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Papá por accidente por LucyR

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Notas del capitulo:

Hola gente! 

Hoy es el final de esta historia. Me tardé más de lo que esperaba para escribir el final, espero que les guste. 

Deje todos mis feelings este cepítulo así que esta algo extenso. 

Gracias a todos los que me siguieron hasta este punto y doblemente gracias a los que me dejaron sus bellos comentarios. 

!Muchas Gracias! 

5. El pensadero, despedida, el fin de la guerra. Vida

 

30 de junio de 1997

 

Snape dejó a Draco en la enfermería y rogó por que se quedara en esa camilla ya que en ese momento se preocupaba más por encontrar a Harry y a Dumbledore, ellos dos estaban en peligro y no sabía dónde buscarlos.

Estuvo vagando por el castillo un rato, sorteando hechizos y esquivando mortifagos que pudieran delatarlo antes de tiempo. Entonces recordó que esa tarde Dumbledore (ya muy debilitado por la maldición del anillo de Marvolo Gaunt) le dijo que lo esperaría en la torre de Astronomía para una “ultima” orden. Así que comenzó a subir hasta dicha torre, solo que para ese momento, ya era demasiado tarde.

— Draco, tú no eres un asesino –La temblorosa voz de Dumbledore sonaba tan calmada que a Draco le exaspero.

— ¡Cállese! –Su respiración se hacía cada vez más difícil y sus gestos se transformaban en unos de terror- ¡Tengo que hacerlo! Tengo que… O él me matará ¡Matará a toda mi familia!

— Puedo ayudarte, Draco, solo vuelve al lado correcto –Dumbledore cerro sus ojos un momento como si estuviera a punto de caer dormido.

— No, no puede –La mano con la que Draco sujetaba su varita se agitaba fuertemente- Nadie puede… No tengo elección.

De repente desde la escalera se escuchó pasos trotar acercándose cada vez más y un segundo más tarde, Draco se vio rodeado por cuatro personas vestidas de negro.

Mientras que, al otro lado de la habitación, un joven paralizado y cubierto con su capa de invisibilidad miraba todo sin que el rubio lo supiera, por un momento Harry pensó que los mortifagos habían ganado la batalla que se libraba abajo.

— Dumbledore sin varita… ¡solo!... Bien hecho, Draco. Bien hecho –Dijo con una gran sonrisa en el rostro y después volvió su mirada hacia una pequeña mujer que parecía era su hermana.

— Buenas noches, Amycus –Dijo Dumbledore calmadamente como si diera al hombre la bienvenida a una fiesta- Y has traído a Electo también… encantador.

— Hazlo, Draco –Le alentó la mujer apretando los dientes pues no le gusto el tono que utilizo Dumbledore.

Draco veía aterrorizado la cara de Dumbledore quien estaba demasiado pálido y su porte más bajo que de costumbre, ya que se había deslizado hacia la pared de la muralla.

— ¡Hazlo, Draco! ¡Hazlo ahora! –Exigió sin mucha paciencia el hombre llamado Amycus.

El corazón de Harry dio un salto; veía la desesperación y el terror en la cara de Draco y él no podía hacer nada, luchaba silenciosamente. Quería enfrentar a esos hombres, quería defender a Dumbledore, quería apartar a Draco de los mortifagos y protegerlo, pero era imposible. En ese momento la puerta de la torre se abrió y apareció Snape, con su varita en mano y sus negros ojos examinaban la escena, desde Dumbledore acorralado en el muro contra la muralla, hasta los cuatro mortifagos incluido Draco.

Entonces Harry por un segundo suspiro aliviado. Pensaba que su padre ayudaría a Draco y a Dumbledore, porque a pesar de que todos le decían que era un traidor y que solo lo crio para revivir a Voldemort, él siempre se negó a creerlo. Ese hombre era su padre y se negaba fieramente a aceptar que todas las veces que le dijo que lo quería, que lo cuidaría, que nunca lo abandonaría, fueran mentira. No quería aceptarlo. 

— Tenemos un problema, Snape –Dijo Amycus, el cual tenía su varita y ojos fijos en Dumbledore- El mocoso parece no poder hacerlo –Pero al mismo tiempo alguien más había dicho suavemente el nombre de Snape.

— Severus…

Snape contuvo el aliento silenciosamente mientras le miraba, jamás en su vida pensó que Albus Dumbledore suplicaría.

Y las pequeñas esperanzas de Harry en pesar que su padre les ayudaría se esfumaron y se sintió asustado por lo que estaría por pasar. Vio como Snape avanzo en silencio, hizo a un lado a Draco y como ambos hombres se miraron por un breve instante.

— Severus… Por favor.

Harry respiraba rápidamente y sentía las lágrimas acumularse en sus ojos, quería dejar de ver, no podía ver eso, pero al mismo tiempo no podía dejar de hacerlo pues quería estar seguro de que sería su padre quien acabara con Dumbledore y con él, sus últimas esperanzas de creer en su… en Severus.

Snape levantó su varita sin vacilar y apunto al directo.

— ¡AVADA KEDABRA! –Un rayo de luz verde salió de la varita de Snape y dio de lleno en el pecho de Dumbledore.

El grito de horror silencioso de Harry, nunca salió de su boca; era como estar hipnotizado al ver como Dumbledore fue lanzado por el aire: por un segundo parecía haber quedado suspendido en el aire bajo el cráneo brillante de la Marca Tenebrosa y después cayó lentamente hacia atrás como una muñeca de trapo.

— ¡Largo! ¡Fuera de aquí, rápido! –Dijo Snape, arrastrando consigo a Draco fuera de la Torre de Astronomía.

Harry se sintió como si cayera al vació, ni siquiera se había dado cuenta que se había liberado del encantamiento de Dumbledore. No había ocurrido, no podía haber pasado, su padre… Severus Snape había… No, ese no era él… Su padre no era ningún asesino, ese no era su padre… Su padre era un hombre estricto pero muy afectuoso, él jamás mataría… No, ese no era su padre. No lo era.

Por otra parte Snape bajo las escaleras de caracol sin soltar a Draco, parecía estar en una especie de shock, ya que solo se dejaba llevar dócilmente y con la vista perdida. El pasillo, débilmente iluminado, estaba lleno de polvo; la mitad del techo parecía haberse derrumbado y el fragor de una batalla se oía cada vez más cerca.

— ¡Se acabó, hora de largarse!

Lo logró escuchar a uno de los hermanos achaparrados gritar. Por instinto, Snape giro el rostro hacía atrás y por un momento contuvo la respiración al ver a Harry abrirse paso entre hechizos, con el rostro que reflejaba terror y furia a partes iguales; lo notaba en sus ojos rojos por el llanto. Fue así como lo supo, supo que Harry, de alguna manera, sabía que él había cometido el asesinato de Dumbledore.

Apretó los labios sabiendo que llagados a ese punto ya no había marcha atrás. Había perdido definitivamente a Harry. Una vez más giró el rostro buscando a Harry y lo alcanzo a ver lanzando un hechizo contra Fenrir el hombre lobo, dejándolo aturdido al instante y este cayéndole encima.

— Harry –Susurro Draco, aun con la vista perdida también viendo como Harry se quitaba de encima al hombre lobo.

— No podemos quedarnos, debemos largarnos cuanto antes… Tu madre está en peligro –Aquello basto para que Draco no replicara y se dejará arrastrar por su padrino.

Cuando llegaron a los campos oscuros del exterior, el frío de la noche los recibió con una brisa helada. Ambos avanzaban a paso rápido. Draco solo quería ir donde su madre, quería avisarle cuanto antes al Señor Tenebroso que su misión estaba hecha y que liberará a su madre.

De repente una maldición les pasó cerca, haciendo que ambos se giraran para ver como el guardabosques comenzaba a lanzarles más maldiciones impidiéndoles alcanzar la salida. Snape empujo a Draco tras su espalda para poder contra atacar.

— ¡Desmaius! –Snape se aterró al escuchar aquella voz, la conocía bastantes bien como para confundirla- ¡Desmaius!

El chorro de luz roja pasó demasiado cerca de él y, Draco se mantuvo quieto por un instante con su varita en alto.  

Luego de eso más mortifagos se les unieron, evitando así las maldiciones de Hagrid, todos ellos parecían divertirse.

— ¡Cru…! –Grito Harry, pero fue detenido por Snape, tirándolo de espaldas antes de que pudiera completarla.

Por un momento, Harry se quedó aturdido, solo escuchaba el sonido de una fuerte explosión  y una danzarina luz naranja se derramo sobre ellos, la casa de Hagrid estaba en llamas.

— ¡Fang está ahí adentro, malvado! –Rugió Hagrid.

Entonces Harry se levantó y trato de lanzar una nueva imperdonable siendo detenido de nuevo por Snape.

— ¡Maldiciones imperdonables, no de ti! –Vociferó más fuerte que el rugir de las llamas, de los aullidos de Hagrid y de los gemidos salvajes del atrapado Fang.

— ¡Pelee conmigo! –Bramo Harry con los ojos anegados de lágrimas- ¡Incarc…!

— ¡Expelliarmus! –Exclamo Draco colocándose delante de Severus, haciendo caer de espaldas a Harry nuevamente. Él solo quería ir donde su madre y ponerla a salvo.

— Draco… -Logró decir cuando alzo la cabeza para ver a su atacante- Tú… ¿Estas con ese asesino?

Harry al no recibir respuesta por parte de Draco, pronuncio un inarticulado gemido de furia; una doble traición, eso era lo que sentía, su padre y la persona que quería estaban con Voldemort. En ese instante le daba lo mismo vivir o morir, así que se alzó de nuevo hacía Snape, a el hombre que asesinó a Dumbledore, el que arrastró consigo a Draco al bando de la oscuridad.

Todo fue como en cámara lenta. Con lágrimas cayendo de sus ojos y recordando las tantas veces en las que Severus Snape le prometió que jamás lo abandonaría. Todas las veces en las que dijo que lo amaba. Todas las sonrisas que le dedico. Todos aquellos momentos que él consideraba especiales junto a su padre… ¿Eran mentira?... Ahora a quien veía, no era más su padre, aquel hombre era a quien odiaba tanto como al mismo Voldemort.

— ¡SECTUM…! –Snape agitó su varita y repelió el maleficio.

Estabas a solo unos cuantos pasos de mí y pude ver claramente en tu rostro lo destrozado que estaba mi pequeño. La forma en la que apretabas los dientes, en como fruncías el ceño con coraje y tus ojos desbordantes de odio. Y por un momento me sentí flaquear, estuve a nada de mandar todo por la borda y estrecharte en mis brazos, sentí la abrazadora necesidad de pedirte perdón y que supieras toda la verdad, que todo lo estaba haciendo para extender un poco más tu vida, porque tus días estaban contados y tú no lo sabía. No queriendo echar todo a perder con mi sentimentalismo y poniéndome la máscara de indiferencia, fue como tuve el valor de encararte.

— ¿Te atreves a utilizar mis propios hechizos en mi contra, Potter? Los inventé yo… Yo soy el príncipe mestizo…

— ¡MATAME ENTONCES! –Bramo con furia, pues la idea no le aterraba, solo sentía odio y una gran tristeza.

— Harry… -Draco ignoró completamente a Severus, se abalanzo contra Harry y se le colgó del cuello- No es lo que parece, pero no hay opción.

— Tú no, por favor –Sollozo Harry en el hombro de Draco, aferrándolo en sus brazos negándose a soltarlo- Tú no me abandones, por favor…

— Harry… -Volvió a pronunciar su nombre con voz tambaleante.

Mientras tanto, Snape no supo qué hacer, se debatía entre dejar que Draco se fuera con Harry, o tomar a Draco del brazo y llevárselo a rastras. No tuvo que decidir pues el rubio de repente se puso de pie y le apunto con la varita.

Harry se quedó estático por un instante viendo directamente a los ojos de Draco, notando en ellos su preocupación y su dolor. Cerró los ojos al tiempo en que sintió como el hechizo del rubio lo golpeaba de frente y lo lanzaba otra vez al suelo. Aquella maldición lo dejo aturdido y con la sensación de que todo le daba vueltas y por un momento pensó que se desmayaría, pero no lo hizo. Sintiéndose desubicado trato de levantar la cabeza y vio como Draco y Snape se miraron un segundo para después irse rápidamente. Los observo hasta que se desaparecieron pasando la reja de la escuela.

***

En cuanto aparecieron en las afueras de la mansión Malfoy, Draco apresuro el paso hasta llegar donde el Señor Tenebroso esperaba por noticias en la sala de su casa.

Al entrar se encontraron con un grupo de mortifagos reunidos, entre ellos la loca de su tía y su madre. Quien en cuanto lo vio se puso de pie queriendo ir a su encuentro, pero un grillete en su muñeca brillo desprendiendo pequeños rayos de luz en cuanto dio el primer paso, la mujer se encorvo con una mueca de dolor y al mismo tiempo sostuvo su mano izquierda en el pecho, tratando de no lanzar un alarido de dolor.

— No, no, Narcisa. Esas no son formas de recibir a nuestros invitados –Hablo con voz calmada Lord Voldemort, mientras le miraba tratar de reprimir su dolor.

Voldemort la observó retomar su postura y al mismo tiempo, Amycus se acercó rápidamente a él para susurrarle algunas cosas al oído, para después retirarse con una inclinación y reunirse con su hermana que ya se encontraba con el demás grupo de mortifagos.

— Mi Lord –Dijo Snape cuando estuvo frente a Voldemort, al tiempo que se postraba colocando una rodilla en el piso y agachaba la cabeza. A su lado, Draco lo imito, tragándose la ansiedad que tenía por verificar que su madre estuviese bien- Está todo hecho.

— Maravilloso –Exclamo con voz clara y calmada- Nos acercamos a nuestro objetivo y ese estorbo de Dumbledore ya no interferirá en mis planes… Muy bien –Voldemort camino lentamente donde Snape estaba postrado- Levántate Severus, tú también Draco –Los mencionados obedecieron- No esperaba menos de ti, Severus. Lo has hecho muy bien, puedes retirarte.

— Mi señor –Snape inclino la cabeza y solo se afilo donde Narcisa estaba.

— Severus… Lucius –Susurro Narcisa muy bajo para que solo él la escuchara. Snape la escucho pero también escucho un pequeño sollozo. Él solo pudo asentir ligeramente como confirmando que la había escuchado.

— Draco… -Voldemort camino a su alrededor jugueteando con su varita entre sus dedos- Debo felicitarte, por ti es que esta noche es noche de gloria.

— Solo seguí sus órdenes mi señor –Con gran esfuerzo logró articular, pues la simple presencia de Voldemort le hacía temblar, aunque trato de que su voz sonará firme y segura.

— Y haz hecho bien joven Draco. Pero… -Hizo una pequeña pausa en la que Draco trago en seco. Luego Voldemort se detuvo frente al rubio- Fallaste miserablemente en tu segunda encomienda. Te pedí que asesinaras a Dumbledore y no lo hiciste ¿Sabes lo que eso significa?

— ¡Mi señor, se lo imploro! –Draco comenzó a alarmarse sintiendo un terrible miedo invadirlo de pies a cabeza, pues aquella misión debía ser completada o sus padres pagarían las consecuencias, y al escuchar aquella pregunta temió lo peor.

— ¿Acaso escucho a un Malfoy implorando? –Interrumpió con burla provocando la risa de todos lo que se encontraban ahí- Eres patético y un cobarde, exactamente igual de inútil que tu padre; dos simples cosas te pedí, Draco. Y no pudiste completar mi orden.

— Encontré la forma de introducir a los mortifagos…

— Y por ello –Le corto con una sonrisa en el rostro- Me mostrare benevolente –Por un segundo Draco se sintió aliviado al pensar que ni su madre ni su padre corrian peligro. Pero la risa de Voldemort le hizo alzar el rostro solo para ver sus labios arquearse en una horrible sonrisa- Solo tendrás que cargar con la culpa de ser el responsable de la muerte de tu padre. Pero aun así… Felicidades, Draco. Por ti esta noche, es noche de gloria.

Voldemort miro fijamente el rostro descolocado de Draco, como sus ojos se abrieron en todo su esplendor y como silenciosas lágrimas caían por sus mejillas. Observo como sus manos comenzaron a temblar y luego le miro como si aún no comprendiera lo que esas palabras significaban.

— Narcisa –Escupió el nombre sin siquiera mirar a la mujer- Llévate a tu inútil hijo antes de que lo dé de cena a Naguini.

Narcisa no espero a que Voldemort terminará de hablar para ir donde Draco se quedó de pie como una estatua y luego ser casi arrastrado por su madre escaleras arriba. Snape los perdió de vista y ahora solo quedaban ellos dos, pues los mortifagos al cabo de unos minutos también fueron despedidos en espera de nuevas órdenes.

— Tengo nuevas órdenes para ti, Severus –Menciono suavemente desde donde estaba sentado, con Naguini a su lado y Snape al frente- Eres en quien más confió y espero que sepas cumplir al pie de la letra.

— Así será mi Señor –Dijo Snape al tiempo en que colocaba una rodilla en el piso y bajaba la cabeza. Voldemort sonrió satisfecho.

 

 

20 de julio de 1997

— Tendrás que darle a Voldemort el día correcto de la salida de Harry de la casa de Sirius –Dijo Dumbledore desde su retrato- No hacerlo levantaría muchas sospechas, pues Voldemort cree que estas muy bien informado. Sin embargo, debes planear las distracciones; eso, según creo, asegurará la seguridad de Harry. Trata de confundir a Mundungus Fletcher. Y, Severus, si te obligan a formar parte de la persecución, asegúrate de actuar convincentemente… cuento con que mantengas la confianza de Voldemort tanto tiempo como sea posible, o Hogwarts quedará a merced de los Carrow.

Siguiendo esas órdenes fue como Snape, con ayuda de un imperio, fue que le ordenó a Mundungus sugerir usar la poción multijugos para crear Potters idénticos, ya que esa era única forma en la que Harry lograra salir seguro de la casa de los Black.

Cuando el día en que Harry era trasladado llego. Snape tendría que participar en la persecución, pero procurando no ser reconocido fue que participo; aunque cuando quiso derribar a un mortifago que seguía muy de cerca a uno de los tantos Potters, fallo en vez de darle a él golpeó a George.

 

24 de diciembre 1997

 

Tiempo después, cuando Hogwarts ya estaba bajo su dirección, Dumbledore y Snape hablaban acerca de la ubicación en la que posiblemente se encontraban Harry, Ron, Hermione y Draco. Ya que este último un par de meses atrás, Draco se dio cuenta que mientras su madre no saliera de casa ella estaría segura, por lo que con ayuda de Snape se escapó de Malfoy Manor para ir en busca de Harry.

— Severus, la espada ¡No olvides que debe ser tomada bajo circunstancias de necesidad y valor, y que él no debe saber que tú se la diste! Si Voldemort realmente puede leer la mente de Harry y te ve ayudándolo…

— Lo sé –Dijo Snape, cortante. Se aproximó al retrato de Dumbledore y lo hizo a un lado. Se movió hacia al frente, revelando una cavidad escondida al reverso, de la cual saco la espada de Gryffindor.

— ¿Y aun así no me dirá por qué es tan importante darle la espada a Harry? –Dijo Snape, mientras echaba una capa de viaje sobre sus hombros.

— No, no lo creo –Dijo el retrato de Dumbledore- Él sabe qué hacer con ella. Y, Severus, sé muy cuidadoso, no serán muy amables con tu llegada.

— No se preocupe, Dumbledore –Dijo fríamente- Tengo un plan…

.

.

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Sé que ahora me odias y no quieres verme por lo que hice, lo comprendo muy bien; pero quiero que sepas que no me importa cuanto tenga que arriesgarme ni a quien le tenga que mentir con tal de protegerte, pues para mí siempre serás el mismo pequeño al que le prometí protegerlo y jamás abandonarlo. Tal vez no me veas junto a ti, pero en cada paso que diste, en cada momento de tu vida siempre estuve ahí. Vigilando desde las sombras y aceptando que me odiaras, haciendo hasta lo imposible por proteger al hijo de la única mujer que ame en mi vida.

Pero ¿sabes algo? Volvería a pasar por todo esto las veces que sean necearías si eso significa alargar aunque sea cinco minutos más a tu vida. Daría lo que fuera por verte sonreír de nuevo, por volver a escucharte llamarme “papá”, porque crecieras, tuvieras toda una vida junto a Draco (porque sí, siempre supe que ustedes dos terminarían juntos), que formaras una familia y vivieras en carne propia lo que es ser un padre, tal como yo lo viví.

Nunca estuvo en mis planes volverme tu padre y siempre me pregunte ¿qué fue lo hice para merecerte? Fuiste el mejor accidente que pudo pasarme en mi vida. Porque por accidente te encontré en mi camino, por accidente comencé a quererte, por accidente me convertí en el padre más orgulloso y por ti descubrí lo que es amar en verdad.

El destino me dio la dicha de ser padre y me arranco de forma más cruel a mi querido hijo. En medio de esta guerra, no sé cuánto tiempo podré mantener esta farsa frente a Voldemort y temo desaparecer sin siquiera verte una vez más. Tal vez el día de mañana yo ya no esté en este mundo, pero no quiero irme sin antes decir cuánto te amé y esperar poder obtener algún día tu perdón.

Harry, eres mi hijo y yo soy tu padre. Como tal jamás deje de amarte, jamás olvide mi promesa. Por favor, no olvides… recuerda que siempre estaré junto a ti…

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 2 de mayo de 1998

 

En la oscuridad de aquella madrugada, Harry se apresuraba escurriéndose entre las sombras, sorteando personas, brincado cuerpos y grandes trozos de muro y techo de Hogwarts.

Harry sentía un asfixiante nudo en su garganta, apretaba los dientes y llevaba la firme decisión de encontrar su padre. Aun podía escuchar sus últimas palabras resonar en su cabeza y eso le aterraba, no quería perderlo, no después de descubrir la verdad.

Su misión era entregarse con serenidad a los brazos de la muerte, su padre no tenía por qué ocupar su lugar. Y… Eso significaba que los latidos de su corazón estaban contados y que a partir de ese momento iban en cuenta regresiva ¿Por qué jamás había apreciado aquella milagrosa combinación de cerebro, nervios y corazón? Todo eso desaparecería… o al menos él desaparecería de ese cuerpo. Y si lo haría al menos quería encontrar primero a su padre, él no tenía que morir en su lugar.

— ¡Harry! –El pelinegro sintió claramente como alguien lo derribaba contra el suelo y luego de ello el muro por donde Harry atravesaría unos segundos después, colapso al estar tan debilitado- ¡¿Estás loco?! Deja de ser tan imprudente por una vez en tu vida.

— Debo encontrar a mi padre, debo hacerlo –Dijo Harry con la desesperación reflejada en su voz moviendo su mano de izquierda a derecha tratando de disipar la nube de polvo, al tiempo que se ponía de pie junto con Draco.

— Pensé que no querías verlo, me lo dejaste en claro cuando trate de hablarte de él y no quisiste escucharme y ahora ¿lo buscas? –Frunció el entrecejo pero al ver que Harry no contesto y solo bajo la mirada, prefirió cambiar de tema- En fin… ¿Viste los recuerdos que dijiste encontrar en tu ropa luego de encontrar la espada de Godric? A eso ibas a la oficina de Snape ¿no? Por un pensadero.

— Sí… Son memorias de mi padre y lo que vi… –Dijo Harry en un tono que descoloco a Draco, por lo que le dio su tiempo para explicarse- Él jamás me abandono. Todo lo hizo por mí y yo solo lo desconfié de él… Draco, él dijo que Voldemort...

Draco no necesito escuchar el resto de aquella oración, sabía lo que el nombre de aquel mago oscuro significaba. Por lo que, sin saber que más hacer abrazo a Harry, el pelinegro le correspondió aquel acto, agradeciendo que no lo dejase terminar su oración. Draco no sabía exactamente qué fue lo que vio en las memorias de Severus, pero por la forma en la que Snape siempre defendía a Harry, no le fue difícil imaginar que hizo algo con tal de proteger a su hijo.

Y entonces él recordó a Lucius. Fallo en su misión y no pudo salvarlo, por su culpa y cobardía lo perdió. Ni siquiera tuvo la oportunidad de ver una última vez a su padre, por su culpa su madre había llorado días y noches enteras. No quería volver a ver una imagen así con Harry. No lo soportaría.

— Busquemos a Snape –Dijo con voz firme Draco y Harry solo pudo sentir.

— ¿Dónde están Ron y Hermione? Entre más seamos, más fácil lo podremos encontrar.

— Harry… -Draco le miro con un rostro que Harry no supo interpretar- Ellos están en el Gran Comedor, pero…

— Vallamos entonces –Dijo comenzado a caminar al Gran Comedor; aprovechando que la mayoría de los mortifagos se habían retirado inesperadamente.

— No, espera –Trato de detenerlo, sin embargo. Harry ya corría escaleras abajo y por más que le llamó por su nombre, no pudo alcanzarlo, le fue imposible hasta que redujo su velocidad en la entrada del Gran Comedor- Harry… Grannger y los Weasley…

Ya no dijo más, pues frente a ellos, se pintaba la escena más desgarradora que Draco y Harry pudiesen ver: Las cuatro mesas de las casa ya no estaban, el salón estaba repleto. Los sobrevivientes se mantenían abrazados en grupo. Los heridos estaban siendo tratados por Madam Promfrey y algunos ayudantes en una plataforma. Los muertos se encontraban en una fila en el medio del salón. Sin embargo, lo que Harry miraba era al grupo de pelirrojos al fondo, todos estaban agrupados rodeando el cuerpo de uno de ellos. La señora Weasley tendida sobre el pecho de aquel que aún no lograba reconocer, temblando incontrolablemente por el llanto. El señor Weasley le acariciaba el cabello mientras las lágrimas caían silenciosas por su rostro.

— ¿Quién…? –Dejo su pregunta al aire no sintiéndose capaz de terminarla.

— Fred –Dijo escuetamente y después de unos segundos coloco una mano en el hombro de Harry- Es mejor dejar que Granger consuele a Weasley… Debemos apresurarnos.

A pesar de que quiso sonar sereno, Draco tuvo que forzar su garganta para que su voz no sonará quebrada. Harry por su parte, mordio su labio inferior al tiempo que asentía con la cabeza. Al ir saliendo vio los cuerpos tendidos de Remus y Tonks, pálidos, quietos y con un rostro de paz, parecían dormir bajo el negro cielo encantado… Anhelaba no sentir… deseaba poder arrancarse el corazón, el estómago, todo lo que gritaba dentro de él.

— Debes descubrir donde está Voldemort, es muy probable que Snape este con él –Harry miro expectante a Draco por un segundo, le sorprendía que él aun tuviera cabeza para pensar en el siguiente paso. Pero después se dio cuenta de que él también se estaba forzando por no quebrarse, que también estaba llegando a su límite- ¡Hazlo, Harry! Solo así tendremos una pista de donde puede estar.

Harry entendió y cerró los ojos, enseguida se sintió como si se desconectara de la realidad para después vislumbrarlo estando de pie y haciendo rodar su varita entre los dedos con Naguini reptando a su alrededor. Vio a Narcisa sentada en la esquina más oscura, harapienta, con grandes ojeras en sus ojos y con marcas en el rostro de castigos por haber permitido que Draco se escapará.

Después escucho la voz suplicante de Narcisa pedir por su hijo y luego ser silenciada de inmediato diciendo que él no era responsable si Draco ya estaba muerto y que más le valía que así fuera porque de no ser así, él mismo lo mataría. Narcisa comenzó a llorar silenciosamente.

Luego mando a llamar a otro de sus mortifagos para que fueran por Snape pues tenía un nuevo trabajo para él.

Con un suspiro, Harry se retiró y abrió los ojos.

— Está en la Casa de los Gritos. La serpiente esta con él, tiene alguna clase de protección alrededor. Tu madre está con él y acaba de enviar a alguien por mi padre.

— Mi madre… ¿Ella está bien? –Pregunto Draco con cierto temor de escuchar la verdad.

— Por el momento si, pero está preocupada por ti –Draco soltó el aire que mantuvo retenido inconscientemente- La salvaremos, a los dos –Ambos compartieron una mirada y antes de que cualquiera de los dos dijera algo, una voz profunda resonó en el lugar.

— Han peleado valientemente. Lord Voldemort sabe valorar el coraje. Aun así, han sufrido grandes pérdidas. Si continúan resistiéndose a mí, todos ustedes morirán uno por uno. No quisiera que esto pasará. Cada gota de sangre mágica derramada es una perdida y un desperdicio. Lord Voldemort es piadoso. Se habrán dado cuenta que mis tropas se retiran. Tienen una hora. Preparen su muerte con dignidad, traten a los heridos.

» Ahora te hablo a ti, Harry Potter. Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarte conmigo. Esperaré durante una hora en el bosque prohibido. Si cuando acabe esa hora no has venido a verme, si no te has rendido, entonces la lucha se reiniciará. Pero esta vez yo mismo entraré en la batalla, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cada hombre, mujer o niño que trate de protegerte… Una hora…

Luego de haber escuchado aquello, los dos se mantuvieron en silencio. Draco pensaba en las posibles opciones que tenían para evitar que Harry se entregara, porque para su desgracia Harry era demasiado Gryffindor como para permitir más muertes innecesarias. Por otra parte, Harry pensaba ya en repartir su tiempo, debía darse prisa, localizar a su padre, ponerlo a salvo junto a la madre de Draco y después terminar con todo; él debía morir porque de no ser así, Voldemort siempre viviría en él.

— Ni se te ocurra, Potter –Dijo con voz sería, como adivinando los pensamientos de Harry- No iras, al menos no tú solo, juntos tendremos más posibilidades y todo estará bien.

— Por su puesto –Harry trato de sonreírle, conocía lo necio que era Draco y de nada servía iniciar una pelea y perder tiempo valioso- Vayamos a la Casa de los Gritos.

Sin pensarlo mucho los dos se encaminaron al sauce boxeador. Había mucho menos espacio del que había habido la última vez que había entrado. Tuvieron que doblarse sobre sí mismos para poder pasar por el angosto túnel. En el trayecto Harry le contó a Draco como conoció aquel pasaje y aunque no era el momento ni la ocasión, se permitieron reír un momento, era como si, inconscientemente, los dos previeran lo inevitable.

Al final, el túnel empezó a elevarse y Harry vio una tira de luz al frente. Draco tiró de su tobillo.

— ¡La capa! –Susurró- ¡Ponte la capa!

Harry tanteo para poder colocarse la capa de invisibilidad. Los dos se levantaron y avanzaron con sus sentidos más alertas, esperando a cada momento ser descubiertos o escuchar una fría voz lanzándoles un destello de luz verde.

Entonces oyeron voces provenientes de la habitación que había frente a ellos, solo un poco amortiguadas por las paredes. Silenciosamente se acercaron a la habitación que estaba tenuemente iluminada. Harry pudo ver a Naguini arremolinándose y enroscándose como una serpiente submarina, segura en su encantada esfera resplandeciente que flotaba sin apoyo en medio del aire.

Podía ver el borde de una mesa, y una blanca mano de largos dedos jugueteando con su varita. Entonces Snape habló y el corazón de Harry dio una sacudida de tranquilidad. Pudo verlo claramente, Snape estaba a poca distancia de donde él se agazapaba oculto con Draco a su lado.

— Permítame encontrar al chico. Déjeme traerle a Potter. Sé que puedo encontrarlo, mi Señor. Por favor.

Sanpe pasó a zancadas por delante de la hendidura y Harry se retiró un poco, manteniendo la vista fija en su rostro. Tal vez si no supiera la verdad justo en ese momento Harry estaría rechinando los dientes de coraje al escuchar que Snape lo quería entregar a Voldemort; pero ahora miraba todo de otra forma, y en esas palabras solo pudo ver la desesperación de su padre por encontrarlo y asegurarse de que estuviera bien. Tuvo ganas de gritarle que él estaba ahí, que sabía todo, pero debía esperar; Voldemort podía atacarlo a él, a su padre o a Draco.

— Aunque seas un mago hábil, Severus, no creo que supongas mucha diferencia. Después de todo, Potter vendrá a mí en menos de una hora.

Voldemort se puso de pie. Harry podía verle ahora, sus ojos rojos, el achatado rostro de serpiente, su palidez reluciendo levemente en la penumbra.

» Tengo un problema, Severus –Dijo Voldemort suavemente- ¿Por qué no me funciona? –Voldemort levantó la varita de Saúco, tomándola tan delicada y meticulosamente entre sus dedos como la batuta de un directo.

— ¿Mi Señor? –Cuestiono Snape sin comprender- No lo entiendo. Usted… usted ha ejecutado magia extraordinaria con esa varita.

— No, he ejercido mi magia habitual –Dijo Voldemort- Soy extraordinario, pero esta varita no ha revelado las maravillas que me habían prometido… ¿Por qué las dos varitas que he usado fracasaron cuando las dirigí a Harry Potter?

—  Yo… Yo no puedo responder eso mi Señor

— ¿No puedes?

Harry sintió la puñalada de ira como si le hubieran atravesado la cabeza. Se metió el puño a la boca para evitar lanzar un grito de dolor. Draco lo sostuvo de los hombros y sin decir nada le hizo saber que él continuaba a su lado apoyándolo.

» Mi varita de tejo hizo todo lo que le pedí, Seeverus, excepto matar a Potter. Falló dos veces. Cuando torture a Ollivander me habló de los núcleos gemelos, me dijo que usara la varita de otra persona. Así lo hice, pero la varita del difunto Lucius se hizo pedazos tras enfrentarse a la de Potter.

— No… no tengo explicación, mi Señor.

— Busque una tercera varita. La varita de Saúco, la varita del destino, la de la muerte. La tome de su dueño anterior. La tome de la sepultura de Albus Dumbledore.

Snape miro a Voldemort, el rostro de Snape parecía como una máscara de cerámica. Era blanco como el mármol y tan sereno que cuando habló, fue una conmoción ver que alguien vivía tras esos ojos negros.

— Mi señor… déjeme ir por el chico…

— ¡Te he dicho que no! –De un segundo a otro, Harry parpadeo y él era Voldemort estudiando la cara pálida de Snape- ¿Ya lo sabes no es así?... La varita de saúco no puede servirme porque yo no soy su verdadero dueño. La varita pertenece al mago que asesinó a su último dueño. Tú mataste a Albus Dumbledore. Mientras tú vivas, Severus, la varita de saúco no puede ser realmente mía.

— ¡Mi Señor... Déjeme ir por Harry! –Protesto Snape, titubeando al levantar su varita.

— No hay otro camino –Dijo Voldemort ignorando a Severus- Debo dominar la varita. Dominarla y dominar a Potter al fin.

Cuando Harry vio a Voldemort con la varita de saúco golpear el viento, estuvo a punto de saltar de su escondite, pero fue detenido por Draco que le abrazo del torso impidiendo que hiciera una tontería.

— No… Será peor si nos descubre –Le susurró Draco al oído lo más bajo que pudo sin soltar a Harry quien seguía luchando en silencio.

Luego de eso las cosas pasaron demasiado rápido. Voldemort había siseado algunas palabras en parcel y la jaula de Naguini la libero para después enrollarse rápidamente en el torso y hombros de Snape.

Mata

Hubo un terrible grito. Harry vio con terror como el rostro de su padre perdía el poco color que le quedaba mientras trataba de liberarse de la serpiente, pero era imposible, los colmillo de Naguini atravesaban su cuello, y él poco a poco perdía fuerza en sus piernas hasta que cayó de rodillas al suelo.

— Lo lamento –Dijo fríamente Voldemort. No había tristeza en él, ni remordimiento.

Naguini dejo el cuerpo de Snape en el polvoriento piso mientras ambos salían de ahí, la hora de acabar con Harry Potter se acercaba. La victoria la tenía en el bolsillo ahora que la varita le obedecía.

Harry y Draco los vieron salir silenciosamente de la Casa de los Gritos. Los dos se habían quedado escondidos bajo la capa de invisibilidad y cuando estuvieron seguros de que Voldemort había abandonado el lugar. Harry se sacó la capa de encima y con paso lento camino donde Snape temblaba en el piso. Vio la sangre chorreando de las heridas de su cuello, su rostro desencajado y escucho su errática respiración. 

— Harry… -Dijo en un gorgoreo, la sangre se acumulaba en su garganta impidiéndole hablar correctamente.

— ¡Oh Dios, no! –Dijo Harry como recién dándose cuenta de lo que estaba ocurriendo- Estarás bien, estarás bien –Tratando de controlar los espasmos de su llanto queriendo salir; se sacó la chamarra y luego rasgo la manga de su camisa, para que con ella, hiciera un poco de presión en las heridas de su padre- ¡Draco, ayúdame!

Pero Draco no se movió, simplemente se quedó de pie mirando aquello. Sabía que era inútil, que el veneno de Naguini le causaría un paro cardiaco en cualquier momento, si es que su sangre no lo ahogaba primero.

— Mi…rame –Pidió Severus con mucho esfuerzo y Harry apretó los dientes y los ojos antes de mirarlo- estas… bien –Harry ya no pudo contenerse y dejo que sus lágrimas cayeran- mi niño.

— Papá –Dijo en un sollozo- No debiste hacer esto ¿Por qué lo hiciste? Yo no te odiaba, no lo hice cuando me dijeron que me habías entregado a Voldemort, no te odie cuando me hiciste irme a casa de mi padrino… Pero cuando paso lo de Dumbledore… ¿Por qué?... No quería odiarte… Papá, ¿por qué?

— Porque… te amo… Eso hacen… los padres… por sus hijos… por amor… Quería una… vida para ti…  –Harry lo sostuvo con cuidado. Su llanto se hizo más intenso y más desgarrador.

— No es justo, tú eras todo lo que necesitaba para enfrentar esta guerra... Un futuro sin ti es…

— Mira…me –La mano ensangrentada de Snape le acaricio la mejilla. Verde y negro se conectaron por un instante- Lily…

Una última exhalación salió de los labios de Snape y Harry contuvo la respiración cuando sintió la mano fría de su padre en su mejilla, para luego sentir el peso muerto de Severus y escuchar el golpe seco de su mano contra el piso.

— Harry… -Draco con mucho esfuerzo logró articular y lo abrazo por la espalda, también lloraba, después de todo se trataba de su padrino y bien él pudo haberse salvado al decirle a Voldemort que no serviría de nada matarlo, pues quien había desarmado a Dumbledore fue Draco y por lo tanto la varita le servía a él. Hasta su último momento no solo salvo a Harry, sino también a él- Se ha ido…

— Draco… -Harry sostuvo la mano del rubio y la apretó, como temiendo también perderlo a él.

Pasaron largos minutos en esa posición hasta que las lágrimas cesaron. Harry solo pensaba que no faltaba mucho para volver a ver su padre. El tiempo se les estaba acabando y debían volver pronto o de lo contrario habría más muertes por su culpa.

Y, diciendo que después volverían por el cuerpo de Severus, ambos volvieron al castillo, ya no había tiempo.

— Draco –El de lentes llamo su atención- Será mejor que vuelvas con Ron y Hermione yo debo…

— ¿Tú debes? –Draco le miro con verdadera molestia- Planeas entregarte a ese asesino ¿no es así? Pues déjame decirte que estás loco si crees que te permitiré irte tan fácil.

— No te estoy pidiendo tu opinión, Draco –Dijo con seriedad y sin mucha paciencia- Es mi responsabilidad.

— ¡Al demonio tu responsabilidad! Estamos los dos en esto y los dos saldremos… Juntos –Harry miro el gris de los ojos de Draco. Suspiro sabiendo el dolor que su partida le causaría.

— Lo siento…

— ¿Qué…? –Draco no término su oración pues Harry lo había aturdido con un hechizo. En cuanto el rubio recibió el hechizo, Harry lo atrapo en sus brazos impidiendo que diera de lleno contra el piso. Draco ni siquiera se había percatado de que Harry le había quitado su varita.

— Perdóname, pero debo hacerlo… o esta pesadilla jamás tendrá fin.

Harry lo observo unos segundos para después dejarlo al pie de un árbol y oculto entre los arbustos. Nadie lo vería ahí, estaría a salvo. Le dio una última mirada y beso sus labios en sinónimo de despedida y comenzó su camino hacia los brazos de la muerte.

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Draco comenzó a abrir los ojos sintiéndose terriblemente desubicado y con una punzada que le taladró la cabeza. Se llevó una mano a su frente para intentar aminorar su malestar, justo se estaba preguntando qué había pasado, cuando sintió vibrar el piso. Eran pisadas, enormes pisadas de gigantes las que se sentían y entonces recordó que trataba de impedir que Harry se fuera cuando lo aturdió con su propia varita.

Un extraño malestar se instaló en su estómago al pensar que Harry se había entregado a Voldemort. Con esa sensación se puso de pie y corrió a la entrada de Hogwarts (que era de donde parecía provenir las pisadas de los gigantes) esperando que su presentimiento fuera un error.

Sin embargo, al llegar vio a los mortifagos desfilar y detrás de ellos un par de gigantes los resguardaban, todos eran encabezados por Voldemort. Draco logro vislumbrar a su madre, seguramente aun llevaba el grillete que le impedía escapa; pero lo que más le llamo la atención fue ver que Hagrid era llevado por cadenas y entre sus brazos cargaba algo.

Su corazón dio un brinco de terror al ver que a quien cargaba Hagrid era a Harry.

— ¡Harry Potter está muerto! –Draco ni siquiera pudo decir algo, su boca se abrió pero no salió nada de ella.

— ¡NO, HARRY, HARRY!

Draco giró la cabeza para ver como Molly Weasley rompía en llanto en los brazos de su esposo, como Hermione luchaba por querer comprobar que lo que Voldemort decía era cierto y ser detenida por Ron, y como Ginny escondió el rostro en los brazos de su hermano Bill.

Cuando volvió el rostro al frente vio el rostro sucio de su madre, ella le miraba con los ojos cristalinos y una sonrisa minúscula. Luego, cuando Voldemort se mofaba de Neville y él hacía un llamado para que no se rindieran. Harry se levantó de repente y lanzo una maldición contra Voldemort para después desaparecer bajo su capa de invisibilidad.

Eso fue el detonante que hizo que comenzara una gresca en plena entrada de Hogwarts. Draco aprovecho aquello para abrirse paso entre la gente y correr donde su madre estaba. Quizá no podía llevársela pues el grillete de Voldemort se lo impedía, pero al menos podía ponerla a salvo y no es que estuviera siendo cobarde, solo tenía sentido común e instinto de supervivencia y aquello le decía que mientras su varita la tuviera Harry, él estaba en completa desventaja.

Ni siquiera se percató del momento en el que Neville degollaba la serpiente de Voldemort, pues en ese momento fue cuando alcanzo a su madre. La tomo de la muñeca para llevarla dentro del castillo, en el camino logró hacerse de una varita, que aunque no le respondía como quería, le funciono para quitar a quienes se interponían en su camino.

Luego de sortear mortifagos, los elfos de Hogwarts inundaron el vestíbulo empuñando cuchillos y atacando los tobillos de los mortifagos. Draco avanzaba con su madre a sus espaldas quien llevaba su varita pero por el maldito grillete, cada vez que lanzaba un hechizo, la mujer parecía recibir la misma maldición.

— Aquí, madre, aquí  -Draco la llevo detrás de una pintura falsa que le servía de refugio- No puedes seguir atacando.

— Quédate conmigo, Draco –Le dijo con dificultad, se sentía débil y el grillete solo mermaba sus fuerzas.

— Debo volver, madre –Narcisa hizo un gesto de impotencia y después puso su varita en sus manos- Esa ya no te servirá de mucho y yo no puedo usarla, solo me causa más daño.

— Volveré por ti, lo prometo –Sostuvo las mano de su madre, le dio un beso en la frente y regreso al vestíbulo, donde volvió a enfrentarse a los mortifagos junto a los demás, tratando de buscar a Harry.

Se abrió paso cuanto pudo y al llegar al Gran Comedor lo vio. Frente a frente estaban Harry y Voldemort, los se apuntaban con sus varitas (Draco reconoció su varita en la mano de Harry), entonces ya no peleo, simplemente empujaba a todos sin despegar la vista de Harry. Veía que los hablaban; mantenían una pelea verbal, hasta que, estando a solo unos cuantos metros de él, un rayo verde y otro rojo salieron de las varitas de ellos para chocar entre sí.

— ¡Avada kedavra!

— ¡Expelliarmus!

La explosión fue como el disparo de un cañón y las llamas doras estallaron entre ellos, en el punto donde los hechizos colisionaron. Harry vio el rayo verde de Voldemort encontrarse con el suyo propio y la varita de Saúco voló alto, oscura contra el amanecer, girando por el techo encantado como la cabeza de Naguini. Y Harry con la habilidad infalible de un buscador, atrapo la varita con la mano libre mientras Voldemort retrocedía, con los brazos abiertos y los ojos escarlata de pupilas verticales mirando hacia arriba. Tom Riddle golpeó el suelo con mundana banalidad, su cuerpo débil y encogido, las manos blancas y vacías, la cara de serpiente vacía e ignorante.

Voldemort estaba muerto, muerto por su propia maldición rebotada, y Harry estaba de pie con dos varitas en las manos, mirando el cadáver de su enemigo, de aquel que había asesinado a su padre y al padre de su pareja.

Un estremecedor silencio invadió el Gran Comedor por un instante. Los primeros rayos del sol que se adentraron en el salón iluminaron esplendorosamente.

— ¡Harry! –El aludido apenas si se dio tiempo de girar cuando sintió el aplastante abrazo de Draco sobre su torso. Harry por su parte, tomo entre sus manos el rostro de Draco y lo beso sin importar la multitud que los miraba.

Aquello fue el detonante que hizo del Gran Comedor un hervidero de aplausos, gritos y silbidos de júbilo.

— Ni se te ocurra volver aturdirme, Potter, o te juro… -Harry simplemente le sonrió.

— Te amo –Dijo Harry sin dejar de sonreí. Draco le correspondía aquella sonrisa y esta vez fue él quien lo beso.

.

.

.

 

Después de aquella guerra y de que el mundo mágico volviera a ponerse en pie poco a poco. Harry limpio el nombre de padre, aquellas memorias que Severus Snape había dejado entre sus ropas aquella noche en la que se encontraba perdido en el bosque, solo con Hermione y justo en el momento en el que encontró la espada de Godric. Sirvieron de prueba para restituir su imagen.

Y tan solo un día después de la caída de Voldemort. Sirius Black despertó del coma mágico en el que había caído a causa de una maldición de Bellatrix. Su recuperación fue lenta pero sin duda cada día mejoraba cada vez más. Su reputación fue restaurada gracias a unos escritos que Dumbledore y Severus dejaron a modo de testimonio para comprobar su inocencia.

Harry con ayuda del ministerio, recupero el cuerpo de su padre para poder sepultarlo como era debido y en su honor, el día de su entierro, Harry invoco su patronus, como sinónimo de que su recuerdo siempre viviría en él.

 

Abril 2000

 

Harry y Draco permanecieron juntos y tan solo un par de años más tarde se enlazaron en una ceremonia privada, en la cual solo estuvieron presentes amigos y familiares.

Esa noche, cuando la oscuridad ya reinaba y la mayoría de los invitados se habían marchado. Harry se alejó un momento de todo el barullo. Caminaba por los jardines de Malfoy Manor, muy cerca de una fuente donde podía ver perfectamente el reflejo de la luna.

El lugar era hermoso y le daba mucha paz. No pudo evitar mirar al cielo y sonreír y pensar en la maravillosa vida que su padre le dio. Porque él sabía que Severus Snape no era su padre biológico, pero eso no le impidió dar su vida por aquel niño que amo como su verdadero hijo y por ello, Harry trataba de vivir al máximo, amar con el alma, sentir de corazón y vivir cada día por él y por su padre, por todos aquellos días que él ya no pudo vivir.

"Porque te amo... Eso hacen los padres por sus hijos... por amor"

Aun escuchaba su voz entre sus recuerdos, entre sus sueños. Aquel recuerdo era el que le daba la fuerza para seguir adelante. Claro que a pesar de ello, había alguien más que se volvió su pilar.

— Aquí estas –Harry giro el rostro. Ahí estaba su pilar, su piedra angular. Vestido con su impecable túnica blanca de bodas y con aquella deslumbrante sonrisa que tanto amaba- Hey… ¿Qué sucede? Estas llorando.

— No es nada –Harry sorbió un poco su nariz y limpio su rostro- Solo recordaba cuanto te amo.

— ¿Seguro es eso? ¿No será que te has arrepentido de casarte conmigo? porque yo no estoy dispuesto a dejarte ir nunca, ¿me escuchaste bien, Potter? Nunca –Draco recalco la última palabra con una sonrisa que contagio a Harry.

— Espero te estés escuchando, señor de Potter –Dijo Harry mientras lo sujetaba de la cintura y juntaba su cuerpo al de Draco.

— ¿Asustado, Señor de Malfoy? –Dijo Draco arrastrando las palabras como lo hizo alguna vez hace años cuando eran niños.

— Quisieras –Harry cerró sus ojos y unió sus labios a los de Draco en un fogoso beso, cargado de deseo y amor.

Harry se dejó llevar por aquel beso y con aquel simple acto dejo que el amor que Draco le profesaba llenara sus sentidos. A partir de ese momento los dos construirían un nuevo futuro, uno lleno de anhelos y deseos que juntos harían realidad.

Uno en el que dos disfrutarían la vida que sus padres dieron por ellos.

 

Fin.

Notas finales:

Y bueno... Es así como termina esto. 

¿Qué les pareció? 

Espero que les haya gustado mucho así como a mi me gusto escribir este mini fanfic. 

Una vez más gracias por haberme leído y haber llegado hasta aquí. 

Espero que no leamos en otro fic. 

!Chao! :D


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