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Grimm por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Segundo capitulo, espero que les guste

La noche siguiente Albafica se encontraba patrullando junto con Manigoldo cuando vio a alguien salir sospechosamente del domicilio de una mujer. Guiado por el instinto, le dijo a su compañero que aparcara y se dividieron para atacarlo. Minos, por su parte, salía a toda prisa del domicilio de su última víctima, la Spinnetod, con las fotos de su cadáver en la Tablet. Estaba tan distraído intentando esquivar al peliazul que casi se da de cara contra el peliceleste. Ambos se vieron el uno al otro. El peliplata quedó sorprendido, no había esperado encontrarse con otro Grimm ahí. Y uno tan hermoso menos.

“No te muevas, quedas arrestado por asesinato” dijo el detective, apuntándolo con su arma.

“¿Qué?” esto lo confundió más. “Tú más que nadie debería saber que esas cosas no son humanas. Y tenía permiso para matar a esa araña, por el amor de Dios.”

“¿Qué?” Albafica bajó un poco el cañón de su arma. Creyó estar imaginando cosas, hace poco había visto los ojos de ese hombre volverse negros. Minos, por su parte, entendió inmediatamente la situación. Ese chico no tenía ni idea de lo que era, menos de sus orígenes. Se las arregló para escapar, pero decidió quedarse cerca del joven… para enseñarle un par de cosas.

“¿Qué pasó?” le preguntó Manigoldo a su compañero.

“Se me escapó” admitió Albafica y enfundó el arma. Tomó las pastillas de su bolsillo y tragó una. “Era Minos Heinstein, de eso estoy seguro. Creo que acabamos de encontrar su más reciente teatrillo de marionetas”

“Ya he llamado a las patrullas, deben de estar aquí dentro de poco con el forense” miró a su amigo con preocupación. “¿Estás bien? Porque si estás cansado yo puedo ocuparme aquí, te pondré al corriente mañana… ¿Viste algo en él, como una cabeza de animal?”

“No, sus ojos se pusieron negros… y me vi reflejado en ellos. Mis ojos ahí también eran negros, como diciendo que somos la misma cosa”

“Eh, Alba, no te atrevas a decir eso, tú no eres como ese asesino”

“Gracias”

“Ve, yo me encargaré aquí” Albafica asintió y se retiró haca su auto. Una vez dentro encendió el motor, pero se vio sorprendido por una pistola en su nuca. Desde el asiento de atrás, Minos sonreía como maniaco, sosteniendo una pequeña pistola de precisión. No iba a usarla, claro, pero necesitaba asustar un poco al otro antes de llevarlo al lugar.

“Conduce por donde te diga” le ordenó el peliplateado. Ambos se fueron de la escena del crimen hasta el motel barato donde estaba hospedado el mayor. Agarrando fuertemente al otro, el asesino condujo al peliceleste hasta la habitación, donde lo obligó a abrir el baúl y luego uno de los libros. Los ojos del detective se ensancharon, estas eran las cosas que veía. Tenían nombre y todo… estaban en esos libros antiguos.

“Esto… no puede ser” dijo pasando las páginas. “Las alucinaciones que tengo…”

“Oh, pero son muy reales” le contestó Minos. “Es solo que no todos pueden verlos como lo que realmente son. La mayoría de personas sólo pensarían que estás loco, pero puedo asegurarte de que son muy reales… y peligrosos. Nosotros somos especiales, somos Grimms” le enseñó el colgante que pendía de su cuello. “Descendemos de aquellos que los cazaban, heredamos sus ojos que pueden ver a través de su disfraz, somos sus monstruos bajo la cama…”

“Esto no es… ¿Qué se supone que eres tú?” preguntó el hermoso un poco a la defensiva.

“¿Yo? Soy un Endezeichen Grimm”

“¿Un qué?”

“Cómo te lo puedo explicar sin asustarte, bien… ¿tradicional?” se llevó una mano al mentón. “Sí, creo que esa es la mejor explicación. Crecí en una familia de Grimms tradicional, lo que quiere decir que tan pronto nuestros ojos se desarrollaron papi nos llevó a cazar wesen y nos dio un entrenamiento completo para en el futuro hacerlo nosotros solos”

“¿Y ese pendiente? ¿Qué significa la G?”

“¿La Sterbestunde? Ha sido nuestro símbolo durante generaciones, ¿es que tus padres nunca te enseñaron historia?”

“A mi papá y a mi tío los arrestaron cuando era joven, antes de que estas… visiones comenzaran”

“Supongo que es por eso que no estás enterado” se levantó de la pared donde estaba recostado. “Ya puedes irte… si quieres. Sólo quería mostrarte que no estás loco, ni solo. Hay muchos como tú por ahí, incluyéndome” le abrió la puerta. “Vete, cuando tus amigos lleguen ya no habrá rastro de mí aquí” Alba estuvo a punto de salir cuando una mano lo detuvo. “Ah, por cierto, no quiero que te conviertas en un Endezeichen o algo así, pero debes estar alerta. Los wesen no distinguen un Grimm de otro, necesariamente somos monstruos, y alguno reaccionará de manera violenta. Ten cuidado o podrían matarte”

“Si, claro” y se fue.

-En casa de Piscis-

Albafica estaba que no se lo podía creer. Realmente… ¿esas visiones no eran alucinaciones? Todo era real… no podía ser. Se recostó en la cama pensando en lo que había visto en los libros, las historias que la familia de Minos había vivido mientras cazaba a esas criaturas. De repente se le vino algo a la mente. Su padre… ¿era tradicional? ¿no le había enseñado porque todavía era pequeño cuando los separaron? ¿Dónde estaban los libros de su familia? O mejor aún ¿Lugonis hizo lo que hizo porque le tenía miedo a esos monstruos? ¿por él, porque podrían lastimarlo si se daban cuenta de lo que era?

Al día siguiente las dudas sólo crecían. Antes de ir al precinto se quedó mirando sus pastillas. Lo que le reveló Minos explicaría por qué estas no le hacían nada, no eran alucinaciones. Él no estaba mal, los demás estaban ciegos. Manigoldo lo despertó de su ensueño para decirle que fueran a entrevistar a los vecinos de la mujer asesinada. Todo estaba yendo bien hasta que contestó la puerta un hombre que se puso nervioso cuando vio a la policía. Su cara se metamorfoseó a la de un cerdo y en seguida entró en pánico, colocándose delante de su familia.

“Tú… ¡fuiste tú!” gritó señalándolo.

“¿A qué se refiere?” preguntó Manigoldo.

“Na… nada” respondió Alba nervioso. Eso era real, esa cosa.

“¡Tú la mataste! ¡No mientas! ¡Son unos asesinos, todos ustedes lo son!” le apuntó acusadoramente. “¡Aléjate de mi familia! ¡Espero que te maten! ¡Me oyes, maldito Grimm! ¡Muérete!”

“Alba…”

“Esperaré en el auto” Albafica se fue y golpeó el volante. Esto no estaba nada bien, esas cosas lo odiaban sin siquiera conocerlo. Con razón Lugonis había estado tan dispuesto a matar a todas las cosas que se acercaban a su preciado hijo.

Regresó a casa en la noche y dejó sus llaves como siempre lo hacía en una de las mesas. Tomó el envase de sus pastillas y rápidamente fue al baño. La arrojó por el inodoro, jalando la cadena con rabia. No podía creer que todo el tiempo su padre, al que tanto había odiado por lo que hizo, hubiera tenido razón. Bajó a la cocina para hacer la cena… solo para ser atacado por un hombre con una hoz. Intentó pelear, pero este era muy buen luchador, tirándolo al piso en cuestión de minutos. De repente oyó una ventana quebrarse y vio a Minos luchando con el hombre, cuyo rostro se transformó en una especie de rostro canino arcaico. La criatura se las ingenió para darle tremendo golpe con la hoz en el pecho, fracturándole algunas costillas y tirándolo al suelo adolorido. El peliceleste continuó con la pelea hasta que su compañero pudo hacerse con el arma y clavarla en el pecho del atacante.

“¿Qué fue eso?” preguntó Albafica resoplando.

“Un Höllentier… y una parca de los Grimm. Son un grupo de wesen que van por ahí matando grimms, decapitándolos y luego exhibiendo sus cabezas como trofeo en la comunidad wesen. Urgh” se quejó Minos aún con dolor. “Suerte que te estuve vigilando o la siguiente presa habrías sido tú”

“Si… gracias” el joven se acercó preocupado, palpando la zona. “Tienes las costillas rotas, tenemos que llevarte a un hospital”

“Nada de hospitales, avisarían a la policía”

“Pero puedes…”

“Oye, soy un Endezeichen, sabemos cómo curarnos solos. Además de que esta no es la primera vez que tengo las costillas rotas. Solo dame unos días, un lugar donde quedarme y estaré como nuevo”

“Puedes quedarte aquí”

“¿En serio?” preguntó inseguro.

“Claro, acabas de salvar mi vida, es lo mínimo que puedo hacer” dijo Albafica, ayudándolo a levantarse. “Puedes tomar el cuarto de invitados, no hay nadie quien lo use” lo llevó y lo dejó en la cama. “Ahora iré por el botiquín” una vez curado y vendado, Minos se echó completamente en la suave superficie. “¿Puedo… ojear tus libros?”

“¿Ah?” preguntó somnoliento.

“Que si puedo ojear tus libros. Yo nunca he visto unos así y creo que mi papá no tenía”

“Todas las familias tienen, debe de haberlos escondido para que no se pierda tu herencia en caso de que los separaran antes de tiempo” le explicó Minos.

“Entonces, ahora que ya entendí, es hora de ver de nuevo a papá”

-En la prisión-

Lugonis se sintió sorprendido cuando su hijo pidió verlo. Llevaban sin hablar unos seis años, desde la última visita del jovencito. Se sentaron el uno en frente del otro con miradas serias y tomaron el teléfono.

“Me sorprende verte aquí” le dijo con una sonrisa. “¿Deseas algo?”

“¿Eres un Endezeichen?” le preguntó directamente el joven.

“¿De dónde has aprendido esa palabra?”

“No importa, ¿eres… tradicional?”

“Se podría decir que respeto nuestras tradiciones, después de todo estoy aquí porque cumplí con una… para nuestra seguridad” los ojos de Lugonis se avivaron con emoción. “Es la Limpieza. Cada vez que un Grimm tiene vástagos mata  a todos los wesen a su alrededor, eliminando todas las amenazas posibles contra el niño”

“Entonces sí eres, lo que nos lleva a otra pregunta… ¿Dónde están los libros?”

“Veo que te encontraste con otro de los nuestros que te explicó lo que eras y en qué mundo vivías, sino no hay manera de que sepas”

“No es que vaya a matarlos a todos, pero… se lastimó para ayudarme a combatir a una parca de los Grimm y no quiero ser asesinado. Necesito estar preparado para cualquiera de esas cosas en caso de que se crucen en mi camino”

“Entiendo” asintió Lugonis. “Sótano, en la pared este, hay un pequeño lugar que suena a huevo. Derriba la cubierta exterior y encontrarás un par de baúles con los libros y las armas usadas por tus ancestros”

“¿Armas?”

“¿Con qué crees que los cazábamos, niño? No con nuestras manos desnudas. Si quieres estar preparado más te vale tener un arsenal y saber utilizarlo”

“Está bien, iré a sacarlos ahora mismo” se levantó de la silla para irse.

“Oh, Alba…”

“¿Sí?”

“Estoy muy feliz de verte y saber que sobreviviste al ataque de tu primera parca. Muchos no lo logran. Sigue así”

“Yo… gracias. Te quiero, papá, gracias por cuidarme tanto” quiso abrazarlo, pero el cristal se lo impedía.

“No fue nada, hijo”

-En la casa-

Albafica derribó el muro y jaló los baúles. En uno de ellos habían muchos libros, en otro una colección de botellas de vidrio y muchas armas. Sacó un libro al azar y lo abrió en la primera página, encontrándose con la cara del wesen que había visto en esa casa. Bauerschwein. Se sentó a leer. Tenía el día libre, así que nadie lo molestaría mientras se bañaba en el conocimiento que sus antepasados le dejaron.

“Ugh, hace hambre” dijo Minos al levantarse bien entrada la noche. Bajó y encontró a su nuevo amigo enfrascado en la lectura de uno de sus libros. “¿Qué es tan interesante?”

“Todo, sobre todo este. Es una guía de herbolaria para Grimm” le mostró muy emocionado las paginas llenas de texto. “Venenos, pociones, medicinas… todo” se dirigió al teléfono. “Pediré el resto de la semana libre”

“¿Para qué?”

“Quiero probar las recetas que están aquí… casi no puedo esperar”

“Ajá, creo que estás demasiado emocionado, deberías bajarle un poco el tono”

“No, debo estar preparado y parte de eso es tener la colección entera de venenos y medicinas. Ninguna otra de esas cosas me tomará desprevenido”

“Ya, entiendo. Iré a preparar la cena, ¿deseas algo en especial?”

“No”

“Está bien” salió del sótano cuando se le ocurrió algo más. “Por cierto ¿sabes cómo usar esas armas?”

“Estaré bien, después de todo sigo teniendo mi pistola”

“Como digas”

Notas finales:

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