Tamaki estuvo el resto del receso en su lugar secreto, intentando alejar aquellos malos pensamientos que tenía, puesto que estos causaban un extraño dolor en su pecho. Quizás no eran celos, pero tragarse sus sentimientos tampoco le hacía bien. Le resulta complicado seguir al lado de su mejor amigo, porque está consciente de que aquello que lo aqueja no va a terminar hasta que se le confiese a Mirio, quien ahora probablemente esté buscando a Tamaki por el campus de la escuela sin hallarlo con éxito.
Al final del día, Tamaki optó por no dirigirle la palabra a Mirio y este último se sintió un poco desplazado, pero arreglaría las cosas con el azabache cuando caminaran a casa, sin embargo, la mala suerte parecía perseguirlos a ambos. Al rubio le tocó quedarse para limpiar el salón en compañía de los otros encargados, así que Tamaki tuvo la oportunidad para evadir cualquier momento incómodo e irse a casa más o menos tranquilo, si eso realmente lo calma. Este en realidad no quiere evitar a Mirio, está consciente de que podría afectar para mal su relación de amistad construida por el paso de los años. ¿Hay alguna otra forma de esconder los sentimientos más allá de la amistad?
Las cosas no terminan allí, Mirio hace su mayor esfuerzo para terminar pronto la tarea dada y correr para alcanzar a Tamaki, no obstante, cuando sale a las afueras no ve a su amigo y continúa corriendo hasta llegar a casa de este. Allí, toca el timbre y quien lo recibe es la madre del hogar.
- Buenas tarde, Amajiki-san.
- ¡Oh! ¡Mirio-kun! – Su tono de voz indica sorpresa, y cómo no, es algo raro ver a Tamaki llegar solo. - ¿Estás buscando a mi hijo, verdad? Dijo que llegó bastante cansado y se fue a encerrar a su habitación. – Ella coloca la palma de su contra su mejilla. – A veces no sé en qué está pensado. ¿Quieres entrar y preguntarle lo que ha pasado?
El rubio piensa un poco en la situación, desde que comentó lo del rechazo Tamaki ha estado comportándose de una manera extraña, ha mostrado señales de que posiblemente el amor de ambos sea recíproco, pero esto también podrían ser sólo especulaciones mal hechas que Mirio se está haciendo para entender el comportamiento del azabache.
- No, gracias, mañana vendré a buscarlo para irnos juntos, que tenga buena tarde. – Se despidió con una sonrisa en el rostro y se fue a casa sin decir más.
Mientras tanto, Tamaki miraba desde su ventana a las afueras, veía a Mirio irse de brazos cruzados, al parecer se le veía frustrado por no poder resolver las cosas, aunque tampoco le puso mucho empeño. Ambos, tanto Tamaki como Mirio, no saben que su amor es recíproco, puesto que ninguno de los dos quiere dar el primer paso, mejor dicho, ninguno es capaz de darlo. Tamaki es incapaz de revelar sus sentimientos debido a lo mucho que estima a Mirio como su amigo, perderlo significaría que no tendría ese punto en el qué apoyarse en momentos duros. Por otro lado, Mirio quiere dar el primer paso, pero teme también perder lo más valioso que tiene con Tamaki, su amistad. En resumen, el mayor problema que afrontan es pensar en cómo responderá la otra persona.
A la mañana siguiente, el rubio llega a casa de Tamaki, pero esta vez es Tamaki quien lo recibe, puesto que, justo en ese momento él estaba saliendo. El camino a la escuela pasó de ser algo sumamente animado a un profundo silencio, ni si quiera Mirio encontraba el momento preciso de soltar una de sus típicas bromas. Llegaron en silencio a la escuela y se dirigieron a clases, saludando a algunos compañeros de paso y llegados por fin al salón, tomaron asiento en sus respectivos asientos.
Esto no puede seguir así. Pensaba Mirio. En el primer receso debo decirle a Tamaki lo que siento. Quizás se sintió desplazado el día de ayer por haberme ido con esa senpai. Continuaba sacando conclusiones que ni cerca estaban de la verdad.
Terminada la primera clase, Mirio trató de acercase a hablar con Tamaki, sin embargo, otra vez parecía que la suerte no le favorecía y dos compañeros de clases le bloquearon el paso sólo porque querían contarle una nimiedad. Favoreciéndose, Tamaki huyó del salón, impidiendo que Mirio pudiese encontrarlo hasta quizás el próximo receso. Que infortunio. El hecho de querer intercambiar unas cuantas palabras se les ha hecho casi imposible. Se veía que el día no quería juntar a estos dos chicos.
El receso se fue tan pronto como llegó, otra vez, en sus asientos todos, otra vez, Mirio sentía esa distancia que Tamaki le estaba poniendo. ¿Por qué era tan difícil hablarle? ¿Tan difícil seguirle el paso? Las cosas no estaban funcionando desde ayer y esto preocupada sobre todo al rubio, quien por más que quiso acercársele a Tamaki ese día no pudo.
- ¿Togata-kun, estás bien? – El muchacho estaba comiendo solo en la azotea, raro en él, puesto que siempre está rodeado de gente.
- ¿Senpai? – Efectivamente, la que encontró a Mirio fue la misma chica que se le había confesado el día anterior. - ¿Qué haces aquí?
- Umh… Este es un lugar lindo para relajarse y pensar las cosas con claridad, ¿No lo crees?
- Sí.
Hubo un pequeño lapso de silencio que fue roto por la inusual pregunta del rubio.
- Senpai, ¿De dónde sacaste valor para confesar tus sentimientos por mí?
- ¿En serio me preguntas eso luego de rechazarme? Que duro eres, Togata-kun. – Le guiña un ojo, indicando que todo lo que dijo sólo fue en broma. – Simplemente quería sacarlo. – Alzó sus brazos hacia el cielo y continúo. – Quería que mi pecho dejase de doler, quería que mis ojos dejasen de mirarte desde lejos, quería que lo supieras.
Los ojos de Mirio se iluminaron al escuchar “Quería que lo supieras”, como si ahora mismo tuviese la respuesta a todos sus problemas.
- ¡Muchas gracias, Senpai!
La sonrisa de Mirio hizo que la muchacha se sonrojara, mientras veía a Mirio alejarse, pudo notar sus verdaderas intenciones, ahora mismo, él iría a buscar a Tamaki para confesársele, sin importar qué, no obstante, el término del almuerzo y las clases no dejaron a Mirio completar su cometido, teniendo que esperar a la hora de la salida para así poder sacar todo lo que quiera de su sistema, todos esos desbordantes sentimientos.
La campana sonó dando la despedida a los estudiantes, Mirio fue directo donde Tamaki y le tomó la mano, llevándolo casi a rastras, sin embargo, no es como que el azabache opusiese mucha resistencia, por el contrario, se dejó llevar puesto que también quería expresar correctamente sus sentimientos hacia Mirio.
Ya en un lugar aislado, ambos chicos abren la boca, diciendo sus nombres al unísono y haciendo un momento incómodo, Tamaki se tapó la boca y Mirio sonrío de forma nerviosa.
- Pu-Puedes hablar primero, Mirio. – Murmura el azabache.
- Sí… Bueno. – Mirio toma aire. - ¡Amajiki Tamaki! – Tamaki se sobresalta al escuchar su nombre completo. - ¡Tú me gustas mucho!
¿Qué era eso que ahora inundaba el pecho de Tamaki? Una sensación suave, restauradora, tanto así que de sus ojos comenzaron a brotar unas extrañas lágrimas que al parecer demostraban su felicidad, sin embargo, Mirio se asustó sobre ello y se acercó a su amigo para asegurarse de que estaba bien. Tamaki intenta limpiar las lágrimas, pero siguen saliendo y saliendo. Es su felicidad desbordándose porque sus sentimientos están siendo correspondidos.
- Tú también… Mirio. – Tamaki alza un poco más la voz. – Tú también me gustas… Togata Mirio.
Mirio abraza a Tamaki y este le corresponde, escondiendo su llanto en el pecho del rubio. Por primera vez, después de 3 años, ambos por fin dicen lo que sienten.
Fin del capítulo 3