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La suerte de los tontos por Ilusion-Gris

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Cinco, cuatro, tres, dos, uno...

—¡Kiba!

El chico que hasta el momento había permanecido con la cabeza en las nubes entornó los ojos para distinguir a la persona que lo llamaba.

—Por Dios, ¿qué pasa contigo? —preguntó su compañera de trabajo en voz baja.

Sus ojos eran azules, cuando los miraba le hacían sentir perdido en un bosque frío, un precioso bosque donde solo animales con pelaje grueso podrían habitar.

—Ino —ignoró su preocupación y soltó de golpe lo que lo atormentaba—, ¿qué significa nos vemos luego?

Sus delgadas cejas se alzaron y parecía no comprender su pregunta. En realidad ni el propio chico lograba entender porque esa sencilla frase aparentaba tener un gran peso y a la vez ser tan ligera que si un suave viento soplaba, se desvanecería en ese instante.

—¿Por qué preguntas algo obvio? —En su frente surcaron pequeñas arrugas de disgusto.

—Olvídalo. —Suspiró, cansado de no hacer más que hundirse lentamente en una laguna de dudas.

La rubia lo observó de reojo, si hubieran estado en su hora libre lo habría cuestionado a fondo, pero se suponía que tenían que terminar de llenar algunos formularios para enviar los paquetes a su destino ese mismo día y no había tiempo para nada más.

Aun así la chica no soportó y continuó hablando, teniendo en cuenta que si el gerente pasaba por la oficina les daría una buena reprimenda.

—¿Es por una chica? —susurró para que solo él escuchara.

«No es una chica», pensó. Si Neji se enterara que se refería a él como chica, muy probablemente le dejaría de hablar, pero él no lo sabría y no estaba en un lugar adecuado para confesar a su compañera —que lo creía heterosexual—, que al final había caído perdidamente enamorado de un hombre.

—Sí —contestó sin más.

—Qué lindo —dijo ocultando las ganas de exclamar de la emoción—. Tranquilo, si tienes ganas de hablar o estar con ella solo hazlo y si no quiere se negará.

No era tan sencillo. Lo había visto después de la cita, en la casa de Shikamaru y en la cancha de básquet, pero no encontró ni el valor, ni la oportunidad de acercarse a él con algún pretexto. No sabía lo que pensaba, tal vez se había arrepentido de besarle, quizá al final solo fue un contacto físico sin ningún significado relevante para él. No podía evitar imaginar esas posibilidades, no había manera de evitarlo cuando del chico en cuestión, no obtenía nada. Carecía del derecho de acercarse a él y conversar, no eran amigos y hasta hace poco Neji lo evitaba.

Si pudiera saldría a buscarlo a su departamento, pero ¿qué le diría?

Kiba ansiaba estar con él, verlo solamente a la distancia ya no era suficiente, después de platicar y probar sus labios quería más. Su cabeza giraba y giraba, dándole vueltas a todo, llegando siempre al inicio: «Neji y yo, no somos nada». A pesar de aquella cita, de que abrió un poco su corazón y le permitió ver dentro, a pesar de que sus labios se unieron con los suyos, solo había eso y un «Nos vemos». Tan solo eso y nada más.

—Claro —respondió después de un rato sorprendiendo a la chica que ya había dado por finalizado el tema.

• • •

Llegó a su piso, se quitó los zapatos y mientras caminaba a la cocina estiró sus brazos y hombros agarrotados.

Neji trabajaba para una compañía de Internet, no ocupó un título universitario para ingresar, solo unos cursos previos para dar instrucciones, saber orientar al cliente cuando ocuparan su ayuda y de vez en cuando tratar de vender algún servicio. Pasaba de siete a ocho horas al día en el teléfono y frente a una computadora no tan potente. Su cuello terminaba tenso y su espalda adolorida.

Preparó arroz y comió un poco de la sopa del día anterior, dejó de nuevo todo en orden y con la vista cansada, los oídos fastidiados de escuchar a las personas quejarse de lo lento del servicio y su garganta ronca de tanto hablar, se tumbó en la cama. Quería dormir, quería quedarse ahí el resto del día y que su mente se pusiera en blanco, pero le fue imposible. Kiba invadía una vez más toda la tranquilidad que hasta hace poco le seguía a su rutina diaria.

«Estoy jodido», pensó mientras lanzaba un suspiro. «Él tiene la culpa de que fuera más amable de lo normal y las llamadas se extendieran y mi jefe me llamara la atención». Hasta ese día tenía todo bajo control, pero Kiba con su torpeza se hizo un lugar dentro de él y no encontraba la manera de sacarlo, y para ser sincero, tampoco lo había intentado.

Por la tarde sería el turno de continuar con el partido de básquet que la vez anterior había quedado inconcluso, pero no le importó y cerró los ojos.

Imaginó que caminaba deprisa al trabajo, sus pies daban grandes zancadas y de un punto a otro comenzó a correr. Iba tan rápido que todo a su alrededor se volvió borroso y al girar un poco la cabeza se detuvo en seco. Su respiración era irregular y un chico que también corría del lado contrario también se quedó quieto junto a él. Se observaron con curiosidad y el otro le sonrió. Ese chico era Kiba y él estiraba su mano para alcanzar la suya, pero estaba demasiado lejos. «Es imposible», volvió a llegar a esa conclusión y por fin se quedó dormido.

El timbre lo despertó, miró la hora en el reloj de pared que colgaba frente a él y se dio cuenta que pasaban de las nueve. Ya era tarde para recibir visitas, quizá era Lee que venía a ver por qué no había podido ir a jugar con ellos, pero el chico tenía su número y nunca le había visitado sin antes avisar.

Se levantó y con un poco de desconfianza abrió la puerta.

Kiba pegó un brinco de la sorpresa. Había esperado cinco minutos frente a la entrada a que abriera, pero todo estaba tan silencioso y en tinieblas que creyó el castaño no estaba en casa, se había resignado y estaba a punto de marcharse cuando Neji apareció frente a él.

—Hola. —Se ruborizó y olvidó que más tenía que decir.

—Hola —dijo sin dar crédito a lo que veía—. ¿Qué haces aquí? —Soltó sin pensar.

—Lo siento, no quería molestarte, pero me preocupé... —Negó con la cabeza y corrigió sus palabras—: Todos nos preocupamos porque no sabíamos el motivo de tu ausencia y quizá estabas en problemas... ¡No! No estoy insinuando que ocupas mi ayuda o que hayas hecho algo malo... pero no tengo tu número... ¡Tampoco insinúo nada!... Yo... Lo siento. —Desvió la mirada avergonzado por no poder expresarse correctamente frente al castaño.

Neji había perdido la esperanza de verlo ese día, pero ahí estaba Kiba en la entrada de su casa, hecho un desastre, cansado de la distancia que los separaba y perdido justo como él.

—Pasa, no acostumbro a tomar café, pero tengo un poco de té. —Se hizo a un lado y esperó ansioso su respuesta.

«No es necesario», era lo que tenía que decir, «veo que te encuentras bien y con eso basta», pero no podía decirlo porque sí era necesario y no bastaba, y arruinar esa oportunidad que se le ofrecía a un ser tan miserable como a él, podría considerarse un pecado.

—Con permiso —dijo al pasar junto al chico de pelo largo.

—Me quedé dormido.

—¿Disculpa? —Casi tropezó cuando escuchó que hablaba.

—Me quedé dormido, por eso no pude ir y olvidé decirle a Shikamaru.

«Shikamaru», resonó en su cabeza. 

—El trabajo debe tenerte muy cansado.

—No, no creo que sea el trabajo —contestó y luego se arrepintió—. Vamos, la sala está a unos pasos más, puedes esperarme ahí unos minutos mientras preparo el té.

Le vio alejarse y meterse a lo que probablemente era la cocina, estuvo tentado de tomarlo por la muñeca y confesarle que no le importaba beber nada en ese instante, que lo único que quería era que se quedara junto a él, porque ya habían pasado trece días y ya no lo soportaba más, y sí, contaba los días y eso probablemente lo convertía en un paranoico; por ello, en lugar de retenerlo apretó los puños para no hacer nada tonto.

No prestó mucha atención al lugar, de haberlo hecho habría notado que era un piso sin ningún adorno, ni un cuadro colgaba de la pared y de los estantes no había ninguna figura de cerámica o una fotografía, solo un puñado de libros que apenas llenaban la mitad del mueble. No había televisor, pero en una esquina, encima de una mesa pequeña, había un viejo estéreo y a los lados, dos bocinas grandes del siglo pasado.

Kiba miró sus manos, estudió la forma de sus dedos como si nunca lo hubiera hecho y al ver que el castaño no aparecía cerró los ojos.

Aspiró, sí, ahí vivía Neji, ese era el lugar donde el chico de ojos perla pasaba gran parte del día. Por primera vez se permitió relajarse, quizá se debía al olor que flotaba en el aire, pero se sintió fuera de sí, fuera de sus preocupaciones, fuera de su ansiedad.

—¿Estás bien? —Oyó que lo llamaba.

Abrió los ojos, Neji le tendió una taza blanca, con unas figurillas de flores azules.

—Últimamente me preguntan eso seguido. —Dejó escapar el aire que hasta ese momento se dio cuenta retenía.

—Si no te sientes bien deberías ir con un médico.

El chico se sentó frente a Kiba, llevó a sus labios el líquido caliente y sopló para apartar el vapor que se formó.

—Creo que estoy bien —dijo mientras lo imitaba—, al menos físicamente.

Neji no dijo nada, esperó a que continuara hablando, pero el chico no lo hizo y eso le inquietó, él siempre trataba de decir algo, al menos lo poco que lo conocía le hizo tener esa impresión, como si el silencio fuera un presagio de mala suerte y él lo evitara a toda costa.

Bebieron sin decir una sola palabra y al terminar Kiba se levantó.

—Lamento venir a esta hora, será mejor que me vaya de una vez. —Evitó su mirada y retorció sus dedos detrás de la espalda.

—Es la tercera vez que te escucho pedir disculpas, si lo vuelves a decir creeré que para ti fue un error venir aquí.

«No es tan sencillo», pensó Kiba.

Podría decir todo lo que sentía, podría por fin sacar aquello con palabras, pero entendió que uno no puede ser tan sincero, al menos no en su caso, la otra persona quizá puede no estar preparada para escucharlo, quizá le tome a la ligera o quizá le reste importancia; y Kiba no quería ser tomado como una broma. Él actuaba impulsivamente, pero por primera vez sintió que quería hacerlo bien, a partir de ahora, porque ya tuvieron un inicio desastroso y no podía continuar jugando con su suerte, no quería arruinarlo, pero para ser sinceros no creía soportar más, pero lo intentaría.

—Entonces no lo volveré a hacer, a menos que realmente lo lamente. —Sonrió por primera vez en la noche.

—Gracias por venir —dudó, ese no era el chico que creía que era—, nos vemos... —Sintió un nudo en la garganta, tal vez él era el único que estaba mal, el único al que su mundo decidió ponerse de cabeza y solo él había perdido el control. Se sintió estúpido, estúpido por creer que estaban en la misma condición, porque cuando lo vio fue engañado y creyó que más que nada, se necesitaban, pero no era así, él era el único con sentimientos fuera de lugar.

—Adiós, espero mañana no te quedes dormido, quizá seas tú el que deba ir al médico. —Se giró para marcharse antes de que su lengua soltara algo imprudente. Quería ser alguien mejor para Neji.

—Espera. —Le detuvo antes de que cruzara el umbral.

Los ojos cafés brillaron, ya a punto de rendirse.

El mayor de ambos alzó las manos hasta alcanzar las mejillas del contrario, con la punta de sus dedos acarició suavemente su piel, sus párpados cayeron y apretó los dientes. Se acercó un poco más, confundido por no entender sus propios sentimientos.

—¿Por qué viniste? —Quería una respuesta convincente, quizá era un poco egoísta y quería escuchar que estaba ahí porque lo necesitaba.

—No he dejado de pensar en ti, desde aquel día que te conocí por primera vez, no he podido apartarte de mi mente y tal vez sea un idiota, pero desde aquella vez que te besé no he hecho más que ilusionarme. —Apartó las manos de Neji y retrocedió un paso.

—¿Y lamentas eso, Kiba? —Lo miró a los ojos.

—La verdad... —Se sintió acorralado—. No me gusta ser tan vulnerable ante ti, quisiera ser yo el fuerte y demostrarte que puedes confiar en mí, pero no dejo de ser patético y eso es lo que lamento.

—No quieres ver mi lado débil, porque si lo haces quizá te sientas decepcionado.

El aire que les rodeaba parecía poco, no encontró la forma de escapar y llegó a su límite:

—Creo que he sido lo bastante claro y transparente todo este tiempo, la verdad es que ya me cansé de no saber qué está pasando, me gustaría que fueras sincero y me digas si aquel beso fue un sí o un no.

Había obtenido coraje y valor de algún lugar desconocido para expresar lo que sentía, porque toda la vida le han hablado del orgullo y lo que entiende por orgullo se perdió al abrir la boca, lo que ahora siente es como decir que ya no es él, sino la otra persona, su existencia se reduce a nada y duele, duele porque más que desear ser el de antes, desea con todas sus fuerzas que la otra persona le corresponda, corresponda con la misma intensidad, corresponda de la misma forma desenfrenada y solo quiere que esa locura los arrastre a ambos.

Pero vio la duda en los ojos de Neji, debió callarse, ahora estaba totalmente expuesto, había cavado su propia tumba y ya no había vuelta atrás. Dio un paso más hacia atrás, listo para marcharse cuando lo rechazara, pero el otro no decía nada y eso era peor, su corazón se contrajo en su pecho y le pareció él mismo se reducía.

En algún lugar de su departamento había una gotera, era la única que deliberadamente hacía ruido, y al menos eso les recordó que el tiempo seguía su curso.

—No sé cómo pasó... pero tampoco puedo dejar de pensar en ti y eso... No lo entiendo.

—Podrías... ¿Podríamos intentarlo? —Aún no creía que fuera posible y lo dijo sin convicción. Más como la pregunta que se hace después de haber perdido todo.

«No creo que valga la pena», se dijo a sí mismo.

—Quizá, sí. —Fue lo que pronunciaron sus labios. 


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