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Divorciados por TheFckingHood

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Sasuke siempre lo supo. Naruto era un idiota. El más idiota de todos. No importara la edad que tuviera.

 

Y aun así, se había ido a vivir con él después de que se separara de Sakura. Porque, en palabras del rubio, "Dos divorciados son mejor que uno."

 

Exacto. Naruto se había separado de Hinata después de caer en cuenta que lo que tenían ellos no era prácticamente amor, aun cuando ya tenían dos hijos, un niño de cinco y una niña de apenas nueve meses. De nuevo, Naruto era un idiota, y un lento. En su caso, se había separado de Sakura cuando esta por fin encontró a alguien que correspondía a sus sentimientos y no la aceptaba solo por ser la única mujer digna con quien tener hijos... o una hija. Él le dio la libertad y quedaron solo como amigos. Sarada era inteligente (en sus apenas cinco años) y acepto aquello, solamente exigiendo poder convivir con Sasuke los fines de semana y algunas fechas importantes. No le podían negar eso.

 

Fue entonces que sucedieron dos cosas, casuales. Los Hyuga consiguieron un abogado y gracias a este, se quedaron con la casona Namikaze. Por lo que Naruto tuvo que mudarse a un departamento pequeño de alquiler ya que no tenía tiempo para buscar algo mejor; trabajar en una editorial al parecer no era algo tan fácil. En su caso, nuevamente, le cedió su hogar a su ex esposa e hija y regreso a su hogar materno. El cual estaba deshabitado. Oh, y estaba en su herencia. Sasuke jamás hizo uso de este ya que a Sarada le daba un poco de terror el estilo tan tradicional y envejecido del lugar.

 

Naruto se enteró (Váyase a saber cómo). Y como se conocían desde pequeños –La excusa que utilizo–, le rogó que le dejará vivir allí y dijo que con gusto pagaría la renta. Al parecer el departamento no era lo suficientemente grande para hacer sus cosas allí. Sasuke, a regañadientes, acepto. Y desde entonces comenzaron a vivir juntos.

 

Y también comenzó su martirio.

 

Primero, Naruto después de tres meses, dejó de pagarle una miserable renta. No se quejó, el idiota aportaba a pagar los servicios cuando le pagaban o le invitaba a beber cada que podían. Segundo, el rubio era un desordenado innato. Se quejaba, día tras día, era irremediable y varias veces lo encontró ocultando sus porquerías debajo de la cama. Tercero, comenzó a llevar a sus hijos a su hogar. Oh no, ese no era el problema; el problema erradicaba que los dos hijos de su compañero comenzaron a quedarse por largos lapsos de tiempo allí (¡Se quedaron todo el mes de diciembre hasta que fue veinticuatro!) y eran, muy, muy ruidosos. Cuarto, como ahora vivían juntos, era claro que Naruto conocería a su hija... su dulce e inocente Sarada... comenzó a actuar como Sakura, cuando se trataba de él. A veces no dormía en las noches por eso. Y quinto (La lista es demasiada larga y que pereza decirla toda)... comenzaron a tener una relación, oculta. Y era difícil no verse a sí mismos como una pareja casada homosexual, cuidando a sus tres hijos para las fiestas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando llegó a casa del trabajo (Su empleo es en un laboratorio y tiene un jefe bastante perturbador que podría recordarle a Dross, solo que este no tenía barba.), ya era algo tarde. Cerca de las once.

 

Orochimaru se había encargado de tenerlos azotados en su labor con una nueva medicina, en la que debía de prever que no fuera toxica en su consumo. Sentía pena por Suigetsu, pues fue el último en quedarse allí al lado de la mano derecha del jefe, Kabuto.

 

Cuando abrió la puerta, pudo divisar una luz encendida en el fondo, donde estaba la sala de estar. Sopesaba que Naruto o lo había estado esperando o simplemente, se había quedado dormido allí. Estaba listo para reñirle y como no, saludarle con un corto beso. Pero unos cuantos gritos infantiles captaron su atención. Procedían del segundo piso. Y rápidamente fueron acercándose, juntos a varios pasos.

 

Lo primero que vio y escucho.

 

¡Papá, bienvenido a casa! —La azabache corría con algo entre sus manos y paso rápidamente por el corredor que conectaba con la cocina.

 

Sarada...

 

¡Tío! —Allí paso una mariposa, que reía a todo pulmón y arrastraba en sus pies una manta de estrellas rosas.

 

Himawari...

 

Y por último — ¡Tío Sasuke! —Esta vez este no siguió de largo, claro que no. La mata de cabello rubio y ojos azules, la viva imagen de su padre, choco con él. Por suerte no termino en el suelo.

 

Boruto... —El niño de doce rápidamente lo soltó y continuo su carrera tras las dos chicas

 

— ¡Vuelvan aquí, ttebasa! —Se perdieron en el pasillo.

 

Sasuke suspiró, y frunció el ceño. Eran casi las once, ¿No debía de estar durmiendo? Es más, se les veía muy enérgicos.

 

¡Chicos! ¡Es-esperen! Agh, ya no estoy para estos trotes, ttebayo. —Y finalmente, el más lento de todos. Iba a comenzar a poner más verdura en sus comidas — ¡Ah, Sasuke!

 

Hm. —Naruto dejo el trote y se detuvo a su lado, aprovechando su momento a solas para besarlo en los labios. Claramente, correspondió, pero rápidamente se separó.

 

Llegas pronto.

 

Elevó una ceja ante aquello — ¿Pronto? Naruto, son —Reviso su reloj de muñeca —las once. —Volvió a verlo — ¿No te ibas a encargar de que se fueran a la cama, hace dos horas? —Su pareja soltó una risita avergonzada y culpable, mientras se rascaba la parte posterior de la cabeza.

 

Bueno... se suponía... pero después de que les diera la cena... se pusieron así – ttebayo... —Risillas nerviosas.

 

Una alarma se disparó en la mente del Uchiha, quien sin decir palabra, largo los pasos en dirección a la cocina. Claro, Naruto fue tras de él, balbuceando cosas que solo fueron calladas cuando sus ojos oscuros se posaron en aquel frasco de vidrió que se mantenía sobre la encimera. A su lado, cuatro tazas.

 

Revisó todos los lados. Nada. Seguro los niños estaban o en el patio o de nuevo fueron a parar al segundo piso. Se giró a ver a su pareja y este pareció palidecer — ¡¿Les diste café?!

 

¡Había pensado en prepararles chocolate caliente!

 

¡¿Y confundiste los frascos?! —Su portafolio cayó al suelo.

 

¡Es que no había! Se acabó – tteba...

 

Por Dios, ¿Y lo sustituiste por café? —Se tocó la frente. No deseaba tener un dolor de cabeza tan pronto.

 

¡Claro que no! Pero, pero ellos deseaban algo de comer junto a las palomitas, y- y, pues busque en internet alguna receta y... —Se vieron mutuamente —Había algo llamado babyccino.

 

Disculpa, ¿Qué?

 

Babyccino... café para niños...

 

Un tic —Naruto...

 

¿Sí – ttebayo?

 

¡¿Quién le da café a un niño?!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo habían logrado. Y les había costado, demasiado. Eran cerca de la una de la mañana, y en todo aquel rato obligo a Naruto a desgastar la energía de los menores. Solo cuando lo vio sin casi poder moverse entre la nieve, le ayudo. Y ahora, Sarada dormía en su cama, Himawari en la adversa y Boruto en su propio cuarto. Calma.

 

Regresó a su cuarto, el cual compartía con el atolondrado, quien por cierto, estaba desparramado en la cama en su pijama. Sasuke le dio una rápida mirada a su estómago. De verdad, debía de obligarlo a comer más sano.

 

Se cambió entonces, poniéndose su propio pijama. Apagó la iluminación y se metió bajo las sabanas, al mismo tiempo que Naruto lo hacía —Lo siento, Sas'ke.

 

Hm. —Hacía bastante frío, por lo que tomo eso como excusa para apretarse contra el cuerpo ajeno. Logró vislumbrar aquella sonrisa que siempre acompañaba a su pareja y sonrió a su manera, presionando su nariz contra el hueco en su cuello —Desde mañana comenzaremos una dieta.

 

Naruto se quejó.


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