Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Stay A While por RyuStark

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Me sugirieron hacer una secuela sin final abierto y decidí hacerlo aunque me tomó más de lo esperado. Este capítulo es como el contraste del pasado, donde estaban inseguros y no sabían lo que pasaría. En este ya hay una conclusión como tal y narro un poco más sobre su relación y ellos como personas. Así que espero que les guste. Las advertencias son:

*Personajes algo OoC.

*Fluff y romance esponjoso a morir (Excesivo haha)

*MPreg súper implícito, no lo notan, pero está ahí (?)

*Humor leve y estúpido (Como los protagonistas)

*Kagami sigue siendo el omega del año.

*Daiki es un macho alfa sexy.

*Y dios perdóname, que he vuelto a pecar. Tengo algo intenso con las escenas de baile. Demándenme.

*Smut.

*Lenguaje ofensivo o vulgar (mínimo)

Y finalmente este capítulo así como el pasado está inspirado en una canción que es mi obsesión, se llama “Unforgettable” de French Montana & Swae Lee. Escúchenla, está extra cool haha.

I

La segunda vez que me enamoré fue a los veinticinco. Y esta vez puedo llamarlo con certeza amor verdadero. Debo decir que es la mejor sensación en el mundo. Ningún trofeo o anillo de campeón, se acercan siquiera a la emoción que me embarga cuando pienso en ese hombre.

Mi memoria ya no es difusa, ahora es bastante clara.

Es como si hubiera estado viendo en blanco y negro toda mi vida, hasta que lo conocí y todo se volvió de color. Nadie me hace sentir tan feliz, amado y reconfortado como él a su lado. Y no es porque ese hombre sea un alfa y yo un omega, sino porque simplemente es él.

El único capaz de sacar lo mejor y peor de mí, de probarme, de vencerme, lanzarme al cielo, tirarme al piso, recoger los pedazos, unirlos y amarme como si fuera el último día. Y aunque no es perfecto, a veces llego a pensar que realmente lo es. Porque con tan solo una mirada es capaz de hacer temblar el mundo a mis pies.

Mi hombre es el mejor, el más valiente, el más fuerte, el más torpe, feroz y adorable todo junto.

Me hace volar y soñar cuando toma mi mano y me lleva con él sin rumbo fijo, dejándome ver su amplia espalda y robándome el corazón cada que gira de vez en vez para darme sus sonrisas coquetas y desdeñosas mientras me dice alguna tontería que me hace reír.

Supongo que las relaciones afectivas son curiosas. El hecho de que encuentres a la que crees la persona indicada, no significa que vayan a terminar juntos. Justo como nos pasó a nosotros. Porque para amarnos plenamente, primero debimos perdernos en el camino y volvernos a encontrar años después más maduros, con menos dolor y con más ilusión.

Quizás el amor es algo más que obsesión y posesión. Quizás el amor es…solo una promesa en el momento indicado. Tal y como la promesa que él me hizo hace cinco años.

‘Anoche soñé que alguien me amaba. Sin esperanza, sin dolor. Ah, solo fue una falsa alarma’

—Taiga quítate esas cosas, te vas a quedar sordo. —Mi madre me arranca mis pesados audífonos, cortando mi música e inspiración de paso. —Vete a tomar una siesta, quiero que descanses y estés relajado. Un omega siempre debe cuidar su aspecto. Porque cuando despiertes me acompañarás de compras. Aún hay muchos preparativos y llamadas que hacer.

—No soy un bebé mamá, deja de tratarme como uno.

—Pues no te comportes como uno, vas a casarte y estás tan despreocupado.

—¿Será porque quizás no me interesen los preparativos?

—Ni siquiera empieces jovencito.

—Tengo treinta años mamá.

—¡A dormir dije!

Ruedo los ojos y me levanto del sillón rumbo a mi alguna vez habitación. Entro notando que todo sigue tal y como lo dejé antes de irme a Japón por primera vez. Pósteres de basquetbol y de Jordan por doquier, algunos trofeos y medallas más figuras de acción, discos viejos y estupideces de mi adolescencia.

Me arrojo a mi cama boca abajo sintiéndome como un mocoso castigado, y estoy seguro de que berrearía como uno de no ser porque mi celular suena llamando mi atención. Me han llegado varios mensajes de felicitación de mis compañeros del equipo de baloncesto. Todos con un gran ‘Felicidades por tu boda y la jodida’.

Boda, boda, boda.

Estúpida boda, ¿Quién quiere una boda? Yo seguro que no. Afortunadamente entre tantos mensajes idiotas hay uno de Kuroko. “Kagami-kun, por favor no intentes escapar en el último minuto y de ser así avísame, tomaremos el jet de Akashi-kun y nos iremos lejos, solo para que yo te arroje en pleno vuelo y sin paracaídas por ser un enorme bebé llorón.”

Huh, con amigos así quién carajo necesita enemigos.

Me rio ante la estupidez a la vez que recibo otro mensaje que me hace poner los malditos ojos en blanco. “Hey Bakagami, ¿Crees que tú y tus ridículas cejas tengan tiempo de hablar conmigo? Es realmente urgente.”

Estúpido Aomine idiota.

“Mis cejas y yo no tenemos tiempo para imbéciles.” Le mando a la vez que tomo mi laptop, la enciendo y rápidamente entro a Skype. Es gracioso, porque apenas inicio sesión comienza a sonar debido a que Aomine-idiota-adorable-Daiki me está llamando. Dejo que insista un par de veces hasta que decido que es suficiente tortura y contesto.

Lo primero que miro es a Aomine en ropa interior y tirado en el piso como si fuera un vil cadáver, que apenas si gira su rostro para mirar hacia la cámara de su laptop. No me dice nada, dejándome admirar su habitación.

No se ve mucho, solo que parece una especie de choza extraña y que atrás de él hay una ventanita por la cual se cuela una pequeña jungla oscura ya que es de noche. Inclusive se escucha el canto de algunas aves y de un par de grillos. Mierda, ¿Cómo tiene internet en un lugar así?

—¿Estás muerto? —Pregunto sonriente.

—Hoy trabajé en el campo de refugiados y los niños querían jugar conmigo. Muchos jamás habían visto siquiera un balón sabes. Y carajo, les fascinó aprender y a mí me encantó enseñarles. Pero obviamente terminé muerto.

—Eso es muy lindo Daiki, pero no te mueras que no pienso ir hasta ¿Dónde dices que estás? ¿Tanzania? ¿El Congo? ¿Libia?

—Kenia, Tanzania fue hace dos meses, el Congo hace tres semanas y Libia el año pasado bobo. Y no pienso morirme sin haber pateado tu colosal trasero en un uno a uno. Pero dime, ¿Qué hay de ti? ¿Cómo estuvo tu día?

—¿Mi día? Huh, como si no ya lo supieras. Sigo en casa de mis padres, soportando omegas que no se cansan de enseñarme imágenes de centros de mesa, recuerdos, flores y la jodida.

—¿Hah? ¡Deberías estar entrenando! ¿Qué no pronto inician los play-off de la NBA?

—¡Lo sé! Pero mi madre no piensa lo mismo, dice que mi boda debería ser mi mayor ilusión o una mierda así.

—Tch. A veces olvido que te vas a casar con un imbécil como tú.

—¿Qué pasa Daiki estás celoso? —Menciono burlón.

—Quisieras Bakagami. Mierda, debería golpear a ese idiota que tienes de novio, ¿Cómo se atreve a distraerte de tus entrenamientos?

—Jódete, no te metas con mi alfa. Por él haría lo que fuera, llámese aventarme de un edificio o dejar de jugar.

—Ah no, eso sí que no. Cualquiera que te límite a conseguir tus metas no te merece, ya te lo dije Taiga. Eres grande y vas a llegar a donde ningún otro omega ha llegado.

—Daiki, he ganado cuatro anillos de campeonato y muchos trofeos. Soy el primer omega que lo ha logrado. Sobrepase por mucho mis propias metas, sueños y expectativas hace bastante. ¿Qué más quieres?

—Tonto eso pregúntatelo a ti mismo. ¿Qué es lo que quieres ahora?

—Mhm…¿La verdad? —Aomine asiente muy decidido del otro lado de la pantalla haciéndome sonreír. —Quiero a mi alfa conmigo todo el tiempo. Quiero casarme con él y formar una familia a su lado. Eso quiero…Te quiero a ti Aomine Daiki. —Concluyo, mirándolo chasquear la boca.

—Carajo. Cierra tu adorable boca. ¿Por qué me dices estás cosas? ¿Qué no ves que solo pienso en ti día y noche? ¿Qué sólo pienso en el momento en que estemos juntos de nuevo? Dime Taiga, ¿Te harás responsable por ello? Porque una vez que nos casemos, nunca más te dejaré ir de mi lado. Serás mío para siempre.

—Jódete, siempre he sido tuyo. —Le digo sacándole la lengua y viéndolo reírse.

—Kagami Taiga, treinta años y sigues comportándote como un niñato de quince.

—No me ofendes Ahomine, tus tres años mentales no me hacen mucha competencia que digamos. —Por supuesto que ambos nos reímos como el par de idiotas que somos.

—Mierda, te extraño a ti y tu enorme trasero.

—¡Que no está enorme!

—¿Apostamos?

—No voy a apostar contigo Daiki.

—No lo haces porque sabes que vas a perder. Así que ahora desnúdate. —Menciona coqueto junto a un ridículo juego de cejas.

—Vete al carajo, no vamos a coger por Skype. La última vez que lo hicimos entró mi mamá y me vio restregándome contra la estúpida pantalla como si fuera un pervertido.

—Es porque eres un pervertido.

—¡No quiero oír eso viniendo de ti! —Una vez más la risa nos gana, hasta que yo noto algo extraño atrás de él. —Uhm…Daiki. —Mi novio me ignora rascándose el abdomen mientras yo abro la boca hasta el piso al comprender lo que es. —Daiki hay algo entrando por tu ventana.

—¿Qué? ¿Cómo que hay…? Oh mierda no otra vez. ¡Largo de aquí!

Lo siguiente aunque nadie lo crea es de lo más común. Aomine grita y maldice porque un pequeño mono ha decidido asomarse por su ventana. Me rio hasta las lágrimas al verlo ahuyentarlo sin resultado. Aunque es preferible a aquella vez que se le metieron unos camellos cuando se encontraba en Gaza.

—Ugh, tengo que irme Taiga. Te amo. Te llamo por la mañana antes de tu vuelo ¿Sí?

—También te amo. —Nos sonreímos antes de que la comunicación se corte y yo suspire enamorado, derrotado y satisfecho. Carajo, amo a ese imbécil demasiado para mi propio bien. Y lo peor es que de verdad me siento como un chico de quince años, con maripositas en el estómago y con el corazón latiéndome tan fuerte.

¿O será que quizás tengo hambre?

El punto es que hace cinco años después de reencontrarme con Aomine por azares del destino —Akashi y Kuroko— Daiki me prometió que si después de que él regresara de su viaje yo aún quería hacernos pareja aceptaría. Recuerdo que me puse muy triste cuando salió por la puerta, intenté ser fuerte en serio, pero ser un omega no ayuda mucho que digamos con la parte sentimental.

Sin embargo la vida y Aomine me dieron una sorpresa enorme. Porque no tuve que esperar un par de meses, sino tan sólo diez minutos. Oh sí. Diez minutos antes de que volvieran a tocar mi puerta. Ahora me da risa, pero en ese momento cuando abrí la puerta y vi a Aomine sentí que me moría. Porque mi parte más primaria me gritaba que mi alfa me había elegido como su prioridad.

Aomine dijo que lo que estaba por hacer iba contra todo lo que pensaba, pero que no podía evitarlo, que me quería ahí, ahora y para siempre. Ni siquiera lo dejé continuar y le brinqué encima. Ese mismo día me mordió y me marcó como suyo. La marca no era absoluta porque no me encontraba en celo. Pero por lo menos afianzó lo nuestro.

Lo mejor fue que decidió quedarse con la excusa de que podía prolongar su descanso. Así que una semana después fuimos con mis padres para que cancelaran mi ‘compromiso’ con el alfa desconocido que me habían encontrado. Mis padres no estuvieron encantados con la idea de un noviazgo indefinido y menos a larga distancia, pero eventualmente lo aceptaron.

Así que después de unas semanas Aomine tuvo que irse al medio oriente, debido a su trabajo en aquel entonces como coordinador de proyectos de ayuda humanitaria y rescate para las naciones unidas. Sinceramente no fue fácil acostumbrarnos, pero lo amo por amar su trabajo con la pasión, entrega y dedicación con que lo hace.

No podría estar más orgulloso de él.

Va por todas partes ayudando, protegiendo y procurando a todos por igual y en especial a los más necesitados. Así que no me pesaba tanto que estuviera lejos, porque sabía que estaba haciendo cosas buenas. Y bueno, yo seguí jugando, creciendo como jugador y persona, cumpliendo y rompiendo mis propias metas.

Aomine me brindó esa oportunidad de realizarme y de sentirme amado al mismo tiempo. Él estuvo aquí cuando yo gané mi primer anillo de campeonato, justo como yo viajé a verlo recibir una de sus ahora tantas medallas de honor y cuando fue varias veces vocero de la paz en la asamblea general de la ONU.

Quizás no estábamos juntos todo el tiempo, pero en esencia siempre nos cubríamos la espalda. Claro sin mencionar el exceso de sexo estúpido y ridículo por Skype, más las llamadas eternas y prolongadas que me dejaban más enamorado que nunca. Porque a pesar de que es un idiota y a veces me hace berrear, la verdad es que no le cambiaría nada.

Naturalmente el tiempo avanzó y antes de darnos cuenta ya habían pasado cinco increíbles años.

Pero hace unas semanas en un descanso que tuve, viajé para estar con Aomine en el Cairo. Y aunque ya lo había visto en acción antes, siempre me roba el aliento al ver su pose de macho alfa dirigiendo, dando órdenes y resguardando el control de miles de personas con el simple tono de su voz y presencia.

Alfas, betas y omegas saben que si Aomine está cerca, no hay de qué preocuparse. Un don natural de líder según dicen sus colegas.

Pero eso no fue lo mejor, sino que un día decidió llevarme de paseo a ver las pirámides justo al amanecer. Y aprovechando que yo me encontraba adormilado,  me metió un anillo al dedo y el resto es historia. Grité que sí, lo besé, abracé y estoy seguro que hubiéramos cogido en la punta de la maldita pirámide de Guiza, de no ser porque mi estómago sonó anunciando que tenía hambre.

Si bueno, ya saben lo que dicen: ‘Estómago lleno, corazón contento’ O al menos eso me digo para no avergonzarme al recordar la carcajada que soltó Aomine, seguido de un ‘No tienes maldito remedio Bakagami y por ello te amo’. Lo golpeé duro y luego besé más duro.

Y todo eso nos lleva al día de hoy con mi madre enloqueciendo, porque ya que no soy como los demás omegas, no quise una boda de princesa en los Ángeles y en su lugar quise algo diferente. Diferente como ‘Aomine oh por dios hay que casarnos en Tokio como los imbéciles que somos’ a lo que Daiki solo levantó una ceja y terminó rodando los ojos antes de reírse.

Aomine regresará para casarse conmigo en Tokio después de no haber ido en más de una década. Y la verdad es que ya no puedo esperar por ello. Ahí nació mi amor por él y quiero que ahí se formalice. Solo espero que Daiki no muera cuando vea que obviamente invité a toda la generación de los milagros. Supongo que por fin es tiempo de volver al origen, pienso sonriente.

 

II

—Daiki ya estoy en Tokio, ¿Cuándo vienes? —Escucho la voz de Taiga a través de mi celular que tengo pegado entre el oído y mi hombro mientras firmo unos papeles y además doy ciertas órdenes.

—Toda la comida va en esa área y no quiero que a nadie le falte nada. —Le hablo a uno de mis asistentes. —Oe, Anuar, Menelik no jueguen con eso pequeños cachorros traviesos. —Menciono entre rugidos juguetones para un par de niños que han llegado corriendo a mi mesa para tomar mis materiales.

—Tierra llamando a Daiki, por cierto, ¿Puedes describirme a esos cachorros traviesos? —Sonrío ante la voz de Taiga mientras continuo leyendo unas cosas.

—Son pequeños, muy juguetones, ya me rompieron todo y tienen preciosa piel de chocolate oscuro. Ah y no paran de bailar.

—¿Puedo tenerlos por favor? —Me dice suplicante y sacándome una carcajada.

—Taiga quieres adoptar a cada bebé y cachorro que te describo siempre. ¿Cuántos van con estos? ¿Cuarenta?

—Prometo amarlos a todos.

—De eso no me queda duda, pero tú fuiste el que dijo que primero debíamos tener un par nuestros y luego podíamos adoptar cuantos pudiéramos.

—¡Los quiero a todos Ahomine!

—No somos Brad Pitt y Angelina Jolie ¿Sí? No podemos adoptarlos a todos Bakagami.

—Hmp. Alfa idiota.

—Sí, sí, sí…Por cierto salgo esta misma noche para allá, estaré ahí por la tarde ¿Está bien?

—¡Bien! Ahora te dejo, saldré a jugar con Kasamatsu y Kise por los viejos tiempo.

—¿Dos contra uno no es mucho?

—Si bueno, si mi alfa estuviera aquí serían dos contra dos. Pero ya que no es así, tendré que sacar mis dotes de profesional. —Menciona burlón y haciéndome reír.

—Bien, pero no humilles mucho al bobo de Kise, sino luego se quejará y lloriqueará conmigo.

—Pues me vale, porque yo voy a ganar, después de todo ‘¡El único que puede vencerme soy yo!’ —Me dice imitando mi voz estúpidamente y provocándome que ponga los ojos en blanco mientras me rio por sus tonterías.

—No empieces Bakagami, que me las voy a cobrar en la luna de miel.

—Uhm…eso suena bien, pero por más que quiero iniciar una sucia conversación en este momento, en serio debo irme Ahomine. Te amo y por favor róbate a los cachorros, para mí ¿Sí? —Kagami finalmente cuelga, dejándome sonriendo como un bobo enamorado.

—Espero que esa sonrisa sea porque te da gusto ver que no me comieron los leones, después de que me diste mal las indicaciones para el baño Aomine-kun.

—Oh Tetsu, sigues aquí, creí que a este tiempo ya estarías en Kazajistán. —Le digo burlón a mi pequeño amiguito, bueno ya no tan pequeño, que se encuentra frente a mi rascándose el cuello. —Ya te dije que no te rasques y mejor ponte la crema que te di.

—Aomine-kun, los alfas aparte de nudo deben tener la piel de hierro ¿No es así? ¿O por qué soy el único rascándose? ¿Me ha dado malaria y no me he dado cuenta?

—Te ha dado estupidez, pero no te preocupes, es curable. Y no es que no sintamos, simplemente ya nos acostumbramos y estamos vacunados. Ahora recuérdame, ¿Por qué estás aquí en primer lugar? Que yo sepa tu mansión con Akashi es grande, pero no abarca hasta África. Así que suéltalo.

—Quisiera soltarte un golpe enorme Aomine-kun, pero me contengo porque soy buena persona, o eso dicen. En cuanto a porque estoy aquí ya te lo dije. He venido para asegurarme de que no escapes y le rompas el corazón a Kagami-kun.

—¿Se te olvida que fui yo quién le propuso matrimonio en primer lugar?

—No se me olvida que tiendes a perder la cabeza y a hacer estupideces consciente e inconscientemente. Algo así como irte y nunca más volver.

—Mierda Tetsu, que buena imagen tienes de mí huh.

—Sí bueno, ha mejorado con los años. Ahora por favor trabaja y da lo mejor de ti, porque en un rato partiremos al aeropuerto. Por cierto, ¿Me puedo llevar a todos los cachorros por favor?

—¿Tú también? —No me queda más que volver a rodar los ojos, riéndome y dándole unas palmaditas en la cabeza. No cabe duda que los omegas, sean conservadores o no tienen algo intenso por los cachorros.

—Alfa aquí…aquí. —Giro ante la pequeña voz, mirando que a mis pies están los dos pequeños cachorros de hace un rato, a los cuales cargo dejando que me abracen y rocen contra mí para tomar mi aroma. Rozamos nuestras narices y los hago reírse entre cosquillas y besos antes de bajarlos y verlos correr felices.

—Parece ser que todos te quieren mucho aquí Aomine-kun.

—Bueno, hasta que me vaya soy el alfa líder de la manada.

—Los extrañarás supongo.

—Un poco sí, pero no es como que no vuelva a ver a nadie nunca más. No sabes cuantas manadas he dirigido a lo largo de estos años y sinceramente me gusta irme, porque dejarlos significa que ya se pueden hacer cargo de ellos mismos. —Comento mientras saludo a todos y dejo que me abracen un par de niños más.

—¿Te sabes el nombre de todos?

—No puedes ser el líder sino conoces a cada uno personalmente.

—Pero, son cómo qué…¿Más de mil?

—Mil doscientos treinta y cuatro. Pocos comparados con otras regiones grandes, pero no menos importantes.

—Ya veo porque Kagami-kun está tan orgulloso de ti.

—Oh Tetsu, ¿Me estás haciendo un cumplido? —Menciono socarrón.

—No me hagas bajarte de tu montaña de ego a golpes Aomine-kun.

—No te tengo miedo pequeño Tetsu, he detenido movimientos armados, guerras civiles y derribado dictadores.

—Y yo he derribado emperadores y milagros. —Me suelta dejándome con la boca abierta antes de irse.

No me queda más que reírme a carcajadas, porque él tampoco ha cambiado. Pero ahora que estoy solo aprovecho para caminar por mis territorios, observando a mi gente y mirando que todo se encuentre en orden a lo largo de la planicie.

El sol comienza a ocultarse y con ello el ocaso ha llegado para hacer cantar a los grillos, aves y monos que se ocultan entre la maleza. Carajo, como quisiera que Taiga estuviera aquí y viera esto. Extraño tanto a ese enorme bobo adorable y sinceramente aún no puedo creer que vayamos a casarnos.

Recuerdo como si acabara de pasar, el momento en que Kagami se fue de aquella cancha de basquetbol cuando éramos jóvenes. Por la mañana hicimos el amor en su departamento, desayunamos, nos reímos y luego fuimos a jugar un partido. Uno que gané y mi premio fue su partida. Nadie nunca me dijo que esa sería la última vez que lo vería al menos por unos siete años.

No me sentí triste, tampoco vacío, ni creí que fuera el fin del mundo porque el amor en ese entonces era algo que me incomodaba. No me gustaban del todo las dinámicas de alfas y omegas. Al contrario, siempre supe que el hecho de que Kagami fuera un omega no significaba que me perteneciera, por más que mi lado animal me dijera que así era.

Así que en su lugar decidí avanzar y vivir mi vida como más quise. Supongo que nunca he dejado de ser egoísta en ese aspecto. Todos creían que me haría jugador profesional, pero la verdad es que aunque el basquetbol es una parte importante y trascendente en mi vida, no me define como persona o al menos no lo hacía en ese momento.

Quizás fue una estupidez, tal vez un milagro o señal la forma en que tomé este camino. Recuerdo que un día entre pereza vi en las noticias cómo la guerra se encontraba matando de hambre a tantos y pedían ayuda al mundo. ¿Y quién ayudaba? Nadie, todos tenían lástima, pero cada quién seguía su vida. No que tuviera nada de malo.

Pero por un simple impulso decidí que sería yo quién los ayudaría. No porque quisiera hacerme el héroe o el defensor, sino porque era algo que necesitaba hacerse. No quería redención, pero buscaba comprender a fondo que así como puedes arrastrar a alguien contigo cuando te estás ahogando, también puedes elegir empujarlo y darle otra oportunidad.

Así que lo próximo que supe fue que a mis dieciocho años me enlisté como voluntario para las naciones unidad. Mis padres se rieron de mí y no me creyeron, pero unas horas después yo ya estaba en un maldito vuelo rumbo a Siria. Y es algo de lo que jamás me arrepentiré. Al principio fue muy difícil, no solo por las barreras del idioma, sino porque quería darle todo al mundo y no tenía nada que ofrecer más que mi persona.

Pero conforme el tiempo avanzó me encontraba cada vez más feliz e integrado entre aquellos que no tenía nada. Porque ellos eran justo como yo, sin nada material, pero con el corazón lleno. Será que ver las maravillas y horrores del mundo logró ablandarme la mente, el corazón, el ego y el alma —hasta cierto punto claro—.

En Tokio era Aomine Daiki, un alfa más. Mientras que en tierras de nadie me convertí en el alfa de no solo un omega u beta, sino de miles de ellos. Fui el hijo, amigo, padre y apoyo que más necesitaban que fuera. Es verdad, pude casarme o emparejarme con alguien, pero no lo hice. No quise una familia personal, porque decidí que el mundo entero sería mi familia.

Así que a mis casi treinta y un años he asistido a más bodas, graduaciones, funerales y nacimientos de los que puedo contar. Hice una familia como ninguna otra. Y la cual amaré hasta el final de mis días y aun después de ello. Sin embargo, pareciera que la vida me tenía deparada una sorpresa cuando Kagami y yo volvimos a cruzar caminos hace cinco años.

Yo que me prometí no amar a nadie porque mi amor era para todos los que me necesitaban, una vez más caí presa de esos ojos de rubí. Yo que afirmaba que nadie me podía romper el corazón, porque para que lo hagan primero debes estar dispuesto a darlo, le entregué el mío a ese omega tan inusual, gruñón y perfecto.

Estar con Kagami Taiga es como estar sentado en la eternidad y tomarse un trago de sol, estrellas y cielo. Simplemente no hay nadie tan lindo e increíble como él. Porque tal y como cuando éramos jóvenes, una vez más su belleza salvaje y enorme corazón me hicieron sentir esos instintos que tanto intenté ocultar resurgir con mucha más fuerza.

El amor es extraño, te juras no quererlo o anhelarlo, pero llega y se mete en tu vida con una violencia que provoca caos y locura. Es imposible siquiera intentar evitarlo, porque entre más lo niegas más te enreda. Y si algo aprendí cuando me fui de casa, es que la vida es demasiado corta como para rechazar los regalos que te da el destino.

Y que regalo más grande que el amor de Kagami.

Así que hoy, muchos años después mientras miro bailes tribales en mi honor y soy llenado de collares, pulseras, plumas, pieles, besos, lágrimas y abrazos de despedida, no puedo evitar sonreír y sentirme nostálgico hasta cierto punto. Porque así es la vida, a veces tienes que dejarlo ir todo, para a cambio recibir algo aún más grande. En mi caso una vida con Taiga.

—¿Por qué una vez más soy el único que está llorando Aomine-kun? —Gruñe Tetsu en el asiento a mi lado dentro del pequeño jet que nos llevará a Tokio. Cortesía de Akashi claramente.

—Bueno, podría decirte que es porque los omegas son más sentimentales, pero la verdad es que para mí no es un adiós, sino un hasta luego. Con el tiempo aprendes a dejarlos ir. —Obviamente no le contaré que en mis primeros años si era un mar de lágrimas cada que tenía que partir a otro país. Será un secreto que me llevaré a la tumba muchas gracias.

—Aomine-kun, ¿Estás nervioso por ver una vez más a todos?

—No realmente. ¿Por qué? ¿Debería? ¿Todos cambiaron radicalmente o algo así?

—No creo que más que tú.

—Eso es bueno Tetsu, eso es bueno. El cambio es bueno. —Finalizo antes de recargarme de lleno en mi asiento y suspirar satisfecho. He trabajado mucho estos años, no que me queje, al contrario, se me han pasado como agua entre los dedos de lo grandiosos que han sido. Pero la verdad es que ya no puedo esperar por tomarme un prolongado descanso entre los brazos de mi omega.

 

III

Alfa, alfa, alfa, alfa. Necesito a mi alfa. ¡Basta! Oh dios, mi estúpida mente no se calla. Me muero temblando y sintiendo que en cuanto lo vea las piernas me van a fallar. Joder, carajo, maldición. Necesito ayuda, que alguien me salve de mí mismo y mis instintos estúpidos, que parecieran colapsar del amor, alegría, emoción, euforia y locura de saber que estoy por encontrarme con mi alfa.

Juro que mi corazón está latiendo con tanta fuerza y estupor, que no me sorprendería si se sale de mi pecho y golpea a alguien —específicamente a Aomine— en la maldita cara. Porque en cuanto lo vea cruzar esas puertas estoy seguro que me dará un infarto y hasta ahí quedó nuestra boda.

—Taiga, respira, tu aroma se ha turbado. Daiki ya va a llegar ¿Sí? —Menciona Tatsuya a mi lado, ya que amablemente me ha acompañado a recibir a Aomine al aeropuerto. Pero no puedo controlarme, sé que está cerca, puedo sentirlo en el ambiente.

—Tatsuya te juro que debo estar defectuoso. Sí, eso. Soy un omega defectuoso, porque amo demasiado a ese estúpido alfa idiota, demasiado. Muchísimo. Tanto que no es normal. Y quiero matarlo y besarlo al mismo tiempo. ¿Qué hago? —Mi hermano no hace más que reírse de mi tragedia mientras yo siento que el tiempo se detiene y mis piernas tiemblan al ver a Aomine cruzar las puertas.

Y ahora es cuando más agradezco ser un profesional, porque en apenas dos zancadas llego hasta él, brincándole encima y abrazándolo tan fuerte como puedo. Ahí está el infarto, porque en cuanto Aomine aprieta el agarre y suelta un rugido gutural y posesivo simplemente sé que cada minuto de mi vida ha tenido sentido.

Ronroneo encantado, seguramente empalagando a todos al soltar una horda de feromonas dulces que le dicen a mi alfa lo feliz que estoy por el reencuentro. Una que Daiki me contesta con otra más pesada de testosterona pura y abrazadora. Nos besamos con violencia, sintiendo electricidad, fuego y chispas retumbar entre ambos a la vez que nos olfateamos restableciendo el vínculo.

—Te extrañé maldición. Te extrañé muchísimo. No quiero que vuelvas a irte de mi lado. —Menciono desesperado. Aomine ruje una vez más porque sabe que su omega lo necesita mientras roza su nariz contra la mía.

—No me iré, ya no me iré más. Y si lo hago te llevaré conmigo ¿Sí? —Sus palabras me matan con ternura mientras cierro los ojos, amándolo y disfrutando sus besos por todo mi rostro. Lo curioso es que estoy seguro que he escuchado la voz de Kuroko diciéndonos que nos veía en la boda, pero es imposible que él esté aquí. Así que ignoro eso y sigo besándome con Daiki, claro, hasta que un fuerte carraspeo nos hace girar.

—Tanto tiempo sin vernos Daiki, quisiera decirte alguna bella grosería y cuanto te odio por tener a mi hermano tan abandonado. Pero la verdad es que Taiga me mataría si me meto con su alfa, así que bienvenido. —Habla Tatsuya sonriente.

—Así que los del infierno te dejaron subir para la ocasión especial. Que dicha, la maldad en persona estará en mi boda. —Le contesta Aomine burlón y haciéndome rodar los ojos.

—No puedo creer que se sigan odiando. —Intervengo divertido.

—Odiar es una palabra muy fuerte Taiga, ¿Qué te parece…aborrecer?—Comenta Aomine.

—Yo si te odio Daiki, no te confundas. Pero ya que seremos familia, ¿Qué le podemos hacer? Ahora dejen de cogerse con la mirada y vámonos.

No me queda más que rodar los ojos y tomar de la mano a mi alfa que empuja su carrito con un par de maletas. Eventualmente salimos, no sin que un par de personas me reconozcan y me pidan algunos autógrafos y fotografías. Así que muchos años después por fin vamos en el auto, donde observo a Daiki sonreír conforme mira por las ventanas.

—Nunca volviste después de que te fuiste ¿No es así?

—No tuve la necesidad. Pero todo es lindo y moderno supongo. No ha cambiado tanto como creí. Oe Taiga, ¿Aún existirá el Maji Burger?

—Existe, ya lo comprobé. —Le digo sacándole la lengua y mirándolo reírse.

—Claro que lo hiciste. —Aomine me pellizca las mejillas, cortando la distancia y besándome una vez más. Ni por un segundo dudo en pegarme más a él y abrazarme a su cuello para atraerlo hacía mí y dejar que me coma entero.

—¿Podrían ahora dejar de coger en mi auto? No me importa que sea su reunión emotiva, no quiero tener que limpiar mis asientos de sustancias…raras. —Interrumpe Tatsuya.

—Por cosas así es que te aborrezco. Nunca me dejabas coger con Kagami a gusto, ni hace doce años ni hoy.

—Y seguiré sin dejarte. Ahora largo. —Tatsuya detiene el auto y yo rápido me bajo, jalando a Aomine que pareciera no comprender al verme sacar las maletas y mi balón de la cajuela.

—Oe, ¿Qué carajo? ¿No íbamos a ir al hotel? —Pregunta Aomine ahora que estamos en la acera y mi hermano ha partido.

—¿No sabes dónde estamos? No me digas que ya olvidaste este lugar. —Daiki mira a todos lados, rápidamente rodando los ojos y señalando el edificio frente a nosotros, que es el mismo donde solía vivir cuando llegué a Japón.

—¿Aún conservas el lugar?

—Por supuesto, fue lo primero que compré con mi sueldo de jugador.

—¿Y cómo por qué lo hiciste?

—Sé que no eres la clase de persona que tiene ataduras emocionales a cosas materiales. Pero para mí este estúpido departamento es muy importante.

—Oh bebé, ¡¿Es por qué aquí te robé tu virginidad después de aquella Winter Cup?! —Inquiere con un odioso juego de cejas y provocando que le meta un puñetazo.

—¡No lo grites estúpido! ¡Y tú también lo eras, no podías ponerte ni un estúpido condón, sin mencionar que te gané esa Winter Cup!

—¡Shh! ¡Tampoco lo grites carajo! —Estamos por ahorcarnos, pero claramente terminamos riéndonos mientras nos jalamos la cara y el cabello.

—No es especial por eso Ahomine, bueno sí un poco, pero me refiero a que ahí pasamos muchas cosas y…Ugh. No sé ni porque te estoy explicando esto. Eres un idiota. Ahora dime, antes de ir al departamento, ¿Estás muy cansado o crees aguantar un uno a uno contra mí? —Le señalo sonriente el parque que está a unos pies.

—Idiota tú Bakagami, y créeme, entiendo el punto tú enorme bobo, lindo y sentimental. Pero está bien vamos a jugar. Supongo que estoy cansado, pero no demasiado como para no poder derrotar tu colosal trasero. Solo no lloriquees mucho, aunque si lo haces no te preocupes, tu buen alfa te consolará.

Me bufo de su comentario estúpido, dándole un golpe en el brazo para luego decirle que me espere. Porque aprovechando que soy el de más energía, paso a dejar sus cosas a la recepción del edificio, para luego ir hasta la cancha donde Aomine ya se encuentra haciendo una anotación y robándome el aliento. Sigue luciendo tan o más guapo que cuando lo conocí.

—Muévete cejas de flecha, que no tengo todo el día. Tengo una cita en cierta cama con mi omega. —Una vez más pongo los ojos en blanco, riéndome y quitándole el balón para comenzar a jugar.

—Daiki no olvides que soy un profesional.

—Has jugado con muchos tipos rudos en canchas bonitas Taiga, pero yo también he jugado con personas inimaginables a lo largo de estos años.

Sus palabras me emocionan tanto, que conforme el juego avanza y miro que esa naturaleza salvaje, feroz y magnética que siempre ha tenido, no ha hecho más que aumentar simplemente me lleno de euforia y alegría pura. Porque Aomine Daiki es mi mejor amigo, mi novio, mi alfa y por supuesto mi mejor rival.

Las horas se pasan con la adrenalina y el calor aumentando abrumadores, no solo por el juego o porque es verano, sino porque entre roces, choques, bloqueos y bruscas caricias mi cuerpo reacciona desdeñoso ante la peligrosa atracción que siento por él. Y así, cuando terminamos exhaustos y tirados en el piso mirando las estrellas mientras jadeamos sudorosos y calientes, sin pensarlo mucho me pego tanto como puedo a él.

—Te gané. —Menciono mientras entrelazo mis dedos con los suyos.

—Solo fueron tres puntos.

—Te gané. —Afirmo una vez más, escuchándolo reírse mientras giramos para encontrar nuestros rostros y que él me sonría y bese la frente.

—Y estoy muy orgulloso de ti por ello. Tengo el mejor omega del mundo, tan bueno, fuerte y lindo para mí.  —Me dice con esa voz pesada y sedosa que tiene, haciendo que el omega dentro de mí se deshaga ante el cumplido de mi alfa y que lo bese una vez más.

—Mañana nos casamos. ¿Estás feliz Daiki?

—Demasiado feliz. ¿Qué hay de ti? ¿Estás seguro que quieres someterte a un alfa como yo?

—Huh, como si no ya lo supieras. Claro que quiero, ¿Aunque sabes que te daré tu merecido cuando te pases de idiota cierto?

—No podría esperar menos de ti carajo. Me molestaría que no lo hicieras.

—Bien, entonces no tengo arrepentimientos. ¿Tú tienes alguno?

—Ninguno Kagami, eres todo lo que siempre he querido y por fin te tengo.

—Siempre me has tenido, aun cuando ninguno lo sabía nos pertenecíamos. Me gusta pensar que somos una de esas parejas destinadas como cuentan las leyendas.

—Sería lindo. Quizás por eso es que volvimos a encontrarnos en el camino.

Nos sonreímos diciéndonos todo con la mirada por largos segundos, hasta que él decide que ha sido suficiente y se levanta, dándome su mano y ayudándome. Ahora sí que enamorados y cansados nos arrastramos el uno al otro a nuestro departamento, donde tomamos una ducha y un largo y relajante baño en la tina.

Una vez limpios y cambiados, Aomine se tira al sillón para ver un poco de televisión mientras yo le cocino algo tal y como cuando teníamos diecisiete torpes años. La cena se pasa entre risas, regalos que él me trajo y muchas fotos que me muestra, haciéndome berrear porque según él no puedo adoptar cuarenta bebés.

También por un rato nos ponemos serios a hablar de lo que serán nuestras vidas de ahora en adelante. Aomine comienza sorprendiéndome y alegrándome al decirme que dejará el trabajo de campo, ya que le han ofrecido un buen trabajo en la asamblea general. Por lo que ya no tendrá que viajar tanto y en su lugar podrá establecerse tranquilo conmigo en Los Ángeles, ahora que pienso retirarme después de mi último campeonato.

Porque aunque el trabajo ha sido importante en nuestras vidas, tanto que decidimos dedicarle nuestra juventud de lleno, ahora nos espera otra etapa. Una que decidimos saltarnos y ahora estamos listos para vivir. La de formar una familia. Aunque claro, me alegra pensar que a pesar de que tengamos cachorros no quita que seguiremos haciendo lo que más nos gusta, pero esta vez estando juntos.

Todo para que al final de la noche terminemos abrazados en ropa interior sobre nuestra cama. Por un momento creí que tendríamos sexo, pero no solo estamos agotados, sino que queremos reservar la magia para la noche de bodas o algo así. Por lo que me dedico a enterrar mi nariz en su cuello, justo tras su oreja donde se concentra su rico aroma a estoraque, ámbar y madera con un delicioso toque a chocolate.

—¿Estás por iniciar tu celo no es así? Puedo olerlo en ti. —Me susurra Daiki al oído.

—Pronto, mañana o quizás pasado.

—Carajo Taiga, esa boda tendrá que ser rápida. —Menciona entre rugidos que me tienen respirando agitado y abrazándolo con más fuerza mientras acaricio su pecho y abdomen duro.

—¿Está vez vas a marcarme de verdad?

—Voy a marcarte para siempre, para que a nadie nunca más le quede duda de que me perteneces.

Sonrío satisfecho ante la promesa, fundiéndome entre sus brazos y sintiendo que el sueño me gana. Estoy tan feliz que simplemente no encuentro las palabras para describirlo. Porque esta vez Aomine no se va a quedar un rato, se va a quedar para siempre. Aquel chico que me deslumbró con su manera de jugar, ser y pensar por fin es totalmente mío. Mío y de nadie más.

 

IV

Esa ha sido la boda más rápida del mundo y debo recalcar ha sido maravillosa. Y no es porque haya sido mi boda, sino porque fue increíble en todos los sentidos. Desde la ceremonia, la recepción y la fiesta donde me rencontré con la generación de los milagros y viejos amigos; hasta Taiga seduciéndome descarado, sucio y sin pudor alguno frente a todos.

Algo raro en él, bueno al menos en público porque encerrados realmente es un chico sin inhibiciones. Y ahora que está en celo, ya no queda nada del dulce Taiga. Afortunadamente logramos llegar a nuestro destino en la India para la luna de miel sin complicaciones, todo gracias a que nuestro buen amigo Tetsu nos dio unos supresores temporales.

Así que ahora me encuentro disfrutando la vista desde el jacuzzi exterior en el balcón de mi cabaña de lujo. Y que vista, la cabaña moderna y sumamente estilizada literalmente se encuentra sobre enormes columnas de madera que la levantan varios metros sobre el piso y por encima de algunos árboles, dejando ver parte del bosque y la selva.

Todo es verde y lo único que se escucha es un gran caudal que está cerca, más los sonidos de los pequeños y grandes animales entre la maleza. Ya ha anochecido así que hemos encendido los montones de velitas por todo el balcón dándole ese ambiente exótico y hasta cierto punto erótico.

Y aunque ya estoy acostumbrado al calor, la verdad es que hace uno brutal y húmedo que me tiene muriendo placenteramente mientras jugueteo con los ridículos pétalos de rosa que burbujean entre el agua que se ilumina de colores. No me queda más que tomarme mi copa de un trago a la vez que escucho un desastre en el interior de la cabaña a mi espalda.

—Taiga, ¿Todo bien?

—Me tropecé con la estúpida maleta saliendo de la regadera, pero todo bien.  ¿Sigues en el jacuzzi? El agua debe estar hirviendo.

—Es mejor que nada. Así que no saldré de aquí a menos que me des una buena razón.

—¿Te parece suficiente buena razón bailar con tu esposo? —Pregunta ya a mi lado y haciéndome girar para mirarlo. Sonrío al ver que se encuentra solo en su ropa interior, seguramente no solo por la ducha rápida que tomó, sino también por el calor que hace.

—¿Me estás seduciendo Taiga?

—Quizás. Ahora ven aquí. No bailamos en la boda ya que temiste que mi celo se desatara en plena fiesta, así que quiero que bailemos ahora.

No me queda más que reírme mientras dejo mi copa y salgo del agua con mi traje de baño empapado, porque a pesar de que soy un impúdico, hace un rato me di un chapuzón en la alberca principal del resort antes de subir a la cabaña. Kagami sonríe complacido, encendiendo su pequeño reproductor y dejando que la música fluya.

—Amo Unforgettable’Taiga.

—Lo sé, es tu canción Daiki. —Menciona con una voz irreconocible e intensa mientras me sonríe pecaminoso.

Por un segundo ninguno hace nada y es que ahora de frente la presión entre ambos es soberbia y pesada. Su aroma dulce y lechoso se ha intensificado por mucho en el ambiente mientras que noto como sus mejillas se encuentran rosadas y ardientes. Taiga respira un tanto agitado a pesar de no hacer nada y sus ojos permanecen brillantes y seductores.

Un par de rugidos animales y crueles surgen de mi garganta involuntariamente en respuesta a la atrevida imagen que compone. La bestia dentro de mí sabe que mi omega está listo para ser tomado, dominado y anudado. Y a este paso voy a lastimarlo, herirlo y destrozarlo y él lo sabe y parece amar la idea al regalarme una sonrisa cínica.

Taiga es quien inicia el juego perverso, viniendo contra mí y abrazándose a mi cuello. Pero como el pequeño atrevido que es, justo cuando creo que está por besarme, hace su rostro a un lado a la vez que comienza a moverse tenue con la música. Mi omega me sonríe coqueto, deslizando sus manos por mi pecho a la vez que mueve sus hombros y cabeza de una forma lenta y sensual.

Levanto una ceja ante la irreverencia, sintiendo mi mueca torcerse mientras le sujeto los costados deleitándome con la manera erótica en que cada músculo de su abdomen duro se tensa al moverse encantador. Taiga se divierte, torturándome y provocándome al bailar para mí como solo él puede.

Mi omega se gira entre mis brazos, matándome y llevándome al cielo al unir su espalda con mí pecho y comenzar a restregar su perfecto, grande y voluminoso trasero contra mí ya creciente y punzante erección. Taiga se talla sin decoro alguno contra mí, tomando mis manos y haciendo que las lleve hasta el interior de sus muslos tersos y firmes, los cuales estrujo entre mis dedos, escuchándolo gemir aun cuando se encuentra cantando en silencio.

Taiga baila erótico y prohibido, acariciándose y metiéndose las manos entre el cabello mientras yo aferro mis manos a su cintura enfatizando la deliciosa fricción. Lo deseo, lo deseo tanto que no lo soporto. Lo deseo de una manera insana, irracional y caótica. Y se lo hago saber bajándole la ropa interior hasta verla caer a sus tobillos.

—Uhm…—Es lo único que sale de su garganta mientras continua bailando. Kagami una vez más me demuestra porque lo elegí a él y a nadie más, girando para verme por encima de su hombro con esa mueca lasciva y obscena mientras sonríe descarado y se acaricia tentador.

—Taiga…—Apenas le susurro su nombre al oído, Kagami se gira entre mis brazos para matarme con la mirada. Es el llamado de sumisión. Uno que no puede rechazar ni ignorar ya que vive para complacerme. —Chúpame. —No tengo que repetirlo dos veces, porque Taiga ya se encuentra de rodillas, besándome el abdomen y bajándome el traje de baño; haciéndome sonreír al ver su mirada desubicarse en cuanto mi erección sale enorme, gruesa y rebotando contra mi abdomen de lo maldita sea duro que estoy.

Kagami me sonríe con morbo relamiéndose y dejándose bien empapados esos labios carnosos y suaves, ahora brillantes y cremosos; con los cuales comienza a chuparme increíblemente. Taiga succiona mi gruesa punta, engulléndome un poco y sorbiendo todo el líquido tibio que brota mientras me masturba con ambas manos y juguetea con mis testículos y nudo.

Su boca es el maldito infierno, tan caliente, asfixiante y demandante.

—Mírame a los ojos. —Demando imponente mientras meto mis dedos entre su cabello y con mi mano libre le sujeto la quijada, para sujetarlo con rudeza y ayudarle a darle ritmo a las estocadas. Kagami me mira a los ojos, con los suyos llenos de lujuria, perdición y deseo dejándome follarle la boca a mi antojo.

Sonrío entre temblores y espasmos de placer puro al embestirlo con fuerza para clavarme más allá de su garganta, viendo sus bonitos ojos llenarse de gruesas y pesadas lágrimas que escurren pos su rostro. Al igual que los espesos hilos de saliva y fluidos traslucidos, viscosos y burbujeantes que caen por la comisura de sus labios, ahora extremadamente abiertos y le escurren de la barbilla hasta el cuello.

Le follo la boca con violencia, justo como le gusta, hasta verlo atragantarse por lo grueso que soy mientras él se retuerce asfixiándose y rasguñándome el abdomen. Sin embargo lejos de alejarse, relaja su garganta tanto como puede para mí mientras continúa mirándome con esa mueca insana y lleva sus dedos hasta su trasero, para meterse un par en su obsceno y húmedo agujero.

—¿Eso te gusta Taiga? ¿Te gusta que me joda tu garganta estrecha mientras te metes los dedos? —Mi omega asiente y jadea aun con la boca llena, sacándome una sonrisa por lo embriagado en placer que me siento.

Su lengua pulposa, suave y mojada se asegura de presionar cada vena hinchada de mi carne dura, al igual que mi nudo que palpita ansioso por expandirse en su boca y llenarlo con mi semen ardiente. —Eso es…justo así. —Tengo que maldita sea apretar los puños y gruñir entre dientes, debido a sus labios que ahora han viajado hasta mis testículos llenos y pesados, para chuparlos y succionarlos con gula dejándolos escurriendo en saliva mientras me muestra cómo se traga cada hilo de fluidos viscosos y espesos que cuelgan desde mi erección hasta sus labios.

—Preséntate para tu alfa. —Es lo único que logro articular para salvarme, antes de correrme como un maldito adolescente.

Kagami obedece una vez más, separándose y relamiéndose los labios antes de ponerse de pie y entrar a nuestra habitación conmigo siguiéndole los pasos. Mi omega atraviesa las puertas abiertas del balcón y se arroja boca abajo a la gran y esponjosa cama. Ahí abraza una almohada y abre sus piernas para mi tanto como puede, a la vez que gira para verme con un intento fallido de rostro inocente.

—Hmm…mi alfa por fin me dará lo que tanto quiero. —Ronronea peligroso mientras yo me subo a la cama, gateando hasta meterme entre sus piernas. Ahora el que se relame los labios soy yo al mirar su pequeño agujero rosado, tierno y palpitante escurriendo dulce para mí.

Y ya que no puede ser el único divirtiéndose, me inclino besándole la espalda y sacándole un par de suspiros conforme voy bajando hasta hacerlo gemir con fuerza, al meter mi rostro entre sus piernas y darle una larga lamida. Recogiendo con mi lengua los hilos de rico y dulce líquido, que brotan desde su interior y se impregna delicioso en mi lengua.

—Sabes a cielo. —Mi voz sale ronca y satisfecha por lo maldita sea dulce que es.

—Daiki…por favor. —Taiga suplica con la voz rota y desesperada. Y aunque me encantaría torturarlo y meterle la lengua por horas, supongo que ambos hemos llegado a nuestro límite. Por lo que una vez más me incorporo, acomodándome bien entre sus piernas abiertas.

El animal en mi interior quiere lastimarlo, pero a la vez dárselo tan bien, que no vuelva a siquiera poder estar un segundo sin querer tenerme en lo más profundo de él.

E intento controlarme un poco, pero hace mucho crucé mis restricciones, por lo que sujeto mi erección y restriego un poco mi gruesa punta contra su agujero mojado y suave. Y lo mejor es que apenas basta con empujar lo suficiente para sentir su calor asfixiante y prohibido, succionarme y engullirme entero. Carajo.

Kagami se retuerce y grita extasiado, estrujándome y contrayéndose como seda líquida a mí alrededor mientras yo coloco mis manos a sus costados y entierro mi nariz en su cabello húmedo y perfumado.

—Más…más profundo. Daiki métela mucho más profundo. —Lo susurra girando su rostro para verme y mostrarme sus ojos cristalizados y como intenta contener la saliva que escurre morbosa por sus labios. Por lo que no espero más y termino de meterme en él tan hondo como puedo, hasta verlo quebrarse y estrujar las colchas entre sus dedos mientras su sonrisa se ensancha.

—Uh-huh, así…justo así Daiki. Tan maldita sea grueso y profundo. Ahora duro, cógeme duro.

Y jodidamente duro se lo doy. Lo embisto con rudeza, saliendo casi por completo sólo para volver a enterrarme hasta los testículos, viendo a mi omega volverse un caos total conforme los segundos se vuelven minutos de dulce y tortuosa agonía; con Kagami jadeando y suplicando por más mientras sus ojos se salen de órbita entre cada brutal estocada.

No somos más que animales copulando y disfrutando el instinto visceral y primario del placer carnal.

—¿Así te gusta Taiga? Claro que sí…estas tan suave y mojado, abriéndote tan bien para mí. —Le susurro malicioso, rozando mi nariz contra su nuca tibia y deslizando mis caninos ahora sobresalientes por la piel sensible de sus hombros.

—Muérdeme. Daiki Muérdeme. Márcame maldición.

El instinto que intenté enterrar por años, ahora me posee con una violencia irrevocable, que me tiene mordiéndole la nuca con tanta fuerza que le reviento la piel y comienza a sangrar. Kagami se retuerce y suspira feliz entre sollozos mientras se corre debido al exceso de sensaciones, porque al igual que él mientras su sangre se impregna en mi boca por fin lo siento.

Es maravilloso, inimaginable, mágico. Las sensaciones y sentimientos debido a la marca nos hacen sentir entre el bendito paraíso debido al vínculo que por fin se ha completado.

—Dentro…Daiki córrete dentro. Rápido.

Continuo penetrándolo con fuerza por un par de minutos más, sintiendo el placer joderme la razón mientras me ahogo con su dulce aroma a vainilla, manzana, canela picante y…hogar. El único que he considerado mi hogar desde que lo conocí. Y uno que me hace gruñir y maldecir en cuanto me corro dentro y profundo en Taiga, con mi nudo totalmente atado a él al igual que nuestros destinos de ahora en adelante.

Un par de minutos después mi nudo se baja lo suficiente para que pueda salir de él, pero apenas lo hago, Taiga nos gira dejándome abajo para aplastarme y abrazarme intentando romperme. Sonrío acariciándole el cabello y ese bonito rostro que tiene mientras me mira emotivo y con esos ojos de estrellas fugaces que arden en fuego.

—Recuerdo que la primera vez que nos besamos, pensé que eras como el cielo, como el mar, como el infinito. Lo eras todo Daiki. Te volviste inolvidable para mí y ahora no puedo creer que estamos casados y si tenemos suerte pronto con una familia propia. El amor es extraño. Pero me gusta extraño. Me gustas tú. —Kagami me da una de sus sonrisas más bonitas, que me sacan una propia y me hace abrazarlo con fuerza.

—Tú me gustas aún más Taiga y cuanto te quiero no se puede medir con palabras.

Le acaricio la espalda y le beso el rostro sintiéndome totalmente en casa, justo aquí entre sus brazos. Supongo que la parte animal, instintiva y visceral dentro de mí siempre lo supo. Supo que quería a alguien que me desafiara, alguien con quien pudiera discutir y amar al mismo tiempo. Alguien que no pudiera dormir sabiendo que estoy despierto y herido. Alguien que me amara con cada hueso y célula de su cuerpo, con toda su alma y corazón.

Siempre quise a Kagami Taiga, no para un rato, sino para siempre. Porque la eternidad es poco para lo que la vida nos depara de ahora en adelante estando juntos.

Notas finales:

Espero que ahora sí me crean cuando les digo que Kagami y Aomine vivieron felices para siempre con sus veinte hijitos, unos personales y otros adoptados. Amé hacer a Aomine un alfa valiente y protector de los indefensos, siento que muchos lo tachan de egoísta, pero yo creo que tiene un bonito y gran corazón además de un alma salvaje. Y bueno, Taiga como siempre apoyándolo, amándolo y brillando por él mismo. Me hubiera gustado agregar más, pero creo que con esto es suficiente. Até cabos, están casados y felices.

Muchísimas gracias por leer, por comentar (¿?) y por su apoyo en general. Nos vemos pronto <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).