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Maldito neófito por TheFckingHood

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Aun recordaba aquel día en que lo conoció; Sasuke había estado celebrando sus diecinueve años humanos (otra vez) y bueno, trecientos como vampiro, en un antro bastante famoso en Tokio. Si hubiera sido por él, jamás hubiera festejado tal cosa después de algunos siglos. Y la razón era demasiado vistosa, pues desde que comenzó a beber sangre humana, no envejecía.


Oh sí, los de su clase tenían el poder de vivir inmortalmente desde la primera gota de sangre humana que probasen. Claro, existían ciertas reglas y normas que entre todos ellos se debía de saber, una de ellas era: No beber sangre humana, no te asegura la inmortalidad, de por vida. El proceso era entre mucho, gracioso e impensado.


Para mayor resumen: Sí Sasuke no bebiese sangre humana, podría envejecer (lentamente) hasta que se dignase a alimentarse nuevamente como la 'ley' clama. Otro ejemplo era su hermano, Uchiha Itachi, quien decidió detener su ciclo de crecimiento a la edad de veintiséis años ("A muchas personas les gusta los maduritos, tonto hermano menor."), mientras que sus padres lo mantuvieron en los cuarenta y cuatro ("Quiero seguir viéndome joven, aunque tenga unos hermosos hijos.", "Luces como siempre, Mikoto.")


Cualquiera aclamaría que vivir eternamente como un joven que no roza aun el segundo escalón de la vida era de envidiar, pero no era así. Para no levantar sospechas, los Uchiha se mudaban cada cinco años a diferentes países y comenzar, por así decirlo, de cero. Itachi iba a cursar un último año de universidad o ingresaba como vicepresidente a las empresas que poseía Fugaku alrededor del mundo, mientras que sus padres llevaban todo desde casa, solo presentándose a las fiestas importantes, pero, ¿Y él? Sasuke siempre, siempre debía de ir a la universidad. Y no es como sí lo odiase, sería peor quedarse en casa sin hacer nada; estudiaba cada cosa que llamase su atención o solo iba a calentar puesto.


Regresando entonces al tema, y sensatamente a la noche donde lo conoció: Sasuke había tenido que aceptar la "fiesta sorpresa" por parte de Sakura, Ino, Matsuri, Shino y otros tantos que no sabía sus nombres. No tuvo de otra que acompañarles a aquel antro, siendo molestado por las luces neón, los cuerpos en movimiento de las personas, a cierta pelirrosa que no paraba de restregar sus bubis contra su brazo y mucho, mucho alcohol.


No supo en que momento de la noche o madrugada fue lo percibió, pero no estaba muy lejos suyo. El aroma no era de carácter dulce empalagoso, era en cambio, fuerte, un tanto agrio y con un toque que solo hizo que su garganta quemara. El cumpleañero no lo pudo evitar y sacando una excusa de ir a los lavados, se dirigió al lugar donde provenía tal néctar.


Y ahí estaba él. Hablaba animadamente, sonriéndole a las personas mientras entregaba las bebidas que le pedían y luego, desapareciendo su mascará a una expresión añorante que se perdía entre las personas. No se hizo esperar y llegó a la barra, perdiéndose en aquel aroma que era dueño de sus sentidos. Mierda, era delicioso.


— ¿Desea algo? —Justamente lo tuvo frente a sus ojos realizándole esa pregunta; deseo detener el tiempo, porque diablos, era todo lo opuesto a él. Rubio, ojos azules resplandecientes, piel tostada y un cuerpo delgado pero fibroso. No podía pasar de los dieciocho, e incluso podría apostar que menos.


Pidió un coctel, que sabía bien no le encontraría sabor a menos que tuviera sangre mezclada.


El chico parecía bastante amable y servicial, sonriendo tan amplio pero falso. Para Sasuke, todo en él, era llamativo e interesante.


Entonces la cacería empezó.


 


 


Dejo de asistir a la universidad en la noche (El horario que había elegido para ir a clases de contaduría), solo para ir a aquel antro que para su sorpresa poseía la función de bar de veinticuatro horas de lunes a jueves y como discoteca de viernes a sábados.


Primeros descubrimientos: Se llama Uzumaki Naruto. Era rubio natural. Según tenía entendido, era americano/japonés por los padres que nunca llego a conocer. Es huérfano. Dejo de vivir en el orfanato y comenzó a trabajar para tener un hogar propio y costearse sus cosas. No tiene suficiente dinero para ir a la universidad, solo para pagar la renta y servicios. Maravillosamente su vecino era maestro y le ayudo bastante a mejorar su educación de secundaria (Que nunca termino). Tenía diecisiete años, en unos meses dieciocho. ¡Lo sabía!


Sasuke estaba fascinado. El chico era todo lo contrario a él, y su olor era cada vez más difícil de soportar. Cada noche deseaba saltar la barra, lanzársele encima y clavar sus colmillos en su cuello para beber de él hasta el cansancio. ¡Y lo hubiera hecho! Si no fuera porque en todo ese tiempo, sus conversaciones pasaron de tensas e incomodas, a abiertas y amistosas. El rubio se atrevió a llamarle 'teme', él se la regreso con un 'dobe'. Naruto le llamo 'demasiado lindo para ser un chico', Sasuke le contesto con un 'Tienes cara de rana y por eso ninguna chica te presta atención'. Todo bien... hasta que lo llamó amigo. Murmurando que era su primer y único amigo, uno que no le juzgaba.


El Uchiha llegó a sentir algo que dudaba mucho tener. Que tuvo que huir esa misma noche y esconderse entre los brazos de su madre, para después hablar con su hermano sobre aquella sensación que se oprimía en su abdomen y pecho. Itachi le llamo 'tonto hermano menor' y adjunto a esto: 'Puede que estés enamorado'.


No le creyó y sopeso perderse hasta el próximo mes, pero no pudo. Ni pasaron las veinticuatro horas para cuando regreso al lugar y esperarlo en las puertas traseras.


He ahí el inicio de todo.


 


 


Naruto se había sorprendido al verlo esperándolo allí, y Sasuke le invitó a caminar a algún parque; el rubio no se negó y aunque el silencio predominó casi todo el camino, finalmente fue el mismo menor quien se disculpó por haberse atrevido a llamarle de esa forma tan confianzuda. Agregando que era claro que eran de mundos diferentes y que comprendía si se dejaban de hablar.


Fue la gota que derramo el vaso, y sin pensarlo, Sasuke se lanzó a abrazarlo y juntar sus bocas. Porqué para él las acciones decían más que las palabras. Estupor fue el hecho de que Naruto le correspondiera, demandante, abrazándole del cuello y moviendo sus labios de manera torpe y nerviosa.


"Vamos a mi casa. Es cerca."


EL GRAN ERROR.


 


 


Aceptó, dándole igual que fuera un edificio mediano de pequeños departamentos que daban solo espacio para parejas sin hijos o personas solitarias. Le dio igual que la cocina y comedor miniatura quedasen cerca de la cama y que casi tropezase con está. Le dio igual que el tamaño del lecho fuese pequeño e individual, y el colchón fuera duro e incómodo. Incluso le dio igual que el otro fuese un inexperto en todo eso y que fuera el mismo Sasuke en ayudarle, siendo a sí mismo el que recibiría al atolondrado rubio. Le dio igual que el chico le penetrase con desespero, corriéndose demasiado pronto. Sasuke nunca se había sentido tan bien en toda su vida y como recompensa, lo montó, sin importar el cansancio del más joven, las veces que se corriera en su culo o los ruegos que le pedían que nunca se separará de él.


— Siempre... —Había gemido, sintiendo como llegaría a su cúspide, al mismo tiempo aquel miembro golpeaba con insistencia su interior del cual no dejaba de brotar simiente que manchaba sus cuerpos —Siempre estaré contigo, Naruto... ¡Oh! —De nuevo lo sintió correrse, obligándolo a estar sobre su cuerpo mientras respiraba con cansancio.


Sasuke no lo evitó, no cuando tenía a su alcance aquel aroma.


Lo mordió. Justo cuando su interior de cernía y liberaba su propio orgasmo. Le dio igual el grito de dolor, le dio igual las suplicas de que lo soltara, le dio igual sus intentos de apartarlo. Y le dio igual cuando poco a poco las fuerzas lo fueron abandonando hasta casi dejar de respirar.


El sabor era gratificante, perfecto, delicioso, tan único... tembló ante la idea tener más de ese néctar y ahí fue cuando reaccionó. El rubio estaba casi sin vida, con los ojos adormilados y su piel tornándose pálida con rapidez. Temió por primera vez en muchos siglos. Y lo hizo:


Lo mordió de nuevo, inyectando el veneno de sus fauces hasta que el corazón adverso dejo de palpitar.


 


 


Cuando Naruto despertó, lo atacó. Estaba hambriento y al ser un neófito, sus emociones lo obligaban a ser casi como un animal. La batalla fue ardua que llegaron a romper todo lo que estaba en aquel pequeño departamento. Si no hubiese sido por su hermano, Sasuke tal vez hubiese salido con algunos huesos rotos a manos del rubio. Así es, llamó a Itachi después de decirle la situación y los hechos ocurridos, por lo que entre ambos fue más fácil inmovilizar al neófito y noquearlo. O en otras palabras, romperle el cuello mientras este volvía a su lugar.


 


 


Sus padres habían pegado el grito al cielo, y aunque su padre lo llamó de todo, su madre y hermano alimentaron a Naruto a base de animales del bosque de Tokio. Finalmente cuando el rubio volvió en sí, lloro a mares y fue momento de Sasuke en actuar.


Dejando de lado la desnudez ajena, le abrazo y no dejo de decirle lo mismo: Jamás lo abandonaría o dejaría solo.


 


 


Ahora en el presente...


— ¡¿POR QUÉ HAY SANGRE EN TODO EL SOFÁ?! —Había salido para alimentarse, de humanos. Había dejado a Naruto jugando videojuegos en la casa victoriana y con la excusa de ir a comprar ropa (algo que al rubio le aburría), pensó que todo estaría bien. Pero al parecer no.


Su hermoso sofá de cuero, cuero claro para que combinara con la sala de estar, tenía una jodida mancha del tamaño de un dos personas en el respaldo y asiento... ¡Eso era sangre!


— ¡Naruto!


— ¡No fui yo! —Oh sabía plenamente que sí. Y que el rubio se escondiera detrás de una de las columnas solo incrementaba su ansía por cazarlo... una segunda vez.


 

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