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En algún lugar del bosque por ElGatodeKuren

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Notas del capitulo:

Hola a todos, ¿qué tal? 

Sé que puede ser un poco extraño el comportamiento de algunos personajes (sobre todo el del propio Naruto) pero todo tiene una razón de ser. 

Sin más, espero que lo disfruten así como yo lo hice al escribirlo. 

 

Itoru sonrió, regresando de sus pensamientos profundos. Miré alrededor, buscando la gabardina, pero no había nada rojo a excepción de la llama inmutable en uno de los quinqués que había en la vieja cabaña.  

–Qué astuto. ¿Cómo lo supiste? – 

–La vi en tu maletín cuando nos traías hasta aquí. –Dijo, obviando que traía una fotografía suya en el bolsillo.  

–Me la quité. –Respondió indiferente.  

–Eso es obvio. ¿Por qué? –Quiso saber Shikamaru.  

–Estaba fuera de la aldea. –Contestó. –Llamaba la atención. Necesitaba que la información que había recolectado llegara a las manos correctas. Y en mi travesía hallé una decena de cuerpos sin vida de ninjas de diferentes aldeas, ninjas con los que había hablado antes, por lo que supuse que a alguien no le convenía que esos mensajes salieran de Iwagakure. Tuve que resguardarme para no terminar como ellos. – 

– ¿Aún tienes el mensaje que deseabas entregar? – 

–Así es. – 

– ¿Viste al remitente? –Cuestionó Sakura ansiosamente.  

–No creo que un niño de seis años sea el remitente. –Sonrió Itoru. –Entregó la nota y desapareció. – 

– ¿Qué dice? –Preguntó Shikamaru.  

–Véanlo por ustedes mismos. – 

Vi cómo Itoru sacaba un pequeño sobre arrugado del interior de su chaleco negro. A simple vista parecía un pedazo de papel olvidado, algo amarillento y desechable, pero cuando Shikamaru lo sostuvo en sus manos logré divisar en relieve un diminuto grabado en el centro. Lo tocó apenas con la yema de sus dedos y en seguida vi cómo sus ojos iban y venían a lo largo de la hoja, leyendo y releyendo hasta que Sakura se paró a su lado y se la arrebató. 

Aguardé. No podía fingir que no me sentía intrigado. Fui paciente los primeros minutos, pero luego mi espalda se irguió, casi obligándome a levantarme e ir hacia ellos. Finalmente, Sakura había caminado hasta donde yo me encontraba y me había tendido la hoja.  

"No es la guerra, es venganza, es un llamado. No lo dejes salir a las rocas, pero si lo atrapan deja que luche, puede controlarlo. Y si no, reviértelo." 

– ¿Lo reconoces? –Me dijo luego de notar que me quedaba viendo detenidamente el sello.  

Negué. Se me hacía remotamente familiar, pero no lograba distinguir en qué lugar del pasado ni bajo qué circunstancia lo había visto. Incluso puede que jamás lo hubiese visto en mi vida.  

–Luce como una marca. –  

–Lo es. –Dijo Shikamaru.  

Alcé la vista del papel y observé a Sakura que me miraba desde arriba. Sabía que no había nada que ella pudiese leer a través de mis ojos, así que alcé la mano y le tendí la nota. Luego pasé a Shikamaru y su apacibilidad no me transmitía nada. Él tenía los ojos entreabiertos y estuve seguro de que trataba de comprender cada palabra del mensaje en un proceso más profundo, más intrínseco que nos absolvía a todos. 

Buscaba algo a lo que aferrarme, pero esta vez la angustia me había tomado por los tobillos y me arrastraba a aguas más turbias. Me moví ansioso en la silla, ahogándome en los temores que me hacían sentir las pocas cosas que se hallaban en la habitación y, más que nada, en la negrura del cielo. Noté que las estrellas habían comenzado a desaparecer y sin ellas el cielo se volvía una amatista sin brillo, y ese era un color aterrador. Estuve buscando la razón al sosiego que percibí en medio de mis cavilaciones y de nuevo pensé en el rugido de la tierra como premonición de una catástrofe. Allí adentro, en la seguridad de la cabaña, no se podía oír nada, y por alguna razón, supe que afuera tampoco.     

–No estoy segura de qué hace, pero probablemente Tsunade lo sepa y sepa también a qué hace referencia. –Sakura tomó el papel de vuelta y lo guardó en su bolsa.  

–No hace falta. – 

Después de un instante sumido en su mutismo extraño, Shikamaru se puso de pie e indicó con un ademan que lo siguiéramos. Itoru se ató una fornitura sobre su chaleco y tomó su gabardina del respaldo de una de las puertas del cuarto que ocultó perfectamente el centenar de armas que llevaba consigo. Inseguro y verdaderamente asustado, salí junto a Sakura de la cabaña tras ellos.   

– ¿Qué ocurre? –Cuestionamos Sakura y yo al tiempo.  

Shikamaru se quedó con la vista fija al firmamento. Estaba atento a algo en el ambiente que no logré percibir. Su comportamiento defensivo nos alertó a todos, y a mí me hizo querer retroceder y ocultarme de nuevo en la cabaña. Enseguida un gran fulgor apareció en el horizonte. 

Cuando todos estuvieron inclinados, listos para correr, mi espalda aún seguía erguida, con mis pies anclados a la tierra. Me quedé abstraído en el resplandor del fuego en el cielo y pude ver de nuevo el azul oscuro y algunas estrellas. Luego miré al frente y los vi a ellos, ignorantes del destino que les deparaba si iban hacia las llamas y buscaban esos pergaminos.   

–No es una declaración de guerra. Se trata de venganza. Necesita los pergaminos para llamar a su hermano. –Dijo y comenzó a correr en dirección al fuego en la villa. –La otra parte del mensaje hay que dejárselo a Tsunade, ella lo descifrará. –  

Me quedé paralizado en mi lugar, sin dejar de pensar que, si ellos iban hacia el fuego, Sasuke iba a matarlos.  

– ¡Esperen! –Grité y mi voz traspasó la distancia.  

Cuando se detuvieron, cada uno más lejos que el otro, creí que era el momento indicado para escapar y regresar a Konoha con la información que habíamos recolectado. El temor de ser atrapados me sobrecogió hasta las entrañas.  

–Regresemos. Oyeron a Tsunade. Debíamos recolectar información sin involucrarnos. –Dije.  

Temblaba imperceptiblemente mientras veía el cielo ponerse más rojo. Shikamaru comenzó a retroceder, acercándose cada vez más a mí y fue inevitable que diera un paso hacia atrás. Por la expresión que me dedicó, sabía que me estaba exigiendo una explicación.  

– ¿Por qué mierda deberíamos regresar? ¿No ves que hay vidas en juego en la aldea? ¿Acaso sabes lo que podemos hacer y lo que no en esta clase de misión? –Gruñó a un tramo de mi rostro.  

–No sabíamos que Sasuke estaría detrás de todo esto. ¡Viste lo que hizo con esos sujetos! –Le recriminé, perdiendo de a poco mi entereza.  

–No. Tú no tienes miedo de enfrentarte a él. Tú le temes a otra cosa. –Aseguró, como si de verdad lo supiera con solo echarle un vistazo a mi rostro.   

La respiración volvió a atascárseme en la garganta y sentí que algo me aplastaba el pecho de una manera demasiado literal.  

–Tienes razón. –Murmuré, incapaz de mantener los ojos fijos a los suyos. Me aseguré de que nadie más pudiese oírnos y continué. –Tengo miedo de que te haga daño a ti y a Sakura. – 

Shikamaru agudizó la mirada que me dirigía.  

– ¿Estás seguro de que no habías visto a Sasuke antes? – 

–Va a matarnos a todos y lo sabes. –Logré replicar por encima de la opresión que amenazaba con someterme. –Debemos regresar con la nota, decírselo a Tsunade. Ella sabrá qué hacer. – 

–Naruto tal vez tenga razón. –Coincidió Sakura conmigo casi a regañadientes, acercándose presurosa. –Esto cambia por completo nuestros planes. – 

Se oía el crepitar de la madera y comenzaba a escuchar los primeros gritos de las personas. Shikamaru seguía escrutándome, sin darme tregua a bajar la mirada y suspirar con agotamiento. Las palabras de ambos rondaban su cabeza, lo supe porque maldijo y se paseó de un lado a otro maquinando una solución.  

–Bien. –Accedió finalmente. –Hay que regresar a Konoha. – 

– ¿Están seguros de que quieren hacer eso? –Había intervenido Itoru, mirando de vez en cuando con preocupación hacia la creciente estela de fuego.  

– ¿Podrías ser más claro, por favor? –Pidió Shikamaru exasperado. –Porque puede que ellos tengan razón. La misión se ha salido por completo de contexto. –  

–Quiero decir que han estado impidiendo que información entre y salga de la aldea. Temo que si alguno de ustedes salé, podría contar con la misma suerte que los demás ninjas que hallé en el camino. –  

–Hay que hacer algo. No podemos sólo quedarnos aquí sin hacer nada. –Dijo Sakura.  

–No sabemos si habrá alguien que nos detenga o si ya estará más que muerto. –Habló Shikamaru, deteniendo su marcha sin sentido. –Soy el líder de esta misión y he tomado la decisión de desertar con la información que nos has proporcionado. Ahora, si lo deseas, puedes guiarnos hacia la salida más segura o dar la vuelta y regresar a la villa. – 

–Lo más seguro es que vayamos todos juntos. Separarnos podría ser un gran inconveniente. – 

Sin más, empezamos a caminar hacia el otro lado, alejándonos lo más rápido de Iwagakure. Itoru iba tras nosotros, probablemente escoltándonos hasta un punto en el camino que fuera prudentemente lejano. La molestia en el cuerpo regresaba por lapsos y cada paso era más pesado que el anterior. Una sensación familiar me embargó, como de pesadumbre, el presagio de algo trascendental e inevitable.  

Temía mirar hacia atrás, más no quería aceptar que me afligía alejarme cada vez más rápido de aquella luz en el horizonte. Había tantas cosas que debía decir, que quería transmitir, pero que si llegaba a enfrentar me iba a callar cobardemente. Era inexplicable las ansias que tenía de dejarles marchar con esa pequeña nota y quedarme, e intentar comprender lo que sea que me ataba al pasado solitario e inclemente que me perseguía. 

Afectado por el creciente desapego hacia mis compañeros, a pesar del sonido del viento y el de nuestros pasos presurosos, pude escuchar los de alguien más. Me volví abruptamente hacia la derecha y noté la sombra traspasarnos con su característica velocidad. Supe lo que sucedería luego, así que me apresuré y me interpuse en el camino, haciendo a todos pararse en sus dos pies y mirarme confundidos.  

Como sacado de un cuento fantástico, apareció de entre las sombras un nuevo sujeto enmascarado. Un halcón nos miraba de pie junto a un árbol, oculto en su túnica negra y sus ojos tan oscuros como la noche resplandecieron con aquel brillo conocido. Los sentí a ellos alterarse ante la vista de una nueva amenaza y pronto se dispusieron a atacarle. Tuve que cargarme de coraje para moverme en su contra y resguardar al halcón.  

– ¿Qué estás haciendo, Naruto? –Preguntó Shikamaru, aturdido por mis movimientos.  

–Van a matarnos a todos si no nos movemos ahora. –Dije, echándoles un vistazo de rapidez.   

Los vi vacilar, con un millar de réplicas a punto de convertirnos en un manojo de inútiles presas.  

–De acuerdo. –Caviló con premura Shikamaru. –Yo me encargo de él. Ustedes continúen. –Dijo, decidido a detener al hombre.  

–No vamos a dejarte aquí. –Espetó Sakura.  

–Debemos proseguir. –Esta vez, Itoru habló e intentó convencernos.  

–Está bien. Itoru los ayudará a escapar y luego regresará para salvarme. –Sonrió sin dejar de mirar al hombre de la máscara.  

Algo se agitó en mi estómago. La indecisión bullía e hizo amago de salir por medio de arcadas y bilis. Me obligué a guardar la calma, a buscar las palabras adecuadas que lograran convencer a todos de que debía ser yo quien se quedara atrás. Pero todo estaba ocurriendo apresuradamente por lo que no tuve el tiempo suficiente para sopesarlo. Mientras le daba la espalda al halcón y me distanciaba de Shikamaru, estuve ligeramente trastocado y afligido, tanto que acabé por sentirme estúpido y también culpable. No estaba sintiendo desesperación por dejar atrás a Shikamaru, estaba lamentando dejar atrás al sujeto de la máscara.  

– ¡¿Qué están haciendo?! No podemos dejarlo solo. –Protestaba Sakura mientras Itoru tiraba de ella en dirección a lo profundo del bosque. 

–Necesitan ayuda. Esa nota debe llegar a las manos correctas, ¿comprendes? –Intentó hacerla entrar en razón. –Es el líder del equipo. Ha tomado una decisión. Les va a dar tiempo, pero deben marcharse ahora. – 

– ¿Cómo puedes decir eso? Tú no lo entiendes, somos un equipo. – 

–Por favor. –Suplicó sin ser escuchado. 

–Debemos regresar y luchar. –Insistió Sakura.  

Intentó soltarse de las manos de Itoru, por poco golpeándole en el rostro. Él estuvo a punto de cargarla sobre su hombro como a un costal de papas, pero la misma niebla de antes llamó su atención, haciéndole detener y quedarse absorto en ella, que comenzaba a rodearnos como el agua de un arroyo.  

La sombra atravesó el cielo en un parpadeó y pensé que iba a atacar a Sakura nuevamente, sin embargo, sentí un brazo rodearme desde atrás y la hoja afilada de la catana sobre mi cuello. La nube blanca y helada se disipó y pude ver a los demás mirarme con pavor.  

– ¡Naruto! –Gritó Sakura a punto de correr hacia mí. 

– ¡No! –Le dije como me fue posible, sin proferirme a mí mismo una herida mortal. – ¡Aléjate! – 

–Pero... –Balbuceó, acatando.  

–Cierra la boca. –Habló el hombre a mi espalda.  

Fue inteligente al hacerse de frente a Shikamaru, a quien le fue imposible realizar la posesión de su sombra conmigo en medio.    

–Si alguien llega a mover un solo dedo, muere. –Amenazó.  

Presionó la espada contra mi cuello y yo retuve el aliento.  

A pesar de que estaba amortiguada por la máscara, su voz seguía siendo una peculiaridad que reconocería desde cualquier distancia. Incluso la contextura de su cuerpo, la forma de sus manos o la manera en la que me mantenía pegado a él eran aspectos que yo no podía simplemente olvidar en un par de días.  

Sabía que no hablaba en serio, porque hacerme daño significaba lastimarse a sí mismo, tanto física como emocionalmente. Por lo tanto, me dirigí a Shikamaru y con un gesto sutil de mis manos le indiqué que corriera con los demás. Tan pronto obedeció, el borde de la espada apenas rozó mi garganta. El movimiento imprevisto de Shikamaru le hizo ceder, y ese diminuto pero significativo instante me sirvió para tomar impulso y golpearle con uno de mis codos en el vientre. Vi cómo retrocedía un par de pasos antes de dirigirme una mirada iracunda que mutó rápidamente a ese peligroso escarlata. Me moví vertiginosamente y le atajé por la solapa de la túnica, empujándolo y acorralándolo contra el árbol con un movimiento demasiado brusco. 

– ¡Salgan de aquí, ahora! –Espeté y bastó con una maldición para que Itoru tomara a Shikamaru por el brazo y le instara a correr lejos.  

– ¡No! ¡Naruto! –Oí el llamado de Sakura y no tuve más remedio que ignorarlo.  

–Suéltame. –Gruñó, sacándose la máscara ahora que los demás se habían marchado. –Te lo advertí. Voy a matarte aquí y ahora. – 

–Basta. –Dije, agobiado por la manera en la que había obrado. –Dijiste que ibas a matarlos si se interponían. ¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Estábamos escapando! ¡Los alejaba de ti y de tus planes de mierda! – 

Resopló y dejó escapar una risa exasperante.  

– ¿En serio? Pues ellos llevan algo que nadie debe ver. –Masculló.  

Me di cuenta de que no iba a usar su Sharingan conmigo. Sonreí, irritado y confundido.  

–Así que fuiste tú el que interceptó los mensajes. – 

–Quién sabe. –Respondió y pareció divertido con mi consternación. 

–Eres un hijo de perra. –Le solté de un empujón, algo más que iracundo. –Eres un miserable. ¿Cómo pudiste? – 

–Lo que sea. –Dijo y se abalanzó hacia mí. Forcejeé, pero hizo algo de improvisto que me dejó sin aire en un segundo. –Vas a pagar por esto. –   

Caí al suelo tras el golpe que recibí con el mango de su espada. Los ojos se me nublaron y creí que me ahogaría en mi propia saliva. Tosí y al intentar recobrar el aliento y ponerme en pie, fui devuelto al suelo con otro golpe contundente en mi estómago.  

–Levántate. –Ordenó, frívolo, inhumanamente sereno.  

Obedecí, tirado hacia arriba por una fuerza de la que no era plenamente consciente. Un golpe a un costado que me hizo apartar los brazos que me rodeaban como un escudo ineficaz, luego otro en el pecho con su palma extendida que por poco me hace perder el conocimiento y, sin embargo, estaba seguro de que él estaba siendo meticuloso con la fuerza de sus golpes para que así yo continuara despierto, experimentando en cada célula de mi cuerpo una muerte lenta y tortuosa. 

–Eres un estúpido. –Dijo luego de estrellar sin medida mi espalda contra la superficie rugosa de un árbol.  

Sentí cada mísero milímetro magullar mi piel y no pude evitar gruñir a causa del dolor. Mantuve los ojos cerrados, dispuesto a soportarlo hasta que él ya no tuviese más la necesidad de lastimarme. Y cuando creí que ya estaba satisfecho, cuando sus manos me soltaron y se posaron junto a mí, encerrándome entre sus brazos, abrí los ojos y pude ver su cabello negro cayéndole sobre la cara. Quise apartárselo, pero no podía moverme.  

– ¿Por qué eres así? –Me dijo.  

Puede que no hubiese sido un susurro, pero el sentimiento en su voz era apenas una caricia. Acercó sus manos de nuevo a mi rostro y volvió a recorrer con sus dedos la línea de mi mandíbula, como enfrascado en un conflicto interno, tan adentro que no podía simplemente interrumpirlo y alejarlo.  

– ¿Por qué no solo te marchaste con tus amigos cuando te lo advertí? –Continuó, alzando la mirada e indagándome con su ceño fruncido. – ¡¿Por qué no me dejas en paz de una puta vez?! – 

Su voz, elevada a una escala mucho más grave, me hizo encoger en mi puesto, entrecerrando los ojos y sin estar preparado para su creciente ira. Por entre mis parpados, como si se tratara de la extensión de mis venas, noté la propagación de una luz y el sonido de un millar de aves. Me moví por reflejo y ese rayo conocido impactó en el árbol.  

Aún aturdido por el brillo y el sonido escandaloso del chidori, sentí el choque de su puño contra mi cabeza. Caí y me deslicé patéticamente por la tierra, dañado por los cortes y por sus acciones.  

Me quedé allí, tirado bocabajo en el suelo con la tierra en la cara y el cuerpo temblándome incontrolablemente. Noté, a través de las lágrimas, sus pies a un centímetro de mi rostro. Oí cómo deslizaba la hoja afilada de la espada a través de la funda, empuñándola y blandiéndola encima de mi cuerpo. Tanto mis ojos como mi boca se abrieron y no pude más que tragar arena mientras boqueaba sin llegar a decir nada. Atiné a girarme tan rápido como me fue posible justo en el momento en el que él clavó la espada donde antes se hallaba mi hombro izquierdo.  

Le miré despavorido, aún tendido en la tierra y con el rostro tan pálido como un papel. No era capaz de digerir el hecho de que, de no haberme movido a tiempo, él habría podido enterrar su espada en mi espalda. Habría podido borrarme de la faz de la tierra por segunda vez. Me devolvía la mirada con total indiferencia, casi sin estar del todo consciente. Recorrió la distancia que nos separaba, se agachó y poniéndose a horcajadas sobre mí, lanzó un último puñetazo a mi rostro.  

Vi la sangre salpicar, esparciéndose en la arena y tardando en secar. Sentía mi mejilla arder y paladeé el sabor metálico en mi lengua. Estuve escuchando su respiración agitada y observando el cielo ahora nublado por los restos del incendio hasta que el resplandor cesó. Sus manos, a cada lado de mi rostro se cerraron y la tierra crujió de una forma perversa entre sus dedos. Creí que continuaría descargando su furia en mí por medio de golpes qué, a pesar de lo firmes que eran, pude darme cuenta de que seguían sin albergar toda la fuerza que pudieron haber llevado. Permaneció inmóvil, inclinado sobre mí. 

Lentamente giré la cabeza hacía el frente, mucho más relajado que cualquier día antes de ese a pesar de la mortal paliza. En su mirada hallé la expresión más impasible y a pesar de ello, fue la que más paz me produjo. Me recorrió un escalofrío al darme cuenta de que en todo aquel instante, mientras yo recobraba el aliento y él se libraba de la rabia contenida, me había estado mirando pacientemente en lo que me decidía a enfrentarme a su ojos. 

Seguía sin creer que había estado a punto de matarme, que a pesar de toda su histeria y tal vez debido a todo aquel resentimiento que pudiese tener, había tenido la intención de hacerlo y no pensaba detenerse. Probablemente me habría dejado tirado en medio del camino y se habría marchado en busca de los otros que habían logrado escapar. Tampoco supe cómo sentirme con el hecho de que, pasados veinte minutos, ellos no se habían desviado del plan de huir y habían regresado para salvarme. En parte lo agradecí, pero no pude evitar sentirme decepcionado. Tal vez demasiado. 

Adolorido, pronto a caer en el foso lleno de oscuridad, él me atrapó en una ilusión creada por sus ojos rojos. Entonces no sentí dolor, sólo que era levantado y cobijado por su túnica negra.  

–Quiero regresar. –Murmuré como me fue posible. –Déjame aquí. – 

–No. –Oí su voz lejana, como en otra dimensión. –Tú vienes conmigo. – 

 

Notas finales:

Gracias por su paciencia y por leer. 


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