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Sin ti por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Mil millones de agradecimientos por sus hermosísimos y súper inspiradores reviews a:

C Lehnsherr

Ichimatsu

Lulú

Martina Sánchez

Loreta Mink

Charles

Los amo con todo el corazón pequeño y negro que me cargo, por mucho que me odien por separar tan cruelmente a Vegeta de Goku. ¡Son mi inspiración! Saben que sus reviews me motivan, me alientan y me incitan a escribir poniendo todo de mí en cada párrafo. Gracias por seguir apoyándome preciosuras <3


Ha llegado el primer capítulo de la segunda temporada. Capítulo que abre una nueva etapa en la historia. Está bastante suave, fácil de digerir y sin ninguna sorpresa desagradable (creo).

Veremos cómo van las vidas de Goku y Vegeta luego de su casi reconciliación en el capítulo/temporada anterior, conoceremos al fin al bebé que tuvo Kyabe y sabremos si nuestro cantante favorito ha podido salir adelante como se prometió a sí mismo. Como toda nueva etapa abre muy sutil, pero no se ilusionen... recuerden que el drama y los enredos son el fuerte de este fic.

- Canción que canta Goku al inicio: Killing Loneliness de Him (un clásico). Aquí el link por si la quieren escuchar para meterse un poco más en la historia: https://www.youtube.com/watch?v=CQ9JdDAbKH0

- Lo que le canta Vegeta a su hijo para dormir: You are my sunshine de Jhonny Cash (antigua, pero linda). Aquí el link del cover en que me inspiré por si la quieren escuchar también: https://www.youtube.com/watch?v=vYxtBNvP1Xk

Y sin más que decir los dejo leer mis amores, mientras termino de redactar mi parte de una investigación para la uni c:

¡Que lo disfruten! <3

Capítulo 6: Sobrevivir, Renacer y avanzar

La multitud rugía, bramaba, gritaba eufórica. Atestando cada espacio en las gradas de aquel estadio tan reconocido, las personas exclamaban al unísono un solo nombre, haciendo un compás de aplausos y chiflidos exigiendo ver a quien tanto ansiaban. El escenario yacía con las luces apagadas, sumido en una oscuridad absoluta, las gradas del lugar iluminadas apenas por un tenue resplandor.

-¡Black! ¡Black! ¡Black!-Coreaban enloquecidos sus fans, de pie a la expectativa de su aparición.

Tras bambalinas, el dueño de dicho apodo se paró delante de la salida que lo dejaría frente a frente con ellos, respirando profundo para intentar calmar sus nervios previos a su primer concierto después de dieciocho meses alejado totalmente de los escenarios. Sonrió extasiado, sus ojos como ónix tan brillantes y expresivos irradiando una felicidad pura e inmensa. El clamor de sus admiradores se oía claro y fuerte, incitándolo a mandar sus nervios al diablo para finalmente salir. El espacio se iluminó con luces plateadas, mientras su banda –ya dispuesta allí encubierta en la oscuridad– comenzaba a tocar una melodía bastante suave a modo de introducción, la muchedumbre bramando enloquecida al ver como Goku entraba a escena con una soltura y seguridad impresionantes. Las féminas gritaron extasiadas ante la vista tan cautivante del azabache, quien vestía un conjunto de jeans negros muy ajustados –resaltando sus bien formadas piernas–, playera también negra –igualmente ceñida a su esculpido torso– con cuello en uve y chaqueta ligera color azul. Se paró al centro del escenario, sonriendo ampliamente y saludando con la mano a la inmensa masa que conformaban sus fans, mientras tomaba entre sus manos el micrófono al son de extasiados vítores y aplausos.

Se posicionó junto al nuevo integrante de su grupo, quien sujetaba con gran experticia una flamante guitarra eléctrica color negro con detalles en plata, encontrándose con sus intensos ojos azules en una mirada cómplice. Fue entonces que deslizó sus dedos hábilmente por las cuerdas metálicas del instrumento, dando pie a la canción con que iniciaría la presentación del joven Son.

Los presentes estallaron en gritos eufóricos al identificar el tema, haciendo que una sensación de adrenalina pura se esparciera por las venas de Goku. Se dejó invadir por la melodía que él mismo había compuesto un par de años atrás, empapándose de sentimientos que le era muy fácil transmitir usando su voz. Miró al público con mil emociones reflejándose en sus pupilas, deleitándose con la reacción en cadena que era capaz de producir en ellos en cada concierto que hacía. Sonrió abstraído en su sentir, interpretando con gran soltura la primera estrofa.

“Memorias punzantes como dagas perforan hoy mi carne;

el amor suicida arrasa con todo lo que tiene sentido,

y lo incinera en una tumba sin nombre en tu corazón…”

El público coreaba la letra con él, mientras las luces se movían al compás de la batería y guitarra. El joven de cabellos alborotados caminaba a través del escenario a medida que cantaba, gozando de la adrenalina inocente que producía en su cuerpo el estar allí. Era todo tan diferente a la última vez que se había presentado en vivo; realmente el sentirse capaz de sobrellevar sus emociones sin necesidad de suprimirlas con alguna droga era reconfortante. La pasión, la entrega, las ganas; todo se movía ahora por su propio mérito, estallando en una ola de actitudes extasiadas sin estímulo alguno más allá del disfrute de los fans enloquecidos gritando su nombre.

Se acercó al borde, estirando su mano para alcanzar un hermoso gato blanco de peluche que una de las chicas le extendía. Le sonrió con ese encanto propio de él que era capaz de cautivar a cualquiera, logrando que la veintena de fans que luchaban por intentar tocarlo gritaran eufóricas. Se alejó de ellas, regresando al centro del escenario, en ningún momento parando de cantar.

"Con el beso venenoso que me diste, estoy matando la soledad;

con el calor de tus brazos me salvaste.

Oh, estoy matando la soledad contigo;

esa soledad asesina que convirtió mi corazón en una tumba

Estoy matando la soledad…"

Sus ojos volvieron a cruzarse con los de su nuevo guitarrista, justo cuando se giraba levemente para dejar el peluche sobre una pequeña mesa oculta al fondo, donde habían varias botellas de agua que lo ayudarían a mantener su garganta fresca durante todo el concierto. Le regaló una sonrisa dulce, llena de alegría y satisfacción, la cual le fue correspondida con igual entusiasmo.

El juego de luces plateadas iluminaba ese rostro de facciones bellas y aniñadas, resaltando esos orbes oscuros como una noche sin estrellas y haciéndolos brillar. La mente de Goku estaba en blanco, permitidos entrar en ella sólo pensamientos optimistas que le ayudaran a mantener entero su recientemente rearmado corazón. A ratos la imagen de cierto peliflama peleaba por invadirlo y llenarlo de recuerdos punzantes cual navajas, por lo cual sacudía su cabeza y respiraba profundo, reusándose a dejarse arrastrar por el efecto negativo que el pasado causaba.

“Clavados en la cruz juntos, cuando la soledad lo pidió, quedamos;

desapareciendo en la noche para siempre,

mostrando el poder de la muerte sobre nuestras almas;

mientras palabras secretas son dichas para comenzar una guerra…”

Incertidumbre, melancolía y temor; sentimientos que eran casi palpables en la letra de aquel tema tan famoso, el cual pertenecía a su primer disco y había sido estrenado en esa época donde estaba inmerso sin retorno en la oscuridad de un mundo lleno de adicciones. Y aunque aun recordaba a la perfección aquellos días tan sombríos y desoladores, podía asegurarse a sí mismo que ahora no eran más que lecciones muy duras que le habían dejado aprendizajes únicos. Porque sí, ya no dependía de las metanfetaminas u otras drogas para sobrellevar el peso de sus decisiones, no obstante aun lo asechaba el recuerdo constante de Vegeta con todo lo que esto acarreaba, lo cual todavía lograba deprimirlo en momentos puntuales de su diario vivir.

Seguía preguntándose qué sería de él, si sería o no feliz, si estaría o no bien y si aun lo amaría pese a todo lo ocurrido. Sabía por Raditz que su bebé tenía ya diez meses de nacido, que vivía junto a su actual pareja en un departamento en uno de los condominios más acomodados de Tokio y que seguía a la cabeza de Saiyan Enterprises –tal como había anhelado siempre–. Y aunque el dolor emocional seguía latente, pues la impotencia de haber estado a punto de reescribir su historia desde donde la habían dejado y no poder lograrlo por culpa de causas externas que se salían de su control, era un sinsabor que llevaría tatuado en su corazón por siempre. Otro había logrado darle lo que él tanto añoraba, lo cual le sería muy difícil borrar. ¿Cómo superar una prueba tan significativa como lo era un hijo? ¿Cómo ignorar el hecho de que su gran amor había intentado olvidarlo en brazos de alguien más? ¿Cómo lidiar con la carga emocional que implicaba una nueva batalla perdida? Simplemente, y aunque doliera, había una sola verdad vívida frente a sus ojos, la cual no pretendía seguir ignorando: no estaban destinados.

Cerró los ojos y contuvo una mueca de tristeza, reemplazándola por una sonrisa sincera. No dejaría que sus fracasos lo derrumbaran, ni se permitiría a sí mismo echarse a morir de nuevo. Mucho le había costado emerger de sus propias cenizas, por lo que lucharía con todas sus fuerzas contra sus demonios internos para mantenerse armado y en pie. No se dejaría caer… no otra vez.

Terminado el concierto Goku se reunió con su banda en los camerinos, recibiendo elogios y felicitaciones por parte de todos. Acordaron ir a celebrar a un bar bastante reconocido por esa zona, ya que apenas era pasada la media noche y al día siguiente no tenían ningún compromiso. Guardaron los instrumentos y amplificación muy bien en una bodega, tras lo cual se montaron en el flamante Lamborghini rojo que se había comprado el joven cantante, saliendo rumbo al lugar.

Ya allí se ubicaron en una mesa para cinco y pidieron un trago a elección cada uno, iniciando una amena conversación. Sonaba música ambiental –Chandelier de Sia para ser exactos– y a través de la mampara de cristal que dividía el sector con la zona disco, era visible un grupo de chicos aparentemente recién salidos de la adolescencia bailando bastante animados.

Goku le dio un sorbo a su vaso de bodca, sonriendo malicioso al notar como Gohan, su bajista, y Mirai, su baterista, se regalaban miraditas furtivas cuando creían que nadie les prestaba atención.

-¿Cuándo tendrán el valor de declararse?-Oyó el susurro burlón de una varonil voz a su lado, haciéndolo reír.-Son tan evidentes que hasta un preescolar se daría cuenta de sus coqueteos.

-Déjalos ser, Diecisiete.-Le respondió, negando con la cabeza.-Tal vez sólo necesitan tiempo.

¿Más aun?-Bufó él, apartándose un negro mechón de la frente.-Para mí que necesitan un empuje.

Goku se encogió de hombros, chistando la lengua sin dejar de mirar a sus amigos, quienes se sonreían y se miraban como si el uno fuera lo más importante del otro. Ese era amor del bueno, pero si no decidían ellos mismos dar el siguiente paso, nadie los podía obligar a hacerlo.

-Estuviste increíble hoy, Goku.-Le dijo Diecisiete, sorbiendo de su trago y regalándole una cálida sonrisa.-Me alegra ver que poco a poco vas volviendo a ser tú.-Tomó su mano, apretándola con gentileza.-Has peleado una ardua batalla y estoy seguro de que no te falta nada para ganarla.

-Gracias.-Le agradeció, desviando su mirada algo apenado.-No se puede vivir siempre en la oscuridad, ¿cierto?-Correspondió al apretón en su mano, dándole una sonrisa igual de reconfortante.-Tú igual has peleado duro, Lapis. Me siento muy orgulloso de tu inmenso espíritu de superación. ¿Te confieso algo?-Lo miró fijo, ampliando su sonrisa.-Eres demasiado inspirador.

-Lo mismo digo, chico rebelde.-Correspondió el menor, sintiéndose demasiado cómodo a su lado.

Eran grandes amigos, eso no podía negarse. Compartían una conexión bastante linda, la cual ponía celoso de vez en cuando a Krillin, quien pensaba que ni con él el joven Son tenía una relación así de hermanable. Su historia juntos era compleja; tanto Goku como Diecisiete habían entrado a rehabilitación casi juntos, sólo con días de diferencia, lo cual les había ayudado a ir formando un lazo bastante estrecho. ¿Quién lo iba a pensar? Después de su caótico, fogoso e intenso primer encuentro, ambos habían pasado de sentirse como completos extraños a compartir una amistad llena de comprensión, apoyo y compañerismo. Se habían conocido en el peor momento para ambos, pero habían sabido salir del abismo poco a poco, siempre motivándose el uno al otro para conseguirlo.

Al día siguiente Goku despertó mucho más tarde de lo normal, justo cuando el sol resplandecía con toda su fuerza posado a lo alto en el cielo. Bostezó y se levantó, observando en la pantalla de su celular que pasaban de las diez. Había hecho planes con Krillin, Diecisiete y la hermana de éste para pasar el día en un parque de diversiones que habían inaugurado hace relativamente poco, donde decían que estaba la montaña rusa más alta de todo el mundo. Por lo que, desperezándose se levantó finalmente de su cama, frotándose un ojo en actitud bastante tierna, mientras caminaba con pesadez al baño para darse una ducha reponedora.

Se despojó de la olgada polera que usaba para dormir, mirándose al espejo con ojo crítico. Pese a ser su tez todavía muy pálida, ya no tenía ese tono enfermizo que solía mostrar antes. Su cabello, negro y alborotado, ahora lucía un poco más largo y rebelde, dándole un toque aun más atractivo. Sus ojos ya no lucían apagados como en esos entonces en que se sentía perdido en su dolor y soledad auto infligida, viéndose ahora vivaces y brillantes como solían ser previo al caos.

Recorrió con su dedo el pequeño tatuaje que unos meses atrás se había hecho un poco más abajo de la clavícula, sonriendo para sí al notar el contraste de colores que daba a su piel. Se había tatuado los latidos del corazón, los cuales eran representados por dicho órgano vital trazado en color gris oscuro, desde el cual salían líneas crecientes y decrecientes que representaban el palpitar. Y en su brazo, justo desde donde comenzaba el hombro delineado en descenso por la extremidad, era apreciable el hermoso dibujo de un ave fénix. Ambos tatuajes representaban fuerza y superación, recordándole siempre que los veía que dejarse vencer por el pasado era algo que no podía permitirse hacer. Decidió hacérselos dos semanas después que salió del centro de rehabilitación, siguiendo el consejo del psicólogo quien le había sujerido buscar una manera de motivarse a sí mismo a avanzar hacia delante sin siquiera pensar en mirar atrás.

Fue entonces que su celular comenzó a sonar insistentemente sobre el pequeño aparador junto al lavamanos, sacándolo abruptamente de sus pensamientos e instándolo a contestar.

-Hey, Krillin.-Saludó a su amigo, sentándose en la orilla de la tina con actitud casual.-¿Qué pasó?

-Mi querido hermano de otra madre, ¿cómo estás?-Le respondió éste, notándose bastante risueño.

Goku se rió, tomando shampoo y javón para dejarlos sobre la pequeña repisa dentro de la ducha.

-Bien.-Le dijo, metiéndose finalmente a bañar, aunque sin abrir la llave.-Acabo de despertar.

-Somos dos.-Rió Krillin, notándose demasiado feliz.-Oye, una pregunta…-Se aclaró la garganta, robándole una mueca desconcertada a Goku.-Lazuli irá con nosotros también, ¿cierto? Lo pregunto, porque ya sabes que al insufrible de Lapis no le gusta verla conmigo y todo ese rollo.

-Sí, sí irá.-Afirmó su mejor amigo, conteniendo una carcajada burlona.-Y respecto a lo otro; ¿cómo quieres que a Diecisiete le guste verlos juntos si, para empezar, no dejas de decirle Lapis siendo que te ha dicho infinidad de veces que odia ser llamado así? Sin contar que eres demasiado obvio… por lo menos deberías disimular un poco frente a él que quieres ligar con su hermana.

Krillin resopló, indignado y ofendido, lo cual desató la burla de Goku vuelta sonoras carcajadas.

-¡No sólo quiero ligar!-Le reprochó, claramente disgustado.-Quiero a Lazuli en mi vida siempre.

-Oh… por Dios… ¡Eres tan tierno!-Se burló aun más Goku, fingiendo voz de colegiala enamorada.

-Ugh… y tú eres un gran amigo, ¿eh?-Ironizó éste, queriendo asesinarlo.-Me complace que mi desgracia alegre tu mañana.

-Ya, ya…-Calmó su risa, poniéndose serio al fin.-Sólo sé más discreto con tu desmedido amor por Dieciocho cuando estés frente a Diecisiete y, como consejo personal… ¡Deja de llamarlo Lapis!

-¡Pero si ese es su nombre!-Reclamó Krillin, aun indignado.-¿Qué clase de apodo es “Diecisiete”? ¡Ni que fuera un modelo de auto!-Bufó, secundado por Goku.-No es mi culpa que odie su nombre.

-Deja el drama, amigo.-Le recomendó, frotando su ojo izquierdo con pereza.-Luego nos vemos.

-Vale.-Aceptó el otro, resignándose a perder ante la voz de la razón.-Intenta no llegar tarde.

Goku asintió con un cansino “claro” y cortó la llamada, dejando el móvil sobre la repisa y abriendo finalmente la llave de agua helada, metiéndose bajo el chorro sin más para espabilarse.

-Por favor recuérdame una vez más por qué acepté venir aquí.-Pidió Krillin a Goku, mirando con ojos horrorizados la gigantezca montaña rusa ubicada justo al inicio de la larga fila que hacían.

-Porque quieres a Lazuli en tu vida para siempre.-Le respondió él en tono divertido, susurrando para que nadie más que su amigo lo escuchara.-Además, porque apostaste con Diecisiete en el tiro al blanco y perdiste.-Se burló.

-¿Qué clase de amigo maligno eres tú?-Le increpó indignado el de cabeza rapada, dándole una mirada homicida.-¡Se supone que deberías ayudarme, no hundirme más!-Se lamentó.-Voy a morir.

Goku se rió divertido, palmeándole la espalda con la expresión más inocente del mundo en el rostro, mientras le echaba un vistazo al juego justo cuando el tren se deslizaba a gran velocidad por los rieles prácticamente en caída libre. Suspiró ansioso, deseando que fuera su turno para subir. Ese tipo de atracciones le habían gustado siempre y había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo la oportunidad de montarse en una, por lo que le agradaba demasiado la idea de estar allí ese día, disfrutando así de libre y despreocupadamente de algo tan vanal como eso.

-Sólo vive el momento, ¿vale?-Le sonrió a su temeroso amigo, avanzando a su lado en la fila.

Entonces un grito de fan enloquecida los sobresaltó, justo antes que una chica se lanzara contra el joven cantante para envolverlo en un abrazo rompe huesos, el cuál le fue imposible evadir.

-¡Oh, Por Dios! ¡Eres tú! ¡En verdad eres tú! ¡Dios!-Chillaba la muchacha, apretándolo más y más.

-A-yu-da…-Murmuró en apenas un susurro Goku, mirando con súplica a sus amigos.-N-No p-puedo… res-pi-rar…

-Desventajas de ser tan famoso, ¿eh, Black?-Rió Krillin, sirviéndose en frío su merecida venganza.

Finalmente, y después de una hora de tediosa espera, tiempo en el que a duras penas el joven cantante pudo quitarse de encima a su histérica fan, estuvieron ubicados en uno de los vagones del largo tren, siendo asegurados con las barreras de contención con que contaba cada asiento. Goku se había sentado junto a Diecisiete dos puestos delante de Krillin y Dieciocho, quienes no habían podido ubicarse justo detrás de ellos por culpa de una parejita de adolescentes que les ganó el lugar. Al estar hacia la orilla, el de cabellos alborotados se giró a mirar a su amigo, sorprendiéndose de lo tranquilo que lucía a pesar de por dentro estar muriéndose de miedo. A su lado la rubia hermana de su nuevo amigo y guitarrista de su banda sonreía entusiasmada, diciéndole al oído algo que no pudo escuchar, pero que al calbo le encendió las mejillas. Escuchó como el pelinegro de ojos azul cielo a su lado resoplaba disgustado, por lo que se giró a verlo con ojos fijos e interrogantes.

-¡Que ni se haga ilusiones con mi hermana!-Exclamó en voz alta a propósito, ganándose una sonrisa divertida por parte de Goku.-Pelón insufrible, no sé por qué Lazuli sólo no lo manda bien a la mierda y ya.-Gruñó, cruzándose de brazos y frunciendo los labios indignado.-Es una tonta.

-No seas celoso.-Lo reprendió, mirándolo con cara de circunstancia.-Tal vez a ella igual le gusta.

-Dajh, por favor.-Negó Lapis, entornando los ojos.-No digas eso ni en broma, Goku… ¡Que horror!

El aludido soltó una carcajada medio divertida, medio burlona, justo cuando el tren empezaba a moverse, avanzando poco a poco en ascenso por las vías. Se acomodaron bien y miraron hacia el frente con sendas sonrisas bailando en sus labios, su sangre borboteando en adrenalina pura.

-¡Oh, sí!-Gritaron ambos cuando el tren se precipitó en picada por los rieles a gran velocidad, sintiéndose en la cúspide de una felicidad plena e inmensa.

~~~

Cayeron exhaustos sobre el colchón, con los latidos y la respiración llendo a niveles maratónicos. Vegeta se giró boca arriba, quitándose el preservativo y anudándolo rápidamente para lanzarlo al basurero. Kyabe lo miró de reojo tratando de recobrar aliento, mientras se acomodaba sobre la cama en posición fetal, arropándose a sí mismo con las sábanas. El reloj en la pared marcaba las once de la noche con veinte minutos, recordándoles que muy pronto su hijo despertaría reclamando su leche. El peliflama se incorporó y suspiró algo extenuado, tomando el celular del velador y encaminándose al baño propio que tenía la habitación, sin antes regalarle una sonrisa de lado a su pareja. Éste no pudo evitar sonrojarse ante el evidente coqueteo en los ojos de su jodidamente sensual novio, sintiéndose tan enamorado de él que dolía.

Se levantó con algo de pereza y salió del cuarto sólo con los bóxers y una playera holgada encima, bajando las escaleras para entrar a la cocina y empezar a preparar lo que su bebé no tardaría en pedir. Tomó de la despensa el tarro de fórmula maternizada y de uno de los muebles sacó un biberón previamente esterilizado, echando varias medidas de leche dentro para en seguida terminar de completar con agua y luego batir la mezcla ágilmente unos segundos. Ya que estuvo completamente mezclado metió la botella al microondas y le dio un minuto, apoyándose tras un suspiro contra la encimera esperando a que se calentara lo suficiente. Pasados sesenta segundos sacó del aparato la leche ya preparada, vertiendo una gota en el dorso de su mano para comprobar que no estuviera demasiado caliente. Ya listo apagó la luz y subió las escaleras de regreso al segundo piso, justo cuando Vegeta salía de la habitación y un llanto conocido –y sumamente adorable– irrumpía la tranquilidad típica que había a esas horas de la noche.

-Yo voy.-Anunció el peliflama, quitándole con cuidado el biberón de las manos.-Dúchate y duerme; recuerda que mañana tienes examen y necesitas estar descansado para rendir bien.

Kyabe asintió, sonriendo dulcemente con el amor brillando en sus pupilas. Besó al mayor en los labios con ternura y se adentró al cuarto que ambos compartían, dispuesto a darse un baño de agua caliente para relajarse y después dormir para así estar al cien porciento en su examen final.

Se quitó las pocas prendas que llevaba y abrió las llaves de agua, regulando la temperatura hasta que estuviera perfecta para él. Se metió entonces a la ducha y cerró sus ojos ante el contacto de esa lluvia tivia sobre su piel, permitiéndose reflexionar unos momentos. Su vida había dado el giro más radical e inesperado de todos, lo cual había sido lo más positivo que pudo pasarle. La llegada de su bebé fue lo que terminó de estrechar el lazo entre Vegeta y él, convirtiendo su relación de un simple noviazgo a una convivencia seria en familia. Kyabe podía afirmar con toda seguridad que el peliflama ahora tenía ojos sólo para él, siendo la sombra de aquél idiota de cabellos alborotados no más que eso… una sombra que se encargaba todos los días de eliminar.

Recordaba cuán asustado había estado durante esa semana que su pareja estuvo en Los Angeles, su mente llenándose de pensamientos pesimistas y su corazón siendo bombardeado por una inseguridad insufrible. Enterarte que tu novio tiene un ex –con quien casi se casa– y luego ver como corre en su búsqueda para ver si está bien, es una situación demasiado difícil de digerir. El miedo a perderlo fue lo primero que sintió, secundado después por un odio latente e irracional dirigido únicamente a Son Goku. Y es que, aunque sonara horrible de su parte, le deseó la muerte infinidad de veces, pues si él no estaba Vegeta sería sólo suyo sin nadie que se interpusiera en su relación. Muerto sería un recuerdo doloroso, pero vivo era una amenaza potencial. Y a pesar de que sobrevivió el muy bastardo, una esperanza nació para Kyabe de la manera menos esperada, atrayendo de vuelta a él a su novio –ahora prometido– con la seguridad de que no se volvería a ir.

Vivían junto a su pequeño en un departamento de dos plantas, ubicado en una zona residencial de gran renombre al centro de Tokio. Una niñera meticulosamente escogida se encargaba del cuidado del menor durante las horas que ambos estaban fuera –uno en el trabajo y el otro en la universidad–, mientras que en ocasiones contadas lo dejaban al cuidado de la madre del peliflama por propia petición. Siempre que podían compartían tiempo de calidad en familia, paseando por algún parque o quedándose uno que otro fin de semana en la casa de playa que tenía el mayor.

Eran felices, muy felices pese a todo. Kyabe sabía que Vegeta lo amaba, que con su cariño había logrado penetrar las duras barreras de su corazón. Y aunque no solía ser muy demostrativo más allá del sexo, se lo hacía saber con pequeñas acciones como el hecho de encargarse él del bebé para dejarlo descansar o llevárselo de paseo cuando necesitaba estudiar para algún examen.

Botó el aire en un largo suspiro, cerrando el paso de agua para finalmente salir. Se enrolló una toalla alrededor de la cintura y con otra secó su cabello, sonriendo más que orgulloso con su vida.

¡Se sentía tan feliz!

Entró a la habitación de su hijo, la cual se hallaba justo al lado de la que compartía con Kyabe, cerrando suavemente la puerta detrás de él y encendiendo una pequeña lámpara de luz tenue para no despertar al pequeño más de lo necesario. Sonrió enternecido al verlo de pie en la cuna, sujetándose con una manito de los barrotes y la otra estirándola en su dirección con los ojitos anegados en lágrimas. Dejó el biberón sobre la cajonera blanco con celeste ubicada en frente y sin más alzó en brazos su frágil cuerpo, sintiendo enseguida como unos deditos se aferraban con fuerza a su camisa. Lo miró detenidamente, acariciándole el cabello en actitud sumamente dulce y paternal, mientras caminaba hacia la ventana del cuarto y abría las cortinas lo suficiente para que la luz de la luna llenara el lugar.

-¿Qué pasa, Mik?-Le preguntó en un susurro, acunándolo contra su pecho con cuidado, al tiempo que estiraba un brazo hacia el mueble y tomaba el biberón, batiéndolo un poco antes de ofrecérselo al bebé, quien balbuceó un “papá” bastante claro para su edad, empezando a alimentarse ávidamente.-Eres insaciable, pequeño mini yo.-Comentó el peliflama, sonriendo orgulloso ante el increíble parecido que su primogénito tenía con él; técnicamente era su mini copia.

Suspiró, observando el nocturno paisaje fuera. A su mente vino el imborrable recuerdo de cierto rostro de facciones bellas y aniñadas, dándole a su estómago un vuelco como si se hubiera saltado tres peldaños bajando la escalera. No podía creer que un año y medio hubiera pasado ya desde el día en que vio a Kakarotto por última vez, en la asotea del hospital donde estuvieron a punto de reconciliarse. Era imposible quitar de sus recuerdos la mirada triste, pero por sobretodo resignada que le habían dedicado esos ojos tan brillantes y expresivos, aunada a la dolorosa frase que esos labios que tanto había ansiado probar soltaron sin titubeo alguno, antes de ver desaparecer tras la puerta a quien seguía siendo el verdadero y único amor de su vida.

“Nosotros no estamos predestinados a estar juntos.”

Como acto reflejo aferró más contra sí el cuerpo de su hijo, dando un casto beso en su coronilla. Si no fuera por él todo sería tan distinto ahora, sin embargo se sentía incapaz de culparlo… ¿cómo podría? Mikan era quien menos culpa y más inocencia cargaba encima, sería una ridiculez absurda y cobarde de su parte responsabilizarlo por el nuevo final abrupto entre Kakarotto y él. Sólo le quedaba resignarse; resignarse y aceptar que tal vez era cierto y no estaban destinados. Sin embargo, ¿cómo obligar al corazón a entender algo tan cruel? ¿Cómo forzarse a sentir amor por quien lo amaba? ¿Cómo forzarse a dejar de amar a quien le despertaba tanto amor? ¿Cómo…?

Un movimiento entre sus brazos lo sacó de su ensimismamiento, robándole una sonrisa enternecida. Su hijo lo estaba mirando fijamente con esos ojos llenos de ingenuidad e inocencia, sosteniendo con una manito el biberón aun entre sus labios y con la otra dando golpecitos apenas perceptibles en la mejilla del mayor. Dicen que los niños son capaces de empatizar de manera natural con los sentimientos ajenos, por lo que quizás aquello era una forma de brindarle calma.

-Lo sé.-Le dijo en un susurro, quitándole el biberón para dejarlo otra vez en el mueble.-Todo estará bien.-Lo acomodó en sus brazos, dejándolo de cara a su pecho, y empezó a mecerlo algo abstraído en otro recuerdo que inevitablemente apareció en su mente.-Debes dormir, mini yo.

Una melodía, la letra de la misma y a un joven de cabellos alborotados cantándola con voz dulce.

“Cuando Vegetto nazca, le cantaré esta canción para dormir.”

Pero no era Vegetto quien estaba en sus brazos, ni era Kakarotto con quien tenía una familia.

Cerró con fuerza los ojos, conteniendo una maldición. Se impidió a sí mismo ser invadido por la frustración, concentrándose en el angelical rostro del pequeño Mikan semi dormido en su pecho.

“La otra noche, cariño, mientras dormía,

soñé que te tomaba en mis brazos.

Pero cuando desperté, cariño, estaba equivocado,

así que bajé la cabeza y lloré.

Siempre te he amado y te he hecho feliz,

nada podrá interponerse entre nosotros nunca.

Pero si me dejas para amar a otro,

destrozarás todos mis sueños.

Tú eres mi sol, mi único sol;

me haces feliz cuando el cielo está gris.

Nunca sabrás, cariño, lo mucho que te amo;

por favor nunca te vayas, mi sol…”

Una lágrima traicionera resbaló por su mejilla, mientras un nudo le apremiaba la garganta y el corazón. Había cantado apenas entre susurros, procurando siempre lograr que su hijo se durmiera, lo cual había conseguido sin mucho esfuerzo. Le dio una última mirada, caminando de regreso a la cuna para acostarlo allí y arroparlo bien, cuidando en todo momento no despertarlo.

Apagó la lámpara y dejó la habitación, cerrando con mucho cuidado la puerta tras de sí al salir.

~~~

En California, más concretamente en el departamento de cierto cantante de cabello alborotado, los cuatro amigos disfrutaban de una noche cálida viendo una trilogía de películas de terror. Sentados en la alfombra, Goku y Diecisiete veían interesados la enorme pantalla plasma que tenían justo en frente, mientras en el sofá Krillin y Lazuli hacían lo mismo, regalándose caricias y besos furtivos a escondidas de vez en cuando.

-¡¿Pero qué demonios hace?!-Soltó indignado Lapis, sobresaltando a los demás.-¡Sal de allí, idiota!

-¡Deja de hablarle a la pantalla!-Lo regañó Dieciocho, lanzándole la botella ya vacía de Soda.

Goku y Krillin sólo rieron, siendo el comportamiento de ambos algo demasiado común para ellos.

La escena que se mostraba en la pantalla era a una bonita chica entrando a oscuras en la habitación más aterradora de aquella casa totalmente en ruinas, siendo brutalmente atacada por un zombi en un acto por completo predecible para el espectador. El sonido grotesco de su carne siendo devorada resultaba bastante desagradable, ya que justo en ese momento comían pizza.

-Ugh, que asco.-Se quejó Krillin, bebiendo un poco de soda.-Demasiado realismo en los efectos.

-¿Por qué mejor no jugamos un rato?-Propuso Dieciocho, girándose a ver a Goku y a su hermano.

-¿Jugar a qué?-Inquirió el de cabellos alborotados, cambiando de posición para estar más cómodo.

-¡GTA!-Gritaron al unísono Krillin y Diecisiete, mostrándose bastante entusiasmados.

-Ash…-Se quejó Lazuli, haciendo un mohín indignado.-Desventajas de ser la única mujer aquí.

Goku la miró divertido y asintió, levantándose para ir por la Play Station a su habitación.

Abrió la última gaveta de su armario, tomando con cierta dificultad la caja de la consola. Ya con ella en las manos, se dispuso a cerrar la puerta del mueble, sin embargo el sonido sordo de algo cayendo al piso lo sorprendió. Miró hacia abajo y un frasco blanco con forma cilíndrica lo dejó boquiabierto, despertando en su sistema una serie de emociones muy poco favorables. Dicho frasco se había abierto por el impacto y varias píldoras de un perla transparente como el cristal se desparramaron sobre el piso, haciendo a Goku retroceder un par de pasos por mera inercia.

Se alteró, quedándose momentáneamente estático en su sitio con la mirada perdida en el vacío. Era la primera vez en muchos meses que se enfrentaba cara a cara y así de repentinamente con su ya superada adicción, pero no se sentía lo suficientemente preparado para soportar el peso emocional que esto implicaba. Sabía que debía tomar las pastillas y deshacerse de ellas, sin embargo era inevitable que el temor a recaer lo invadiera. Tomando un profundo respiro se agachó y sostuvo entre sus dedos un par de píldoras, percatándose apenas del ligero temblor en su cuerpo. Una serie de recuerdos nefastos atacaron su mente cual enjambre de avejas, desencadenando una vez más la furia y el odio contra sí mismo. No obstante apretó los labios y empuñó los dedos con fuerza, deshaciendo sin querer las metanfetaminas en sus manos. Las juntó echándolas de vuelta en el pequeño resipiente, levantándose y dirigiendo sus pasos al baño.

-Largo de mi vida, maldita basura.-Soltó entre dientes, volcando el contenido dentro del inodoro.

No caería otra vez en las garras de un escape fingido, no dejaría que su vida volviera a destruirse.

¡Ya no más!

Notas finales:

El nombre del bebé de Vegeta y Kyabe (Mikan) lo escuché una vez en una película de terror japonesa y como me pareció lindo lo llamé así :) Casualmente significa mandarina en japonés e.e Y como se supone que los saiyajin tienen nombres relacionados con vegetales con mayor razón lo dejé así XD

Goku al fin se reabilitó y ahora mantiene una bonita amistad con Diecisiete (con quien, por cierto, se acostó ebrio y drogado *o*). Kyabe vive su sueño de amor con una familia a la que cree intocable y perfecta, mientras Vegeta es un padre ejemplar y... sigue amando a Goku pese al tiempo. ¿Qué resultará de todo esto? Ciertamente ni yo lo tengo claro aún -.-


Saben que toda sujerencia, pedido, opinión, amenaza... lo que quieran, directo en la cajita de comentarios :)

Lo que por cierto me lleva a: ya van más de 1200 lecturas!! *se muere de amor* Pueden acaso ser más geniales?? Y después preguntan por qué los amo tanto (?) *^*

No olviden que un review es una inyección de inspiración derechito a mi cerebro <3

¡El botoncito no muerde! *-*


Próxima actualización: viernes 6 de julio :)

Nos leemos entonces ^-^

Ciao!!


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