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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Buenas, gente! 

Voy saliendo, pero antes decidí pasar a dejarles actualización. 

Espero que les guste

Capítulo 86

 

Me mordí los labios y volteé para mirar en dirección a los asientos traseros. Scorpion seguía ahí, en brazos de Ethan, y su rostro se mantenía igual; pálido e inalterable, transparente y más tranquilo de lo que jamás le había visto y eso sólo me hizo sentir angustiado. Durante todos estos años, desde el día en que llegó a la guarida Cuervo, su expresión siempre había mostrado algo: un miedo profundo o un orgullo ciego, rabia cruda o un dolor silencioso, euforia o cólera explosiva, frustración o una frialdad que siempre helaba los huesos. No importaba la emoción que estuviera pasando él en ese momento, Scorpion solía comunicar algo, algo que siempre fui capaz de captar. Pero en ese instante no había nada, nada en su rostro que me informara de su estado. ¿Sufría? ¿Estaba consciente? ¿Le dolía?

¿Se había rendido?

Apenas parecía vivo…

Presioné el respaldo del asiento entre mis dedos y rogué por una señal.

Y alguien, en alguna parte, pareció escucharme.

Scorpion abrió los ojos de golpe y un chispazo me cruzó la espalda cuando vi dentro de ellos: estaban inyectados en sangre. Soltó un grito, como un aullido que hizo que Aiden, quien hasta ese momento había estado manejando, diera un salto del susto y detuviera el auto:

   —¿¡Qué pasó!? —gritó hacia atrás. Scorpion entonces comenzó a retorcerse, como un gusano, y Ethan intentó contenerlo, sin entender demasiado lo que estaba ocurriendo. El moreno me miró, con los ojos negros muy abiertos y la boca le tembló cuando chilló:

   —¿¡Qué demonios le pasa!? —exigió saber, como si yo fuera el culpable o tuviera que darle todas las explicaciones del mundo. Abrí la boca para formular una respuesta, pero antes de contestar, Scorpion lo hizo por mí:

   —¡Joder! —gimió, intentando llevar desesperadamente las rodillas a su pecho y ahogando un alarido de dolor contra su hombro—. ¡Joder, mi puto brazo! —se quejó, apretando los dientes. Los oí castañeando.

Ethan entonces fijó la vista en el brazo derecho de Scorpion y notó lo que había bajo las vendas, que estaban a medio quitar.  

   —M-Mierda… —balbuceó, con voz gelatinosa—. L-Le han mordido… ¡Acelera, Aiden! —ordenó—. ¡Tenemos que llegar ya al campamento!

El auto volvió a arrancar a una velocidad peligrosa.

   —¡Mierda, joder! ¡La puta que me parió…! —Poco pareció importarle a Scorpion estar recostado sobre las rodillas de su ex amigo, al que siempre le había profesado odio y quien, con cierta desesperación que también le hacía temblar las manos, intentó tranquilizarlo cuando el rubio hizo el ademán de levantarse, sin demasiado éxito—. ¡Joder! —jadeó, mordiéndose los labios—. ¡Duele!

Me las arreglé para pasar en el espacio que se formaba entre los dos asientos delanteros y así llegar hasta ellos. Cuando lo hice, Scorpion me dirigió la mirada, con los ojos rojos y llorosos y el rostro cubierto de sudor. Me estremecí de sólo verlo.

   —Córtalo… —gimió, con los ojos fijos sobre mí—. El dolor me está matando.

   —M-Mierda… —balbuceé, acercándome a él y le agarré por la muñeca para mirar las mordidas. Su brazo estaba peor que la última vez que lo había visto; las venas azuladas y gruesas se extendían por la piel pálida, cubriéndolo todo hasta la mitad del antebrazo, donde había comenzado la infección que comenzaba a extenderse hacia arriba—. ¿D-Dónde carajos está Reed? —interrogué a Ethan—. ¿¡Dónde está cuando se le necesi…!?

   —¡Qué importa eso ahora! —me interrumpió Scorpion en medio de un grito—. Vamos, Cuervo. Córtalo.

¿Qué carajos me estaba pidiendo?

   —No puedo —contesté enseguida.

   —¡Ya llegamos! —El auto se detuvo. Aiden bajó rápidamente y se apresuró en abrir la puerta trasera. Ethan salió del coche, cargando a Scorpion y yo me quedé ahí por algunos segundos más, con las manos temblándome, confundido, sin saber qué demonios hacer. Simplemente no podía reaccionar a tiempo ni pensar claramente, era como si mi mente no fuese capaz de procesar todo lo que estaba pasando—. ¡Iré por el botiquín! ¡Déjalo sobre el capó!

   —¿¡Ahí!?

   —¡No hay tiempo, Ethan!... ¡Necesitaré algo para desinfectar…! —vi la silueta del castaño paseándose de aquí para allá, mientras corría de una esquina a otra. Se detuvo un momento y miró en mi dirección—. ¿Cuervo? —preguntó, llamando mi atención—. ¿Estás bien?

Quise bajar del auto entonces y estuve a punto de tropezar. De repente los jodidos músculos, simplemente habían dejado de responderme.

   —S-Sí… —contesté, sujetándome de la puerta del coche para no tambalear. Él me miró directamente a los ojos. Con todo lo que había ocurrido en ese maldito barco en el que nos mantuvieron secuestrados a ambos, tuve la incómoda sensación de que él ahora sabía cosas de mí que nadie más conocía ni podía ver. Secretos, miedos y aprensiones que normalmente no sacaba a la luz. Y entre esas cosas estaba la debilidad, la que no quería mostrar, y la desesperación que sentí cuando llegué hasta Scorpion y le vi, rasgándose los labios con los dientes por intentar contener un dolor que no entendía, sudando y sufriendo encima del cofre de un auto.

   —Bien… —Aiden retomó el paso, para buscar lo que sea que le faltara en ese momento—. ¡Mantén la presión sobre la herida, Cuervo! —me ordenó—. ¡Ethan, necesito que vayas por unas frazadas y algo de agua!

El moreno me miró antes de apartar las manos de la camiseta, ahora empapada en sangre, que habíamos utilizado para contener la hemorragia.

   —¿Tienes fuerzas? —me preguntó—. Pareces estar a punto de desmayarte.  

Aparté sus manos con un gesto molesto y puse las mías en su lugar. Presioné lo más fuerte que pude.

    —¿Parezco no tenerlas? —contesté.

   —No me hagas responder eso —dijo, antes de marcharse corriendo hacia quién sabe dónde. Miré a mi alrededor, intentando ubicarme; estábamos dentro de un improvisado campamento que los dos habían montado. No sabía dónde demonios nos encontrábamos, sólo que estábamos al interior de un bosque no demasiado denso y que cerca pasaba un pequeño río que había visto mientras veníamos hacia acá. Un par de tiendas de campaña podían verse cerca y varias cuerdas con latas atadas a ellas marcaban el perímetro, probablemente para oír a los infectados que intentaran pasar. Muy ingenioso.

Estábamos a salvo, por el momento. No tenía que preocuparme por eso.

Scorpion dejó caer una mano, temblorosa y errática, sobre mi hombro. Di un respingo y le miré.

   —Necesito que lo cortes —pidió, por tercera vez.

   —No puedo —me negué de nuevo—. ¿Qué mierda estás diciendo? —No, no podría hacerlo—. No me pidas eso… escucha, Aiden vendrá ahora, cerrará la herida en tu costado y entonces podremos…

Scorpion echó la cabeza hacia atrás y se jaló del cabello, quizás para intentar aplacar el dolor, y soltó una risita.

   —Joder, lo que me faltaba.

Me incliné sobre él, para topar mi frente con la suya y así sentir su temperatura. Estaba caliente, ardiendo como mil infiernos. Discretamente miré su brazo también; la infección estaba muy avanzada.

Mierda… quizás la idea de cortarle la mitad de un brazo no era tan irracional.

   —¿Estás seguro de esto? —le pregunté con seriedad, todavía intentando de hacerle entrar en razón y que desistiera—. Podemos irnos ahora mismo, en uno o dos días nos encontraremos con el resto y te llevaremos hasta Reed. No tienes que…

   —En dos o tres días me habré transformado en un jodido zombie —me interrumpió él, rozando levemente su mejilla contra la mía, sólo un poco, apenas un toque—. No quiero convertirme en una de esas cosas.

   —Volverás a la normalidad en cuanto…

   —¿Qué sentiste tú, Branwen? —volvió a cortarme y puso su mano, la única que podía mover, sobre mi rostro y arrastró sus uñas por mi mejilla, estrujándome la piel con sus dedos—. ¿Recuerdas cómo fue? ¿Recuerdas a dónde fuiste? —preguntó. Un escalofrío me recorrió toda la espalda. ¿Recordar a dónde fui? Siempre estuve ahí, preso de mi propio cuerpo y apenas consciente de lo que estaba haciendo. No, no consciente. Mirando, como un espectador, pero no sentí nada. Y eso no es bueno.

«Imagínate flotando en una oscuridad tan negra que no puedes ver ni la punta de tus dedos», pensé en decirle, «imagina que no puedes oír, no puedes oler, no puedes sentir ni hablar y sólo estás ahí, preso. Sabes lo que ocurre, pero a la vez no. Y no puedes luchar»

Es algo difícil de explicar, pero lo último que recuerdo es la terrible sensación de encierro. Y no sé durante cuánto tiempo la tuve, cuánto tiempo estuve atrapado. Y no soy capaz de recordar nada de lo que hice en ese estado, sólo tengo esa sensación que se me pegó a las tripas desde que desperté y dejé de ser un zombie. Es… es como…

   —Alienación… —contesté, mordiéndome los labios de sólo recordar aquel sentimiento tan asqueroso—. Estás ahí y no lo estás, no sabes lo que hiciste, pero…

Él se apartó, cerró los ojos y los apretó con fuerza.

   —No —sentenció.

   —P-Pero… —intenté convencerle.

   —No sé lo que pasará conmigo —gruñó—. Ni lo que sea capaz de hacer. No, no —negó, rotundamente—. No quiero eso —gimió, las manos le sudaban frío. Estaba empeorando. Su brazo también; la infección se estaba expandiendo y ya no sólo eran las venas remarcándose al interior de su piel. Ahora esa piel comenzaba a oscurecerse, a una velocidad escalofriante. La puta gangrena.

Él iba a perderlo de todas formas.

  —Prefiero perder un brazo a perderme a mí mismo —decretó, como si adivinara mis pensamientos.

   —Encontré suero, algunas vendas y algo para suturar la herida en su abdomen… —Aiden llegó junto a nosotros y miró a Scorpion, con una expresión perturbadora en el rostro; mezcla de la preocupación, desconfianza y regocijo que mostraron sus ojos al verle herido, magullado y pudriéndose.

Tenía su vida en sus manos y él lo sabía.

    —Tanto tiempo, Aiden... —dijo Scorpion, intentando sonreír.

Aiden no contestó y se apresuró en abrir la botella de suero.

   —No, no creo que eso sea importante ahora… —le interrumpió Scorpion, antes de que el castaño apartara mis manos, que seguían presionando sobre la herida—. Me mordieron hace poco más de diez minutos… necesito…necesito hacer algo con este brazo.

En ese momento, Ethan llegó junto a un par de frazadas.

   —Carajo, está peor de lo que imaginé… —El hombre dejó las frazadas a un lado y tomó el brazo de Scorpion para inspeccionarlo, causando que éste se quejara, escupiendo un insulto en francés que, quizás en otro momento, me habría causado gracia—. Joder, esta mierda está muy infectada.

   —Al fin alguien que lo entiende —rió Scorpion.

Ethan y Aiden cruzaron una mirada que sostuvieron por varios segundos, en medio de un tenso silencio. Hasta que el castaño habló:

   —No puedo hacerlo —dijo.

   —Vamos, Aiden. Va a convertirse si no…

   —Sí, Aiden —interrumpió Scorpion—. Tú puedes hacerlo.

   —N-Nunca he cortado un brazo… —balbuceó Aiden—. Una arteria pasa por ahí, si la corto, entonces…

   —¿¡Acaso te estás escuchando!? —le gritó Scorpion y su voz se oyó ronca y raspada. Rota, como si tuviera vidrio picado en la garganta—. ¡Te estoy pidiendo que me cortes el puto brazo y tú estás rechazando la jodida oportunidad! ¿¡Quién demonios eres!? ¿¡el Papa!? ¿¡A qué se debe tanta bondad, Aiden!?

    —P-Pero…

    —¡Podrías matarme si quisieras! —insistió Scorpion, retorciéndose del dolor con cada palabra que soltaba. Intenté mantener mis manos firmes sobre su herida, que seguía sangrando un poco. Aiden tenía razón, si él se equivocaba y cortaba más de la cuenta, Scorpion estaría jodido.

¿Pero no era eso lo que él quería? Estaba seguro que el chico le odiaba con todas sus fuerzas.

   —E-Es peligroso… —debatió el castaño—. Si me equivoco, vas a…

   —¡Joder, este chico! —Scorpion pareció estar a punto de salirse de sus casillas y quiso levantarse del cofre del coche, pero Ethan le detuvo antes de que hiciera el intento si quiera—. ¿¡Acaso no quieres hacerlo!? Vamos, Aiden. Sé qué quieres verme sangrar… más.

Aiden titubeó.

   —¡Vamos, cariño! —aulló Scorpion en medio de una especie de risa, mientras se mordía los labios para contener lo que sea que estaba sufriendo. Había desesperación en cada movimiento que su cuerpo hacía—. Hazlo, córtalo. ¿No quieres hacerlo? ¿No quieres devolverme lo que te hice? ¿Lo recuerdas, ¿verdad? Claro que sí, ¿quién se olvida de algo así?... —presionó, estremeciéndose. Aiden dejó la botella a un lado y se apartó, dándonos la espalda y llevándose las manos a la cabeza. No sabía qué hacer. Ethan hizo el ademán de acercarse, pero se detuvo a último momento y entonces Scorpion siguió hablando, provocándole—: Lo quieres, pero te sientes mal queriéndolo, ¿verdad? Ah, Aiden. Te crees demasiado bueno —se burló. No sabía que alguien pudiese reírse en una situación como en la que él estaba—. Pero adivina, qué, cabrón. Estás tan sucio como cualquiera de nosotros.

Aiden volteó bruscamente hacia él.

   —Yo no soy como tú —dijo, mientras negaba con la cabeza y le veía a los ojos—. No vuelvas a compararme contigo —escupió, con la voz cargada de odio. No dijo una palabra más y se alejó, corriendo—. ¡Que alguien amordace a ese hijo de puta! ¡No quiero oírlo mientras esté amputándole el brazo!

Scorpion sonrió y se acomodó en la dura lata del auto.

Miré la camiseta de Ethan entre mis manos, con la que seguía haciendo presión sobre la herida. La sangre ya había comenzado a secarse. La hemorragia se estaba deteniendo.

No dije nada y sólo suspiré.

Aiden volvió, cargando un machete.

   —Aquí vamos… —masculló Scorpion.

   —Mantén la presión ahí, Cuervo —me ordenó el castaño—. Va a moverse cuando…

   —No tengas miedo, chico… —se río Scorpion—. Toma esto como un ajuste de cuentas.

Aiden se acercó a él y le dijo, con la voz estremecida, atemorizada y al mismo tiempo, rabiosa:

   —Si quisieras pagarme, necesitarías otro cuerpo que pudiera disfrutar destruyendo… —contestó y le entregó una camiseta limpia a Ethan. No era para él, era para que le hiciera callar. Scorpion cerró los ojos y el moreno le metió la camiseta en la boca y la ajustó tras su cabeza con un nudo—. Y quiero que sepas que, si no te estoy dejando convertirte en un puto zombie, es solamente por él… —gruñó. Scorpion ya no pudo contestarle y entre ambos sólo se dio una mirada tensa y afilada que bien pudo haber cortado el aire en ese momento.

Me pareció notar que el pobre chico estaba llorando, antes de sujetar el brazo de Scorpion con una mano y dejar caer la hoja del machete sobre el, justo encima de donde la necrosis comenzaba. Lo clavó, con todas sus fuerzas y cerró los ojos cuando el filo atravesó la primera capa de carne.

Scorpion dejó escapar un grito bajo la mordaza que me erizó la piel. Arqueó la espalda y se retorció, intentando desesperadamente moverse y tuve que dejar su herida para ayudar a Ethan a sujetarlo. Aiden presionó la hoja, con ambas palmas, hacia abajo y oí cómo le cortaba los músculos y más profundo todavía.

Un montón de sangre salió salpicada y le manchó la ropa y el rostro.

   —¡Apresúrate! —chillé, con medio cuerpo sobre Scorpion para intentar detenerlo; había comenzado a azotarse la cabeza contra la lata del auto y ni siquiera Ethan era capaz de frenar sus movimientos—. ¡Vas a matarlo!

   —¡Estoy intentando salvarlo! —gritó Aiden, su voz más rota que la mía—… ¡Se atascó en el hueso!

Scorpion se quejó otra vez, estaba hiperventilando contra la tela que tenía metida en la boca y sus alaridos, que se oían más como el rugido de un oso que como cualquier otra cosa, me causaron un escalofrió que me cerró la garganta. Veía su pecho, subiendo y bajando en inspiraciones entrecortadas y todos sus miembros sacudiéndose por el dolor, que parecía incontenible.

Su respiración pareció cortarse justo en el momento en que Ethan le soltó, apartó a Aiden en un movimiento brusco y recargó ambas manos sobre la hoja del machete, empujando con todo el peso de su cuerpo hacia abajo. Entonces el filo pasó, llevándose todo lo que quedaba y dejando sólo un trozo de carne podrido tirado en el cofre de un auto y una lluvia de sangre que se esparció hacia todas partes, dejando un desagradable olor a metal oxidado en el aire. Scorpion sujetó mi brazo, lo estrujó con fuerza y me clavó las uñas en la piel. Echó la cabeza hacia atrás y sus ojos se voltearon, hasta volverse completamente blancos.

   —¿S-Scorpion? —balbuceé.

   —S-Se ha desmayado… —tartamudeó Aiden, con los ojos fijos en el miembro amputado y en la sangre, que seguía salpicando. Era una hemorragia arterial—. ¡Hay que detenerla! —chilló, volviendo en sí de repente y se apresuró a coger un montón de gasa del botiquín—. ¡Levanta la extremidad, Ethan! —ordenó—. ¡C-Cuervo!

   —¿S-Sí?

    —La herida ha comenzado a sangrar otra vez —advirtió. Le quité la camiseta de la boca a Scorpion, tiré la otra, que estaba demasiado sucia y cargué la nueva sobre la herida a la que todavía no habíamos puesto la suficiente atención. La sangre no tardó en comenzar a brotar y mancharla otra vez.

Aiden cogió una frazada y la lanzó encima de Scorpion. Giró sobre sus pasos, mirando hacia su botiquín y entonces volvió a mirarnos, caminó hacia el rubio otra vez y le tocó la frente; estaba sudando, su piel estaba brillante, pálida y parecía pegajosa, por algún motivo.

   —Está entrando en shock hipovolémico —anunció, y sus palabras fueron como una sentencia de muerte a mis oídos—. Hay que hacer algo.

   —¿¡Shock hipovo-qué!? —chilló Ethan, manteniendo la extremidad de Scorpion elevada, justo como Aiden se lo había ordenado. Las vendas y gasas con las que había cubierto el muñón ya se habían empapado y comenzaban a gotear.

   —Es por la pérdida de sangre… si no hacemos algo ya, él va…

Ethan estiró un brazo hacia adelante.

   —Sangre, ¿no? Necesita sangre —dijo, atropelladamente—. Tú siempre llevas contigo esas bolsas y ese filtro que utilizabas en la isla, ¿lo recuerdas? —preguntó, nervioso—. ¿Lo trajiste esta vez?

   —S-S-Sí… —titubeó Aiden—. Pero, ¿si quieras sabes qué tipo de sangre es él?

   —No lo sé… —El moreno pareció pensárselo un momento—. No recuerdo, yo…

   —¿Acaso sabes si es positivo o negativo?

   —¡Cómo diablos voy a saber algo como eso!

    —0 negativo…—interrumpí y dejé la herida para arremangarme la camiseta hasta el antebrazo—. Wolfang solía hacerle exámenes a los prisioneros cuando ingresaban a la guarida... —expliqué—. En algún momento vi su expediente.  Lo recuerdo porque yo también tengo ese tipo de sangre.

   —No puedes ser tú, Cuervo. Estás demasiado…

   —¿¡Alguno de ustedes tiene esa sangre!? —grité, de repente. Ya estaba de los nervios—. ¿Qué tipo eres, Aiden? —Él no contestó, pero yo ya conocía la respuesta. Los negativos correspondíamos a menos del veinte por ciento de la población mundial, y eso era antes de que el apocalipsis llegara a la tierra. ¿Cuántas probabilidades había de que otro de nosotros también lo fuera?—. No hay tiempo —le apuré, apoyándome contra la carrocería del auto y extendiendo mi brazo delante de su rostro—. Hazlo de una maldita vez.

   —¡Ah, demonios!... ¡Bien! —aceptó, no del todo convencido todavía. Se acuclilló frente a su botiquín, una especie de maletín que ya había visto un par de veces y buscó lo necesario para realizar la transfusión. ¿Por qué él traía todos esos utensilios en una maleta? No me importó realmente conocer la razón. Lo único que sabía era que tenerle a él y a su botiquín había sido un golpe de suerte.

Para mí y para el hombre que se estaba desangrando sobre el capó de mi auto favorito.

   —Ethan, ¿sabes zurcir una herida? —interrogó Aiden, todavía rebuscando en ese maletín. Ethan se le acercó y tomó la aguja y el hilo que su novio le estaba tendiendo—. Bien, haz algo con la de su abdomen. Después intenta ir por el brazo… —abrió una bolsa de aluminio y en su interior había otra bolsa, que era donde él metería mi sangre para conservarla antes de dársela a Scorpion. El chico volteó la cabeza y me miró, con los ojos verdes fijos y clavados sobre mí, mientras se levantaba y preparaba una aguja—. ¿Estás seguro de esto, Cuervo? —preguntó.

Ni siquiera tuve que decírselo.

   —Claro que sí —se contestó así mismo. Dejó la bolsa a un lado, tomó mi brazo con una mano y me apretó la piel con fuerza, justo por debajo del antebrazo, muy cerca del punto dónde había cortado a Scorpion hace uno o dos minutos atrás. Sentí la presión de sus dedos hinchándome las venas y no tardé en verlas asomando en mi piel; azuladas y delgadas—. ¿Estás listo? —preguntó, sosteniendo la aguja más grande que había visto en toda mi vida—. Sólo mira para otra parte y…

Y lo hice, miré hacia otro lado y en lo único que pude fijarme fue en el brazo amputado de Scorpion, que seguía ahí, encima del capó. Joder, el diseño de uno de mis tatuajes había sido arruinado por completo. Demonios, joder… maldita sea, ¿qué pasaría ahora?

Apenas sentí el pinchazo.

   —Quédate quieto, la aguja debe mantenerse así… —indicó Aiden—. Intentaré quitarte lo menos posible.

   —Saca todo lo que puedas antes de matarme —contesté.

   —Lo último que quiero es verte morir —respondió él.

No dije nada más y cerré los ojos. Quise concentrarme en la sensación vertiginosa de mi sangre abandonando mi cuerpo, desplazándose hasta mi brazo y escapando, dejándome con la extraña sensación de que la mitad de mi extremidad flotaba en el aire, y me pregunté si acaso Scorpion sentiría lo mismo cuando despertara. Escuché a Ethan quejándose al pincharse los dedos, mientras cosía y me alegré de oírle gritar que había terminado. Me concentré en el viento y en lo frío que comenzó a sentirse sobre mi rostro, poco a poco, congelando el ambiente. Puse atención al propio latido de mi corazón e intenté bajar sus revoluciones. Latía rápido, jodidamente rápido y no conocía muy bien la razón.

Volví a mirar a Scorpion y pensé en todos los años que había pasado con él. Habíamos formado algo, ¿no? Habíamos creado algo. No sabía qué era, no lo tenía muy claro, pero las bases de mi vida durante la última década las había establecido junto a él. Y no me había dado cuenta hasta ahora, pero esas bases eran lo que me mantenían vivo. Siempre fue así. Él y yo, solos contra este mundo que se destruía así mismo.   

Se sentía bien compartir algo así con alguien. Se sentía bien pertenecer a algo.

Se sentía bien compartir tu existencia con otra persona.

«No dejes que pierda eso…», rogué, para mis adentros.

Aiden retiró la aguja con cuidado y, cuando lo hizo, el suelo se retorció bajo mis pies; torciéndose, fundiéndose con las puntas de mis botas y abriéndose delante de mis ojos. Tambaleé y me apoyé contra la lata del auto para mantener el equilibrio.

Quería vomitar.

   —No. Tú no vas a desmayarte… —Aiden dejó rápidamente la bolsa, que contenía la sangre que me había quitado, sobre el botiquín y se detuvo delante de mí un par de segundos antes de disculparse—: Lo siento, Cuervo. Pero tendré que hacer esto.

   —¿Q-Qué…? —quise decir, pero en ese momento, la tierra se sacudió aún más y me sentí en el aire, flotando, muy, muy alto—. Eh, ¿qué demonios…? —tardé en notar que Aiden me había tomado de repente y me había cargado sobre su hombro, así sin más, como si yo no fuera más que un simple saco de plumas—. ¿Qué estás…?

   —Ya fue suficiente para ti —me dijo, y su voz se hizo lejana a mis oídos, distorsionándose, deformándose en el espacio y mezclándose con el ruido del viento y el ambiente—. Estás al borde del colapso… —Nos dirigimos hasta una de las tiendas, él la abrió y prácticamente me arrojó dentro—. Duerme. Prometo encargarme de él.

   —¿P-Por qué…? —balbuceé cuando caí sobre un montón de frazadas, las más suaves y cómodas que había sentido en mucho tiempo. Estaba mareado, había dejado de sentir mi cuerpo y mis ojos comenzaron a cerrarse por el cansancio. Era como estar drogado—. ¿Por qué lo estás ayudando? —pregunté, antes de abandonarme al relajo que una simple cama me ofrecía—. Tú dijiste que…

Él ni siquiera titubeó para contestar:

   —Después de lo que pasó en el Desire… —comenzó, explicando—. He tenido pesadillas con eso durante estos días, ¿sabes? —comentó y algo en su rostro me dijo que no me estaba mintiendo—. No sé qué haría con toda esa carga si Ethan no estuviera aquí.

   —¿S-Se lo contaste? —quise saber.

Él afirmó con la cabeza.

   —Yo también… —confesé, apretando los ojos para aclarar la vista que, de pronto, había comenzado a tornarse borrosa—. Yo también… —repetí, con la lengua trabada. Él no tenía cómo saberlo, pero me refería a ambas cosas:

Yo también le había contado a Scorpion lo ocurrido en ese barco.

Y tampoco habría podido soportar la situación si él no hubiese estado allí, para verme despedazado y oírme llorar como una niñita.

Yo tampoco lo estaría soportando si él no hubiese recogido las piezas.

Cuando volví a abrir los ojos, Aiden ya se había ido.

 

 

 

 

 

Esa noche soñé con la cubierta vacía del Desire, con Shark y con un río de sangre que comenzaba a formarse bajo mis pies. No recuerdo cuándo me dormí, lo único que recuerdo es el sonido de la cremallera de la tienda abriéndose, con cuidado, intentando no hacer demasiado ruido, un par de voces susurrando entre ellas y la borrosa figura de Ethan, cargando a alguien, recostándolo a mi lado y cubriéndonos a ambos con un edredón. Recuerdo que intenté decirle algo, pero mi boca estaba demasiado seca como para hablar y mi lengua parecía haberse ido muy al fondo de mi garganta.

Tardé en despertar completamente y sentir el calor del otro cuerpo junto a mí. Miré hacia un lado y, gracias a la luz de una fogata encendida afuera y trasluciéndose hacia el interior de la tienda, le vi, durmiendo. El color ya había vuelto a su rostro y su respiración se había calmado. Ya no sudaba, ya no se quejaba.

Quise moverme y acercarme a él, pero mi cuerpo simplemente no respondía correctamente a mis órdenes. Todavía me sentía liviano, como si la gravedad hubiese dejado de tirarme hacia abajo. Así que simplemente estiré el cuello hasta alcanzar su mejilla y tocarla con mis labios.

   —¿Estás bien…? —susurré en un beso contra su piel.

Él se movió un poco y respiró profundamente.

   —Estoy bien… —contestó, apenas—. Pudo haber sido peor —dijo, con voz cansada y dormida. Quizás en otro momento, yo habría entendido bien a qué se refería realmente con esas palabras y habría pensado en qué podría ser peor que te apuñalaran, te mordieran y te arrancaran el brazo. Quizás, en otro momento, podría haberme dado cuenta que en esas palabras venía una advertencia: eventualmente vendrían cosas peores. Pero no, en ese preciso instante sólo fui capaz de verlas de forma literal. Estaba bien y no había pasado a mayores. Se había salvado. Otra vez se había arrastrado lejos de las garras de la muerte. Scorpion era un hijo de puta que estaba bendito, una hierba difícil de quitar—. Hey, hey… —me llamó, estirando su mano hasta alcanzar mi rostro—. No llores, Brann —dijo, acariciándome la mejilla—. Joder, te dije que eras un blando… —intentó reírse, pero la risa le salió más bien como una tos. Tocó una lágrima y la esparció por mi cara, para intentar quitarla. Sólo entonces me di cuenta que era cierto y que había comenzado a llorar sin darme cuenta. Últimamente no podía controlar mis emociones, me estaban invadiendo y no sabía cómo evitarlas

Estaba quebrado y débil. Todo parecía atravesarme.

   —Lo siento… —balbuceé, intentando secarme las mejillas—. No sé qué demonios me…yo sólo… —Él me empujó hacia él, atrayéndome contra su pecho.

Olvidé lo que estaba a punto de decir.

   —¿Lo sientes? —me preguntó y yo cerré los ojos para oírlo mejor.

«Bang. Bang. Bang», rápidos y punzantes, los latidos de su corazón se oían como un millón de armas siendo disparadas.

Como una lluvia de balas.

«Que siga lloviendo…»

No contesté.  

   —¿Ves? —siguió él, mascullando con la voz ronca—. Estoy vivo —afirmó—. Alguien una vez me dijo que no me olvidara nunca de ello.

Sonreí. Por un momento había sido yo quien estuvo a punto de olvidarse.

   —Estás vivo… —repetí.

Notas finales:

"Alguien una vez me dijo que no me olvidara de ello"

Por si se lo preguntaban, sí, ese alguien fue Branwen. Pronto leerán cómo, es una escena del spinoff xD últimamente estoy soltando mucho spoiler sobre eso x3 

Espero que les haya gustado. Recuerden que cualquier error que encuentren, pueden decírmelo ;) 

F por el brazo de Scorpion. 

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 


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