido intento para que nos reconciliemos?- el chico estaba muy molesto.

-Cállate y baja, conocerás a tu madre…- Se bajaron y Héctor lo guio. Se detuvieron en un determinado punto y el mayor habló- Ahí está…- la respiración de Matías se aceleró, no lo podía creer…

 

 

 

VIII

 

-Ahí está… mírala…- Héctor le dijo, pero Matías no creía lo que pasaba, estaban frente a un montón de basura.

-¿Qué… qué es esto?- preguntó el muchacho.

-Ahí está tu madre, la basura, de donde Eugenio te recogió cuando te encontró dentro de una maleta acechada por perros- abriendo los ojos enormemente miró al hombre…

-E… eso… eso no es cierto- el aire le comenzaba a faltar.

-Es tan cierto que por eso nunca te dijo dónde encontrar a tu madre, porque ni él sabe quién es, una mañana antes de ir a su clase en la universidad sacó la basura, y de pronto escuchó un quejido, vio a unos perros cerca de una pequeña maleta, se acercó y vio, según palabras de él, al ser humano más hermoso que jamás había visto: tú. De inmediato te levantó, un poco más y seguramente te hubieran devorado esos perros callejeros- los ojos de Matías comenzaban a cristalizarse.

-No, él me dijo que dejó a mi mamá… ello dijo…- su voz se cortaba

-No Matías, no mientas, porque por si no lo recuerdas, el que se creó esa historia fuiste tú, tu le dijiste a tu padre que él abandonó a tu madre, y él lo único que hizo fue seguirte el juego, porque prefería que pensaras que dejó a tu madre antes de que supieras que esa mujer te abandonó en la basura sin importarle un comino lo que pasara contigo- el chico miró el montón de bolsas pestilentes y llenas de moscas, de ahí había salido, un vientre lo incubó durante meses, pero esa basura fue lo único que lo recibió antes de que unos brazos lo cobijaran.

-Eugenio… él… él me salvó…- dijo en voz baja.

-Él ha dado todo por ti, él le dio dinero a la mamá de tu amigo para que nada te faltara mientras vivías ahí, él habló con el hombre que te contrató en tu primer empleo, era amigo suyo, y por los apellidos supo que tú eras su hijo, por Eugenio te dieron ese empleo y ese sueldo. Él le entregó dinero a tu novia para la boda y lo que hiciera falta, él te ha cuidado desde siempre, vivieras o no a su lado, él es la madre que tanto has buscado durante años, incluso pensó en dejarme cuando te fuiste con tal de que regresaras, pero lo convencí de que siguiéramos juntos y créeme que me costó mucho trabajo. Querías la verdad, esa es, lo que hagas de ahora en adelante es tu responsabilidad.- dio media vuelta y el hombre entró a la casa que durante años había compartido con el padre de Matías.

El chico miraba ese montón de basura y no podía dejar de llorar, su corazón estaba lastimado por muchas razones, demasiadas.

 

 

 

IX

 

Unos meses pasaron, Eugenio preparaba la merienda, era día de descanso, domingo para ser exactos, Héctor se encontraba en la sala arreglando la antena del televisor. De repente el timbre sonó, el que estaba en la sala abrió y miró sin sorprenderse mucho de quién se trataba.

 

-Eugenio, te buscan- le llamó.

-Voy, un momento… apagó el fuego y caminó a donde lo llamaban- ¿Quién es?- se quedó helado cuando lo descubrió. Su hijo, su esposa y un bebé en brazos de ésta se hallaban frente a él – Hijo…- mencionó mientras sus orbes se nublaban. Matías con una rosa en la mano caminó lentamente, cuando estuvo cerca de su padre se arrodilló ante él…

-Recuerdo que hace muchos años te dije que esta flor la guardaba para mi mamá, hoy quiero entregártela y pedirte que me perdones por todo lo ingrato y malo que he sido contigo… papá…- levantó la mano y ofreció el regalo. El mayor con los ojos llenos de lágrimas tomó la flor.

-Hijo mío… mi niño…- la voz lo traicionaba.

-Perdóname por los años que te hice pasarla mal, perdóname por no ser un buen hijo, perdóname porque no he sabido valorar tu sacrificio, porque mi vida inerte y gris siempre la cubrías de colores, gracias por decorar mi vida con tu amor.- la esposa de Matías lloraba al ver la escena, él rudo y estoico Héctor también derramaba una lágrima.

-tú fuiste quien decoró la mía hijo, mi orgullo, mi niño…- lo levantó y lo abrazó fuertemente, ambos lloraban de alegría, de tristeza, de perdón. La persona que aquel joven esperó y buscó por tantos años, siempre la tuvo enfrente….

 

 

 

 

 

 

 

FIN

Notas finales:

¡Gracias!


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