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Ahora soy uno de ellos. por javithabadeer

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Su formación como guardia real se había completado cuando había logrado ser reconocido como un buen tripulante, se sabía que el Sátrapa tenía intenciones de volver a abrir los puertos, comercializar con el exterior como se había hecho en antaño. Ya había escuchado las dos versiones, una de ellas decía que lo hacía para salvar a su reino de la pronta falta de alimentos, y la otra que lo hacía para llenarse de riquezas y conquistar otras islas. Cualquiera que fuese sus intenciones, no le importaba mucho, sólo buscaba ganarse la vida y ser un guardián era lo mejor de lo mejor.

En esos momentos, ya habían terminado de cargar el barco con lo necesario para el viaje, eran más o menos dos días para llegar hasta Calabacín, una península en la que sólo habitaban humanos, monjes y sacerdotes que estudiaban la palabra de Sa para luego servir en las distintas áreas de Belladhona y Bartolome. La existencia de la raza humana estaba casi en extinción, los que predominaban era una raza superior que había combinado sus genes con animales naciendo así una nueva especie, Lycan. Aquello había sucedido hace milenios, actualmente la raza humana pericia debido al ecosistema en el que ahora se encontraban había cambiado, los rayos ultra violetas eran más potentes, por lo que se ven obligados a siempre estar enfundados en ropa. Muchos de ellos vivían en el centro de Bartolome, como una clase que sobrevive por sus esfuerzos, estos actualmente representaban un 15% de la población total. En cambio los Lycan, habían adaptado su cuerpo para las nuevas condiciones del ambiente, gran parte de la población es hombre, ver a una mujer de esta raza es bastante difícil, por lo que la genética ha obligado a algunos cambiar sus órganos reproductores para tener ambos sexos pudiendo así dar hijos.

-¡Dárelion! -Llamó alguien. -El Sátrapa está por llegar, ¿Está todo listo? 

-Así es capitán. -Aseguró este.

Estaba en medio de la cubierta, como primer oficial debía ver que todo estuviera en orden, que las cargas hubieran sido subidas y almacenadas de manera correcta, que estuviera en perfectas condiciones el camarote que se había preparado para él. Debido a eso,  el capitán dormiría en el camarote del primer oficial, por lo que él tendría que dormir en el tercer camarote, era el más pequeño, pero al menos estaría en un lugar solo para él, no como los tripulantes que debían compartir abajo. 

-Bien, que todos aborden, el Sátrapa querrá salir de inmediato. 

-¡Si señor! 

Y con ello fue hasta combés, podía ver el puerto de los tres ducados, hace diez años que había comenzado una vez más a funcionar, si bien no se salía más allá de Mentecacia, era beneficioso para muchos las nuevas oportunidades de poder extraer alimentos y riquezas del mar. Alzó una mano y con ello hizo un ademán para que todos subieran, algunos sólo estaban esperando en tierra indicaciones, otros terminaban de subir provisiones. Nadie entendía porque llenaban el barco con tanta comida, el viaje no duraría más de dos días hasta Calabacín, sin embargo, no quiso preguntar,  entendía que quería salir al exterior como antaño, pero llevar todo el peso a la península lo veía ilógico. Quizá esperaba que lo sacerdotes bendicieran todo antes de partir mar adentro. 

Pocos minutos después tuvo a todos sus hombres abordo, todos eran lycans, antiguos soldados que habían estudiado sobre navegación para poder estar ahí. Él era uno de ellos, lo habían escogido como primer oficial, ya que, era bueno resolviendo problemas y nadie se atrevería a desafiarlo. Las trompetas sonaron anunciando la llegada de su líder, todos se formaron una línea recta para así recibirlo. Iba rodeado de guardias, más por protocolo que por miedo, todos respetaban al Sátrapa. Usaba un traje en un tono calaíta con adornos de cristales y plumillas, era un Lycan alto, pero no tanto como él. Usaba el cabello largo en una melena que llegaba a sus caderas, tenía alrededor de setecientos años, un hombre bastante viejo, único en realidad. Las leyendas que había relatado sobre la gran batalla contra el mar eran lo único que tenían sobre aquellos tiempos. 

-Bienvenido, Sátrapa Keiro. -Comenzó el capitán. -Esperamos sea un viaje cómodo para usted. 

-Lo será, no te preocupes Dacio. -Respondió con su voz profunda. -Iré a mi camarote, avisadme cuando lleguemos a puerto. 

-Si mi señor. 

Tres jóvenes Lycans siguieron al Sátrapa, constantemente el adoptaba nuevos adeptos para su séquito, cuando los jóvenes dejaban de gustarle los dejaba bajar a Bartolome para atender a Slayers en los prostíbulos. Todos ellos terminaban con el sello real, en la nuca se quemaba con oro caliente el emblema del Sátrapa, un grifo parado en sus dos patas traseras extendiendo sus alas. 

-A sus puestos. -Ordenó el capitán Dacio. 

El barco salió del puerto, el viento soplaba bastante por lo que las velas eran impulsadas por este, el capitán permanecía a cargo del timón moviendolo a través de la cabilla. Por su parte sólo vigilaba que sus hombres hicieran lo que debían, algunos limpiar la cubierta, otros en asegurar las cuerdas. Las había tomado media hora alejarse un tanto del puerto, desde ahí, solo debían estar atentos a órdenes. 
Ya sin trabajo se acercó hasta la proa del barco, se quedó mirando las olas mecer la nao con suavidad, no era primera vez que estaba en una galera, había hecho viajes a Mentecacia, pero no era lo mismo que viajar hacia el interior del mar, donde los misterios y criaturas eran inciertas. 

Las nubes se tornaron negras durante el atardecer, para cuando los soles bajaron comenzó una tormenta que empapó hasta los huesos. El viento soplaba con fuerza por lo que tuvieron que proteger las velas y asegurar los nudos. La cubierta estaba resbalosa, más de alguno casi cayó al agua.  Mientras ellos sentían sus músculos entumecerse, el Sátrapa festejaba un festín de alimentos con sus hombres.

Llegaron al puerto de Calabacín a la mitad del segundo día, la tormenta se había alejado hacia el interior de la selva que rodeaba la costa y acantilados. Bajaron en puerto y ayudaron con las tendencias del Sátrapa, serian hospedados algunos dentro del monasterio. 


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