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OMEGA (Boku no Hero) por Princess Yaoi

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Se levantó un miércoles, pensado que era lunes, se sentó en la sala a ver la tele como si fuera domingo y llegó tarde a clases, como si fuera un idiota.

No tenía idea de en que día de la semana estaba, que clases le tocaban o como anudarse la corbata, tuvo problemas para encontrar el metro, olvidó su tarea en casa, se había golpeado la cara con una señal de tránsito, había botado su almuerzo sobre Iida, le había pisado la cola a Ojiro, se había confundido de asiento y había visto la muerte de cerca al tratar de anudarse los zapatos en las escaleras.

Su torpeza amenazaba con matarlo tratando de usar un simple lápiz, y las clases ni siquiera iban a la mitad. Era como si su coordinación de pronto se hubiera ido al carajo junto con su capacidad de concentración y sus posibilidades de llegar a casa ileso se reducían con cada segundo que pasaba pensando en “el”.

“Él” era la razón de todas sus desgracias. Había sido así desde el momento en el que lo marcó, pero no fue hasta esa madrugada, mientras se mecía ansiosamente en su silla con la vista seca en la pantalla sin encontrar una sola razón por la que no debiera enterrar sus sentimientos debajo de una roca, que lo entendió.  

Sabía que, para Kacchan, nada de lo que había pasado entre ellos significaba algo, pero el no era tan frío y pretender que estaría bien después de acercarse tan íntimamente había sido estúpido.

No podía ignorar los lazos, los significados profundos, los sentimientos reprimidos, los recuerdos de infancia, los anhelos de su juventud y sus sueños compartidos para cumplir despegadamente con su deber.

Encontrar una forma de sobreponerse a los problemas de su vínculo, para continuar con sus vidas era importante, pero no podía desacerse de su corazón para eso.  Kacchan era algo que, para bien o para mal, había tenido mucho tiempo metido dentro.

Su ira y emociones caóticas hacia el siempre habían estado esperando una resolución y parecía que finalmente la habían encontrado.

Culpaba a sus peleas por permitirle entenderlo de una manera más profunda y a su convivencia cotidiana por mostrarle su lado más humano. Kacchan no era el príncipe de cuento de hadas con el que todos soñaban, pero era el héroe con el que el fantaseaba. La imagen de la victoria que había estado persiguiendo desde su infancia, el ídolo inalcanzable al que odiaba y deseaba a partes iguales.

Sabía que poner su frágil corazón al alcance de sus manos no era una buena idea, pero su cuerpo estaba tan ansioso y vibrante de deseo por tener a ese bastardo en sus brazos, que realmente tenía que haber algo de masoquismo en él.

Pasó la mano bruscamente por su cabello hacia atrás, soltando un suspiro. Llevaba más de diez minutos tratando de concentrarse en el ejercicio que había en la pizarra, pero todo intento terminaba con los mismos pensamientos recurrentes. 

Sabía que era irrealista plantearse un desenlace feliz para lo que estaba sintiendo, que insistir en ello no solo era incorrecto, absurdo, autodestructivo e imposible, sino que también era un peligro para la frágil relación que tenía con Kacchan.

Su deseo egoísta fácilmente podría destruir todo lo que habían logrado. El camino que estaba forzando simplemente no llevaba a ninguna parte. No había un camino hacia el corazón de Kacchan, no había un “tal vez” al que pudiera echarle sus esperanzas. Nada, solo un chico enojado con el mundo y principalmente con él, que reaccionaría de manera violenta si un día estúpidamente le hablaba sobre lo que sentía, así que tenía que mantener la boca cerrada y apegarse a su papel, porque ser un “compañero” o un colega atrapado en el mismo barco, era probablemente lo más lejos que podía aspirar a llegar con Kacchan y no iba a ser tan idiota para echar eso a perder.

Mantener un perfil bajo y tener sus instintos bajo control, no parecía tan difícil cuando consideraba que el rubio ni siquiera lo quería cerca. Pero el peligro no era Kacchan y las cosas que pudiera hacer para volverlo loco, el problema era que el mismo se estaba volviendo loco con todo eso.

Su asiento vacío justo frente a él, su nombre escrito en su casillero olvidado en los vestidores, su libreta guardada en la gaveta de su escritorio. Todo lo hacía pensar innecesariamente en él.

¿En qué momento se había enamorado tanto? Se lo había estado preguntando desde la mañana.

En retrospectiva, no había un momento exacto en el que todo se iluminara y descubriera que su corazón estaba latiendo más rápido. No había sentido las famosas mariposas en el estómago, ni su rostro había estallado de vergüenza al verlo, no había escrito cartas de amor, ni su mundo se había vuelto azucarado de pronto como en las películas.

Su idea sobre Kacchan seguía siendo la misma de siempre, lo conocía mejor y se sentía más cercano a sus verdaderas emociones, pero no había dejado de considerarlo un bastardo egoísta.

Tenía que ser verdaderamente idiota para encontrar eso atractivo. Pero allí estaba, pensando en el una y otra vez, llenando su libreta de apuntes con detalles insignificantes y soñando despierto.   

Una bola de papel llegó flotando hasta su rostro y lo golpeó en la mejilla. Volteó hacia Uraraka antes de tomarlo, alentado por su sonrisa a echarle un vistazo.

Un “¿todo está bien?” estaba escrito con tinta rosa en el centro.

Le sonrió devolviéndole el papel arrugado con un pequeño lanzamiento. Se sentía algo culpable por no haberle ofrecido aun una disculpa o hablado correctamente sobre su disputa.

A decir verdad, no había hablado correctamente con nadie últimamente. Su mente era un lío y estaba seguro de que cualquiera podía notarlo, pero no se sentía preparado para hablar de eso con alguien más.

Esperaba que cuando el momento llegara pudiera enfrentarlo diciendo que solo había tenido un pequeño desliz romántico, pero ya no pensaba más en ello. Que lo había superado y vuelto a su vida, dónde las cosas verdaderamente importantes como convertirse en un héroe y ayudar a un amigo tenían más peso.

Era lo correcto, por más que sus alocadas hormonas dijeran lo contrario. Porque pese a todo, había una pequeña y molesta parte de él que se empeñaba en creer que luchar por acercarse más al rubio valía la pena.

Ahuyentó esos pensamientos sacudiendo la cabeza y volviendo la vista al libro de física, pero otra bola de papel lo golpeó en la cara antes de que pudiera tomar su lápiz.

La abrió con más entusiasmo esta vez, para encontrarse con un emotivo: “Si algo te preocupa puede contármelo, trataré de ayudarte sin importar lo que sea”.

Vio a Uraraka con una expresión entre sorprendida y apenada. La chica de verdad era una amiga maravillosa. Su gentileza y su apoyo a pesar de los desacuerdos y los malos ratos que habían tenido lo hacían dichoso y algo avergonzado de su propia conducta.

¿Por qué no se había enamorado de alguien como ella? Era linda, dulce y honesta, se preocupaba por él y hacía cosas para ayudarlo.

La hostilidad, la rudeza y el orgullo de Kacchan tendrían que palidecer ante esas cualidades, pero por alguna razón extraña había acabado enamorado de esas cosas y estaba sinceramente asustado de sí mismo. 

Bajó la vista hacia la nota y decidió responder prometiendo que le contaría lo que pasaba cuando se sintiera preparado.

Ese proceso, por desgracia, estaba tomando más de lo que creyó. Los días pasaban rápidamente y él aun no hallaba una forma de dejar de hundirse en el pesimismo o de evitar, los inevitables pensamientos sobre el rubio.

Tenía dudas, deseos encontrados y un pensamiento cada vez más recurrente. ¿Podía Kacchan también enamorarse de él?

La respuesta había sido un rotundo “no” las primeras veces, pero la idea no sonaba tan descabellada cuando despertaba jadeando y caliente en su cama, por el recuerdo vívido de la piel de Kacchan.

El rubio era todo lo que conocía respecto al sexo, era su única experiencia deseando a alguien más. Lo entendía y tenía sentido que estuviera tan caliente por él, considerando lo delicioso que olían sus feromonas, pero ¿por qué tenía que ir tan lejos como para desear también su afecto? Debería estar bien desquitando su lujuria en sus días de celo. Como la mayoría de los alfa, pero ¿por qué su corazón insistían en complicarse tanto?

Suspiró cubriéndose el rostro con el antebrazo, dispuesto a dejar que el calor bajara por sí solo. A veces de verdad se detestaba por ser tan cursi.

Había soñado con Kacchan. Estaban en su habitación, el muchacho le sonreía con esa chispa pícara y algo maligna que tenía cuando saltaba a la batalla. Vestía esa camiseta negra de tirantes que tanto le gustaba. Podía ver el escote de su pecho y la piel expuesta de su cintura mientras su mano lo acariciaba subiendo lentamente.

Esa sonrisa lo volvía loco. Lo hacía querer tumbarlo en la cama y besarlo como si ya no importara nada, pero estaba petrificado. Su cuerpo a penas se movía unos centímetros buscando sus labios y su voz temblaba llamándolo para que no se alejara.

Tenía miedo de perderlo. Entonces, lo había abrazado con todas sus fuerzas y le había pedido que se quedara. Había besado su cuello, había tocado la larga curva de su espalda, se había hundido en su aroma, sintiendo cosquilleos en su parte baja vencido por la deliciosa sensación de su cuerpo apretado contra el suyo. Y justo cuando parecía que se estaba acercando al cielo, había despertado.

Río amargamente viendo la oscuridad del cuarto. Kacchan jamás habría dejado que lo tocara de esa forma. El verdadero Kacchan a penas soportaba verlo, no le sonreía y jamás se sentaría a escuchar sus melosos sentimientos.

Se sentía algo vacío al pensar en ello. Era una sensación pésima que soportar, estando a unas pocas horas volver a ver al rubio.

Era irónico lo mucho que había estado esperando esa fecha. Había marcado los días en el calendario emocionado por el regreso Kacchan a la academia, pero ahora ni siquiera tenía ganas de levantarse y ponerse su uniforme.

Habían pasado a penas cinco días desde que el chico le prohibió volver a visitarlo, cinco días desde que era consciente de su gusto “especial” por él, y era demasiado pronto para cualquier cosa. No estaba preparado para verlo.

Todo su cuerpo se estremecía pensando en la terrorífica posibilidad de toparse con él, cosa que definitivamente iba a pasar y a la que tuvo que resignarse cuando finalmente, unas horas después, se puso de pie y se armó de valor para asistir.

No importaba que tan cuidadosamente caminara por el pasillo, cuanto se escondiera o mantuviera la vista pegada al piso; el omega literalmente iba a estar delante de él durante toda la maldita clase.

Sintió un vuelco de pánico en el estómago cuando subió las escaleras y se topó con un pasillo lleno. Todos habían llegado más temprano que de costumbre y tanto alboroto hizo su valor tambalearse un poco.

Una mano lo tocó en el hombro haciéndolo crisparse aterrado y tropezar un poco con sus pies mi entrara trababa de incorporarse.

― No luces bien… _escuchó la voz de Iida ayudándolo a apartarse del camino mientras el resto ingresaba al salón_

― Estoy nervioso _admitió acomodándose la corbata por quinta vez_ Me preocupa cómo valla a tomarse todo esto Kacchan…

El pelinegro vio hacia el salón. El grupo se había tomado la molestia de preparar una bienvenida y los preparativos se estaban tornando más coloridos de lo que habían acordado.

― Tal vez le guste… _dijo Iida sin mucha convicción_ todos se están esforzando para hacerlo sentir cómodo. Queremos que sepa que estamos felices de tenerlo de vuelta.

El pecoso sonrió nerviosamente. Quería creer que todo saldría bien y nadie iba a llevarse una explosión en la cara, pero más que eso quería creer que no iba a echar a correr despavorido, cuando viera a Kacchan. Tenía que portarse como un alfa, fuera lo que fuera que eso significara.  

Su relación antes ya era dura, pero ser alfa y omega en la misma escuela, con tantas miradas, rumores y amenazas, tendría que ser como menos un infierno.

Estaba casi seguro de que el rubio trataría de liquidarlo si se acercaba. El muchacho odiaba que lo consideraran inferior por ser un omega, pero mataría si alguien se atreviera a insinuar que era inferior por ser “su” omega.

Tenía miedo de lo que ese chico era capaz de hacer y de lo mucho que iban a fastidiarlo para que lo hiciera. Tenía miedo de convertirse también en su blanco, de tener que alejarse para proteger el frágil vínculo que tenían de la mirada cruel del resto, de no poder acompañarlo en sus batallas, aun cuando la guerra era de ambos.  

Los pequeños pasos que habían dado en privado; en la seguridad de su habitación y los momentos que habían pasado juntos, no sobrevivirían a la prueba de la mirada pública. Y aunque Kacchan lo hubiera aceptado por un momento, allí afuera probablemente ya no los unía nada. Eso lo espantaba.

Trató de relajarse y ayudar, pero las voces alegres de los demás solo conseguían ponerlo más nervioso. ¿No se daban cuenta de todo lo que podía salir mal? Tenía una lista mental repleta de situaciones que acabarían en desastre y una fiesta sorpresa definitivamente era una de ellas, pero en lo alto de su lista, justo después de algún alfa tratando de hostigarlo o que Todoroki volviera a aparecer, estaba que fueran vistos como una pareja.

No sabía cuántas veces se había visto envuelto en una conversación de chicas y había dejado claro que únicamente habían llegado a un acuerdo, pero Mina seguía riendo melosamente cada vez que lo miraba y Momo hablaba de su “vinculo” como la máxima expresión de honor de un alfa.

Estaba seriamente preocupado porque a alguien se le soltara la lengua y en general, por cada segundo que el rubio pasara en la academia. Literalmente cualquier cosa lo podía hacer explotar y no sabía cuanto tiempo podría durar antes de tener que empezar a tomar calmantes por todo ese estrés.

Tal vez solo se estaba preocupando demasiado. Tal vez todo saliera bien y a Kacchan le gustara la fiesta o tal vez todo se fuera al carajo en el momento en el que lo viera cruzar la puerta. Justo eso fue lo que pasó.

Su cuerpo se volvió un trozo de gelatina que olvidó cualquier forma de habla cuando lo vio parado junto al portal. No supo a dónde se fueron toda la preocupación, el miedo y la inseguridad, solo supo que su cabello lucía radiante, que sus ojos tenían el tono de rojo más intenso que había visto y que todo su mundo podía ponerse de cabeza por esa, a penas visible, curva de sus labios.

Su ceño estaba fruncido, había lanzado un par de groserías, pero en sus labios oscilaba una curva que iba desde la sorpresa, hasta la vergüenza y aun así no dejaba de titubear queriendo convertirse en una sonrisa, cada que alguien le extendía un regalo o le daba alguna felicitación.

El discurso de Momo había sido lo más emotivo. La alfa tenía muy arraigado el espíritu de equipo y consideraba a Katsuki un miembro fuerte y orgulloso. Todos se habían portado muy abiertos y dispuestos a verlo como un igual, pese a que la mayoría eran alfas y eso fue algo que el pecoso apreció con todo su corazón.

No podía pedir mejores compañeros, ni una mejor bienvenida para el rubio. Todo había marchado perfecto y aunque se había mantenido al margen, muy lejos de dónde sucedía la acción, le bastaba con saber que Kacchan estaba cómodo y no iba a arruinar eso forzando una reunión.

Esperó a que el grupo se disolviera para volver también a su asiento, cuando Aizawa indicó que la celebración había terminado. Caminó más tranquilo en la misma dirección que el omega esperando que simplemente lo ignorara en pos de la paz y entonces se detuvo, miró su mano y volvió la vista escandalizadamente hacia el rubio, quien simplemente siguió caminando como si nada hubiera pasado, pero estaba seguro de que, por un segundo, lo sintió rosar sus dedos en el dorso de su mano.

¿Qué diablos había sido eso? El cosquilleo y el calor invadieron su cuerpo a partes iguales, haciéndolo cerrar la boca y hundirse en su asiento tratando de verse relativamente normal mientras un millón de revoluciones agitaban sus adentros. 

No podía sacárselo de la cabeza, la sensación de las puntas de sus dedos rozando su piel tan lánguidamente había sido demasiado contundente para ser accidental. Pero no había una sola pisca de emoción en el rubio. Lo observó exhaustivamente buscando algo, alguna señal de que no estaba loco o su libido estaba empezando a desbordar, pero su semblante era duro, tan rabioso e inaccesible como siempre.

Sus pupilas rojizas a penas se habían despegado del pizarrón desde que la clase empezó. Lo habían ignorado con total indiferencia y ni siquiera se daba cuenta de la fiesta que estaba teniendo justo detrás de él tratando de mantener sus extremidades quietas.

Quería levantarse, tomarlo por la camisa y preguntarle por qué lo había hecho. ¿Estaba jugando con él? ¿Por qué lucía tan indiferente mientras el se hacía un lío con sus propias emociones? ¿Por qué lo alejaba y luego lo confundía con ese toque suave?

Se sacudió una y otra vez tratando de volver a sus cabales. Estaba empezando a hacerlo enojar que ese bastardo luciera tan tranquilo, pero no debía dejarse provocar. Se había prometido que iba a mantener la calma y a dejar sus emociones a raya para que pudieran convivir otra vez y buscarlo de buenas a primeras para decirle lo mucho que lo frustraba que lo tocara y cuanto extrañaba pasar tiempo juntos, no era la mejor forma de lograrlo.  

Entonces respiró hondo unas cuentas docenas de veces y se calmó. No sabía exactamente porqué esperaba que algo pasara, pero cuando sonó el timbre del almuerzo y el rubio simplemente se dejó convencer por Kirishima para ir a la cafetería con el resto, se sintió profundamente decepcionado.

No solo era solo el hecho de que jamás le hubiera dirigido siquiera la mirada o que sus amigos se pegaran con tanta facilidad a él. Verlo interactuar con el pelirrojo le había dado una sensación amarga.

Kirishima sabía cómo tratarlo, Kacchan lo veía como un igual que podía aguantar sus explosiones siempre que se las lanzaba en la cara y seguía riendo y bromeando hasta hacerlo aceptar por las malas que lo siguiera a todas partes. Denki y Zero también tenían esa facilidad para revolotear a su alrededor sin morir en el acto que, de una forma bastante tonta, le causaba celos.

Kacchan solía gritarles y golpearlos, sin embargo, aun después de todo lo que pasó, ellos tenían la confianza de acercarse y bromear con él.

Casi se podía tocar el aura oscura que se formó a su alrededor cuando el rubio salió del salón.

Uraraka lo notó y decidió acercarse, dándole una pequeña palmada en la espalda que lo sacó de su mundo interno. 

― ¿Todo está bien? _preguntó inclinándose a su lado con una expresión algo maternal_

Vio a Iida acercarse también con la misma pregunta escrita en el rostro y se sintió algo cohibido. Lo que estaba sintiendo era muy reciente para poder explicarlo, así que solo asintió, sonriendo para evitar alguna otra pregunta. Se levantó indicándoles que era hora de ir a la cafetería y hablar de algo más.

Sintió otra palmada en la espalda, esta vez había sido Iida animándolo a mostrar un rostro un tanto más alegre. No hacía falta que les dijera que estaba así por Kacchan, lo sabían y lo animaron tanto como pudieron aun si saber exactamente que pasaba.    

No podía engañarse lo suficiente para pretender que un día se despertaría y no sentiría ni un mínimo sentimiento de anhelo hacia él, pero al menos podía salvar su vínculo manteniéndolo como estaba y para eso tenía que aprender a fingir mejor las cosas que el chico le causaba.

Pensó en ello durante todo el almuerzo y cuando volvieron, pudo mantener la compostura mucho mejor. Kirishima parecía haberse pegado al rubio como su sombra en ese corto tiempo y durante todas las clases siguientes, pero trató de hacer que eso no le molestara. Ya era así antes y que ahora fueran alfa y omega, no tendría por que cambiar nada.

Puso la vista en su objetivo, tomó impulso y se decidió a concentrarse en nada más que lo que había en su libro y en el pizarrón.

Si tan solo en su campo de visión no hubiera algo tan distractorio. El perfil serio del rubio era algo bastante curioso. Cuando se concentraba su ceño se fruncía y su boca formaba distintas muecas, era hipnótico y algo gracioso. No podía evitar regresar la vista a el de vez en cuando y sonreír preguntándose si se daba cuenta de lo atractivo que era cuando estudiaba.

Lo hizo durante todo el último periodo hasta que, en el momento menos pensado, Aizawa lo pescó en el acto. Su mirada y la del profesor se habían encontrado de forma incómoda haciéndolo retraerse en su asiento.

― Midoriya, el pizarrón está por aquí. _le dijo dándole un par de golpecitos a la superficie blanca_

Se estremeció enrojecido, murmurando un “lo siento” antes de inclinarse sobre la mesa enterrando la cara en el libro. Ahora Kacchan sabía que lo había estado mirando.

Ni siquiera quiso fijarse en su reacción. Debía estar furioso, pero fuera lo que fuera se las arregló para no explotar. Todo lo que escuchó de él fue un insistente golpeteo sobre la madera que estaba empezando a ponerlo bastante nervioso.

¿Quería decirle algo? ¿Quería golpearlo? ¿Por qué no lo hacía? Kacchan era alguien impulsivo y que mantuviera la intriga de esa forma lo ponía seriamente inquieto.

Los últimos minutos del periodo pasaron de manera lenta sin que pudiera dejar de maquinar lo que el rubio podría estar pensando. Vio con sufrimiento como los demás guardaban sus cosas preparándose para irse y con miedo como minutos después el salón estaba quedándose vacío.

Kacchan seguía sin moverse y el no se atrevía a mover un músculo, anticipando como pudiera reaccionar. Y entonces pasó lo peor, se quedaron completamente solos. 

El golpeteo seguía firme e insistente sobre la mesa, el rubio no se había movido de su posición. Su vista seguía al frente y ocasionalmente miraba por la ventana. Era consciente de que llevaban así al menos quince minutos y aun ninguno daba el primer paso para hablar.

El silencio se le hacía incómodo, el tiempo pesaba, pero estar a solas y poder contemplar de esa forma a Kacchan tampoco era tan malo.

Jugó con sus manos algo inquieto mientras pasaba la vista sin más disimulo por sus hombros, su cuello, el perfil de su rostro y el contorno de sus labios, que en ningún momento se movieron para decir nada.

No sabía que estaban haciendo, deseó profundamente haberse quedado así por un poco más. Los dedos del rubio habían dado un más rápido y ultimo golpeteo a la mesa, antes de pararse, tomar sus cosas bruscamente y salir del salón.

Había sido tan rápido que apenas tuvo tiempo de hacer lo mismo. A tropezones corrió detrás de él llamándolo por su apodo de infancia. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho, si se había prometido una y otra vez que mantendría un perfil bajo, pero allí estaba. Haciendo algo realmente estúpido.

Había tomado al muchacho por el hombro y lo había estampado contra la pared. Estaba seguro de lo mucho que se arrepentiría de eso en un rato, pero justo ahora, no le importaban las consecuencias y parecía que fuera capaz de hacer cualquier cosa.  

Notas finales:

Finalmente estamos aquí otra vez. Se que a veces parece como si la historia fuera a quedar en el olvido, pero es más bien una crisis de tesis. Estoy en mi último año y todo pareciera estar yendo demasiado rápido. Me cuesta un poco mantenerme al día, pero no pienso abandonar. 

Hablando de la historia, este capitulo nos acercó a lo que Deku siente. En el siguiente le toca a Kacchan y como notarán, las cosas están tomando un rumbo un poco sexual, así que pueden esperar una que otra sorpresa. 

Gracias por su eterno apoyo e increíbles comentarios. Lamento no poder poder responder a todos sus comentarios, pero quiero que sepan que aprecio cada uno de ellos. 

Abrazos y hasta la próxima


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