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Ahora soy uno de ellos. por javithabadeer

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Avanzó con prisa por el pasillo, era ancho y de grandes ventanales en el costado, en lo más alto tenían vitrales pintados, todos tenían siglos de estar ahí y seguían con su maravilloso color, se decía que la pintura estaba impregnada en el cristal, como si este de manera autónoma hubiera cambiado sus tonalidades para mostrar aquellas figuras detalladas. Su túnica de tono cerúleo ondeaba a sus pasos, una capucha cubría su cabeza ocultando así sus cabellos de tonalidad grisácea. A su lado un tótem volaba intentando seguirle el paso, era un pajarillo pequeño de las aguas del sur, desde siempre había estado a su lado, no recordaba que algún Sa se lo hubiera dado, su presencia lo acompañó desde que tenía conciencia. 


-¡Date prisa! ¡Date prisa! -Gritaba el tótem en un tono agudo.


-Eso intento. -Respondió mirándolo de reojo.


Iba con apuro, estaba atrasado a la reunión que le habían dicho que podía asistir, pero se le había ido el tiempo en el salón de pintura, había estado muy concentrado pintando los cristales que no se dio cuenta que él ya había arribado a Calabacín. Sus delgados dedo estaban teñidos con pintura verde y amarilla, simplemente había soltado los pinceles y luego corrió por los pasillos, se encontraba al otro extremo del monasterio.  Bajó la vista a sus manos, intentó quitar el color al frotar su piel, pero no mucho efecto tenía aquello. Cuando volvió a mirar al frente casi chocó con alguien, con un jadeo casi cayó al suelo, sin embargo, logró mantenerse de pie. Al alzar la vista pudo ver a un Lycan, era muy alto y de musculatura ancha. Era un guardián real, lo notó de inmediato por su vestimenta ornamentada con el símbolo de Belladhona.


-Mil disculpas. -Dijo este y así siguió adelante.


Su tótem logró alcanzarlo y descansar en su hombro enterrando sus garritas en su túnica. Giró en el pasillo y así dejó de correr, tomó aire para luego detenerse frente a una enorme puerta, en ella había el símbolo que pertenecían a los monjes del monasterio, un macho cabrio de cuernos enroscados y ojos de gemas brillantes. Sólo verlo le daba escalofríos, era un animal sin duda poderoso y en la puerta se veía imponente, pero al mismo tiempo pacífico y misericordioso.


Subió una mano de manera vertical quedando su pulgar junto a su nariz, la mano izquierda la puso horizontal tocando la muñeca de su otra mano. Con aquel ademan comenzó con un pequeño rezo, siempre lo hacían para ingresar al salón, aunque era la primera vez que tenía el privilegio de asistir como oyente.


-z98; Ten Misericordia. Fuerza. Misericordia. Fuerza.z99;-Susurró con los ojos cerrados.


Apoyo sus manos sobre la puerta, las gemas destellaron y así la abrió ingresando en el enorme salón. Ahí aguardaba el Sátrapa Keiro, era más bajo que los Lycans que llevaba de guardias, pero más alto que él. De apariencia ya no tan joven pero radiante, virtuoso. Nadie se percató que llegaba tarde, sin hacer ruido se unió al resto de los sacerdotes subiendo por una escalera hasta las largas bancas del pequeño anfiteatro.


-Gracias por recibirme, que Sa nos acompañe esta tarde. -Comenzó el Sátrapa. -Sé que mi presencia no fue anunciada con mucha anticipación, pero sentí que era mucho mejor hablar del tema en persona en vez de enviar una carta que tomaría días o semanas en llegar a mi con vuestra respuesta. Como ya saben, hemos estado en espera a que ustedes nos den la bendición de volver a navegar, mis hombres han traído reportes de las islas locales y las serpientes marinas que alguna vez acecharon nuestras costas ya no existen.


-¿A donde quiere llegar? -Preguntó un sacerdote de edad.


Su rostro estaba arrugado y sus cabellos ahora eran blancos como la espuma de mar, se había levantado de su asiento para hablar y luego volvió a sentarse. El Sátrapa sonrió levemente a su pregunta, este igual tenía los cabellos blancos, pero era por que gran parte de los Lycans eran albinos y de piel morena.


-Que acepten mi petición, que me permitan visitar a las naos para ver cual de ellas estaría dispuesta a ser desencallada.


-Las naos están protegidas en la ensenada. -Respondió un sacerdote. -Quizá ya ni recuerdan como navegar.


-Imposible, para eso han sido creadas. Sólo pido vuestra bendición, que hablen con Sa y me autoricen llevarme uno de los barcos.


-Los barcos son de vuestra de propiedad, pedirnos autorización es absurdo. -Declaró un joven sacerdote levantándose de su asiento. -Pero si es discutible nuestra bendición, pero no la haremos con usted presente, el consejo discutirá y según el pronostico deliberará que es mejor. Sa nos ayudará a tomar la mejor decisión.


El sátrapa tensaba la mandíbula, para cuando terminó de hablar sólo sonrió y asintió con la cabeza, hizo un ademan para expresar su gratitud con todos los presentes.


-Muchas gracias, espero que Sa les haga entener mis intenciones.


La reunión acabó con ello, la verdad es que no le interesaba mucho la política, su área era la cristalería, el recomponer sueños y sanar, prefería estar en enfermería que en esas reuniones, pero debía ser un sacerdote completo si quería ser una extensión de Sa. Salió junto a todos los otros Sa', algunos hablaban entre sí en voz baja de lo que había ocurrido, otros sólo se marchaban, quizá para hablar de la reunión con otros. Por su parte sólo se alejó por el pasillo, su mano derecha acarició el pecho del pequeño tótem que seguía en su hombro. 


-Vamos a terminar de pintar los cristales. ¿Qué te parece? -Preguntó este mirándolo de reojo.


-¡Quiero comida! ¡COMIDA! ¡COMIDA! -Exigió el ave. 


-Shh.... Ya, no grites. -Le pidió este y así se salio de la formación yendo por un pasillo.


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