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La Sensualidad Del Amor por AnininiFIC

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Notas del capitulo:

 One Piece y todos sus personajes que aparecen en esta pequeña historia pertenecen a Eiichiro Oda, el creador de este respectivo manga. Yo solo los he tomado prestado con el único propósito de entretener.

  Él se preguntaba hasta donde llegaría el límite de su fidelidad, mientras observaba atento el balancear de esas caderas femeninas, y lo poco que dejaba a la imaginación la ligereza de su brillante vestimenta, insinuando más de lo que una señorita de nombre y apellido estaría dispuesta.

–Es peligroso que un chico tan guapo como tú vaya solo por estos lares, que las fieras no dudan al elegir sus presas –le susurró, como un ronroneo plagado de erotismo, mientras su mano se aventuraba entre caricias buscando sus muslos.

  Y no tenía duda de ello, sin embargo, había supuesto que los tragos serían su único motivo de distracción esa noche.
  No era la primera vez que visitaba aquellos bares de mala muerte, como tampoco es que le importase mucho, más allá de la calidad de la bebida que estaba dispuesto a pagar. Pero, casi como una tormentosa sombra observó entrar ese par de delicadas piernas, casi como una tempestad sintió el flechazo de su mirada sobre su presencia. Los segundos antes de llegar a su lado fueron una cuenta regresiva para su prudencia, tenuemente entorpecida por el alcohol.

  Sabía lo que esa mujer quería, no era idiota; el problema es, qué tan dispuesto estaba a dárselo.

  Había sido un estresante mes en el que apenas y salía de la empresa para tomar una ducha o buscar un cambio de ropa. La palmaria escasez de placer carnal lo tenía ciertamente ansioso y, en alguna medida, estresado. Después de todo, él seguía siendo un hombre joven, e indudablemente sano, así que sentir tan llamativamente las ganas de agarrar esas sexys curvas y hacerlas suyas por una noche no tenía nada de malo. Después de todo, ella estaba intentando seducirlo. Después de todo, qué tan difícil sería ocultar una relación sexual tan efímera como la de esta ocasión.
  Se percató, entretanto la chica jugaba divertida con los pendientes de su oreja, que ya lo había desvestido con la mirada hace un buen rato. Como también comprendió que él hacía lo mismo con ella mientras meditaba los pros de tan sorpresiva oportunidad. En verdad era una buena oportunidad.

No obstante, y muy a pesar de todos los puntos positivos con los que pudiera toparse, decidió levantarse e irse directamente a la salida del bar.

***

  Se detuvo frente al departamento cabizbajo. Pensando en él, el que estaría detrás de la puerta, el chico que lo saludaría de un dulce beso en la mejilla, sin una pizca de sospecha que por su mente revoloteó la leve intención de hurgar bajo las faldas de una sensual desconocida.

  Habían sido cuatro largas semanas sin poder verlo, sin sentirlo cerca más allá de una llamada telefónica casual o una que otra nota en el refrigerador de la cocina. Y por si fuera poco, estando a solo unas horas de respirar el dulce perfume impregnado en la piel de su amante se le ocurre dejarse seducir por una mujer sin categoría. Aunque en realidad no llegó más lejos de lo que pueden ir un par de miradas coquetas y traviesas, sin embargo, tenía la vaga sensación de haber hecho todo mal, y no supo cómo quitarse el sabor a culpabilidad de la boca en todo el trayecto hasta ahora.
  Entró, evitando cualquier tipo de ceremonia innecesaria. Apartó el saco de su traje junto con la incómoda corbata que tanto le fastidiaba la existencia, echando en el proceso una fugaz mirada al panorama que se le presentaba. El apartamento estaba impecable, como nunca lo había visto en el tiempo que llevaba compartiendo la vida con su novio. Conociendo el carácter del chico era de esperarse un nivel de orden y limpieza tan elevados, aunque, a primera vista, le resultó una sorpresa; supuso entonces que el caos llegaba junto con él al cruzar el marco de la puerta.
  Las luces estaban apagadas, a excepción de la iluminaria de la cocina, y del suave destello que nacía del pasillo interior, que rebotaba sobre el piso de madera hasta llegar a sus pupilas, y que, por el quedo susurro del agua al caer, intuyó que provenía del cuarto de baño.
  Aunque no lo deseó, su mente decidió enfocarse en aquel lugar que llevaba escrito por todos lados el nombre de ese idiota.
  Definitivamente no había nada que le recordara más a él que el ruido característico de las sartenes y las ollas dentro de la cocina. El aroma a especias sembrado por el aire mientras el movimiento de los utensilios no cesaba. Creyó, por un segundo, imaginarse que él en realidad estaba en frente, cortando y deslizando con una maestría innata los vegetales sobre el mesón, y moldeando al mismo tiempo en su rostro la sonrisa de un niño que ha descubierto un juego nuevo. Era sumamente estresante para su corazón entender que había tanto de ese maldito cocinero dentro de él, y aún así, haber soñado despierto con un encuentro sexual tan transitorio como el que le proponía esa chica.
  ¿Es que ya no deseaba de la misma manera a su áureo enamorado?

  Tenía absoluta claridad en que lo amaba, como a nadie, como a nada, ¿pero qué tan bien estaba con eso?

  Aunque también estaba al tanto que darle más crédito al asunto era como crear una tormenta dentro de un vaso de agua, pero es que jamás se había visto envuelto en una situación similar, no desde que comenzó su relación, él en verdad no tenía mucha experiencia en el amor o como sostenerlo, y se sentía enteramente abochornado y sofocado.

–Vaya, miren quien se ha dignado a aparecer después de tanto tiempo. ¿Ya has terminado con tu trabajo, marimo?

  Fue consciente de cómo se tensó su cuerpo al oír solo su voz, de cómo su corazón se aceleró, sin embargo, a estas alturas, no sabía definir si era por el hecho de haberlo extrañado, o por sentirse aterrado de encontrar una respuesta a esas pasajeras incógnitas dentro de su cerebro.
  Volteó paulatinamente, con la intención de zambullirse culpable en el azul de esos intensos ojos que lo abordaban divertidos, rozando por poco la presunción y el galanteo en un simple vistazo. Pero hubo mucho más, en tantos sentidos, que llegó a sentir una exquisita corriente eléctrica recorrer su espina dorsal.
  Ahí estaba el blondo de su corazón, desnudo, acogiendo en su estrecha cintura el cobijo de la toalla de baño, acercándose retozante y en plena sincronía con aquellas pequeñas gotas de agua que escapaban de sus cabellos, para caer sobre la suavidad de su estilizado pecho, ese pecho que recordaba agitado y con el corazón galopando a velocidad mientras hacían el amor.
  ¿Qué no se sentía atraído por su novio? Y una mierda. El tipo frente a sus ojos era el ser más sensual que podría haber visto en su vida.

–¿Qué pasa? ¿Hasta en tus pensamientos te pierdes, cabeza de lechuga? –Le parecieron contados los segundos en que tuvo el placer de ver esas torneadas y sensuales piernas insinuando más de lo que el mismo rubio desearía jamás.

  ¿Cómo era esa chica del bar? ¿Qué tan bonita era? ¿Qué ropa llevaba puesta? Ya no lo recordaba, el rubio que ahora depositaba un dulce beso sobre su mejilla parecía brillar más que cualquier traje barato de lentejuelas. Era un suave destello de su parte, pero le había ayudado a resolver todas las tontas dudas que había traído arrastrando hasta su lado.
  Se rio, porque era un idiota, y porque estaba feliz. Había sentido, al momento de apresar su cintura y arrimarse a su torso, el descontrolado latido que resonaba en su interior, al igual que lo hacía el suyo. Besó con fogosidad el cuello del muchacho que se presentó sugerente a recibirlo, y fuertemente lo abrazó, como lo haría un hombre abrazando al sol.

–Hey, parece que tienes ganas de hacerlo –se carcajeó el chico.

  Suavizó con un suspiro aquellos segundos de silencio, en los que, sin poder evitarlo (sin querer evitarlo) plasmó una mansa sonrisa sobre sus labios. Su problema ya estaba resuelto.

–Solo contigo, cocinero.


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