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El fin del mundo y más allá por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Hola!!! Me extrañaron? Aquí les traigo un nuevo capítulo de uno de mis fanfics favoritos.

¿Otro momento importante en mi vida? Diría que fue el día en que aprendí lo que el amor realmente significaba en este mundo post apocalíptico que vivimos. Recuerdo que ese día comenzó como cualquier otro. O quizás un poco diferente, porque no hay un día como cualquier otro en medio de una expedición. Bueno, estaba todo tranquilo hasta que… llegaron ellos. No era solo una horda, era la más grande de las hordas que he conocido. Inundó todos los campos en segundos… segundos catastróficos en los que tuvimos que escapar a toda prisa. Había un grupo muy lejos, eso lo recuerdo muy bien.

“¡Hacia allá! ¡Hay que ir hacia allá!” gritaba el tío Madara. Él estaba al mando, a pesar de que hace mucho que había pasado su mejor momento. Ahora pienso que no debía haber venido, nos habríamos ahorrado mucho dolor si no fuera tan terco.

“¡Eso intento!” gritaba el conductor, sin poder hacer que los caballos se movieran. Él maldijo con una palabra que no pienso poner por escrito y se alejó hacia los que quedaron atrapados. Quise seguirlos, pero alguien cerró la puerta superior antes de que alguna de esas cosas pudiera entrar.

“¡¿Qué estás loco?!”

“¡Hay que ir por ellos!” mi desesperación era palpable. Los que estaban dentro del camión se encontraban encogidos, con las manos sobre sus orejas para no escuchar los gritos de los muertos. Parecía que se habían dado por vencidos y sólo esperaban a ver si sobrevivirían o no. Momo Umino incluso chillaba de vez en cuando, al impactar un muerto contra los costados de nuestro pequeño refugio. “Hay que…”

“Tendrán que sobrevivir por sí mismos” el chofer de nuestro vehículo se me acercó tembloroso y pálido. “Tú entre todos debes comprender que no puedo arriesgar la seguridad de los que estamos aquí adentro por salvar a…”

“¿Entonces los vas a dejar morir? ¿Por ellos?” él no tenía más palabras que decirnos. De repente escuchamos un golpe en el techo. Momo volvió a emitir un ruido agudo, pensando que los muertos habían venido por nosotros, cuando escuchamos las voces desesperadas del otro lado.

“¡Abran! ¡Abran por favor!” todos parecían decir que no, más yo no obedecí y dejé entrar a los demás. Eran todos los que se habían quedado varados en medio de la horda, incluso mi tío. En seguida nos vimos rodeados de espadas, que nos apuntaban temblorosas.

“Apártate de ellos, Kagami” lo hice, sabiendo el protocolo. Uno a uno se tuvieron que desnudar para demostrar que no tenían heridas. Pronto los denominados seguros se unieron a los acusadores para mantenerse seguros. Finalmente llegó el turno al comandante, que se sostenía un hombro con una expresión de dolor.

“Tío, tienes que…”

“No es necesario” apartó la mano, cubierta de sangre. Entonces supe que lo habían mordido, que él mismo sabía que se le había acabado la suerte. “Fue en el último minuto, cuando me subía a la escalera…” se dejó caer al piso. “En fin, no hay remedio. Hay que ponerse en marcha a Konoha.”

“¿En marcha? Pero…”

“Ah, no se preocupen por eso, tenemos suficiente tiempo” volvió a cubrir su hombro. “Duraré el tiempo suficiente como para llegar” se levantó, apoyándose contra la pared. “Tampoco les pediré que compartan refugio conmigo, tranquilos.”

“Comandante…”

“Sólo pónganse en marcha, maldita sea, hay que salir de este endemoniado lugar antes de que se coman a todos los caballos.” El conductor se puso en posición de nuevo, sabiendo que tenía razón. El salir de ahí era mucho más importante que una mordida. Los demás no estaban tan convencidos, más siguieron las órdenes. Se acomodaron en otro compartimiento mientras yo vigilaba al enfermo. “Estás tomando muchos riesgos, niño”

“Somos familia, no son riesgos, es deber” dije al sentarme frente a él. sonrió y comenzó a hablar del libro que yo había comenzado, de los pasajes del diario de Hashirama que había leído y de lo mucho que había disfrutado su tiempo con nosotros.

“Todos vivimos tiempo prestado, Kagami, recuérdalo bien” comentó una noche, cuando ya se notaban los primeros estragos de la enfermedad en su cuerpo. Tenía que admitirlo, él era fuerte. De una manera que yo jamás podría serlo. Estaba ardiendo en fiebre y aún así se negaba a rendirse, determinado a resistir hasta llegar a casa y poder despedirse. Y esa frase… claro que lo recordaba.

“Lo sé”

“No, no lo sabes” su voz rasposa llamó mi atención inmediatamente. “Los que han nacido después del brote no saben lo prestado que es su tiempo… y el nuestro también. Nosotros vivimos por las muertes y sacrificios de aquellos que no se salvaron, vivimos porque otros murieron por nosotros… ustedes nacieron por ellos también, pero no los conocen. El tiempo es prestado porque se paga con vidas ajenas y harías bien en recordarlo.”

“Lo haré” me quedé ahí con él, hasta que se durmió para conservar fuerzas. No sabía cuanto tiempo duraría… supongo que lo justo para cumplir su promesa de regresar, porque cuando llegamos a Konoha comenzó a sangrar por la boca. Había pasado más tiempo vivo con la enfermedad que ninguno de los mordidos anteriormente, tanto que algunos incluso comenzaron a murmurar que sobreviviría. Yo no era tan optimista.

“Kagami-chan” la voz de tío Hashirama fue lo primero que me sacó de mi ensimismamiento. Se veía como siempre, tan feliz de ver regresar el vagón con las personas vivas que no sospechaba de la tragedia. “Kagami-chan ¿Dónde está Madara?” no pude responderle. “Él… él no…” seguí mirando el piso, completamente rígido. “Él… dijo que regresaría”

“En el vagón” finalmente me arreglé para decir. Él corrió hacia el aparato, seguido de un más calmado, pero sombrío Shirohebi-sensei. Antes de que pudiera correr hacia mis padres para abrazarlos, me retuvo del brazo.

“¿Cuánto ha durado?”

“El viaje entero desde los campos” él asintió, apresurándose a entrar. Era el protocolo, cada vez que alguien duraba más de lo normal infectado se le sacaban pruebas de sangre para ver si se encontraban anticuerpos. Era una búsqueda fútil para muchos, ya que jamás se encontraba la dichosa vacuna.

“Kagami… hijo, tienes que descansar” me madre me alejó del lugar, envolviéndome en un suave abrazo mientras que mi padre caminaba hacia el vagón como un condenado a muerte, junto con mis primos. En seguida sentí pena por él, darle el adiós a su último hermano iba a ser muy difícil. “Shhhh, todo va a estar bien. Ha vivido por mucho tiempo y…”

“Pudo haber vivido mucho más si no hubiera sido por esas cosas putrefactas” apreté las manos. Él no respondió, siguió guardando silencio por un buen rato, hasta que estuvimos sentados en el cuarto que nos había servido de casa cuando sólo éramos cuatro. El aura tranquilizadora del lugar me ayudó a respirar mejor. “¿Qué va a pasar ahora? No me puedo imaginar la vida sin él. Kaito es pequeño y Akiho es…”

“La vida va a tener que seguir adelante, como siempre” me respondió, bajando un poco la cabeza. “No puedo decir que será igual, pero si nos diéramos por vencidos cada vez que una persona amada se va, no estaríamos aquí en este momento. Y ellos tampoco querrían que lo hagamos, querrían que siguiéramos adelante para recordarlos y honrar su sacrificio” puso una mano sobre la mía. “Lo entiendes, ¿no?”

“Yo… sí… lo… lo entiendo” dije entrecortadamente.

“Puedes llorar si quieres” me anunció, abriendo los brazos. “Que tengas que seguir no significa que no duela” me abrazó. “Si duele demasiado aquí estaré”

“Madre” lloré como un niño pequeño en sus brazos, sin poder detenerme. Demonios, mi tío todavía no había muerto y yo ya estaba llorándolo. Me sentía tan débil… no podía evitarlo. No sé en qué momento me dormí, pero debí hacerlo, porque lo siguiente que recuerdo es que estaba echado en la cama, cubierto con las sábanas. Deseaba volver a dormir, más el sueño me eludía. Me eludía… hasta que decidí ir al vagón de nuevo. Corrí por las calles y estaba a punto de entrar cuando los escuché.

“… si no hubiera ido a esa expedición muchos otros estarían muertos, ¿no te parece suficiente razón para ir?” Madara estaba hablando entrecortadamente, su respiración muy trabajosa. “En fin, ya no es momento de lamentarse. No me arrepiento de nada, tampoco deberías hacerlo tú. Es más… deberías agradecer el tiempo feliz que hemos pasado juntos.”

“Ha sido muy poco tiempo” Hashirama se movió. Estaba parado frente al enfermo, mirándolo con una desesperación total en los ojos. Aún así sus manos no temblaban. “Mis abuelos pasaron como cincuenta años juntos y nosotros… ¿sólo pudimos durar esto?”

“Oye, aquí cuarenta años es como haber pasado una eternidad en compañía del otro, así que no tenemos nada que envidiar” se movió un poco. “Muchas veces me he preguntado cómo habrían sido nuestras vidas si esta maldita plaga no hubiera estallado. De lo que sí estoy seguro es que… de una manera u otra nos hubiéramos encontrado.”

“Claro que sí. ¿No te lo dije antes?” él siguió en el mismo sitio, ahora sonriendo. “Nos habríamos conocido en la escuela, probablemente porque yo te hubiera tirado algo encima en la cafetería o… o dado un pelotazo en deportes” gruesas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. “Yo… te habría besado por primera vez en el tejado, te hubiera llevado a citas, seguro a algún festival… nos habríamos casado en un lugar bonito… tenido una linda casa juntos… adoptado niños…” se froto los ojos. “Eso es lo único bueno que ha traído este desastre.”

“Sí, son preciosos” dijo con genuina alegría. “No los cambiaría por nada”

“Yo tampoco” la respiración de Madara se había hecho mucho más trabajosa mientras hablaban. “Maldición, tú tienes una suerte… no vas a ver a ninguno de nosotros morir… porque tú te vas primero.”

“Sea como sea, no te des demasiadas libertades” le advirtió. “Voy a estar vigilándote… y esperándote hasta el último momento de tu vida. Entonces te daré la mano… pasaremos al otro lado juntos…” una tos húmeda se apoderó de él en ese momento. Hashirama se acercó para sostenerlo mientras convulsionaba, seguramente pidiendo unos minutos más a cualquier deidad que pudiera escucharlo. “No me dejes… morir sólo”

“Aquí voy a quedarme”

“Tampoco… tampoco dejes que me convierta en… en una de esas cosas” a partir de entonces no hubieron palabras, porque la cantidad de sangre que caía de su boca le hacía muy difícil respirar al enfermo. No tardó mucho tiempo en morir, sorpresivamente tranquilo. Mi tío lo estrechó fuertemente entre sus brazos, algo sumamente poco recomendado en esos casos. Iba a entrar a regañarlos cuando él de un movimiento fluido clavó un punzón de metal en su cabeza, dándole fin a su conversión. Los sollozos que siguieron a esa acción fueron tan desgarradores que salí corriendo de ahí.

“Kagami…” casi choco con mi madre, que había ido al cuarto a darme la cena. Yo voltee hacia él con lágrimas en los ojos y caí al suelo llorando.

“Ya… ya ha pasado... ha muerto…” no sé por cuanto tiempo guardé silencio después de decir esas palabras. Al día siguiente se celebró el funeral, donde prácticamente toda Konoha estuvo reunida. Observé cuidadosamente al tío Hashirama, que clavó una lápida de madera en la nueva tumba. Su expresión era ilegible.

Algo bueno vino de estas tragedias, algo sumamente bueno. Una lección para mí y todos. Ellos me enseñaron lo que era el amor en este mundo post apocalíptico. El amor es aquella fuerza que mantiene a las personas unidas y que, al final, las lleva a impedir que sientan la tortura de caminar después de la muerte, convertidos en unos monstruos. Eso no hubiera podido entenderlo de no ser por ellos. Ni por mi madre, que en el momento de la muerte de su hermano, comido vivo por un grupo de esos caníbales malolientes en defensa de la ciudad, lanzó una flecha como tiro de piedad para aliviar su sufrimiento. No nos quedó mucho del cadáver por recuperar, pero al menos no se levantó para atacar a las personas que amaba.

El siguiente en la lista de muertos fue mi padre, que salvó a uno de sus hijos cuando estaba a punto de ser atacado por uno de esos cadáveres. Recuerdo perfectamente su agonía de tres días, mucho menos que la de su hermano. Entonces también un cuchillo en el cerebro de la persona que amaba. Puedo ver sus tumbas desde la ventana, también la de mi madre. Él no murió por una mordida, si no en una plaga que se extendió por Konoha. Yo… yo fui el que dispensó la piedad esta vez. ¿Por qué? Porque lo quería.

Ahora que lo pienso, en las muertes no sólo aprendí lo que es el amor y el dolor, sino también muchas cosas más. Como por ejemplo lo significa la palabra estupidez. Akiho es un ejemplo perfecto de eso. Por más virtudes que tuviera mi prima, la inteligencia nunca fue una de ellas, tampoco la sensatez. La muerte de sus padres la sacudió tan fuerte que se le metió en la cabeza que tenía que demostrar su valía. Yo creía que era su manera de llevar el duelo, pero probó ser mortal.

“¡Voy a demostrarles lo que soy capaz de hacer!” fueron sus últimas palabras antes de saltar contra una horda de nuestros enemigos, tratando de hacerles ver que era hija de sus padres. Aún puedo escuchar sus gritos de miedo y dolor cuando la atraparon, ver la expresión en el rostro de Sakuja cuando tuvo que ejecutar a su hermana. A partir de entonces pusimos mecanismos anti hordas para que nadie más fuera víctima de ellas… al menos no estúpidamente.

Otra cosa que aprendí de la muerte fue el significado del valor. No sólo por el sacrificio de mi tío por esos que se habían quedado atrapados, sino por la manera en la que otros morían a mi alrededor. Pronto me quedé muy solo, incluso sin las personas que estaba acostumbrado a ver. Uno de los recuerdos más nítidos que tengo de esto es de Liliya Mitarashi. Ella sabía como ser valiente, alegre incluso frente a la muerte, a pesar de los recuerdos oscuros con los que cargaba. Empezó con un gran ataque, como siempre, en el que todos nos tuvimos que refugiar en la escuela.

“No vamos a resistir” fueron sus últimas palabras antes de coger su naginada y su caballo y salir por la puerta, haciendo tanto ruido como podía con un equipo de radio portátil por el que seguía dando señales de vida por la única pequeña radio que todavía funcionaba en toda Konoha. Su hija estaba pegada a Seiya, abrazándolo.

“Liliya, ¿Dónde demonios…?”

“Esto… me hace recordar” podíamos deducir por los sonidos que nos llegaron que la habían acorralado dentro de un edificio. Estaba herida, aislada y sabía que la ayuda no llegaría a tiempo. “Esto me recuerda a la primera vez que vi uno de esos. Estaba en la universidad, con algunos amigos, en la clase.”

“¿De qué diablos está hablando?”

“Creo que, ya que voy a morir, debería confesar mis pecados. Y mejor que los sepa todo el mundo, así me perdonarán” ella siguió, despreocupada como siempre. “Mi nombre es Liliya Mitarashi. Sobreviví pasando por encima de muchos, literalmente” ella suspiró. “Cuando estalló el brote yo era una egoísta, dispuesta a sacrificar a todos con tal de seguir viva. Eran mis amigos, mis compañeros… y yo sólo los dejé ser devorados a pesar de que me gritaban por auxilio. Me escondí detrás de ellos y los empujé al frente para evitar contagiarme yo misma. Esa es la clase de persona que era yo.”

“Mamá…”

“Pero ya no lo soy” declaró ella, seguramente sonriendo. “A partir de entonces he cambiado mucho y puedo decir que estoy orgullosa. Seguramente nunca seré perdonada por ellos, que murieron odiándome por dejarlos atrás, pero me sacrificaré por las personas que son mis amigos ahora. Es la penitencia que he elegido” suspiró. “Lo comprendí después de unos días sola, en compañía solo de los muertos al otro lado de la puerta. No vale la pena sobrevivir si tienes que cargar con tus remordimientos toda la vida. Por eso me alegra haber cambiado.”

“Liliya…”

“A todos los que maté y que murieron por mí, pronto me uniré a ustedes en el más allá. A Rud, el estudiante de intercambio que me invitó un café y arrojé a un zombie, lamento que no hayas podido volver a ver a tu familia. Sé que querías… reencontrarte con ellos.” Tosió con fuerza, los sonidos de los muertos cada vez más cerca. “A Saya…”

“Ya no sigas…”

“Te quiero mucho, bebé” fueron sus palabras mientras sonaba un click. ¿Dónde demonios se había hecho con un arma? Bueno, al menos no tendría que preocuparme porque volviera a nosotros convertida en una de esas cosas. Seguro que se utilizaría la última bala para darse a sí misma piedad. “Más que a nadie en todo el mundo.”

“Ahora enfrentaré mi castigo… como debí haberlo hecho desde el principio” tosió una vez más. “A todos los oyentes, ¿Ustedes también tienen algo que confesar? Díganlo en voz alta ahora.” Un momento de silencio siguió a estas palabras. “espero que el show les haya gustado y que sus remordimientos se hayan ido por fin. A todo el mundo, en este post apocalíptico desastre, muchas gracias y buenas noches. Sigan vivos un día más.”

“Liliya…” el sonido de un arma fue lo último que escuchamos. Sorprendentemente encontramos el cuerpo casi entero, sin muchas mordidas. Al parecer una vez estuvo muerta los zombies perdieron por completo el interés en ella. La enterramos en una tumba marcada, con este como el único registro de esta grabación y confesión que ella había hecho.

El valor… las personas tienen que cambiar para obtenerlo, justo como dijo ella. Puede ser que en tu vida hayas sido alguien que andaba por el mundo pisoteando a otros para seguir vivos, pero tarde o temprano tendrás que ser valiente. Por las personas que quieres hay que cambiar y seguir adelante, acabar con todos ellos.

Creo que esta no será la última entrada de mi diario, hay mucho por contar todavía. Estupideces, tonterías, muerte y destrucción… lo usual en este mundo. Ja, estoy hablando como si conociera algún otro mundo, uno que ya no existe. Supongo que esa es otra de las lecciones que aprendí de los mayores. El mundo antes de que el hombre se destruyera a sí mismo… ¿Cómo habrá sido en realidad? Ya no importa, sólo queda seguir viviendo lo más que podemos. ¿No están de acuerdo?

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? En el siguiente capítulo por fin llegará el tan esperado choque de Kages. ¿Cómo será su reunión ahora? Review!!


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