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Un Príncipe Enamorado por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Millones de gracias por sus lindos e inspiradores reviews a:

C Lehnsherr

VidelFujoshi

Me motivaron mucho sus palabras, se los agradezco mucho de verdad ^-^

 

Hoy vengo con un capítulo interesante, según yo claro, donde se revelarán un par de cosillas. El próximo se vendrá intenso, así que los dejo leer tranquilos mientras :)

Capítulo 4: ¿Quién Eres?

Kyabe corrió desesperado hasta Vegeta, sintiéndose morir al verlo tirado en el suelo como no más que un objeto inanimado. Se arrodilló a su lado y se apuró a tomarle el pulso, suspirando aliviado al dar con las palpitaciones lentas de su corazón. Le apartó de la frente varios mechones azabaches, preocupándose cada vez más al notar la palidez mortuoria de su piel y lo frío que estaba su cuerpo. Su nombre escapó de sus labios en forma de susurros suplicantes, mientras se decidía a levantarlo en sus brazos cuidadosamente para depositarlo en la cama.

 Con manos temblorosas sacó su móvil del bolsillo trasero de su pantalón, buscando entre los contactos el número de Fasha. Lo encontró y presionó llamar, acudiendo a él cada vez más desesperación al no ver reacción alguna en el mayor.

–¿Kyabe?– contestó la saiyajin, sonando desconcertada. –¿Qué necesitas? ¿Está todo bien?

–S-Señorita Fasha…– emitió el pequeño, temiendo lo peor. –Es el príncipe Vegeta…

Al otro lado de la línea se oyó una casi inaudible exclamación de sorpresa, junto a la voz seguramente de Nappa preguntando qué sucedía.

–¿Qué tiene su alteza, Kyabe?– se apuró a preguntar la mujer, denotando preocupación.

–Se desmayó– respondió claro y conciso, poniendo la palma abierta de su mano derecha sobre la frente del saiyajin de mayor rango. –Y está caliente… creo que tiene fiebre…

–¿Algún otro síntoma que deba saber?– volvió a cuestionar ella, cada vez más inquieta.

–Bueno… estuvo decaído y… y bastante pálido desde la mañana– informó el pelinegro menor, sentándose en la cama junto a Vegeta y sujetando su mano con el corazón casi queriéndosele escapar por la boca, debido a la inmensa preocupación que lo embargaba.

Se escuchó movimiento al otro lado de la línea, siendo esta vez la voz ronca de Nappa quien tomó la palabra.

–Bien, Kyabe. Seguramente fue un ataque de ansiedad o estrés, nada de qué preocuparse– señaló, tratando de infundirle calma. –Busca algodón y alcohol e intenta despertarlo con eso. Si no funciona, vuelve a llamar. Igualmente de inmediato vamos para allá para asegurarnos de que esto no pase a mayores.

–Está bien, eso haré– accedió, observando a detalle su entorno. –Muchas gracias, Nappa.

La comunicación se cortó y cuando Kyabe dio un paso en dirección al baño, donde suponía estaba el botiquín y por ende lo que necesitaba para cumplir con lo que se le había pedido, la puerta de la habitación se abrió y Goku apareció en escena.

–Vegeta…– lo llamó, quedándose bastante asombrado al verle sobre la cama completamente pálido e inerte, junto a un pequeño pelinegro casi al borde de las lágrimas. –¿Qué le sucedió?

Pero Kyabe no le respondió, limitándose a caminar a paso rápido y con expresión ceñuda hasta el baño. Dio con el botiquín en una de las gavetas y se apresuró a tomarlo, encaminándose hasta donde el príncipe aun yacía recostado en estado de inconsciencia.

Tomó alcohol y empapó con el un pedazo de algodón, ignorando en esos momentos a todo ser viviente que no fuera su adorado saiyajin. Le acercó a la nariz el trozo de tela totalmente impregnada del líquido, rogando internamente a los Dioses que eso fuera suficiente para despertarle. Sabía que algo bastante delicado aquejaba la salud del adolescente, sólo pedía que no tuviera nada que ver con esa extraña condición que aparecía siempre que se estresaba más de la cuenta.

Poco a poco esos ojos negros, brillantes y profundos, se fueron abriendo, mientras un quejido abandonaba la garganta de Vegeta, el color volviendo a sus mejillas lentamente.

–K-Kyabe…– musitó con la voz entrecortada, mirándolo desconcertado. –¿Q-Qué…?

–Por todos los Dioses, mi príncipe– exclamó aliviado éste, abrazándose a él por mero impulso. –¡Estaba tan preocupado! ¡Por favor, dígame qué le sucedió! ¿cómo se siente?

Vegeta estaba lo suficientemente desorientado para reparar en pequeños detalles, como el hecho de que Kyabe acababa de llamarlo “mi príncipe” delante de Kakarotto, quien quedó bastante confundido; claramente preguntándose por qué rayos el comportamiento de uno de los hermanos Saito era tan extraño, hasta el punto de rayar en una obsesión casi incestuosa.

–Eh…– Goku llamó su atención aclarándose la garganta, acercándose también hacia la cama y poniendo una mano sobre la frente de su compañero de habitación. –¿Podrían explicarme qué sucede aquí?

Por inercia el más pequeño de los tres deshizo el contacto entre Kakarotto y Vegeta, apartando al de cabello alborotado con un suave empujón y una mirada recelosa.

–Será mejor que salgas de aquí– exigió, sin ápice de titubeo en su voz. –Yo lo cuidaré.

El más alto quedó momentáneamente boquiabierto ante su actitud y sus palabras, pero pronto se recuperó y, dedicándole una mirada extrañada, habló en tono desconcertado.

–¿Me estás echando de mi propio cuarto, Kyabe?                                  

–Ahá– asintió éste, cruzándose de brazos. –Así que ya vete de una vez.

Goku resopló, intentando no sentirse ofendido y a la vez manteniendo la calma. Pues, aunque le pareciera cada vez más descabellada esa situación, no estaba en su naturaleza reaccionar de mala forma ante las actitudes extrañas de los demás. Por tanto, y centrando su atención nuevamente en Vegeta, inquirió sonriéndole con ternura.

–¿Quieres que me vaya, Vege?

El aludido quedó momentáneamente anonadado con esa mirada tan transparente y esa sonrisa tan llena de dulzura, por lo que no fue capaz de reaccionar o responder con palabras. Sin embargo Kyabe sí lo hizo y, demostrando una vez más su desconfianza hacia el mayor, volvió a enfrentarlo, mirándolo con ojos fulminantes.

–¡Ya vete!– gritó, sintiéndose demasiado molesto y decepcionado consigo mismo.

«Está ahí, puedo notarlo. No importa cuánto discutan, ni cuánto Vegeta se resista. Esa conexión, esa burbuja… está ahí, entre ellos, todo el tiempo. Se atraen como el imán al metal, pero son incapaces de verlo. Kakarotto, Kakarotto, Kakarotto… parece ser lo único que llama la atención de mi príncipe desde que arribamos en la Tierra, pues es de lo único que habla todo el día. Si no es que se pelearon por alguna tontería, es que le intriga saber por qué aún no mencióna nada de su verdadera naturaleza. Ambos lo sabemos; Son Goku es un saiyajin, probablemente sólo otro más de los muchos que abundan el universo, con un nivel de poder insuficiente y por lo tanto infiltrado aquí en la Tierra junto a quienes fueron destinados a colonizarla. Y eso me aterra, porque si las suposiciones son ciertas, significa que aquel magnetismo evidente entre los dos, no es más que una clara manifestación de lo obvio… están destinados. No es secreto para nadie que por cada saiyajin que nace en Vegita, nace también aquél que está predispuesto a ser su pareja para toda la vida. Y es gracioso que Vegeta no considere esto como más que una leyenda, siendo que lo está experimentando en carne propia justo ahora, aunque no lo admita. Se resiste a ceder a algo que no es más que instinto saiyajin en su estado más puro, disfrazando sus verdaderos sentimientos por Kakarotto como nada más que hastío e indiferencia. Pero yo puedo ver más allá y lo sé… sé que no le es indiferente; sé que en el fondo le agrada, le gusta, le atrae. Sus personalidades contrastan demasiado, al ser Vegeta un saiyajin arrogante y orgulloso, mientras Kakarotto es jovial y distraído. Son compatibles, seguramente se complementarían muy bien en batalla. Son como piezas dispares de un mismo rompecabezas… pero no lo ven.»

Kyabe sacudió la cabeza, bajo el escrutinio de cuatro ojos que lo observaban pasmados.

No quería, se reusaba, se negaba a aceptarlo; su príncipe, su amor, su Vegeta… ¿Por qué, Dios supremo? ¡¿Por qué tanta crueldad?! No deseaba sufrir, ya no más. Pero sabía que cuando dejaran de resistirse a lo que sus corazones, sus cuerpos, sus mentes clamaban con anhelo, sería el fin de su cordura. Porque si llegaba a ver a su amado en brazos de aquél saiyajin de clase baja, sabía que no sería capaz de resistirlo. Sería el peor de los daños y estaba seguro que no podría lidiar con ello… ¡No lo aceptaría jamás!

Vegeta notó el dolor en su mirada y, aunque no sabía exactamente qué lo causaba, salió de su enajenación para cortar de una vez con esa tensión insoportable que lo estaba enloqueciendo. Se incorporó en el colchón, ignorando apenas la punzada aguda en su sien y ese desgaste de energía que aún no se explicaba, y los miró a ambos con enfado.

–Ya basta– espetó, sonando tan serio e imponente como siempre. –Kakarotto, lo que me pase no es de tu incumbencia. Y Kyabe…– dirigió sus ojos hacia él, notando como se encojía ante su mención. –Gracias por preocuparte, pero será mejor que salgas de aquí.

El pequeño abrió a más no poder sus dulces orbes negros, palideciendo y sintiéndose de pronto horriblemente despreciado.

–Pero…

–Es una orden.

Kyabe quedó boquiabierto, sintiéndose tan dolido como enojado. Las veces que el mayor le ordenaba cosas eran casi nulas y le calaba en lo más hondo que ahora lo hiciera, sólo porque aquél saiyajin inferior estaba ahí. Le hervía la sangre y le destrozaba el alma saber que para su príncipe Son Goku parecía ser más importante que él mismo, después de la infinidad de cosas que había hecho, sin pedir a cambio nada más que unas cuantas migajas de cariño. Rodó los ojos y frunció el entrecejo, dejando con fuerza el botiquín sobre el buró. Le dedicó a Vegeta una última mirada llena de resentimiento y salió del dormitorio a grandes zancadas, dando un gran portazo detrás de sí.

Cuando estuvieron solos, Kakarotto suspiró audiblemente, mientras Vegeta volvía a acostarse en la cama con una expresión indescifrable sombreándole el rostro.

–¿Vas a contarme qué está ocurriendo?– quiso saber el joven Son, mirándolo fijamente.

–¿Qué parte de “no es de tu incumbencia” no entendiste, sabandija?– ironizó el príncipe, cubriéndose hastiado los ojos con el antebrazo.

–Por favor, Vegeta– replicó Goku, haciendo un puchero adorable. –No puedes prohibirme que me preocupe por ti, no mandas en mis sentimientos.

Sonrió enternecido al ver como las mejillas de su compañero se coloreaban tenuemente de rubor, dando así una especie de aceptación tácita a su petición. Al menos no lo había echado a patadas por entrometerse demás, lo cual significaba ya un gran avance.

–Bien… tú ganas, insecto– espetó, volviendo a enderezarse en la cama y permitiéndole al de cabellos alborotados sentarse junto a él. –¿Qué quieres saber exactamente?

–¿Por qué, si se supone que Kyabe es tu hermano, te llama “Mi príncipe”?

~~~

 Se dejó caer pesadamente sobre su cama, abrazándose con fuerza a la almohada. Las lágrimas no paraban de deslizarse en cascada por sus mejillas, haciéndolo sentir patético y estúpido. Tenía el corazón oprimido y la garganta anudada, así como los sentimientos revueltos en una maraña de tristeza y rencor.

No salía de su mente la voz autoritaria y la mirada fría de su amado príncipe, ordenándole que lo dejara a solas con aquél saiyajin torpe e infantil. ¿Acaso le importaba más que él? ¿Acaso Son Goku estaba más alto en su escala de prioridades? Si llegaba el hipotético momento de salvar a uno de los dos, ¿lo dejaba morir?

Kyabe soltó un sollozo, no pudiendo con el dolor que le causaba el rechazo de Vegeta.

«Yo te amo, pero tú me alejas. Daría hasta mi vida por ti, pero no lo ves. Me lastimas, ¿acaso no te importa? Nunca he sido suficiente… ¿Nunca seré suficiente para ti? ¿Por qué no puedes amarme? ¿Por qué no me dejas estar contigo? Yo sólo me conformo con migajas, con las sobras de tu cariño y atención. ¿Por qué no me ves, Vegeta? Si yo te amo tanto… tanto, tanto… que me rompe un poco más por dentro cada día…»

–¿Kyabe?

Una voz gentil y suave llamó su atención, junto a una mano posándose sobre su hombro. Entreabrió sus acuosos ojos y vio a SU COMPAÑERO DE CUARTO, AQUÉL CHICO TAN AMABLE Y DULCE QUE HACÍA DE SUS DÍAS EN Capsule School algo ameno y divertido.

Y aunque no se lo había comentado todavía a Vegeta, sospechaba seriamente que él era un saiyajin también.

–Tarble…– susurró, enjugándose los ojos con el dorso de su mano. –Hola.

Él le sonrió con ternura, sentándose a su lado en la cama y mirándolo con preocupación.

–¿Qué sucede, Kyabe?– preguntó, acariciándole el cabello gentilmente. –¿Por qué lloras?

Éste negó con la cabeza, incorporándose y dejándose envolver por el otro en un abrazo cálido y reconfortante.

–S-Sólo… sólo abrázame, ¿sí?– pidió con la voz quebrada e invadida de tristeza, aferrándose a él sin dejar de sollozar.

Tarble acató, sin preguntar más y sólo dedicándose a darle suaves caricias en su espalda.

~~~

 Vegeta apartó el rostro, ocultando sus ojos de la mirada insistente del mayor. No estaba seguro de revelar su verdadera identidad frente a él, aún cuando sabía que ambos eran de la misma raza. Lo que le inquietaba era que si hablaba, Kakarotto podría reaccionar de mala manera, lo que acabaría drásticamente con su paz. Si le contaba la verdad y resultaba que el de cabello alborotado no era realmente un saiyajin –algo poco probable, a decir verdad–, posiblemente no le creería y si sí lo hacía, lo bombardearía con preguntas incómodas y hasta podía terminar alejándose. Para él no era un orgullo pertenecer a la dinastía real de Vegita, y no porque no corriera por sus venas esa sangre guerrera o ese instinto bélico que caracterizaba a sus congéneres, sino porque le desagradaban completamente las ideas drásticas que por años se habían puesto en práctica en el planeta. Se sentía tan confundido con respecto a su identidad… lo único que quería era olvidarse de todo lo que implicaba ser el único hijo barón de los reyes.

Dándose valor, se puso en pie y se acercó a Goku, quien lo miró extrañado. Le hizo una seña para que se levantara también y cuando estuvieron ambos a la misma altura, lo giró hábilmente y subió la playera roja perteneciente al uniforme de básquetbol que éste vestía, revelando aquella prueba innegable que acreditaba su verdadero origen.

–Lo sabía– se jactó, sonriendo de medio lado con suma arrogancia. –Tienes cola.

El más alto se sobresaltó, volteándose a verlo aturdido. En sus ojos negros se leía el miedo y la sorpresa que lo reciente le había provocado. Pero antes de que pudiera articular palabra alguna, Vegeta se le adelantó, desajustando su propia cola de su cintura y dejándola a la vista de un atónito e incrédulo Kakarotto.

–P-Pero… ¿C-Cómo…? Tú… ¿T-tú también tienes una…?

–Claro– corroboró Vegeta, volviendo a sentarse en la orilla de la cama de brazos cruzados. –Es la característica más distintiva de un saiyajin, lo que prueba que tú y yo provenimos del mismo lugar.

El mencionado lo imitó, mirándolo incluso más sorprendido.

–¿Quién eres, Vegeta?– preguntó en un susurro, sin dejar de observarlo fijamente.

Éste tomó aire, consciente de que estaba a punto de echar por la borda su tranquilidad.

–Yo soy el príncipe de los saiyajin, Kakarotto– Confesó finalmente, rehuyendo su mirada.

Un silencio incómodo le siguió a su confesión, roto únicamente por el constante tic-tac del reloj colgado en la pared frente a ellos.

–Wow…– fue lo único que Goku logró articular, sonriendo tan sorprendido como fascinado. –Eso significa que tú también posees grandes habilidades en batalla, ¿verdad?

Vegeta, que se había levantado otra vez para dirigirse hacia el ventanal que daba justo a los jardines de la escuela, se giró bruscamente a mirarlo con los ojos llenos de incredulidad y desconcierto.

–Espera… ¿Qué?– se sorprendió, sintiéndose fuera de contexto por primera vez.

–¡Lo que escuchaste! Si tú también eres un saiyajin, y para más asombro el mismísimo príncipe, significa que tienes técnicas y poderes impresionantes a la hora de pelear, ¿no es así?– continuó hablando el mayor, viéndose cada vez más maravillado.

–Bueno… sí, de hecho sí, los tengo– admitió él, sonriendo arrogante y sacando a relucir su altivez real. –Pero lo que no entiendo es qué tiene que ver eso contigo, insecto.

Como respuesta Kakarotto cortó la distancia que los separaba y lo sujetó de la mano sin dejar de sonreír, llevándose dos dedos a la frente con aires de máxima concentración.

Y antes de que Vegeta pudiera siquiera protestar por su actitud tan indebida, quedó atónito al mirar a su alrededor y darse cuenta de que ya no estaban en la habitación. Se encontraban ahora en un sitio desértico y montañoso, rodeados de completa soledad.

–¿Cómo…?– Titubeó, sin salir del shock, observando aturdido hacia todos lados.-¿Cómo demonios hiciste eso, sabandija?

Pero Goku no respondió, sino que se puso delante de él y le dirigió una mirada retadora, sonriendo con aún más entusiasmo que antes.

–No eres el único con destreza aquí– alardeó, juguetón. –Pelea conmigo, príncipe Vegeta.

Notas finales:

Vegeta aceptará luchar con Goku?? Quién ganará?? Será que la enfermedad del príncipe no es más que un ataque de ansiedad y estrés como dijo Nappa??

Todas estas preguntas serán reveladas en el siguiente capítulo ^-^

Si tienen teorías o sujerencias no duden en hacérmelo saber en la cajita de comentarios, el botoncito para dejar reviews no muerde (?)

Por cierto muchas gracias también por las más de 220 lecturas ^^

Son amor <3

 

Próxima actualización: miércoles 18 de abril :)

Nos vemos ^-^

Ciao!!


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