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La suerte de los tontos por Ilusion-Gris

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«¿Seguro qué no prefieres pasar el día con los chicos? Nosotros podemos reunirnos el fin de semana»

El viernes celebraría su vigésimo cumpleaños, cuando era pequeño amaba pasar el día con su familia, después de los doce se volvió más caprichoso y solo pensaba en divertirse con sus amigos; ahora se encontraba ansioso por pasar el día con el chico que se había adueñado de su corazón. Entendía que lo mejor sería pasarlo con todos. Su madre le propuso ese día viajar junto con su hermana para visitarlo, Naruto le comentó que fueran todos juntos a un lindo restaurante a cenar —comprendía que organizar otra fiesta, y en tan poco tiempo, no era sencillo—, pero en ambos casos se negó. A su madre le prometió que él iría el domingo, a Naruto le dijo que lo pospusieran para el sábado y que el viernes le dejaran la tarde libre para salir con Neji. Uno se vuelve estúpido cuando está enamorado.

«Muy seguro, ese día solo quiero estar contigo»

• • •

Llegó a su departamento y tomó de la alacena un paquete de barras integrales, mientras elegía que ropa llevaría las comió. No estaba muy seguro si aquella camisa y pantalón eran muy formales, o quizá, lo contrario. Después de todo Neji no le comentó a donde lo llevaría, dijo que era una sorpresa. El castaño de ojos perla no lucía como un chico impredecible, pero para él era la persona más enigmática con la que se topó en su vida. Estaba nervioso y un poco asustado, tenía mucho miedo de arruinarlo.

«¿Estás listo?»

Leyó el mensaje en la pantalla y se asomó por la ventana. Neji ya estaba afuera esperando por él. Se apresuró a dejar la ropa que eligió sobre la cama y salió para invitarlo a pasar.

—¿Podrías esperarme cinco minutos? —preguntó en cuanto abrió la puerta.

—Por supuesto —dijo con una sonrisa y un poco titubeante se acercó para abrazarlo—. Feliz cumpleaños, Kiba —susurró.

—Oye, estoy sudando y no me he metido a bañar —replicó, pero correspondió el abrazo.

—Lo sé —se apartó un poco para mirar su rostro—, eso explica el mal olor.

El menor tomó la nariz de Neji entre sus dedos.

—¿No te han dicho que debes tratar bien a las personas cuando están cumpliendo años?

—Eso no significa que deba mentir. —Apartó su mano con un ligero golpe.

Kiba sonrió y lo apresó entre sus brazos.

—Ahora tendrás que lidiar con mi olor en ti el resto del día. —Lo arrastró hasta el sofá más grande que tenía y se dejó caer encima de él—. Espérame aquí, no tardo. —Antes de alejarse le dio un beso en la mejilla.

El de pelo largo sintió su corazón latir más deprisa de lo habitual y mientras observaba su espalda se preguntó si estaba haciendo lo correcto. Era egoísta tenerlo para él solo ese día tan especial.

Dejó de darle tantas vueltas y por primera vez desde que entró se percató que estaba en el departamento de Kiba, en su sala y que no veía a Akamaru por ninguna parte. Se levantó y se acercó a la cocina, ahí vio una puerta que llevaba al patio trasero, pero estaba muy silencioso como para encontrar ahí a su mascota. Un poco inseguro se asomó, sabía que era bienvenido en el hogar de su novio, pero eso no significaba que tenía derecho de husmear por todas partes, aunque sabía que solo buscaba a Akamaru.

Fuera miró un jardín bastante amplio, el complejo de departamentos donde vivía no era tan grande, para una familia de tres sería perfecto y le tomó por sorpresa que tuviera un jardín, él solo contaba con tres metros cuadrados para tender un poco de ropa. En una esquina había un árbol pequeño y un par de macetas. «¿Cómo es que Kiba tenía tiempo para hacerse cargo de un perro y un jardín?», se preguntó. Se resignó a que no lo encontraría allí y dio vuelta regresando sobre sus pasos, pero a mitad de camino notó un par de fotografías colgadas en la pared del pasillo que conducía a la habitación donde el menor se había metido. No solía ser curioso, pero sin darse cuenta ya estaba elevando la mirada para observarlas; vio a un pequeño Kiba y a un muy tierno Akamaru, el chico parecía encantado, su sonrisa era deslumbrante y abrazaba con cariño al cachorro. Después de aquella fotografía había una de él con su familia, con su hermana y su madre. La mujer mayor lucía fuerte, segura de sí misma y algo severa, un poco como su hijo, Kiba debió heredar aquella voluntad tan brillante, y su hermana también transmitía energía y autosuficiencia. El menor debió crecer rodeado de personas increíbles, de dos mujeres independientes, al menos eso pensó. Cuando giró y puso más atención, descubrió que el hogar de Kiba estaba lleno de vida, no solo eran un lugar al cual llegar a dormir y quizá preparar algo de comer, el departamento de Kiba era más que eso, era cálido, había un ligero olor a mascota flotando en el aire, junto a un aromatizante de lavanda, no todo estaba ordenado, fue capaz de notar que algunos objetos estaban fuera de lugar, pero todo estaba muy limpio y las pelotas de colores que había esparcidas en el piso le hicieron pensar que le gustaría vivir ahí, su hogar no era tan acogedor.

—Ya estoy listo —dijo a su espalda y al notar al de ojos perla tan ensimismado observando la sala se apresuró a agregar—: lamento el desorden, no tuve mucho tiempo de...

—¿Dónde está Akamaru? —le interrumpió.

—Fue a visitar a Sasuke y a Naruto —respondió y después suspiró—, la verdad es que les pedí de favor que lo cuidaran —su cara se puso roja y bajó la mirada—, quería preguntarte si querías pasar aquí la noche.

No es que creyera que Neji odiara a Akamaru, pero quería ese día solo concentrarse en él.

—Mañana tengo que trabajar... —comenzó a decir, pero la expresión triste del menor le hizo cambiar de opinión—, olvida lo que dije. Regresemos aquí juntos.

El otro asintió un poco cohibido y le entregó las llaves de su automóvil.

• • •

—Todavía recuerdo el lugar al que me llevaste en nuestra primera cita —habló mientras esperaba a que el semáforo cambiara a verde.

—¿Iremos allí? —le cuestionó un poco ansioso, la curiosidad en ese punto lo sobrepasaba.

—No, pero estuve pensando que quería llevarte a un lugar igual de especial.

—¿Tienes algún lugar así?

—Ese es el problema, el lugar más especial que frecuento es la casa de Shikamaru para jugar ajedrez —pisó el acelerador y se pusieron en marcha—, al principio lo tomé como algo irreal, una especie de escape, pero haciendo memoria quizá existe un lugar diferente.

—Está bien, no tienes que preocuparte —dijo angustiado de poner al castaño en esa situación. Para él cualquier lugar donde estuvieran juntos estaría bien.

—No lo dije por eso —intentó no perder el hilo de la conversación y también concentrarse en la carretera—, solo que es un poco raro...

—¿Tan raro cómo invadir propiedad privada con Akamaru? —dijo con ironía.

—Casi igual. —Suspiró—. Pasaremos primero por algo de comer.

—Sospecho que haremos un pícnic —habló entusiasmado y con la esperanza de hacerle confesar al castaño.

—¿Dónde crees que será? —No pudo evitar contagiarse de su buen humor—. Si el lugar que tienes en mente se acerca un poco te daré un segundo regalo.

—¡¿Un segundo?! —Comenzaba a creer que ese día tenía más suerte de lo habitual—. Bien... Tal vez sea un campo enorme —observó al de ojos perla negar con la cabeza—, ¿una colina? ¿La playa?

—La playa está muy lejos. —Sonrió divertido.

—Es que puede ser un restaurante, pero dijiste que pasaríamos a comprar comida, entonces tiene que ser un lugar donde no haya que comer cerca...

—Tienes razón, es un poco complicado, te daré una pista —se metió a un centro comercial—, no está relacionado con la naturaleza.

—¿La feria? Creo que acaban de poner una.

—No, tienes tres oportunidades más. —Se estacionó frente a la zona de restaurantes y apagó el motor.

—¿No me digas que piensas llevarme al cine? Será divertido ver cómo le haremos para meter tanta comida dentro —dijo mientras salían del automóvil.

—No estoy loco Kiba, ¿cómo puede resultarte excitante la idea de hacer eso? —Quería sonar serio, pero le dio gracia imaginarse a ambos buscando la forma de hacerlo.

—Bueno, si eso no es... ¿un concierto de rock? Me gusta la música en vivo. —Entraron a un establecimiento de comida típica y Kiba se quedó detrás esperando mientras el mayor ordenaba por ambos.

La ciudad donde vivían no era tan grande, a comparación de Konoha, su pueblo natal, estaba mejor situada en la mancha urbana, pero no habían muchos sitios a los cuales ir a una cita. Podrían hacer una excursión, pero eso requería más tiempo de anticipación —al menos si planeaban regresar a casa por la noche—, además el castaño dijo que no estaba relacionado con la naturaleza, no se le ocurría algo más.

—¿Te das por vencido? —le preguntó cuándo estuvo de regresó con la que sería la cena.

—No, ¿iremos a la casa de Shikamaru?

El menor estaba serio y Neji no puedo evitar reír un poco más fuerte de lo que solía.

—¿Por qué iríamos ahí cuando el plan era estar solo los dos? —dijo cuándo acabó.

—Dijiste que era tu lugar especial, y quizá le pediste que se marchara. —Intentó controlar la vergüenza de su rostro.

—Tienes solo una oportunidad. —Su expresión se suavizó.

—¿Un parque?

Negó y le pidió que lo siguiera de vuelta al automóvil. De camino ya no hicieron más bromas ni conversaron, permanecieron en silencio y Kiba disfrutó del aire que se colaba por la ventanilla; la hora en que el sol estaba en lo alto había pasado y ahora la luz que emitía era más tenue y pronto los envolvería la oscuridad.

Se metieron a un fraccionamiento de residencias grandes y elegantes, el menor se preguntó a donde se estarían dirigiendo. Cuando el auto se estacionó frente a una de aquellas viviendas Kiba se sintió desconcertado.

—¿Llegamos? —Imitó a Neji y se quitó el cinturón de seguridad.

—Sí —respondió sin más.

—¿Es tu casa? —preguntó a su espalda.

—No.

No había una barda o un portón, y siguieron derecho hasta llegar frente a aquella enorme construcción. Se notaba que no había nadie dentro.

—Por aquí. —Le indicó al menor guiándolo a un costado. Se metieron a un angosto pasillo y Neji se trepó a una ventana, sujetando firmemente la bolsa que contenía su cena y sosteniéndose de los bordes de concreto subió hasta la habitación del segundo piso—. ¿Puedes subir por aquí como yo?

Kiba no estaba seguro si se meterían en problemas, pero al mayor no parecía importarle y confió en él, sospechando que en realidad era su hogar.

Cuando estuvo arriba observó los pocos muebles que había cubiertos por sábanas blancas. «¿Es esta la habitación de Neji?». No había nada dentro de ella que le diera una pista, parecía que había sido desalojada hace bastante tiempo.

El castaño con una seña de la mano le pidió que lo siguiera, se mantuvieron callados, como temiendo que alguien los descubriera, pero era obvio que ahí no había nadie más que ellos. Quitó la sábana de una de las sillas y la colocó en el centro de la habitación, se subió en ella y estirando los brazos jaló de una manija que abrió una especie de trampilla de donde salió una escalera, la desplegó y al subir se detuvo antes de chocar contra la madera, con las dos manos apoyadas empujó hasta abrir una segunda trampilla, subió los escalones restantes hasta llegar al desván. Kiba lo imitó y cuando estuvo a su lado observó el interior.

—Sé que esto es más extraño que el borde de un río —comentó y abrió la ventana. Dando un pequeño salto pasó del otro lado.

—Espera —intentó detenerlo—, eso es peligroso.

—No lo es —le aseguró—, ven. —Estiró la mano y pronto la tomó el menor.

Estaban en el tejado y el aire era cada vez más frío.

—Por aquí. —Jaló suavemente de él y lo llevó a un hueco en el techo que se formaba entre las habitaciones. Ahí había suficiente espacio para sentarse en el concreto y las tejas cubrían gran parte. Neji siempre supuso que aquel lugar era un error en la arquitectura, pero siempre le alegró que el fuera el único en descubrirlo, o al menos, nadie le tomó importancia.

La vista era algo que no esperó, a espaldas estaba el fraccionamiento y frente a ellos un terreno baldío repleto de árboles de todo tipo.

—¿Es tu lugar secreto? —le preguntó mientras Neji le pasaba un platillo.

—Traje algo para ti —pretendió no escuchar lo que dijo antes, se giró, en la esquina había una caja de cartón de tamaño mediano, de ella sacó un par de cosas y entre ellas una pequeña caja rectangular—, feliz cumpleaños... —Estiró la mano y observó su expresión.

—¿Puedo abrirla ahora?

—Es tuyo —respondió.

Quitó la tapa y observó su contenido

—Me gustaría darte muchas cosas, me gustaría ser capaz de darte lo que más quieres, pero no puedo hacerlo, por eso...

—Es perfecto —lo interrumpió—, me gusta.

Sacó el reloj de cadena que le obsequió. Con sus dedos acarició la figura que estaba en la cubierta, era un perro muy similar a Akamaru.

—No sé si sea buena idea que te hayas quedado conmigo, ¿la estás pasando bien? —Era inevitable pensar que no estaba a la altura.

—Neji —se acercó a él—, este lugar es especial ¿cierto? —Sus ojos le imploraron que respondiera.

El mayor acunó en sus manos las mejillas de Kiba.

—Antes vivía aquí con mis padres, el ático era mi lugar preferido, tenía ahí todo lo que me gustaba, ahí me sentía realmente en casa, mis padres nunca subían hasta allí, entonces llené las paredes de las cosas que me gustaban, recortes de libros, de revistas, algunos posters, fragmentos de textos que amaba, dibujos que solía hacer, era mi mundo, y aquí donde estamos era el lugar donde solo observaba el cielo.

—¿Qué pasó? —dijo con dulzura, atento a sus palabras y consciente que para Neji no era fácil hacerlo.

—Esas son cosas tristes de las que no vale la pena hablar ahora, en este instante solo quiero hacerte feliz, por eso estamos aquí. Desde aquí el cielo se ve precioso —vio a Kiba asentir—. Ya comenzó a oscurecer, será mejor que nos apresuremos a comer antes de que se enfríe.

Encendió una lámpara y la colocó frente a ellos. Platicaron un poco más y cuando terminaron la cena Neji preguntó:

—¿Cómo es que conociste a Shino?

Se recargaron en el muro a su espalda, y encima de ellos las tejas los cubrían de la ligera lluvia que comenzó a caer.

—En la escuela, llegué a esa institución a mitad de curso y comenzamos a hablar poco antes de la graduación.

—¿Lo consideras un amigo?

Se removió inquieto e incómodo, no quería mentir.

—No lo sé, es un buen chico y no hay razones para que me desagrade, solo que a veces es difícil hablar con él.

—Me hubiera gustado estudiar en la misma escuela que tú —sonrió y buscó en la oscuridad su mano—, habría sido divertido que mi yo de dieciséis años conociera a tu yo de quince.

—Entonces me habrías gustado desde antes —afirmó y sostuvo su mano con fuerza.

—Quizá por aquella época tenía un olor diferente...

—No creo que sea solo por el olor, te habría hablado y cuando abrieras la boca ya me estaría enamorando.

—Por esa época era un chico introvertido, no habría dicho nada interesante, pero me habría gustado escucharte hablar a ti, seguramente hubiera sido más feliz.

Se giró para observar su perfil.

—Antes era muy tonto, dije e hice cosas hirientes. Pienso que hace poco fue el momento adecuado para que nos encontráramos... Gracias por estar aquí conmigo.

Se volteó para mirarlo y se encontró con los ojos cafés de Kiba, se veían tan oscuros que pensó que podría perderse en ellos.

—Me gustas —confesó y se inclinó para alcanzar los labios del menor, pero el otro se apartó de golpe.

Se puso de pie y le ofreció la mano para que el castaño saliera de aquel refugio de la lluvia.

—¿Te sientes invencible? Porque yo sí, no dejo de sentir al Neji que pasaba horas aquí contemplando el cielo y ahora que estamos de vuelta, en el lugar que no es más tu hogar, ¿crees que es posible que juntos seamos libres?

Rechazó su mano y se colocó delante de él.

—Me gustas —repitió.

—La primera vez que te vi me gustaste, ahora te quiero junto a mí, todo el tiempo, cada instante...

Las gotas se volvieron más gruesas y cayeron con más intensidad. Comenzó una lluvia que amenazaba con convertirse en una eléctrica. De repente ya no era posible oír más que el agua estrellarse bajo sus pies.

«Regresemos». Vio sus labios moverse y con cuidado de no resbalar subir al tejado para llegar a la ventana que daba al ático de su antigua habitación.

• • •

Dentro del automóvil estaba todo muy silencioso, fuera ya se escuchaban los truenos lejanos.

—Lamento que todo resultara así, quizá debimos pasar el día en el cine —quiso bromear, pero Kiba no reaccionó—. Sabes, pensé que dirías que te llevaría a un cementerio, incluso planeaba hacerte una broma...

Sus palabras fueron interrumpidas por un beso.

—No es necesario que hables sino quieres —le prometió—, pero no intentes evadir las cosas molestas, puedo ayudarte a enfrentarlas.

Quizá ya era tiempo de compartir más que las cosas buenas.

—No he hablado con mis padres desde hace cuatro años, para ellos no existo y me colé por su casa porque sé que no están, solo quería llevarte a un lugar que considero especial, pero no me siento invencible ni libre cuando estoy allí, me siento atado incluso cuando estás ahí conmigo.

—Lo siento, no debí forzarte a...

—No, no me forzaste a nada, me hizo feliz que me eligieras a mí para acompañarte, te quiero.

Con la ropa húmeda y pequeñas gotas escurriendo por sus cabellos, los cristales empañados y la escasa luz que daba el poste a unos metros, se sintieron satisfechos y sonrieron. 

Se besaron una segunda vez.


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