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Mi niñera por Miky15E

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Notas del capitulo:

 

¡Disfruten! 

Yuuri.


Por la noche, el señor Nikiforov llegó de un viaje y sedó a su hijo para hacerle varios estudios sin que preguntara. No me fui del apartamento, pues así me lo habían pedido padre y ¿niño? Me quedé hasta que Vladimir salió de su estudio a las tres de la mañana con una expresión preocupada.


—Olvidé un nuevo experimento en la mesa y Viktor se lo bebió. —Se desplomó en el sofá frente a mí y tomó su cara con ambas manos—. Vacié la sustancia con la que trabajaba en un vaso porque pensaba desecharla y Vitya regresó. Peleamos, él se enojó y… ¡Dios! ¿Qué voy a hacer?


—Señor Nikiforov, ¿él está bien?


—¿Qué? —Descubrió su mirada y negó con la cabeza—. Mi equipo está trabajando en un proyecto y lo que buscamos es reducir y maximizar el tamaño de los objetos, esto es sólo la base del experimento. Posterior a eso, íbamos a utilizar la fórmula para el crecimiento de mamíferos y plantas extintas. Incluso podría ser usada en órganos, pero no estaba lista —murmuró levantándose del sillón—. No habíamos experimentado con humanos porque cabía la posibilidad de que fuera una sustancia nociva para el cuerpo y mi estúpido hijo se ha convertido en el ratoncito de prueba.


—¿Eso quiere decir que no hay cura? —cuestioné, sintiéndome casi como un idiota porque no entendía por completo la situación.


—No, no elaboramos una cura porque se supone que era un experimento nuevo. —Resopló y se volvió a tumbar en el mueble—. Mi Vitya tiene los recuerdos de sus primeros cinco años y cree que su madre está viva. Me alegra saber que su salud es estable, pero continúa siendo una incertidumbre en el futuro.  


—Y-Yo no sé cómo animarlo —balbuceé, a lo que el señor Nikiforov carcajeó.


—Perdóname, te envolví en esto, chico. Ve a casa, yo solucionaré los problemas.


Transcurrió una semana más. En siete días no vi a los rusos del edificio y comencé a preocuparme, pero cuando oprimí el timbre al quinto día, nadie salió ni me atendió. Quizá el señor Nikiforov estaba muy ocupado o quizá… No, Viktor debe estar sano y salvo. Si su salud hubiera empeorado, me habrían dicho, ¿verdad?


-n-


 Y aquí estoy a las ocho de la mañana con los nervios erizándome los bellos.


—Oh, Yuuri —canturreó Vladimir detrás de mí y me di la media vuelta para encontrármelo a unos metros de distancia, saliendo del ascensor con un par de maletas—. Estuvimos en un largo paseo.


—¡Shuuri! —Un diminuto Viktor se asomó sonriente.


Confieso que ese niño es súper adorable. Su rostro es el de un angelito, ni se parece a su “yo” diabólico de quince años. Este Vitya, sobrenombre robado de su padre, tenía rasgos inocentes; una sonrisa que irradiaba felicidad por donde sea que lo observaran y sus grandes ojos azules resaltaban con su blanquecina piel.


—Shuuri, papi me compró un helado. —Caminó para acercarse a mí y estiró sus brazos hacia arriba—. Cárgame.


—Ah, sí. —Me incliné y lo sostuve de su cintura, elevándolo unos centímetros.


—Bueno, entremos porque no somos vigilantes. —El señor Nikiforov sacó su juego de llaves, mientras que yo me entretenía con los gestos divertidos del mini Viktor.


—Shuuri, ¿por qué no viniste al viaje? Papi es rico. —Hizo una mueca con los labios y apresó mis mejillas con sus suaves manitas.


—Trabajo y estudio, no podía dejar mis obligaciones.


—¿Ya desayunaste? —preguntó Vladimir al ingresar a su apartamento y lo seguí a través del pasillo de la entrada, rumbo a la sala—. ¿Quieres desayunar con nosotros? Mi hijo tiene un apego por ti y ni se dirigían la palabra antes.


—Imir, ¿tienes otro hijo? —Tragué saliva al escuchar a Vitya y su papá sólo atinó a reír.


—No, tú eres mi único tesoro, pero ve a tu cuarto a cambiarte de ropa y permite que Yuuri se siente —ordenó aflojando su cortaba roja.


—Shuuri, no te vayas. —Lo coloqué en el piso con sumo cuidado y contemplé cómo se apresuraba con dirección a su habitación.


—Visitamos las instalaciones del laboratorio en Canadá y mis colaboradores no encuentran la manera de que Vitya recupere sus memorias, su edad y su vida normal —empezó a explicarme, como si supiera que yo lo interrogaría—. Ellos me necesitan allá y yo necesito que mi niño vuelva a ser el mismo.


—¿Se lo llevará? —musité triste. Si se mudaban, no tendría a un jovencito sacándome la lengua o frunciendo el entrecejo.


Los Nikiforov eran amigables, pese a la actitud de Viktor. En los dos años que compartimos piso, he aprendido a apreciarlos. Si se marchaban, debo decir que los extrañaría. Aun hoy, cuando no sabía si estaban o no en casa, hubo un momento que deseé que el gruñón me abriera gritando porque lo molestaba.


Las peleas constantes se han convertido en parte de mi rutina. Sé que no me odia y yo tampoco lo hago, pero no nos hemos acoplado. Él es un adolescente que creció en un ambiente de lujos y éxitos. No tiene mamá y ese gran vacío se llenó de arrogancia, soberbia y poder. Es natural que se sienta solo y que le grite al mundo entero que no quiere a alguien en su vida. Es natural porque se está encerrando en una burbuja que le brinda comodidad y estabilidad.   


El camino de la fama fue hecho para esta familia que se distingue de las demás por su dinero, belleza y encanto. Sin embargo, es ese camino lo que les ha costado la relación de padre e hijo.


—No, no me lo llevaré. Será agotador a su edad —musitó. Cruzó sus brazos y me echó un vistazo, analizándome durante unos segundos—. Yuuri, ¿te convertirías en la niñera de mi Vitya?


—¿Niñera? —repliqué entreabriendo la boca. Ni en mis más locos sueños lo pensé. ¿Quién lo iba a pensar? ¡Viktor era un adolescente, no me dijeron que sería un niño!


—Sí. Tus vacaciones iniciaron ayer, ¿no? En tu trabajo no te pagarán mejor que yo, aunque tendrías que vivir con mi terroncito de azúcar —afirmó con una sonrisita. ¿Terroncito de azúcar? ¿No es muy cursi? —Fuimos al centro comercial y Vitya se subió a un juego mecánico de avioncito. Lo capturé en una foto y la enmarcaré para mostrársela después.


El señor Nikiforov es terrible. Pretende que a su retoño de quince le dé un paro cardíaco al ver la imagen. Oh, pero yo también lo haría.


—Mi propuesta es seria. Piensa sobre ello. —Sin esperar una contestación de mí, se volteó conduciendo sus pasos a la cocina.


—¡Shuuri! —vociferó en el pasillo que conectaba a las recámaras y corrió hacia donde yo me hallaba con un peluche en forma de perro, un caniche café—. Papi me lo regaló y yo te lo regalo.


—Pero si es un obsequio, no puedes hacerlo. —Me arrodillé delante de él para estar a su altura—. Los obsequios se guardan porque son importantes.


—Papi me dijo que iría al paraíso de los perros y me traería uno. ¡Le llamaré Makkashín! —Dio un brinquito emocionado y me abrazó, sorprendiéndome, como lo hacía con cada acción cariñosa.


—Chicos, le haremos una visita al restaurante de la esquina —avisó el señor Nikiforov al salir de la cocina con una espátula negra de plástico derritiéndose—. Soy un científico, no un chef.


—¡Quiero comer carne! —exclamó el menor de los rusos y entrelazó su mano derecha con la mía—. Vamos, Shuuri.


—Su hijo tiene mucha energía —murmullé riendo y me dejé arrastrar por el niño más tierno del universo.


—Ni me lo digas. En el centro comercial se me extravió y apareció en una tienda de dulces. Luego jaló el peluche sin que me diera cuenta y nos detuvo un policía. —Exhaló profundo. Ser padre es difícil, por eso no tendré hijos—. Si es mi Vitya, sólo deseo que sea feliz en estos instantes.


—Papi, no me quites a Shuuri. Tú tienes a mami —bufó y apretó más el agarre de nosotros en un intento de acaparar mi atención—. Shuuri es mío.  

Notas finales:

Este fanfic también está en Wattpad bajo el seudónimo: Miky15Echelon 

¡Shuuurrrriii! <3 No sé si es más tierno Vitya o su papá con los apodos xD. 

En fin, ¡nos leemos pronto! 


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