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Dulce Aroma por Insane15

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Notas del capitulo:

Okay.. pos leean!! :DD

 

 

Cualquier cosita dejenme algun review por si tengo que mejorar algo y asi y asa. Tambien agradeceria ideas, pues todavia es una historia un tanto incierta y me parece genial la idea de que sea una historia en la que ustedes tambien participen! :D

 

ATENCION: Hice un par de ediciones en el cap uno. Les recomiendo echarle una miradita por si las moscas, asi no se pierden de nada ;3

Hoy es un nuevo día en París. La confitería brilla más que nunca. Los clientes hacen fila para poder entrar ycomprar, las mujeres se pasan horas eligiendo los dulces adecuados para el tan fabuloso día de mañana.

 

Jiraiya habla coquetamente con las mujeres. Y no me extraña. A pesar de amar ciegamente a su esposa, lo de coqueto no se lo quita nadie. Es como el caramelo quemado en la flanera. Imposible de sacar.

 

Las horas transcurren tranquilas. El murmullo de los clientes me resulta irónicamente pacifico.

 

-Con permiso... ¡Co-con permiso!- Una señorita, vestida de rosa pálido y con broches de plumas adornando su femenino rodete, camina entre los clientes hasta a mí. -¡Sasuke!-

 

-¿Sakura?- Dejo mi puesto un momento para dirigirme a ella. Mi ex.- ¿Necesitas algo?- Se la ve algo furiosa y tironea de su vestido como cuando una niña pequeña hace una rabieta.

 

-¡¿Cómo puedes trabajar en un lugar así?! ¡Es tedioso!- Me encojo de hombros.

 

-Adoro el aroma del local y la paga no está nada mal.-

 

-Algún día terminaras empalagado.-

 

-O agradecido.- Ella suspira.

 

-Vengo a pedirte un favor.- Sus ojitos de princesa me molestan. Y pensar que hace seis años atrás eran lo que más adoraba la Tierra.- Mañana es San Valentín, y había preparado una hermosa sorpresa para mi prometido y...-

 

-¡¿Prometido?!- Seis años, ¡¿y ya está por casarse?! ¡¿Así de fácil?!

 

-Presta atención. Había contratado a alguien para que se disfrazara del conejito del amor y hace diez minutos me llamo para cancelar y, como pasaba por aquí cerca, pensé que quizás... como, probablemente estés solo en San Valentín...-

 

-¿Y quién te dijo que estaría solo en San Valentín?- Alegue irritado. Sé que mi racha es tremendamente mala, pero tampoco para imaginar que pase los últimos seis años solo en el sillón de mi casa, oyendo baladas de un violinista al que ni siquiera conozco. Es la verdad, pero ofende que sea tomado como algo tan obvio.

 

-Sí, bueno, nunca sales con nadie. Eres muy malo para enamorar a las personas.-

 

-Yo estoy saliendo con alguien.- Mentí. Esta mal, pero me enfurece que me tome por un amante inútil.

 

-Si claro, y yo soy María Antonieta.-

 

-Muy lejos no estas.-

 

-¿Insinúas que soy una Reina?-

 

-Insinúo que estás loca.- La cachetada en mi mejilla ardió más de lo que esperaba.

 

-Bien, entonces supongo que no tendrás problemas en presentármela.- Habla tan rápido y agudo, que me dan ganas de tirarle media charola de muffins otra vez. Solo que esta vez no pienso disculparme.

 

-No lo haré. Es muy probable que su belleza opaque la tuya. Y no creo que ese sea tu deseo en San Valentín, ¿o sí?- Este es mi nivel de sarcasmo y picardía, después de seis años de amistad con mi querido conserje.

 

Debería agradecerle al llegar a casa.

 

-Eso ya lo veremos. Mañana es San Valentín. Si no te presentas con la señorita de la que tanto alardeas, tendrás que ser mi conejito del amor.-

 

-No puedes obligarme.-

 

-Es una apuesta.-

 

-Perderás antes de empezar.-

 

-Eso ya lo veremos. Bonjour, Sasuke.- Con la cabeza muy en alto, se marcha la francesa más arrogante de todo París.

 

Sigo sin entender cómo fue que me enamore de ella.

 

 

 

*/*/*/*/*/*/*/*/*/*

 

 

 

-Ya me voy; le dije a mi esposa que llegaría temprano a casa hoy.- Mi querido jefe se despide con un gesto y con su simpático bombín bajo el brazo. -Mañana tomate el día libre, quizás puedas conocer a alguien a último momento. Quien sabe.-

 

-Eso me han dicho todos desde esta mañana.-

 

-Ten fe Sasuke.- Bajo la mirada. Ya es de noche. No hay clientes y los últimos carruajes transitan las calles de París.

 

Estoy melancólico. Y de la peor manera. Casi tanto como cuando mi novia me dejo esa horrible noche de noviembre.

 

Además de eso tengo que conseguir una novia o tendré que vestirme como un conejo patético del amor durante todo San Valentín. ¿Cómo se supone que enamore a alguien disfrazado de conejo enamoradizo? Eso es peor que un Sasuke.

 

-¿Alguna vez te conté como conocí a mi esposa?- Pregunto mi jefe, dándole caricias a su bombín verde musgo. Yo negué con la cabeza.-Fue en esta misma confitería. En este mismo día.- Levante la vista sorprendido.

 

-Entonces... ¿No es hoy su aniversario?-

 

-¿Y por qué crees que me estoy yendo temprano a casa?-Trague saliva. Si trabajo todo el día y gran parte de la mañana sin haber visto a su esposa en una fecha tan especial, quiere decir que realmente es un hombre apasionado por su trabajo.-Se lo que estás pensando Sasuke, y sí. Amo mi trabajo. Tanto como a mi esposa. Pero, no solo lo amo por las sonrisas de los clientes al llevarse los dulces manjares que vendemos aquí, o por los diferentes olores que siento al entrar al local... Más bien es por las historias que hay detrás de todos estos sabores y olores.-Sonríe a la nada, como si recordara cada uno de esos momentos con total claridad.- El día que conocí a Tsunade fue en un día casi tan frio como este. Ella necesitaba comprar chocolates a último minuto para su hermana que estaba a punto de casarse. Entonces vio mi tienda. En ese entonces todo esto era más humilde y pequeño. Apenas si tenía variedad en chocolates y masas. Ella me miro y me dijo "Señor, le ofrezco un beso por cada chocolate de esa caja." Y como atrevido picaron que era en mis años de juventud, le vendí toda una caja, a cambio de 16 besos contados. Imaginaras lo que paso después de ese día. Nos conocimos más a profundidad, ella era la primera persona en ver mi nobleza, sinceridad y fidelidad detrás de mis desvergonzadas acciones. Y por eso, le estoy muy agradecido. Ella me hace feliz...Ella es mi mon chéri...-Vuelvo a tragar saliva. Me siento incómodo y tonto.

 

-Es... una bonita historia. Una realmente hermosa.- Alcanzo a comentar.

 

-No pasa por si es hermosa o no, Sasuke.- Tengo ganas de llorar, pero no lo haré. Mi corazón es torpe, pero no estúpido.-Tarde en encontrar a mi amor de toda la vida. Y no fue fácil llegar a pararme en ese altar. Pero te aseguro Sasuke, que toda espera y lagrima, valen la pena, porque sabrás al final que habrás escogido bien.- Un frio escalofrió recorre mi espalda, al mismo tiempo en el que un trueno hace retumbar los vidrios de los mostradores.

 

-Lo tendré en mente.-Susurre con cierto miedo. Aunque no sé de qué. Jiraiya suspira.

 

-Tu mon chéri está ahí afuera Sasuke, ten paciencia.- Asiento, mientras comienza a llover. Siento el rostro preocupado de mi jefe pesado contra mí. -Buenas noches.- Se despide cortes, con el bombín ya sobre su cabeza, ocultando parte de sus canosas hebras.

 

Me siento estúpido.

 

Suspiro, y ahora, que ya no hay nadie, dejo caer las primeras tres lágrimas sobre el vidrio del mostrador.

 

A horas de San Valentín y me encuentro así, solo, en una confitería que, si bien esta mañana olía a dulce terrón de azúcar, ahora me es tan agrio como una naranja inmadura y seca. Sencillamente horrible.

 

Debería marcharme ya. Nadie vendrá a comprar dulces a estas horas de la noche.

 

Y nadie vendrá a comprar chocolates con besos.

 

No si soy yo el que está parado detrás de este mostrador.

 

No me extraña que me vaya tan mal en el amor.

 

 

 

*/*/*/*/*/*/*/*/*

 

 

 

Son las nueve de la mañana y parece que me he quedado dormido en el sillón, luego de haber concluido mi amada rutina de anoche. Menos mal que hoy no trabajo.

 

Es la primera, y espero ultima vez, que me pierdo una sola balada de mi violinista querido.

 

Me siento incompleto.

 

Que patético de mí, tener que depender de una melodía para poder empezar el día.

 

El timbre suena y me dirijo hacia la puerta adolorido, como si me hubiesen torturado la noche anterior. Aunque la tortura no sale de las posibilidades.

 

Que bajo he caído.

 

También espero que sea la última vez que me quede dormido en el tieso sillón.

 

-¿Quién es?- Pregunto.

 

-La persona más amada en la tierra. ¿O es acaso que no reconoces mi dulce voz? Pero que lelo de su parte.- Espero haber oído sarcasmo, o terminare burlándome otra vez con una mano roja ardiendo en mi mejilla. Quizás dos.

 

-Enseguida voy.-

 

Las ventajas de dormir con la ropa puesta es que al día siguiente no tienes que vestirte. La desventaja es que los demás se den cuenta de que llevas la misma ropa que el día anterior.

 

Aunque teniendo en cuenta que Sakura solo piensa en sí misma, no creo que lo note.

 

-Buenos – Intento saludar, cuando un disfraz, muy probablemente de conejo, se estrella en mi rostro, invadiendo mi nariz con olor a humedad y presunto vomito. -Días...-

 

-Espero que te vaya. Es el talle más acorde que pude hallar, pues el sastre se mudó y la modista cerro temprano esta mañana.-

 

-Aún no ha terminado nuestra apuesta.-

 

-Me temo que si, Sasuke.-

 

-¿Que?-

 

-Me tome la libertad de contratar a un prestigioso espía ayer por la tarde. Valió la pena cada chelín gastado a cambio de la conclusión que me trajo esta mañana.- La miro indignado.- ¿Sabías que hablas dormido?-

 

-¡Ay, por favor!-

 

-Es tu castigo por mentir Sasuke. Has sido tu quien ha apostado y perdido antes de empezar. Te veré en la torre Eiffel en una hora. No llegues tarde.-

 

Condenada suerte la mía.

 

 

 

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Este traje es el infierno en primera persona.

 

¿Cómo es posible la existencia de personas que se ganan el pan de cada día con un traje de estos?

 

No imagino la tortura de todos los días que esas personas sobrellevan.

 

-¡Aquí estas!- Siento la delicada mano de la mujer más "amada" en la Tierra justo en mi hombro.- Te he estado buscando. Sabes que hacer ¿verdad?- Me quito la parte de arriba del condenado disfraz, dejando a simple visto lo caluroso que es llevarlo.

 

Parece que me tiraron un vaso de agua por pervertido sin vergüenza.

 

-Espero que lleves desodorante.-Se burla ella.

 

-Y yo espero que tenga alguna ganancia después de esto.-

 

-¿Hablas de mis más sinceras burlas? Por supuesto. Y descuida, la paga es grande.- Me guiña un ojo y se marcha, dejándome como u completo imbécil.

 

Bravo, señorita, muy bien. Admito que sabe cómo rebajar el orgullo de las personas hasta el piso. La felicito por un don tan atractivo como ese. Y espero, sepas, de mi maravilloso sarcasmo.

 

Me pongo nuevamente el infierno sobre mi cabeza, dirigiéndome hacia el parque que rodea la incomparable belleza de la torre Eiffel, en donde miles de parejas caminan juntas y tomadas de las manos.

 

Este será un día que difícilmente olvide.

 

Realmente no me extraña que me vaya tan mal en el amor.

 

 

 

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Son casi las nueve. Debería de volver a casa, ya es muy tarde.

 

Sakura y el desafortunado de su prometido se fueron hace como un hora y media.

 

Estuve todo el día complaciendo las acarameladas fantasías de ella su pareja durante todo el día.

 

Y lo peor es que termine desperdiciando otro San Valentín de la manera más patética y solitaria de la que se es capaz un hombre fracasado como yo, sentado en la orilla de una fuente que huele a orina, aun con el traje asqueroso y sudoroso que seguramente tendré que tirar mañana, observando anhelante a todas las parejas que felices se marchan a casa tomados de las manos.

 

Ya no puedo caer más bajo. Es sencillamente imposible.

 

Con la cabeza gacha, y aprovechando que dentro del disfraz nadie es capaz de ver dentro de mí, me permito llorar unos minutos en silencio, mientras me pierdo en el fluctuante ruido del agua.

 

Dios... Si existes, y en verdad me quieres, te pido solo un favor... Hazme feliz esta noche, pues no quiero regresar a casa solo con mis lágrimas.

 

Pequeños son los sollozos que escucho, un segundo antes de que planeara levantarme.

 

Parecen venir del lado contrario de la fuente; justo a 180° de mí.

 

Trago saliva y trato de pensar en qué hacer.

 

Parece ser un joven, por el notorio ahogo grave que emite al intentar acallar sus llantos.

 

No sé qué hacer...

Tal vez debería hablar.

 

-L-Lloras...-Dije por fin, asustándolo por un segundo, creo.- ¿Porque? Se supone que deberías sonreír en una noche así. Sobre todo siendo un día tan especial como este.- Guarde silencio, oyendo su lucha por parar de llorar y aclarar su voz para poder hablar.

 

-No todos sonreímos en San Valentín.- Sonreí.

 

Es como si quisieran hablarle de chocolate a un chocolatero. Yo soy ese chocolatero.

 

-Eres joven. Las señoritas deben de desearte.-

 

-Eso hacen.-

 

-Entonces, ¿porque las lágrimas?-

 

-Por que quien deseo, no me desea... en lo más mínimo.-

 

No solloza, pero puedo oír sus lágrimas romperse contra el piso en mil pedazos.

 

-Fuiste rechazado.- Me arriesgue a afirmar.

 

-Si.- Tardo en contestar.-Y ni siquiera tuvo la cortesía de mirarme a los ojos mientras lo hacía.- No pude evitar sonreír, pues tal acción me recordaba a cierta fresita rosada de por ahí.

 

-Bueno, no serás el único.-

 

-¿Cómo estas tan seguro, si las personas felices y enamoradas pasan una y otra vez como si menearan un pedazo de carne frente a un cachorro hambriento?-

 

-¿No me crees?-

 

-Ver para creer.- 

 

-JA.-Bufé, levantándome y caminando hacia el otro lado de la fuente para verle. Parecía gratamente sorprendido al ver a un conejito del amor irónicamente sin amor.

 

-¿Ver para creer?-

 

-Ver para creer.- Afirmó.

No estaba seguro de su expresión, pues dicha cabeza de felpa y pelaje sintético acortaban mi vista.

 

Solo fui capaz de preciar el momento en el que tímido y amable, cual miel caliente sobre el pan, me hace un lugar junto a él que yo felizmente tomé y agradecí.

 

-Creí que saldrías huyendo.-

 

-Estuve a punto.-Un tic de irritación asaltó una de mis cejas. Que sincero.-Pero...-Continua.-Si lo hubiera hecho quizás hubiera perdido un primer amigo en mucho tiempo, y es que sufrimos de una misma desgracia.- Sus palabras me robaron una sonrisa. Aunque, su voz, me suena... conocida.- ¿Cuál es tu nombre, conejito del amor?-

 

-Soy Sasuke. Uchiha Sasuke. ¿Y tú?-

 

-Me llamo Naruto.- ¡¡Ahora caigo!!

 

Que irremediablemente pequeño es el mundo.

 

-¡Pero donde están mis modales!-Musita.-Ten.-Me entrega una caja, que también me es familiar. Así que aquellos chocolates que entregue en aquella deslumbrante caja de papel crepe purpura estaban fielmente destinados a esto.

La caja está un poco manchada de barro y el lazo amarillo está roto. Los chocolates están aplastados.- ¿Quieres? Sé que no tienen un aspecto apetecible, pero están ricos y ninguno de ellos ha tocado el suelo, lo juro.- Sonríe. Me imposible no tomar uno, tanto como retener mi curiosidad de cómo fue que esa caja tan bonita termino así de destrozada.

 

Abriendo un hueco en la cabeza de conejo, pongo el primer bombón de la noche, relleno de dulce de leche y maní picado.

Mientras tanto, trato de elegir las palabras para formular una pregunta inevitablemente incomoda que al final no me hacen falta, pues, como si escuchara mis pensamientos, comenzó a relatar aquella historia que sabía de entrada que no sería nada bonita.

 

-Esta mañana me levante temprano. No hice nada más en toda la mañana que arreglarme para verle hoy. Mis rutinas, mi trabajo, termine dejándolo todo de lado, pensado en qué clase de sonrisa pondría al comer estos deliciosos chocolates frente a la torre Eiffel, a mi lado... en San Valentín-Por alguna razón, el chocolate que hace segundos atrás parecía derretirse en mi boca, ahora se está volviendo amargo y espeso.- Cuando llegue aquí, él estaba sentado en esta misma fuente, mirando la hora y marcando los segundos con su dedo índice al aire, como si fuera el director de una orquesta. Se veía tan... tan único en ese momento. Hablamos un rato, hasta que finalmente había logrado juntar la valentía necesaria. Me sentía decidido y hasta correspondido. Pero, al final, termine perdiendo antes de siquiera apostar.- Mira hacia abajo, perdido en sus zapatos de cuerina manchada en tierra y lágrimas.

 

Así que ahí era donde se rompieron anteriormente. No en el suelo.

 

-Lanzó al lodo la caja que con tanto esfuerzo y cariño logre comprarle. Subió a su carruaje y paso por encima de ellos, mientras partía para ya nunca más volver a saber de él.- Finalizó.-Rompió el corazón que con cariño y miedo le di en incontables pedazos. Y no le costó ni un solo remordimiento el hacerlo.-Suspira.- Así que finalmente tome la caja del suele y me senté aquí, a esperar que todos se marcharan para por fin poder llorar.-Concluye melancólico.

 

Y es entonces cuando yo también miro absorto mis patas de conejo, decidiendo que, si alguien tiene que estar solo y triste en San Valentín, ese debo de ser yo solo yo, pues nadie se merece una tortura así.

Suspiré en silencio.

 

-Sabes... algo parecido me paso hoy.- Conté.

 

-¿Te rechazaron?-

 

-No. Aposte algo que anhelo y no tengo y perdí antes de siquiera empezar.-

 

-Eso explica el traje de conejo.- Mis carcajadas fueron imposibles de retener.

 

-¿Tan obvio es?-El asintió entre sonrisas y risillas mientras tapaba delicadamente sus labios para que no lo notara. No pude evitar preguntar después de eso.-Y... ¿Estarás bien?- El me miró unos instantes antes de responder sonriente.

 

-Sí, lo estaré. No es la primera vez.-

 

-Por como llorabas pareciera que si.-

 

-Eres muy listo.-Me sonrió.

 

-Soy un conejo. Está en mi ADN.- Sus pequeñas carcajadas parecían las de un niño pequeño y tímido.

 

-Ya es muy tarde. Ya debería volver a casa y tú también.-

 

-Nada me espera en mi casa. Ni siquiera un hogar.-Baje la vista ante el susurro que creí él no había escuchado.

 

Me miró en silencio, mientras la sangre me subía al rostro cual frutilla madura.

 

Grande fue mi sorpresa al sentir su mano en mi felpudo y sintético hombro de conejo.

 

-La calle es peligrosa de noche. Hogar o no, son cuatro paredes y un techo que te mantendrán a salvo, aunque sea por hoy.- Está a punto de marcharse cuando me sorprendo de mis acciones al tomarlo de la mano.

 

-¡Espera!...t-te acompañare a casa.-

 

-Pero...-

 

-Tal y como dijiste las calles son peligrosas de noche.-Me apresuré a alegar. -Y vamos para el mismo lado así que...- Me mira minuciosamente de arriba a abajo. Curioso.

 

-¿Para un mismo lado?-Y ahora es cuando sé que metí mi pata de conejo a mas no poder. Atontada lengua la mía. -¿Acaso sabes en donde vivo?-

 

-Am... Bueno, yo...-Estaba paralizado. Pase de rojo frutilla a blanco crema en cuestión de micro segundo. Aún más cuando lentamente avanzó hacia mí.

 

-¿Nos conocemos de algún lado?-

 

-Posiblemente.-Enmarca una ceja y me veo obligado a cambiar de tema.

 

-¡Vamos rápido mientras la noche aun es joven!- Lo llevo conmigo como una madre lleva a su hijo.

 

Sé que no es así; pero no puedo evitar pensar en que es la primera vez en seis años que camino con alguien de la mano.

 

Es raro y cálido.

 

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-Vaya, si sabias en donde vivía.- Rio nervioso mientras nuestras manos lentamente se separan.

 

Siento frio. Bastante frio.

 

-Que tengas buenas noches.-Musite, cuando oigo su voz de nuevo, justo cuando estoy a pasos de cruzar la calle hacia mi piso.

 

-¿Te volveré a ver?- Pensé unos instantes antes de contestar.

 

-Siempre estoy en los anuncios de San Valentín.-Sonreí, igual que él.

 

-Gracias.-Dijo finalmente.-Por todo.-Me sonrió por última vez antes de entrar a su casa para después yo correr a la mía, desesperado por llegar y recargarme contra la puerta una vez dentro.

 

Esa noche lance la calurosa cabeza de conejo al sillón y me quede oyendo la dulce balada de mi violinista de enfrente, que, esta vez, hoy sonaba mucho menos melancólica que otras noches.

 

¿Desafortunado seré yo en el amor? ¿O desafortunado será el amor conmigo?

Ya no sé ni por donde camino o donde estoy.

Notas finales:

adgaskjsf?? dsahasdh aisudhasu ! :D


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