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EL FRUTO DEL PARAMO por Ashtad

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Notas del fanfic:

Todos los personajes le pertenecen a DC/ Warner Bros.

Notas del capitulo:

ALGUIEN DIJO OMEGAVERSE?!  (9*3*)9    xD JAJAJA...

<3 

***


-Tus… tus ojos son hermosos. ¿Qué color son?


-No lo sé, verdes.


-Es el verde más bonito que he visto. ¿Puedo acompañarte a casa?


- >tt< No.


***


 


El sol amarillo desprendía su calor ameno que se comenzaba a impregnar sobre la Tierra que hace unas horas descansaba tranquila, la pequeña casa nunca había sido de las que oponían resistencia cuando el día recién comenzaba. Las cortinas color crema y los grandes ventanales de esa habitación hacían más fácil la tarea de los rayos de entrar y, en muchas ocasiones, molestar con su brillo sobre los delgados párpados de quien dormitaba plácido en la pequeña cama.


La casa se encontraba bordeada por una gran cantidad de árboles que ayudaban a mantenerla fresca durante el verano y que en los meses de otoño lucían, como ahora, sus abrigos rojos imitando las llamas de las antorchas. Los animales despertaban con los cantos del alba y la vida en general resultaba tranquila a pesar de las cargas de trabajo que podían llegar a tener las familias promedio de aquella época.


 


Los Kent eran una pareja de betas contenta que se dedicaba al comercio. Al ser dueños de grandes extensiones de tierras también eran los más reconocidos mercantes del pequeño pueblo donde vivían. La granja había sido difícil de levantar pero la joven pareja había sobrepasado cualquier obstáculo y ahora vivían cómodos junto a su único hijo quien aún permanecía encerrado en su habitación junto a su inseparable amigo.


 


-Hey, es hora de levantarse- Jonathan giro dos vueltas antes de descubrir su rostro de aquella cobija café que le habían regalado en las fiestas pasadas.


 


-Aún es temprano, hay que dormir un poco más.


 


-El sol ya está en lo alto Kent, y tus padres ya se fueron.


 


Cada tres finales de mes los padres de Jon debían marchar dos días hacia la hacienda central que regulaba los grandes comercios como los suyos. Aquella era una actividad aburrida pero necesaria para un control definido y eficaz.


 


-Sabes Dami? Estaba soñando contigo.


 


->tt<


 


-La primera vez que me fije en tus ojos lo recuerdas?, teníamos como seis años.


 


-A partir de ese día me molestaste dejándome en casa cada vez que nos separábamos.


 


-Me aseguró de cuidarte.


 


-Sé pelear mejor que tú.


 


Ambos chicos habían sido amigos casi desde que nacieron. Con los tres años de diferencia que le sacaba Wayne a su jovial amigo sus aventuras eran tantas que les faltaban dedos para enumerarlas. Su amistad derivaba de la de sus padres quienes, al igual que ellos, compartían cientos de episodios de todo tipo.


A pesar de que la familia de Damian era una de las más adineradas en todo el país su fraternidad con aquel muchacho de campo traspasaba cualquier lineamiento de la estricta sociedad donde ambos se desarrollaban.


 


-Se lo prometí al Señor Wayne.


 


El padre de Damian, un hombre refinado que respondía al nombre de Bruce Wayne era el más exitoso y reconocido inventor de la época. Él había sido el responsable de muchas de las máquinas que se emplearon en el campo médico durante las épocas oscuras de la guerra. Sin embargo sus verdaderos horizontes eran mucho más ambiciosos. Bruce a pesar de su naturaleza alfa buscaba a pie de lucha la igualdad entre todas las castas; varios de sus nuevos productos giraban en torno a la misma misión: ayudar a los omegas.


Aquel fiel pensamiento lo había adquirido de la amorosa familia donde creció. Su padre, un alfa justo, y su madre, una omega indomable, le habían enseñado la verdadera cara de su naturaleza; una condición donde no importaban las castas sino el amor que se demostraba con actos cargados de rectitud.


Después de una horrible muerte de ambos progenitores la vida del joven Bruce se ennegreció a causa de un trauma que a base de constante disciplina supero; pero no fue hasta la llegada de sus hijos que aquel pasado sombrío tomo color nuevamente. Sus cachorros, a quienes les inculcó los mismos ideales con los que él mismo se formó, crecieron para volverse buenos hombres.


Dick, el mayor, había resultado ser un beta amable que conquistaba con su carismática sonrisa y elocuencia agradable, el muchacho había optado por el camino de la ley y justicia convirtiéndose en abogado ganando un volátil prestigio resultado de su esfuerzo dedicado y temperamento relajado.


Después estaba Jason, el más problemático de sus cachorros quien era un alfa de gran porte y carácter semi ligero. Desde pequeño había mostrado rasgos de ser un líder nato y cuando optó por volverse policía no sorprendió a muchos. Aquel alfa era como un hades sobre la Tierra, con sus sensuales ojos verdes salpicados de azul y la fuerza de sus puños era capaz de hacer hablar a cualquiera una habilidad muy apreciada en los interrogatorios.


El tercer hijo era un beta bastante inteligente que ascendió prósperamente en la rama de la medicina. Tim era el más reservado de los chicos y aunque su porte apuesto lo hacía resaltar en las grandes multitudes era su cerebro lo que más cautivaba a la gente. Cuando apenas había cumplido dieciséis años su camino claro se abrió de par en par hasta posicionarlo como uno de los mejores cirujanos solo cuatro años después. Sus pláticas eran como viajar sin la necesidad de salir cautivando a soñadores como a realistas a la par sin ninguna dificultad.


El último era Damian de dieciocho años de edad. Dos veces se le había practicado el examen de castas y en ambas salía como beta. Él chico era el único de los cuatro que aún no definía su camino. Era bueno en tantas cosas que a su familia se le hacía difícil visualizarlo en una sola labor; el arte, los combates, el deporte, la música y su pasión por el bienestar de los animales.


 


Damian disfrutaba de gastar su tiempo junto a Jonathan Kent y aunque discutían por los detalles más mínimos sus tardes de diversión valían cualquier daño al hígado.  Justamente ese fin de semana el más joven de los Wayne se había quedado en casa de los Kent.


Bruce, Tim y Dick habían viajado a la capital y no estarían por seis o nueve días mientras arreglaban su último gran, y polémico, invento. El millonario estaba convencido que la decisión de tener hijos era algo que concernía a ambas partes (alfa- omega) y no solo arbitrariamente como siempre se había hecho. Las normas sociales siempre habían dictado que los omega no podían decidir en muchos ámbitos (social, cultural, política, etc.) y aunque Bruce estaba más que consiente que él no sería capaz de cambiar todo eso, si estaba seguro que podía ayudar contribuyendo su parte. Por tal motivo ahora viajaba a lo que sería una pelea legal ardua para que se aprobaran los “supresores”; un tipo de píldoras que evitaban el embarazo y que ayudaban a que los celos de los omegas pasaran con menos molestias y sin la estricta necesidad de un alfa. Wayne deseaba que aquella casta fuera capaz de decidir por lo menos sobre ellos mismos. El número de hijos era de su juicio y se debía respetar.


 


Aquella tarde de septiembre pintaba prometedora para los más jóvenes que, ignorantes de las vueltas del destino, se alistaban para una jornada vivaz  llena de asombro y algunos cuartos golpes. Jonathan Kent de quince años era un prometedor inventor de ingeniería. Las paredes de su habitación y su almacén de trabajo estaban repletas de esquemas y dibujos de prototipos de aviones, barcos, submarinos y cualquier otro aparato extraño que asaltara la joven mente del chico. Sus modelos más jóvenes los guardaba en el ático de su casa mientras que los más maduros se mantenían bajo llave en su almacén privado donde solo tenía acceso él y Dami.


Ambos amigos iniciaron su rutina con un desayuno rapido que consistía en huevos fritos y fruta fresca, tomando sus morrales salieron al patio trasero donde el pequeño laboratorio improvisado esperaba ansioso el aroma de aceite y metal quemado.


Ese día estaba celosamente programado para las pruebas de un avión eléctrico que era capaz (según los cálculos de Kent) de atravesar una región de tres kilómetro y más de bosque sin problemas. No era la primera vez que hacía el intento; ya antes se había arrojado de aquella empinada bajada que usaba como rampa tratando de cumplir sus quimeras, en todas esas pruebas lo único que había conseguido había sido quebrar las alas del avión y partes de su cuerpo también (incluyendo a Jon por supuesto). Damian solía sentarse junto a su amigo y mientras este se enfrascaba en sus proyectos el pequeño Wayne gustaba de dibujar, componer melodías que después le enseñaba al fiel mayordomo de la casa del murciélago o más frecuentemente entrenar sus técnicas de combate y manejo de la espada.


Sin embargo esa prueba era diferente a las anteriores donde solo Jon se arriesgaba (por petición propia); ese modelo era la última y mejor versión del aparato y en la ocasión anterior que lo había probado había funcionado en una distancia decente, sin percances dolorosos o explosivos así que ahora con las mejoras que le había realizado estaba seguro que alcanzaría su ansiada meta. Por tal motivo en aquel vuelo ambos chicos subieron mientras cruzaban los dedos a espera de que solo lo mejor les pudiera pasar.


Empujando la pesada nave la llevaron con mucho esfuerzo por el camino marcado que conducía a la rampa de vuelo. El avión era pequeño y su capacidad era para solo dos personas, estaba pintada de dorado y los tornillos cobre resaltaban por sobre el metal, los asientos forrados de rojo carmín habían sido un regalo del padre de Damian quien veía con buenos ojos las ambiciones de su ahijado, las palancas eran delgadas pero se mantenían firmes cuando se les movía, un pequeño parabrisas de dos piezas protegía el frente, las alas eran el triple de largas de una mesa pequeña y por último la punta chata tenía un par de hélices extras que le ayudaban a redireccionar sus movimientos.


 


-Lo sigo diciendo Jon, esta cosa no es un avión- señaló con la cabeza ya que sus manos se mantenían ocupadas acomodando los dos morrales que ambos habían preparado con comida y algunos cuantos artilugios más- es un planeador.


 


-Un planeador no necesita motor y sus alas son más largas- declaro seguro mientras terminaba de llenar el compartimento de agua con el que contaba para enfriar los motores- además los aviones suelen tener los fuselajes más amplios para transportar más pasajeros, equipaje y carga.


 


-Me llamaste carga?- Damian sonó indignado cuando pregunto.


 


-No, te llame equipaje.


 


Antes de que el demonio iniciara una pelea Jon se adelantó para abrir la puerta de copiloto y que su amigo entrara, Damian lo vio con mala cara justo como siempre lo hacía cada vez que el bobo de Kent lo trataba de aquella forma. Al principio se había sentido incómodo, después de superar aquello lo abrumó un coraje por sentirse ser tratado como si fuera débil o delicado (Damian Wayne no era ninguna de esas dos cosas), sin embargo al comprobar amargamente que no importaban sus rabietas ya que Jon se continuaba comportándose igual opto por aceptar a regañadientes los constantes gestos de atención que su colega le brindaba.


Tronando la lengua una última vez antes de subir se acomodó en aquel asiento reclinado soportando estoicamente las ganas de pegarle al más alto que lucía una sonrisa de oreja a oreja. Jon se apresuró para tomar el asiento de piloto. Verifico que la pista estuviera despejada y que nada fuera de lo planeado lo sorprendiera.


Ya dentro de la nave se colocó unos guantes de piel tono café que le hacían más fácil manejar las palancas y demás piezas; encendió primero un solo motor y sin más tiempo que perder quitó el freno que detenía las diminutas llantas que pronto iniciaron a girar en dirección de las manecillas del reloj, corrió varios metros más y Jon encendió el segundo motor, sus manos se movían suavemente hacia arriba sosteniendo con firmeza la palanca que era el volante. Wayne mantenía su rostro serio ocultando el nerviosismo de tener que brincar hacia la rama de un árbol para no explotar junto al “no planeador” que había construido su amigo.


Y entonces lo que tanto se esperaba que sucediera les paso. La nave empezó a ganar una altura constante que pronto los llevo hacia lo más alto, cruzando sin dificultad las primeras copas verdes de los pinos. Aun no era momento de celebrar y ambos pasajeros lo sabían, conteniendo los comentarios los muchachos esperaron más tiempo hasta que rebasaron el kilómetro un cuarto sabiendo que aquel era el vuelo definitivo que recompensaba al joven ingeniero con la admiración de su amigo y el viento en su cara se lo aviso alegremente.


El cielo estaba salpicado por muchas nubes blancas que hacían el color azul más hermoso, las hojas de los árboles lucían brillantes y frescas, el viento agradable les removió los cabellos y en general la vista de las montañas los colmó de emoción. La naturaleza era más exquisita desde esa altura, algunas aves que los veían pasar lucían molestas por el hecho de que su territorio fuera invadido.


 


-¿Y bien compañero, no vas a decir nada?- por fin Jonathan rompió el silencio, sus ojos se clavaban hacia el frente pero sonreía sin ocultar su ego.


 


-La próxima vez lo volare yo- sonrió de lado. La experiencia lo había hecho olvidar su mal carácter anterior.


 


-Claro que no lo harás- el piloto se quitó los goggles redondos que le protegían los ojos del polvo y girando solo un poco su torso se percató de la pose relajada del otro.


 


-Ya lo veremos JonyBoy- Dami se inclinó en dirección a Jon y este último hizo lo propio, cuando ambos estuvieron lo suficientemente cerca las manos del copiloto acunaron el rostro ajeno para darle un pequeño beso en los labios- buen trabajo- reconoció antes de alejarse.


 


Jonathan sonrió emocionado. Ambos amigos habían desarrollado durante todos los años de amistad que tenían el gesto de felicitarse con pequeños besos. No recordaba cuándo habían comenzado con la costumbre pero les gustaba tanto que jamás se lo preguntaron. Así era su relación, como un sube y baja que jamás se mantenía quieto, dándoles diversión refrescante que los salvaba de lo aburrido o cotidiano. Volaron en silencio disfrutando cada uno del momento, grabando en sus conciencias los colores azul, blanco y verde con entusiasmo. Todo marchaba a la perfección hasta que el piloto palideció levemente y su semblante relajado comenzó a arrugarse un par de milímetros ya que luchaba para no mostrar lo que Damian ya había notado.


Su expresión angustiada era una de las más fáciles de leer en aquel rostro ya no infantil del joven Kent que al igual que a su padre se le podía comparar con un libro abierto. Cuando Damian pregunto el motivo de aquel rostro y la discusión que sostuvieron porque Jon no quería decir nada fue que por fin confesó afligido.


 


-No tengo idea de cómo aterrizar.


 


-¿Cómo diablos no vas a saber?


 


-Si sé aterrizar, es solo que…


 


-¿Solo que qué Jonathan? Te das cuenta que estamos volando muy muy alto cierto.


 


-Damian, para ser honesto no creí que en verdad funcionara… Yo, yo no planee donde aterrizar.


 


-Debes estar bromeando Kent- el heredero de la casa Wayne no sabía si molestarse o espantarse. Un rayo de esperanza le decía que esa solo era una broma de mal gusto pero se nublo su ilusión cuando Jon pareció sopesar la idea de brincar- como mierdas es que somos amigos!- exhalo frustrado- entonces da vuelta y regresa por dónde venimos a la misma rampa.


 


-Bueno… eso no va a ser posibles- los ojos turquesa lo observaron inquisitivos ganándole las ganas de tirarle un puñetazo- el combustible se agota.


 


-Si salimos con vida de esto te juro que yo te mato.


 


-Tranquilo, ya se me ocurrirá algo. Yo te cuido.


 


Justo cuando Damian estaba por soltar una buena lista de insultos una luz roja acompañada de la alarma más molesta que a alguien se le pudiera haber ocurrido lo cortó de tajo. Los ojos de más joven se abrieron más de lo que planeaba y cuando ambos pares de ojos hicieron contacto Dami supo de nada bueno sucedería después. La pequeña nave comenzó a descender con mucha velocidad, las manos enguantadas del piloto trataron con fuerza de subir el mando y las alas delgadas empezaron a tiritar asustando a ambos pasajeros. La velocidad con lo que sucedió todo había sido abrupta y extrema. La panza del vehículo había impactado primero con las copas de varios árboles que por fortuna soportaron el castigo del metal, después una arboleda baja les ayudo a seguir su descenso aun sin recibir grandes golpes. Jon ya no tenía el control del aparato que brincaba y rompía las ramas más débiles; lo único que atino a hacer el ex-piloto fue abrazar a su amigo con la intención de protegerlo de las hojas y madera que sucumbían al paso de su monstruo de metal.


Después del terrible estruendo y el grito de mil aves que salieron espantadas un silencio gobernó el bosque en los cuatro puntos cardinales. Silencio. Tal vez cinco minutos después fue que los chicos con el corazón en la boca se atrevieron a moverse. Jonathan aun sostenía entre sus brazos a Damian quien por primera ocasión guardo silencio, los cabellos negros de ambos estaban revueltos con hojas y ramas, sin decir nada bajaron del destartalado cacharro que ahora solo tenía una de sus alas; con cuidado, porque les temblaban las piernas, volvieron a sentarse pero ahora sobre la tierra.


 


-¿Es… estas bien?- nada propio de él, Damian tartamudeo.


 


-Creo que si- se tocó la cara, el pecho y las piernas- ¿Tú como…? Auch!- Damian le dio un golpe en el brazo callando su pregunta- tomaré eso como un si… lo lamento, pero en mi defensa te dije que aún no era seguro.


 


-Levanta ese trasero tonto tuyo Kent. Debemos encontrarnos.


 


Así de rápido se había recuperado el más bajo dejando impresionado al otro quien tenía las piernas como gelatina y el corazón todavía fuera del tórax. Fue hacia su pequeña creación agradeciendo que ella fuera la destruida y no ellos.


Sacando lo que quedaba de su aparato de la maleza que les había servido de amortiguador y como freno se puso a rebobinar el incidente y a revisar los esperpentos. Damian lucia tranquilo pero lejos estaba de sentirse de esa forma; una vez se pusieron en movimiento (donde solo Jon empujaba el cacharro) creyeron haber encontrado el camino hasta percatarse que solo recorrían la misma zona una y otra vez. Con mucho letargo la mente del pequeño granjero fue funcionando correctamente y pronto empezó a localizar sus pasos ubicando la posible salida de su embrollo, el silencio era agradable ya que le ayudaba a pensar con lucidez pero tarde se percató que aquello era inusual.


Sin insultos, reclamos, amenazas o regaños.


Además de eso Jon era quien lideraba la caminata dejándolo confundido. Cuando se percató de los hechos rápidamente se volteó en busca de su amigo quien caminaba lentamente tras de los pasos metálicos de las ruedas; Damian se abrazaba a sí mismo y mantenía la cara hacia sus pies contemplando apenas lo que le rodeaba. Un comportamiento jamás antes visto y que le espanto más que sorprenderle.


Kent dejo lo que hacía y se le acercó, sujetándolo de las caderas lo arrimo a su cuerpo con el propósito de observarle. Su piel canela lucia opaca, sus labios resecos carecían de su tono rosado; le miro las piernas que solo eran cubiertas hasta las rodillas por esos pequeños pantalones que le había prestado esa misma mañana y pudo notar la debilidad de estas.


 


-¿Qué te ocurre Dami? ¿Te lastimaste algo? ¿Quieres que descansemos?


 


Damian se había sentido mal desde que bajó del avión. Sin embargo su orgullo le impidio quejarse y su dignidad le obligó a andar. Se sentía enfermo, como cada vez que pescaba un resfriado. Al inicio había sido soportable pero cuando la adrenalina empezó a disminuir el malestar inicio a incrementar dejándolo sumido en aquel patético estado.


 


-No podremos llegar al pueblo- comento cada vez más mareado el heredero Wayne- ya está demasiado oscuro para seguir podemos perdernos con más facilidad.


 


-Lo sé- respondió acongojado por la manera en que sus preguntas habían sido ignoradas- mis papás tienen una casa cerca de aquí, ahí es a donde vamos- comentó sacando de la pequeña cajuela del avión uno de los morrales que previamente habían preparado.


 


-Como lo sabes?


 


-Para llegar al pueblo estamos bastante lejos, pero para la cabaña es medio kilómetro o menos, lo sabrías si vinieras conmigo a las vacaciones de…


-Enserio quieres discutir eso ahora Kent?- su cuerpo tirito violentamente, su cuerpo le pesaba.


-Lo lamento- se colocó el morral en el pecho e hincó una rodilla sobre la tierra quedando de espaldas pero delante a su amigo- anda súbete a mi espalda te llevare cargando.


 


-¿Y tú planeador?


 


-No es un planea… solo, olvídalo y súbete… eres más importante tú.


 


-No quiero, puedo caminar por mí mismo- aquello lo había dicho su orgullo ya que su cuerpo le gritaba que se dejara llevar o que sencillamente se acostara en uno de los asiento del destartalado avión.


 


-Eres un bobo- lo regaño- no sea necio y hazlo, mientras más tiempo te tardes más difícil será llegar.


 


-Esto es indignante- frunciendo el ceño obedeció, sentía el cuerpo adolorido, su espalda le mataba y la cabeza de pulsaba sin parar, en sus oídos un molesto zumbido le producía jaqueca.


 


Así a cuestas lo llevo por entre los arbustos. El papá de Jon era un hombre apasionado por la naturaleza y aquel amor se lo había heredado a su hijo quien se movía sagaz por el terreno hostil. Cansado pero satisfecho llego a la colina donde la cabaña se alzaba solitaria. Ese lugar solo lo usaban cuatro veces en todo el año, el resto de los meses permanecía vacío y aunque constantemente se enviaba a algún sirviente a revisar que todo estuviera en orden y a que limpiara el implacable polvo el sitio lucía lúgubre y encantado.


Rompiendo una ventana fue como entraron. Una vez en el interior Jon considero por medio segundo la idea de dejar a Damian para ir por su maltrecho avión pero cuando sintió la piel de porcelana arder en fiebre todo pensamiento de alejarse más de un metro se le esfumaron como el humo del tabaco. Lo llevó hasta la que usaba como habitación cuando se quedaban ahí todos los Kent y lo acomodo en la cama apenado por la expresión de sufrimiento de su colega.


Se despojó de su chaqueta y con ella cubrió el cuerpo tembloroso del mayor, aquella situación le espantaba y Jon comenzó a creer que él mismo también era víctima de esa espontanea enfermedad que aquejaba a Dami ya que un terrible y bochornoso calor se apodero de su cuerpo dándole ganas de quitarse la camisa. Un quejido del convaleciente le abofeteó haciéndolo reaccionar al instante, bajando las escaleras de tres peldaños a la vez llego a la planta baja donde se encargó de conectar la luz, encender la calefacción y abrir la toma de agua.


Con un pedazo de la manga de su camisa y agua fría fue limpiando la frente ardiente de su amigo. Le dio de beber agua, lo cubrió con una delgada sabana que cubría el colchón de la cama y lo sujeto de la mamo hasta que el chico fue vencido por el sueño ya con la temperatura controlada.


Jon había quedado somnoliento en una silla cercana a la cama y allí permaneció hasta entrada la madrugada cuando sintió algo inusual a su alrededor. Primero no supo ubicar que era eso extraño que parecía dominar todo su alrededor. Abrió los ojos asustado, las plantas de las manos le picaban como pequeñas agujas, un molesto calor se le instaló en el pecho sofocandolo y obligandolo a jadear para saciar su sed de oxigeno, sus papilas comenzaron a segregar más saliva y su nariz inicio a percibir tantos aromas que le provocaron un leve vuelco al estómago hasta que un pequeño gimoteo le devolvió el control de su cuerpo; aun preso de esa marea de sensaciones se colocó de pie con la intención de remover la sábana que cubría un cuerpo débil por la temperatura; cuando lo hizo casi se cae de espaldas por lo que encontró.


Ahí entre las almohadas se encontraba Damian, tocándose la entrepierna por encima de la ropa mientras olía con intensidad la chaqueta azul de Jon con la que lo había cubierto recién llegados. Una sola mirada entre ambos, como un choque de dos trenes impactando con violencia, bastó para desatar el tornado. Sin pensar porque Jon se arrojó sobre su amigo quien gustoso se abrió de piernas y brazos para acunarlo, ambos comenzaron a besarse torpemente ya que estaban por completo ansioso, casi desesperados, sus cuerpos se frotaban liberando constante un par de esencias.


Una vez terminaron aquel beso y se separaron en busca de aire, nuevamente se observaron, en completa penumbra Jon lo supo “es un omega” perdiendo el mundo por completo cuando un nuevo gemido necesitado salió de la garganta de Dami.


Un alfa” suspiró mentalmente ansioso Damian de ser tocado por aquellos dedos ásperos que le empezaron a desnudar. El resto fue puro y completo placer instintivo.


Tan primitivos como la naturaleza se quitaron lo que les estorbaba; la entrada del omega se comenzó a dilatar rápidamente reaccionando a las hormonas dominantes que gobernaban la habitación. Casi no hubo preámbulo para la penetración rígida que le abrió sus paredes vírgenes arrancándole gemidos. Las manos de Damian sujetaban con firmeza la cama pero cuando Jon se percató del acto se sintió molesto (absurdamente celoso) de que su amigo prefiriera tocar aquel ente sin calor que a él. Por eso fue que colocando las manos de Damian sobre sus hombros lo amino con buenas embestidas a aferrarse a su espalda, sintiendo un placer glorioso cuando unas refinadas uñas le comenzaron a desgarrar la piel.


 


Y entonces, cuando ambos estaban a punto de terminar, la poca conciencia llegó sobre el recién enterado alfa quien gruñendo enfadado consigo mismo salió de aquellas estrechas paredes antes de eyacular. Sin embargo un sacrificio tan grande como el de no anudarse dentro aquella magnifica entrada ameritaba una recompensa a la par y al parecer ambos lo sabían ya que en ese instante Damian levantó el mentón con toda la intención de ofrecer su cuello, justo ahí donde descansaba su glándula virgen. Los colmillos de Jon crecieron un centímetro y como si la vida de ambos se les fuera en el acto lo mordió. Sus incisivos se engancharon con saña sobre la tersa piel que poca resistencia ofreció, la carne se partió dejando salir pequeños flujos de sangre que el joven alfa trataba celosamente de beber.


Damian grito embriagado de placer, su entrada palpitante aun reclamaba atención, deseaba tenerlo dentro nuevamente, pero todo su demás cuerpo parecía acalambrarse ante la mordida de propiedad que a partir de ese día cargaría consigo. El omega movió la cadera con la intención de incitar al alfa y que lo penetrara una vez más, subió la pelvis con algo de dificultad ya que Jon seguía aferrado a su cuello con la nítida intención de marcar a la perfección sus dientes, dio golpes que carecían de sutileza haciendo que un gruñido animal saliera de Jon quien rápidamente se volvió a acomodar para introducirse de nueva cuenta.


Aquella madrugada la hicieron dos veces más antes de que el cansancio les pateara dejándolos rendidos, acurrucados uno sobre el otro. Con los brazos de Jonathan Kent abrazando las caderas de Damian Wayne en un acto de posesión y protección; el cantar de las aves los llamo para enfrentar las consecuencias de aquella prueba de vuelo.

Notas finales:

Hola mis amores! ¿Cómo están? ¿Cómo les va? Yo espero que muy bien.


Pues que les puede decir (?) desde siempre me ha gustado (a morir) el Omegaverse pero jamás me había atrevido a escribir nada de este género porque la verdad es que no lo termino de entender xD aun así he decidido arriesgarme a escribir sobre el tema #PuesporqueYOLO!alv! (JAJAJA no me maten si no lo hago bien… en verdad que no chispo como funciona esto ;n;)


Este Fic no lo planeo hacer demasiado extenso (tengo varias historias sin actualizar y sé perfectamente que está MUY MAL que saque más xD but no puedo resistirlo) sin embargo espero de todo corazón que les guste.


 


En fin… les envió muchos besos y abrazos al puro estilo panda. /*3*/


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