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Ángel Maligno por HarukaChan

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Notas del fanfic:

*Los personajes son creación mía, y la historia contiene algunos datos históricos. (Recopilación de varios libros esotéricos)

 

*La trama me pertenece y no está basado en ninguna otra obra. 

 

*Muchas Gracias a las personas que siguen mis historias~ Y si está es la primera que lees, te invito a leer cualquiera de mis otros fanfics. 

Cuenta la leyenda que en el pasado un evento provocó el resurgimiento de las penumbras, que ocultas dormitaban entre la luz del mundo terrenal Los capullos de odio siempre habían estado en el mundo, descansaban ignorantes de todo. Pero los sentimientos negativos fueron creciendo hasta el punto que provocaron el florecer de las flores del infierno.

La noche eterna podía llegar de la misma mano de los mortales, y todo por su avaricia. Las sombras brotaron alimentadas por la sangre de almas inocentes, se llenaron de poder con el odio y el rencor que los muertos dirigieron hacia los vivos. Y sin miedo surgieron desde el infierno hacia la tierra llevando consigo plagas, enfermedades y maldiciones. 

Aquel famoso evento más tarde sería llamado inquisición, una institución creada por la iglesia católica y perteneciente a una de las tantas formas de la “Guerra Santa”. Lo que no sabían los humanos de aquel tiempo es que la sangre derramada durante esa época despertaría una guerra entre los inmortales que habitaban el mundo bajo un manto protector.  

 

Entre los pueblos de Europa había uno en específico conocido por la gran cantidad de “brujas” que habitaban en él, Roseville era el nombre de aquel lugar en el que los imposibles no existían. Largas extensiones de praderas verdes lo limitaban por casi todas las direcciones a excepción del sur, donde se encontraba un bosque de pinos.

Las cosas del poblado eran de madera  con techos cubiertos por  abundante paja. La cantidad de personas que allí habitaban no superaban las 200, por lo que era muy común que todos tuviesen algún tipo de relación entre ellos. Sobre todo teniendo una sola “bruja” entre todos ellos.

Esa mujer no era otra que Elsabet, una anciana de profundos orbes verdes y cabellos rojizos, que debido al tiempo habían perdido su fulgor. Hacía más de 40 años que habitaba ese lugar, siendo consciente de que tarde o temprano la estupidez humana alcanzaría también ese pequeño paraíso que había decidido proteger. 

Aquel día a mediados de agosto se encontraba regando las hierbas medicinales, llevaba un lindo vestido de color  esmeralda que se ensanchaba en su cintura y caía hasta sus tobillos. Sus largos cabellos iban recogidos en una trenza y su mirar era tan apacible como la brisa que acariciaba su rostro. —Hace un día precioso —comento en un suave susurro para sí misma. No pudo evitar estirar la mano al ver un cuervo que se acercó hasta posarse con suavidad en su mano—. Ha llegado la hora ¿No? —al ver que el animal asentía, ella simplemente cerró los ojos un instante. La paz se había acabado.

—¿Has decidido por fin morir en este lugar? —la voz del ave sonó con un tono grave y masculino. La mujer frente a él una vez había sido una poderosa bruja blanca, cuyo amor había sido robado por un ángel caído. Para escapar de la furia del cielo buscaron un lugar en el que sus poderes quedaran opacados por una fuerza mayor, y ese lugar no era otro que Roseville.

—jajajaja~ —una dulce risa escapó de los labios de la mujer, que le dedicaba una tierna sonrisa—. Eso fue decidido hace mucho atrás. ¿Sabes? Cuando la última de sus plumas cayó, yo quise morir también. Pero Dios no es piadoso con aquellos que traicionan su amor —con calma acarició el oscuro plumaje del animal—. Voy a morir hoy. Las persecuciones, las lágrimas, el rencor y el odio, todo desaparecerá en el fuego que va a consumirme.

—¿Por qué tiene que ser así? —preguntó el animal antes de ladear el rostro y lanzar un graznido al aire. Le molestaba ver que esa mujer no pudiese ver que había un demonio sin comparación preocupado por ella, y estuviese dispuesta a abandonar la vida con tanta tranquilidad.

—Él ya no está más en este mundo. No va a renacer así que es hora de que también yo abandone este lugar. —cerró por un momentos sus ojos —Dale mi más dulce despedida a tu amo, aunque debe de estar viendo todo a través de tus maravillosos Iris. Vamos, vuela antes de que sea muy tarde para ti también preciosa, ave.

—Usted los mortales son muy extraños. Él no estará feliz con su muerte, pero eso es algo de lo que usted ya es consciente —no pudo evitar suspirar al recibir un asentimiento por su parte —. “Mi más cordial despedida, mi preciosa dama. Desde mi infierno estaré pidiendo por el descanso eterno de tu alma” —el ave alzó el vuelo, dejando atrás el pueblo que pronto se convertiría en cenizas.

—Mira que mandar a tu sirviente para que me dé tu despedida… Eres todo un caso —una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras caminaba de regreso a su hogar. Esa pequeña cabaña que había compartido durante su juventud con el amor de su vida.

 

La preciosa mujer fue detenida por un grito sordo, aterrador, un grito cargado con la desesperación de un ser humano. Fue incapaz de  hacer caso omiso y corrió hasta el origen del sonido. No pudo creer lo que sus orbes estaban viendo: el cadáver de una mujer embarazada sobre el suelo y un soldado enterrando su espada en el pecho de esta.  “La herejía se paga con la muerte” le escuchó susurrar y sintió que su sangre se convertía en fuego que quemaba su sentido de la justicia.

—Anciano árbol escucha mi llamado, esta alma que pide tu ayuda nuevamente. La maldad y la impureza de los corazones deben ser borradas de la humanidad.  ¡Atiende a mi llamado! —estiró sus manos hacia al frente y pronto dos esferas de luz salieron de las palmas. Una de las esferas encerró al soldado para desaparecer, llevándolo lejos del lugar. En cambio la otra rodeó el abultado vientre de la mujer. —Esta es mi última petición como una de las brujas a tu servicio. —Cuida de este niño, le otorgare mi magia para que pueda comunicarse contigo… Así que por favor… —

La esfera en el vientre del cadáver pronto tuvo en su interior a un bebé de cabellos platinados, era la primera vez que Elsabet veía algo así o por lo menos en un humano… A menos claro que ese niño fuese todo menos un humano. 

—No hay tiempo que perder. —pronto tomó al pequeño en brazos y echó a correr al bosque. No había otro lugar en donde ocultar a ese pequeño bebé. Allí seguramente la deidad protectora se apiadaría de él y lo cuidaría, por lo menos esa era la esperanza que tenía albergada en su corazón. Los gritos desesperados de la población no se hicieron esperar cuando salió de allí y supuso que la cacería de brujas había empezado, pero no podía detenerse, no en esos momentos.

 

La mujer de cabellos rojizos pronto se vio rodeada por altos y frondosos pinos que parecían crear una fortaleza impenetrable en todo el bosque.  El viento no soplaba, las aves no cantaba, no había más sonido que el de sus pasos. Así fue hasta llegar a una gran cabaña  en un prado—- ¡Ayúdame, por favor! —rogó frente a la puerta del guardián.

La puerta se abrió, dejando ver a una mujer alta de cabello rubio platinado y unos orbes de un azul tan pálido que parecía casi transparente. —El árbol te ha escuchado, hemos decidido aceptar tu petición en compensación por los favores cumplidos. A cambio alimenta el suelo del pueblo con tu sangre, la existencia de este niño a largo plazo se convertirá en una maldición. ¿Aun así quieres salvarlo?

—Está bien. Las maldiciones no siempre terminan convirtiéndose en algo malo… —sonrió muy levemente y le entregó el bebé a la mujer para después besar su frente. Su brillo se transmitió al infante, formando una pequeña marca en su pecho con forma de flor —. Espero que en el futuro tú también encuentres un amor como el mío —cerró los orbes con suavidad, y pronto se vio nuevamente en medio del pueblo que conocía a la perfección.

 

Desde su omnipotente puesto sobre la rama de un inmenso árbol cierta mujer de orbes pálidos mecía a un pequeño bebé mientras observaba la muerte de una bruja a manos de la humanidad —. Eres muy afortunado, pequeño dhampyr. Algo como tú normalmente no debería ser capaz de llegar a una edad madura pero ahora tienes un poder que va a cambiarlo todo en el futuro —mantuvo su mirada en el lago bajo sus pies que mostraba a la misma mujer de cabellos rojizos, pero esta vez atada a una cruz de madera y a sus pies había ofrendas de paja.

El fuego fue encendido y la deidad simplemente sonrió—. Qué persona más terrorífica —murmuro con voz suave al ver que las llamas consumían ese cuerpo… Definitivamente no olvidaría nunca la expresión de inmensa paz que le estaba mostrando. Parecía no llevar ningún arrepentimiento. Era un ser afortunado. Ella había visto esa escena repetirse incesantemente pero las protagonistas siempre se retorcían, lloraban y gritaban de terror. Elsabet era la excepción, sonreía tranquilamente y parecía feliz de poder abandonar el mundo terrenal.

“La bruja que arrastró consigo el corazón de ángeles, demonios y vampiros… ¿Esperaba algo diferente a eso?”

La rubia sonrió ante las palabras del gran árbol en el que estaba sentada—. Claro que no. Al contrario, muero por ver cómo va a culminar el final de esta historia. Ahora que el poder lo tiene un dhampyr, más precisamente cómo tomara el mundo que el elegido sea un varón esta vez. —una sonora risa escapó de sus labios. Hacía cientos de años que no estaba tan emocionada —. Es aterrador pensar qué clase de chico crecerá siendo el heredero de una mujer que puede sonreír mientras es quemada viva.

“Le das demasiada importancia a ese hecho. Elsabet era consciente de que el pecado original terminaría llevándola a la tumba. Ella lo sabía desde el momento en que decidió enamorarse de ese ángel caído. Vivió una vida plena como bruja, siendo amada y adorada por todos los seres que se cruzaban en su camino. Estoy seguro de que no había mejor recompensa para ella que la muerte”

A veces no entendía al gran árbol,  no se creía capaz de visualizar una situación en la que pudiese morir mostrando una expresión tan tranquila. —Es usted la voz de la experiencia, así que no me queda más que creerle. Ahora…  ¿Qué deberíamos hacer contigo, pequeño monstruo? Se supone que eres un dhampyr, pero ¿por qué estoy tan inquieta? ¿Qué estas ocultándome? —murmuró con voz suave antes de acariciar la regordeta mejilla del bebé que se removía en sus brazos sin abrir los ojos.  

“Nada de eso es necesario saberlo por ahora. Nosotros nos limitaremos a cuidarlo hasta que sea capaz de sobrevivir por su cuenta. No es nuestro deber interferir en el destino de nadie. Debes estar consciente de ello, no te encariñes”

Era inevitable que aquel antiguo ser se preocupara por ella que era joven e inexperta, y sin embargo no se creía capaz de formar lazos con nadie más que no fuese su objeto de adoración: el árbol en que se hallaba sentada. —Iré a dar una vuelta, lo dejó a tu cuidado. —comento mientras dejaba con cuidado al pequeño en un rama que había adoptado la forma de una cuna.

 

La esbelta rubia abandonó la seguridad del bosque con un movimiento de cabeza, y apareció en medio del pequeño poblado. Ocultaba su presencia con la gruesa tela de una gabardina  de tono azulado. Todo en aquel lugar le recordaba a la misma muerte, el aroma, la sensación, esa pesadez en el aire que anunciaba cuidado…

Su pálida mirada se paseó por las calles, descubriendo charcos de sangre a donde quiera que mirase. Pero había algo que faltaba: los cuerpos. Paso a paso recorrió los caminos que antes habían estado llenos de vida, recordaba a los niños buscando flores para sus madres, a los hombres cultivando y a las mujeres tendiendo ropa húmeda. Ahora el recuerdo de aquella época le parecía lejano.

¿Qué era un respiro para los inmortales? Un simple parpadeo.

Ahora nunca más vería a los niños correr asustados por su presencia cuando intentaran atravesar el bosque. Era algo un tanto decepcionante, pero no fue sino hasta que llegó a los límites de la ciudad que fue testigo de algo que seguramente su memoria no borraría: un grupo de soldados lanzando los cadáveres a una fosa común.

—Los pecados cometidos por los humanos solo pueden ser castigados por aquellos que no pertenecen a los hijos de Adán. Esa es la única verdad. —cerró sus ojos por un momento para unir  sus manos sus manos. Un rezo silencioso para las almas inocentes que habían sucumbido víctimas de la ignorancia. —La vida se origina de la tierra, y esta permite que renazca. Paz a las almas, paz a los muertos… —sentenció, antes de suspirar. Nada podía hacer un espíritu como ella por las almas que llenas de rencor empezaban a acumularse en el mundo.

El viento se arremolinó en torno a la mujer que pronto no dejó más que un par de hojas secas cayendo lentamente hacia el suelo manchado con sangre.  ¿Quién hubiese imaginado que lo que ocurrió ese día en un pueblo supuestamente nulo para el mundo terminaría causando uno de los peores desastres del futuro?

 

Lejos de los restos de la ciudad abandonada, mucho más al sur había una gran ciudad. Esa ciudad era gobernada por cierta familia real, cuyo poder se había originado de un pacto demoníaco. La bandera de su casa llevaba por emblema a un imponente cabello negro con crines de fuego oscuros.

Los herederos al trono discutían sobre la próxima llegada de los soldados de la inquisición, a diferencia de otros lugares ellos pensaban usar aquel evento para reunir fuerzas. ¿Qué mejor que almas llenas de odio y rencor para ofrecer a su señor?

Y así como ese muchas otras grandes ciudades guardadas por los demonios del círculo dorado empezaban a prepararse. La guerra empezaba a asomarse desde los cuatro puntos cardinales. Y el futuro empezaba a teñirse con nubes bañadas de carmín


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