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Sobreviviendo a mi suegra por desileo

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!
Bienvenidos a este capítulo, donde veremos un poco de la infancia del Inquisidor.

Varric estaba en la taberna de la Inquisición bebiendo en la barra, anhelando por unos momentos las bebidas de Kirkwall; pero pronto fue sustituido por el ruido de un banco que retiraban de su lugar.

No tuvo que voltear para saber qué se trataba de Cole, pues el chico hacía a propósito eso con él para no asustarlo o cuando estaba realmente preocupado por algo, por lo que tranquilamente se volteó hacia el chico para preguntar.

─¿Qué pasa, Chico*, algún problema?

El espíritu no respondió inmediatamente, analizando posiblemente lo que el enano estaba sintiendo, pero a él realmente no le molestaba pues lo consideraba como un niño que necesitaba entender ese mundo. Por algo había abandonado el Velo.

Finalmente respondió.

─Calidez en mi pecho, recordando los viejos tiempos y los viejos amigos antes de que todo fuera puesto al revés. Tengo algo que pedirte, Varric.

Curioso por la petición del niño, ya que por lo general siempre encontraba la manera de lograr su objetivo, respondió.

─Puedes pedirme lo que quieras, Chico. Siempre y cuando esté dentro de mis posibilidades.

Viéndolo de manera curiosa, Cole hizo su petición.

─Tú conoces a la madre del Inquisidor, Fenris, ¿puedes ayudarlo a sanar?

De repente al enano le cayó el peso del mundo, pues de todas las peticiones que el espíritu pudo haberle hecho esa era una de las más difíciles de llevar a cabo, ya que no podía hacer que Fenris perdonara todo lo que había sucedido en Kirkwall, después de todo, él también había sido responsable de eso.

Antes de que pudiera comenzar a explicar lo que pasaba, Cole leyó sus pensamientos.

─Todo ese dolor que ocasionamos y no podemos remediar. “No fue tu culpa, Varric”, mientras decía eso podía ver las lágrimas resbalar por sus mejillas, haciéndome sentir todo lo contrario. Si tan solo hubiéramos sido más fuertes y no unos cobardes... Por favor Hacedor no lo culpes a él, cúlpame a mí por no decir nada y quedar callado.

Sin poder evitarlo, Varric sacó un largo suspiro, mientras decía completamente derrotado.

─Así es Chico, no te puedo ayudar porque fui culpable de todo el dolor que ahora tiene. Lamento decepcionarte pero dudo que tan siquiera desee escuchar mis disculpas.

Para sorpresa del escritor, Cole rebatió ese punto.

─Pero él me tiene miedo y mucho más a mi habilidad de que la gente pueda olvidarme. No puedo ayudar a alguien que me teme tanto, por lo que pensé que si no te ha matado todavía, puede que esté dispuesto a escucharte. Muchas veces las personas necesitan palabras simples para seguir adelante, como un “lo siento”.

Antes de que pudiera responder a eso, el niño desapareció frente a él, dejó que reflexionara sobre todo lo que le había dicho. Tal vez llevaba mucha razón en sus palabras y la manera de que Fenris comenzara a perdonarlos era demostrar que estaban arrepentidos, por lo que terminó su bebida y se dispuso a buscarlo, aunque sospechaba dónde se encontraba.

Tal vez si comenzaba a hablar nuevamente con él, podrían tener un mutuo acuerdo y llegaría a perdonarlo.

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Dacio estaba sentado en el comedor de invitados de la Inquisición, sintiendo cómo el ambiente se iba tornando cada vez más pesado, tanto así que era imposible comer un solo bocado sin que temiera que todo terminara en una enorme pelea.

El motivo muy simple: había deseado comer algo antes de poder escabullirse a sus aposentos y terminar de analizar unos tratados hechos por Josephine cuando su amante y su madre llegaron para comer y notando su intención, ambos le entregaron dos platos completamente diferentes, alegando uno con el otro de que su plato era el que más le gustaba.

Finalmente habían dejado que él decidiera sobre eso, poniéndolo en un gran dilema. Por supuesto que ambos le gustaba, pero de una manera diferente; su madre tenía comida que él acostumbraba en el clan Lavellan, sin embargo, la comida de Dorian era de la que se había enamorado la primera vez que había llegado a la Inquisición.

Para su enorme alivio, Varric se acercó hasta donde estaba con una cara llena de gracia. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, el enano le salvó.

─No me digan que están torturando al Inquisidor entre ustedes dos. Pensé que no se llevaban bien.

Ambos le dieron una mirada cargada de molestia al intruso, sin embargo, antes de que cualquiera de los dos pudiera objetar, el escritor le tendió un plato bastante equilibrado de ambas partes, salvándose de tener que escoger.

Sin embargo, antes de que pudiera relajarse completamente Varric pidió algo que le heló la sangre por completo.

─ Ahora, para poder complementar mejor mi narración acerca del Inquisidor Lavellan, desearía que me contaras algunas historias de tu niñez. O mejor aún, que Broody nos lo cuente.

Quiso protestar ya que no quería que fuera recordado por toda la posteridad en la historia por algo que había hecho en su infancia, mas en cuanto estuvo a punto de protestar su madre respondió.

─ A pesar de que desearía que no escribieras en absoluto de él, sé que lo harás de todas maneras, así que lo haré.

Por unos escasos segundos pensó que Dorian lo salvaría de la situación, pero éste parecía más entusiasmado que molesto y para empeorar aún más la situación Sera, que en ese momento pasaba con un plato lleno de carne para su habitación se había detenido en seco al escuchar la plática por lo que se acercó hacia ellos gritando entusiasmada.

─ ¡Sí! ¡Al fin se cumplirá mi deseo de saber sobre el pasado vergonzoso del Inquisidor! Podré esparcirlo por toda la Inquisición y hacer quedar a su líder como una persona normal y no uno de esos pomposos duques o peor, ¡la imagen misma de Andraste!

Dacio quiso cortar todo eso antes de que avanzara a mayores, sin embargo, tanto Dorian cómo Sera lo notaron, por lo que cada uno colocó su mano en la boca del Inquisidor mientras cantaban a coro.

─ ¡Cuéntanos! ¡Cuéntanos!

Fenris se sentó en una silla cercana poniendo una cara de concentración, como si estuviera escogiendo las mejores historias. Después de un tiempo, comenzó.

─ Hay demasiadas historias sobre Dacio que es difícil escoger una, como cuando se rehusaba a ponerse ropa porque él aseguraba que si se escondía en uno de los matorrales cercanos no sería visto a que si se ponía ropa que podría entorpecerlo.

Pronto, se hizo escuchar la leve risa de Dorian, provocando un leve sonrojo en su rostro. Sin molestarse en eso, su madre continuó impasible.

─ O cuando intentó entrenarse con las flechas, que después de darle a todo el mundo en el clan, dijo que el arco lo odiaba y que por eso es que había atacado a todo el mundo.

Como era de esperarse, Sera estalló en carcajadas ya que la pícara era una experta en el tiro con arco. Como si Sera no estuviera casi ahogándose con su propia risa, Fenris continuó.

─ También está cuando llegó a esa edad en donde deseaba una mascota y me llevó de todo: un Mabari, un Fenec, un Nug y hasta un Drúfalo. Por supuesto, tuve que ir al pueblo más cercano para regresar al Mabari y al Drúfalo pero nadie se explicó cómo demonios logro raptarlos.

Varric soltó una carcajada corta, interrumpiéndose él mismo para preguntar.

─ A pesar de que esas historias son bastante buenas, y que incluiré en la historia, quisiera saber cómo descubrieron que era un mago porque he de decir Broody que para ser tú te lo tomaste con mucha calma.

Un poco descolocado por esa última afirmación Dacio intentó preguntar, sin embargo, su madre respondió.

─ Sé que es un poco difícil de pensar pero una parte de mí ya sabía que sería mago, después de todo, su sangre está repleta de ella. Fue en una de nuestras visitas a Ferelden, claro que en ese entonces no sabíamos que una Ruina se estaba llevando a cabo hasta que nos topamos con un grupo de Engendros Tenebrosos. Por unos momentos pensamos que seríamos diezmados por ellos, sin embargo todos nos quedamos atónitos cuando de la nada fueron incinerados.

Dacio recordó ese momento como si fuera ayer, pues estaba aterrado por la deformidad de los Engendros Tenebrosos y temiendo por la vida del clan, pensó muy lúgubremente que todas esas criaturas deberían de arder para que solamente las cenizas quedaran.

Sin intervenir en el relato de su madre, éste continuó.

─ En un principio pensamos que había sido la Custodio pero pronto nos dimos cuenta que había sido Dacio pues inmediatamente después soltó un chillido aterrado cuando sus manos se llenaron de fuego y me abrazó asustado. Antes de que entrara en pánico y quemara todo lo que tenía a su alrededor, la Custodio apagó el fuego que tenía en sus manos, aunque había chamuscado parte de mi vestimenta pero no pasó a mayores.

El Inquisidor sintió un poco de pena por lo que había hecho aquella vez, pues su madre no intentó alejarlo, todo lo contrario, lo abrazó con la misma intensidad que él y llamó a la Custodio, ignorando completamente que sus ropas habían comenzado a arder.

Concluyendo su relato, Fenris completó.

─ A partir de ahí fue el segundo de la Custodio y dominó la magia, lo cual fue algo bueno porque no podía pelear con la espada, dagas o flechas. Es realmente pésimo.

Dorian preguntó con su tono característico de investigador.

─ Sé que sus marcas duelen cada vez que alguien con magia lo toca, por lo que cada vez que Dacio lo tocaba debió causar mucho dolor, así que usted debió de saber antes que los demás que él tenía magia.

Antes de que su madre pudiera contestar, Dacio respondió.

─ Eso no es cierto, soy el único mago que puede tocarlo sin que sus marcas se activen, pero no puedo tomar de ellas.

El Tevinterano vio entre ambos, con un rostro impresionado dando una posible respuesta a esa gran incógnita.

─ Tal vez porque te tuvo durante nueve meses dentro de él su cuerpo lo reconoció como parte del mismo. Si dicho mecanismo no fuera así, no te tendríamos entre nosotros y todo Thedas correría peligro.

El Inquisidor sopesó esas palabras, llegando a la conclusión de que su novio tenía razón. Revisando la altura del sol, se cuenta de que había pasado bastante tiempo y no revisó los tratados hechos por Josephine, por lo que terminó de comer lo que quedaba en su plato y se levantó rápidamente de su asiento.

Ante la mirada interrogativa de todos, Dacio explicó.

─ Lo siento, he pasado demasiado tiempo aquí y aún hay trabajo que necesito revisar, por lo que me retiraré. Si me disculpan.

Nadie intentó detenerlo, siendo aprovechado por Dacio para irse a su alcoba, pero en cuanto estuvo a una buena distancia, pudo escuchar a Sera preguntar.

─ Ya que se fue el Inquisidor, ¿nos puedes contar la historia de cuando estaba desnudo por todas partes?

Dacio gimió ante la pregunta, sabiendo que al día siguiente todo el mundo sabía sobre esa historia y muchas más.

 

Notas finales:

*Es de los pocos apodos que me gustan en español, (junto con el de Buscadora) por lo que lo dejo así


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