Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Yukari por Samantha0507

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de Knb NO ME PERTENECEN , solo solo usados con animo de diversion y no buscando ganancia de ningun tipo 

Notas del capitulo:

Bueno, no ame escribirlo, aunque me encanta lo que quiero decir 

espero los demás tamién lo comprendan 

 

Muchas gracias a la Kure por todo lo que hace por el grupo y por organizar los eventos, las convocatorias y todo

 

 

Texto en negrita (presente)

Texto en cursiva (pensamiento)

 

—Papi, ¿Te alegraste de saber que yo llegaba a este mundo? — el gigante solo pudo mirar a su hija recordando los difíciles nueve meses antes de la llegada de su pequeña. — ¿me amaste siempre? —Atsushi sonrió recordando esos largos nueve meses

 

 

Los ojos del gigante estaban aguados, simplemente quería llorar, levantó la jarra de cerveza y de un solo trago terminó por vaciar su contenido.

 

Himuro y Kagami solo observaron como el gigante parecía que se deprimía con cada gota de licor que ingresaba a su cuerpo.

 

—Atsushi, creo ya has bebido demasiado, Akashi no estará para nada feliz con esto. —Nuevamente las lágrimas se agolparon en sus ojos de forma amenazante, en cualquier minuto volvería a llorar.

 

—neee, ya no importa Muro-chin. —la voz del gigante se oía triste, como melancólica, realmente parecía que algo lo estaba molestando. —Sei-chin ya no me quiere, ya no es más mi Aka-chin, él dijo que el bebé que espera no es mío, que yo no soy su padre. —pidió le llevarán más cerveza, mientras los otros simplemente se silenciaron, no habían palabras que puedan calmar el dolor que el gigante estaba viviendo.

 

Odio la cerveza, es fría y amarga, pero me reconforta, no puedo creer que mi Aka-chin me engañara, no puedo imaginar cómo pudo hacerme esto, dijo que me amaba, ¿acaso las cosas que dijimos ese día en la playa no significaron nada? ¿Cómo debo continuar?

 

Cerca de las 11 de la noche decidieron que era minuto de volver a casa y aunque tanto Taiga, como Tatsuya le habían ofrecido alojar en su casa al gigante, este término por declinar la oferta.

 

Camino en silencio, a pesar que el ruido de las calles llenaba más el ambiente de lo que podía suponer, pero para él todo parecía haber perdido sentido.

 

¿Tan mal pareja fui? ¿Fui tan terrible como para que Aka-chin corriera de mis brazos?

 

Murasakibara se detuvo justo al notar una pareja que caminaba cruzando la calle, esperaban un hijo, ambos reían, ambos se querían, solo hacía falta observarlos para poder notar como una suave atmósfera rosa los envolvía.

 

Dejó salir el aire de sus pulmones con pesadez, tenía tantas dudas, tantas preguntas e incluso tenía miedo.

 

Tenía tanto miedo de llegar a su departamento y que su pequeña cerecita se hubiese marchado con ese otro, con aquel que hizo lo que llevaban meses desean, ser padres.

 

Quizás el señor Akashi tenía razón y yo no soy quien para cumplir las necesidades de mi Aka-chin, quizá simplemente debí dejarlo ser feliz con alguien que realmente estuviera a su nivel, pero ahora, realmente no podría llegar a pensar en cómo sería mi vida sin que se encuentre a mi lado.

 

Paso frente a una pequeña tienda, en la vitrina se podían distinguir juguetes para bebé y una cuna bastante sencilla, Murasakibara se detuvo a observar por un segundo, quería un hijo y que quería que Akashi fuera la mamá.

 

Tomar una decisión de ese estilo no era fácil, pero el ya no era un niño y si quería algo lucharía por él, nadie le arrebatará la familia que tanto deseaba de las manos sin que luchará por defenderlos.

 

El departamento se encontraba en penumbras, las inseguridades llenaron el pecho del gigante, entró notando que la luz del cuarto se encontraba encendida.

 

El pililila se asomó en silencio, miró los cajones, las ropas de ambos se encontraban en su lugar, agradeció a los cielos que el emperador no se hubiera marchado de su lado, los ruidos provenientes del baño llamaron la atención del gigante.

 

Akashi estaba inclinado sobre el retrete, el embarazo se estaba haciendo presentes, el pequeño bebé quería hacerse notar.

 

— ¿Aka? — la voz del gigante se escuchaba realmente nerviosa. — ¿Aka-chin, te siente mal? — el pelirrojo sintió como su pecho se apretaba, no esperaba que su gigante volviera, no esperaba que su voz se escuchara tan dulce después de todo lo que se habían gritado.

 

—Es solo el bebé. — Agregó antes que las náuseas nuevamente le obligará a inclinarse en el inodoro.

 

El gigante se posiciono tras el emperador, aunque el tamaño simplemente no lo acomodaba, con un paño frio comenzó a quitar el sudor de la frente del embarazado, fue alrededor de media hora en la que ninguno dijo nada, Murasakibara simplemente consolaba al pequeño con un tono suave, mientras que Akashi se inclinaba nuevamente, cuando las fuertes náuseas y el ácido sabor subía rápidamente por su garganta.

 

Volviste, volviste a mi lado, estás aquí conmigo, podré explicarle, podré obtener tú perdón Atsushi.

 

El gigante llevó entre sus brazos el cuerpo sin fuerza del pelirrojo, para luego hablar suavemente. —Sei-chin, sé que este no es mi bebé, pero quiero quedarme a su lado, al de ambos, quiero estar junto a los dos.

 

—Atsushi…

—No Seijuro, escúchame sé que no te he demostrado mucho hasta ahora, pero cambiaré, me haré cargo de ti y del bebé, los haré muy felices, quiero amarlos, permíteme hacerlo, después de todo padre no es solo el que engendra, sino el que cría.

 

—Atsu…— se cubrió el rostro con las manos, cuando las lágrimas bajaron caudalosas por sus mejillas.

 

Atsushi lo lamento, realmente lo lamento, pero ahora ¿Cómo te confieso la verdad? ¿Atsushi tienes que ser tan bueno? ¿Tienes que ser tan amable? ¿Era necesario que me amaras tanto?

 

—No, Aka-chin, no llores por favor, yo solo quiero amarlos. —las grandes manos del gigante tocaron las mejillas del pelirrojo—solo dime que sí.

 

Los brazos del emperador rodearon el cuello de su pareja, cerrando el trato entre lágrimas.

Los primeros meses pasaron entre malestares para la pareja, el gigante estuvo pendiente de todas las necesidades de Akashi, y se levantó cada vez que las náuseas lo atacaron, no lo dejó solo, no lo dejo lidiar con todo sin su apoyo.

 

Te lo demostraré Aka-chin, soy el mejor padre para nuestro bebé-chin.

 

La salud de Akashi era un sube y baja, Masaomi pasaba por el departamento casi a diario, había adaptado su agenda de tal forma que podía estar como mínimo una hora al día con su hijo.

 

El gigante atendía a su suegro cuando estaba en casa a su llegada, muchas veces se le hacía tarde y era el pelirrojo junto a alguno de su amigos quien lo recibía, el pelirrojo no sé quedaba solo en ningún momento.

 

Soy terrible, tengo que decirles la verdad, debo hacerlo, hoy en la noche simplemente se lo diré, simplemente le diré a Atsushi toda la verdad.

 

Cada día los pensamientos del pelirrojo divagaban en lo mismo, pero nunca se hacían realidad, simplemente se quedaban en ideas, pero todas esas fuerzas se alejaban de su cuerpo al ver las sonrisas en el rostro del gigante, el mirar como el brillo en sus ojos se volvían más potente, en cómo aumentaba la ilusión por ese niño que crecía en su vientre.

 

Fue la noche en que Akashi cumplía su tercer mes, en que todos culparon a sus hormonas, por las lágrimas que bajaron caudalosas por sus mejillas—Muchacho. — Fue Masaomi quien llamó la atención de la pareja. —sé que en un principio no te di mi bendición, que no acepte que realmente pudieras ser digno de mi hijo, pero me doy cuenta de mi error, tus esfuerzos han dado frutos, no solo por ese bebé, si no por todo lo que lograste, gracias por amar a mi hijo y espero que aún quieras ser parte de la familia.

 

Atsushi se había quedado sorprendido, pero antes de poder decir nada los sollozos de Akashi terminaron por inundar la sala, eran casi como gritos, no pudieron calmarlo en al menos media hora y finalmente el pelirrojo simplemente se había dormido apretado contra el pecho de su pareja.

 

Aka-chin, no me gusta verte llorar, pero tú papi dice que es normal, dice que tú mami también tenía feos cambios de humor y que muchas veces decía cosas feas, pero que luego lloraba y pedía perdón, que se sentía culpable.

 

— ¿qué es lo que te hace sentir tanta culpa Aka-chin? ¿Es por el papi de nuestro bebé?— Atsushi se acomodó en el pequeño, esa noche durmieron abrazados.

 

Cada ecografía, cada cita con el médico, cada minuto era vivido por el emperador junto al gigante, no hubo minuto en que el pililila no estuviera presente en ese embarazo y el pelirrojo simplemente sentía que su mentira crecía y crecía.

 

La primera vez que el bebé se movió, Akashi decidió guardarse para él ese momento, no le comento nada a Kuroko que lo acompañó esa mañana y tampoco a su padre durante la tarde, fue solo cuando estuvieron en la cama juntos con el gigante que la idea de contárselo a su pareja paso por su cabeza.

 

Atsushi, debería decírtelo, estas aquí tan cerca, debería decirte que se está moviendo, que mis costillas me duelen y que probablemente hará explotar mi vejiga, pero que ella está aquí, moviéndose, haciéndose notar para nosotros.

 

—Neee, ¿Aka-chin? — la respiración sobre sus labios le hizo notar la cercanía del pelilargo. —puedo besarte, es que tus labios se ven deliciosos.

Se acercaron, fue un roce delicado, algo casi inexistente para quien observase, pero para el pelirrojo fue el comienzo de un juego que no quería detener, su sangre clamaba de forma desesperaba por ese contacto, por el calor que el gigante le daba a cada día.

 

—Atsushi…— un beso lleno de pasión, lleno de calor los transformó, era deseo, eran sus pieles clamando por el otro.

¿Hace cuánto no te tocaba Aka-chin? ¿Parece tanto tiempo? Es como esa vez, como la primera en que nos perdimos en el otro, en que deseamos que el otro fuera quien nos tuviera, tu piel es suave y cálida, pero ahora es diferente. ¿Estaré tocando donde el padre de mi bebé te tocó? ¿Cómo reacciona tu cuerpo con su piel, con sus manos? ¿Te toca diferente a mí? No quiero, no quiero que lo recuerdes, quiero que tú piel borre ese tacto, quiero que solo reacciones para mí, Sei-chin.

 

Akashi abrió los ojos sintiéndose solo en la cama, Atsushi estaba en el balcón con un cigarrillo en los labios, desde lejos podía ver las lágrimas caudalosas que bajaban por sus mejillas del gigante, ¿lloras por mi culpa Atsushi? ¿Lloras por todo el daño que te hago? Lo siento. Akashi se giró sobre sí mismo, rodeando su vientre.

 

—perdóname bebé, perdóname Atsushi.

 

Atsushi dio una calada profunda, sintiendo como el tabaco llenaba sus pulmones, había sentido el movimiento del bebé y sabía que no era primera vez, las acciones del pelirrojo lo habían delatado.

 

No me lo dijiste Aka-chin, no compartiste conmigo tan bello momento conmigo, a pesar de que me esfuerzo por estar para ti, ¿realmente no me amas Aka-chin?

 

Ninguno dijo nada, continuaron con su vida, Akashi entre lágrimas y depresión, según todos por las hormonas y Murasakibara luchando por ambos, llenando de amor ese hogar.

 

A los cinco meses la barriga de Akashi se deja ver casi en esplendor y aunque los primeros malestares ya habían desaparecido, el cansancio y la extrema palidez del emperador preocupaban tanto al gigante como a todos sus cercanos.

 

Fue el medico quien le confirmó que todo lo que este necesitaba era descanso y dejar de pensar en cosas tristes, dejar de llorar y controlar un poco sus hormonas, le había aconsejado asistir a un psicólogo, a fin de prevenir una posible depresión.

 

Esa noche Murasakibara terminó en el bar, nuevamente con Kagami y Tatsuya.

—no logro que sea feliz, simplemente no lo logro.

—Atsushi, sabes que no es tú culpa.

 

—lo es Muro-chin, por más que intento Aka-chin siempre termina llorando, de verdad que ya no sé qué hacer, cada día lo pierdo un poquito más, no quiero perder a mi Aka-chin. —nuevamente las lágrimas asomaban en los ojos del gigante.

 

—Murasakibara, deberían hablar de frente, no pueden evitar el tema por siempre.

 

—Taiga tiene razón, Atsushi, te das cuenta que cuando el bebé nazca no se parecerá a ti, todos lo sabrán, todos verán que ese pequeño no es tú hijo.

 

—Muro-chin…— es verdad, ese bebé no tendrá nada mío y por mucho que lo ame, no cambiaré el color de su cabello, sus ojos o su piel, siempre será la viva imagen de quien tiene a mi familia. —Nunca será mi familia.

 

Akashi se acomodó con una lista de nombres para bebés, se bebé había sido muy esquiva y aun no podían asegurar que fuera niña, pero tanto a Atsushi como a él les gustaba referirse a ella como su “pequeña”.

 

Cerca de las 3 de la mañana la puerta del departamento anuncio la llegada del gigante al hogar, pero este nunca entró a la habitación, Akashi lloró al ver como Atsushi se había acomodado en la sala.

 

Akashi escondió la lista de nombres en su escritorio, junto con el libro que había estado leyendo, quizá esto era otra cosa que no sabía cómo afrontar, que quizá debía ocultar.

 

Cuando Akashi cumplió los 6 meses los antojos se hicieron presentes, en una noche fría, el olor era dulce, casi podía sentir como le llenaba los pulmones, moría de ganas por probar unos de los dulces que Murasakibara preparaba, se giró como pudo acomodando su vientre para hablarle a su pareja notando como este dormía.

 

Estás conmigo todo el tiempo, trabajas para cuidarnos a ambos, sé que te has hecho cargo de la totalidad de mis gastos, realmente no puedo molestarte por algo así, ya abuso de tú amor, como para ahora quitarte el sueño.

 

Se levantó lentamente o lo más rápido que su pequeña carga le permitía, la nevera siempre contaba con un par de pasteles o con algún dulce que podría comer.

 

Pan de azúcar, espero que Atsushi trajera un poco, o quizás tarta de manzana o los panqueques de naranja, cualquiera, solo un trocito.

Pero nada, como nunca no había nada que pudiera quitar esa sensación de vació en su pecho, movió todo, pero lo único realmente dulce era una mermelada de naranja, que podía ser de todo menos dulce.

 

Se sentó en la sala con unas profundas ganas de llorar, unas galletas y la mermelada engañaría a su estómago.

 

Es dulce, pero no es lo que quiero, quiero la tarta de cereza.

Repentinamente las lágrimas bajaban por su rostro, la sola idea de probar nuevamente la tarta de cereza que Atsushi había preparado para el día de su primera cita formal lo deprimió.

 

—Aka-chin. —el gigante se frotó lo ojos, para encender la luz de la cocina, topándose la imagen llorosa de Akashi comiendo la amarga mermelada. — ¿qué tienes Aka-chin? ¿Le pasa algo al bebé-chin?

 

—Es que yo. —el gigante se acercó poniéndose a la altura de su rostro.

 

—Una mami tan linda no debe llorar, era un antojo, debiste despertarme, dime ¿realmente querías comer mermelada de naranja?

 

—no. —lloró nuevamente, las hormonas y sus secretos lo traicionaban. —quería pastel de cereza.

 

Murasakibara simplemente sonrió ante la petición del más bajo.

Siempre te ha gustado ese pastel y solo lo preparó para ti, ni siquiera en la tienda, parece que a nuestro bebé también le encanta, eso es algo que solo yo podré darle.

 

Esa noche comieron pastel sentados en el suelo de la sala, juntos, tomados de las manos, los tres como una sola familia.

 

Entre nuevas lágrimas y cansancio Akashi llegó a los 8 meses de embarazo, su vientre había crecido bastante, el bebé estaba grande y sano.

 

Murasakibara había decido tomarse unos días libres, el nacimiento del bebé estaba próximo y su suegro había salido de la ciudad por temas laborales, dejando al gigante encargado de avisarle si cualquier cosa llegaba a suceder.

 

—Atsushi. — el gigante estaba frente a la computadora cuando el pelirrojo lo llamo con todo el pantalón mojado. —ya es hora.

 

Todo ocurrió tan rápido, que de un minuto a otro se encontraban en la sala de parto, con un Akashi gritando y pidiendo perdón.

 

—Atsushi, lo lamento, lo siento…—el pelirrojo apretó la mano del gigante. —mmmm duele, la barriga se me aprieta, duele, duele, Atsushi.

 

Aka-chin, no llores, ten fuerza, que nuestro bebé llega, vamos bebé no hagas sufrir a mami, vamos Aka-chin fuerza, vamos Aka-chin estoy contigo.

 

Akashi dejó de sentir dolor, la anestesia hacía efecto, el llanto del bebé resonó junto con la alegre voz del médico, era una niña, miró el rostro del gigante, sus ojos estaban muy abiertos, no decía nada, el cansancio le gano, obligándolo a dormir.

 

Lo siento Atsushi, espero la ames, como yo te amo.

Cerca de tres horas más tarde el heredero de la familia Akashi abrió los ojos, encontrándose con los ojos de su padre, mientras acunaba un bultito.

 

—Hola hijo, ya me tenías preocupado, mira que tú hija quería conocerte.

—papá. — los ojos del pelirrojo se aguaron cuando. — lo lamento, papá perdón.

 

—Sei, ¿qué tienes? ¿Quieres que llame al médico?

—Papá, ella es, ella es mi bebé, quiero verla. — Masaomi entregó a su hijo el bultito de entre sus brazos.

 

—Es hermosa hijo ¿ya pensaron en su nombre?

—Atsushi, él ¿la vio?

 

—por supuesto, estaba en el parto, Sei, hijo dime que está pasando ahora mismo.

 

La puerta los distrajo, el gigante entró con la inscripción del bebé en las manos. — Aka-chin despertaste, yo quería…

 

—Atsushi perdóname, te lo suplico…

 

—Shuuuu— El gigante beso la frente del pelirrojo, mirando a su pequeña que despertaba. —no debes hablar así frente a Yukari.

 

— ¿Yukari?

 

—Sí, nuestra bebé Yukari, mi pequeña Yukari, era ese el nombre que tanto querías ¿no?— Las grandes manos del gigante quitaron la mantita que cubría la cabeza de su pequeña, dejando ver los lindos cabellos morados iguales a los de su padre.

 

—Atsushi yo…

—Lo sé Aka-chin, es mi bebita, es mi hija y siempre lo fue.

 

Atsushi nunca pidió una explicación, pero lo sabía Yukari era su viva imagen, nadie más que él podía ser su padre.

 

 

Atsushi abrazó a su hija, cruzando su mirada con la de su embarazado esposo.

—Si Yuki-chin, te amo tanto como a Aka-chin y al pequeño Momiji-chin que crece dentro de mami, son lo más dulce de mi vida.  

 

Fin

Notas finales:

Si hay errores o lo que quieran decir me avisan 

los arrelare con el tiempo 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).