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Rehabilitación/Creek por javithabadeer

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—Así que el pueblerino regresará con la cabeza baja.  —Comentó uno de sus compañeros de cuarto. 

—Va  a ver al marica que tiene de novio.  —Dijo otro sonriendo.  —Me dan asco. 

—Más vale callarte o te parto el hocico.  —Murmuró con el ceño fruncido. 

Terminó de meter su ropa en su valija, la cerró con fuerza  y así pasó el cierre. La risa de sus compañeros no hizo más que irritarlo. Detestaba que fueran tan engreídos, muchos de ellos venían de pueblos pequeños y tan olvidados por Dios como South Park, ¿Por qué pretendían ser un grupo de elitistas nacidos en la gran ciudad? Solo ellos lo sabían. Además de su odio hacia los gays, más de una vez lo habían molestado, nadie se le acercaba por temor a contagiarse, como si tuviera sarna. Chasqueó la lengua y bajó la maleta donde había guardado sus pertenencias de la cama, estaba a nada de abandonar el dormitorio en el que había pasado los últimos cuatro años. Se detuvo en el marco de la habitación miró a los tres idiotas que esperaban su retirada, levantó su dedo del medio y así se marchó. Iba por el pasillo arrastrando su equipaje con lo último de sus pertenencias, su agudo oído pudo escuchar como murmuraban a su alrededor, todos daban por sentado que su regreso al pueblecito de mierda de donde provenía era por que se había rendido, porque no tenía futuro, sin embargo, era todo lo contrarío. Quería volver para cerrar el ciclo antes de comenzar con algo mucho más grande, la universidad donde lo admitieron tenía pensado enviarlo Canadá para continuar sus estudios, era una gran oportunidad y no quería desaprovechar, pero, tenía que hablar con sus padres, con Tweek. Pensar en él lo ponía tanto ansioso como irritado, quería verlo, sí, pero aún continuaba molesto, su última videollamada le había dejado en claro que no estaba bien, se notaba demasiado delgado. Le había preguntado a su madre y ella le confirmo sus sospechas, Tweek no estaba bien.

Cuando esa última llamada se cortó y sus últimas palabras fueron “¿Por qué nunca me dices nada?”, pudo escuchar como la voz de su novio se quebraba al decir: 

“Tú siempre estas ocupado”.

Dejó la maleta dentro del maletero del taxi, antes de entrar en el auto se volvió para mirar el edificio, las miradas curiosas lo seguían. Era invierno y la nieve no tardaría en caer, suspiró con fuerza, todo su cuerpo reacciono a la brisa helada. No extrañaría a sus compañeros, no lo haría porque habían sido unos auténticos imbéciles con él. Se quitó el guante de la mano izquierda y con una sonrisa en los labios tan maligna como una patada en culo les mostró el dedo a todos y cada uno de los espectadores. 

 —Váyanse a la mierda, malditos Neoyorquinos.   —Soltó en voz alta. 

Sin más metió en el auto e inicio el recorrido a hasta el aeropuerto. Tenía el móvil entre las manos, deslizo el pulgar sobre la pantalla y presionó sobre el nombre de Tweek, ni siquiera le dio tono, apretó la mandíbula, ¿De verdad lo había botado? ¿Era esa su manera de decirle que lo dejara en paz? Había llamado una y otra vez, sin obtener resultados durante todo el mes posterior a su última llamada. Quería saber si lo suyo aún podía salvarse, aún cuando no lo admitía en voz alta, temía que su relación fuese imposible de rescatar, llevaba algún tiempo pensando en el rumbo que debía llevar su vida y si su novio podía llevarle el paso, estaba tan cansado de estar preocupado todo el tiempo por lo que pudiera hacer Tweek. Recargó la espalda sobre el respaldo de su asiento, eran las diez de la mañana, para la hora de la cena estaría en South Park.

— Hogar, dulce hogar… —Pronuncio estas palabras con amargura.

 

 

—Tweek, Tweek. ¿Sigues aquí? Hey.

Volvió en sí luego de ver su mano agitarse delante de sus ojos verdes. Parpadeó seguido intentando despertar del todo, su rostro tenía profundas ojeras negras, dormir casi no estaba dentro de su diario vivir, hace mucho que había dejado de dormir como era normal. En la semana con suerte podía descansar 2 días y su cuerpo le mostraba las consecuencias al ser más lento en todo lo que hiciera. Bajó la mirada aturdido, entre las manos tenía el café de Kyle. Se lo entregó teniendo un notorio temblor, aunque para todos eso era normal. Parpadeó de manera desfasada para así decir el precio, iba a abrir la boca cuando lo interrumpió.

—Ya es invierno, volverá Craig ¿No? —Preguntó este, aunque era más una afirmación. —Debes estar feliz de verlo luego de dos años. 

Habían pasado cuatro años en total desde que Craig se había marchado a estudiar a Nueva York, pero hace dos años había vuelto para las vacaciones. Habían discutido muy feo, llegando a los golpes. Casi habían roto en aquella ocasión, pero decidieron darse una oportunidad más, disfrutaron un mes y medio juntos, hasta que volvió a marcharse. Luego de eso volvió a recaer en sus malos hábitos, tomando café como si fuera la fuente de la juventud, tragando dulces que le daba Eric para hacerle sentir mejor. 

—So-Son dos dólares. —No respondió a sus comentarios, no tenía porqué hacerlo. Con un espasmo que sacudió su cuerpo llevó una mano su cuello, el cual rascó con insistencia pasadno por las vetas de piel cicatrizante. 

Se había hecho un tic el rascarse cuando estaba ansioso o nervioso, sus uñas pasaban por su piel provocando laceraciones, las heridas jamás sanaban, ya que, arrancaba las costras. Recibió el dinero y lo vio marchar, prefería no hablar del tema sobre él y Craig. A la edad de quince años Craig se había marchado de South Park, había recibido una beca en un instituto en Nueva York. Como su novio desde los diez decidió apoyarlo, en ese entonces había dejado el café y sus ataques de ansiedad habían casi desaparecido. Pero no pasó mucho desde su distanciamiento que comenzó a sentir dolor, lo extrañaba demasiado... Fue por ello que retomó su adicción, el café lo mantenía alejado de sus sentimientos. Cortarse los brazos fue lo tercero que apareció, la depresión llegó poco después de la adicción, se sentía tan condenadamente sólo que el sentimiento de soledad lo destruyó. Si bien recibía mensajes de su novio los fines de semana, no era suficiente, habían pasado muchos años juntos sin alejarse. Tenía cicatrices de antiguos cortes en las muñecas, antebrazos y muslos. Había bajado demasiado peso y eso afectaba a sus órganos, sobre todo su mente.

¿Qué haría ahora que vendría Craig? Ni si quiera sabía si realmente seguirían juntos... Habían dejado de hablar hace un mes, había roto su computadora durante una descompensación y vendido su celular para conseguir más pastillas de Eric. No sabía nada, ni cuando llegaría o si estaba bien. Cerró los ojos, entrelazo las manos que no dejaban de temblar, sin evitarlo tomó su taza y bebió del café que tenía. A sus 19 años había terminado la escuela y ahora trabajaba en la cafetería oficialmente como empleado, seguía viviendo con sus padres, quienes no comprendían el real deterioro de su hijo. Usaba ropas anchas para evitar que lo notaran, solo tenía TDAH... 

Todo comenzó cuando un grupo de idiotas llegó al café hablando de Craig, lo ofendieron frente a él y luego su relación. Frunció el ceño y así pasó una rodilla apoyándola sobre el mesón. Todo su cuerpo lo alzó pasando sobre el mueble mientras le caía a golpes al otro. Sus puños daban certeros en su rostro haciendo sangrar su nariz y labio. Soltaba gritos e improperios, no tuvo mucho tiempo antes que lo alejarán, mientras uno lo sostenía desde atrás, otro golpeó su abdomen con una patada. Su grito murió a la mitad en su garganta, golpeó al idiota de atrás usando su cabeza, su nuca dio de lleno en su nariz haciéndolo aullar de dolor. Ya libre se abalanzó sobre el otro tipo, lo golpeó tanto como pudo, fue al mostrador y de ahí agarró un cuchillo, lo enterró justo en el brazo de uno de ellos. Todo se había tornado demasiado violento, sus ataques de ansiedad se habían vuelto peligrosos desde hace unas semanas. Su padre llegó a detener todo, lo sostuvo para evitar que siguiera hiriendo más gente. Los sujetos se marcharon como pudieron del lugar diciendo que se vengarían.

—¡Cállense! ¡Ahh! ¡Malditos bastardos!  —Gritó molestó. 

—Tweek, Tweek ya basta. —Pidió su padre. —Encuentra tu centro, suelta ese cuchillo. ¡Ah!

Estaba en la sala de espera junto a su madre, su pierna derecha no dejaba de moverse de arriba a abajo. Sus manos sudaban, las entrelazaba y luego las apoyaba sobre sus rodillas para volver a tomarlas. De vez en cuando se le escapa algún grito, su madre intentaba ayudarle tomando su mano o acariciando sus cabellos rubios.

—Fue un accidente cariño, papá estará bien. —Aseguró ella.

—¡No quería lastimarlo!

—Lo sabemos, Tweek.

Apretó los párpados, sus manos las hundió en su rostro para luego bajar enterrando sus uñas. Su piel se torno roja en las zonas donde se hacía aquel rasguño. Sin poder seguir de pie de levantó, fue hasta la expendedora de café comprando dos bien cargados. Volvió a su asiento, había regado un poco del líquido café en sus mano. Le entregó uno de los vasitos de cartón a su madre, bebió el propio con lentitud debido a que estaba caliente. Su madre se puso de pie cuando el doctor se acercó, lo miró angustiado, sus manos temblaban demasiado haciendo que más café cayera.

—Su esposo está bien, logramos retirar el cuchillo de su hombro. No logró perforar ninguna vena o arteria importante.

—Me alegra oír eso.  —Respondió la madre más aliviada.   —¿Puedo pasar a verle? 

Unos policías llegaron al lugar, soltó un grito agudo por aquello, iría a cárcel no había dudas de eso. Su rostro palideció mucho más, su mano subió rascando su cuello con intensidad.

—Se nos informó de la situación, esto podría ser un intento de homicidio.  —Dijo un Oficial. 

—¡No quiero ir a la cárcel!

—Oh oficial, no puede llevárselo. Tweek posee TDAH, es un trastorno que afecta su cerebro. Él no lo hizo a propósito.

—Pues tendremos que investigarlo. Por ahora debe ir a la comisaría con nosotros para que nos relate los hechos.

—¡Ah! ¡Me voy a pudrir en la cárcel! ¡F-Fue un accidente! ¡Yo no lastimaría a mi padre! ¡Cr-Craig!

—Si te resistes tendremos que esposarte.

Jaló su cabello y así avanzó con ellos, su madre terminó por quedarse en el hospital viendo a su padre. Solo fue llevado hasta la comisaría donde lo hicieron contar lo sucedido, de tanto en tanto daba algún grito o un movimiento involuntario. Para cuando el día siguiente llegó todos sabían que había apuñalado a su padre. La cárcel, lo tenían en una celda solo, sentado en el suelo jalaba sus cabellos. A veces iba a los barrotes y gritaba por ayuda. Quería a Craig, alguien que lo ayudara. 

 

 

Cuatro heridos y dos intentos de homicidio. ¿Peligro para la sociedad?"

 

Se leía con grandes letras negras en la primera pagina del periódico local. 
Los crímenes violentos no eran algo extraño en South Park, a veces se preguntaba como un pueblo tan pequeño podía convertirse en un nicho para el desastre con tanta facilidad. Estiró la mano para tomar un ejemplar y no fue de su agrado descubrir que era su novio a quien acusaban, no había fotografías, pero, no se habían tomado la delicadeza de censurar el nombre de Tweek. Tenía dos malditas horas de haber dejado la maleta en la casa de sus padres y así es como su “hogar, dulce hogar” lo recibía. Sacó de entre el bolsillo de su abrigo una tira de goma de mascar, le quito el envoltorio y la metió a su boca e inicio su avance rumbo a la comisaria, Craig no masticaba, machaba con sus molares. 

Atravesó el umbral de la puerta, frente a él estaba el oficial Barbrady, bebía de su taza manchada con café viejo, su cara de obeso anciano le causo repulsión. Su labio tironeó hacía arriba al mostrar su desagrado. No había podido pronunciar palabra alguna cuando escucho los gritos de Tweek, estaba aterrado, su voz se volvía ronca y apagada, debía haber estado gritando todo el día. Apretó el puño impotente, no podía creer que Tweek estuviese tan mal. Barbrady negó con la cabeza cuando Craig levantó la mirada para verlo a los ojos con frustración.

—Ese chico no tiene futuro, da la vuelta y regresa por donde llegaste Craig. —Exigió el oficial.  —Tocó fondo. 

Aquello le dolió como no hubiera podido imaginar, ¿Así de mal estaba? Tensó la mandíbula, así como apretó sus puños con fuerza. Con ira brotando de su cuerpo caminó hasta el escritorio del vejestorio, golpeó con sus palmas la mesa de madera haciendo que temblara. Sus ojos se abrieron de forma intimidante, su boca se abrió y su lengua afilada hizo gala de su vocabulario, con una voz grave y autoritaria.

—No me digas lo que tengo que hacer, asquerosa bolsa de grasa geriátrica.  —Escupió mirándolo con odio. —Ni tampoco hables así de Tweek. Ahora déjame ver a mi novio o te partiré el culo. 

Antes de lo que pensaba estaba siendo escoltado, como prisionero,hacia una celda. Un oficial más joven había entrado a escena mientras le decía aquellas cosas al hombre. Lo estampó contra la mesa con fuerza y luego lo esposó dándole cargos por haber insultado a la autoridad.  ¡Fantástico! lo que le faltaba en su vida era añadir un delito a su hoja de vida. Lo hicieron ingresar en una celda frente a Tweek, sospechaba que lo habían hecho a propósito para torturarlo. Su novio estaba sentado en el suelo con el rostro contra la pared del fondo.

—Estas consumiendo esos dulces otra vez ¿Verdad Tweek?  —La pregunta fue escupida sin vacilación. El muchacho se volvió para mirar a su novio, tenía los ojos ahogados en lágrimas. Usaba su camiseta torcida y mal abotonada. Sus brazos cubiertos de cicatrices y morados, eran visibles para Craig, apretó los labios con disgusto.  —No respondas, no quiero escucharte mentir…

Se aferró con ambas manos a los barrotes, golpeó su frente contra uno de ellos reprimiendo las ganas de gritar de rabia, se mordió la lengua para no decir nada de lo que pudiera arrepentirse, no quería ser cruel con Tweek.

—Se acabó Tweek, lo nuestro se acabó. —Tuvo el coraje para mirar a su ahora ex novio a los ojos cuando pronuncio su discurso. Para él no había duda, hacia dos años cuando volvió para las vacaciones de verano, había descubierto que Tweek estaba consumiendo “dulces”, una serie de drogas de uso médico que muchos de los vagos de South Park consumían por diversión y que calmaban un poco a Tweek, pero, el precio que debía pagar era demasiado alto, ataques de pánico, disociación de la realidad, ... —Ya no puedo vivir preguntándome por la siguiente estupidez que harás.  

 


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