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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hallo
Costó un poquito que este capìtulo saliera a la luz xDD no sé por qué. Espero que les guste. 

Por si alguien quedó "colgado" sobre quién es Steiss (o simplemente no leyó la primera temporada) Steiss era un chico que en la primera temp es, como muchos, secuestrado por el escuadrón de Scorpion y Scorpion (comocabrónhijodeputaquees) intenta violarlo dos veces (de hecho lo hace, pero no alcanza a terminar porque las dos veces Cuervo interviene) también decir que Cuervo liberó a los prisioneros de la guarida cuando hubo que abandonarla por intervención del escuadrón cero (un escuadrón especial compuesto sólo por infectados, como Ethan)
Esos tres "gestos" fueron los que salvaron a Steiss y como algunos habrán adivinado, este tendrá cierta consideración para de alguna forma, devolverle la mano. 

¿Qué más? Ah!

RECUERDEN que a pesar de que tardo mucho en actualizar, en la historia ni siquiera ha pasado una semana desde que los chicos llegaron a "La Ciudad de los Muertos" (los "siete dias" que dió Scorpion aún no se cumplen) sé que es dificil pensarlo así, porque ha pasado mucho tiempo en la realidad xD pero necesito que lo sepan, por eso aún no ha habido un capítulo contando qué está pasando con Steve y Cobra, por ejemplo, porque han pasado poquitos días (pero pronto viene uno, así que para l@s que sufren por Steve, estén preparad@s)  

Recuerden también que si alguno encuentra algún error ortográfico, puede avisarme -por favor-.  Últimamente reviso muy a la rápida los capítulos antes de subirlos. 

Saludos :)

Un silencio incómodo inundó el lugar. Nadie dijo nada, ni los hombres de La Hermandad, ni nosotros. Estrujé sin querer el hombro de Oliver, en el que me estaba apoyando. Fue un acto instintivo y de puro nerviosismo. Sabía que algo había pasado, pero no sabía exactamente qué y ese silencio no ayudó a averiguarlo. ¿Era bueno?¿Era malo? Las cosas habían cambiado, lo noté en el rostro de aquel hombre llamado Steiss, quien empalideció, y la única emoción que reconocí en su rostro fue la inseguridad, inseguridad que antes de voltear a ver a Cuervo no tenía.

  —¿Acaso nos…nos conocemos? —fue justamente Cuervo quién rompió el silencio. Se veía genuinamente sorprendido—. E-Espera… —abrió la boca y relamió sus labios, en un gesto nervioso, y sus manos bajaron de su cabeza a la altura de su abdomen, donde las movió hacia adelante, como si quisiera tocar al hombre que tenía en frente y palparlo, para afirmar que era real—. Espera, tú eres…

  —Sí, soy yo… —respondió, rápido y con la voz ligeramente temblorosa, el aparente líder de La Hermandad. Miró con ojos inquietos a sus hombres y luego volvió su vista hacia Cuervo—. Nos conocimos en…

  —En la guarida de Scorpion —interrumpió Cuervo—. Lo recuerdo.

Una casi imperceptible sonrisa se formó en el rostro de Steiss.

 —Creí que te olvidarías de eso… —volvió a ver a sus hombres, que seguían quietos, todos formados a la espera de órdenes. Entonces, sus ojos verdosos recorrieron la celda de Ethan y también la nuestra. Clavó por un par de segundos la vista sobre mí y su mirada hizo que un escalofrío me erizara la piel del cuello, no sé por qué—. Toda esta gente… ¿viene contigo?

  —Absolutamente.

El hombre suspiró.

  —Parece que alguien se ha salvado de ser destripado hoy… —se burló Terence y Oliver soltó una pequeña risa, que seguramente se debía sólo a la inquietud y la tensión del momento. Le di un codazo para que se callara.

  —¿No quieres terminar tú destripado, ¿o sí? —le regañé en un susurro.

  —Tendremos que hablar… —Steiss le hizo un gesto a uno de sus hombres—. Bill. Desata a su líder y también libera a ese chico —me apuntó con el dedo—, necesita algo para esas heridas —La cara del hombre al que le dieron la orden, el mismo que golpeé y el mismo que cobró venganza después y amenazó con matarme, pareció desencajarse por la frustración. Temblé por dentro, pero mis manos y mis brazos no se movieron y mi rostro no hizo ningún gesto. Mi cuerpo no iba a delatarme.

  —Pero Steiss. Este chico…

  —¿Este chico qué? ¡Sólo mira su rostro, Bill!

  —E-Está bien… —El hombre se acercó a nuestro calabozo y abrió la reja—. Sólo él… —le ordenó a Oliver y le hizo un gesto para que se alejara de mí. Me tomó por el brazo para, prácticamente, arrastrarme hacia afuera—. Volviste a salvarte… —susurró apenas mientras salíamos. Lo dijo muy bajo, tanto que estoy seguro de que yo fui el único que pudo escuchar su voz, cargada de una rabia que me causó escalofríos—. Pero no tendrás tanta suerte la próxima vez. Cuidado —me sacó de la celda y volvió a cerrarla. Me aferré a los barrotes para mantenerme en pie, no por el cansancio, no por las heridas ni por el dolor que ellas provocaban, si no por el temblor en las rodillas que me había causado su amenaza y que no fui capaz de controlar.

Cuervo se vio libre también.

Steiss carraspeó la garganta.

  —Acompáñenme los dos… —nos ordenó—. Demás está decir que no pueden tocar a ninguna de estas personas sin mi autorización —les dijo a sus hombres y empezó a caminar. Intenté seguirlo y, cuando llevaba apenas unos pasos, Cuervo me alcanzó para ofrecerme su hombro y ayudarme a andar. No dudé en aceptar su ayuda—. Todavía actúas de la misma forma… —masculló en voz baja cuando abrió la pesada puerta metálica de entrada a los calabozos y la sostuvo para que pudiéramos pasar por ella. Cuervo encarnó una ceja.

  —¿De qué forma? —preguntó.

  —Como un ángel… —respondió. Su voz pareció haberse suavizado un poco en cuanto dejó a sus hombres atrás—. Uno de alas muy oscuras, pero ángel a fin de cuentas —le sonrió y cerró la puerta para continuar su camino delante de nosotros—. Por aquí.

Miré a Cuervo. No supe reconocer qué, pero algo en su rostro había cambiado también.

  —¿Estás bien? —le pregunté.

  —Sí.

  —Te acaba de llamar ángel, ¿puedo pensar que es bueno que ambos se conozcan?

  —Creo que sí.

  —¿Crees?

  —Nunca me lo habría imaginado, pero sí.

No quise preguntar nada más. Él sonaba algo aturdido.

El paisaje cambió drásticamente cuando salimos de la zona de los calabozos y se volvió más limpio, más ordenado, más vivo e incluso me pareció sentir un aroma cítrico en el lugar, como aquel que tenían los artículos de limpieza. No sabía exactamente en qué lugar estábamos, pero sabía que estábamos bajo tierra, seguramente en lo que antes debieron ser las líneas del metro. Era una tendencia que había visto en los cazadores y ahora lo veía en La Hermandad. Eso me hizo preguntarme si existían amenazas más grandes que los muertos, lo suficientemente graves como para empujar a todo el mundo a vivir subterráneamente.

  —¿A dónde vamos? —preguntó Cuervo. Él no parecía darse cuenta de ello, pero mordía insistentemente sus labios, quizás a causa de los nervios. Aunque Steiss parecía ser una persona mucho más razonable y abierta al diálogo de lo que cualquiera de nosotros habría imaginado, la situación no acababa de destensarse. Yo sentía esa tensión, Cuervo también y supuse que para él era más difícil todo esto. Por lo que había oído, Cuervo y Scorpion siempre habían dominado esta zona de la ciudad. Él siempre había estado en la posición en la que estaba Steiss ahora, en el lugar de un líder; el que daba órdenes, el que tenía poder sobre las vidas de las personas que capturaba y que decidía sobre ellas. Ahora la situación se había invertido, ahora él era el capturado, era su vida la que estaba en manos de otras personas. Ahora no tenía el control.

Yo estaba familiarizado con aquella sensación, pero supuse que para Cuervo no debía ser fácil.

  —¿Ahora…? —El hombre nos esperó para que subiéramos unas pequeñas escaleras. Cuervo subió primero y luego me tendió una mano para ayudarme. Al moverme, me di cuenta de que el dolor en mi costado comenzaba a intensificarse. Quizás la golpiza me había dejado algún daño en las costillas—. A mi despacho. Me contarás sobre las intenciones de tu gente, por qué demonios nos atacaron e intentaremos solucionar esto sin matarnos los unos a los otros… —se detuvo frente a una puerta que daba a una especie de sala, seguramente donde antes se reunía el personal de la estación—. También tengo desinfectante para esas heridas….y un poco de whisky.

  —¿Eres así de amable con toda la gente que capturas? —preguntó Cuervo cuando entramos en la sala. En ese momento, una alarma retumbó en mis oídos y casi me parte la cabeza en dos. Nos detuvimos—. ¿Qué demonios?

  —Es la entrada... —explicó Steiss—. Tiene un detector de metales, siempre ha estado ahí y no lo he quitado porque es útil —se detuvo frente a nosotros y nos miró de arriba abajo—. ¿Acaso traen armas?

  —Un cuchillo, en mi bot… —El pelinegro calló de golpe cuando Steiss se agachó frente a él para él mismo buscar el arma que traía dentro de sus botas—. Tus hombres no revisaron ahí.

  —No suelen capturar gente…no de esta forma. ¿No pensabas atacarme con esto, cierto? —preguntó, mientras examinaba el pequeño puñal frente a él. Ambos cruzaron una mirada que mantuvieron por varios segundos. Tragué saliva. La tensión había aumentado.

  —¿Crees que intentaría atacar a la única persona aparentemente sensata de todo este basurero?

Steiss sonrió.

  —Soy sensato con quienes lo merecen, Cuervo. No me he olvidado de lo que hiciste.

Cuervo resopló.

  —Tenía que hacerlo.

  —Pues… —nos hizo un gesto para que volviéramos a pasar—. Gracias por hacer lo correcto —La alarma sonó una vez más. Él me dirigió una mirada punzante—. ¿Tú también? —negué con la cabeza con todas mis fuerzas.

  —N-No tengo na…

  —Debe ser el collar —Cuervo me soltó para llevar las manos a la parte posterior de su cuello—. Tiene una placa metálica… —sus dedos forcejearon con esa especie de gargantilla que siempre traía con él—. Joder, ésta mierda…

  —Déjame hacerlo —Steiss nos rodeó y se posicionó tras él para ayudarle. Apartó un poco de cabello negro que molestaba sobre su cuello y lo desató sin mayores complicaciones. Cuervo lo tomó cuando la hebilla desatada hizo un sonoro «clic» y lo mantuvo sobre sus manos por algunos segundos—. V-Vaya… —El líder de La Hermandad soltó un silbido de asombro y se me formó un nudo en el estómago cuando vi la piel que el collar dejó desnuda. Ya lo había sospechado, pero jamás creí que tendría tantas heridas y cicatrices ahí; moretones y arañazos, algunos aún rojizos que parecían difíciles de borrar, y otros tan blancos que seguramente llevaban años enteros ahí. Quizás por eso lo utilizaba. Miré el collar para inspeccionarlo mejor; era negro, de cuero y presentaba también algunos rasguños, quizás producidos por el desgaste del tiempo. Me fijé en la pequeña placa que brillaba y colgaba de él; había algo escrito en ella.

  —¿Brann? —pregunté.

Cuervo dejó escapar una sonrisa.

  —Un apodo —respondió—. Mi nombre es Branwen —Steiss soltó una pequeña risa cuando escuchó eso—. ¿Qué?

El castaño rozó con sus dedos el cuello de Cuervo, como si quisiera acariciar esas cicatrices. A él no pareció molestarle.

  —¿Sabías que Branwen es una deidad céltica? —dijo, mientras recibía el collar de Cuervo y se apartaba, para comprobar que no hubiese nada más que quitarnos de encima. La alarma no volvió a sonar y nosotros pudimos entrar.

  —No…no tenía idea.

  —Sí, una diosa. Representa el renacimiento y, en ocasiones, el amor… —dijo, con una sonrisa de medio lado dibujada en el rostro—. Pero no te dejes engañar, la historia de Branwen es una historia terrible y triste… —le devolvió el collar y le dio una palmada sobre el hombro cuando se alejó de él—. También significa «cuervo blanco» —volteó a verlo una vez más—. El nombre te queda perfecto.

  —¿Cómo sabes todo eso?

—Lo leí en un libro, hace muchos años… —se agachó para buscar algo en un escritorio que estaba en la habitación y desapareció de nuestra vista—. Me hiciste recordarlo.

Cuervo y yo cruzamos una mirada. Me hizo una mueca que estaba seguro jamás había visto en él. Quería decir: «no me molestes».

No pude resistirme.

  —Es un lindo nombre… Brann —dije y contuve una carcajada en mi garganta. Cuervo parecía una persona accesible, pero no sabía hasta dónde podía bromear con él.

Su único ojo azul me dedicó una mirada firme y tensa, pero no lo suficientemente escalofriante.

  —No Brann —me advirtió.

  —¿Y Branwen?

  —Quizá… —sonrió, pero la mueca en su rostro desapareció tan rápido como había llegado. Su mirada entonces se volvió oscura, fría y tan aterradora que me hizo estremecer—. No —lo reconsideró—.Creo que te conviene llamarme como siempre me has llamado.

  —Sí… —apreté los puños, incómodo—. Sí, sí. Cuervo está bien. ¿Quién necesita nombres cuando se tiene un apodo?

El rió y llevó las manos a su cuello para volver a colocarse el collar nuevamente.

  —No… —Steiss interrumpió, mientras dejaba una botellita de desinfectante y un poco de algodón sobre el escritorio que estaba frente a nosotros—. No me hagas quitártelo de nuevo —Ambos cruzaron una mirada que pareció cambiar el ambiente y me hizo olvidar la broma y todas las palabras amables que habían cruzado entre ellos. Fue una de esas miradas tensas, hondas e intensas; de esas que cortan el aire y que te hacen pensar que saltarán chispas—. Te ves bien sin él —agregó y sonrió.

  —Bien… —Cuervo también sonrió y guardó el collar en su bolsillo. Su sonrisa fue como un elástico a punto de cortarse y eso disparó mis nervios. Sin decidirlo, Cuervo era nuestro líder ahora y era quién nos representaba. Si él cometía un error, todos estaríamos muertos.

Pero tenía la sensación de que él lo sabía.

Cogí la botella desinfectante y la hice resbalar en mis manos para que volviera a caer sobre la mesa, para romper el momento. El ruido pareció desconcentrarlos.

  —V-Voy a… —dije, y cogí un poco de algodón.

  —Sí, bien. Cúrate —me sonrió y otro escalofrío recorrió mi espalda. Sí, este hombre tenía un gigantesco parecido con Aiden, pero esa semejanza quedaba sólo en lo físico. Este hombre daba miedo y tuve la sensación de que lo que vi cuando le vimos llegar, esa inseguridad que mostró cuando vio a Cuervo, fue sólo producto del momento. Ahora que tenía la situación controlada, ahora que sabía que nos tenía en sus manos, no quedaba rastro de ese titubeo que vi en sus ojos. Ahora me hacía pensar que ante cualquier error, cualquier paso en falso, cualquier acto que nos hiciera ver peligrosos, él podría acabar con nosotros.

  —Oh… —cerró de golpe el pequeño cajón en el que había estado hurgueteando—. No queda whisky, pero… —abrió otro y cogió algo que no tardó en dejar sobre la mesa—. Esta botella de ron es nueva, me la obsequió Greco, un tipo que nos encontramos hace poco. Siéntense, por favor.

  —¿Suelen adoptar gente aquí? —se burló Cuervo y tomó una de las sillas que estaban más cercanas al escritorio. Yo cogí la otra y me senté un poco más lejos. Me sentía demasiado incómodo como para estar cerca de ellos.

  —No así de rápido —Steiss dejó tres vasos sobre la mesa—. Pero el hombre maneja muy bien el arte de la guerra… —sirvió dos vasos y me dirigió una mirada antes de servir el tercero. Negué con la cabeza, no iba beber eso ni muerto. Ya había soportado por demasiado tiempo el olor a ron que los hombres de Shark despedían después de cada borrachera. Me causaba náuseas —. Y parece ser un líder innato. Necesitamos más líderes en este lugar.

  —Contigo parece suficiente —dijo Cuervo y bebió todo el contenido de su vaso de un solo sorbo—. ¡Ah! —el vidrio hizo un sonido seco cuando lo volvió a dejar sobre la mesa, en un gesto exagerado—. Olvidaba cómo ardía esta mierda.

  —Sí, pero yo podría desaparecer en cualquier momento. Hay que asegurarse… —meneó la botella en el aire unos segundos y la dejó quieta frente al ahora vaso vacío—. ¿Otro?

  —A tu salud.

No supe en qué estado estaba mi rostro hasta que sentí el ardor producido por el algodón remojado en antiséptico sobre él. Lo retiré para ver los resultados: ahora estaba rojo. Eso era mi sangre. Estaba empapado de ella.

  —¿Necesitas ayuda con eso? —me preguntó Cuervo.

  —Estoy bien.

Steiss sonrió.

  —Bien, Branwen… —le dio un pequeño sorbo al vaso que sostenía en la mano—. Hace algunos días, un grupo de personas entró por la costa y lanzó una maldita bomba dentro de mi iglesia... —me miró directamente, como si supiera que de alguna forma yo había estado involucrado en eso. Estaba seguro de que lo sabía—. Perdimos a algunos de los nuestros, pero especialmente perdimos a muchos, muchos infectados.

  —Ya estaban muertos, Steiss... —dijo Cuervo con lentitud y suavidad, como si tanteara terreno en la situación, como si comprobara los límites de lo que podía o no decir.

  —Muertos es una palabra muy simple para usarla en ellos —contestó Steiss, y en su voz también me pareció que él buscaba probar a Cuervo. Lo miró de arriba abajo y examinó su rostro. De seguro esperaba una reacción del cazador—. Ellos son nuestros padres, nuestras madres, nuestros amigos y familiares... evolucionados.

  —¿Evolucionados?

  —Ellos son el siguiente paso en nuestra existencia. Son la prueba de que existe algo más allá de la muerte.

Cuervo detuvo el vaso en sus labios por algunos segundos. Luego, volvió a posarlo sobre la mesa.

  —¿Me tomas el pelo?

  —En absoluto… —Steiss dio otro sorbo—. Aunque creí que tú lo entenderías.

  —¿Por qué debería entender una ridiculez como esa?

—Hay rumores… —El castaño se inclinó y apoyó ambos codos sobre la mesa para mirar a Cuervo más de cerca. Sentí que la tensión en esa habitación incrementaba aún más; estaba a punto de estallar y volar todo en pedazos—. Dicen que fuiste infectado y volviste. Dime, ¿cómo se sintió?

La botellita de antiséptico se resbaló entre mis manos y estuvo a punto de caer al suelo cuando escuché eso. ¿Cuervo había sido infectado? ¿Cómo había sobrevivido? ¿Acaso él era como Ethan? ¿Acaso….?

«¿Acaso había otra cura allá afuera?».

  —Nada. No vi nada, no escuché nada, no sentí nada. Pero estaba ahí... —Los dedos del pelinegro rodearon el borde del vaso, como si jugara con él; los deslizó sobre la superficie hasta hacer sonar el vidrio en un eco que me pareció casi una melodía—. ¿Puedes imaginarte el vacío, Steiss? Porque así fue. —preguntó y no pareció inmutarse cuando el líder de La Hermandad se acercó aún más a él—. Y cuando desperté se sintió como la mierda… —La música que tocaban sus yemas cesó de golpe—. Pero no me trajiste aquí para preguntarme qué se sentía estar muerto.

  —Tienes razón… —Steiss volvió a sentarse—. Te traje aquí para pedir explicaciones —hizo tronar sus dedos y estiró los pies sobre la mesa cuando volvió a tomar asiento—. Los hombres de la playa huyeron hacia el territorio de Scorpion así que asumí que estaban con él.

  —Y por eso atacaste un puesto de avanzada, donde todos terminaron muertos… —La voz de Cuervo sonó fría, estática y sin emoción alguna, justo como el primer día en que lo vi, cuando nos encontró en el camión donde los cazadores nos habían traído—. Y esa gente atacó porque los tuyos atacaron primero, de seguro.

  —Tal vez.

  —¿Podríamos entonces considerarlo un empate?

  —¿Crees que soy tan ingenuo como para creer que él no querrá contratacar?

  —¿Te refieres a Scorpion? —Cuervo sonrió—. No creo que él vuelva a molestar.

  —Tengo entendido que sus escuadrones trabajan como uno solo —insinuó el castaño.

  —Trabajaban. Ya no estoy con ese idiota.

Steiss correspondió la sonrisa.

  —Eso es maravilloso.

  —¡Steiss! —Una voz se escuchó en el pasillo—. ¡Steiss es urgente! —La puerta se abrió de golpe y un hombre, entre jadeos, entró—: Tenemos una situación... —miró hacia atrás, nervioso.

  —¿Qué ocurre?

  —Es Stinney... —explicó atropelladamente—. La madre de Amelie nos habló para decirnos que él había… —se detuvo cuando unos pasos bruscos se oyeron afuera. Una mujer entró, entre gritos, al lugar y empujó al hombre que recién había llegado para poder pasar.

  —¿Sonia? —Steiss rodeó el escritorio para correr hacia ella. La mujer estaba histérica.

  —¡Steiss! —se aferró a la chaqueta del castaño cuando éste la alcanzó—. ¡Steiss! ¡Mi niña!... ¡Ese cerdo!

  —¿Qué dices, Sonia? Cálmate… —En ese momento, otra chica entró al lugar, pero no se acercó a Steiss. Debía tener la edad de Ada. Era tan linda como ella—. ¿Amelie? —Steiss la reconoció—. ¿Qué ocurrió?

  —Mi hija me acaba de confesar que Stinney… —La mujer se echó a llorar en brazos de Steiss y el hombre la abrazó para intentar contenerla—. Me acaba de confesar que Stinney la violó.

  —¿Qué? —Él se separó de la mujer repentinamente. Sus brazos bajaron y se adhirieron a sus costados, quietos, como si él no quisiera moverlos. Apretó los puños. Lo hizo tan fuerte que vi cómo la piel de sus manos se tornó pálida—. ¿Es verdad eso, niña? —se dirigió a la chica, Amelie—. ¿¡Es verdad!? —gritó. La joven sollozó, bajó la cabeza y asintió—. ¡Hijo de puta! —salió de la habitación. El hombre, la mujer y su hija le siguieron.

Cuervo y yo nos miramos.

  —¿Qué es lo que ocurre? —pregunté. Él se levantó de la silla y me agarró del brazo.

  —No sé, pero vamos a ver.

  —N-No deberíamos.

  —Ven, demonios —tiró más fuerte y me obligó a levantarme. No tuve más opción que seguirlo.

  —¿¡Dónde está!? —gritó Steiss, a unos diez metros de nosotros. Caminaba rápido, casi corría. Y se oía furioso—. ¿¡Stinney!? ¿¡Dónde estás, infeliz!? —lo seguimos y llegamos a un espacio grande, donde había algunos sillones y mesas, como una especie de sala de estar enorme. Mucha gente estaba reunida—. ¡Stinney! —gritó más fuerte, con voz ronca. Me paralicé de golpe.

  —Está furioso —titubeé.

  —No con nosotros.

La multitud que estaba ahí rodeó a un sólo hombre.

  —Ratas… —susurró Cuervo, con voz apenas audible—. No tardaron nada en delatarlo —Steiss caminó entre esa multitud para llegar hasta el acusado—. Observa bien, chico. Esto es lo que le pasa a un violador en La Hermandad.

  —¡Ven aquí, cabrón! —Steiss lo tomó del cuello de la chaqueta y lo arrastró con él.

  —¡Steiss! —El hombre intentó soltarse, pero parecía que todo su cuerpo temblaba por el miedo—. ¡Steiss no hice nada! ¡No violé a esa chica!

  —¡Eso me lo explicarás adentro!

  —¡No, no, no, por favor!

  —¡Steiss! —Una mujer, con un bebé en brazos, entró a la sala—. ¡No lo hagas! ¡Mi esposo no podría…!

  —¡Quédate atrás, Dafne!

  —Pero mi esposo no...

  —¡No te metas, maldición! —le gritó y metió al hombre a una habitación. Técnicamente lo lanzó dentro—. ¡Sabes que en este lugar hay tan sólo una regla que no debe romperse! ¡Lo sabes, demonios! —El bebé comenzó a llorar y un escalofrío me erizó la piel de los brazos. Sentí que se me congelaba el pecho, como cuando te lanzas de lleno a una tina de agua helada. Se sintió terrible.

  —Dios. Ese hombre tiene un bebé…. —mascullé.

  —Debió haber pensado en ese bebé antes de acercarse a una muchachita —dijo Cuervo—. Mírala, podría ser Ada.

Y sí, podría serlo. Ya lo había vivido. Ya había sentido ira hacia hombres así; primero por Shark y luego por el idiota de Erick, cuando intentó abusar de Ada, en la isla. Un hombre que cometía un acto tan asqueroso merecía el peor de los castigos; la muerte más horrible. Pero había algo en los gritos desesperados de su esposa, algo en el llanto de su bebé y en los propios gritos de Stinney, que alegaban inocencia, que hizo que se me revolviera el estómago. Había algo que no cuadraba en la escena que presenciábamos. 

Steiss cerró la puerta de la habitación donde ambos se habían metido y, por algunos segundos, lo único que se escuchó fue el llanto del bebé. Nadie parecía si quiera respirar en ese lugar.

Se oyó un golpe seco y le siguió un grito ensordecedor y tan estridente que me obligó a cerrar los ojos.

  —¡Yo no la violé Steiss, lo juro por mi hijo! ¡Lo juro por mi Jonatan!

  —¡Es tu palabra contra la de una niña asustada! —gritó Steiss. Su voz parecía resonar en toda la sala a pesar de que él estaba en otra habitación—. ¡Vi como le mirabas las tetas la semana pasada! —Otro golpe y otro grito me hicieron estremecer. La esposa del hombre comenzó a llorar otra vez—. ¡Eres un jodido pervertido!

  —¡Está bien, está bien! ¡Ella y yo teníamos algo, ¿sí?! —Stinney confesó—: ¡Nos enamoramos! ¡Pero jamás le haría algo como eso!... ¡Dile la verdad, Amelie! —gritó, desesperado, y su voz rota fue cubierta por el ruido de cosas que caían al suelo y por más golpes—. ¡Por favor! ¡Dile la verdad! —La multitud silenciosa que estaba ahí reunida miró hacia el mismo lugar, hacia la misma persona. La chica, Amelie, se abrazó a sí misma y no dijo nada. Sólo se limitó a llorar.

  —¿Crees que voy a tragarme esa mierda?

  —Joder… —susurró Cuervo—. Aquí viene.

  —¿Q-Qué cosa….? —pregunté y noté que mi voz temblaba.

  —Nuestro as bajo la manga, lo que va a sacarnos de aquí y nos conseguirá un aliado contra Cobra —sonrió. Estaba seguro de que él era la única persona en ese lugar que sonreía en ese momento.

  —¡Lo juro, Steiss! ¡Yo jamás…!

  —¿A qué…a qué te refieres? —balbuceé.

  —¿No lo notas? Steiss odia a una clase de monstruo en particular… —El aire quedó atrapado en mi garganta cuando dijo eso. Había entendido a qué se refería.

  —Y ese odio lo ciega tanto que no es capaz si quiera de escuchar a ese hombre —completé.

  —Que seguramente es inocente… —agregó Cuervo y estiró su brazo por mi cuello para abrazarme y acercarme a él, para así hablar más bajo aún; no quería que nadie nos escuchara—. ¿Le viste la cara a la madre de la chica? Lucía justo como una bruja. Seguramente se acaba de enterar que su hija está embarazada de un hombre casado y prefiere acusarlo de violación antes de admitir que su niña es una perra que no sabe cerrar las malditas piernas.

Inspiré hondo al asimilar la idea:

«Dios mío... ese hombre es inocente».

  —¡Steiss, por favor!

  —¡Cállate! —Un último golpe seco calló todos los gritos y entonces cuatro disparos me hicieron temblar y apretar el brazo de Cuervo entre mis manos.

Todo había terminado.

La puerta se abrió y la figura de Steiss asomó bajo el umbral. Su cara estaba roja, manchada con sangre y me pareció que tenía las mejillas sonrojadas, aunque se lo atribuí al estado de ira en el que estaba. Jadeaba. Parecía cansado.

  —¿¡Qué has hecho!? —La mujer del Stinney, al que ahora más que nunca creía inocente, corrió hacia Steiss con su bebé en brazos e intentó golpear al castaño de manera infantil, como alguien que intenta desquitarse con otra persona por algo que sabía no podía detener, por algo que estaba destinado a ser así. Como alguien a quien el mundo se le ha venido abajo—. Acabas…acabas de dejar a un niño sin su padre —le reprochó. Steiss la abrazó como respuesta.

  —Sabes que era lo que tenía que hacer, Dafne. Sabes que no podía dejarlo pasar.

  —L-Lo sé, pero…

  —A tu hijo no le faltará nada. Yo me haré cargo de eso —En otro momento, en otra situación y quizás desde otra posición, la escena me habría parecido incluso conmovedora. Pero no podía conmoverme con un hombre que acababa de matar a alguien inocente, no podía conmoverme con alguien que no era capaz de escuchar razones, con alguien que estaba cegado por el odio.

La mujer se echó a llorar en sus brazos.

  —Es aterrador… —mascullé, más para mí mismo que para alguien más.

  —Me gusta —dijo Cuervo—. Digo, es un líder sin piedad con las personas que se lo merecen. Eso es bueno para nosotros —sonrió y me soltó para meter las manos en sus bolsillos—. Estoy seguro de que no está enterado de lo que Cobra le ha hecho a Steve durante todo este tiempo y... cuando se entere —mordió sus labios en un gesto que me pareció casi lascivo—. Joder, cuando se entere...

  —Quizás Cobra lo merezca, pero tú y yo sabemos que ese hombre no lo merecía. 

  —Tú y yo sabemos… —repitió—. Sólo tú, yo y ese par de perras que le tendieron una trampa. Pero deberíamos dejarlo así, ya está muerto de todas formas.

  —Eso es tan…

  —Tómalo como un sacrificio —me interrumpió—. Uno que acaba de salvar nuestras vidas.

  —No suena una forma muy limpia de salvarnos.

  —Siempre es así… —me vio fijamente y otra vez esa mirada sin expresión me hizo sentir incómodo—. ¿Tú crees en Dios, no? —asentí con la cabeza—. ¿No fue tu Dios el que mandó a un inocente a ser crucificado frente a un montón de personas sólo para salvarlas? ¿Te parece esa una salvación limpia?

Nunca lo había pensado de esa forma.

  —¿No es la forma más vil e indecente de ser salvados?

Tragué saliva y mi garganta se cerró ante un pensamiento que jamás había cruzado mi cabeza, pero que ahora, por algún oscuro motivo, estaba concibiendo.

«Quizás la humanidad nunca mereció ser salvada»  

 

Notas finales:

Inocente era, a medias, pero era. 

Pobre Reed, ha tenido que ver tanta mierda en tan poco tiempo que no me extrañaría que cayera en depresión :( 

¿Críticas? ¿Comentarios ¿Impresiones del nuevo personaje? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Abrazos :3 


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