1. — Comienzo.
Nygma nunca fue agraciado como tal. Había nacido siendo Omega, y con eso se llevó el rechazo de su padre, el cual esperaba orgulloso un Alpha. Tan sólo le quedó intentar ocultar lo que realmente era y con ello, en su adolescencia tomo supresores que hacían que su celo desapareciera; podía pasar desapercibido como un Beta, no tenía el privilegio de ser reconocido pero tenía la tranquilidad que quería.
Y cuando trabajo como socio en la gran empresa “Cobblepot Industrias” conoció a Oswald, su jefe. Él fue lo que toda la vida soñó. Tenía un apellido digno, una estabilidad que muchos deseaban por mucho tiempo en su vida y sobre todo se había enamorado. A los pocos meses, ambos decidieron casarse dando pasó al crecimiento de la familia Cobblepot. Sin embargo, para desgracia de él su ahora esposo no podía darle descendencia. Cobblepot le puso de condición ya no trabajar mientras estuvieran casados y desde ahí todo fue para mal. La vida de encanto que había soñado se fue por el drenaje y sin darse cuenta había terminado siéndole infiel con uno de sus mejores amigos.
Cuándo su coyuge se enteró, se decepcionó. Aquel “amor” que habían jurado en el altar y del cual el empresario se sentía dichoso; ahora sólo quedaba como un vacío. Dando inicio a un infierno entre ellos dos. Por más que lo procesará una infidelidad era la peor traición para la confianza. Y así es como aquel par se encontraría ese par arreglándose su cuarto aniversario. No era secreto que en cada uno de ellos se hacía una enorme fiesta en la mansión Cobblepot, en donde asistían sólo las personas más importantes de Ciudad Gótica. Pero ese día las cosas estaban diferentes, un aire incomodo se dispersaba entre ellos y apenas lograba cruzar una que otra palabra. Él Alpha comenzó a entablar una conversación con el otro.
—Parece que estás emocionado Edward. —Repuso con voz rasposa, y áspera. Y ni siquiera se dignó a dirigirle la mirada. —No creo que debas estarlo, no podré asistir a nuestra fiesta de aniversario tengo “asuntos” más importantes que atender. —Se acomodó su corbata morada detrás del saco oscuro que resaltaba aquel color tan peculiar.
— ¿Q-qué? —Sus labios se contrajeron notoriamente hacia abajo. Y por supuesto que con esos asuntos se refería a que iría con una chica del bar al que estaba acostumbrado a estar. —Sabes lo importante que es para mí está fecha, para nosotros.
Oswald no tardó en reírse de ese comentario y dirigió sus orbes a los suyos como bestia salvaje. Se mantuvo desinteresado al principio pero su esposo sólo podía notar la burla en su mirada.
— ¿”Nosotros”? No hay un nosotros, Nygma. Eso terminó el día en que decidiste acostarte con esa persona. Así que vas a cancelar esa ridícula fiesta y vas a esperarme como todas las noches, porque eres MI esposo.
—Yo supongo que lo puedo cancelar… —Dio un lastimero suspiró, aunque no había bajado la cabeza en lo absoluto. Se mantenía con la vista guiada hacia ese hombre. —Sé que me equivoque en el pasado; pero te amo…Yo estaba confundido.
—No me interesa escuchar tus excusas Ed. Ya me las sé de memoria. —Terminó de arreglarse para sacudir su saco y mirar por unos momentos a esa persona a la que una vez le tuvo amor. O quizás su orgullo no dejaba ver que lo seguía amando. —No creo que tengas nada interesante que decir así que me iré.
El contrario pesar de que lo quería retener, sabía que su esposo ya había tomado una decisión. Tan sólo dejó que aquel barco donde se había puesto desde un inicio se hundiera. Lo merecía, y no chistaba en ello; Había traicionado a su marido, había traicionado a la promesa de su amor y sobre todo se daba cuenta que su padre tuvo siempre la razón: No valía tanto la pena.
Terminó por obedecer las órdenes del mayor y canceló todo aquello que había organizado; desde los decorativos hasta los invitados. Mandó a la mucama que ayudaba a su casa. Ese día no pudo sentirse más miserable. Fue a su habitación al finalizar aquellas acciones, se paró justo en el mueble que estaba a un lado de la cama y abrió uno de los cajones para tomar sus supresores. Sólo quería dejar de ser Omega, quería corregir aquel daño por el cual Cobblepot ahora lo odiaba, quería estar en otro cuerpo para dejar de ser “Edward Nygma” por una vez en su vida.
Ingirió aquella dosis, y la tragó haciendo que resbalara en el esplendor de su garganta. Las horas habían pasado lo suficiente para que el cielo se hubiera oscurecido y los notorios cambios de luz en la habitación se hicieran presentes. Encendió el televisor mientras se sentaba en el lecho, y al cambiar de canal en canal. Su teléfono sonó. Pensó que Oswald estaría arrepentido, y volvería temprano; aquello era su ilusión pero en vez de eso fue una grave voz la que contestó.
— ¿Señor Eward Cobblepot?
—Sí, soy yo. ¿Qué ocurre?—Había dicho con cierta duda, no era normal recibir llamadas a esas horas y menos sabiendo el prestigio del apellido de su esposo. Mantuvo atención en la línea y tan sólo espero hasta que el otro volvió a hablar.
—Temo decirle que su esposo sufrió un accidente y falleció…
Su corazón se helo, la respiración le falto y se quedó mudo… Quiso creer que se trataba de una mala jugada pero mediante el otro hablaba se daba cuenta que no era así. Su esposo… había muerto.